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lunes, 16 de noviembre de 2015

Capítulo 3


Vanessa corría por uno de los senderos arbolados que rodeaban la propiedad. Después de dejar sus cosas en la cabaña, decidió salir a hacer footing con la esperanza de que el ejercicio la ayudara a controlar las emociones que le había producido su encuentro con Zac Efron.

Pero no había sido así. Por mucho que lo intentaba, no podía quitárselo de la cabeza.

Se dijo que su preocupación se debía solo a los niños. Eran unos chicos inteligentes, cariñosos y divertidos que, en pocas semanas, habían sabido abrirse paso hasta su corazón. Principalmente porque eran unos niños maravillosos, pero también porque buscaban desesperadamente la atención de unos adultos. Y eso era algo con lo que Vanessa podía identificarse.

De niña había conocido la indiferencia paterna, consecuencia de ser educada por dos profesionales tan concentrados en sus carreras que no tenían tiempo para su única hija. En el caso de Vanessa, esa experiencia había servido para hacerla independiente, autosuficiente y llena de motivaciones. Pero se había sentido sola al crecer y eso no era algo que quisiera tener en común con Alex, David y Mike.

Ellos se merecían algo mejor, así que supuso que ésa era la razón por la que no podía apartar de su mente a su padre.

Pensó que sería distinto si él se hubiera mostrado más asequible. Entonces podría haber hablado con él, pero, lamentablemente, parecía que el encanto de los niños y su sentido del humor procedía en su totalidad de su madre.

Al salir al claro delante de la cabaña, se prometió que, si se presentaba la oportunidad, intentaría mejorar la situación de los niños. Era lo menos que podía hacer después del modo en que le habían abierto su casa y sus corazones en las últimas semanas.

Redujo la carrera hasta quedarse al paso y se secó el rostro sudoroso con la punta de la camiseta. A primera vista, la cabaña parecía una estructura sencilla, con un porche pequeño y un aparcamiento modesto. Pero su aspecto inicial era engañoso, ya que el tejado bajaba hasta una pared trasera construida enteramente de cristal y desde la que se disfrutaba una vista increíble de Puget Sound.

El interior resultaba abierto y aireado. La cocina, la sala de estar y el dormitorio formaban una estancia abierta, equipada con todas las modernidades. Los sofás y sillones agrupados en torno a la enorme chimenea de piedra estaban cubiertos de terciopelo de tonos claros. Había un aparato de música, televisión y vídeo. La cama, situada sobre una plataforma en una de las esquinas, era enorme, pero muy cómoda.

Sin embargo, eran las vistas lo que más placer causaba a Vanessa. Aquel día, el sol del atardecer brillaba como polvo de oro sobre la línea azul de agua que llenaba el horizonte. Un catamarán se movía con el viento, con las velas blancas desplegadas. Más lejos, se veían las islas de color púrpura grisáceo, pero la luz dorada ocultaba su silueta.

Suspiró de placer, se quitó las zapatillas y entró en el cuarto de baño, desnudándose por el camino.

Se lavó el pelo y se estaba duchando cuando oyó llamar a la puerta de la cabaña. Cerró el grifo y salió de la ducha. Cogió una toalla y se secó el pelo.

Ness: Un momento. Ya voy. -Se puso a toda prisa una camiseta y un par de pantalones cortos limpios y corrió a abrir-. ¿Qué pasa?

***: : Hola, Vanessa.

Alex, Mike y David sonreían en el umbral con el rostro recién lavado.

Alex: Apuesto a que te sorprendes de vernos.

Ness: ¿Qué hacéis aquí?

Alex: Hemos venido a ver si quieres llevarnos a la ciudad a comer pizza.

Ness: Bueno, yo…

David: Iba a llevarnos papá, pero se ha dejado el coche en marcha y no puede -explicó con tristeza-.

Mike: Sí. Y luego ha dicho que nos haría la cena, pero ha llamado la mujer de la agencia y el queso se ha quemado y nos ha gritado y hemos llorado -prosiguió-.

Zac: Ya es suficiente, Michael -musitó detrás de él-. ¿No tendrá usted por casualidad cables para la batería, verdad?

Vanessa negó con la cabeza, mientras lo miraba con ojos muy abiertos. Vio que él también se había duchado. Iba recién afeitado y estaba fantástico, con una camisa negra suelta y unos pantalones negros de sport. Se estremeció y casi de inmediato se ruborizó.

Hasta unos segundos después no comprendió que parte de sus escalofríos se debían a la brisa. Bajó la vista y descubrió que el aire le subía la parte baja de la camiseta, dejando al descubierto su carne de gallina.

Zac siguió su mirada y comprendió que había cometido un error al pensar que su piel era su único atributo memorable. El resto de ella era también excepcional. Supo sin lugar a dudas que ella no llevaba ropa interior y su cuerpo se puso tenso.

Aquello lo irritó. ¿Qué le pasaba a aquella chica? ¿Por qué tenía que salir a la puerta prácticamente desnuda? ¿No se daba cuenta de que cualquiera podía verla así?

Apartó la mirada de la curva de sus senos y la volvió hacia sus hijos.

Zac: Ya os he dicho que esto no era buena idea. Creo que no llegamos en buen momento. Iremos a cenar mañana por la noche cuando haya arreglado el coche.

Alex no se movió de su sitio.

Alex: Pero papá. Tú has dicho que se lo preguntarías.

Mike: Sí. Nos hemos vuelto a lavar la cara y todo -miró a su padre con ojos muy abiertos-. Lo has prometido.

Zac miró aquellos ojos tan parecidos a los de Allison y suspiró con resignación.

Zac: Mire -dijo, dirigiéndose a Vanessa-. Veo que no es un buen momento, pero los niños querían saber si podía llevarnos a la ciudad. Por supuesto, estaré encantado de pagarle por las molestias y…

Alex: Queremos que cenes con nosotros -terminó-.

Zac se volvió hacia su hijo.

Zac: ¿En serio?

Alex: Sí, porque es lo más correcto. ¿No es verdad, papá?

Zac: Sí, desde luego -replicó apretando los dientes-.

Vanessa no intentó ocultar que no creía sus palabras.

Ness: ¿De verdad? -preguntó, escéptica-.

Los tres niños miraron a su padre expectantes.

Zac: Sería un honor.

Vanessa percibió su falta de entusiasmo. Desde luego, aquel hombre no tenía por qué preocuparse. Ella tenía cosas mejores que hacer que pasar la velada con un hombre que parecía mirarla con el mismo entusiasmo con el que miran muchas personas a su dentista.

Aunque tenía que admitir que una parte de ella disfrutaba con la incomodidad de él. Y había una posibilidad de que una velada pasada al lado de alguien tan frío la curara de las sensaciones que la embargaban cada vez que se acercaba a él. Sería una especie de terapia de aversión.

Ness: Lo siento, no sé si… -bajó la vista y miró a Alex, que tiraba de su camiseta-. ¿Qué?

Alex: ¿Por favor? Queremos que vengas, de verdad.

Mike: Y tengo mucha hambre -añadió con tristeza-.

David se adelantó y le cogió una mano.

David: ¿Por favor?

Ness: Está bien. Estaré encantada -musitó segura de que lamentaría más tarde su decisión-.

***: Muy bien -gritaron los tres niños al unísono-.

Se acercaron a abrazarla.

Vanessa olvidó a Zac y les devolvió el abrazo.

Ness: Dejadme que me peine un poco, me calce y coja mis llaves, ¿vale? -se apartó de la puerta y les hizo señales para que entraran-. Solo tardaré un minuto.

Alex sonrió a su padre, mientras Mike y David daban saltos de alegría.

Alex: ¿No te encanta, papá? Esto es fantástico.

Zac: Oh, sí -musitó contemplando el trasero de la joven-. Fantástico.

Confió con todas sus fuerzas en que Vanessa se pusiera también ropa interior.


Port Sandy había sido fundado en 1889. En sus orígenes fue un puerto activo de pesca, pero con el tiempo llegó a depender más de los dólares de los turistas. Las tiendas de antigüedades, librerías, tiendas de regalos y heladerías cubrían el Paseo Marítimo, de un kilómetro de longitud. La bahía estaba llena de barcos de todos los tamaños y formas y en las colinas circundantes se veían casas victorianas pintadas de colores pasteles suaves.

La pizzería Letsa Eatsa era un local poco turístico situado en una calle lateral. Tenía una docena de reservados, media docena de mesas, una máquina de música, un par de mesas de billar y una arcada con vídeo juegos.

Aquella noche no estaba muy concurrido, debido quizá al buen tiempo. Zac se dirigió al reservado más grande, pero Alex cogió a sus hermanos del brazo y los sentó casi a la fuerza en el banco de otro más pequeño.

Alex: Queremos sentarnos aquí -dijo con firmeza-.

Su padre abrió la boca para protestar, ya que allí se vería obligado a compartir el banco con Vanessa, pero la mirada de desmayo de ella le hizo cambiar de idea.

Zac: Usted primero -se oyó decir-.

La joven lo miró de soslayo y Zac reprimió un juramento al sentir que el pecho de ella rozaba un momento su brazo. Al parecer, solo se había puesto la mitad de la ropa interior.

Vanessa se sentó con cuidado en el banco vacío y se acercó tanto como le fue posible a la pared.

Zac se instaló a su lado, cuidando de no tocarla.

Alex les sonrió a los dos.

Alex: ¿Verdad que esto es divertido?

Zac y Ness: Mucho -murmuraron-.

Alex: ¿Podemos jugar con las máquinas?

Zac: No.

Zac no estaba de humor para quedarse a solas con Vanessa Hudgens. Aunque no la miraba, sentía su calor a pocos centímetros de su cuerpo. Y aunque sabía que su estado tenía que ser consecuencia de su cansancio y frustración, eso no hacía que le resultara más fácil tolerar la respuesta lujuriosa de su cuerpo. Además, eran los niños los que la habían invitado, así que lo menos que podían hacer era acompañarla.

Mike: Pero yo quiero jugar a Invasores del Espacio. Por favor, papá.

Zac: No.

Alex: Ah, vamos. ¿Solo unas partidas?

Mike: ¿Por favor, por favor, por favor? -suplicó-.

Zac: No tengo monedas sueltas.

En cuanto lo hubo dicho, supo que era un error. Los rostros de los niños se iluminaron de inmediato.

Alex: Apuesto a que Vanessa sí tiene. Ella siempre se acuerda de traerlas para nosotros, ¿verdad, Vanessa?

La joven vaciló un momento. Cuatro pares de ojos la contemplaban a la vez. Tres de ellos brillaban con una confianza completa; el otro le lanzaba una mirada de advertencia.

Ness: Creo que vuestro padre ha dicho que no.

Alex: Pero si dijera que sí, ¿tendrías monedas? -persistió-.

Ness: Bueno, sí, pero…

Alex: ¡Lo sabía! -miró a su padre-. ¿Lo ves? Ella sí tiene. ¿Podemos jugar, por favor?

Zac: Bueno, puesto que Vanessa tiene monedas, ¿por qué no? -le lanzó una mirada tan fría que podría haber congelado a un oso polar-.

La joven apretó los dientes para contener la réplica que pensaba lanzarle. Después de todo, aquello era una terapia, ¿no? En cualquier momento, sus hormonas se despertarían y comprenderían que Zac era más insoportable que sexy y los estremecimientos que la recorrían cada vez que él se acercaba a ella desaparecerían.

Buscó en su bolso y sacó dos paquetes de monedas, que dividió a partes iguales entre los tres niños.

Mike y David: Gracias.

Los dos pequeños salieron a toda prisa del reservado. Alex se quedó un momento más.

Alex: ¿Lo ves, papá? ¿No te había dicho que es maravillosa? -sonrió y le dio un golpecito en el hombro a Zac-. Ahora podéis charlar los dos tranquilamente. Y no te preocupes por los pequeños; yo cuidaré de ellos.

Se alejó corriendo. Vanessa, confundida por su generosa oferta, miró de soslayo a Zac.

Ness: ¿A qué cree que viene eso?

Zac: Ni idea.

Miró a la camarera, que se acercaba a tomar el pedido. En cuanto la mujer terminó, salió del asiento y se colocó en el banco de enfrente.

Vanessa suspiró aliviada, sintiendo que al fin podía respirar de nuevo. Aun así, los envolvió un silencio incómodo, que no terminó hasta que regresó la camarera con una cesta de pan, una jarra de limonada y cinco vasos.

Zac llenó uno de los vasos y se lo tendió.

Zac: Así que es usted amiga de Andrew.

Ness: Sí, pero…

Zac: No en el sentido bíblico -terminó en su lugar-. Ya me lo ha dicho. Además -la miró detenidamente-, no es usted su tipo.

Vanessa se preguntó a qué se referiría con aquello, pero decidió que no quería saberlo.

Ness: Gracias a Dios. Él tampoco es el mío.

Zac: ¿Y cómo está mi hermano?

Ness: Muy bien -sonrió-. La última vez que lo vi estaba en plena forma, quejándose de que la cerveza italiana es mucho peor que la de Schlitz.

Una sonrisa curvó los labios de Zac.

Zac: ¿Dónde fue eso?

Ness: En Trieste. Acabábamos de regresar de pasar una semana en Bosnia.

Zac: Hmmm -miró las profundidades de su vaso-. ¿Y cómo terminó usted aquí? Parece un lugar extraño para que una periodista famosa se venga de vacaciones.

Vanessa consideró su respuesta. No quería mentir, pero no estaba segura de querer ser sincera con él.

Ness: ¿Se creería que estoy escribiendo un artículo sobre ayuda en el hogar?

Zac: No. ¿Por qué no me dice la verdad?

La joven suspiró.

Ness: Temía que diría eso -cogió un palito de pan-. A decir verdad, estoy considerando un cambio de profesión y su hermano tuvo la amabilidad de ofrecerme su casa para pensarlo.

Zac la miró con escepticismo.

Zac: ¿Está pensando de verdad en cambiar de carrera?

Ness: Sí -se encogió de hombros-. Quiero probar algo distinto.

Zac: ¿Cómo qué?

Ness: No lo sé -pero sí sabía que le gustaba más hacer preguntas que responderlas-. A lo mejor me dedico a cuidar niños. La paga es buena.

El hombre la miró con amargura.

Zac: Muy graciosa.

Ness: ¿Qué me dice de usted? ¿Consiguió cerrar ese trato?

Zac tomó un sorbo de su vaso y asintió con la cabeza.

Zac: Sí. Y ya era hora. Tengo que estar en el suroeste la semana que viene y empezaba a pensar que no conseguiría llegar a tiempo.

Ness: Oh -exclamó con desmayo-.

Zac: ¿Le preocupa eso? -preguntó tenso-.

Ness: No, claro que no. Es solo que acaba usted de llegar a casa.

Zac apretó la mandíbula, pero cuando habló, lo hizo con voz neutral.

Zac: Así es. Y me marcho de nuevo la semana que viene. Tengo que ganarme la vida como todo el mundo.

Ness: Pero…

Zac: Escuche, estoy seguro de que sus intenciones son buenas -dijo con impaciencia-. Y le agradezco mucho lo que ha hecho estos últimos días. Es evidente que les gusta mucho a los niños. Pero no necesito que nadie me diga cómo debo educar a mis hijos. Soy muy capaz de darles todo lo que necesitan.

Ness: Excepto su compañía -murmuró-.

Zac: ¿Cómo dice?

Ness: Nada -replicó atónita ante su presunción-.

¿Quién era ella para juzgar?

Afortunadamente, en ese momento las voces de los niños reclamaron su atención.

Alex: Me toca a mí, Mike.

Mike: No es cierto. Me falta una partida, Alex.

Zac se puso en pie.

Zac: Disculpe. Voy a ver qué ocurre.

Se alejó y Vanessa se volvió para mirarlo, curiosa por ver cómo afrontaría la situación.

Zac resolvió la disputa con unas palabras firmes y lanzando una moneda al aire. Luego se inclinó para escuchar a David, asintió con la cabeza y desapareció un momento de la vista para volver a aparecer con un taburete alto de goma que colocó delante de uno de los juegos.

Vanessa tuvo que admitir que todo aquello la había dejado perpleja. El hombre no se comportaba como un padre indiferente y ausente. Su perplejidad aumentó al ver que alzaba a David hasta el taburete y el niño le daba un abrazo espontáneo por sus molestias. Zac se quedó un momento inmóvil y luego se apartó con rapidez. ¿Qué le pasaba?

No tuvo tiempo de pensarlo, ya que la camarera eligió aquel momento para aparecer con las pizzas y los niños volvieron gritando a la mesa. Pasó un rato antes de que todos se hubieran calmado lo suficiente para poder mantener una conversación.

Alex: ¿Lo estás pasando bien? -preguntó después de comerse cuatro trozos de pizza sin respirar-.

Ness: Claro que sí -sonrió-.

Alex: Me alegro -miró a su padre-. ¿Y tú?

Zac: También -repuso con brusquedad-.

Alex se volvió hacia Vanessa.

Alex: El tío James dice que papá es un buen partido. Tiene un coche grande, una casa grande y…

Zac: ¡Alex! -lo interrumpió-. Ya es suficiente.

Alex: Caramba, papá, No he dicho nada malo, ¿verdad?

Zac: No es de buena educación repetir lo que te dicen otras personas -le informó evitando la mirada divertida de Vanessa-.

El niño pensó un momento en aquello.

Alex: ¿Te refieres a que no debería decir que el tío Andrew dice que eres un cascarrabias porque nunca coges vacaciones? -preguntó con aire inocente-.

Vanessa inclinó la cabeza y tosió para reprimir un ataque de risa. La camarera se acercó a la mesa con una caja para los trozos sobrantes de pizza y la cuenta. La joven tendió la mano para cogerla sin pensar en lo que hacía. Zac hizo lo mismo.

Sus dedos se rozaron. La mano de él se cerró sobre la de ella. Se miraron a los ojos.

Vanessa sintió un calor repentino, pero se dijo que no era nada; probablemente estaba incubando la gripe.

Zac señaló la cuenta con un movimiento de cabeza.

Zac: Ya me ocupo yo.

La joven apartó la mano y se las arregló para sonreír.

Ness: Como quiera.

Por un segundo, hubiera jurado ver un brillo peligroso en los ojos de él. Luego Mike tiró la limonada que quedaba en la jarra en las rodillas de su padre y Zac se puso en pie con un grito de sorpresa.

Aquello acabó con la situación.




Vaya primera cita han tenido XD
Esperemos que la próxima vaya mejor.

¡Thank you por los coments y las visitas!
¡Comentad, please!

¡Un besi!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Muy buena, espero ya el primer beso
Ojalá y sea en el próximo capítulo
Me gusta mucho como los dos ya se
Sienten atraídos mutuamente
Espero y ya no se controlen y se lo demuestren
Síguela pronto

Unknown dijo...

Me encanto este capitulo, fue como una salida familiar! Los hijos de Zac son muy inteligentes, van a traerle muchos problemas al pobre Zac me parece.
Y ya se nota que hay atracción entre Zanessa y me encanta, solo tienen que asumirlo.



Sube pronto :)

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