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domingo, 10 de julio de 2016

Capítulo 4


El recio yugo del frío apretaba con fuerza al invierno. Bajo los cielos azulísimos, cortaba el aire en cada ráfaga. Una dura capa de escarcha cubría los adoquines del Patio cuando Zac subió al trote las escaleras exteriores con Alex y David.
 
David: No quiero oír hablar de cambios, ni de florituras ni de «qué tal si…» -masculló-.
 
Alex: Vamos a echarle un vistazo -entró el primero en Jane y Rochester-.
 
David: Aún quedan un montón de cajas -se metió las manos en los bolsillos-. Parece que mamá ha traído lámparas para iluminar medio pueblo.
 
Zac: Podríamos bajar todo lo que podamos a N y N aprovechando el viaje de vuelta -señaló la zona correspondiente-. ¿Qué problema hay aquí, Alex?
 
Alex: No sé si hay alguno, pero este es el único sitio un poco tranquilo del edificio ahora mismo y no hemos estado solos desde anoche. Además, ayer te largaste de Vesta antes de que pudiera pillarte por banda. A ver, ¿qué coño pasó con Elizabeth?
 
David: ¡Por Dios! -se quitó la gorra y se peinó con la mano la densa cabellera de color castaño oscuro-. ¿Nos has traído aquí para hablar de fantasmas?
 
Alex: Mark estaba en ese cuarto -le recordó-. Solo, la puerta cerrada, el balcón abierto. Acaba de cumplir seis años, maldita sea. A Claire ya no le asusta Lizzy. Si Lizzy no llega a escribir en el espejo empañado del baño, solo Dios sabe cómo, aquella advertencia, igual no habríamos llegado a tiempo cuando Freemont la atacó. Pero Mark no es más que un crío.
 
David: Vale, vale -volvió a calarse la gorra-. Vale, en eso tienes razón. Pero toda esta historia del fantasma es desquiciante.
 
Alex: También te ponen nervioso los bancos del parque, según como te pille.
 
David: Depende de si quiero sentarme o no.
 
Alex se limitó a menear la cabeza.
 
Alex: Casi todo lo que sabemos es por Mark. A ese crío no hay quien lo pare. Decidió hacerle una visita, y allá fue. Se puso a hablarle del colegio, de los cachorros. Ella le preguntó por su familia.
 
David: Así que el pitufo tuvo una charlita con un fantasma… -comentó-. Ese chaval se merece su propia serie en la tele: «Mark, entre fantasmas».
 
Alex: Muy gracioso -replicó con sequedad-. Ella salió al balcón, pero le dijo que él no lo hiciera, que a su madre no le haría gracia. Que se preocuparía. Y también que le gustaba estar fuera. Que esperaba a Billy. Que ahora que estábamos remodelando el hotel y había luces y gente, creía que le costaría menos encontrarla.
 
David: ¿Qué Billy?
 
Alex: A eso iba. Mark no pilló esa parte.
 
Zac: ¿Por qué me miras a mí? -quiso saber-. Yo no me enteré de eso. Cuando entré, Vanessa ya estaba allí, con Mark. Lo mandamos arriba, con su madre, para que no se preocupara.
 
Alex: Sí, y empezó a hablar de Lizzy sin parar, de que Vanessa y tú estabais dentro. Luego yo no podía abrir la puerta. No cedía.
 
Zac: Vaya, que nos estaba vacilando -se encogió de hombros, fingiéndose indiferente, e hizo un gesto de desdén-. Tampoco es la primera vez.
 
David: Ni será la última -masculló-.
 
Alex: No, ni fue la primera ni será la última -coincidió-. Sin embargo, cuando abriste desde dentro parecía que te hubieran atizado con algo contundente. Quiero saber qué pasó en ese rato, desde que despachaste a Mark hasta que abriste.
 
Zac: Nada. Nada en particular.
 
David: Chorradas -soltó un bufido-. Mientes fatal. Si no fue nada en particular, ¿por qué luego estabas tan mustio en Vesta? Parecías una gallina que acaba de perder a sus polluelos, después farfullaste no sé qué de papeleos y te largaste. -Sonriendo ahora, David le hizo una seña a Alex-. Sí que fue algo en particular.
 
Alex: Escúpelo ya, Zac -le exigió-.
 
Zac: Vale, vale. Vanessa me contó lo que Mark le había dicho. Estaba encantada, emocionada. Con lo de la fantasma, su promesa de esperar a Billy. Como de película. Que si era muy romántico, el amor que trasciende la muerte y todo ese rollo. Ya sabéis cómo se pone Vanessa cuando le da por algo.
 
David: Pues no -se encogió de hombros-. Yo nunca he tenido con Vanessa una conversación romántica sobre el amor que trasciende la muerte. ¿Y tú? -le preguntó a Alex-.
 
Alex: No que yo recuerde. Claro que Zac fue su primer novio.
 
Zac: Corta el rollo. -Entre avergonzado y molesto, cambio de postura-. Debía de tener unos cinco años, seis como mucho. De la edad de Mark. Por Dios.
 
Alex: Dijo que se casaría contigo -le recordó, muerto de risa como David-. Y tendríais tres perros, dos gatos y cinco niños. O igual eran tres niños y cinco perros.
 
David: Le compraste un anillo, hermanito.
 
Atrapado, Zac respondió a David con desdén.
 
Zac: Lo saqué de una máquina de chicles. Era un juego. Yo también era un crío, joder.
 
Alex: La besaste, en la boca -le recordó-.
 
Zac: ¡No lo pude evitar! Esa fantasma cascarrabias tuya que huele a madreselva abrió de golpe el balcón cuando Vanessa estaba apoyada en la puerta. Cuando me quise dar cuenta, la tenía entre mis brazos y…
 
David y Alex arquearon las cejas. Alex miró fijamente a Zac.
 
Alex: Yo te hablaba de cuando tenía cinco años.
 
Zac: Ah.
 
David: Pero ponnos al día, anda -insistió-. ¿Le diste un morreo?
 
Zac: No lo pude evitar -repitió-. La puerta la empujó hacia mí.
 
David: Sí, yo también suelo besar a todas las que tropiezan conmigo.
 
Zac: Que te den -le dijo a David-.
 
Alex: Debió de ser un morreo accidental de los buenos, a juzgar por cómo estabas cuando quitaste el cerrojo a la puerta -especuló-.
 
Zac: No le quité el cerrojo porque no estaba echado. Fue ella.
 
Alex: ¿La Morena?
 
Zac: No, Vanessa no. Elizabeth. Luego la oí reírse.
 
Alex: ¿A Vanessa?
 
Zac: ¡No! -A punto de tirarse de los pelos, se movió entre las pilas de cajas-. Elizabeth. Cuando Vanessa se cabreó y se fue, la oí reírse.
 
Alex: ¿Vanessa se cabreó porque la besaste?

Zac: No. Bueno, a lo mejor. ¿Yo qué coño sé lo que cabrea a las mujeres? -La frustración fue apoderándose de él-. No lo sabe nadie porque puede ser cualquier cosa, joder. Se trata de un misterio sin resolver. Y al día siguiente esa cosa ya no es un problema, lo es otra. No hay hombre que lo sepa -dijo con tristeza-.
 
David: En eso tiene razón -comentó-. Entonces, recapitulemos… -se metió los pulgares en los bolsillos-. ¿Ella te devolvió el beso? Y no me digas que no sabes, tío.
 
Zac: Sí, me devolvió el beso.
 
David: ¿Por inercia o apasionadamente?
 
Zac: Le puso mucho empeño -masculló-. No fue un piquito de amigos.
 
David: ¿Con lengua?
 
Zac: Joder, David.
 
David: No eres el único que valora los detalles -le hizo un gesto a Alex-. Hubo lengua, seguro.
 
Zac: Te he dicho que le puso mucho empeño, ¿no? Luego Alex empezó a aporrear la puerta y todo aquello parecía de lo más surrealista. Me dijo que no quería que hubiera rollos raros entre nosotros. Así que le contesté que claro. Después dijo que se iba a echarle una mano a Dave y yo le respondí que vale.
 
David: Qué imbécil -meneó la cabeza, compadeciéndolo-. Se supone que tú eres el listo, Alex, el guay, y yo, el guapo. Pero eres imbécil. La has jodido, tío.
 
Zac: ¿Por qué? ¿Por qué soy imbécil?
 
Alex levantó la mano.
 
Alex: Esa me la sé. Besas a una mujer hasta que se te salen los ojos de las cuencas y, si tu percepción es acertada, ella le pone tanto empeño como tú. Luego, cuando te tantea para ver qué ha significado para ti, solo se te ocurre decirle que «vale». Eres imbécil.
 
Zac: Ella no quería que hubiera malentendidos entre nosotros. Yo solo intentaba que no los hubiera.
 
David: ¿Te empuja una muerta, terminas morreándote con una antigua novia y encima un fantasma te impide la salida? Eso ya es raro -concluyó-.
 
Zac: No es una antigua novia. ¡Tenía cinco años!
 
De pronto comprensivo, David le puso una mano en el hombro.
 
David: Las mujeres no olvidan. Si no quieres que la cosa se enrarezca aún más, tienes que hablar con ella de esto. Qué pringado.
 
Alex: Vanessa tiene razón -caviló-. Lizzy es una romántica empedernida. Yo besé a Claire por primera vez en este edificio, luego supuse que había sido cosa suya. Al menos en parte.
 
Zac: Entonces habla tú con ella -insistió-. Dile que no se meta.
 
David: Besar a la Morena te debe de haber dejado sin neuronas -decidió-. Si le dices a una mujer lo que tiene que hacer, y lo haces bien, con suerte, quizá, ¡quizá!, lo haga, o algo parecido. Eso con una mujer viva. ¿Con una muerta? Me imagino que las posibilidades son casi nulas.
 
Zac: Mierda.
 
Alex: Mejor habla con Vanessa -le aconsejó-. Y hazlo pronto, y bien.
 
Zac: Mierda.
 
David: Y ahora que nos hemos sincerado, señoras, volvamos al tajo de una puta vez -se acercó a la puerta y la abrió-. Tenemos un hotel que terminar.
 
 
No podía evitarla, y tampoco es que quisiera hacerlo. No precisamente. Pero no podía, entre inspecciones, instalaciones de muebles, limpiezas y descansos para comer… no. En circunstancias normales, veía a Vanessa al menos una vez a la semana. Desde que habían empezado a trabajar en el hotel, la veía casi todos los días. Ahora que ese trabajo se encontraba en su fase final, solía cruzarse con ella varias veces al día.

Sin embargo, como no era imbécil, sabía que ninguna de esas veces le ofrecía la clase de intimidad necesaria para la conversación que debían tener.

Aunque lograra encontrar un sitio donde media docena de personas no le pasara por delante, por detrás o por en medio, lo interrumpían cada diez minutos.

Así que hizo lo que consideró más oportuno: fingir que no había pasado nada. Durante los dos días siguientes, habló con ella, le llevó cajas en una carretilla, se llevó comida de su restaurante igual que siempre.

Como ella hizo exactamente lo mismo, supuso que el problema estaba resuelto.
Su última tarea del día -y, esperaba, de la semana- consistía en llevar una caja de bombillas a Nick y Nora. Se proponía pasarse por las habitaciones terminadas montando lámparas, poniéndole a cada una su bombilla.

Titubeó un poco al ver a Vanessa colgando las lágrimas de cristal de una lámpara de pie.

Ella miró hacia donde estaba.
 
Ness: Había que montarla -anunció-.
 
Zac: Queda bien.
 
Ness: Las estoy colgando a mi manera. Me gusta más que como viene en las instrucciones. Rachel me ha dicho que a ella también.
 
Zac: Por mí, perfecto.

Observó que ya estaban montadas las lámparas de bolas de cristal.
 
Ness: Esta noche soy la chica de las lámparas.
 
Iba a responderle que él era el chico de las bombillas, pero se lo pensó mejor.

¡Buf! Sí que había un rollo raro entre ellos.
 
Zac: Yo traigo las bombillas, así que… hágase la luz -sacó una de la caja-. Oye, Vanessa…
 
Ash: ¡Mirad esto! -entró de golpe, sin quitarse siquiera el abrigo y la bufanda-. ¿A que es fabuloso?
 
Llevaba una figura estilo déco de un hombre y una mujer.
 
Ness: ¡Es genial! Para Nick y Nora Charles -se volvió a admirarla-.
 
Ash: Los de Bast, que son increíbles, nos la han regalado.
 
Ness: Aaah. Ahora me gusta aún más.
 
Ash: ¡Es sencillamente ideal! -Después de estudiarla un momento, Ashley la puso en una esquina de un cubrerradiadores de madera que el propio Zac había hecho-. Perfecta. Me encanta esa lámpara de pie. Un poco de brillo, mucho glamour y estilo. Ah, Vanessa, cuando termines ahí, a lo mejor podrías darnos tu opinión de J y R. Zac, no acabamos de decidirnos con los paños de ganchillo, los que tu madre ha mandado rematar y enmarcar. Son tan bonitos. Es una artista.
 
Ness: Si hubiera tenido hilo suficiente, habría envuelto en ganchillo el Taj Mahal.
 
Ash: No lo dudo. Lo hemos reducido a dos sitios. Necesitamos otra opinión, Vanessa.
 
Ness: Cuenta conmigo. Esta es la última lágrima. Gracias a Dios. -Retrocedió y asintió con la cabeza-. Excelente.
 
Ash: Pues vente abajo. Hay que decidir, y con eso ya lo dejamos por hoy.
 
Ness: Bien. Tengo que salir corriendo a hacer un par de cosillas.
 
Ash: Cuando las hagas, pásate por mi piso. Los padres de Claire se quedan con los niños esta noche, y Alex tiene una cena con un cliente. Beberemos un poco de vino y yo cocinaré algo.
 
Ness: Me apunto. Tardo dos minutos. -Cuando Ashley salió, Vanessa se agachó a recoger el embalaje de la lámpara-. Son aún más bonitas encendidas -comentó mientras Zac probaba las luces-.
 
Zac: Sí. Oye, Vanessa… nada de malos rollos, ¿vale?
 
Tras un silencio ensordecedor, ella lo miró un instante.
 
Ness: Ya estamos otra vez con la palabrita.
 
Zac: Venga ya, Vanessa…
 
Aún agachada, lo miró fijamente un buen rato con las cejas enarcadas.
 
Ness: Yo estoy bien, ¿vale? ¿Y tú? ¿A ti te vale?
 
Zac: Sí, solo que…
 
Ness: Entonces parece que a los dos nos vale. No fue mi primer beso, Zac.
 
Zac: No, pero…
 
Ness: Ni siquiera el primero contigo.
 
Se apoyó la caja de bombillas en la otra cadera.
 
Zac: Ese fue…
 
Ness: No pasa nada.
 
Zac: No pasa nada -repitió, poco convencido-. Yo me lo llevo. Hay un montón para sacar al contenedor.
 
Ness: Muy bien -se dispuso a salir-. Ah, si tienes tiempo, igual podías colgar el espejo, ese en forma de sol. Ashley ha marcado el sitio en la pared.
 
Zac: Claro.
 
Ness: Que pases buen fin de semana, si no nos vemos.
 
Zac: Sí, tú también. -Miró ceñudo el embalaje de cartón, el espejo, el umbral vacío de la puerta-. Mierda -masculló, y salió a por el taladro-.
 
 
Ness: Nada de malos rollos, ¿vale? -lo imitó con una copa de vino en la mano-. Gilipollas.
 
En el salón de Ashley, acurrucada en el sofá, Claire sonrió a su amiga.
 
Claire: Es que no sabe cómo llevarlo, pobre.
 
No dispuesta aún a concederle una tregua, Vanessa bufó.
 
Ness: Pues darme un morreo la otra noche no le costó tanto.
 
Claire: Alex se puso un poco rarito y gilipollas cuando estuvo a punto de besarme por primera vez. A lo mejor es cosa de los Efron.
 
Ness: Pero, cuando por fin lo hizo, dejó de estar rarito.
 
Claire: Cierto -sonrió satisfecha-. Muy cierto. Aun así, dada vuestra historia…
 
Ness: Seudohistoria.
 
Ash: ¿Qué historia? -salió de la cocina con una bandeja de fruta y queso-. No he tenido ocasión de enterarme de los detalles. Envite fantasmal, beso apasionado, Zac patético de después.
 
Ness: Más o menos es eso.
 
Ash: ¿Y lo de la historia? ¿Hay algo más que el que os conozcáis de toda la vida? Claire y Alex hacía años que se conocían cuando empezaron a salir.
 
Claire: Yo estaba con John -le recordó-. Nosotros siempre fuimos pareja, así que a Alex y a mí no nos unía nada más que una simple amistad.
 
Ash: ¿Y entre Zac y tú hubo algo más? -tanteó-. ¿Qué me he perdido?
 
Claire: Estuvieron prometidos -sonriendo ya, brindó con Vanessa-.
 
Asg: ¿Qué? -sus ojos color chocolate se agrandaron-. ¿Cuándo? ¿Cómo es que nadie me lo ha contado? Menudo notición.
 
Ness: Éramos unos críos. Creo que yo tenía cinco años, casi seis. Nuestros padres eran muy amigos, así que hacíamos muchas cosas juntos. Yo estaba loca por él.
 
Claire: Por eso se le declaró, es más, anunció que se casarían cuando fueran mayores.
 
Ash: Ay, qué tierno.
 
Algo más relajada, Vanessa se encogió de hombros.
 
Ness: Seguramente lo pasó fatal. Tendría ocho años. Pero lo supo llevar muy bien. Con paciencia -recordó, enternecida-. El enamoramiento me duró un par de años.
 
Ash: Eso es mucho tiempo para esa edad -señaló-.
 
Ness: Puedo ser muy persistente. Luego él empezó a tontear con Kelly Anderson. -El enternecimiento se paró en seco y la mirada de Vanessa se endureció-. Esa zorra de diez años. Zac Efron me partió el corazón con esa bruja robanovios.
 
Claire: Debo añadir, para información de Ashley, que Kelly Anderson está casada, tiene dos hijos y es una activista medioambiental con residencia en Arlington, Virginia.
 
Ness: Fue cambiando con los años -aclaró encogiéndose de hombros-. Pero puede que aún le quede algo de zorrón, ahí, latente. El caso es que, después de eso, pasé de los chicos hasta la pubertad.
 
Ash: Pero a Zac se lo perdonaste -intervino-.
 
Ness: Claro. Me negaba a seguir suspirando por él. Además, el primer novio de una no tiene por qué ser el último, ¿no? -Se cortó un pedazo de gouda y lo mordisqueó-. Sobre todo si el tío es un memo.
 
Claire: No seas tan dura con él, Vanessa -alargó el brazo y le dio una palmadita en la mano-. Estará confundido, no sabrá cómo actuar. Tú significas mucho para él. Para todos ellos.
 
Ness: Sí, sí -suspiró-. Fue un beso brutal. Ha aprendido mucho desde los ocho, o he aprendido yo. Los dos. No me importaría volver a besarlo.
 
Ash: ¿En serio? -dijo mientras probaba una rodajita de manzana-.
 
Ness: Claro. ¿Crees que soy imbécil? Besa de miedo, y ahora lo sé. Y es guapísimo.
 
Ash: ¿Te acostarías con él?
 
Ness: Mmm. -Meditándolo, se inclinó hacia delante y cogió una uva verde-. Los dos estamos libres ahora, los dos somos adultos. Puede. Sí, puede, siempre y cuando fuera cosa de los dos. En Zac se puede confiar. Eso es fundamental. Saber que estás con alguien en quien se puede confiar. -Le dio un mordisco a la uva y sonrió-. Y que encima es guapísimo.
 
Ash: Después de haberos oído contar todo eso, me alegra estar fuera de circulación -satisfecha, se repanchigó en la silla con su vino-.
 
Ness: No estarás fuera de circulación -meneó la cabeza-. Eres preciosa, lista, interesante… y humana.
 
Ash: No me apetece salir con nadie ahora. No solo por Matt. Pensándolo bien, en absoluto por culpa de ese capullo. Ahora mismo solo quiero centrarme en el hotel, en ser la mejor gerente del mundo, en tener siempre perfecto ese lugar tan maravilloso. Los hombres, las citas, el sexo… no están en mis planes en estos momentos.
 
Ness: Cuidado con esos planes tan bien hechos.
 
Ash: Se me da de miedo hacer planes.
 
 
Zac no había dormido bien, algo que le fastidiaba mucho. Él siempre dormía bien. Lo creía una destreza, como la carpintería o sumar mentalmente columnas de números.

Sin embargo, en vez de caer rendido después de un duro día de trabajo, de sudar durante una hora haciendo ejercicio, de relajarse sumergido en un baño de agua caliente, había dormido a trompicones.

Se había prometido no trabajar el fin de semana, pero ¿qué otra cosa puede hacer uno consigo mismo cuando se levanta antes de que amanezca?

Tenía la casa ordenada. Solía tenerla, pero, con el jaleo de las últimas semanas en el hotel, apenas había hecho otra cosa que dormir en ella. Ni siquiera él era capaz de encontrar algo con lo que entretenerse.

Alex y él la habían diseñado, a tiro de piedra de la de su madre, de la de David, y de la que Alex estaba por fin terminándose. Le gustaba estar cerca de su familia, y aun así solo y aislado en su parcela arbolada.

El espacio era perfecto para él y su eficiencia natural, con su cocina y comedor comunicados que servían de estancia principal y zona de esparcimiento cuando tenía visitas; a la izquierda, el lavadero servía además de entrada de servicio.

Zac creía en la multitarea y en los espacios multiusos en las casas.

Vestido solo con unos pantalones de franela holgados, se encontraba delante de las puertas de cristal que conducían a su amplio patio pavimentado, bebiendo un café molido y hecho con la estupenda y eficiente máquina que se había regalado a sí mismo en su último cumpleaños.

David la llamaba Hilda, porque aseguraba que algo tan flamante y complejo tenía que ser mujer.

Por lo general, esa primera taza de café cargado lo complacía, lo espabilaba para todo el día. Sin embargo, en esos momentos no lograba atenuar su irritabilidad.

Era ella la que se traía un rollo raro, se dijo, como había estado repitiéndose durante toda la noche. Le decía que no quería malentendidos entre ellos y luego era ella la que se comportaba de forma extraña. Pretendía que se sintiera culpable, decidió, cuando no había nada de lo que tuviera que arrepentirse.

Qué bobada más grande; tenía que olvidarse de aquello. Porque no iba a perder otra noche de sueño por esa estupidez, eso seguro.

Pensó en el desayuno, pero no le apetecía cocinar. Y no es que le importara hacerlo, especialmente en fin de semana, cuando podía atiborrarse de huevos fritos con beicon, sentado a la barra de la cocina, y jugar con el iPad.

Tampoco le apetecía usar el iPad, y eso sí que era raro. Siempre le apetecía trastear el iPad.

Con que al final trabajaría. Pasaría un rato en el taller con la repisa de la chimenea del dormitorio de Alex. Puede que incluso la terminara, para que Alex pudiera sellar el nogal.

¿Para qué iba a quedarse en casa todo el día si no podía holgazanear a gusto? Además, su madre solía madrugar, pensó mientras subía las escaleras centrales que él y sus hermanos habían construido. Ella le haría el desayuno, e igual podría soltarle algo, con sutileza, sobre Vanessa.

No le iba a contar todo el episodio… era demasiado… vale, era raro, pero no conocía a nadie que calara mejor a la gente que Rachel Efron.

Se metió en el dormitorio, encendió la pequeña chimenea de leños de gas encastrada en la pared de color moca y se llevó el café al baño. Ya duchado y afeitado, se vistió con ropa de trabajo y se calzó las botas de puntera metálica.

Hizo la cama estirando las sábanas y recolocando el edredón de funda blanca y las almohadas enfundadas de marrón oscuro.

Desenchufó el teléfono del cargador, se lo colgó del cinto y de la bandeja del aparador cogió la navaja, unas monedas sueltas y la cartera. Luego sacó un pañuelo limpio del cajón de la cómoda.

Se quedó de pie un momento, mirando ceñudo a la nada. Demasiado tranquilo, observó. Su casa y su parcela eran exactamente como los quería, tenía trabajo abundante y satisfactorio. Pero todo estaba demasiado tranquilo.

Era hora de tener un perro, se dijo. Había llegado el momento de plantearse seriamente comprarse un perro. Quizá una mezcla de labrador como el de su madre, o un chucho fiel como el de David.

Se había prometido un perro, pero con las exigencias de tiempo y esfuerzo del proyecto del hotel, había aparcado la idea.

Mejor esperar a la primavera, pensó mientras bajaba las escaleras. Era más fácil entrenar a un cachorro con buen tiempo. O igual adoptaría un perro viejo de un refugio, si conseguía tener la mitad de suerte que David con Bobo.

Sacó del armario el abrigo de trabajo, se puso el gorro de esquí, los guantes y enganchó las llaves de la bandeja que había junto a la puerta.

Un tío necesitaba un perro, reflexionó. Eso le faltaba a su vida. Un buen perro.

Igual se pasaba por el refugio de animales después de desayunar con su madre, cuando hubiera trabajado un rato en el taller.

Satisfecho con la idea, se metió en la camioneta. Ya tenía un plan; le gustaba tener un buen plan.

Arrancó, pasó por el pequeño granero que había construido para guardar el jeep y el arado que usaba en su parcela, y salió a la carretera principal. Giró y luego se desvió hacia el camino que conducía a la casa de su madre en la ladera.

Los perros cruzaron la entrada al galope. Cus (abreviatura de Atticus) llevaba una de sus múltiples pelotas destrozadas sujeta entre los dientes y la mirada loca de contento. Su hermano Finch le hizo un placaje que los hizo rodar y comenzaron a luchar entre ellos.

Sí, pensó Zac sonriente, definitivamente necesitaba un perro.

Rodeó la entrada, perplejo por un momento al ver la camioneta de Charly aparcada junto al coche de su madre.

Temprano para una visita, se dijo, incluso para el padre de Vanessa. Claro que Charly se pasaba por allí con frecuencia, lo sabía, y ahora que era uno de los artistas de la tienda de regalos de su madre, probablemente se pasaba aún más a menudo a llevarle alguna pieza o diseño nuevos.

Qué suerte, decidió mientras aparcaba. Quizá pudiera sonsacarle a Charly alguna información valiosa sobre Vanessa… con sutileza, con mucha sutileza.

Se detuvo lo justo para recoger la pelota que Cus le había dejado caer suplicante a los pies. La lanzó lejos, fuerte, para que fueran a por ella mientras se acercaba deprisa a la puerta trasera.

Oyó la música cuando estaba aún a tres metros de distancia, y meneó la cabeza. Qué típico de su madre, que jamás les había gritado a sus hijos que bajaran la música.

Siempre había puesto la suya a todo volumen.

Abrió la puerta de un empujón y percibió el aroma a beicon, a café. Sonriendo, pensó: justo a tiempo.

Y entonces casi se le saltaron los ojos de las cuencas.

En el fuego chisporroteaba el beicon. Su madre estaba delante de la parrilla.

Igual que Charly, con su 1,95, en calzoncillos, las manos plantadas en el culo de su madre y la boca anclada a la de ella.




¡Con menuda escena se ha encontrado Zac! XD
A ver si aprende algo, que a Vanessa la tiene mosqueada. Se toma muy a pecho lo que pasó cuando eran solo unos niños XD

¡Thank you por los coments y las visitas!
¡Comentad, please!

¡Besis!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

jajaja me muro por saber como continuara
esa escena jajaja muy bueno
siguela las cosas entre ellos van bien
sube pronto


saludos

Lu dijo...

Me gusto el capítulo.
Amo la fantasma que está ahí.
Y como se han tratado Ness y Zac como si no ha pasado nada... Jajaj


Sube pronto

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