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viernes, 20 de noviembre de 2015

Capítulo 4


Alex: Ha sido muy divertido -se rió cuando Zac lo arropó en su cama-. Has saltado como un cohete.

Zac: Me alegro de que te haya parecido gracioso.

Solo deseaba irse a la cama. David y Mike estaban ya durmiendo. Lo único que lo separaba del anhelado descanso era Alex, que parecía muy animado y dispuesto a charlar largo rato.

Alex: Papá, ¿crees que los gatos tienen ombligo?

Zac se enderezó y se quedó mirando a su hijo.

Alex: ¿Tienen o no? -repitió-.

El hombre se dio cuenta de que no tenía ni idea de lo que pensaba su hijo. Una sospecha cruzó por su mente. Después de la cena, recorrió el zoo familiar, que no había dejado de crecer durante su ausencia. Había un hámster, un periquito, cinco peces tropicales, el ratón Brutus, un lagarto, una serpiente, un murciélago herido que los niños aseguraban estar curando y las famosas Ike y Spike, que resultaron ser un par de tarántulas. Pero no recordaba ningún gato.

Zac: ¿Por qué lo quieres saber? No tenemos uno, ¿verdad?

Alex sonrió y negó con la cabeza.

Alex: No. Solo es curiosidad.

Zac, aliviado, comenzó a recoger la ropa tirada por el suelo.

Alex: ¿Papá?

Zac: ¿Sí?

Alex: ¿Tú querías a mamá?

El cambio de tema lo cogió desprevenido.

Zac: ¿Qué?

Alex: ¿Querías a mamá?

Zac: Sí, mucho.

Alex: ¿Crees que era bonita?

Zac: Creo que era muy guapa.

Había conocido a Allison en la universidad: una chica rubia de ojos azules, voz suave y buen corazón, tan delicada como una princesa de cuento de hadas. Se enamoró de ella la primera vez que la vio.

Alex: ¿Te gustaba estar casado?

Zac: Sí.

Se inclinó para coger un calcetín. Miró a su alrededor, pero no vio el otro.

Alex: Y eso significa que te gustaría volver a casarte, ¿verdad?

Zac: Tal vez.

Pero no era probable. Zac no olvidaría nunca lo que sintió después de la muerte de Allison, como si alguien le hubiera metido una mano por la garganta para arrancarle el corazón. No olvidaría tampoco el miedo, la confusión y la tristeza de los rostros de sus hijos. No tenía intención de volver a sentirse nunca tan vulnerable.

Zac: No es tan fácil, Alex -añadió-. Tendría que conocer a la mujer adecuada y ella tendría que ser muy especial.

El niño pensó un momento en aquello.

Alex: Vanessa es especial -dijo al fin-. Y también es guapa. ¿A ti no te lo parece?

Zac recordó el momento de la cena en que le cogió la mano a la joven. La suavidad de su piel, los frágiles huesos de debajo, la delicadeza de sus dedos comparados con los de él. Recordó también cómo le latió el pulso y el rubor que se extendió por el rostro de ella cuando se miraron.

Alex: ¿Y bien? -insistió-. ¿No te parece guapa?

Zac: Desde luego. Es hora de dormir -dijo con firmeza-.

Alex: Pero no estoy cansado.

Zac: Pues yo sí.

Alex: Vale. Solo una pregunta más. No te irás en una temporada, ¿verdad?

Zac suspiró.

Zac: Me temo que sí, Alex.

El niño se incorporó en el acto.

Alex: Pero no puedes. ¿Quién va a cuidar de nosotros?

Zac: La señora Layman me enviará algunas mujeres para entrevistarlas mañana.

Alex: Pero nosotros no queremos otra niñera estúpida. Son espantosas.

Zac: Escucha -lo interrumpió-. Hablaremos de eso mañana, ¿vale?

El niño se dejó caer de nuevo sobre la cama.

Alex: ¿Me lo prometes?

Zac: Te lo prometo.

Alex: ¿Papá?

Zac: ¿Qué?

Alex: No te preocupes por no saber lo del gato. Se lo preguntaré a Vanessa. Ella lo sabe todo.

Zac suspiró.

Zac: De acuerdo -dijo, dirigiéndose hacia la puerta-.

Alex: ¿Papá?

El hombre se volvió.

Zac: ¿Qué quieres ahora?

Alex: Me alegro de que estés en casa. Te he echado de menos.

Sonrió con dulzura y cerró los ojos.

A Zac le dio un vuelco el corazón.

Zac: Yo también te he echado de menos, hijo -apagó la luz-. Buenas noches.

Alex esperó hasta que oyó perderse sus pasos en la distancia. Luego salió de la cama, se acercó a la puerta y escuchó. Fue hasta su mesa y encendió la lámpara pequeña que había sobre ella. Cogió su grabadora y la puso en marcha.

Alex: Probando, probando -susurró-. Microcasete número dos.

Carraspeó, pensó un momento y comenzó a hablar.

Hola, tío Andrew, soy yo otra vez. Alex. Solo quiero decirte que papá ha vuelto a casa por fin y ha conocido a Vanessa. Todo va bien, aunque las cosas no han salido como yo las había planeado.

Pero es que papá no llamó como tenía que haber hecho y Vanessa se cayó por el tubo de la cesta de la ropa y vinieron los bomberos y papá estaba raro. Pero después de que yo le contara lo fantástica que es Vanessa, se alegró tanto que le dio quinientos dólares por haber cuidado tan bien de nosotros. No solo eso, sino que Vanessa, él, los niños y yo hemos salido juntos esta noche por primera vez. Papá y ella se han sentado juntos y papá cree que es guapa. El único problema es que tiene que marcharse otra vez de viaje, así que ha pensado buscarnos otra niñera.

Pero no quiero que te preocupes por eso, porque he pensado en ello y tengo un plan. Lo único que tengo que hacer es asegurarme de que nadie más quiera el empleo y papá le pedirá a Vanessa que lo haga ella y así descubrirá que es la mujer perfecta para nosotros. Sencillo, ¿eh? No creo que nada salga mal. Alex Efron, tu sobrino favorito, se despide por ahora.

Oh, P.D. Te envío nueve dólares con cuarenta centavos para que me compres un anillo grande de diamantes y lo envíes lo antes posible. Gracias.

Alex apagó la grabadora con una mueca de satisfacción. Rebobinó la cinta, la sacó y la metió en un sobre en el que había escrito ya la dirección. Añadió el dinero, chupó el sobre y lo colocó de pie sobre la mesa para asegurarse de que no se olvidaría de echarlo al correo a la mañana siguiente. Luego apagó la luz y se metió en la cama.

Sí. Ya solo le faltaba resolver el problema de la niñera para poder concentrar toda su atención en la «Operación Mamá».

Se quedó dormido sonriendo.


Alex: Todavía no comprendo por qué tenemos que tener una estúpida niñera -dijo a la mañana siguiente, por centésima vez-.

Sus hermanos y él estaban sentados en la sala de estar, amueblada con sofás y sillones blancos, mesas de caoba, macetas de plantas y una alfombra oriental del tamaño de un campo de fútbol.

Estaban ya vestidos y con el rostro y las manos limpias. Sus piernas, demasiado cortas para llegar al suelo, colgaban por el borde del asiento.

Zac: Porque necesitáis a alguien que os cuide -miró su reloj y frunció el ceño-.

Eran las diez y media, lo que significaba que la primera candidata se retrasaba ya quince minutos.

El día empezó a torcerse desde el momento en que se despertó. Después de una noche de poco descanso, en la que no dejó de tener sueños eróticos con Vanessa, consiguió dormirse profundamente poco antes del amanecer.

Cuando abrió los ojos después de las nueve y bajó corriendo, descubrió a los tres niños en la cocina. David había invitado a desayunar a Brutus, pero el animalito se escapó. En la persecución que siguió, los niños tiraron al suelo una lata de harina, los frascos de especias que ocupaban una estantería pequeña y una jarra de zumo de manzana.

Zac se disponía a limpiarlo cuando entró la señora Claus, la sustituía temporal del ama de llaves. Echó un vistazo a aquel lío, dijo que le dolía la cabeza y anunció que se marchaba a casa.

Lo único bueno que había ocurrido fue que la mujer de la agencia se las arregló para conseguir cuatro candidatas para la entrevista. Le aseguró animosa que entre ellas encontraría lo que buscaba, pero Zac no se sentía tan optimista.

Mike: ¿Por qué no puedes cuidarnos tú? -exigió saber-.

Zac: Porque tengo que trabajar.

Alex: ¿Y por qué no puede cuidarnos Vanessa?

Zac: Porque ése no es su trabajo.

Alex: Pero a ella le gustamos.

Zac: Estoy seguro de ello. Pero olvidas que solo estará aquí una temporada corta.

Alex: Pero nosotros queremos que se quede más -replicó testarudo-.

Mike: Y no queremos ninguna niñera estúpida -corroboró-.

Zac: Pues es una lástima, porque sí vais a tener una -se esforzó por reprimir una punzada de remordimientos ante la infelicidad que denotaban las voces de los niños-. Mirad, os prometo que encontraremos a la persona adecuada. -Se acercó a la ventana al oír acercarse un coche-. Allá vamos -dijo, saliendo hacia la puerta principal-. Confiad en mí. Todo saldrá bien.

Alex intercambió una mirada con sus hermanos.

Alex: ¿Ah, sí? -musitó-. Eso ya lo veremos.


La primera candidata era la señorita Hannigan. Tenía poco más de veinte años, cabello castaño rizado y unos ojos azules enormes; estaba delgada como un palillo y parecía bastante tímida.

Zac no tardó en llegar a la conclusión de que carecía de la experiencia suficiente para controlar a los niños. Iba a disculparse cuando, por el rabillo del ojo, vio a Alex empujar a David con el pie.

Un momento después, el más pequeño bajó del sofá y se acercó a su padre.

David: ¿Papá?

Zac: ¿Qué quieres, David?

El niño le hizo señas de que bajara la cabeza para poder hablarle al oído.

David: Tengo que ir al baño.

Zac: ¿Ahora? -El muchachito asintió con solemnidad-. ¿Necesitas ayuda? -El pequeño negó con la cabeza-. Muy bien, pues. Vete.

David salió del cuarto y Zac se volvió hacia la señorita Hannigan.

Zac: Me estaba hablando usted de lo que piensa de la disciplina.

Hannigan: Oh, sí. Creo que si hablamos francamente con los niños sobre su comportamiento negativo…

Alex: ¿Papá?

Zac: Estás interrumpiendo a la señorita Hannigan, Alex.

Alex: Lo siento, pero estoy preocupado por David.

Zac se volvió a mirar a su hijo mayor.

Zac: ¿De verdad?

Alex: Sí -miró con seriedad a la señorita Hannigan-. Mire, es solo un niño pequeño y a veces hace cosas que no debería hacer. Yo soy el mayor, así que intento vigilarlo. Creo que será mejor que vaya a asegurarme de que está bien.

Aquellas palabras, junto con el movimiento que había observado antes, pusieron a Zac en guardia.

Zac: Te diré lo que haremos. Tú te quedas aquí y yo voy a ver a tu hermano.

Alex apretó los labios.

Alex: Pero papá…

Zac: He dicho que iré yo -se puso en pie, satisfecho de sí mismo-. Tú quédate con la señorita Hannigan y sé amable con ella; ahora mismo vuelvo.

Alex pareció triste, pero resignado.

Alex: Sí, papá.

Zac visitó los cuatro cuartos de baño del piso bajo antes de localizar a David en el último. El niño estaba de pie delante del espejo.

Zac: ¿Qué haces?

El pequeño se ruborizó.

David: Nada -dijo con rapidez-.

Zac observó su reflejo en el espejo y frunció el ceño al notar que uno de los lados de la cabeza del niño parecía distinto al otro. Se acercó a él y se tranquilizó al ver la causa del problema. El pequeño se había echado casi un tubo entero de gomina en uno de los lados del pelo.

Zac: Es un peinado muy interesante -musitó-.

David: Solo quería probarlo -le explicó tembloroso-. Y ahora se me ha atascado el peine.

Volvió la cabeza y Zac vio que había un peine atascado detrás de la oreja el niño.

Zac: No importa -cogió una toalla y subió a David al mostrador-. Un poco de agua y estarás como nuevo.

Le lavó la gomina y no tardó en solucionar el problema y reunirse con los demás.

En cuanto entraron en la sala, la señorita Hannigan se volvió hacia ellos preocupada.

Hannigan: ¿Todo va bien?

Zac se quedó un poco sorprendido por aquella reacción.

Zac: Desde luego. Hemos tenido un problemilla, pero lo hemos arreglado con agua, ¿verdad, David?

David: Sí.

Mike y Alex emitieron unos ruidos extraños.

Hannigan: ¿Ha tenido que echarle agua a algo? -preguntó débilmente-.

Zac frunció el ceño ante aquella reacción exagerada.

Zac: No ha sido nada. David ha intentado un pequeño experimento con su pelo…

Hannigan: ¡Su pelo! ¡Oh, Dios Santo! -se puso en pie-. Lo siento, señor Efron, pero estoy segura de que no soy la niñera que busca. Solo he asistido dos meses a la escuela de niñeras. No estoy preparada para lidiar con necesidades especiales. En particular si se trata de algo destructivo -miró a David con nerviosismo-. Su hijo parece encantador y estoy segura de que se trata de una fase pasajera, pero, a mí ni siquiera me gustan las velas en los pasteles de cumpleaños.

Zac la miró atónito.

Zac: ¿De qué diablos está hablando?

La señorita Hannigan lanzó un gemido y salió corriendo hacia la puerta.

Hannigan: No tiene por qué fingir. Los niños me han contado el problema de David. Que ayer tuvieron que llamar a los bomberos, que después se prendió fuego en la cocina…

Zac: ¿Eso han hecho? -miró a Alex y Mike, que tenían la vista baja-.

Hannigan: Sí. Y lamento sus problemas, pero me temo que tendrá que buscar a otra persona.

Se marchó sin añadir nada más y Zac se quedó inmóvil y contó lentamente hasta diez.

Luego se volvió a mirar a los dos niños mayores.

Zac: Muy bien -dijo con calma helada-. ¿Alguno de vosotros quiere contarme qué le habéis dicho a esa mujer para que crea que vuestro hermano es un pirómano?

Alex y Mike intercambiaron una mirada antes de negar con la cabeza.

Alex y Mike: No -respondieron al unísono-.

Sonó el timbre de la puerta y Alex se puso en pie.

Alex: Caray, papá -dijo, saliendo a abrir-. Esa debe ser la siguiente candidata.

La señora Key resultó ser una mujer parlanchina y práctica de unos cincuenta años. Llevaba gafas, el cabello sujeto en un moño y olía débilmente a vainilla y canela. Le explicó a Zac que había criado a dos hijas adorables y decidido convertirse en niñera porque echaba de menos las alegrías de estar con niños.

En aquel momento, a Zac no se le hubiera ocurrido asociar fácilmente la palabra alegría con sus hijos, pero no dijo nada. Después de todo, la señora Key sí tenía experiencia y sabría de sobra que los niños podían ser terribles a veces.

Y así fue. Cuando llegaron al final de la entrevista, Zac había decidido que la mujer haría bien su trabajo. Se volvió hacia los niños.

Zac: ¿Tenéis alguna pregunta?

Hubo un momento de silencio.

Alex: ¿Le gustan los animales, señora Key?

Zac asintió con aprobación. Era una pregunta que debería haber hecho él.

Key: Oh, sí -repuso con calor-. Yo tengo un canario precioso. Se llama Koku.

Los niños intercambiaron una de aquellas miradas que Zac no podía interpretar. Recordó el ataque de nervios de la señora Clyde y se apresuró a añadir:

Zac: Creo que debo advertirle que algunos de los animalitos de mis hijos son un poco exóticos.

La señora Key sonrió.

Key: Oh, no importa. Mi Lisa tuvo una vez un conejo de Angora. Y mi Koku es un cantante excepcional. La semana pasada…

Sonó el teléfono. Zac esperó un momento y luego recordó que no había un ama de llaves para contestar.

Zac: Disculpe. -Se prometió que, en cuanto volviera, le contaría exactamente cuáles eran los animalitos de sus hijos. Antes de salir, lanzó una mirada de advertencia a los niños-. Nada de historias -ordenó-.

***: Sí, papá -dijeron los tres a coro-.

Zac cruzó el vestíbulo, entró en su estudio y cogió el auricular.

Zac: ¿Diga?

*: ¿Señor Efron? Soy Arnie, del taller de automóviles. Llamo por su coche.

Un grito espeluznante cruzó el aire.

Zac: ¿Arnie? ¿Puede llamar más tarde? -Colgó el teléfono y salió al vestíbulo a tiempo de ver a la señora Key correr hacia la puerta agitando las manos en el aire. Los niños la seguían-. ¡Qué diablos ocurre? -gritó-.

La señora Key lo miró con aire acusador.

Key: La señora Layman dijo que tenía usted un problemilla con animalitos, pero no imaginé nunca, nunca se me ocurrió… -se estremeció-. No podría dormir pensando que una de esas criaturas pudiera atacarme mientras duermo.

Zac: ¿Pero qué…?

Key: No. No puedo. Lo siento.

Abrió la puerta y salió de la casa sin añadir nada más.

Zac, atónito, salió a su vez para verla entrar en su coche y marcharse. Se volvió hacia los niños, que lo habían seguido al exterior.

Zac: Muy bien. ¿Qué ha pasado?

Alex se encogió de hombros.

Alex: No lo sé. Ella nos hablaba de Koku -levantó los ojos al techo-. Un nombre estúpido, ¿verdad?

Zac: Alex -le advirtió-.

Alex: Vale, vale -suspiró-. Me ha preguntado si tenía un animal favorito y entonces he recordado que Belly estaba dormido en mi bolsillo. Lo he sacado para enseñárselo y se ha puesto como loca -movió la cabeza-. ¡Pobre Belly! No ha sido culpa suya. Ha intentado escapar y se ha quedado enredado en su pelo.

Zac: ¿Belly? ¿Quién es Belly?

Alex: Belly. ¿No te acuerdas que anoche te dije que lo había encontrado Vanessa? El vampiro, ¿recuerdas?

Zac: ¿Belly es el murciélago?

Alex: Desde luego, no es un estúpido canario.

Zac apretó los dientes. Las únicas palabras que se le ocurrían no eran adecuadas para los oídos de los niños.

Mike interpretó mal el silencio de su padre y se acercó a él.

Mike: No te preocupes, papá. A Belly no le ha pasado nada.

La señorita Marks tenía una melena pelirroja e iba ataviada con un traje de pantalón corto verde fluorescente y unas botas altas. Una vez superada la primera impresión, Zac tuvo que reconocer que parecía bastante simpática, aunque no le gustó ver que llevaba una serpiente tatuada en la muñeca. En la lengua del animal, se leían las palabras: James para siempre.

Mike también vio el tatuaje.

Mike: Guay -dijo con avidez-.

Se echó hacia adelante para observarlo mejor.

La señorita Marks le tendió el brazo.

Marks: James es mi compañero. Nos vamos a casar -frunció el ceño-. En cuanto salga de la cárcel.

Alex pareció impresionado.

Alex: ¿De verdad está en el talego?

Mark: Sí. Tiene cinco años de condena, pero creemos que saldrá en septiembre por buen comportamiento.

Mike: ¿Ha matado a alguien? -preguntó esperanzado-.

La señorita Marks se echó a reír.

Marks: No. James es muy listo. Lo único que hizo fue inventar un modo de entrar en los ordenadores de ventas a domicilio y pedir cosas sin pagarlas -se llevó la taza de café a los labios y suspiró-. No es un ladrón vulgar. Es un artista de los ordenadores.

A Alex se le iluminaron los ojos.

Alex: ¿Cree que podría enseñarme?

Zac se puso en pie con brusquedad, se inclinó, le quitó la taza de café de las manos y la sacó al vestíbulo.

Zac: Gracias, señorita Marks. Ha sido muy educativo. Puede mencionarle a la señora Layman que estaré en contacto.

Marks: Vaya -dijo la mujer, con truculencia-. No hace falta que se ponga así. De todas formas, yo no trabajaría nunca aquí -señaló la barandilla-. No me gustan las ratas.

Salió por la puerta y Zac miró en la dirección indicada por la mujer y vio a Brutus, que bajaba alegremente por la barandilla como si fuera un tobogán.

Zac respiró aliviado al ver el cabello blanco y la actitud decidida de la mujer que salía del coche. Según la agencia, no habían recibido todavía las referencias de la señora Levens, pero había conseguido notas excelentes en las pruebas de la escuela de niñera.

Zac se sorprendió agradablemente al ver que, aunque brusca, no carecía de amabilidad.

Zac: ¿Le gustan los animales?

Levens: Por supuesto. Los animales son nuestros amigos.

Zac: No me refiero a gatos y perros -dijo con franqueza, demasiado cansado para andarse por las ramas-. Los niños tienen un murciélago, un lagarto, un par de tarántulas y una variedad de roedores.

La señora Levens asintió con aprobación.

Levens: Estupendo. De niña, yo tenía una boa. Cuidar de animales les ayuda a asumir responsabilidades -sonrió a los niños-.

Zac: ¿Qué opina usted de los niños que tienen mucha imaginación?

Levens: No se preocupe. Siempre sé cuándo no me dicen la verdad. Conmigo, sus hijos no tardarán en aprender que la sinceridad es lo mejor.

Los niños la miraron con rabia. A juzgar por su expresión, parecía claro que sabían que se habían encontrado con la horma de su zapato.

Zac, que se sentía bien de repente, se compadeció de ellos.

Zac: Podéis ir arriba y poneros los trajes de baño. Os llevaré a nadar en cuanto la señora Levens y yo aclaremos algunos detalles.

***: De acuerdo -respondieron los tres, de mala gana-.

Zac los miró salir por la puerta y se volvió hacia la mujer.

Zac: Si le interesa, el empleo es suyo. Por supuesto, habrá un período de prueba, pero… -En aquel momento sonó el teléfono. Zac suspiró-. Disculpe un momento.

La señora Levens asintió con la cabeza.

Levens: Desde luego.

Zac: ¿Le interesa el puesto, pues?

La mujer miró en torno suyo.

Levens: Oh, sí.

Zac entró en su estudio. Era Arnie de nuevo. Aquella vez consiguieron hablar sin ser interrumpidos y Zac le explicó el problema.

Cuando colgó el teléfono, se sentía bien. Todo iba de maravilla.

Se sorprendió, pues, al encontrarse a la señora Levens esperándolo en el vestíbulo.

Levens: ¿Cuándo quiere que empiece? -preguntó con brusquedad-.

Su bolso, un objeto grande de plástico, estaba abierto. La mujer metió una mano en su interior, buscando al parecer las llaves del coche.

Zac: ¿Mañana le parece demasiado pronto?

Levens: No, no, mañana está bien.

Mike: Eh, señora Levens -gritó. Zac levantó la vista y vio a los niños que bajaban corriendo las escaleras-. ¿Quiere ver mi granja de hormigas?

Zac: No -dijo automáticamente-.

Al ver que su hijo abría la tapa del contenedor de plástico, estiró un brazo para proteger a su nueva niñera.

Desgraciadamente, la señora Levens se movió y la mano de él la golpeó en el brazo. La mujer perdió el equilibrio y se inclinó hacia adelante.

Al mismo tiempo, Alex golpeó a su hermano entre los hombros con entusiasmo.

Alex: Sí, enséñasela, Mike.

Mike levantó los brazos y las hormigas saltaron por el aire, yendo a caer, en su mayor parte, en el bolso abierto de la mujer. La señora Levens lanzó un grito y soltó el bolso, lo que originó que cayeran al suelo una serie de objetos interesantes, incluida una caja antigua de rapé, un platillo de dulces de plata y un gracioso cisne de jade.

Zac miró los objetos, que pertenecían a su sala de estar, el rostro culpable de la mujer y lanzó un juramento.

David: Oh -dijo escandalizado y orgulloso al mismo tiempo-. Papá ha dicho una palabra muy fea.




No tienes suerte con las niñeras, Zac XD
Pero gracias a los niños esta última se ha descubierto que era una ladrona. Tu niñera ideal es Vanessa, ya te darás cuenta. Y no digas palabrotas delante de los niños, joder XD

¡Thank you por los coments y las visitas!
¡Comentad, please!

¡Un besi!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

jajajaja se me hizo muy divertido este capitulo
esta novela me gusta mucho
me encanta el humor que tiene
ya quiero que zac necesite a vanessay no creo que falte mucho
siguela esta muy divertia
y me encanta


saludos y besos

Maria jose dijo...

jajajaja se me hizo muy divertido este capitulo
esta novela me gusta mucho
me encanta el humor que tiene
ya quiero que zac necesite a vanessay no creo que falte mucho
siguela esta muy divertia
y me encanta


saludos y besos

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