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domingo, 17 de julio de 2016

Capítulo 6


Cargada con bolsas de la tienda de comestibles, Vanessa abrió la puerta de la escalera y recolocó el peso. Como de costumbre, se detuvo en el descansillo, comprobó el cierre de la puerta de servicio de Vesta, luego subió a su piso.

Y se detuvo, frunciendo el ceño ante la estampa de Zac apoyado junto a la puerta, los ojos cerrados y el móvil en la mano.

Ness: ¿Qué haces ahí? -preguntó, y al ver que no respondía se dio cuenta de que estaba dormido como un tronco-. Será posible -masculló, se acercó y lo pateó-.
 
Zac: ¡Ay! ¿Qué…? Maldita sea.
 
Ness: ¿Qué diablos haces ahí?
 
Zac: Esperándote. -Molesto, se frotó la cadera dolorida; cardenal seguro-. ¿Dónde diablos estabas tú?
 
Ness: Tenía que llevar unos pedidos y me he pasado por la tienda de comestibles. Me he encontrado con una amiga y… -se interrumpió y lo miró furiosa-. ¿Por qué te cuento todo esto? ¿Por qué estás durmiendo a la puerta de mi piso?
 
Zac: Porque no estabas en casa. Y no estaba durmiendo. Solo estaba… pensando -se puso de pie de un brinco, la miró extrañado-. Tienes el pelo mojado.
 
Ness: Está cayendo algo de aguanieve. Aparta, ¿quieres? Esto pesa.
 
Volvió a mirarla extrañado, luego alargó la mano y le cogió las bolsas. Ella abrió la puerta y entró delante de él.

Zac cruzó el salón, fue directo a la cocina y soltó las bolsas en la encimera. Observándolo, ella se quitó el abrigo y se desenroscó la bufanda.
 
Ness: ¿Cuánto llevabas ahí fuera?
 
Zac: ¿Qué hora es?
 
Mientras él miraba el reloj, ella arqueó las cejas.
 
Ness: Son las… qué diablos pasa aquí -tiró el abrigo y la bufanda sobre el respaldo de una silla de camino a la encimera-.
 
Zac: Eso querría saber yo.
 
Ness: Eres tú el que duerme a la puerta de mi casa -replicó mientras empezaba a guardar los víveres-.

A diferencia del salón, que él encontraba caótico y ella, un salón normal, los armarios de la cocina y el frigorífico estaban meticulosamente organizados.
 
Zac: No dormía. Igual me he quedado un poco traspuesto, pero eso es irrelevante.
 
Ness: ¿Y qué es relevante?
 
Zac: Tú lo sabías y no me has dicho nada.
 
Ness: Hay muchas cosas que no te cuento. -Lo miró con los ojos fruncidos, empezó a sacar huevos del cartón y los dejó en la huevera-. Concreta.
 
Zac: Sabías que tu padre se acostaba con mi madre.
 
Se le cayó un huevo de las manos, que se estrelló en el suelo como una pequeña bomba.
 
Ness: ¿Qué?
 
Zac: Vale, no lo sabías -se metió las manos en los bolsillos-. Ahora sí.
 
Ness: Repito: ¿qué?
 
Zac: Mi madre, tu padre…

Sin saber qué decir, sacó las manos de los bolsillos e hizo un gesto como de rodillo en el aire.
 
Ness: Venga ya. ¿En serio? Qué va, qué va. -Rió un poco, arrancó papel de cocina y lo humedeció para limpiar el huevo roto-. Lo has debido de soñar mientras acampabas a la puerta de casa.
 
Zac: Tienen un rollo, sí… y no, no lo he soñado.
 
Sin dejar de negar con la cabeza, Vanessa humedeció más papel de cocina y limpió las baldosas con él.
 
Ness: ¿De dónde lo has sacado? ¿De una escapadita a alguna galaxia lejana?
 
Zac: Lo he visto. Yo. Con mis ojos -espetó señalándoselos con el índice y el corazón de ambas manos, a modo de horquilla-. He pasado por casa esta mañana, y los he pillado.
 
Vanessa se quedó boquiabierta y se irguió despacio.
 
Ness: ¿Has pillado a tu madre con mi padre? ¿En la cama?
 
Zac: No. Gracias a Dios. Estaban en la cocina.
 
Ness: ¡Por Dios! -espantada, retrocedió-. ¡Lo estaban haciendo en la cocina!
 
Zac: No. Calla -horrorizado, se tapó los ojos con las manos-. Ahora entiendo lo que dice Alex de las imágenes mentales. Madre mía.
 
Ness: Lo que dices no tiene sentido. Ninguno.
 
Empieza desde el principio, se dijo, porque en eso Vanessa tenía razón.
 
Zac: Me he acercado, estaban en la cocina. Tu padre en calzoncillos. Mi madre con… con muy poca cosa. Y se estaban… morreando, metiendo mano…
 
Lo miró fijamente un segundo, luego sostuvo un dedo en alto, como pidiéndole que esperara. Se volvió, abrió un armario, sacó una botella de Glenfiddich y dos vasos de whisky. Sin mediar palabra, sirvió dos dedos en cada uno y le pasó uno a Zac.

Vanessa se lo bebió de un trago, luego respiró hondo.
 
Ness: A ver, que me entere. ¿Nuestros padres tienen un rollo?
 
Zac: Eso es lo que he dicho.
 
Ness: Y los has pillado, con poca ropa y metiéndose mano en la cocina de tu madre.
 
Zac: Te lo estoy diciendo.

Ahora fue él quien apuró el whisky.

Cuando ella se echó a reír, él supuso que se trataba de un ataque de histeria, pero apenas le llevó un minuto darse cuenta de que se reía de verdad.
 
Zac: ¿Te resulta gracioso?
 
Ness: En parte, sí. El que los pillaras. -Se llevó una mano al vientre-. ¡Ay, ay, ay! Me habría gustado estar allí para verte la cara. Seguro que ha sido algo así…

Puso una cara exagerada de espanto y horror, luego volvió a troncharse de risa.

Tuvo la desagradable sensación de que Vanessa había acertado. Para compensarlo, le hizo una mueca de desdén, enseñando los dientes.
 
Zac: Supongo que tú habrías entrado diciendo: «Hola, pon un poco más de beicon en el asador para mí».
 
Ness: Le estaba haciendo el desayuno. Qué bonito.
 
Zac: ¿Bonito? ¿Te parece que es bonito?
 
Ness: Sí, me lo parece. ¿A ti no?
 
Zac: Yo no sé lo que me parece.
 
Vanessa hizo un gesto con la cabeza y siguió guardando los víveres.
 
Ness: Dime una cosa: ¿crees que tu madre debería seguir sola el resto de su vida?
 
Zac: No está sola.
 
Ness: Zac… -se volvió y lo miró sin decir nada-.
 
Zac: No sé. No. No. Lo que pasa es que nunca lo he… la he visto de ese modo.
 
Ness: Ahora que la has visto, ¿no crees que tiene derecho a tener a alguien especial?
 
Zac: Pues… sí. Supongo.
 
Ness: ¿Tienes algún problema con mi padre?
 
Zac: Sabes bien que no. Charly… es el mejor.
 
Ness: Es el mejor -coincidió-. ¿Y no te gusta que tu madre esté con el mejor?
 
Zac: Yo… -balbució-. Si te vas a poner en plan racional y maduro…
 
Ness: Perdona, pero la situación lo requiere. Son buenos amigos, de toda la vida, muy buenos amigos. Se portarán bien el uno con otro. -Sonriendo, dobló las bolsas de la compra-. He intentado emparejarlo un par de veces. Solo que nunca ha salido bien. No me gustaba pensar que no tenía a nadie. Mi madre le hizo una buena mala pasada.
 
Os la hizo a los dos, pensó Zac.
 
Zac: Mi madre me ha dicho que llevan… -Volvió a hacer un rulo con las manos en el aire-. Un par de años.
 
Ness: ¿Un par de años? -Negando con la cabeza, sirvió otro par de whiskies-. Charly, qué calladito te lo tenías. ¿Quién lo sabía? Yo no tenía ni idea. ¿Cómo es posible que no me haya enterado?
 
Zac: Ninguno de nosotros lo sabía. Yo creía que tú sí, y que no me lo habías dicho.
 
Ness: Te lo habría dicho, aunque me hubieran pedido que no lo hiciera.
 
Zac: Ya -cogió el whisky, lo miró fijamente-.
 
Ness: ¿Qué ha dicho mi padre cuando te ha visto entrar?
 
Zac: Que mejor iba a ponerse unos pantalones.
 
A Vanessa se le escapó una carcajada, echó la cabeza hacia atrás y rió con ganas. Zac se sorprendió sonriendo.
 
Zac: Ahora es más fácil verle la gracia.
 
Ness: ¿Has puesto esa cara? -repitió su escenificación del espanto y el horror-. ¿Y has empezado a tartajear? «¡Mamá! ¿Qué…? Pero…»
 
Procuró no alterarse, porque, obviamente, había dado en el clavo.
 
Zac: Puede que lo haya hecho un momentín.
 
Ness: Un momentín.
 
Zac: Por lo menos no le he zurrado a tu padre. David quería hacerlo cuando se lo he contado a él y a Alex.
 
Vanessa alzó un hombro.
 
Ness: Típico de David, pero no zurraría a papá. Se le da bien zurrar a los capullos o los mamones, pero adora a Charly
 
Zac: También a mí, y no es la primera vez que me zurra.
 
Ness: Bueno, Zac, es que a veces eres un capullo -sonrió cuando lo dijo, luego chocó su vaso con el de él-. Por nuestros padres.
 
Zac: Vale -sorbió su whisky-. Qué día tan raro -dijo con un suspiro-. Ya no estás cabreada conmigo.
 
Ness: Yo no estaba cabreada contigo. No mucho. Y ahora sé que tienes un problema con el sexo.
 
Zac: ¿Qué? -Un pariente cercano del gesto de espanto y horror de Vanessa se paseó por su rostro-. No es verdad. ¿Por qué?
 
Ness: ¿Ves? -Alzó un dedo de la mano con la que cogía el vaso para señalarlo-. Con solo decir la palabra, ya te pones nervioso. Tienes un problema.
 
Zac: Yo no tengo ningún problema con el sexo. Creo en el sexo. Me gusta el sexo. Me gusta el sexo en abundancia.
 
Ness: Qué raro. Me besas y te vuelves lelo perdido. Ves besarse a nuestros padres y entras en estado de pánico.
 
Zac: No. Sí. Puede. ¡Maldita sea!, eso no es tener un problema. Cualquier persona normal habría tenido…
 
Ness: Un momentín.
 
Listilla, se dijo. Siempre lo había sido.
 
Zac: Una reacción fuerte al ver a su madre liada con un viejo amigo de la familia. En cuanto a lo nuestro, sabes bien que fue completamente inesperado.
 
Ness: Yo no lo veo tan inesperado. Claro que yo no tengo problemas con el sexo.
 
Zac: Yo no tengo problemas con el sexo.
 
Ness: Mmm… -sorbió su whisky y se acercó despacio a la ventana-. Anda, si ya está nevando. Qué bonito. ¡Dios! Tengo que terminar mis compras de Navidad. Más vale que te marches antes de que empiece a cuajar.
 
Zac: Espera un minuto.
 
Ella se volvió a mirarlo.
 
Ness: ¿Para qué?
 
Zac: Mierda, Vanessa, no me puedes soltar algo así y luego decirme que me marche.
 
Ness: Solo te estaba dando una opinión. -Cuando él rodeó la barra, Vanessa le quitó el vaso de la mano-. No deberías beber más. Sé que lo toleras bien, pero aun así. Whisky, coche y nieve no son buena mezcla.
 
Zac repitió, con toda la paciencia y vehemencia de que fue capaz:
 
Zac: Yo no tengo problemas con el sexo.
 
Ness: ¿Sigues con eso? Vale, me equivocaba. No tienes problemas con el sexo.
 
Zac: No me des la razón como a los tontos.
 
Ness: ¿Qué quieres de mí, Zac? -Él la cogió de los codos y la puso de puntillas, y ella le lanzó una mirada furibunda-. Cuidado -le advirtió-.
 
Zac: Ahora ya no es inesperado -le dijo, y tiró de ella con fuerza-.
 
Vanessa sabía qué teclas tocar con Zac y cómo, y reconocía que lo había hecho. No le importaba provocarlo para que la besara. Quería un bis, como fuera, para estudiar la reacción de ambos.
 
Ness: Vale. -Enlazó las manos intencionadamente sobre la nuca de Zac-. Ahora no es inesperado.

Ella dio el primer paso, antes de que él pudiera pensárselo y recular.

Esta vez no hubo explosión, se dijo, sino más bien una caída larga y lenta que fue cobrando velocidad. Zac bajó las manos de los codos a las caderas, luego moldeó su cuerpo centímetro a centímetro, ascendiendo. A medida que aumentaba la intensidad, fue desplazándola hasta conseguir atraparla entre su cuerpo y la barra de la cocina.

Lo había manipulado, lo sabía, pero le daba igual. El sabor picante del whisky en su lengua, el aroma a limón de su pelo, el pulso de su cuerpo pegado al de él… todo aquello enredaba sus sentidos en un nudo escurridizo de deseo.

Rozó con el pulpejo el borde de sus pechos, deslizó por ellos los dedos… notó apenas su pulso en las palmas de las manos.

Sintió que su respiración se aceleraba a medida que el beso se hacía más intenso.

Se apartó despacio, esforzándose por mantener el equilibrio mientras ella lo miraba con sus ojos marrones empañados.
 
Zac: Problemas con el sexo, y una mierda.
 
Una sonrisa iluminó el rostro de ella un instante antes de que riera.
 
Ness: Retiro lo dicho.
 
Zac: ¿Y ahora… qué?
 
Suspirando, ella le plantó las manos en las mejillas y las dejó allí un instante.
 
Ness: Zac… -susurró-.

Luego se echó a un lado y terminó retirándose.
 
Zac: Zac, ¿qué?
 
Ness: ¿Y ahora qué? -cogió de nuevo su vaso de whisky. Maldición, con eso no iba a ninguna parte-. Nos desnudamos apasionadamente y nos metemos en la cama. Según mi modesto criterio, ya hemos tenido un sexo fabuloso. Pero, ya que preguntas, tú ya estás pensando en los «y-si» y en los «y-luego», además de en los «y-ahora-qué». Así que vete a casa y medita los pros y los contras hasta que lo tengas claro.
 
Zac: Los pros y los contras son importantes.
 
Ness: Tienes razón. Tienes toda la razón.
 
Zac: Tú importas. Tú y yo, tú y todos nosotros, importamos.
 
Ness: Lo sé. El que pienses en eso en lugar de en desnudarme es en parte lo que te convierte en Zac, y en parte la razón por la que habría dejado que me desnudaras.
 
Ahora flotaban en su cabeza nuevas imágenes, y ya no quería seguir la senda de la cordura y la madurez.
 
Zac: Eres una mujer difícil de entender, Vanessa.
 
Ness: La verdad es que no. Solo que sé apreciar que medites sobre lo que importa, pero a la vez lamento que no te hayas parado a pensarlo hasta que haya habido sexo entre los dos. Un sexo excepcional.
 
Zac: Te quiero.
 
Ness: Dios, ya lo sé. -Le dio la espalda con todo el disimulo de que fue capaz, aterrada de que se le escaparan las lágrimas, de que él las viera-. Yo también te quiero.
 
Zac: Sé lo que hacer con eso, lo que pensar de eso. Con lo que no sé qué hacer y de lo que no sé qué pensar es del modo en que te deseo. Te deseo mucho.
 
Ella respiró hondo, se volvió y sonrió.
 
Ness: Eso ayuda, mucho. Hay que amoldarse. Nunca me habías visto así.
 
Zac: Yo no diría que nunca.
 
Ness: ¿En serio? -Más serena, lo escudriñó por encima del borde del vaso-. ¿Sí?
 
Zac: Joder, Vanessa, claro que he pensado en ello, de vez en cuando. Eres preciosa.
 
Ness: No, no lo soy. Ashley es preciosa. Yo me quedo en mona, algo que, con suerte y buenas herramientas, a veces puedo transformar en bombón. Pero gracias. ¿Y ahora? -Se sentó en el brazo de la silla, lo estudió-. Te marchas a casa antes de que empiece a nevar de lo lindo, y haces lo que te pide el cuerpo: te lo piensas. Yo haré lo mismo.
 
Zac: Vale -se acercó a ella y se inclinó para besarle los labios con delicadeza-. Si fueras otra, me quedaría. Y eso no ha sonado como pretendía. Quiero decir que…
 
Ness: Ya sé lo que has querido decir, por suerte para ti. Vete a casa, Zac.
 
Se dirigió a la puerta y miró atrás mientras la abría.
 
Zac: Nos vemos.
 
Ness: Nos vemos.
 
Ella se sentó y escuchó cómo se alejaban sus pasos por la escalera. Se levantó, se acercó a la ventana principal, se quedó allí de pie y vio caer la nieve.

Y, por un instante, entre la suave manta blanca, le pareció ver a una mujer de pie delante de la ventana del hotel, contemplando el exterior igual que ella.

¿Esperaba?, se preguntó. ¿No era eso lo que ella iba a hacer ahora también? Nunca había sido partidaria de esperar, sino más bien de hacer, de actuar.

Sin embargo, igual lo había estado haciendo de algún modo todo ese tiempo. Había estado esperando a Zac. La idea le vino de pronto a la cabeza, tierna, molesta, desconcertante, todo a la vez.

¿Y ahora qué?, musitó de nuevo. Por lo visto, tenía más en lo que pensar de lo que había creído.
 
 
Nevó toda la noche y parte de la mañana. Zac estuvo ocupado casi todo el día quitando la nieve del camino que conducía a su casa, a la de su madre y a la de sus hermanos. Le divertía la tarea -al menos en aquel invierno precoz-: el rugido del jeep, la caída de la pala, la estrategia precisa para organizar la nieve en montones y lomas razonables.

Mientras quitaba la nieve del camino de la casa de David, vio a su hermano peleándose con el quitanieves para abrir un sendero desde la puerta de casa. Uno desde la puerta principal, se dijo Zac, hasta donde David aparcaba su camioneta; otro desde la puerta de servicio, para que Bobo pudiera salir a hacer sus necesidades fuera de casa. Ambas tenían su discreta función hasta que Zac aparcó en el claro de delante de la camioneta de David y apagó el jeep.
 
Zac: Con eso bastará.
 
David: De sobra -coincidió d metiendo el quitanieves debajo de una cornisa-. ¿Te apetece una cerveza?
 
Zac: ¿Por qué no iba a apetecerme?
 
Entraron juntos en la sala combinada de juego y gimnasio de David. Se descalzaron y dejaron las botas en el suelo embaldosado de la entrada. Se quitaron también capas y capas de ropa de abrigo y la colgaron en ganchos.

Bobo se acercó despacio, se apoyó un instante en la pierna de Zac y luego miró fijamente a David.
 
David: Sí, tienes vía libre -abrió la puerta-. Este perro se revuelca en la nieve, corre por la nieve, se come la puñetera nieve, pero se niega a cruzarla para cagar. Si no limpio el caminito, caga en la misma puerta. ¿Por qué será?
 
Zac: Por algo se llama Bobo.
 
David: Sí, por algo. Salvo que soy yo el idiota que se pela de frío con el quitanieves.
 
Subieron a la cocina, donde David sacó dos cervezas.
 
Zac: ¿Qué tal esa cita?
 
David: Es abogada, ¿sabes? Lista. Me gustan listas. Cuerpo de infarto -le dio un trago a la cerveza-. Hasta sabe de deportes, que es todo un plus. Así que me pregunto, ¿qué pega le ves?
 
Zac: ¿Y te respondes…?
 
David: La risita. Lo descubrí anoche. Se ríe como si fuera boba. Mucho. Imagino que debería resultar adorable, pero es un puto coñazo.
 
Zac: ¿La risita te echa para atrás?
 
David: Es insufrible, tío -se tiró del pelo, como hacía siempre que empezaba a necesitar un buen corte-. Me recuerda al chirrido de una tiza en la pizarra. Y me digo, ¿y si estamos calentando las sábanas y de pronto le da la risita tonta? -levantó un dedo, lo curvó-. Estoy convencido, así que ¿para qué arriesgarme?
 
Zac: ¿Tapones en los oídos?
 
David: Buena idea, pero va a ser que no. Notaría que se está riendo, o me preguntaría si está a punto de echarse a reír. No merece la pena.
 
Zac: Escrupuloso pero lógico. -Como en su casa, Zac se dejó caer en una silla de la cocina de encimera negra de David-. ¿Tienes algo de comer?
 
David: Tengo empanadillas. -Abrió un armario-. Y nachos con salsa.
 
Zac: Considera todo eso mis honorarios de quitanieves.

David: Hecho -hurgó en el frigorífico-. ¿Pollo o ternera?
 
Zac: Pollo.
 
Metió las empanadillas en el microondas, puso los nachos en la mesa y vertió salsa en un cuenco. Arrancó unos pedazos de papel de cocina, sacó unos platos, y listo.
 
Zac: Eres como Martha Stewart pero en hombre -comentó-.

David: La cocina es mi templo -se acercó a abrir la puerta para que entrara Bobo, luego se sentó enfrente de Zac-.
 
Zac: Estoy pensando en acostarme con Vanessa.
 
David: ¿Qué pasa ahora con los Efron y los Hudgens? -le tiró a Bobo un nacho antes de mojar el suyo en la salsa-.
 
Zac: Prefiero no meter a mamá y a Charly en esto. Lo suyo aún me tiene alucinado.
 
David le dio otro trago a su cerveza.
 
David: ¿Qué piensa Vanessa de acostarse contigo?
 
Zac: Salvo que haya cambiado de opinión desde anoche, parece abierta a la idea.
 
David: Entonces, ¿por qué no lo has hecho ya?
 
Zac: Porque es Vanessa.
 
David cargó de salsa otro nacho y lo meneó un poco.
 
David: ¿Quieres que me acueste yo con ella primero?
 
Zac: Muy generoso de tu parte -le dijo con sequedad-, pero ya me las apaño.
 
David: Solo pretendía echarle un cable a mi hermano. -Cuando sonó el microondas, se levantó y puso las empanadillas en los platos-. Te aconsejo que te subas a ese tren.
 
Zac: ¿Por qué?
 
David: ¿Aparte de por las razones obvias? Porque es Vanessa. Siempre has sentido algo por ella.
 
Zac: Cierto… así que, puedo.
 
David: Y también ella ha sentido siempre algo por ti… de lo contrario, hace años que me habría tirado los tejos -sonriente, le dio un mordisco a su empanadilla-. Así que embárcate, averigua si hay algo más. ¿Qué problema hay?
 
Zac: ¿Y si lo estropeo? ¿Y si estropeo lo nuestro?
 
David negó con la cabeza, le dio a Bobo el último cuarto de su empanadilla y cogió otra para comérsela él.
 
David: Es Vanessa, tío. Igual lo estropeas. Pasa a menudo. Pero no se estropeará lo vuestro.
 
Zac: ¿Por qué no?
 
David: Porque los dos sois demasiado listos para eso, y os gustáis demasiado. Quizá encontréis baches, pero los salvaréis. Entretanto, te acostarás con la Morena.
 
Zac cogió un poco de salsa.
 
Zac: Ella no se ríe como una boba.
 
David: Caso cerrado.
 
Zac: Me lo voy a pensar.
 
David se echó hacia atrás y abrió el frigorífico para sacar otro par de cervezas.
 
David: ¿Por qué será que no me sorprende?
 
 
Pensando o sin pensar, había que trabajar. En la semana siguiente, puso embellecedores, ayudó a retocar pintura, colgó espejos. Vació cajas de cartón, montó lámparas, firmó entregas de paquetes y subió las escaleras del hotel más veces de las que fue capaz de contar.

Su madre lo enganchó y lo metió en Elizabeth y Darcy.
 
Rachel: He encontrado un cuadrito ideal en Gifts. Quiero que lo cuelgues en el baño.
 
Zac: Pero si no vamos a traer los cuadros hasta…
 
Rachel: Esto es distinto. Lo tengo todo aquí para acabar la habitación. Ese espejo ahí. -Señaló la pared estrecha entre las puertas del balcón-. El ganchillo de tu abuela allí, y ese cuadrito tan mono justo aquí -entró en el baño, tocó el sitio en la pared-. Ashley va a subir ahora los productos de tocador, las toallas, los detallitos que hemos elegido. Queremos ver cómo queda. Queremos ver una habitación completa.
 
Zac: El Ático…
 
Rachel: Allí van cuadros, así que está por acabar. Ya tengo la decoración de esta aquí mismo, así que la vamos a terminar… del todo -se volvió hacia la cama, con su cabecero y sus pies de brocado lavanda-. Tú cuelga eso mientras yo hago la cama.
 
Zac: Aún quedan tres semanas para la inauguración… -empezó, y recibió una mirada asesina de su madre-. Vale, vale.
 
Sacó una escarpia, el lápiz, pasó por el «más arriba, más abajo, a la derecha» habitual de cada vez que su madre le pedía que colgara algo.

No obstante, debía reconocer que Rachel había elegido bien, porque el cuadrito tenía cierto encanto muy inglés, etéreo, con sus colores pastel.

Ashley entró de pronto con un cesto lleno de toallas, productos de aseo y detalles previamente acordados por las dos.

Ahora dos mujeres le decían si más arriba o más abajo, hasta que consiguió que la posición del cuadrito satisficiera a las dos. Mientras él martilleaba, ellas organizaron la ropa de cama y de baño.

Oyó a medias sus planes para la fiesta de inauguración, hablaban de reservas hechas, de lo que les faltaba, lo que querían, lo que estaba a punto de llegar.
 
Ash: Rachel, son preciosos -salió del baño para admirar los paños de ganchillo-.
 
Rachel: ¿Verdad? -dejó un momento las fundas de almohada para asentir-. Y a ella le encantará que estén aquí, en J y R.
 
Ash: Me parece estupendo que incorpores algunos recuerdos de tu familia. Lo hace más personal.
 
Rachel: Todo el edificio es personal. -Alargó una mano y le frotó el brazo a Zac-. Cuélgame ese espejo y dejo que te vayas.
 
Ash: ¿Puedes echar un vistazo, a ver si te gusta cómo lo he colocado? -le preguntó a Rachel-.
 
Zac aprovechó la ocasión para colgar el espejo sin que las dos le dijeran cómo.

Medido y marcado (de nuevo aprobaba la elección de su madre). El marco destacaba el tono púrpura de la silla auxiliar sin dejar de ser, por ello, elegante.

Concentrado en la tarea, pero pensando ya en las otras de la lista, Zac no notó el repentino aroma a madreselva. Empezó a tararear mientras martilleaba, repitiendo inconscientemente la tonada que susurraba el aire.

Cogió el espejo y pasó el cable por la escarpia para colgarlo. Como era Zac, echó mano de la miniburbuja de nivel que llevaba en el cinto para ver si estaba recto.

Y entonces la vio.

Un instante, vestida de gris marengo, las manos plegadas en la cintura de la falda de campana. La melena rubia apartada de la cara, recogida con una especie de redecilla a la altura de la nuca, con algunos rizos sueltos revoloteándole por las mejillas.

Le sonrió.

Zac se dio la vuelta y vio a Ashley, con su pelo oscuro recogido con una pinza, un trapo del polvo colgándole del bolsillo de los vaqueros, y aquellos ojos oscuros que tanto contrastaban con su rostro pálido.
 
Zac: ¿Has visto eso?
 
David: Eh…
 
Pero ella no lo estaba mirando a él. Miraba fijamente a la puerta de la estancia. A David.
 
David: Cuando termines de jugar a las casitas con las niñas, tengo trabajo de verdad para ti -le dijo a Zac-.
 
Zac: ¿La has visto? -repitió-. Estaba aquí.
 
David: ¿A quién? Andan por todas partes -miró a Ashley al hablar, ceñudo-. Siéntate -le ordenó. Al ver que Ashley no dejaba de mirarlo, se acercó, la cogió del brazo, y la sentó en una sillita preciosa-. ¡Mamá! A tu gerente le ha dado un soponcio.
 
Rachel salió corriendo, echó un vistazo y se arrodilló a los pies de Ashley.
 
Rachel: ¿Qué pasa, cielo? David, tráele un poco de agua.
 
Ash: No. No. Estoy bien. Es que…
 
Zac: Madre de Dios, ¿ha visto alguien eso? -frustrado, agitó los brazos-.
 
Alex: ¿Dónde coño está…? -se interrumpió al entrar en la habitación-. ¿Qué ocurre?
 
Zac: La he visto. Estaba ahí mismo. ¿La has visto?
 
Alex: ¿A quién? ¿A Ashley? La estoy mirando. -Luego frunció los ojos-. ¿A Elizabeth? ¿Has visto a Lizzy?
 
Zac: Estaba ahí de pie.
 
Alex: ¿La has visto? ¿Por qué tú? ¡No te fastidia! -decidió-.
 
Zac: ¿La has visto tú? -Ignorando a su hermano, se centró en Ashley-. Estaba justo ahí. Luego has aparecido tú.
 
Ash: Eh…
 
David se sacó una botella de agua del cinto y se la ofreció bruscamente.
 
David: Bebe.
 
Rachel: Espera, que te traigo un vaso -dijo al verla mirar la botella-.
 
Ash: No. Estoy bien -pero levantó la botella y le dio un buen trago-. Muy bien. Solo que me ha asustado.
 
Zac: ¡La has visto!
 
Ash: Sí y no. Un instante. Me ha parecido verla, pero ha sido más una sensación. Sé que suena raro -miró directamente a David-. Está esperando.
 
David: ¿A qué?
 
Ash: No… no estoy segura.
 
Zac: A mí me ha sonreído. Estaba colgando el espejo y la he visto reflejada en él. Con un vestido gris, algo en el pelo, una especie de redecilla por detrás. Es rubia, guapa. Joven. -Cuando Ashley le devolvió la botella a David, Zac se la arrebató y la acabó-. Uau.
 
Rachel: Estaba canturreando -intervino-. La he oído, y olía a madreselva. Me he parado un momento, intrigada… pero no la he visto. Ven, cielo, vamos abajo.
 
Ash: Estoy bien -repitió-. Es que… es una experiencia, pero no me asusta. Ya la he sentido antes. Solo que esta vez ha sido más intenso.
 
Alex: El edificio casi está listo. ¿Y esta habitación? -señaló alrededor-. Ya prácticamente está. Las cosas de la pared, la ropa de cama, las toallas –observó-. Me parece que le gusta.
 
David: Ahora que ya tenemos contento al fantasma, igual podríamos revisar esta lista.
 
Alex: A David le sobran los sentimentalismos -espetó-. ¿Estáis todos bien?
 
Ashley asintió con la cabeza.
 
Ash: Yo…
 
David: Bien -concluyó-. ¿Cuántas veces tiene que decirlo? Venga, al tajo. -Pero se detuvo en la puerta y echó un último vistazo a Ashley-. Esto tiene buena pinta.
 
Alex: En eso tiene razón. Tómate un breve descanso si lo necesitas -le dijo a Zac, luego salió detrás de David-.
 
Zac: La he visto -repitió, feliz-. Es fantástico. Me ha sonreído -añadió, y salió dando zancadas-.
 
Rachel: ¿Quieres tomar un poco el fresco, descansar un rato?
 
Ashley negó a Rachel con la cabeza.
 
Ash: No, pero gracias. David ha acertado… me ha dado un soponcio. Supongo que habrá más -se puso en pie-. Yo diría que le gusta la habitación.
 
Rachel: Estaría loca si no le gustara -siguió acariciándole el brazo a Ashley-. Si te ves con ánimo, podemos empezar a organizar T y O.
 
Ash: Vamos.
 
Toda una experiencia, pensó mientras cogía el cesto vacío. Zac tenía razón. Elizabeth le había sonreído, apenas. Pero había sido David el que le había provocado aquel repentino estallido de emoción, aquel nudo agridulce de gozo y pena, tan intenso, tan real que había hecho que le temblaran las piernas.

Fuera lo que fuese, sabía que lo averiguaría cuando se instalara en el hotel.




"¡Lo estaban haciendo en la cocina!" XDXDXDXD
Sin duda la frase más graciosa de todo el capítulo.

Veamos si el romance de Zac y Ness avanza tanto como el de sus padres.

¡Thank you por el coment y las visitas!
¡Comentad más, porfi!

¡Besis!


2 comentarios:

Lu dijo...

Me ha gustado mucho el capitulo.
Se nota el amor que se tienen Ness y Zac.
Y me encanta la fantasma que hay.


Sube pronto

Maria jose dijo...

muy buena la novela
espero y zac ya no lo piense mucho
y se de una oportunidad con vanessa
siguela esta muy interesante
el asunto del fantasma
sube pronto


saludos

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