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viernes, 16 de diciembre de 2016

Capítulo 2


Vanessa caminaba apresurada bajo el pasaje entoldado que llevaba a Fezzywig's, un bar-restaurante de moda que recientemente se había convertido en uno de los más populares de la ciudad. Gracias a la publicidad de la empresa de Vanessa, el bar era el lugar de cita a medio día favorito de los veintitantos famosos cuyos nombres salpicaban las crónicas de sociedad de revistas y periódicos.

Entró, y de inmediato se vio envuelta por la elegante y tenuemente iluminada decoración de cromo y cuero, el alegre tintineo de las copas y, afortunadamente, nada de música ambiental navideña. En lugar de ello, los acordes de una antigua melodía de Coltrane hacían de perfecta banda sonora para aquella superchic multitud. Aliviada, se quitó abrigo, gorro y guantes que entregó a la chica del guardarropa.

Se metió directamente en el servicio. Su suéter y su pantalón de cachemira color marfil tenían buen aspecto, sobre todo con sus botas Manolo, pero su pelo y su maquillaje estaban hechos un desastre. Esa era otra cosa que odiaba de la Navidad: el viento fuerte, para no hablar del frío brutal y las calles heladas.

Se atusó la melena morena y, sacando su polvera, puso manos a la obra. Mientras ponía en orden su rostro con unos cuantos toques bien ensayados, su mente trabajó furiosamente en el departamento de control de daños emocionales.

Así que Drake la había dejado. Tenía que decidir la mejor manera de sobrellevarlo. Por un lado, podía asumir el rol de la parte herida, frágil y desesperadamente necesitada de apoyo que le permitiría regodearse con los tópicos argumentos consoladores de sus amigas: que si aquel imbécil no la merecía, que nunca había sido lo suficientemente bueno para ella, que había envejecido y se había vuelto un amargado, que había desperdiciado la gran ocasión de su vida…

Acercándose al espejo, sacó su peine para pestañas. Por otro lado, podía disimular su humillación y su decepción tras el sarcasmo, convirtiendo a Drake Bell en tema privilegiado de los chistes de su ambiente. Al abandonarla por un despampanante bombón, le había dado material más que adecuado.

«Muy bien», pensó mientras se pintaba los labios y forzaba una exagerada sonrisa. Estaban en Nochebuena. La ocasión perfecta para divertirse. Superaría con facilidad aquel traspié, fingiendo que la pérdida de su novio no la había afectado en nada. Sólo que ni siquiera tenía que fingir. Después de retocarse las cejas, estudió su imagen en el espejo.

No estaba tan mal; desde luego, no parecía una mujer abandonada. Desdeñada.

Analizando sus sentimientos, se daba cuenta de que no había sufrido crisis emocional alguna. ¿Dónde estaba el duelo, el trauma, los sollozos? ¿El regodeo en el propio dolor? ¿No se suponía acaso que aquello tenía que ser un verdadero desbarajuste personal, en lugar del equivalente emocional a la rotura de una uña? Al menos si lloraba algo, aunque sólo fuera por unos minutos, eso querría decir que no había desperdiciado el último medio año de su vida saliendo con un tipo que no le importaba lo más mínimo. Pero no tenía ninguna gana de llorar.

Aunque aún era temprano, una buena multitud se había dado cita en el local para tomar energías para su último día de compras y la fiesta de la noche. Vanessa atravesó la sala saludando y dando besos al aire a unos y a otros, exhibiendo su sonrisa bien ensayada e inmune a la traición de Drake. Adoraba aquel conjunto de famosos y personajes habituados a marcar tendencia, y ellos la adoraban a ella. Allí se encontraba en su elemento, centro de todas las miradas mientras se dirigía al encuentro de sus socias, que eran al mismo tiempo sus mejores amigas.

Y, sin embargo, Vanessa tenía un problema. Que no tenía nada que ver con su reciente y muy pública conversación con Drake.

No sabía bien por qué sucedía, pero a veces, en el más inoportuno de los momentos, sentía algo que supuestamente una persona de su posición no debería sentir. Soledad.

Era absurdo, teniendo en cuenta la vida tan ocupada que llevaba, pero no podía evitarlo. Por mucho que intentara negar la verdad, a menudo se sorprendía a sí misma prisionera de un doloroso sentimiento de vacío y futilidad.

Aquel vacío era el enemigo. Y Vanessa lo había acometido frontalmente, con el trabajo. Su naturaleza decidida y voluntariosa la había convertido, en el lapso de unos pocos años, en una de las más solicitadas e influyentes publicistas de la ciudad. Consolándose con aquel pensamiento, se encaminó hacia la mesa donde la esperaban sus amigas, disfrutando de sus sofisticados cócteles y charlando a pasmosa velocidad.

Ash: Ah, aquí estás, Vanessa… -la saludó-. Llegas tarde.

Ness: Perdón -se sentó en la silla contigua a la de Amber, que era la mejor de sus mejores amigas-. Tenía un montón de llamadas que hacer desde la oficina.

En realidad estaba algo molesta con sus socias y amigas. Al parecer, sólo porque estaban en Navidad, pensaban que podían tomarse el día libre y descuidar el negocio. Pero las oportunidades para las relaciones públicas no desaparecían porque el calendario decretara una fiesta laboral. De hecho, ésa era una razón más para mantenerse ocupadas.

Larry el elfo se equivocaba de medio a medio. La magia de aquellas fiestas no consistía en dar ni en regalar. Consistía más bien en la atención suplementaria que prestaban los medios a sus conferencias de prensa. Dado que ya era más de mediodía, pidió un cóctel e hizo un deliberado esfuerzo por sonreír. Miley C, cuyo apellido era realmente Cyrus pero al que había renunciado largo tiempo atrás, estaba perfecta con su suéter de merina negra y sus botas de ante que le llegaban hasta la rodilla. Ashley Tisdale, cariñosamente conocida como Bomboncito por sus clientes admiradores, dejó su agenda electrónica sobre la barra. Era delgada como un palillo. Llevaba el pelo rubio platino peinado en punta, con las cejas recortadas en una expresión de perpetua sorpresa. Amber, agraciada con el físico de una supermodelo, era como una valla publicitaria andante para sus clientes, ataviada en aquel momento con su elegante suéter y su falda de cuero.

Vanessa se había fijado años atrás en Amber, una chica de pueblo de Carolina del Norte ansiosa de entrar en el mundo de la pasarela y del espectáculo. Pero tanto Vanessa como sus socias habían tenido otros planes para ella. Gracias a su poder e influencia en la prensa, la habían convertido en la chica de moda. Ellas le habían dado el look adecuado, la habían presentado a estrellas y famosos, habían dejado caer su nombre en los oídos adecuados. Y había funcionado. Empezó a aparecer en todas las revistas de importancia: W, Vogue y Quest. A los pocos días el teléfono había empezado a sonar, a llegar las invitaciones. En cuestión de semanas, Cosmo ya la estaba llamando para un reportaje. El lanzamiento de Amber fue un éxito absoluto.

Vanessa se encontró con una inesperada recompensa por todo ello. Vivaracha y burbujeante como un buen champán, Amber se convirtió en su mejor amiga y confidente, en la hermana que nunca había tenido. Alguien con quien compartir secretos y sueños. Alguien a quien Vanessa podría incluso atreverse a admitir que su ruptura con Drake no la había herido, pero sí la había asustado al hacerle dudar de su capacidad para mantener cualquier tipo de relación.

Pero no. No llegaría tan lejos. Ni siquiera a su amiga del alma le confiaría una cosa así.

Esa noche Amber jugaría un papel clave en el éxito creciente de la empresa. Su trabajo consistiría en seducir al misterioso y ambicioso Axel, un próspero perfumista al que deseaban captar como cliente. Conseguir aquel contrato significaría dar un paso de gigante. Y Axel sería asimismo la prueba, ante los padres de Vanessa, de que era perfectamente capaz de abrirse paso y triunfar sola en la vida. Ellos siempre la habían subestimado, la princesita de Upper East Side que jugaba a la publicidad para distraerse hasta que por fin sentara la cabeza y se casara con alguien con las credenciales adecuadas. Alguien como Drake Bell.

Por esa razón, en aquel momento Vanessa necesitaba a Axel más que nunca. Firmar un contrato con el multimillonario suizo aliviaría su humillación y amortiguaría la traición que había supuesto el abandono de Drake.

Ness: Si conseguimos que firme, nos abrirá la puerta a los mejores contratos de Europa -dijo mientras repasaba con sus socias los detalles finales del evento de aquella noche, conocido durante décadas en las crónicas de sociedad como El Acontecimiento Hudgens-.

Cada año sus padres, al igual que sus abuelos antes de ellos, invitaban a toda la gente importante a su particular fiesta de Nochebuena. A diferencia de los otros años, sin embargo, esa vez habían autorizado a la empresa de Vanessa a organizar el acto. Y no quería estropearlo.

Amber: ¿Cómo es? -quiso saber-. Estoy casi cien por cien segura de que nunca me lo he montado con un multimillonario.

Ness: Es perfecto.

Ash: ¿Qué pasa? ¿Te lo has montado tú con él?

Ness: Claro que no. Pero Axel y yo nos conocemos desde hace tiempo. De los tiempos del internado, de hecho. Lo echaron de allí. Ya lo conoceréis.

Experimentó una punzada de ambición. Jugar con los resortes del poder y enseñar sus trucos a los demás era lo que mejor sabía hacer. Siempre estaba pensando o planificando su siguiente movimiento. Eso era lo que la mantenía viva, lo que daba un sentido a su vida. Ashley y Miley juntaron sus cabezas mientras planificaban la distribución de los invitados a la fiesta, como dos generales estudiando el plano de una batalla.

Amber: Ya, bueno… -de repente bajó la voz-. Hum, Vanessa, ¿crees que podrías hacerme un pequeño adelanto este mes? Voy un poco justa.

Ness: Llevas tantos adelantos que estás cobrando ya el sueldo del verano…

Amber: Lo sé, pero es tan caro mantener este estilo de vida… Los gastos se me acumulan. Mis tarjetas de crédito están al máximo. Mañana es Navidad, Vanessa. ¿Qué dices, cariño?

Vanessa se obligó a relajarse. Sinceramente, había gente que no tenía ni capacidad de autocontrol ni ética para el trabajo.

Ness: Pásate mañana por la oficina y te firmaré un cheque.

Amber: Bueno, la verdad es que no pensaba ir mañana…

Ness: Esta es la temporada más ajetreada de trabajo de todo el curso, Amber.

Amber: Es Navidad.

Ness: Por eso mismo -bebió un sorbo de cóctel-.

Amber: Es sólo una vez al año… -insistió con tono zalamero-.

Amber: Yo esperaba volar a casa a ver a mi familia. Mi hermana Molly acaba de tener otro bebé. Oh, Vanessa… ¿Qué puede haber más dulce que un bebé en Navidad?

Miley: Un contrato con un multimillonario suizo -apuntó-.

Ashley deslizó un perfectamente manicurado dedo por la lista de invitados que estaba estudiando.

Ash: Por cierto, Vanessa, tu madre es un encanto. Es una maravilla trabajar con ella.

Vanessa se obligó a sonreír por encima del borde del vaso.

Ness: ¿De veras?

En un principio, Fiona Hudgens solamente había dado su más gruñona aprobación a la lista de sugerencias de Vanessa. Pero pese a su escepticismo hacia los menús elegidos y a la gente invitada, su trabajo con la prensa la había dejado tan admirada que al final había terminado por rendirse.

Para Fiona, la única cosa más importante que organizar un evento de éxito era que los periódicos lo anunciaran como tal. De manera perversa, compartir aquel objetivo común había unido más que nunca a Vanessa con su madre. En aquel momento solamente las separaban océanos, en lugar de galaxias.

Miley: Pareces nerviosa -comentó ladeando la cabeza para estudiarla-. Y tú nunca estás nerviosa. ¿Qué te pasa?

Ness: Es la fiesta de mis padres, por el amor del cielo.

Miley: ¿Y? Montamos fiestas todo el tiempo. Somos las mejores de toda la ciudad. La gente todavía sigue hablando del acto benéfico que organizamos el día de Acción de Gracias para la Fundación Helpline. ¿Qué es lo que te sucede?

Vanessa aspiró profundo. Pensó que le sentaría bien soltarlo de una vez.

Ness: Odio la Navidad. Odio mi vida. Drake me ha dejado por una modelo de sujetadores.

El anuncio fue acogido con un consternado silencio.

Miley: Pero se suponía que ibas a casarte con él -pronunció tras una horrorizada pausa-. Su padre posee prácticamente un imperio de cadenas de radio y televisión. Vosotros dos ibais a ser la pareja más poderosa del mundo de los medios.

Amber se acercó para darle un abrazo. Su naturaleza inmune al resentimiento le provocó una punzada de vergüenza.

Amber: Lo sentimos tanto… -le dijo con su delicioso acento sureño-.

Ness: No lo sintáis. Estoy más disgustada por el momento que ha elegido que por otra cosa.

Amber: No es demasiado tarde para que puedas conseguirte otra pareja para esta noche -echó mano a su agenda-. Es Navidad. No puedes quedarte sola.

Vanessa se mordió la lengua. Lo cierto era que no quería ninguna pareja. Ni que fuera Navidad, ya puestos. Sólo quería terminar de una vez con aquel ajetreo vacacional y volver a su trabajo.

Miley: Brindemos para que esta noche salga perfecta -declaró alzando su vaso-. Para que tus padres se queden impresionados, tengamos a Axel comiendo de nuestra mano y todo el mundo se marche feliz y contento.

Vanessa sonrió tensa mientras levantaba su cóctel.

Ness: Eso.

El tintineo de las copas se oyó por encima de la música y del rumor de las conversaciones. «Lo superaré», se dijo Vanessa. La soledad y la nostalgia eran para los perdedores. Esa noche todo saldría perfecto.

Se quedó mirando las burbujas de champán de su cóctel, con la copa todavía levantada, ya medio vacía. De repente, a través del fino cristal, distinguió a alguien… y se quedó helada. Se olvidó de respirar, de moverse, de pensar.

Todo quedó reducido a una nube de colores y sonidos. Todo excepto él. Su figura se fue haciendo más nítida, cada detalle le resultaba absolutamente familiar pese al tiempo transcurrido, que eran… siete años exactamente. La Nochebuena de siete años atrás.

Se sintió atrapada, y al mismo tiempo inevitablemente hechizada, como si se estuviera ahogando en miel. Toda la intensidad de su primer amor regresó de pronto, despertándole sentimientos que había creído durante largo tiempo muertos.

Le resultaba, según descubrió, físicamente imposible desviar la mirada de aquel rostro de relajada sonrisa, de aquel aire de seguridad y eléctrico sex-appeal. El tiempo sólo había resaltado y agudizado aquellos atributos que todavía alguna vez asaltaban sus sueños. Un clásico tema de Bob Marley empezó a sonar en la sala.

Miley: Vanessa, ¿qué te pasa? Parece como si hubieras visto a un fantasma.

Agachando la cabeza para esconder el rubor de sus mejillas, bajó su copa.

Ness: Sí. El fantasma de las Navidades pasadas.




¿¡Ay, quién será ese fantasma que la tiene tan turbada!?

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2 comentarios:

Lu dijo...

Me encantó.
Sigo con intriga... quien será ese fantasma.
Pobre Ness todo lo que le pasa.


Sube pronto

Maria jose dijo...

Que buena es!!!
Termino en lo mejor
Ya quiero seguir leyendo
Siguela pronto


Saludos

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