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miércoles, 13 de julio de 2016

Capítulo 5


Debió de hacer un ruido que se oyó por encima de la música atronadora y el chocante abrazo. Quizá gritó. Confiaba en no haberlo hecho, salvo mentalmente.

Sin embargo, su madre -con la bata por encima de unos pantalones de pijama rojos cortos y una camiseta de tirantes blanca y fina (demasiado fina)- retrocedió. Miró a Zac a los ojos. Pestañeó una vez…

Y se echó a reír.

Se echó a reír.

Charly al menos tuvo la decencia de ponerse tan rojo como los pantalones de su madre.
 
Zac: ¿Qué? -logró decir, atónito-. ¿Qué… hacéis?
 
Rachel: Nos estoy haciendo el desayuno -contestó como si nada, con la risa aún revoloteándole en la comisura de los labios-. Preparo un par de huevos más, ¿no?
 
Zac: Pero… mamá, ¿qué…?
 
Rachel: Intenta terminar alguna frase, Zac. Tómate un café -le buscó una taza-.
 
Charly: Eh… yo debería… -aún sofocado, movió sus enormes pies- ponerme unos pantalones.
 
Zac: ¡Sí! -notó que agitaba las manos sin poder parar, como si aleteara-. Eso. Unos pantalones. Póntelos. Por Dios.
 
Con un gruñido gutural, Charly salió disparado como un oso hacia su cueva.
 
Zac: ¡Mamá!
 
Rachel: Así me llamo. -Pletórica de alegría, sonreía de oreja a oreja-. Siéntate, cielo. Tómate el café.
 
Zac: ¿Qué…?
 
Rachel cogió unas pinzas para sacar el beicon.
 
Rachel: Termínala esta vez. A ver, yo te ayudo: ¿Qué…?
 
Zac: ¿Qué…? -Tuvo que tragar para deshacer el nudo que tenía en la garganta. No sirvió de mucho-. ¿Qué haces? Aquí. Con él. Desnuda.
 
Enarcando las cejas, Rachel se miró de arriba abajo.
 
Rachel: No estoy desnuda.
 
Zac: Casi.
 
Sin poder disimular una sonrisa, Rachel se cerró la bata y se la ató a la cintura.
 
Rachel: ¿Mejor?
 
Zac: Sí. No. Yo qué sé. La cabeza. ¿Me ha estallado la cabeza? -se la palpó-.
 
Sin perder un instante, Rachel sacó huevos y leche del enorme refrigerador.
 
Rachel: Te iba a preparar unos huevos revueltos, pero, dadas las circunstancias, haré torrijas. Te chiflan las torrijas. No has desayunado, ¿verdad?
 
Zac: No. No lo entiendo, mamá.
 
Rachel: ¿Qué parte es la que no entiendes, cielo?
 
Zac: Nada. No entiendo nada.
 
Rachel: Muy bien, yo te lo explico. Los adultos suelen querer juntarse unos con otros. Mejor si se gustan y respetan. Un elemento importante de ese acercamiento es el sexo, lo que significa…
 
Zac: ¡Mamá! -Empezó a acalorarse, sin saber qué emoción se lo provocaba-. Vale ya.
 
Rachel: Bueno, entonces eso lo entiendes. Charly y yo nos gustamos y respetamos, y a veces tenemos sexo.
 
Zac: No, no metas a Charly y al sexo, contigo, en la misma frase.
 
Rachel: Entonces no te lo puedo explicar, ¿no? Digiérelo, Zac -le aconsejó, y después le ofreció una loncha de beicon-.
 
Zac: Pero… -cogió el beicon-.

No lograba desempañarse el cerebro y hablar con cordura.
 
Rachel: Yo quise a tu padre. Mucho, muchísimo. Tenía dieciocho años cuando lo vi por primera vez, mi primer día de trabajo en Wilson Contractors. Y allí estaba, subido en la escalera, con sus vaqueros ajados, sus botas grandes, su cinto de herramientas, descamisado. Y, Dios mío -dijo llevándose la mano al corazón-, ya no vi más en todo el día. Tom Efron. Mi Tommy -sacó un cuenco y empezó a batir los huevos y la leche con un tenedor-. Ni siquiera pude hacerme la loca cuando me invitó a salir. Desde aquella cita, no volví a salir con nadie más. Nunca quise estar con nadie más. Nunca amé a nadie como amaba a tu padre.
 
Zac: Lo sé, mamá.
 
Rachel: Tuvimos una vida fantástica juntos. Era un hombre buenísimo. Listo, fuerte, divertido. Un hombre buenísimo, un padre fabuloso. Levantamos el negocio juntos porque queríamos tener uno propio. Y esta casa, esta familia… está repleta de Tommy por todas partes. Todos lo lleváis con vosotros, en la forma de ser, en el físico. Tú tienes su boca, Alex, sus ojos, David, sus manos. Y más. Eso es un gran tesoro para mí.
 
Zac: Lo siento. -Al verla y oírla, se le cayó el alma a los pies-. Lo siento, mamá. No llores.
 
Rachel: No lloro de pena. Lloro de gratitud. -Le echó azúcar, una pizca de vainilla, lo espolvoreó bien de canela-. Compartimos una vida estupenda, apasionante, agitada, y luego él murió. Tú no sabes, porque nunca lo he contado, lo mucho que me cabreó que se me muriera. Estuve cabreada semanas, meses. No sé cuánto tiempo. No se me tenía que haber muerto así. Se supone que íbamos a estar juntos siempre, y de pronto se me fue. Se me fue, Zac, y lo echaré de menos el resto de mis días.
 
Zac: Yo también.
 
Alargó la mano, le cogió a Zac la suya y luego se volvió a por una barra de pan.
 
Rachel: Charly adoraba a Tommy. Estaban tan unidos como vosotros, hijos.
 
Zac: Eso ya lo sé. Ya lo sé, mamá.
 
Rachel: Cuando murió, Charly y yo nos necesitábamos. Necesitábamos a alguien más que lo hubiera querido, que pudiera contar cosas de él. Alguien en quien apoyarnos, a quien llorarle, con quien reír. Y eso hicimos, todos lo hicimos, durante mucho tiempo. Luego, hace un par de años, pues… digamos que empecé a hacerle el desayuno de vez en cuando.
 
Zac: Un… par de años.
 
Rachel: Quizá debería habéroslo dicho. -Se encogió de hombros mientras sumergía el pan en la mezcla de huevos y leche-. Quizá no me apetecía hablar de mi vida sexual con mis hijos ya mayores. Lo cierto es que Charly es muy tímido.
 
Zac: ¿Estás… enamorada de él?
 
Rachel: Lo quiero, claro que sí. Hace años que lo quiero, igual que lo quería Tommy. Es un buen hombre, tú lo sabes. Un buen padre… y tuvo que criar a Vanessa él solo cuando su madre se largó de aquella manera. El pobrecillo es un buenazo. ¿Enamorada? -El pan empapado en huevo chisporroteó en la sartén-. Disfrutamos el uno del otro. Disfrutamos de la compañía del otro cuando podemos. Cada uno tiene su sitio, su vida, su familia. Así nos va bien, y con eso nos vale. -Pausa-. Bueno, ¿puedo decirle que baje a desayunar?
 
Zac: Sí, claro. Igual debería irme yo.
 
Rachel: Tú te quedas ahí sentado, que he batido huevos para un regimiento. -Salió de la cocina, puso los brazos en jarras y gritó-: Charly, ¿te has puesto ya los pantalones? Pues baja a desayunar.
 
De nuevo en la cocina, le dio la vuelta al pan de la sartén, emplató el beicon y las torrijas y pasó los platos a la barra.

Cuando Charly entró avergonzado en la cocina, Rachel ya había puesto otra remesa de rebanadas de pan en la sartén.
 
Rachel: Siéntate y come -le ordenó-. No dejes que se enfríe.
 
Charly: Tiene muy buena pinta, Rachel. -Con un gruñido gutural, se sentó en el taburete que había al lado de Zac-.
 
Por el rabillo del ojo, Rachel le lanzó a Zac una de sus miradas.
 
Zac: Ehhh… ¿qué tal todo, Charly?
 
Charly: Ah, ya te lo ha contado.
 
Zac: Sí -no sabiendo bien qué hacer, embadurnó de sirope las torrijas-.
 
Charly: Bueno… el hotel está quedando precioso -aventuró-. Sin duda es todo un estandarte en la Plaza. Tu padre estaría feliz y orgullosísimo.
 
Zac: Desde luego -suspiró-. Las chicas han puesto algunas de tus creaciones por allí. Quedan bien en el hotel.
 
Charly: ¡Eso sí que es genial!
 
Rachel, aún a los fogones, le dio la vuelta a otra tanda de pan mientras los dos hombres mantenían a duras penas una conversación de circunstancias.

Pasó la prueba. Aún no sabía qué pensar de aquello, pero superó el trago del desayuno con el novio de su… con Charly. Los perros lo siguieron trotando al taller, Cus -todavía esperanzado- con la pelota en la boca.

Zac encendió las luces, la radio, puso a tope la calefacción y, después de manosear las piezas media hora, se rindió. No lograba concentrarse, y no quería jugarse una mano con aquel trabajo tan delicado.

Bajó la calefacción, apagó la radio, las luces. Los perros, fieles, salieron con él. Por complacer a Cus, le dio un patadón a la pelota antes de subirse a la camioneta.

Carpintería pura y dura, decidió, y emprendió el rumbo hacia la finca de Alex. Estaba lo bastante centrado para levantar la estructura de las habitaciones que iban a añadir para los críos de Claire.

Vio las camionetas de sus hermanos al llegar, pero no tuvo claro si lo aliviaba o lo inquietaba.

¿Qué iba a decirles? ¿Se lo iba a contar?

Pues claro que sí. Tenía que explicárselo; además, así no lo pasaría mal y se sentiría menos violento.
Mientras cogía su cinto de herramientas de la camioneta, oyó el sonido de una sierra y un martillo, y la melodía del iPod de Alex.

La obra no iba del todo mal, se dijo, sobre todo teniendo en cuenta que trabajaban en ella cuando podían sacarle algún rato al proyecto del hotel. Por fortuna, con el tiempo que hacía, ya tenían bajo techo el anexo aún sin terminar. Las ventanas quedaban bien, pensó, y las vistas serían bonitas. Las terrazas de madera y los patios para actividades de exterior tendrían que esperar a la primavera, pero, si lograban acabar lo demás para abril, Alex y su nueva familia podrían trasladarse allí inmediatamente después de la boda.

Entró por lo que sería la puerta de la cocina y dio un breve repaso a todo antes de subir por las escaleras provisionales a la segunda planta.

Tremendamente grande, reconoció, aunque supuso que era lógico para una familia de cinco. El generoso dormitorio principal incluía una chimenea de tamaño normal que los niños le habían dicho a Alex que su madre siempre había querido. Otro baño completo unía dos dormitorios más. En la segunda planta, recordó, otro baño, otros dos dormitorios.

Cuando se dirigía hacia el ruido, Bobo se acercó despacio a saludarlo. El perro clavó los ojos en el rostro de Zac y meneó la cola.
 
Zac: No llevo nada.

Extendió las manos vacías y le hizo una caricia a Bobo. Evitó las palabras «comida» o «comer» para que Bobo no se hiciera falsas ilusiones.

Entró en uno de los dormitorios, donde Alex cortaba una pieza con la sierra y David montaba el esqueleto de un armario.
 
Zac: No llamáis, no escribís -dijo por encima del estruendo-.
 
Sonriente, Alex se incorporó y se quitó las gafas de seguridad.
 
Alex: David acaba de aparecer. Debí suponer que tú no tardarías en venir. Lo agradezco.
 
David: ¿Donuts? -preguntó, y Bobo agitó con fuerza la cola-.
 
Zac: No traigo.
 
David: Claire ha abierto la tienda esta mañana, luego recogerá a los niños de casa de sus padres hacia mediodía e irá a hacer unos recados. Podría traernos bocatas o algo así. Van a venir a echar una mano, de todas formas.
 
Pobrecito.
 
Alex miró a David y se encogió de hombros.
 
Alex: Papá ya nos enseñaba el oficio sobre la marcha cuando teníamos su edad.
 
David: Aún no era consciente para compadecerlo entonces. Hablando de tiempo, podías habernos ahorrado mucho, con menos dormitorios. ¿Para qué quieres cinco? Salvo que Claire no duerma contigo.
 
Zac: Uno para cada niño, el principal, el cuarto de invitados.
 
David: Un sofá-cama en el salón bastaría para cualquiera que quisiera pasar la noche. O en el despacho.
 
Aelx: La verdad es que necesitaremos cinco porque vamos a tener otro hijo.
 
Zac, que se estaba quitando el abrigo, se detuvo en seco.
 
Zac: ¿Claire está embarazada?
 
Alex: Aún no. Estamos esperando a estar casados, pero luego nos pondremos a ello a todo vapor.
 
David: Los niños no se hacen de vapor -señaló, luego dejó caer el martillo-. ¿Cuatro críos? ¿Hablas en serio?
 
Alex: Solo es uno más.
 
Zac negó con la cabeza.
 
Zac: Me parece que, cuando se trata de niños, las cifras crecen exponencialmente. Pero, qué coño… os va de maravilla con tres, os irá de maravilla con cuatro.
 
David: Mamá se pondrá como una loca cuando se entere de que va a tener otro nieto -sacó unos clavos de cabeza plana-.
 
Zac: Eh… a propósito de mamá. Se me había ocurrido trabajar un rato en el taller, así que me he pasado por su casa esta mañana.
 
David: A desayunar de gorra -concluyó-.

Zac: Eso también. El caso es que Charly estaba allí.
 
Alex: Otro gorrón -se ajustó las gafas de seguridad y cogió la sierra-.
 
Zac: No enciendas eso aún -a ver si se iba a rebanar un dedo, pensó-.
 
Ceñudo, Alex volvió a quitarse las gafas.
 
Alex: ¿Le pasa algo a mamá?
 
Zac: No. No lo sé. No. A ella no parece que le importe.
 
David: ¿Qué pasa entonces? -quiso saber-.

Zac: Dejadme terminar, joder. He entrado en la cocina y mamá ya estaba haciendo el desayuno, y Charly estaba con ella. En calzoncillos, y estaban… bueno, ya sabéis.
 
David dejó el martillo.
 
David: ¿Que estaban qué? ¿A qué te refieres?
 
Zac: Estaban… -trazó un círculo con los brazos-. Solo que Charly cogía a mamá del culo, y ella llevaba una bata, abierta, sin mucho más debajo. Y de ese particular prefiero no hablar.
 
David: ¿Le estaba metiendo mano? -dijo en voz baja-. Vale. Es grande, pero viejo. Puedo con él.
 
Alex: Para el carro -estiró el brazo para frenar a David-. ¿Insinúas que mamá y Charly…?
 
Zac: Eso mismo. Y ya llevan así un par de años.
 
David: Joder -masculló-.
 
Alex: No digas «joder» cuando hablamos de mamá y Charly. No quiero mezclar ese verbo con sus nombres -fue a por una Coca-Cola de litro que había traído y bebió directamente de la botella-. Vamos a tranquilizarnos, ¿vale? ¿Intentas decirnos que mamá y Charly están… liados?
 
Zac: Me ha dicho que… ya estaban liados de antes. Me lo ha contado mientras él subía a ponerse unos pantalones. Son amigos de toda la vida. Los dos querían a papá. Todos sabemos que él quería mucho a Charly, eso no es mentira.
 
David: Ya, claro…
 
Alex: David -murmuró-.
 
David: Vale, joder. Eran íntimos. Eso no es mentira. Pero, si a mamá le gusta tanto, ¿por qué se esconden?
 
Zac: Se trata más bien de ser discretos, creo yo, o eso me ha parecido cuando me lo ha dicho. Me ha contado cómo se sintió al morir papá, y se ha echado a llorar.
 
David: Vaya mierda -se acercó nervioso a la ventana y miró por ella-.
 
Zac: Charly y ella se aprecian, eso lo sabemos. Se apoyaron el uno en el otro cuando murió papá, eso también lo sabemos. Supongo que, después de un tiempo…
 
David: Empezaron a apoyarse el uno en el otro… desnudos.
 
Alex: Maldita sea, David -se apretó los ojos con los dedos-. Deja de meterme esas imágenes en la cabeza.
 
David: Yo ya las tengo en la mía, así que no está de más que las tengas tú también. Todavía pienso que debería darle… al menos un buen puñetazo. Por principios.
 
Zac: A ella no le haría gracia -se encogió de hombros-. Y ya sabes cómo es Charly: se dejaría pegar si ve que quieres darle.
 
David: Sí, maldita sea, eso es cierto. Así no me vale. Tendré que pensármelo mejor -apretando la mandíbula, cogió el martillo, colocó un clavo y le atizó fuerte-.
 
Alex: Y nosotros, creo -se puso las gafas de seguridad y encendió la sierra-.
 
Asintiendo con la cabeza, Zac se ciñó el cinto de herramientas.

Era preferible ponerse a trabajar, pasar aquel día raro entre olor a serrín y ruido de clavos hundiéndose en la madera.

Cuando llegaron Claire y los niños con provisiones, ya habían terminado de montar la estructura de la segunda planta y habían empezado con la planta baja.
 
Claire: ¡Qué rápido vais! -pasó por lo que sería su despacho (¡el de su propia casa!) al salir de la cocina-.
 
Alex: Tenemos nuestro sistema -le pasó un brazo por los hombros mientras los niños correteaban ruidosos por el piso de abajo-.
 
Claire: Pues funciona. Bueno, hemos venido a ayudar, si podemos. Y, como recompensa, he traído estofado de Crock-Pot. Una comida recia para hombres recios.
 
Zac: Me apunto.
 
David: Siento perdérmelo, pero tengo cita -tiró un trozo de bocata al aire-.

Bobo lo cazó al vuelo como si fuera un receptor veterano de las grandes ligas.
 
Liam: ¿Podrías enseñar a Ben y a Chester a hacer eso? Casi siempre les rebota en la cara.
 
David: Es que Bobo nació sabiendo pillar la comida, pero sí, podría.
 
Claire: Dentro de casa, no -advirtió, distraída examinando los planos-.
 
David sonrió al muchacho, luego arrancó otro trozo pequeño de bocata.
 
David: Toma, practica con Bobo.
 
Mark: En realidad, Bobo se llama T. C., de Tonto del Culo -proclamó-, pero no hay que decir «culo». Es una palabrota.
 
David: Depende, ¿verdad?
 
Mark: ¿De qué?
 
David: Bueno… -pensativo, se sacó un lápiz del cinto y dibujó en el suelo-. ¿Qué es eso?
 
Mark: Un redondel.
 
David: Nooo, es un círculo.
 
Mark: ¡Mamá! ¡David ha bibujado un círculo en el suelo!
 
Claire: Dibujado -lo corrigió, y miró a David con resignación-.
 
Mark: Me gusta dibujar. ¿Puedo dibujar en el suelo?
 
David le pasó el lápiz.
 
David: Dale fuerte, enano.
 
Feliz, Mark se sentó en el suelo y dibujó un cuadrado y un triángulo encima.
 
Mark: Esta va a ser nuestra casa cuando nos casemos.
 
Liam se acercó trotando a Zac.
 
Liam: Necesito más para que lo atrape Bobo.
 
Zac lo complació con un pedazo de bocadillo.
 
Liam: Tú vas a ser nuestro tío.
 
Zac: Eso me han dicho.
 
Liam: Así que tendrás que hacernos regalos de Navidad.
 
Zac: Supongo que sí.
 
Liam: Yo ya tengo mi lista.
 
Zac: Vaya, tú eres de los míos. ¿Dónde la tienes?
 
Liam: En el frigorico de casa. Solo faltan diez días para Navidad.
 
Zac: Pues más vale que me ponga a ello.
 
Liam miró al fondo de la habitación, donde Alex estaba enseñándole a Harry a usar el martillo para clavar un clavo.
 
Liam: Yo también quiero clavar.
 
Zac: Pues ven a ayudarme a terminar el armazón de la despensa.
 
Liam: ¿Qué es la despensa?
 
Zac: Donde tu madre va a guardar la comida.
 
Liam: Eso es el frigorico.
 
Zac: No todo va al frigo, peque. ¿Y los sobres de sopa?
 
Liam: A mí me gusta la sopa de pollo con estrellitas.
 
Zac: ¿Y a quién no? Venga, a trabajar.
 
A pesar del constante bombardeo de preguntas, le gustaba trabajar con el crío, enseñarle a medir, a marcar, a coger el martillo. Y supuso que a él también le agradaba, porque tardó casi una hora en tirarse al suelo como Mark con unas figuras de acción.

Tampoco a Claire se le daba mal. Iba y venía, trajo cosas, puso algunos clavos… y controlaba a los niños.

Recordó que su madre hacía lo mismo cuando fueron llegando ellos.

Su padre siempre tenía algún proyecto en marcha.

Cuando terminaron, lo halagó que Liam quisiera ir en la camioneta con él. Instalaron la silla infantil, lo sentó en ella y le puso el cinturón.
 
Liam: ¿Dónde está tu casa? -quiso saber-.
 
Zzac: Por esta carretera, un poco más abajo, o al otro lado del bosque si vas a pie.
 
Liam: ¿Puedo verla?
 
Zac: Claro. Supongo que sí.
 
No tenían que desviarse mucho. Zac giró un par de veces y subió por su calle.

Había puesto unas luces navideñas y tenía el árbol justo delante de la ventana, todo ello temporizado para que brillaran en la oscuridad del mes de diciembre.
 
Liam: La nuestra es más grande -proclamó-.
 
Zac: Sí, porque sois más.
 
Liam: ¿Vives aquí tú solo?
 
Zac: Exacto.

Liam: ¿Por qué?
 
Zac: Porque… esta es mi casa.
 
Liam: No tienes a nadie con quien jugar.
 
Nunca se lo había planteado así.
 
Zac: Imagino que no, pero David vive ahí al lado y, cuando vuestra casa esté acabada, viviréis también cerca.
 
Liam: ¿Podré venir a jugar a tu casa?
 
Zac: Claro. -Tampoco había pensado en eso, pero, por supuesto, podía ser divertido-. Sí.
 
Liam: Vale.
 
Zac giró la camioneta para salir a la carretera.
 
Zac: Me voy a comprar un perro.
 
Liam: Tener un perro está bien -dijo con aire de entendido-. Puedes jugar con él, y tienes que darle de comer y enseñarle a sentarse. Asusta a los malos. A casa vino un hombre malo, pero nuestros perros aún eran cachorros.
 
Zac se pensó la respuesta. Ignoraba cuánto sabían los niños de Sam Freemont.
 
Zac: Tenéis buenos perros.
 
Liam: Ahora son grandes, pero entonces solo eran cachorros. Pero, cuando crezcan, asustarán a los malos. Ese hombre entró en casa y asustó a mamá.
 
Zac: Lo sé. Pero ella está bien, y el malo está en la cárcel.
 
Liam: Alex vino a detenerlo. Y David y tú también.
 
Zac: Exacto, sí. -Si necesitaba hablar de ello era porque lo inquietaba, pensó-. Ya no tienes que preocuparte, Liam. Nosotros cuidamos de vosotros.
 
Liam: Porque mamá y Alex se van a casar.
 
Zac: Por eso, sí, y porque sí.
 
Liam: Si el malo intenta volver y Alex no está en casa, Harry y yo lucharemos con él, y Mark llamará primero a la poli y luego a Alex. Ya lo hemos hablado. Y ensayado.
 
Zac: Muy buena idea.
 
Liam: Y, cuando los perros crezcan, si intenta volver, le morderán -miró despacio a Zac-. En todo el culo.
 
Riendo, Zac le soltó una pequeña colleja a Liam.
 
Zac: ¡Ya lo creo!
 
Después de cenar, cuando Claire subió a los niños para bañarlos, Zac reprodujo la conversación a Alex.
 
Alex: Que le morderían en el puto culo. Ese crío es la leche. Claire y yo hablamos con ellos después del incidente. Se lo contamos todo, con delicadeza, pero con claridad. Pero han oído cosas en el colegio. Harry reunió a sus hermanos y vinieron a preguntarme.
 
Zac: ¿Prescindiendo de las mujeres?
 
Alex echó un vistazo a las escaleras.
 
Alex: A lo mejor no es políticamente correcto, o correcto sin más, pero me pareció lo mejor en este caso. Los chicos necesitan saber que estamos a salvo, y que yo confío en que me ayuden a cuidar de su madre.
 
Zac: Nosotros habríamos hecho lo mismo.
 
Alex: Sí, eso es. Por cierto, he podido contarle a Claire lo de mamá de camino a casa. Si subes la radio lo bastante y hablas bajito, se puede tener una conversación que no llegue a los asientos traseros. Hablando mucho en clave.
 
Zac: ¿Qué te ha dicho?
 
Alex: Lo que era de esperar. Que tiene derecho a rehacer su vida. Es una mujer vital, Charly es un buen hombre, bla bla bla. A ver, tiene razón, pero aun así…
 
Zac: Porque ella no se encontró a su madre y a Charly casi desnudos en la cocina.
 
Alex suspiró y cerró los ojos.
 
Alex: Gracias por añadir esa imagen a mi colección.
 
Zac: Podíamos empezar a cambiarlas, como los cromos de béisbol.
 
Al oírlo, sacudió la cabeza escandalizado.
 
Alex: Y hablando de otra cosa… la verdad es que no me ha parecido sorprendida.
 
Zac: ¿Qué insinúas? -bajó la cerveza de después de cenar-. ¿Ya lo sabía?
 
Alex: O eso o es una de esas intuiciones femeninas. En eso, son como murciélagos. El caso es que le estaba preguntando cuando Harry y Mark han empezado a pelearse, así que se acabó la conversación de adultos.
 
Aquello le cayó como un tiro.
 
Zac: Si Claire lo sabía, entonces Vanessa… ¡Hijo de puta!
 
Alex: Puede que haya sido intuición femenina también.
 
Zac: Vanessa es mujer. También la tiene. Es tan murciélago como cualquier otra. Además, es su padre el que se está beneficiando a nuestra madre.
 
Alex: Para, para… -se tapó los oídos-.
 
Zac: De saberlo, me lo habría dicho. -Aquella idea arraigó en su cabeza, germinó como una mala hierba-. Yo se lo habría dicho a ella.
 
Alex: El caso es que ahora lo sabemos. Y supongo que habrá que hacerse a la idea.
 
Zac se disponía a responderle, pero entonces entró Harry corriendo, resplandeciente de su baño, con el pijama de X-Men puesto, anunciando que iba a haber un torneo de Wii.

Atrapado, Zac accedió a quedarse una hora. Le gustaban los críos, le gustaba jugar a la Wii, pero no podía quitarse de la cabeza la idea de que Vanessa le había ocultado lo que ocurría.

Lo fue rumiando todo el camino de vuelta a casa y se quedó en la camioneta reflexionando sobre ello un poco más. Después dio media vuelta y volvió al pueblo. Entró en Vesta por la puerta de servicio.

Donna: ¡Hola, Zac! -estaba detrás del mostrador cortando en porciones una pizza enorme-. ¿Qué te ponemos?
 
Zac: ¿Está Vanessa por aquí?
 
Dona: Se acaba de marchar. A llevar unos pedidos. Hoy hemos tenido más llamadas que visitas. Cierro yo, así que se irá directa a casa cuando vuelva. Puedo darle un toque si es importante.
 
Zac: No. No es importante. Luego la veo. ¿Qué tal estás?
 
Donna: Completamente recuperada. ¿Es verdad que abrís el hotel el mes que viene?
 
Zac: Sí, eso es.
 
Donna: Correré la voz.
 
Zac: Córrela, córrela. Hasta luego, Donna.
 
Salió por detrás y, tras mucho meditarlo, subió las escaleras en lugar de bajarlas.

Tendría que volver en algún momento.

Recordó que tenía llaves; a fin de cuentas, el piso era suyo. Pero eso era pasarse.

En su lugar, se sentó a la puerta del piso y sacó el móvil. Pasó el rato leyendo y contestando correos electrónicos, mensajes de texto…

Miró la hora y se preguntó dónde había ido a llevar los pedidos, ¿a Pernambuco?

Se arrepintió de no haberle pedido un café a Donna. Trató de entretenerse jugando un rato a los Angry Birds.

Cerró los ojos -para descansar la vista un instante- y le pudo la falta de sueño. Se quedó dormido a la puerta, con su móvil fiel aún en la mano.




Qué pensará Vanessa cuando se encuentre a Zac durmiendo en la puerta de su casa XD XD

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¡Un besi!


1 comentarios:

Maria jose dijo...

vanessa lo sabia???
ya quiero que se resuelva esa duda que tengo
muy buen capitulo
me dio risa donde los hermanos se imaginan a su mama haciendo esas cosas con charly
siguela pronto


saludos

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