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domingo, 29 de noviembre de 2015

Capítulo 7


Fecha: 22 de julio.
Para: Andrew Efron.
Corresponsal de la revista World News International.
Departamento de Noticias de Casablanca. Microcasete número 3.

Hola, tío Andrew, siento no haberte enviado antes una cinta, pero he estado muy ocupado. Encontrar una mamá es un trabajo pesado que requiere hacer muchos planes. Pero no me quejo, ya que papá agradece lo mucho que le ayudo. Dice que, si no fuera por mí, su vida sería tranquila y aburrida.

Sé que te alegrarás de oír que la «Operación Mamá» va de maravilla. Con mi ayuda, papá y Vanessa se ven todos los días y se que se gustan porque se dicen cosas muy bonitas. Papá le dijo a Vanessa que, para ser una mujer sin hijos, sabía muchas cosas. Y Vanessa le dijo a papá que, cuando quisiera, podía dejar de fingir que es perfecto.

Pero me gustaría que se dieran prisa en casarse, porque papá no es muy buena niñera. Nos deja comer pizza casi todas las noches. Y cuando se nos terminó la ropa limpia, le dijo a Mike que podía ponerse los calzoncillos del revés, ya que nadie lo iba a notar. Ayer se dejó a David en la farmacia. Estábamos ya en la hamburguesería cuando se dio cuenta de que no iba en el coche.

Pero eso no está tan mal, ya que nos dio cinco dólares a Mike y a mí para que no se lo contáramos a Vanessa. Así que ahora tenemos dinero para la tarta de bodas. ¿Crees que será suficiente para comprar una de esas tan bonitas con una fuente? Espero que sí.

Oh, oh, tengo que irme. Oigo a papá por el pasillo y se supone que debo estar en la cama, aunque no tengo sueño. ¿Por qué siempre que los mayores están cansados, son los niños los que tienen que acostarse? Se lo preguntaré a Vanessa. Ella lo sabe todo. Adiós por el momento. Alex.

P.D. No olvides que solo faltan diez días para el gran día.


El teléfono de la cabaña estaba sonando. Vanessa lo oyó cuando se acercaba corriendo a la puerta. Entró con rapidez y descolgó el auricular.

Ness: ¿Diga?

Alex: ¿Vanessa? ¿Dónde estabas? Creía que no ibas a contestar nunca.

Ness: He salido a correr.

Alex: ¿Puedes venir a nuestra casa?

Ness: ¿Qué pasa ahora?

Alex: Se trata de Mike. Papá le ha hecho acostarse y él se ha llevado a Tic y a Tac a la cama y ahora no pueden despertarse.

Aquello no era sorprendente, teniendo en cuenta que Tic y Tac eran peces tropicales.

Ness: Alex, lo siento, pero no creo…

Alex: Por favor -le suplicó-. Hazlo por el pobre David. Quiere mucho a Tic y a Tac, y ahora que Brutus se ha ido… Por favor, te necesitamos.

La joven suspiró. No podía negarse a aquellas súplicas y Alex lo sabía.

Ness: Está bien. Voy para allá.

Alex: Estupendo.

El niño colgó de inmediato, como temeroso de que cambiara de idea si le daba tiempo.

La joven pensó que eso era justamente lo que debía hacer. Y lo que se había jurado hacer después del beso inesperado de Zac. Se juró que a partir de aquel momento guardaría las distancias. Era lo más sensato.

Pero, en lo que concernía a los Efron de cualquier edad, no podía actuar con sensatez. Empezó a darse cuenta al día siguiente del beso, cuando Alex, David y Mike llamaron a su puerta con un almohadón lleno de ropa sucia y le pidieron que se la lavara para que su padre no se enfadara con ellos. Le explicaron que habían roto la lavadora y la secadora al utilizarlas para limpiar su colección de piedras. Vanessa miró un momento sus rostros suplicantes y su resolución la abandonó en el acto.

Zac, no obstante, no aceptó bien el que sus hijos le encomendaran una tarea tan íntima. Y ella cometió entonces otro error. En un intento por quitar importancia al episodio, le dijo con ligereza:

Ness: Tranquilo, Zac. Ya he visto tus calzoncillos, ¿recuerdas? Y créeme, no es para tomárselo así.

Le bastó ver la expresión de frialdad del rostro de él para darse cuenta de que no había elegido bien sus palabras.

La tensión entre ellos no mejoró cuando pasó corriendo cerca de su casa al día siguiente justo en el momento en que Zac salía a recibir al técnico de electrodomésticos. La joven lo saludó con la cabeza, él se volvió de mala gana para devolverle el saludo y en ese momento le cayeron un montón de globos de agua en la cara. Por alguna razón, pareció culparla a ella de su descuido.

Fue necesaria una situación de crisis para que establecieran una tregua. Eso ocurrió al día siguiente, cuando Vanessa recibió una llamada de Mike invitándola a asistir al lanzamiento de su globo de aire caliente. Corrió hasta la casa para alertar a Zac, quien se precipitó escaleras arriba y consiguió rescatar a David, el piloto, segundos antes de que el globo saltara desde la terraza impulsado por Mike y Alex.

Una revisión posterior del artefacto les mostró que consistía en una sábana grande atada a una cesta de plástico y propulsado por un ventilador de pila. Zac y Vanessa miraron a los niños, se miraron el uno al otro y compartieron su primer momento de comprensión.

Eso fue el comienzo de algo.

Una relación más civilizada pero que todavía era incómoda cuando Vanessa se dirigió a la piscina al día siguiente y oyó unos gritos de mujer. Entró corriendo en la cocina y se encontró a Zac tratando de calmar a la señora Claus, que había vuelto al trabajo y encontrado a Brutus de caza en la despensa. La mujer se tranquilizó al fin, con ayuda de Vanessa, pero anunció que se marchaba para siempre.

Una relación que se convirtió casi en una especie de alianza cuando vieron el increíble mural que habían pintado los niños en la pared de la sala de estar y tuvieron que enfrentarse juntos a una sucesión interminable de fregaderos y lavabos atorados. Les ayudó el hecho de reencontrarse con viejos amigos del Departamento de Bomberos el día en que los niños intentaron un experimento en el porche que incluía hierba seca, el sol y una lupa. Y la relación se afianzó más el día que buscaron juntos a los niños perdidos y encontraron a Mike en la carretera con un frasco lleno de saltamontes en la mano mientras Alex agitaba una pancarta en la que pedían un dólar por ver al «Niño Comedor de Alimañas». El comensal, por supuesto, no era otro que David.

Vanessa sonreía mientras recorría el sendero que conducía hasta la casa. Era probable que esa última crisis tuviera tan poca gravedad como las anteriores. Si tuviera un mínimo de sentido común, se habría quedado en su casa, lejos de Zac. Pero no podía.

En parte por la súplica de Alex. En parte porque se sentía responsable, ya que había sido ella la que, con sus maniobras, provocó el que Zac quisiera hacer de padre.

Pero, sobre todo, por algo que estaba pasando entre ellos. Algo suave, lento e indefinible, pero que estaba cargado de electricidad.

Al salir de entre los árboles, movió la cabeza. Como esperaba, Alex la esperaba impaciente en la puerta.

Alex: Vamos -susurró-.

Cuando estuvo lo bastante cerca, le cogió la mano y la metió en el vestíbulo.

Ness: ¿Alex?

Alex: ¿Qué? -repuso empezando a subir las escaleras-.

Ness: ¿Por qué hablamos en susurros?

Alex: Porque David y Mike están dormidos.

Vanessa se detuvo.

Ness: Pero yo creía que querías que hablara con David.

Alex: No -le apretó la mano con fuerza y ella volvió a subir escalones-.

Ness: Entonces, ¿qué quieres?

Alex: Quiero que hables con papá.

Vanessa se detuvo y tiró del niño hasta que se volvió a mirarla.

Ness: ¿Cómo?

Alex: Shhh.

La joven frunció el ceño, pero bajó la voz.

Ness: ¿Qué es lo que has dicho?

Alex: Papá le va a decir a David que Tic y Tac están muertos. Tienes que impedírselo.

Ness: Alex, no puedo hacer eso.

Alex: ¿Por qué no?

Ness: Porque yo no puedo decirle a tu padre lo que tiene que hacer.

Alex: Tienes que hacerlo -dijo muy serio-. Si no, David creerá que es un asesino.

Ness: Vamos, ¿no crees que exageras? Tu padre no…

**: ¿Qué? -interrumpió una voz masculina-. ¿No castigaría de por vida a un niño de ocho años?

Vanessa levantó la vista y vio a Zac. Su pulso se aceleró.

Ness: Hola.

Zac: Hola.

El hombre, ataviado con pantalones blancos y un polo verde, lucía el mismo aspecto impecable de siempre. Su cabello castaño liso era un poco más largo que cuando se conocieron, pero sus ojos azules seguían igual de intensos.

Vanessa contrastó el aspecto de él con sus pantalones y camiseta de correr, su pelo recogido en una goma y la cara sudorosa por la carrera.

Zac: ¿Queréis decirme lo que pasa aquí?

Ness: No especialmente -repuso con sinceridad-.

Zac: No me gusta hablar así, pero si te encuentras a alguien paseando a escondidas por tu casa y le pides una explicación, ésa no es una respuesta aceptable.

La joven suspiró.

Ness: Estoy aquí porque me ha llamado Alex.

Zac: Sí, ya me lo imagino. Entrad los dos en mi estudio -miró a su hijo mayor-. Ahora puedes decirme qué has hecho esta vez.

Ness: Alex no ha hecho nada, Zac. Está preocupado por David.

Zac: Eso fue lo que le dijo a la señorita Hannigan -murmuró. Vio la mirada de confusión de la joven-. Olvídalo. Dime qué haces aquí.

Ness: ¿Es cierto que los peces de David han muerto?

Zac: Sí.

Ness: Bueno, ¿y qué vas a hacer al respecto?

Zac: No pienso montar un velatorio, si eso es lo que tenéis en mente -dijo con decisión-.

Ness: ¡Oh, no! No. Solo queríamos saber qué le vas a decir a David.

Zac: Eso es fácil. Le diré que lo siento mucho, pero que sus peces han muerto debido a un desgraciado accidente.

Alex lanzó una mirada triunfante a Vanessa.

Alex: ¿Qué te había dicho?

La joven no intentó ocultar su desmayo.

Ness: Pero no puedes hacer eso.

Zac: ¿Por qué no? Es la verdad.

Ness: Pero solo es un niño.

Zac: Nada vive para siempre -dijo con solemnidad-. Cuando antes aprendan eso los niños, mejor. Así comprenderán que no es bueno atarse mucho a nada.

Vanessa lo miró, sorprendida por la brusquedad de aquel comentario. No encajaba bien con el hombre al que había empezado a conocer en las últimas semanas. Tuvo la sensación de que acababa de comunicarle algo importante, pero no fue lo bastante lista para adivinar de qué se trataba.

Zac: ¿Y bien? ¿Qué quieres que diga? ¿Quieres que le mienta? ¿Qué le diga que los peces se han levantado temprano y se han ido al “Mundo Marino” de vacaciones?

Vanessa comprendió que no se trataba tanto de que quisiera decirle a David la dolorosa verdad como de que no veía otra alternativa.

Ness: Si hubiera una solución que te impidiera tener que decir algo, ¿la aceptarías?

Zac: ¿Tú qué crees?

Se atusó el pelo y la joven tuvo que apretar las manos para reprimir el impulso de acariciárselo.

Zac: Pero no se puede hacer nada -prosiguió-. Es imposible revivirlos.

Ness: No estaba pensando en revivirlos, sino en remplazados. Si me prestas a Alex y tu coche, podremos ir a la ciudad y volver antes de que David se despierte.

Zac la miró con detenimiento. Por un momento le pareció ver un rastro de admiración en sus ojos.

Zac: Maldición -exclamó con vehemencia-. ¿Por qué no se me ha ocurrido a mí?

Ness: No te preocupes -el corazón le latía con fuerza-. No puedes pensar en todo.

Alex: Sí, papá -intervino-. Para eso tenemos a Vanessa.


El teléfono de la cabaña comenzó a sonar.

Vanessa gimió, abrió un ojo y parpadeó ante la luz pálida del amanecer que entraba por la ventana. Miró adormilada a su alrededor.

Era demasiado pronto para levantarse, en particular teniendo en cuenta que había permanecido despierta gran parte de la noche pensando hasta llegar a la conclusión de que Alex estaba haciendo de casamentero.

Era tan evidente, que no supo cómo no se había dado cuenta antes.

Bueno, sabía desde el principio que les gustaba a los niños, y el sentimiento era mutuo. Y sabía que los tres estaban cansados de niñeras y de las ausencias frecuentes de su padre. Y había sospechado alguna vez que no era solo coincidencia el hecho de que siempre que la necesitaban para algo, acabara cara a cara con Zac.

Pero hasta aquel día, no había aceptado la verdad. ¿Era posible que hubiera decidido ignorarla inconscientemente?

Sí, podía ser. Igual que había ignorado también las preguntas que la atormentaban en las últimas semanas.

¿Qué quería de Zac? ¿Qué quería para él? ¿Qué quería para sí misma?

La segunda pregunta era la más fácil de responder. Quería que Zac tuviera con sus hijos la relación que no había tenido ella con sus padres. No solo porque los niños lo necesitaban, sino también porque cada día veía más claro lo mucho que los necesitaba él a ellos.

Más difícil era pensar qué quería ella de Zac. Aunque su camaradería cortés no estaba mal, no le bastaba con eso, ya que no podía ocultar su innegable atracción física por él. Cada vez que lo veía, que hablaban, tenía que reprimir las ganas de tocarlo.

Lo deseaba. Lo cual, por supuesto, respondía a la tercera pregunta. Quería ser para él una mujer que le interesara no solo como objeto sexual, aunque eso no estaría mal para empezar, sino también como persona. Una persona capaz de atravesar la barrera que levantaba él siempre que las cosas empezaban a ponerse interesantes.

Por supuesto, las probabilidades de que eso ocurriera eran mínimas. Era evidente que sus sentimientos por Zac no eran correspondidos y sus esperanzas en esa dirección carecían de fundamento.

Movió la cabeza. ¿Acaso no había aprendido por experiencia que la única persona con la que se puede contar para cubrir las necesidades propias es uno mismo? ¿No había aprendido desde pequeña a ser responsable de su propia felicidad? ¿No sabía ya que la vida era demasiado corta para esperar a que otra persona la llenara?

Sí. Desde luego. Y por eso había llegado el momento de dejar de pasarse las noches despierta pensando en Zac y esperando que ocurriera algo que no iba a ocurrir. Había llegado el momento de concentrarse en el futuro.

El teléfono volvió a sonar. Bostezó, se sentó en la cama y se apartó el pelo del rostro.

Ness: Ya voy -murmuró. Saltó de la cama-. ¿Diga?

Alex: ¿Vanessa?

La joven miró el reloj digital del vídeo.

Ness: Son las siete menos cuarto, Alex.

Alex: Lo sé, ¿pero puedes venir ahora?

Ness: No, no puedo -replicó con firmeza-.

Esta vez has ido demasiado lejos, muchacho.

Alex: ¡Pero tienes que venir!

Notó entonces que la voz del niño parecía más agitada que de costumbre.

Ness: ¿Qué ocurre?

Alex: Se trata de papá. Tienes que venir ahora mismo.

Ness: Alex…

Alex: ¿Por favor, Vanessa? No puedo despertarlo.

A Vanessa el corazón se le paralizó en el pecho.

Ness: ¡Oh, Dios mío! Escúchame, Alex. Llama al 911 y luego ábreme la puerta. Ahora mismo voy.

Soltó el teléfono y miró a su alrededor. Divisó sus zapatillas de correr y se las puso. Luego abrió la puerta y salió corriendo por el sendero que unía las dos viviendas.

Trató de imaginar lo que podía haber ocurrido. ¿Sería un ataque cardíaco? Contuvo el aliento. Sabía muy pocas cosas de Zac. Tal vez tuviera problemas de salud que desconocía: tensión arterial alta, un soplo en el corazón, diabetes, un tumor cerebral.

¡Cielo Santo! ¡Si al menos no hubiera intentado convencerlo de que se quedara con los niños! Si se moría, ellos quedarían huérfanos y todo sería culpa suya.

Salió corriendo al claro que rodeaba la casa y subió las escaleras sin detenerse.

Cruzó el ala de los niños y se preguntó dónde estaría Alex. ¿Llamando por teléfono, tal vez? Se disponía a gritar su nombre cuando recordó que no sabía si los otros niños estaban o no despiertos. Por un momento, pensó que era muy raro que hubiera intentado despertar a su padre a una hora tan temprana, pero lo olvidó en seguida, pendiente solo de llegar a su destino.

Se detuvo en el umbral de la habitación de Zac. Unas cortinas pesadas cubrían los ventanales de cristal que conducían a la terraza. A su derecha estaban las puertas del vestidor y del cuarto de baño. Por la claraboya del techo, entraba luz.

La cama estaba justo delante de ella. Era ancha y baja, cubierta con una colcha de seda azul oscura. Una forma grande e inmóvil yacía en el centro.

Respiró hondo y se acercó de puntillas.

Zac estaba tumbado boca arriba, con los brazos estirados y la ropa de la cama por la cintura. Su pecho era amplio y bien modelado. Un manto de vello suave se extendía de pezón a pezón, estrechándose después en una línea más fina que separaba en dos su abdomen y se perdía bajo las sábanas.

Vio con alivio que su torso y hombros se levantaban ligeramente. Al menos, respiraba.

Lo cual no indicaba nada; podía estar inconsciente; podía estar en coma.

Sin embargo, no pudo evitar notar que en reposo parecía distinto. Más joven y vulnerable.

Se inclinó y colocó la palma de su mano sobre el hombro de él.

Ness: ¿Zac? -susurró-.

Su piel era cálida y suave, como raso calentado por el sol. El tocarle le produjo un cosquilleo en el brazo, que no tardó en convertirse en un escalofrío.

Vanessa se esforzó por ignorarlo. Lo sacudió ligeramente.

Ness: ¿Zac?

El hombre sonrió.

Zac: ¿Vanessa? -murmuró con voz ronca-.

A la joven le dio un vuelco el corazón y volvió a tocarle el hombro.

Ness: Despierta, Zac. Por favor.

Por un segundo, no ocurrió nada. Luego sus ojos se abrieron y la miró atónito. Se incorporó con un grito estrangulado y se subió las sábanas hasta la barbilla.

Zac: ¿Qué diablos haces aquí? -gritó-.

Vanessa retrocedió con un grito.

***: ¡Sorpresa! -gritaron los niños desde la puerta-.

Entraron sonrientes en el cuarto y se acercaron a los adultos.

Alex: Os hemos preparado el desayuno en la cama -dijo ignorando la tensión que impregnaba la atmósfera-.

Llevaba una bandeja en las manos.

Mike: Para nuestros dos adultos favoritos -anunció con orgullo-.

David: Porque papá es nuestro papá y Vanessa es nuestra amiga -contribuyó con timidez-.

Mike: ¿A que os hemos dado una sorpresa? -sonrió-. Seguro que no habríais pensado nunca que pudiéramos hacer algo tan estupendo.

Alex: Sí -asintió-. Pero lo hemos hecho -dejó la bandeja sobre la cama-. Ahora podemos estar todos juntos como una verdadera familia.

Zac miró a su hijo. Su rostro adquirió un color púrpura que hizo temer a Vanessa que tuviera un ataque de verdad. Movió la cabeza.

Zac: No puedo… -se detuvo, demasiado afectado para proseguir-.

Alex: No te preocupes, papá -sonrió-. No es necesario que nos des las gracias. Para eso estamos.




Estos niños se las saben todas, Qué cosas inventan XD
Son muy monos. Pero creo que Zac se va a enfadar =S

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¡Un besi!


1 comentarios:

Maria jose dijo...

Jajaja esa última broma fue muy buena
Pobre Vanessa se preocupó mucho
Esos niños son tiernos y unos diablitos cuendo
Quieran
Síguela pronto esa muy buena
Espero que zac esté bien ya no puede más con sus hijos

Síguela

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