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sábado, 30 de julio de 2016

Capítulo 10


A la semana siguiente de Navidad, en una compra de suministros, Vanessa flaqueó al fin y se compró la Wii. Se había resistido hasta entonces: ya pasaba muchas horas de pie todos los días, y no tenía tiempo para juegos.

Además, ¿para qué iba a jugar sola?

Pero el haber perdido dos veces la revancha con Harry tras la cena de Navidad y la vergüenza que había pasado jugando a los bolos cuando hasta la nieta de cuatro años de Amy había sacado mejor puntuación que ella lo cambió todo.

Aprendería. Practicaría. Volvería a por todos ellos.

Entretanto, compaginaba actividades lo mejor que podía. Lanzaba pizzas al aire, preparaba salsas, despedía a un mozo de reparto -maldita sea- y reajustaba el calendario hasta que contratara a un sustituto.

Cuando podía, ayudaba a Ashley a dar los últimos toques al hotel y -qué sacrificio- se quedaba a pasar la noche en Westley y Buttercup para informar después.

Sacaba tiempo de donde podía para las previsiones y los planes del nuevo local, lo recorría personalmente para tomar sus medidas, esbozar algunas ideas y pasárselas luego a Alex.

Apenas veía a Zac. La atención de los hermanos se centraba en el edificio de al lado del hotel, y no tenía excusa -ni tiempo- para asomar la cabeza por allí.

Todavía.

Cada noche, antes de acostarse, echaba un vistazo por la ventana al edificio que tenía justo enfrente, e imaginaba el MacT, lo veía suyo. Luego le daba las buenas noches al hotel.

Una o dos veces le pareció ver la silueta de una mujer junto a la barandilla.

Esperando a Billy.

La admiraba su devoción. A su juicio, casi nadie podía aferrarse a una relación en circunstancias normales, y allí estaba alguien que lo hacía más allá de lo imposible.

Puede que algún día -confiaba en que algún día- su fe se viera recompensada, al menos con respuestas.

Y cada mañana volvía a asomarse, a lo que sería suyo, a lo que podría hacerse.

Aunque lo esperaba, también, nunca vio la resuelta figura a la luz del día.

Entre esos dos puntos, el último vistazo de la noche y el primero de la mañana, pasó la semana de Navidad como una exhalación.
 
 
A las cuatro de la tarde del día de Nochevieja, cerró la pizzería, subió corriendo a casa y bajó de nuevo a toda velocidad al coche con la olla de albóndigas que había preparado la noche anterior.

Subió corriendo otra vez.

A las cinco, ya se había duchado, arreglado el pelo, maquillado, vestido y hecho un bolso de viaje.

Un proceso distinto al de la semana anterior, musitó, porque esta vez llevaba lencería sexy y había metido en el bolso de viaje unos pantaloncitos y un top ajustado, ambos negros, que ponerse para dormir.

¿Cómo sería acostarse con Zac?

Vale, decidió mientras cerraba la cremallera del bolso de viaje, no iba a pensar en eso ahora, ni a intentar imaginárselo y liarse con especulaciones.

Mejor lo dejaría seguir su curso, se dejaría sorprender.

Cogió el bolso y le mandó un mensaje a Ashley cuando salía.

«Voy para allá, a que des el visto bueno a mi indumentaria.»

Se metió en el coche, se retiró el pelo de la cara, que había teñido de castaño claro, y soltó un resoplido.

La respuesta de Ashley llegó antes de que arrancara el motor.

«Aquí estoy, a tu servicio.»

Vanessa cruzó la Plaza hasta el aparcamiento del hotel, luego salió de un brinco justo cuando Ashley abría la puerta de Recepción.
 
Ash: Me estaba organizando el despacho.
 
Ness: Ya te habías organizado el despacho.
 
Ash: Quería hacer unos cambios. Y, de paso, he echado un vistazo a las reservas. Dos más para marzo.
 
Ness: Esto va viento en popa. Bueno, sé sincera -se quitó el abrigo, lo tiró encima de la silla de respaldo alto que había delante del fuego e hizo un giro rápido-.
 
Ash: Para el carro, rapidilla.
 
Ness: Vale -inspiró hondo de nuevo-. Voy un poco acelerada. He tenido un día espantoso, luego te cuento; después, no conseguía decidirme por unos pendientes y yo siempre sé qué pendientes ponerme, lo que me ha hecho darme cuenta de que estoy un poquito nerviosa. Lo voy a hacer con Zac el año que viene. Que es mañana, esta noche. Después de la fiesta.
 
Ash: Los pendientes son estupendos -le dijo señalando los finos aritos de plata de los que colgaban unas lágrimas de cuarzo citrino-. El color te queda genial, y va muy bien con tu vestido. A ver, date la vuelta despacio. -Vanessa obedeció, exhibiendo el vestido corto y ceñido de cobre reluciente-. Me encanta, me encantan los zapatos, cómo resaltan lo metálico del vestido, pero de forma muy sutil.
 
Ness: ¿Sabes que me he comprado más zapatos desde que tú te has mudado aquí que en los cinco años anteriores?
 
Ash: ¿Ves qué bien te vengo? ¿Qué llevas debajo del vestido?
 
Ness: La loción corporal de granada de Marguerite y Percy, y el conjunto de semisujetador y tanga de color limón que me convenciste para que me comprara.
 
Ash: Excelente elección, en todo.
 
Ness: Además… -meneando las cejas, se señaló el pecho-. El sujetador me lo levanta y me lo estruja todo tanto que parece que tengo más de lo que tengo.
 
Ash: Algo a lo que toda mujer tiene derecho y que todo hombre aprecia. Aunque… -pensativa, dio una vuelta alrededor de Vanessa- te falta una cosita.

Ness: ¿Ah, sí?
 
Ash: Tengo lo que necesitas. La pulsera que mi hermana me regaló por Navidad.
 
Ness: No puedo ponerme algo que te acaban de regalar.
 
Ash: Claro que sí. A mi hermana le caes bien. La pulsera es desenfadada y cómoda, y te queda bien con todo este cobre viejo, las perlas de oro mate… Voy a por ella.
 
Ness: ¿Y tú por qué no te arreglas?
 
Ash: Claire y Alex no me recogen hasta las ocho o así. Tengo tiempo de sobra. Cógete un refresco si quieres; también hay magdalenas. Estoy probando recetas.
 
Vanessa decidió que la cafeína no era buena idea y optó por un ginger ale. Bastante acelerada iba ya.
En el buen sentido.

Le encantaba ir a una buena fiesta, y Zac las daba buenas. Sabía que la comida estaría bien, porque ella misma la había preparado casi toda.

Además, iba guapa. Ashley se lo habría dicho si no hubiera dado en el clavo.

Sería divertido. Muchos amigos, comida, bebida, música, cotilleos. Y, al final, abriría una nueva puerta a un nuevo año con aquella nueva… conexión con Zac.
 
Ness: Si no sale bien, pues nada, sin problema, ¿vale? -murmuró, y le dio un trago a la bebida mientras se dirigía despacio al Vestíbulo-.
 
Aún no había flores, se dijo, pero todo brillaba y relucía. Ashley se aseguraría de que siguiera brillando y reluciendo. El aire olía al perfume de T y O, Pixie Dust, suave y agradable.

Entró al Comedor, estudió el edificio del otro lado de Saint Paul. En unos meses, pensó, abriría su nuevo establecimiento.

Esperaba estar preparada.

Esperaba estar preparada para el paso que se proponía dar esa noche.

Ness: Fue mi primer novio.
 
Le llegó de pronto una ráfaga de madreselva, una brisa estival.

Le dio un vuelco el corazón, en parte de emoción, en parte de nervios, al volverse.

Ness: No sabía que también bajaras aquí, pero supongo que puedes ir donde quieras. Esto está genial con todos los cuadros colgados. De hecho, estaba pensando en ahorrar, comprarme…
 
Un bodegón de girasoles se ladeó en la pared, luego volvió a enderezarse.
 
Ness: Ja. Sí, ese. Uau. Buen truco. Bueno… feliz Año Nuevo -añadió al oír a Ashley (o supuso que la había oído), que bajaba otra vez. Salió al pasillo-. No sabía que tu compañera de piso, ¿lo pillas?, bajara a la primera planta.
 
Ash: De vez en cuando. ¿Ha bajado ahora?
 
Ness: Sí. Es la primera vez que me la encuentro a solas. ¿Qué tal tú?
 
Ash: Nos llevamos bien. -Con desenfado y naturalidad, se dirigió la cocina-. Anoche dormí en Elizabeth y Darcy.
 
Ness: ¿En serio? ¿No te ha dado un poco de…?

En lugar de decirlo con palabras, Vanessa simuló un escalofrío.
 
Ash: La verdad es que no. Si yo no puedo dormir allí, no podemos esperar que los huéspedes paguen por alojarse en esa habitación. Y sin problema. -Abrió el frigorífico y cogió una botella de agua-. Es una habitación preciosa, muy confortable.
 
Ness: ¿Y ya está? ¿Nada de actividad del otro lado?
 
Ash: Bueno, me había acostado ya y estaba en la cama, trabajando con el portátil y, hacia medianoche, se han apagado las luces.
 
Ness: ¡Madre mía! No te he oído gritar.
 
Ash: No he gritado. Me ha dado un poco de yuyu, eso es cierto, pero se han vuelto a encender cuando le he dado al interruptor. Ella las ha vuelto a apagar unos segundos. Al final, he pillado la indirecta. Apaga la luz, duérmete ya.
 
Ness: ¿Y tú qué has hecho?
 
Ash: Apagar el portátil -rió y bebió un trago del agua-. De todos modos, me estaba quedando dormida. Cuando me acomodé ocurrió algo de lo más raro.
 
Ness: ¿Más raro que eso?
 
Ash: Oí que se abría y se cerraba la puerta del pasillo. Me pareció una señal de ella. Como diciéndome que se quedaría allí para que yo pudiera tener un poco de intimidad. Se lo agradecí. Ven, pruébate esto -le puso la pulsera alrededor de la muñeca-.
 
Ness: Deberíamos averiguar quién es Billy. -Las luces se apagaron y encendieron, se apagaron y encendieron, y luego pareció que brillaban un poco más de lo normal-. Anda, parece que le ha gustado la idea.
 
Ash: No he tenido tiempo. En cuanto inauguremos y me acomode a mi rutina, puedo investigar un poco. Lo haré.
 
Ness: Yo se lo comentaré a Zac. Entre los dos, encontraréis algo. Oye, es preciosa -agitó la muñeca-. Gracias. Tengo que irme. Le he dicho que intentaría llegar hacia las cinco y media para ayudarle a prepararlo y organizarlo todo.
 
Ash: Eres una novia excelente.
 
Ness: Aún no -rió-. Pero puede que lo sea el año que viene. -Todavía titubeó cuando Ashley la acompañó a la puerta-. ¿Seguro que estás bien sola?
 
Ash: Es evidente que no estoy sola -volvió la vista a las luces que brillaban con intensidad a su espalda-. Pero no me importa.
 
Ness: Si quieres que me quede contigo…
 
Ash: Tú lo que quieres es revolcarte en el lujo.
 
Ness: Bueno, es un aliciente, sí, pero, en serio, Ashley… cuando quieras.
 
Ash: Lo sé -cogió el abrigo de Vanessa-. Vete, anda, sé buena novia.
 
Ness: Voy a intentarlo.
 
 
Zac repasó despacio la lista de preparativos de la fiesta que tenía colgada en la cocina. Tachó la música. Eso ya estaba listo. Lo mismo que el fuego, la compra, la limpieza. También había preparado la zona de juegos para quien quisiera, y un par de calefactores de exterior para los que salieran a la terraza.

Solo le quedaba reunir y organizar la comida, preparar el bar, meter las bolsas de hielo del congelador en los cubos de cerveza y refrescos y… y, y.

¿En que había estado pensando?

Ah, sí, recordó. Vanessa. Había estado pensando en Vanessa.

Ahora le tocaba cocinar a él… batir, mezclar, trocear, rebanar y colocar.

Más le valía ponerse a ello.

Preparándose para la faena, reunió los ingredientes, los utensilios de cocina, cuencos, bandejas. Justo cuando se disponía a consultar el menú, oyó abrirse la puerta de entrada y a Vanessa gritar hola, y sonrió.

Sus refuerzos particulares, se dijo, y salió a recibirla.
 
Zac: Cielos, Vanessa, deja que te coja eso -le sujetó la enorme olla de acero inoxidable que llevaba-. Pesa tanto como tú.
 
Ness: Mis albóndigas tienen éxito, así que hago muchas. Tengo que salir corriendo al coche a por mi bolso de viaje.
 
Zac: Ya voy yo. Quítate el abrigo -le propuso, dejando la olla en la cocina-. Sírvete una copa de vino.
 
Ness: Vale. El bolso está en el asiento de atrás.
 
Zac: Vengo enseguida.
 
Ness: La casa está preciosa -le gritó-.

Claro que siempre lo había estado.

Limpia y ordenada, por supuesto, pero con un aire diáfano y confortable. Colores pastel, se dijo mientras se encaminaba a la cocina. Ella habría elegido algo un poco más intenso, pero a él le iban de maravilla.

Y le encantaba su cocina. Aunque él no cocinara mucho -que ella supiera-, eso no le había impedido construirse un espacio agradable y eficaz para hacerlo.

Armarios oscuros y paredes de color verde pistacho claro, que ella habría pintado de verde hierba fuerte, para darle un poco de energía.

Molduras de madera oscura para las generosas ventanas y las puertas que conducían al patio. Encimeras de color pizarra -impoluta, claro- y electrodomésticos de un blanco resplandeciente.

Mientras se quitaba el abrigo, leyó las listas que Zac tenía colgadas por allí y rió para sus adentros. Puede que la idea de la fiesta hubiera sido algo espontáneo, pero su planificación no tenía nada de espontánea.

Sabiendo que no podía dejar el abrigo y la bufanda en un taburete de la cocina, los llevó al lavadero y los colgó de un gancho que había junto a su chaqueta de faena. Observó que el lavadero de Zac estaba más ordenado que el dormitorio de ella.

Retrocedió, abrió el escobero y cogió un delantal. Con él colgado del brazo, encendió el fuego sobre el que estaba su olla y lo puso al mínimo.
 
Zac: He subido tu bolso de viaje arriba, así que si necesitas algo…
 
Cuando ella se volvió a mirarlo, las palabras -y, por lo visto, al menos la mitad de su materia gris- se le escaparon del cerebro.
 
Ness: ¿Qué? -se miró enseguida-. ¿Me he manchado?
 
Zac: E-eh… Es que… estás… estás… -consiguió decir, y su expresión se resolvió en una sonrisa de deleite-.
 
Ness: ¿Eso es bueno?
 
Zac: Es… -Igual había sido más de la mitad de su materia gris-. Sí. Huy, sí.
 
Ness: Es nuevo… el vestido. Ashley me ha estado ayudando a llenar mi guardarropa y vaciar mi cuenta bancaria.
 
Zac: Ha merecido la pena. Ya me había olvidado de tus piernas.
 
Ness: ¿Qué?
 
Zac: No de que las tenías, sino de que eran… así.
 
Ness: Creo que me acabas de alegrar el año, justo ahora que se acaba. -Se sirvió de aquellas piernas para acercarse a él, y aun con tacones tuvo que ponerse de puntillas para poder posar sus labios en los de él-. Gracias.
 
Zac: No hay de qué, en absoluto.
 
Zac olía fenomenal. Sabía genial. Estaba guapísimo.

Mientras lo pensaba, se quedó donde estaba, con las manos cruzadas en su nuca.
 
Ness: Menuda lista tienes ahí, Zac.
 
Zac: ¿Lista? Ah, la lista. Sí, estos dos últimos días he tenido mucho lío de trabajo. No me ha dado tiempo a hacer todo lo que quería.
 
Ness: Aun así, es mucho. Se me ocurre una cosa… Nos quedan un par de horas, quizá algo más, antes de que empiece a llegar la gente. Y hemos estado muy agobiados, tú y yo. Esperando hasta después de la fiesta, cuandoquiera que sea, para estrenarnos, por así decirlo.
 
Él le rodeó suavemente la cintura.
 
Zac: Podría preparar unos carteles: FIESTA CANCELADA.
 
Ness: Excesivo… además, la mitad terminaría aporreando la puerta de todas formas. Pero ¿qué tal si aprovechamos el tiempo de que disponemos ahora? Podríamos subir y… despedir el año. Así estaríamos menos agobiados en la fiesta.
 
Zac: No es mala idea, no. No quiero forzar las cosas… forzarte a nada. Forzarnos.
 
Ness: Creo que podemos llevar un ritmo aceptable. Hasta podrías añadirlo a tu lista.
 
Zac sonrió al oír eso, luego bajó la cabeza.
 
Zac: Vanessa.
 
Empezó a besarla despacio, un beso lento y agradable que fue cobrando brío.

Un ritmo más que aceptable, se dijo ella, poniendo algo de ardor de su parte.

La puerta de servicio se abrió de golpe. Bobo entró trotando delante de David.
 
David: Te traigo la superpata de jamón. Si os pillo a punto de daros un revolcón, tíos, la dejo por aquí, me pillo una birra y me largo.
 
Zac: Joder, David.
 
David: Lo siento. -Pero su sonrisa fácil contradecía la disculpa-. Cumplo órdenes de mamá. Que me pasara por allí, cogiera el jamón y lo trajera aquí, donde suponía que estarías liado recuperando el tiempo perdido, pero no, claro, con la Morena Buenorra. Que eres tú, nena -le dijo a Vanessa-.
 
Ness: Que soy yo -coincidió, y le devolvió la sonrisa-.
 
David: Las órdenes incluían cortar en lonchas el superjamón si necesitabas ayuda. Imagino que, como en lo que estás entretenido es en recuperar el tiempo de magreo perdido -añadió rodeándolos para coger la cerveza-, no necesitas ayuda en ese particular -la destapó con el abridor de pared de Zac y echó un buen vistazo a Vanessa-. Morena Buenorra, desde luego. Si te la vas a cepillar, tío, por lo menos llévala arriba.
 
Zac: Mierda.
 
Ness: Me parece que ya se nos ha pasado el momento.

Vanessa le dio una palmadita en el hombro a Zac, luego se puso el delantal.
 
David: Lo siento -repitió-. Cumplo órdenes.
 
Ness: Casi mejor así. La lista es larga -añadió al ver que Zac la miraba-. Y ahora tienes dos manos más, porque, visto lo visto, David nos va a echar un cable. Pero bien echado.
 
David: Cumplía órdenes. Pero vale. -Después de darle un buen trago a la cerveza, se acercó a Vanessa-. Qué bien hueles. A alguna fruta exótica y… a madreselva.
 
Ness: Granada. Madreselva. -Se olió el brazo-. Debe de habérmelo pegado ella. ¿Cómo lo ha hecho? Elizabeth. Me he pasado un momento a ver a Ashley antes de venir, y Elizabeth ha bajado a la primera planta a saludar, o igual a desearme feliz Año Nuevo.
 
Zac: ¿La has visto?
 
Ness: No, y es un fastidio, o un alivio. No lo sé. -Cogió una cuchara de palo, levantó la tapa de la olla de sus albóndigas, removió un poco-. He notado su aroma. Luego, cuando Ashley y yo hablábamos de que ella y tú deberíais empezar a investigar quién es ese Billy al que espera, ha apagado las luces varias veces. Después les ha dado un subidón de voltaje. Las dos hemos entendido que le gustaría que encontrarais a Billy.
 
Zac: Sin problema. Lo buscaré en Google: «Billy, el amigo de Elizabeth la muerta» y asunto solucionado.
 
Ness: Entre Ashley y tú, lo resolveréis -arqueó las cejas al ver fruncir el ceño a David-. ¿Qué?

David: ¿Cómo lleva la situación la gerente?
 
Ness: Ashley no se acobarda fácilmente. O nada. Me tomaría esa copa de vino ahora -le dijo a Zac-.
 
David: Yo la he visto acojonarse -masculló-.
 
Ness: ¿El día que Zac vio a Elizabeth en el espejo? Yo diría que estaba pasmada. Pasmada -repitió, satisfecha con el término-.
 
David pensaba más bien en la primera vez que había visto a Ashley Tisdale, cuando su madre había subido con la entonces candidata a gerente a donde él trabajaba. Se había quedado blanca como el papel, con la mirada vidriosa, mirándolo fijamente como si fuera un fantasma.
Pero se encogió de hombros.
 
David: Sí, claro.
 
Ness: Pasó la noche en E y D, tuvo un breve encuentro con Lizzie y se fue a dormir como si nada, como una campeona. Porque Ashley es así. Bueno, ya tengo la crema de espinacas y alcachofas, los champiñones rellenos, los… ¿saladitos de salchicha? ¿Sí?
 
Zac descolgó los hombros.
 
Zac: A la gente le gustan.
 
Ness: Sí. Zac, deberías preparar el bar, y tú, David, corta el jamón.
 
Al oír la palabra «jamón», Bobo meneó la cola.
 
Ness: ¿Por qué no hace eso con «espinacas» o «champiñones»? -se preguntó en voz alta-.
 
David: De verduras, solo come patatas fritas. Es muy tiquismiquis con la comida.
 
Vanessa solo soltó una risotada, luego volvió a lo suyo.

Mejor así. Zac recordó las palabras de Vanessa mientras organizaba los vasos, las copas, las botellas, las hieleras. Jamás habría conseguido hacerlo todo si hubieran… despedido el año antes. Mucho mejor atenerse al plan, sobre todo porque no le quedaba más remedio con David cortando jamón y Bobo, fiel y esperanzado, sentado a sus pies.

Cuando terminó con el bar y con las hieleras, ella ya había lavado las verduras y preparado la tabla de cortar, el pelador y un cuchillo para él.
 
Ness: Pela, haz rodajas, pica -le ordenó-. Como tienes todos los ingredientes, voy a añadir una ensalada de pasta a tu menú. Los carbohidratos nos vienen bien, porque la gente va a beber, incluida yo.

Alzó la copa a modo de prueba.

El calor de los fogones le sonrojaba las mejillas y sus ojos chispeaban traviesos.

Se le ocurrió entonces que ya la había visto así antes, allí mismo, en esa cocina, echándole una mano con una fiesta, riendo con uno de sus hermanos, o con los dos.

En cambio, no la había visto exactamente así, como una mujer a la que deseaba. Como una mujer que lo deseaba a él.

¿Había cambiado aquel solo beso, espontáneo, vehemente, de verdad, el tono y el rumbo de lo que eran y significaban el uno para el otro? ¿O siempre había habido algo ahí, esperando a que se produjera esa conexión?

Zac vio cómo cambiaba su mirada, de traviesa a consciente cuando se acercó, notó cómo se curvaban sus labios cuando la atrajo hacia sí y la aupó para darle un beso. Largo, suave, tierno.
 
David: No hace falta que os vayáis a un hotel -dijo mientras se lavaba las manos en el fregadero-. Tenéis un cuarto arriba.
 
Zac: Da la casualidad de que este cuarto también es mío. ¿No tienes que ir a buscar a tu pareja?
 
David: He venido solo. Ya te dije que no soportaba las risitas.
 
Ness: ¿Has cancelado una cita de Nochevieja? -inquirió-.
 
David: Le estoy salvando la vida. Si no la hubiera estrangulado yo antes de terminar la noche, lo habría hecho otro. Me he imaginado que, si me buscaba una pareja distinta, me ibais a montar el pollo por plantar a la otra el día de Nochevieja. No estoy de humor para pollos, así que he venido solo.
 
Vanessa cogió otro cuchillo.
 
Ness: Corta y pica -le dijo a David-. Y no me vengas con que no sabes.
 
Ella volvió a los fogones, pero le lanzó a Zac una de esas miradas traviesas por encima del hombro.
Él nunca antes había deseado que una fiesta se terminara antes de empezar.
 
 
Aun así, fue una fiesta estupenda. Mucha gente, comida, grupitos por toda la casa y fuera, en el patio.

Hubo un momento en que alguien subió la música para que bailaran.

Zac estuvo con unos y otros, al tanto de las hieleras, las bandejas, los platos; repuso viandas, se dio un garbeo con unos amigos por la sala de juegos. Y le dio un beso a su madre cuando se la encontró en la cocina enjuagando un plato vacío.
 
Zac: No hace falta que hagas eso.
 
Rachel: Si no lo hago yo, lo harás tú, y es tu fiesta. Y es una fiesta estupenda.
 
Él le quitó el plato de las manos, lo dejó en la pila.
 
Zac: Si es tan estupenda, ¿qué haces que no estás bailando conmigo?
 
Rachel: Bueno… -pestañeó, se ahuecó el pelo- esperaba a que me lo pidieras.
 
Zac la sacó de la cocina.

Al verlos, Vanessa sonrió. Le gustaba verlos juntos, bailar juntos. A medio baile, David se acercó y se interpuso entre ellos.
 
Ness: Te ha robado a la chica -le dijo a Zac cuando volvió con ella-.
 
Zac: No pasa nada. Tengo repuesto.
 
Le arrebató la copa de la mano y la dejó por ahí antes de arrastrarla a la pista.
 
Ness: Te mueves bien.
 
Zac: Ya hemos bailado antes -le recordó-.
 
Ness: Siempre te has movido bien en la pista de baile.
 
Zac: Pues tengo algunos pasos que aún no he probado contigo.
 
Ness: ¿No me digas? -Zac se arrimó a ella-. Luego.
 
Aquella sola palabra le produjo un escalofrío que le recorrió el cuerpo entero.
 
Zac: Luego. Es casi medianoche.
 
Ness: Gracias a Dios.
 
Ella rió, se sacudió la melena hacia atrás.
 
Zac: ¿Vas a abrir más champán?
 
Ness: Sí, enseguida. Quiero besarte cuando den las doce, así que no te vayas lejos.
 
Zac: Tranquila, que no me voy.
 
Vanessa rellenó algunos platos y cuencos mientras él descorchaba más botellas y el año consumía sus últimos minutos. La gente empezó a subir de la planta baja, a entrar en casa, con lo que aumentó el nivel de ruido.

Él le cogió las manos durante la cuenta atrás: diez, nueve, ocho… Ella se volvió hacia él, se aupó… siete, seis, cinco… Él la rodeó con los brazos… cuatro, tres, dos…
 
Zac: Feliz Año Nuevo, Vanessa.
 
Sus labios se anclaron a los de ella; todos vitoreaban y empezaba el nuevo año.

Mientras Vanessa se aupaba, Ashley se colaba en la cocina. Abriría una o dos botellas más, se dijo, para evitar estar entre tantas parejas que recibían el año besándose.

Estaba descorchando una cuando los invitados empezaron a gritar la cuenta atrás.

Entonces entró David.

Ashley paró en seco. Él paró en seco.
 
Ash: Estoy abriendo otra botella -empezó-.
 
David: Ya lo veo.
 
Una explosión de gritos de «¡Feliz Año Nuevo!» ahogó sus palabras.
 
Ash: Bueno… feliz Año Nuevo.
 
David: Sí. Feliz Año Nuevo -arqueó las cejas cuando ella le tendió la mano-. ¿En serio? ¿Otra vez el apretón de manos amistoso? -Negó con la cabeza, se acercó-. Vamos a hacerlo bien.
 
David le puso las manos en las caderas, alzó de nuevo las cejas y esperó.
 
Ash: Claro.

Medio resignada, ella le puso las manos en los hombros.

Como si nada por ambas partes, sus bocas se tocaron.

Ashley le clavó los dedos en los hombros; David le pasó el brazo por la cintura. Algo se encendió de pronto, como una luz, del simple contacto, y la dejó sin aliento.

Él se apartó, retrocedió, y ella hizo lo mismo. Durante un instante interminable, se limitaron a mirarse fijamente.
 
David: Vale.
 
Ash: Sí, vale.
 
David le hizo un gesto con la cabeza, salió a grandes zancadas.

Ashley suspiró. Habiendo recuperado apenas el resuello, cogió la botella abierta con un pulso menos firme de lo que habría querido.

Y aquella, pensó, había sido una forma muy estúpida de empezar el año.




¡Feliz Año Nuevo! XD
A ver que tal empieza el año esta gente...

¡Thank you por los coments y las visitas!
¡Comentad, please!

¡Besis!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Estuvieron cerca de hacerlo
Lastima que los interrumperan
Sigue la novela está muy buena
Ya quiero saber que pasara en el nuevo año
Sube pronto


Saludos

Lu dijo...

Me encantó!!!
Que lástima que le cortaron su momento. Pero me ha encantado el capitulo.


Sube pronto

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