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domingo, 30 de noviembre de 2014

Capítulo 10


Jess: He decidido ponerme un pendiente en la nariz.

Zac: ¡Y un infierno! -exclamó-.

Ness: Creo que una decisión de ese tipo deberías considerarla durante algún tiempo -intervino suavemente-.

Si hubiera estado sentada cerca de Zac, probablemente le habría dado una patada.

La conversación se había ido deteriorando por momentos. Zac había mencionado una noticia del periódico en la que comentaban los incidentes que se producían en la galería comercial que a Jess tanto le gustaba visitar y la niña había soltado un bufido que había estado a punto de hacer gritar a su padre.

Zac: Pues sucede que va a tener mucho tiempo para pensárselo -replicó-. Cinco años, exactamente, porque no se lo va a poner mientras siga viviendo en esta casa.

Jess: En ese caso, quizá debería irme.

Se levantó y, al hacerlo, tiró un vaso de leche.

Fue algo completamente accidental, Vanessa se dio cuenta, pero Zac no era capaz de distinguir en ese momento el remordimiento que reflejaban los ojos de su hija. Para él, cada uno de sus gestos era un desafío.

Zac: ¡No te quedes ahí quieta! Vete a buscar algo para limpiarlo.

Alex mantuvo la cabeza gacha mientras Jess limpiaba el desaguisado. Cuando terminó, quitó de la mesa su plato a medio comer y su vaso y se dirigió intencionadamente a Vanessa, en vez de a su padre.

Jess: ¿Puedo levantarme ya, por favor?

Alex se levantó también de su asiento, a pesar de que prácticamente no había empezado a cenar.

Zac abrió la boca para contestar, pero Vanessa se le adelantó.

Ness: Sí, puedes. Podéis marcharos los dos. Subid a la habitación de juegos y terminad vuestros deberes. Yo subiré ahora mismo.

Cuando la puerta de la cocina se cerró tras ellos, Zac se frotó los ojos desesperado.

Zac: ¿Por qué hago eso? Sé que ella solo intenta provocarme y yo caigo como un estúpido en las trampas que me tiende. Reacciono exactamente como ella quiere que reaccione. Ni Jess ni yo somos capaces de estar en la misma habitación sin pelearnos.

Vanessa lo miró atentamente.

Ness: Quizá se me haya ocurrido ya una solución...

Zac: ¿Cuál?

La joven se levantó.

Ness: Tengo una idea. Ven conmigo.


El piano.

Zac había comprado aquel enorme piano años atrás, cuando él y Brittany estaban arreglando la casa, cuando había montones de habitaciones que llenar y a él empezaban a marcharle bien los negocios. Pero los negocios habían continuado yendo tan bien que Zac nunca encontraba tiempo para tocarlo.

Miró a Ness.

Zac: Estás bromeando, ¿verdad?

Ness: Pues no, puedes estar seguro de que no. ¿No me contaste tú que solías tocar el piano? Jess se pasa horas tocando el clarinete. Es perfecto. Tú y ella podéis estar en la misma habitación sin necesidad de deciros una sola palabra -abrió el piano- Siéntate, por favor -le pidió-.

Zac se sentó con desgana.

Zac: Ness, de verdad, hace años que ni siquiera...

Vanessa señaló una partitura.

Ness: Harlem Nocturno. ¿La conoces?

Zac: Sí.

Ness: Es una de mis melodías favoritas desde que era una niña -le explicó-.

Zac: Pero es que hace tanto tiempo. No sé...

Acarició suavemente las teclas, sin presionarlas, para que no hicieran sonido alguno.

Después alzó los ojos hacia Ness, que lo miraba expectante.

Dios, cuánto la deseaba.

Le bastaba mirarla para que se le secara la boca. Aquella tarde había estado a punto de besarla. Cuando la tenía entre sus brazos, había estado a punto de besarla. Había bajado la cabeza para hacerlo, pero durante la fracción de segundo que le faltaba para reclamar sus labios, se había dado cuenta de que mientras un abrazo podía ser interpretado de muchas formas, un beso siempre sería un beso. Quizá no resultara extraño que abrazara a una empleada, pero besarla... Un beso podría haberlos conducido a una situación a la que quizá ninguno de ellos quería llegar.

Así que, en vez de besarla, la había ofendido ofreciéndole un salario que debería haberle hecho firmar un contrato al instante. Debería. Pero no lo había hecho. Y todavía estaba sorprendido por ello.

Y todavía deseaba besarla.

Terriblemente.

El martes por la noche iba a tener que ir con ella a la ciudad. ¿Pero cómo diablos iba a arreglárselas para no tocarla mientras iban solos en la limusina?

A esas alturas, ya no podía retirar la invitación. Y aunque pudiera hacerlo, no querría.

Era un sucio canalla. Allí estaba, frente a ella, agonizando de deseo. Y, sin embargo, no se le ocurría ningún otro lugar en el que prefiriera estar.

Ness: Hay cosas que nunca se olvidan -le dijo con inmensa dulzura-. ¿Quieres tocar para mí, por favor?

¿Cómo podía negarse cuando se lo preguntaba en ese tono?

Zac: Pero no te rías.

Ness: Jamás se me ocurriría hacer algo así.

Zac la miró. No necesitaba la partitura.

Así que optó por perderse en sus ojos mientras sus dedos se deslizaban por el teclado. El piano estaba terriblemente desafinado, de modo que tras tocar la primera página, se interrumpió.

Zac: Lo siento -se disculpó avergonzado-.

Ness: Haré que lo afinen. Tú no tienes la culpa de que suene de ese modo. Pero sigue tocando, por favor.

Zac: ¿Qué eres, una especie de masoquista? Esto es terrible.

Ness: Oh, no. Es posible que el piano no suene del todo bien, pero tú estabas tocando estupendamente.

Zac: Por favor, Ness, ya no tengo seis años -era la niñera de sus hijos, no la suya, no necesitaba que adoptara con él aquella actitud propia de Mary Poppins-. Mira, he oído cómo sonaba. Y yo estoy casi tan oxidado como el piano.

Ness: Si tocas así estando oxidado, estoy deseando oírte dentro de un par de semanas.

Zac se echó a reír ante su aprobación. Y se rió también de sí mismo por sentirse tan halagado por su admiración. Cuando Ness lo miraba así, era capaz de hacer cualquier cosa que le pidiera.

Ness: Esto podría funcionar -lo alentó-.

Zac: Sí, si consigo que Jess entre a tocar conmigo.

Ness: Eso déjamelo a mí.


Jess: Ropa interior nueva.

Vanessa miró a Jess en silencio.

La niña se encogió de hombros, fingiéndose imperturbable.

Jess: Esa es mi condición. No bajaré a la habitación del piano si no me llevas a las galerías y me dejas comprarte ropa interior para ponértela el martes por la noche, para tu cita con Zac.

Ness: No va a ser una cita.

Jess: Te dejaré escoger a ti el vestido -añadió en un alarde de generosidad-. Pero la ropa interior la elegiré yo.

Vanessa se sentó en una silla, al lado de la cama de Jess.

Ness: Es importante que comprendas que esto no es una cita. Solo voy a hacerle a tu padre el favor de ir con él. Eso es todo.

Jess: Eso ya me lo has dicho. Lo único que te estoy pidiendo es que me dejes comprarte la ropa interior si quieres que baje a tocar con mi padre.

Ness: Pero eso es chantaje...

Jess: Es un trato.

Ness: En ese caso, tendrás que comprometerte a bajar todos los días a tocar el clarinete con tu padre durante al menos media hora, hasta Navidad.

Jess: ¿Todos los días? No creo que él tenga tiempo para tocar todos los días.

Ness: Sí, lo tendrá. Está muy interesado en que volváis a ser amigos. Para él es algo muy importante, Jess.

Jess: No sé...

Ness: Esa es mi condición.

Jess: Pero si yo tengo que bajar todos los días, entonces tienes que dejarme escoger también tu vestido.

Ness: Ni lo sueñes.

Jess: Bueno, entonces, tendrás que dejarme escoger a mí el menú del día de Acción de Gracias.

Ness: Y a cambio, tendrás que prometer no quejarte, no hacer comentarios desagradables ni decir nada que pueda avergonzar a tu padre durante treinta minutos al día.

Jess se lo pensó durante unos segundos y asintió.

Jess: De acuerdo.

Vanessa le tendió la mano.

Ness: Trato hecho.


Alex estaba en el cuarto de juegos con Dex.

Zac permanecía en la puerta, escuchando a su hijo contándole al animal una película de Disney con todo tipo de detalles. El perro alzaba las orejas, atento al relato.

Zac: Hola, hijo -entró en la habitación, aprovechando que Alex se había interrumpido para tomar aire-. Hace un día maravilloso. Seguro que a Dex le gustaría salir al jardín. ¿No tenéis ganas de tomar un poco el aire?

Faltaban solo unos minutos para que Zac se encontrara con Jess en la habitación del piano. Era muy probable que durante la media hora siguiente la casa se convirtiera en un hervidero de gritos y prefería que el niño se mantuviera lejos de aquella negativa influencia.

Ness: Ah, aquí estás -lo saludó cuando lo vio llegar poco después a la habitación del piano-.

Su sonrisa iluminaba la habitación entera.

Zac: ¿Llego tarde? -preguntó mirando a su hija, que permanecía de pie, concentrada en sus partituras-.

Ness: No, nosotras hemos llegado demasiado pronto. El piano ya está afinado. Y estas son las normas. Zac tocará la primera canción.

Jess alzó la cabeza.

Jess: ¿Él empezará?

Ness: Tiene el privilegio de la edad -le explicó con calma-, tú tocarás la siguiente y a continuación iréis alternando piezas. Si tenéis que deciros algo, lo haréis de la forma más amable posible. Podríais empezar ahora mismo, haciendo algún comentario agradable.

Zac: Ness, no creo que sea necesa... -comenzó a decir-.

Ness: Creo es una norma de cortesía que todo el mundo debería cumplir. Empezaré yo. Jess, creo que has estado estupenda al ayudar a Claire a sacar las compras del coche sin necesidad de que ella te lo pidiera. Y Zac, tienes una de las sonrisas más adorables que he visto en mi vida. Deberías usarla más a menudo.

Así que una sonrisa adorable, ¿eh?

Zac: Bueno, pues es una suerte que te lo parezca, porque me basta... -se interrumpió al darse cuenta de que aquel podía parecer un comentario excesivamente personal, así que decidió incluir en él a su hija-, veros para sonreír.

Ness: ¿Te das cuenta de lo agradable que es?

Era una locura, Zac lo sabía, pero cada una de las células de su cuerpo era extraordinariamente consciente de ella. Quería enterrarse en la dulzura y el calor de aquella mujer.

Jess: Ness, vas a estar magnífica con la ropa interior que hemos comprado hoy.

Las palabras de Jess hicieron que Zac se volviera boquiabierto hacia su hija. Ness había hecho lo mismo.

Nes: ¡Jess, habías prometido no decir nada que pudiera avergonzar a...!

Jess: Zac -terminó por ella. Miró a su padre-. Pero no creo que te avergüence saber que Ness y yo hemos hecho un trato. A cambio de bajar hoy aquí, ella me ha dejado elegir la ropa interior que llevará para vuestra cita del martes por la noche.

Zac y Ness: ¡No es una cita! -dijeron al unísono-.

Jess: El vestido es negro -le explicó a su padre-. He conseguido convencerla para que se comprara uno que no fuera de cuello alto. Creo que te gustará. También he elegido un WonderBra aterciopelado de color azul verdoso y unas medias con ligas a juego.

Ness: No vas a conseguir avergonzarme -le advirtió, pero estaba roja como la grana. Miró a Zac-. Es una ropa interior muy bonita y no me avergüenzo en absoluto de ello.

Zac se aclaró la garganta.

Zac: No, claro. El azul verdoso es un color muy bonito.

Que el cielo lo ayudara. No iba a ser capaz de pensar en otra cosa durante la noche del martes que en el contraste de aquella ropa interior con la piel de Ness.

Ness: Y, además, no va a verla nadie.

Jess no se molestó en bajar la voz.

Jess: No he roto mi promesa. Zac no está avergonzado. Al contrario, parece encantado.

Zac: Hoy me he puesto un calzoncillo rojo -le explicó a Ness-. Como suponía que Jess estaba a punto de decírtelo, he preferido ahorrarle la molestia.

Ness se echó a reír, como Zac esperaba que hiciera.

Jess: En realidad sí tengo algo bueno que decirte -añadió-. Quiero darte las gracias por haber permitido que Alex se quedara con Dex -se volvió-. Pensé que era un gesto magnífico y te respeto por cómo supiste manejar la situación.

Estaba hablando en serio. Zac lo sabía porque no había sido capaz de sostenerle la mirada.

Zac: Gracias por decírmelo, Jess. Saber que me respetas significa mucho para mí.

Ness comenzó a caminar hacia la puerta.

Ness: Os dejo solos con vuestra música.

En cuanto la puerta se cerró, Zac le mostró a Jess una partitura.

Zac: Empezaré con una vieja canción, Stardust, es una pieza de jazz que a mi padre le encantaba.

Jess: Caramba -suspiró-. Jazz, ¿eh? -volvió a suspirar-. Eso esta bien.

Zac se echó a reír y se sentó frente al piano. Y, por un instante, le pareció oír reír también a su hija.




Awww! Que capítulo tan encantadoramente precioso.
Jess, eres mi ídolo XD De no ser por ella la relación entre Zac y Ness se quedaría estancada en una simple relación jefe-empleada.

¡Thank you por los coments!

Me alegro mucho de que os gusten las noves que pongo y de que esta os esté gustando. ¡La esperada cita se acerca!

¡Comentad, please!

¡Un besi!


viernes, 28 de noviembre de 2014

Capítulo 9


Quizá no había sido una buena idea. La perrera no era un lugar particularmente alegre. Con sus filas y filas de jaulas, parecía una cárcel para animales.

La supervisora que se la estaba mostrando a la vez que les explicaba en qué consistía el trabajo de los voluntarios, parecía sobrecargada de trabajo.

**: El parque más cercano está a cinco manzanas de aquí. Pero la verdad es que estos pobres animales solo esperan que se les dé una vuelta a la manzana de vez en cuando. ¿Alguna pregunta?

Vanessa miró a Alex. Este la miró a su vez con los ojos abiertos como platos.

Ness: ¿Hay que sacar a pasear a los perros en algún orden determinado?

**: Para eso tenéis que mirar la ficha que hay en la jaula de cada animal -contestó la supervisora y comenzó a alejarse de allí tras dirigirles una sonrisa de disculpa y llamar con un gesto a una compañera de trabajo que estaba al otro lado de la enorme habitación-. Si el perro ha salido a pasear el día anterior, elegid a otro que no haya salido tan recientemente.

Alex se había separado de Vanessa y se había agachado frente a la jaula de un perro ya viejo, cuya raza parecía imposible de determinar. Era un perro grande, de orejas caídas, mirada inteligente y expresión amistosa.

Ness: Este perro de aquí no tiene ficha -le señaló a la supervisora, alzando la voz-.

**: Oh, ese no necesita salir a pasear -le contestó-. Me temo que toda esa zona es nuestra versión del corredor de la muerte. Son los cachorros que están al otro lado los que necesitan más atenciones y los que más probabilidades tienen de ser adoptados.

El corredor de la muerte. ¡Dios santo!

Vanessa advertía por la expresión de Alex, que este, afortunadamente, no había entendido a qué se refería.

Ness: La señora Freeman nos ha pedido que saquemos a pasear a los cachorros -le explicó a Alex-. Ellos necesitan hacer más ejercicio porque están creciendo.

Alex volvió a mirar al perro más anciano, que movía lentamente la cola mientras intentaba tocar los dedos del niño con la nariz. Alex se echó a reír y el perro sacudió alegremente la cola.

Jess: Magnífico. Se ha encaprichado de uno al que están a punto de matar.

Alex se quedó completamente quieto y Vanessa se vio obligada a intervenir:

Ness: Jess...

Jess: ¿No sabes lo que es el corredor de la muerte? -le preguntó a su hermano-.

Alex negó con la cabeza.

Ness: Jess, no creo que... -la interrumpió-.

Jess: ¿No crees que debería saberlo? -se volvió nuevamente hacia su hermano-. Es terrible, Alex. Todos los perros que están en esta parte de la habitación están condenados a muerte. Les pondrán una inyección y jamás volverán a despertarse. ¿Y sabes por qué los matan? Porque nadie quiere cuidar de ellos.

Alex miró a Vanessa horrorizado.

Alex: Oh, Ness, por favor, no dejes que los maten.

Era una frase. Una frase completa. Incluso Jess parecía sorprendida.

Y Vanessa supo en ese momento que, aunque no lo había planeado, aquella tarde iba a llevar a casa más de una sorpresa para Zac.


Zac no había conseguido hacer nada. Estaba sentado en su despacho, con la mirada fija en la pantalla del ordenador, pensando en... Pensando en cosas en las que no debería pensar.

¿Pero qué diablos le había ocurrido?

Ness no era la clase de persona que disfrutaba del sexo por mero placer. Si le hacía saber que se sentía atraído por ella, esperaría de él algo más que una breve y explosiva semana de pasión.

Pero quizá, si se convirtieran en amantes, podría prolongar su estancia en la casa.

La idea era ridícula y Zac la descartó al instante. No era justo utilizarla de ese modo. Él odiaba que mujeres como Amber Von Tussle se acercaran a él por su riqueza y su poder, sin importarles en absoluto quién era Zac Efron en realidad.

No, los motivos por los que deseaba acostarse con Ness no tenían nada que ver con el hecho de que fuera la mejor niñera que había conocido. La verdad era que deseaba a Ness Hudgens porque deseaba a Ness Hudgens. Su única motivación era el sexo.

Por supuesto, eso ya era suficientemente malo. Pero Zac no podía darle nada más. Y sabía que podía terminar haciéndole daño.

Por tanto, lo que tenía que hacer era limitarse a disfrutar de su atracción por ella. Reconocerla como algo prohibido y disfrutar del tiempo que pasaba cerca de Ness, permitiéndose mirarla, pero sin tocarla jamás. El cielo sabía el tiempo que había pasado desde la última vez que había deseado tocar a una mujer. Era gratificante saber que su libido volvía a funcionar.

Así que se conformaría con su deseo, a no ser que Ness llamara a su puerta y anunciara que quería de él sexo puro y apasionado, sin ningún tipo de ataduras afectivas. Si eso ocurriera, Zac cerraría inmediatamente la puerta de su despacho y la desnudaría con los dientes.

Una inesperada llamada a la puerta le hizo sobresaltarse.

Inmediatamente se rió de sí mismo. Era imposible que fuera Ness, probablemente se trataría de Claire con el correo. O del jardinero, que querría hacerle alguna pregunta sobre algún árbol.

Zac abrió la puerta.

Y allí estaba Ness.

Ness: ¿Podemos entrar?

Había hablado en plural. Zac vio entonces que Alex estaba a su lado. Jess llegaba inmediatamente tras ellos.

Zac: Claro -contestó. Se aclaró la garganta y retrocedió para dejarlos pasar-. Alex, Jess, ¿qué os trae por aquí?

Ness: Alex tiene algo que decirte -le explicó haciendo entrar al niño en la habitación-.

Algo que decir. Caramba. Zac había estado hablando con un especialista esa mima mañana. Al final había aceptado hacerle una prueba al niño para averiguar si tenía algún problema de autismo o alguna posible enfermedad mental.

Ness apretó cariñosamente el hombro a Alex y este se dirigió hacia Zac:

Alex: Papá, Ness nos ha llevado hoy a la perrera.

Oh, Dios santo. Realmente había hablado. Había dicho una frase entera, claramente enunciada. Zac se dirigió al instante a la silla que tenía tras él. Necesitaba sentarse.

Zac: A la perrera. Caramba.

Miró a Ness. Sabía que todo lo que estaba sintiendo se reflejaba en su rostro, pero no tenía forma de disimularlo.

Ness asintió, mirándolo con ojos luminosos. Zac volvió a fijar la mirada en su hijo.

Zac: ¿Y lo has pasado bien?

Alex: No -contestó con vehemencia-. Es horrible. Tienen un corredor de la muerte y hemos descubierto que iban a matar mañana a Dex.

Dex. Zac volvió a mirar a Ness, pero esta continuaba mirando a Alex.

Alex: Y Ness me ha dicho que ese perro era muy viejo y no viviría mucho -continuó explicando-, pero yo he dicho que no me importaba y ella me ha dicho que si yo quería cuidarlo tendría que ser un niño casi siempre y no un perro, porque el perro necesita a un niño que pueda cuidarlo.

Brillante. Ness era increíble, sorprendentemente brillante. Zac quería reír. Quería llorar. Y quería abrazar a Ness, pero Alex continuaba mirándolo tan serio y con tanta intensidad que lo único que pudo hacer fue asentir.

Zac: Bueno, sí, en eso tiene razón.

Alex: Y Ness ha dicho que si Dex, lo hemos llamado así, no puede quedarse con nosotros, pagará para que viva feliz en una residencia para perros y podremos ir a verlo todos los días. Pero por favor, papá, es tan bonito... Yo quiero que viva con nosotros.

Un perro. En Efron.

Alex miraba a su padre esperanzado. Incluso Jess se había asomado a la puerta, esperando oír su respuesta.

Zac: ¿Qué tipo de perro es?

Alex: Un chucho -le explicó-. Creo que es una mezcla de setter irlandés y pastor alemán y otras muchas cosas. Es bastante grande -admitió-.

Zac no podía creer que estuviera realmente allí sentado, teniendo una conversación con su hijo. El niño había hablado más durante los últimos dos minutos que durante los últimos dos años.

Zac: Supongo que es un perro de buen carácter.

Alex: Claro que sí.

Zac: Y no tendrá ningún antecedente de comportamiento agresivo -añadió mirando a Ness-.

Ness: Ninguno. Su propietaria era una anciana que sufrió un derrame cerebral y tuvo que ser ingresada en una residencia. No había nadie que pudiera hacerse cargo del perro. Faltaban solo unas horas para que lo mataran y es cierto lo que ha dicho Alex. Si tú no quieres que el perro se quede en casa, yo estaría encantada de pagar...

Zac: ¿Pero estás bromeando? -repuso-. Si me parece una idea genial -miró a su hijo-. ¿Ese perro es tan bueno como me has dicho? -Alex asintió con entusiasmo-. Yo siempre he deseado tener un perro -continuó explicando-. Un perro de verdad. Y por lo que habéis contado, parece que por fin vamos a tener un perro magnífico.

Alex se arrojó a los brazos de su padre y lo abrazó con fuerza.

Alex: Oh, gracias, papá -alzó la cabeza-. ¿Puedo ir a decirle que va a quedarse en casa?

Zac: Claro.

Intentó disimular una carcajada al imaginarse a su silencioso hijo yendo a hablar a un perro.

Alex: ¡Vamos, Jess! -casi tiró a Vanessa en su carrera hacia la puerta-.

Zac se reclinó en su silla, como si no supiera muy bien lo que tenía que hacer. Se llevó la mano a la frente y se tapó los ojos, frotándoselos como si tuviera un terrible dolor de cabeza.

Oh, Dios, se lamentó Ness. Por mucho que le gustara que su hijo hubiera vuelto a hablar, era posible que Zac odiara tener un perro en casa. Caminó hacia él.

Ness: Siento no haberte llamado antes, comprendo que esto puede parecerte una imposición, pero...

Zac: ¿Una imposición? Debes estar bromeando -se levantó con un ágil movimiento y se acercó a la ventana-. Tenía tanto miedo... Cuando ha entrado en mi despacho y me ha dicho que lo habías llevado a la perrera -se echó a reír, pero su risa estaba cargada de emoción-. Me he sentido confuso. Prácticamente había renunciado a él, Ness. Sinceramente, pensaba que lo había perdido. -Se volvió hacia ella. Tenía los ojos llenos de lágrimas-. Pero ha vuelto... -rió de nuevo, y una lágrima escapó de sus ojos-.

Vanessa, incapaz de resistirlo, se acercó hasta él y lo abrazó.

Zac la rodeó con sus fuertes brazos y la propia Vanessa estuvo cerca de las lágrimas.

Zac olía maravillosamente bien. Su colonia, la suave fragancia de su camisa y su propia, sutil e inconfundible esencia constituían una mezcla embriagadora. Vanessa podía oír los latidos de su corazón.

Zac: ¿Cómo puedo agradecértelo? -le susurró con voz ronca-. No llevas aquí ni una semana y yo he recuperado a mi hijo. ¿Cómo voy a poder pagártelo?

Ness: Solo ha sido cuestión de suerte -no podía moverse-.

Si a varios centímetros de distancia, Zac ya le parecía increíblemente atractivo, estando tan cerca de él corría el serio peligro de sufrir un infarto.

Zac: ¿No serás una especie de bruja, Ness Hudgens? Porque has conseguido hechizarnos a todos. ¿Qué voy a hacer contigo?

Vanessa se echó a reír. Porque la otra opción que le quedaba era besarlo, y sabía que no debía hacerlo. Zac continuaba mirándola y abrazándola con fuerza. Y, de pronto, le susurró una cifra desorbitante al oído.

Vanessa se quedó completamente helada.

Ness: ¿Perdón?

Zac: Al año. Si te quedas hasta después de enero. Con un veinte por ciento de aumento cada tres años.

Vanessa se separó inmediatamente de él. ¡Estaba hablándole de un salario!

Ness: No puedes estar hablando en serio.

Zac: Pues lo estoy. ¿Qué me dices a eso?

Vanessa se quedó boquiabierta. Pero rápidamente cerró la boca. Se encogió de hombros.

Ness: Pues lo que digo es... que no.

Zac: ¿No?

Ness: Me siento halagada, por supuesto, pero...

Zac: Te ofrezco el doble.

Vanessa dio media vuelta. Aquello se le estaba yendo de las manos.

Zac: Mi oferta sigue incluyendo un apartamento. Y te compraré un coche también. Y seguro médico. Tendrás todos tus gastos cubiertos y...

Vanessa se volvió para mirarlo.

Ness: Es imposible que alguien que esté en sus cabales le pague tanto a una niñera.

Zac: Quizá esté loco. Si el doble no es suficiente, dime tú cuánto quieres.

Ness: ¡Basta ya! Me estás haciendo sentirme muy incómoda -aquello era completamente absurdo-. Yo no tengo precio -le dijo, amablemente-. No quiero que me mal interpretes. Adoro a tus hijos -y, que el cielo la ayudara, sabía que no faltaba mucho para que se enamorara también de Zac-, pero el dinero no es algo que me importe.

Zac: Evidentemente. Aun así, supongo que tiene que haber algo que desees, algo a cambio de lo que puedas quedarte.

Deseaba besarlo. Lo deseaba a él. Pero Zac era un hombre que estaba fuera de su alcance. Ni siquiera jugaban el mismo juego. Mientras ella había estado pensando en lo maravillosamente que estaba entre sus brazos, él se había decidido a planificar una oferta para que se quedara.

Ness: Creo que tendría que ir a ver dónde están Alex y Jess.

Zac: Ness, si te he ofendido, lo siento. No era esa mi intención -se aclaró la garganta-. Y gracias por todo lo que has hecho hoy. Me gustaría que al menos consideraras mi oferta. Y... bueno, supongo que nos veremos a la hora de la cena.

Ness: ¿Vas a quedarte a cenar en casa esta noche? -fue incapaz de disimular su alegría-. A los niños les va a encantar -añadió rápidamente. Señaló hacia la puerta-. Ahora tengo que irme.

Y salió a tal velocidad del despacho que estuvo a punto de tropezarse.




Si tú no quieres el empleo, Ness... ¡me lo quedo yo!
No sé qué cifra habrá dicho Zac pero apuesto a que era bastante alta. De todas formas, Ness es una princesa así que ninguna cifra por alta que sea superará su posición XD

¡Thank you por los coments!

El próximo capi va a ser muy divertido y muy bonito. Os va a gustar.

¡Comentad, please!

¡Un besi!


miércoles, 26 de noviembre de 2014

Capítulo 8


Se oían risas en el cuarto de juegos. Zac se detuvo en el pasillo para escuchar. Jess estaba hablando de una película cómica que había visto hacía unos días y aunque Alex no decía nada, se oían sus risas.

Un rápido vistazo al interior de la habitación le reveló que Alex estaba sentado a la mesa, dibujando, como un niño cualquiera.

Jess y Ness jugaban al Monopoly en el suelo. La niñera estaba tumbada en la alfombra, con la barbilla apoyada entre las manos. El fuego de la chimenea hacía brillar su pelo y sus ojos bailaban mientras reía con lo que Jess le estaba contando. Su risa provocó un extraño efecto en el vientre de Zac y...

Zac se apartó rápidamente de la puerta y se apoyó contra la pared antes de que Ness alzara la mirada y lo viera.

¿Pero a quién estaba engañando?

Sí, claro que pensaba en Ness Hudgens como amiga, como una hermana pequeña. Pero aquella mujer era mucho más.

Era, sencillamente, maravillosa. Hasta con los vaqueros y una sencilla camiseta estaba encantadora. Era, además, la personificación de la esperanza. La prueba de que la vida podía continuar. Era dulce, cariñosa... Y estaba haciendo un trabajo maravilloso con los niños. ¿Por qué le extrañaba entonces pensar que era una persona especial?

Esas eran las razones que explicaban la extraña sensación de su estómago.

Ness salió del cuarto de juegos, caminando casi directamente hacia él.

Ness: Hola -lo saludó-, no esperaba verte esta tarde. ¿Va todo bien?

Zac: Sí, estoy... Todo va estupendamente.

Ness señaló la puerta del cuarto de juegos.

Ness: Deberías entrar. Esta noche vamos a cenar aquí mientras tomamos unas pizzas. Si tienes tiempo para tomar una porción, hemos pedido más que suficiente.

Ness olía sorprendentemente bien. Era su pelo. Zac tuvo que contenerse para no acercarse más a ella.

Zac: No, lo siento, llego tarde. Solo quería ver qué estaban haciendo los niños.

Y tenía que admitir que también quería ver a Ness. Le gustaba que le sonriera, y que lo mirara a los ojos; le gustaba sentir una relación cálida con alguien tras tantos años de frialdad.

Pero no era sexo lo que buscaba, sino amistad. Quizá si continuaba repitiéndoselo, terminara creyéndoselo.

Ness: ¿No quieres entrar a despedirte de ellos?

Zac: No quiero echar a perder el buen humor de Jess. Le basta mirarme para...

En ese momento sonó el timbre.

Ness: Iré a abrir la puerta. ¿Sabes? Jess ha sacado una nota excelente en el examen de ciencias. Creo que deberías felicitarla.

Zac la observó en silencio mientras ella bajaba corriendo las escaleras.

Volvió a sonar el timbre. Y Zac no tuvo necesidad de entrar en la habitación de juegos. Porque fue Jess la que salió al pasillo.

Jess: Ness, ¿vas a abrir tú la puerta? -gritó y se paró en seco al ver a su padre-.

Zac: Hola Jess -la saludó forzando una sonrisa-. Sí, hum, Ness ha bajado a abrir la puerta. Caramba, me han contado que has sacado muy buena nota en el examen de ciencias. Buen trabajo.

Jess se encogió de hombros.

Jess: Era muy fácil. Tendría que haber sido una completa idiota para no sacar un sobresaliente.

Zac: Bueno, entonces felicidades por no ser una completa idiota.

Era una pésima broma, pero Jess ni siquiera sonrió.

Jess: Sí, tienes razón.

Y se metió nuevamente en el cuarto de juegos.

Zac se apoyó contra la pared, sintiéndose completamente agotado. Dios, ¿cómo era posible que una conversación con su hija le repercutiera como el mayor esfuerzo físico?

Era tarde, tenía que irse. Tomó aire y asomó la cabeza por la habitación de juegos.

Zac: Eh, Alex, solo he venido para despedirme de ti. -Alex se lo quedó mirando con un gesto completamente inexpresivo-. Bueno, adiós.

Entornó mentalmente los ojos ante la debilidad de su propia voz. ¿Qué diablos le pasaba? Estaba sudando por el esfuerzo de hablar con sus hijos.

Alex alzó la mano haciendo un gesto que podría recordar remotamente a una despedida.

Zac: Adiós hijos, tengo que irme -y se marchó rápidamente de allí. Bajaba las escaleras de dos en dos, pero amainó la velocidad al ver a Ness acercándose con varias cajas de pizza y una botella de refresco en las manos-. ¿Quieres que te ayude?

Ness: No, gracias -se detuvo y le preguntó-: ¿Cómo te ha ido con los niños?

Zac: No lo sé -admitió-.

Ness intensificó su sonrisa.

Ness: Todavía estás vivo, supongo que ese es un buen indicador.

Zac: Hemos conseguido no gritarnos, al menos eso podría considerarse una victoria.

Ness: Definitivamente.

Allí estaba otra vez. Resurgía nuevamente aquel agradable sentimiento de esperanza.

Zac: Me gustaría poder quedarme a cenar en casa -comentó-.

Ness: Y a nosotros nos encantaría que lo hicieras.

«Nosotros». Había dicho «nosotros». No le había llamado señor Efron, pero podría haberlo hecho perfectamente. ¿Pero qué otra cosa esperaba? ¿Qué se enamorara perdidamente de él, como la protagonista de Jane Eyre? No, cuando Ness lo miraba, veía en él únicamente a su jefe.

Ness: Será mejor que te des prisa -le aconsejó-, o vas a llegar tarde a esa cena.

Ness tenía razón, pero aun así, Zac dudó.

Zac: Cuando les des las buenas noches a los niños, diles que los quiero, ¿de acuerdo?

Ness: Siempre lo hago -contestó y comenzó a subir las escaleras-.

Zac continuó bajando. Tomó el abrigo y el maletín que había dejado en el vestíbulo y salió a la calle completamente decidido a conseguir que Ness prolongara su contrato hasta después de enero.

Él era un experto negociador, averiguaría su precio y le haría una oferta que ella no podría rechazar.

Sabía que era una locura, pero no podía sacarse de la cabeza la idea de que Ness era lo mejor que le había ocurrido nunca a su familia.

Ni siquiera podía recordar la última vez que había deseado algo con tanta intensidad.


Jess había dejado un catálogo de ropa interior en la habitación de Ness.

Ropa interior. Páginas y páginas de ropa interior en las que resultaba extraño encontrar alguna prenda blanca.

Ness tiró el catálogo al suelo y se acercó al espejo para estudiar en él su reflejo.

Jess tenía razón sobre su camisón. Era blanco con florecitas rosas, lo llevaba abrochado hasta la barbilla y no era ni remotamente sexy.

Se desabrochó varios botones, intentando imitar a las modelos del catálogo. Se humedeció los labios y se ahuecó el pelo, pero en vez de conseguir el efecto romántico que buscaba, lo que parecía era que acababa de levantarse. Dejó que el camisón se deslizara por sus hombros. Y entonces pensó que lo único que parecía era tonta.

Todo lo que... Oyó un golpe e inmediatamente un lamento procedente de la habitación de Alex.

Ness se abalanzó hacia la puerta y corrió hasta el dormitorio del niño, pensando que se abría caído de la cama.

La puerta estaba ligeramente abierta. Vanessa la abrió de par en par. Y descubrió que Zac ya estaba allí. Alex estaba en el suelo, llorando suavemente, y Zac arrodillado a su lado. Debía acabar de llegar, porque en ese momento lo estaba levantando en brazos.

Vanessa se agachó a su lado.

Ness: ¿Está bien?

Zac acarició la cabeza del pequeño.

Zac: Lo creas o no, ha vuelto a quedarse dormido.

Ness: ¿Estás seguro de que está bien? Mi hermana pequeña se cayó una vez de la cama y se le puso un ojo morado. No lo descubrió hasta la mañana siguiente, pero si le hubiéramos puesto hielo nada más darse el golpe, podríamos haberlo evitado.

Zac movió ligeramente al niño para poder verle mejor la cara. Vanessa intentó apartarle el flequillo para verle bien la frente y al hacerlo rozó la mano de Zac.

Nees: Lo siento -musitó, sintiéndose inmediatamente estúpida-.

¿Por qué se disculpaba? Lo único que había hecho era tocarlo.

Alzó la mirada, esperando una de las amistosas sonrisas de Zac.

Pero Zac no estaba sonriendo. La estaba mirando como si hasta ese momento no hubiera sido consciente de que estaba allí. Bajó la mirada hacia su camisón, caído ligeramente por los hombros... y con cinco botones desabrochados. Oh, Dios.

Vanessa se echó hacia delante el camisón y descubrió al hacerlo que lo único que había conseguido era mostrar ligeramente sus senos.

Zac alzó la mirada bruscamente, como si acabara de darse cuenta de que la había estado mirando fijamente.

Zac: Estabas en la cama -susurró, como si tuviera dificultades para hablar-.

Ness: Todavía no -contestó conteniendo la necesidad de cubrirse hasta el cuello-. Yo me quedaré con él -le dijo, alegrándose de que la tenue luz disimulara su sonrojo-, pero tienes que ayudarme a meterlo en la cama.

Zac lo dejó en la cama y le explicó a Ness:

Zac: Todas las noches vengo un rato a estar con él antes de acostarme. No me importa quedarme.

Miraba fijamente a Alex, evitando desesperadamente mirar a la joven. Todavía era extremadamente consciente de que estaba cerca de él. Demasiado cerca, incluso. Quizá fueran imaginaciones suyas, pero tenía la sensación de que hasta podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo.

Y deseaba desesperadamente que se fuera.

Porque anhelaba desesperadamente que se quedara. Quería que se acercara todavía más a él para perderse en la dulzura de sus labios y en la exuberancia de su cuerpo. Ardía de ganas de acariciar la piel de aquellos senos que había podido entrever.

Era una completa locura.

Estaba en el dormitorio de su hijo. Su reacción ante aquella mujer era completamente inadecuada.

Todas las mentiras que había estado diciéndose durante aquellos días cayeron por tierra.

Una hermana, una amiga, ¡ja!

No podía seguir negando la evidencia: deseaba a la niñera de sus hijos. La había deseado desde que la había visto entrar en su despacho. De hecho, si pensaba en ello, tenía que reconocer que Mary Poppins siempre le había parecido una mujer excitante.

Ness continuaba allí, vacilante.

Pero él no iba a volver a mirarla.

Ness: ¿Estás seguro? A mí no me importa quedarme con él.

Zac: Estoy completamente seguro -respondió, sin apartar la mirada del niño-.

Y podría haber tenido éxito. Podría no haber vuelto a mirarla. Pero Ness se inclinó para apartarle a Alex el flequillo. Y al hacerlo le ofreció a Zac una panorámica completa de la parte delantera de sus senos.

Ness: Buenas noches -se despidió inocentemente, sin tener ni idea de lo que acababa de hacer-.

Zac: Buenas noches -susurró conteniendo la respiración hasta que la oyó salir del dormitorio-.

Dios, pensó Zac, tenía un serio problema.




Problema es decir poco, Efron.
La que también tiene un serio problema es Vanessa. Que una cría de doce años le diga como ligarse a su padre es humillante además de embarazoso XD.

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lunes, 24 de noviembre de 2014

Capítulo 7


Alex iba en silencio mientras entraba corriendo junto a Vanessa en las galerías comerciales.

Vanessa le había prometido llevarlo a la perrera, pero al ir a buscar a los niños al colegio había tenido que cambiar de planes.

Jess había desaparecido.

Por lo que Vanessa había podido averiguar, la niña se había encontrado con su hermano después de las clases, le había metido en el bolsillo una nota para Vanessa y había escapado del colegio por la puerta trasera.

“He ido a las galerías”, decía la nota. Pero no especificaba en qué tienda iba a estar, ni con quién iba ni a qué hora pensaba regresar a casa.

Después de una reunión interminable con el director del colegio, Vanessa por fin había localizado las galerías más cercanas. El  viernes por la tarde el tráfico era terrible. Por supuesto, se había perdido y había tardado una eternidad en encontrar aparcamiento. Durante todo ese tiempo, Vanessa no había dejado de rezar para que Jess se encontrara bien. La idea de tener que llamar a Zac para decirle que su hija se había perdido le parecía insoportable.

Era extraño. Hasta ese momento, Vanessa había pensado que su relación con Jess iba bastante bien. Durante el desayuno, habían tenido una discusión muy animada sobre cuál era la mejor película de Leonardo DiCaprio. Y aunque no habían estado de acuerdo, el debate había sido amistoso y divertido.

O por lo menos así lo había creído ella.

Porque aquello era una rebelión. Era como si Jess estuviera poniéndola a prueba, para saber cuáles eran sus límites.

Y de pronto la vio. A través de unas enormes cristaleras, vio a Jess Efron, sentada con un pequeño grupo de adolescentes en un establecimiento de comida rápida.

Vanessa agarró a Alex de la mano y se metió con él en la tienda más próxima. El alivio que había sentido al verla dio rápidamente paso a una oleada de cólera. Pero pronto comprendió que lo mejor que podía hacer era dominarla y ofrecer una imagen de calma y control absoluto sobre la situación.

Contuvo la respiración mientras fingía mirar unas faldas de invierno; necesitaba calmar su pulso acelerado.

Un hombre alto los había seguido al interior de la galería. Estaba completamente fuera de lugar entre aquellas ropas de mujer. Llevaba el pelo extremadamente corto, lo que le hacía parecer un soldado. Al igual que Rick Morgan, el responsable de los guardaespaldas de la corte.

Vanessa vio que el hombre tomaba una falda y una blusa de seda y se dirigía hacia la parte trasera de la tienda. ¿Para qué? ¿Pretendería probárselas?

Vanessa rió, pero descubrió horrorizada que estaba al borde de las lágrimas.

Alex, en un inesperado alarde de compasión, la abrazó.

Alex: ¿Estás bien? -le preguntó, con sus enormes ojos abiertos de par en par-.

Prácticamente era la primera vez que decía dos palabras seguidas que no fueran «Cereales de la Suerte».

Vanessa se agachó y lo abrazó con todas sus fuerzas.

Ness: Ahora sí que estoy bien. Muchas gracias.

Tomó aire nuevamente y para cuando se dirigió con Alex a la parte trasera de las galerías, ya era capaz de sonreír.

Supo exactamente el momento en el que Jess la vio. La niña tensó los hombros como si estuviera preparándose para participar en la Tercera Guerra Mundial.

Pero Vanessa conservó la sonrisa. No quería tener una discusión con Jess delante de sus amigos.

Ness: Buenas tardes -dijo de buen humor-. Me alegro de haberte encontrado. Quería asegurarme de que tenías dinero para gastar.

La expresión beligerante de Jess dio paso a otra de completa estupefacción e incredulidad.

Jess: Yo... llevo cinco dólares.

Ness: Oh -dijo sonriendo nuevamente-, entonces no hay ningún problema -miró el reloj-. ¿Qué te parece si quedamos en la entrada principal a las cinco?

Los tres chicos y las cuatro chicas que estaban alrededor de la mesa no tenían un aspecto especialmente responsable, pero tampoco Jess. Uno de los chicos, el de aspecto más infantil, estaba fumando, posiblemente para aparentar mayor edad. Ninguno de ellos parecía tener más de catorce años.

**: ¿Eres inglesa? -preguntó el que fumaba-.

Ness: De Wynborough -le sonrió, preparándose para presentarse-. Soy...

**: Una loca -la interrumpió el adolescente-. Hace falta estar completamente loca o ser tonta para trabajar para un asesino. Nadie de aquí quiere hacerlo.

Dos de las chicas se echaron a reír.

Jess: Cállate, Drake.

Se tensó y Vanessa se dijo que aquellos adolescentes no podían ser sus amigos.

Drake: Cállate tú. ¿Qué pasa? ¿Tienes miedo de que le cuente a tu niñera que tu papá mató a tu mamá?

Vanessa se dirigió entonces a Jess.

Ness: Ahora que lo pienso, tengo muchas cosas que hacer en casa. Quizá fuera mejor que nos fuéramos ya.

Jess la ignoró por completo.

Jess: ¡Eso no es cierto! Y no te atrevas a decir esas cosas delante de mi hermano.

Drake soltó una carcajada.

Drake: ¿Te crees que no lo sabe? -se inclinó hacia sus amigos-. Mi hermana pequeña está en su clase y dice que no habla nada. Está loco, lo único que hace es ladrar como un perro -el grupo de amigos estalló en carcajadas y Drake se volvió hacia Jess-. Creo que vio lo que ocurrió y desde entonces está traumatizado.

Jess estaba pálida. Era más alta y fuerte que Drake y Vanessa comprendió que tenía que intervenir antes de que se abalanzara sobre el chico.

Drake: ¿Cómo lo hizo tu padre? -continuó provocándola, dirigiéndose en aquella ocasión a Alex-. ¿La mató con un cuchillo? Ladra una vez para decir sí y dos para decir no.

Pero en vez de pegarle, como Vanessa sospechaba que iba a hacer, Jess agarró a su hermano y se alejó de allí a toda velocidad.

Vanessa le dirigió a Drake la más glacial de sus miradas. Permaneció frente a él completamente quieta, hasta que el adolescente se vio obligado a alzar la mirada.

Ness: La madre de Jess murió de cáncer -le dijo con una absoluta tranquilidad-. Esta noche, cuando vuelvas a casa, piensa en ello cada vez que tu madre te demuestre lo mucho que te quiere. E imagínate lo que sería que no estuviera allí, lo que sentirías si la perdieras. Seguro que después te lo piensas dos veces antes de volver a ser tan cruel con Jess. -Drake soltó una carcajada burlona, pero Vanessa no se movió-. Por terrible y desagradable que seas, estoy segura de que tu madre te quiere. Imagínate cómo sería tu vida si la perdieras.

Continuaba oyéndolos reír mientras se alejaba, pero eran risas forzadas. No creía haber convencido a Drake, pero quizá en alguno de los otros sí tuvieran alguna influencia sus palabras.

Jess y Alex habían desaparecido, pero esperaba que la estuvieran esperando en la entrada principal.

Corrió rápidamente hacia ella, abriéndose paso entre la gente.

Y allí estaba otra vez el hombre con aspecto de militar. Fingía estar mirando el escaparate de una librería, pero Vanessa estaba convencida de que la estaba siguiendo.

Seguramente sería un guardaespaldas enviado desde Aspen para alejarla de cualquier peligro. Vanessa le había pedido a Ashley Tisdale que hablara con Rick Morgan, el encargado de la seguridad de las princesas cuando estaban en los Estados Unidos, para convencerlo de que estaría completamente a salvo en Albuquerque sin necesidad de ningún guardaespaldas. Pero era obvio que Rick había decido que la princesa Vanessa necesitaba una niñera.

Vanessa miró hacia atrás y el hombre se volvió. En realidad, a Vanessa no la molestaba que la siguiera, siempre y cuando lo hiciera disimuladamente.

Continuó corriendo hacia la entrada principal y, efectivamente, allí estaban los niños.

Jess, con el rostro tenso por el enfado, sostenía a su hermano en brazos, como si fuera un bebé. Al acercarse a ellos, Vanessa oyó que la niña estaba canturreándole a su hermano.

Jess: ¿Qué les has dicho? -preguntó interrumpiendo su canción-. Sabes, cuando interviene algún adulto son todavía peores.

Ness: Lo que no consigo entender es por qué hablas siquiera con ellos.

Sabía que no era la mejor forma de iniciar una conversación, pero no pudo evitarlo.

Jess: ¿Dónde está el coche? -preguntó con impaciencia-. Porque este niño cada vez pesa más.

El pobre Alex tenía el rostro cubierto de lágrimas.

Ness: ¿Estás bien? -El niño asintió. Parecía tan cansado como ella. Aquella tarde había sido espantosa-. ¿Y crees que podrás ir andando hasta el coche? -El niño volvió a asentir y Jess lo dejó en el suelo-. Tenemos una pequeña excursión hasta el coche -explicó alegremente-. ¿Nos vamos?

Jess: Voy a tener problemas, ¿verdad?

Ness: Eso depende de lo que entiendas por problemas. Si para ti tener problemas significa tener que sentarse a tener una larga conversación, me temo, querida, que los vas a tener.

Llegaron al coche, se metieron y Vanessa comenzó a conducir.

A los pocos segundos, vio que los seguía el guardaespaldas, con menos discreción de la que a Vanessa le habría gustado.


Jess: ¿Vas a contarle a mi padre que me he ido a las galerías sin pedirte permiso?

Vanessa miró por el espejo retrovisor al coche que los seguía. Se trataba de un pequeño Toyota azul. No era el tipo de vehículo que esperaba que utilizara un guardaespaldas real, pero al menos era más discreto que los enormes coches negros que habitualmente usaban.

Ness: Esta noche le haré a tu padre un breve informe de lo ocurrido -le explicó a la niña-.

Jess: ¿Y podría ser más breve de lo normal? Se va a poner hecho una fiera cuando se entere de que me he ido sola a las galerías. No sé por qué lo molesta tanto, pero lo molesta.

Vanessa la miró de reojo.

Ness: Quizá sea por el tipo de gente con la que vas.

Jess elevó los ojos al cielo.

Jess: Drake y sus estúpidos amigos van a mi colegio y mi padre no parece tener ningún problema en que vaya allí. Pero no me deja ir a las galerías porque cree que todavía soy una niña. ¡Y después me machaca porque no tengo amigos! ¿Cómo quiere que tenga amigos si no puedo salir después del colegio?

Ness: Creo que una de las cosas más difíciles de la paternidad es aprender a dejar que tus hijos crezcan. A mi padre todavía le cuesta entenderlo, y eso que mis hermanas y yo tenemos más de veinte años. Y para tu padre todavía tiene que ser más difícil, porque no cuenta con la ayuda de tu madre.

Jess se quedó callada durante unos instantes.

Jess: Alex no se acuerda de ella, pero yo sí. Tenía el pelo rubio y los ojos verdes. Yo no me parezco nada a ella. Era tan guapa. Y siempre fingía estar contenta.

Vanessa miró rápidamente hacia el asiento trasero. Alex estaba dormido.

Ness: ¿Fingía?

Jess: En realidad no era feliz. Lo sé porque la oía llorar cuando no había nadie cerca -se quedó callada y Vanessa esperó, deseando que continuara. Pero la niña sacudió la cabeza-. ¿Entonces tú crees que ya soy adulta?

Ness: No. Y si alguna vez vuelves a irte sola a algún sitio sin avisarme, tendrás que vértelas conmigo. -Giró a la izquierda para dirigirse a la propiedad de Efron. El coche azul la siguió-. He estado hablando con Claire y como tu padre no va a venir a cenar esta noche, he pensado que podríamos encargar un par de pizzas.

Jess sacudió la cabeza.

Jess: Espera un momento. ¿No es ahora cuando tienes que decirme lo desconsiderada que soy?

Vanessa llevó el coche hasta la puerta del garaje.

Ness: Creo que sabes perfectamente que lo que has hecho hoy no ha estado bien. Y no me gusta gritar. Después me duele la garganta -miró por el espejo retrovisor. El coche azul había desaparecido, afortunadamente-. ¿Sabes, Jess? Me ha parecido admirable cómo te has reprimido en las galerías. Sabía que estabas deseando sacudir a ese chico. Me he sentido muy orgullosa de ti al darme cuenta de que no ibas a hacerlo.

Jess: Yo solo... -comenzó a decir-. Tenía ganas de retorcerle el cuello, pero sobre todo quería alejar a Alex de allí. No quiero que oiga esas cosas -rió, pero no porque encontrara en absoluto divertida la situación-. Aunque probablemente ya sea un poco tarde para eso, ¿verdad? Seguro que oye esas cosas horribles en el colegio. Dios, se oyen tantos rumores que a veces empiezas a preguntarte si no serán ciertos.

Vanessa abrió la puerta del garaje con el mando a distancia.

Ness: Pero tú no crees que lo sean, ¿verdad? No piensas que tu padre mató a tu madre...

Jess: ¡Claro que no! Bueno, a veces discutían cuando pensaban que yo no los oía, pero todos los padres discuten. Además, Brittany murió de cáncer.

Había algo extraño en la voz de la niña, como si realmente no creyera lo que estaba diciendo.

Ness: Si quieres hablar de ello con alguien, puedes contar conmigo -se ofreció-. Y, Jess, una cosa más: ahora que ya conoces mis normas, por favor, no me desilusiones.




Capi tierno... También triste. ¡Qué malos los niños esos!

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Lo siento, seguro que esperabais que fuera el capi del baile, yo también. Hace tiempo que leí esta nove y la verdad no recuerdo el capi del baile, pero ya vendrá.

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sábado, 22 de noviembre de 2014

Capítulo 6


Amber: Te veré el martes por la noche, querido -dijo después de rozar los labios de Zac y se dirigió hacia la puerta de su lujosa mansión-.

Zac: ¿El martes por la noche? -repitió en voz alta cuando la puerta se cerró-. No creo.

Dio media vuelta y miró hacia el coche, donde su madre lo esperaba expectante.

¿Qué le habría preparado su madre aquella vez?

Maldiciendo en silencio, se dirigió hacia el coche. Le dolía la cabeza, había cenado demasiado y la compañía que había tenido durante la velada había ayudado a que se le indigestara la cena. El chofer abrió la puerta y Zac entró en el coche.

Zac: No -le dijo a su madre-. No sé lo que tienes planeado para el martes por la noche pero no, no puedo ir.

Tiffany: Tendrás que hacerlo. Es la recepción para Will Hemsworth, ¿recuerdas? Ha sido elegido Empresario Modelo del Año por su trabajo con los niños del orfanato. Y como parece haber desaparecido una vez más, tendrás que ir tú a recoger el premio.

Zac: ¿A qué hora?

Tiffany: La cena empieza a las siete y el cóctel a las seis.

Zac: ¿Y a qué hora entregarán el premio?

Tiffany: Bueno, el año pasado no lo hicieron hasta las nueve menos cuarto, pero...

Zac: Entonces estaré allí a las ocho y media.

Tiffany: Se lo diré a Amber.

Zac: Solo -repuso con firmeza-.

Tiffany: Zac -dijo con un suspiro-. Ya sabes lo que va a pensar si apareces solo.

Zac: Me importa un bledo lo que piense. Amber está empezando a tener una idea equivocada sobre nuestra relación -protestó-. Parece pensar que dentro de poco anunciaremos nuestro compromiso. Y algo me dice que tú tienes algo que ver con eso.

Tiffany cruzó las piernas e hizo un gesto de desdén.

Tiffany: Relájate, querido. Esa mujer es perfecta para ti.

Zac: Dios, espero que no.

Tiffany: Hijo, no te pongas así. Tienes que admitir que con Brittany acerté, ¿no?

Zac se quedó callado. Se había enamorado de Brittany, pero ella se había casado con él por su dinero. O quizá, más exactamente, Brittany no se habría casado con él si no hubiera tenido dinero. Zac ya había tenido la misma conversación con su madre en otras ocasiones, pero Tiffany no comprendía por qué se había enfadado tanto cuando Brittany le había dicho la verdad, que su matrimonio había sido principalmente una cuestión de negocios. De hecho, su madre decía que a ninguna mujer que estuviera en sus cabales se le ocurriría renunciar a una fortuna de ese tamaño y que Zac debería agradecerle a su dinero que lo hubiera ayudado a conseguir a una mujer tan adorable como Brittany.

Poco a poco, Zac había llegado a aceptar que Brittany lo había querido a su manera. La quería demasiado para separarse de ella y además ya tenían a Jess. Así que había hecho todo lo posible para que su matrimonio funcionara.

Pero nunca había dejado de resultarle doloroso saber que Brittany se había casado con él por su fortuna.

Zac: No voy a casarme con Amber -dijo por fin-. No voy a casarme con nadie. Así que déjalo ya por favor.

Tiffany suspiró dramáticamente.

Tiffany: Es posible que a ti no te importe, pero surgirán rumores si apareces solo.

Rumores, especulaciones sobre si realmente había matado o no a la esposa a la que adoraba. Era tan absurdo...

Zac: De acuerdo. Llevaré a alguien, por eso no te preocupes.

Tiffany: ¿A quién? -preguntó al instante-.

Zac: No lo sé, a alguien -de pronto se le ocurrió una idea-. A Ness.

Dios, era una idea genial. Podía decirle a Claire que se quedara hasta un poco más tarde. Podrían cenar en casa con los niños y después...

Tiffany: Oh -se llevó la mano a la frente con gesto dramático-, no, Zac, por favor, no. No me digas que estás haciendo algo tan vulgar como tener una aventura con la niñera.

Zac soltó una carcajada. En ese momento el chofer estaba deteniendo el coche en frente de su casa.

Tiffany: ¿Cómo es? ¿Una jovencita exuberante de dieciocho años?

Zac: Tiene veintisiete años. Y puedes estar tranquila, la encuentro tan estimulante sexualmente como a Mary Poppins -se interrumpió un instante-. Aunque ahora que lo pienso, es posible que debajo de sus ropas almidonadas Mary Poppins vistiera como una meretriz. -Salió rápidamente del coche, antes de que su madre pudiera regañarlo, pero se asomó nuevamente a la ventanilla para despedirse de ella-. Mamá, sé que lo único que quieres es que sea feliz, pero no vuelvas a hacer de casamentera. Dame un respiro, ¿de acuerdo?

Su madre suspiró. En aquella ocasión su preocupación parecía completamente sincera.  

Tiffany: Me temo que si te doy ese respiro que pides te encerrarás en tu despacho y no volverás a salir jamás. Brittany fue la única que murió, Zac, no tú. Sé que la querías, pero...

Zac señaló hacia la casa.

Zac: Es tarde, será mejor que me vaya.

Tiffany: Vaya, vaya. Me estoy metiendo en una conversación demasiado personal, ¿eh?

Zac: Buenas noches, mamá.

Tiffany: Dales un beso a los niños -le gritó mientras se alejaba-.

Zac: Lo haré.

Y por primera vez desde hacía mucho tiempo era capaz de imaginarse a sí mismo dándoles a los niños los besos que su madre les enviaba. Y también por vez primera iba a comenzar a hacer planes para poder cenar regularmente con sus hijos

Su madre estaba completamente equivocada. No tenía intención alguna de encerrarse en su despacho. Estaba preparado para volver nuevamente al mundo. Pero quería hacerlo lentamente. Quería recuperar a sus hijos antes de zambullirse en el torbellino de la vida social que su madre adoraba. Gracias a Ness Hudgens y...

Vio que la luz de su despacho estaba encendida.

Frunció el ceño. Aquello era muy extraño.


¿De qué habría muerto exactamente Brittany Efron?

Jess había dicho que había sido una muerte violenta. Y Ness había decidido que había llegado ya la hora de averiguarlo. Y aunque la educadísima y cortés princesa Vanessa jamás habría sido capaz de preguntarlo, Ness Hudgens estaba a punto de hacerlo.

Se lo preguntaría al día siguiente, decidió. Le dejaría una nota en su despacho pidiéndole que buscara un momento para hablar con ella. En la misma nota le diría que, por su parte, estaba dispuesta a reunirse con él esa misma noche, por tarde que llegara....

A no ser que hubiera decidido no pasar la noche en casa.

Pensó en Amber Von Tussle, en lo mucho que se había acercado a él y en el gesto posesivo con el que apoyaba sus manos en su pecho.

Sí, era bastante probable que Zac no volviera a casa aquella noche.

Así que Vanessa decidió ponerle en la nota varias opciones para que decidiera él en qué momento prefería que hablaran.

Pero tenían que hablar. Y aunque la princesa Vanessa era demasiado discreta para mirar a un hombre a los ojos y preguntarle cómo había muerto su esposa, Ness Hudgens no tenía ni sus limitaciones ni sus miedos.

Vanessa había averiguado que en realidad Ness Hudgens temía a muy pocas cosas. En ese mismo momento, de hecho, estaba intentando encontrar en el despacho de Zac alguna pista que le indicara el paradero de Will Hemsworth.

Encontró un teléfono de su supuesto hermano, pero era el mismo que ella tenía. Revisó los archivos que Zac tenía en la mesa del escritorio. No parecía haber en ellos nada personal. Solo información sobre los clientes de Efron-Hemsworth.

Descubrió también una libreta en la que Zac había ido apuntando los mensajes que le dejaban en el contestador, pero ninguno era de su socio.

Vanessa recorrió el despacho con la mirada.

Había una serie de archivadores en una de las paredes del despacho. Se acercó a ellos con la sensación de que quizá estuviera yendo demasiado lejos, pero al mismo tiempo siendo incapaz de dominar su curiosidad.

Abrió el primero de los cajones e inmediatamente se sintió culpable. Pero la información que encontró en los archivos era similar a la que había descubierto en su escritorio: no había nada personal y tampoco ninguna información sobre Will Hemsworth. Ocurrió lo mismo en el resto de los archivos.

Cerró todos los cajones y volvió a mirar a su alrededor. El despacho estaba pulcramente ordenado. Parecía casi imposible encontrar en él alguna nota dejada al descuido que pudiera aportarle la información que buscaba.

De acuerdo, se dijo, así que ser una espía no era tan fácil como parecía en las películas de James Bond.

Regresó al escritorio de Zac, se sentó en su silla e intentó razonar como lo haría el superespía. Siempre existía la posibilidad de que la información que estaba buscando no estuviera allí. Y en ese caso, ni el mismísimo James Bond podría haberla encontrado,

Lo intentó con los cajones del escritorio. El primero estaba cerrado. En el del medio había objetos de papelería, pastillas de menta y un dinosaurio de plástico. Increíble. ¿Quién se habría imaginado que Zac Efron guardaba un dinosaurio de plástico en los cajones de su escritorio?

Vanessa cerró los cajones y los ojos, suspiró y permaneció sentada, apoyando relajadamente la cabeza en el respaldo de la cómoda silla de Zac.

Zac: ¿Pensando en alcanzar la presidencia de la empresa?

Vanessa se levantó de un salto en el momento que Zac cerraba la puerta del despacho tras él. ¿Llevaría mucho tiempo observándola?

Ness: Quería dejarte una nota -farfulló-. Quería hablar mañana contigo y...

Oh, Dios, sonaba tan culpable. Estaba convencida de que Zac iba a pensar que pertenecía a alguna corporación de espías. O algo peor... Quizá creyera que era una ladrona...

Zac: Debe de ser difícil escribir una nota con los ojos cerrados, ¿verdad? -comentó mientras se acercaba al mueble bar-.

Ness: Lo siento -se lamentó, saliendo lentamente de detrás del escritorio-. No debería haberme sentado en tu silla, pero parecía tan cómoda y yo estaba... estaba agotada y...

Zac: Relájate, no me importa que te hayas sentado en mi silla. ¿Te apetece tomar algo?

A Vanessa le latía tan violentamente el corazón que le parecía imposible que Zac no pudiera oírlo.

Ness: Hum... Sí, una copa de vino, si no te importa.

Zac la miró con repentina curiosidad.

Zac: ¿Es esta una ocasión especial?

Ness: Creo que sí -contestó con la voz todavía ligeramente temblorosa-, teniendo en cuenta que no me vas a despedir por haber entrado sin permiso en tu despacho.

Zac soltó una carcajada. Y Vanessa se quedó sin aliento. Dios, cuando aquel hombre se reía, era devastadoramente atractivo. Y vestido de esmoquin estaba...

Zac: Como no tengo intención de despedirte por haber entrado sin permiso en mi despacho, espero que lo que pensabas escribirme en esa nota no fuera que piensas irte antes de lo previsto.

Vanessa alzó la mirada y lo descubrió frente a ella, sosteniendo una copa de vino blanco en la mano.

Ness: Por supuesto que no.

Zac le tendió la copa de vino y sonrió suavemente.

Zac: Bueno, es un alivio -señaló la silla que había frente a su escritorio-. Siéntate, por favor.

Ness: Quería pedirte que encontraras un rato para hablar conmigo -le explicó mientras se sentaba-. No esperaba que volvieras tan pronto. Ni siquiera que...

No esperaba que regresara en absoluto. No lo dijo, pero Zac sabía lo que estaba pensando.

Zac: Si alguna vez no pensara volver a casa a dormir, te lo diría con antelación. Pero no creo que eso vaya a ocurrir de aquí a mucho tiempo.

Vanessa se ruborizó suavemente.

Ness: Supongo que eso quiere decir que tampoco hay planes de boda de momento. Y eso es algo de lo que deberías hablar con tus hijos. Hemos tenido... un pequeño percance esta noche.

Zac: Vaya, lo siento. ¿Y qué ha hecho Jess esta vez?

Ness: En realidad, lo que ella haya hecho no es lo que importa -le explicó diplomáticamente. Aunque para Zac era evidente que la había asustado al entrar, Ness había recuperado el control y había vuelto a adoptar aquel estilo suave y educado que al mismo tiempo dejaba traslucir una firmeza de hierro y que a él tanto le recordaba a Mary Poppins-. Lo que verdaderamente importa es que Jess está muy afectada por la posibilidad de que vuelvas a casarte -continuó explicándole-. Me temo que no le tiene mucho cariño a la mujer con la que actualmente estás saliendo. Por supuesto, ella no tiene derecho a decirte con quién tienes que salir, pero creo que no os vendría mal hablar sobre este tema.

Zac había estado mordiéndose la lengua para no interrumpirla.

Zac: ¿Lo has hecho tú?

Ness: Sí. Y gracias por no interrumpirme -añadió con una sonrisa-.

Dios, pensó Zac, los hoyuelos que se formaban en sus mejillas eran adorables.

Zac: Yo no estoy saliendo con Amber -le aclaró-. Mi madre está intentando casarme con ella, pero, francamente, todavía no estoy preparado para tener una relación seria con nadie, y aunque lo estuviera... -se encogió de hombros-. No hay química entre nosotros, jamás funcionaría.

¿Por qué le estaba contando eso? Ella era su niñera, no su psiquiatra.

Sin embargo, Ness asintió, mostrando su completo acuerdo.

Ness: Realmente tiene que haber química, ¿verdad? Una especie de magnetismo, que a veces ni siquiera se desea.

Como el magnetismo que en ese momento le estaba haciendo inclinarse hacia ella, a pesar de que estaba completamente quieto. Como la clase de magnetismo que había sentido en el preciso instante en el que Ness había entrado en su despacho y... Zac interrumpió bruscamente el curso de sus pensamientos Aquello era absurdo. Sí, lo que estaba sintiendo en ese momento era una especie de química, pero relacionada con la amistad, nada más. Ness le había gustado en cuanto la había visto, pero de una forma que no tenía que ver con el sexo.

Él jamás tendría una aventura con la niñera de sus hijos. Y no porque fuera vulgar, sino porque sería cruel. Ness era tan joven y dulce...

Zac: ¿Qué ha ocurrido entonces con Jess?

Quería que se lo contara para poder estar un poco más con ella y no porque deseara saber lo que había hecho su hija en aquella ocasión.

Ness se reclinó en la silla. No parecía tener ninguna prisa por marcharse.

Ness: Jess ha mostrado la falta de juicio propia de una niña de trece años y ha estado hablándole a Alex de su malvada madrastra sin prever cómo iba a afectarle al niño. La reacción de Alex ha sido un poco más fuerte de lo que ella esperaba.

Zac intentó sonreír.

Zac: Tal como lo cuentas, parece que no hubiera sucedido nada. Pero conozco a mis hijos. ¿Cuánto tiempo han durado los gritos?

Ness le devolvió la sonrisa. Era una sonrisa radiante.

Ness: Lo suficiente. Pero no te preocupes. He conseguido mantener la situación bajo control. Pero no era de eso de lo que quería hablarte. Aunque ahora es tarde, no creo que sea el mejor momento de...

Zac: Es un momento magnífico -respondió. Maldito fuera, lo había hecho otra vez. Había vuelto a interrumpirla-. Perdona.

Ness: Estoy empezando a acostumbrarme.

Zac: Lo siento.

Ness: Era una broma. En realidad no me has interrumpido tanto.

Zac: Es una costumbre grosera y arrogante -Dios, ¿cuándo habría comenzado a convertirse en una persona dura y arrogante? ¿Qué habría sido de su amabilidad, de su caballerosidad y su compasión? Alzó la mirada. Cuando había entrado en el despacho, Ness le había dicho que estaba cansada. Y realmente lo parecía-. Mira si quieres que aplacemos esta conversación hasta mañana... -Se interrumpió a sí mismo aquella vez-. Maldita sea, mañana tengo esa cena de negocios y probablemente no vuelva hasta las once -se pasó la mano por el pelo con gesto de frustración-. ¿Qué tal pasado mañana?

Ness: Preferiría que habláramos ahora.

Zac: Lo haremos entonces. ¿Cuál es nuestro tema de conversación?

Ness se inclinó ligeramente hacia delante y dejó la copa en la mesa del escritorio.

Ness: Bueno, el caso es que tengo una pregunta difícil que hacerte.

Estaba tan seria que Zac se puso nervioso. ¿Querría pedirle permiso para abandonar el trabajo antes de la Navidad, en vez de esperar hasta enero?

Ness: Normalmente, consideraría que esto no es asunto mío -continuó diciendo-, pero esta noche he tenido una conversación con Jess bastante inquietante y si quiero tener alguna oportunidad de asentar mi relación con ella creo que necesito saber... Bueno, será mejor que haga ya la pregunta -tomó aire-: ¿Cómo murió exactamente la madre de Jess y de Alex?

Ah, así que era esa la pregunta. Zac sabía que tenía que llegar antes o después. Se levantó de la silla y se volvió, apartándose de la firmeza de su mirada.

Zac: Supongo que habrás oído los rumores -comentó mientras se acercaba nuevamente hacia el bar-.

Ness: Sí. Y aunque creo que es importante conocerlos, porque seguramente los niños también los oyen, quiero que sepas que no me los he creído en ningún momento -rió suavemente-. Aunque supongo que lo sabes, pues en caso contrario no estaría aquí en este momento, ¿verdad?

Zac ya había bebido demasiado aquella noche, así que se sirvió una refresco de limón con la única intención de poder tener algo entre las manos.

Zac: Brittany murió de cáncer. Todo sucedió terriblemente rápido. Le diagnosticaron la enfermedad y murió tres meses después -se volvió hacia ella-. Para los niños fue devastador.

Ness: Y supongo que también para ti -dijo suavemente-. Lo siento.

Zac: Brittany tenía un tumor en el estómago y otro en el cerebro que no se podía operar. Fue un proceso terriblemente doloroso. El cáncer se extendió por todo su cuerpo, pero ella decidió no pasar por el quirófano. Al fin y al cabo, no tenía ninguna posibilidad de sobrevivir.

Ness: Oh, no sabes cuánto lo siento -susurró nuevamente-.

Era extraño. Normalmente, cuando la gente pronunciaba aquellas palabras, parecía estar repitiendo una frase hecha. Pero Ness lo sentía verdaderamente, Zac podía verlo en sus ojos.

Zac: Brittany también decidió que no la ingresaran en el hospital. Quería estar cerca de los niños hasta el final, pero ahora mismo no estoy seguro de que fuera una decisión acertada. Sufría unos dolores terribles e intentar disimularlos delante de Jess y de Alex le robaba muchas fuerzas. Era muy duro para ella. Y también para los niños. Estoy seguro de que no entendían nada de lo que estaba ocurriendo.

Había bajado la guardia y Vanessa podía ver reflejada en sus ojos una inmensa tristeza. Zac era un hombre acostumbrado a luchar y ganar, pero aquella había sido una pelea en la que no había tenido una sola oportunidad. Parecía tan vulnerable en ese momento, tan perdido...

Ness: ¿Murió aquí? -preguntó suavemente-. ¿En casa?

Zac: Sí -contestó en un susurro. Forzó una sonrisa-. Y ahora Jess cree que su espíritu se dedica a vagar por los pasillos de la casa.

Jess le había contado a Vanessa que Brittany había tenido una muerte violenta. Para una niña de diez años debía de haber sido estremecedor perder a su madre de forma tan repentina. Y el dolor de su madre debía haberle parecido terriblemente violento.

Zac: No sé lo que piensa Alex -continuó. Se acercó a la ventana y fijó la mirada en el exterior-, porque nunca habla conmigo.

Parecía tan terriblemente solo estando allí, con el vaso de refresco en una mano y frotándose el cuello con la otra...

Ness: Tienes que darle algo más de tiempo a Alex -le aconsejó-.

Se le había ocurrido una idea para que Alex volviera a hablar, pero no quería decirle nada a Zac para no crearle excesivas esperanzas. Su plan consistía en hacer visitas regulares a la perrera después del colegio, donde al parecer necesitaban desesperadamente voluntarios para cuidar a los perros abandonados que allí vivían.

Zac: Ya estamos cerca de su cumpleaños. Va a cumplir siete. No tengo ni idea de a qué compañeros de clase deberíamos invitar para la fiesta. Ni siquiera sé si tiene amigos.

Ness: Su profesora dice que es un niño muy callado -lo informó-, pero hay un par de niñas, Molly y Hanna, que juegan siempre con él.

Zac: Probablemente no tengan perro en casa -bromeó-.

Vanessa no pudo evitar una carcajada. Zac se volvió y, durante un instante terrible, la joven no fue capaz de interpretar la expresión de su rostro. Hasta que lo vio sonreír. Era una sonrisa irónica, pero una sonrisa al fin y al cabo.

Zac: Me alegro de que nos encuentres divertidos. La mayoría de la gente huye de nuestro lado en cuanto puede.

Ness: Adoro a tus hijos.

Zac: Aja. Entonces, si huyes repentinamente ya sabré de quién estás escapando.

Ness: No seas tonto.

Zac volvió a sonreír.

Zac: Tonto. No es algo que me llamen cada día -bajó la mirada hacia el vaso que tenía en la mano-. Me alegro de que te gusten los niños.

Ness: Y también me gusta usted, señor Efron -la miró fijamente y Vanessa le explicó-: No quiero que te lleves una idea equivocada, y tratándote de usted me parecía que sonaba menos descarado. -Fue entonces Zac el que soltó una carcajada-. Me alegro de que tú también me encuentres divertida. Reírse de vez en cuando le viene bien a todo el mundo.

Zac se apoyó contra el alféizar de la ventana y la miró.

Era curioso. Aquella conversación había dado un extraño giro. Si no hubiera sido porque Ness había dejado muy claro que no era eso lo que pretendía, parecería que estaban flirteando.

Zac: Por favor -le pidió-, no dejes de tutearme, te prometo que no me llevaré una idea equivocada. Siempre y cuando tú no me malinterpretes si te pido que seas mi pareja en una aburrida ceremonia a la que tengo que ir el martes por la noche.

Vanessa no se lo podía creer. ¿Realmente Zac Efron estaba pidiéndole que saliera con él?

Ness: Aburrida -repitió, con el pulso ligeramente acelerado-. Cuando dices «aburrida», ¿a qué te estás refiriendo exactamente?

Zac: A mi socio le han dado un premio que yo tengo que ir a recoger por él. Por alguna razón, mi madre cree que despertaré menos rumores si no voy solo -se acercó al mueble bar y dejó el vaso en la pequeña barra-. He pensado que podríamos cenar con los niños y con Claire, pasarnos por la cena a la hora del postre, recoger el premio y estar de vuelta en casa a las diez y media. ¿Qué te parece? ¿Estás dispuesta a evitarme la compañía de Amber Von Tussle por segunda vez en una semana?

Aquello no era una verdadera cita y Zac acababa de asegurarse de que lo entendiera.

Ness: ¿Has estado hablando con Jess?

Zac: ¿Con Jess? -preguntó confundido-.

Ness: Déjalo -replicó-. Ha sido una coincidencia. Por supuesto que iré contigo. Estoy dispuesta a hacer cualquier cosa para evitar que Amber Von Tussle te agarre.

Zac: No es eso lo que he dicho.

Ness: Quizá no con palabras, pero lo has insinuado -dudó un instante-. Aunque me temo que no tengo nada que ponerme...

Zac se sacó la cartera del bolsillo y le tendió una tarjeta de crédito.

Zac: Quería habértela dado antes. He puesto una cuenta a tu nombre en el banco. Lo único que tienes que hacer para poder usar la tarjeta es firmarla. ¿Crees que tendrás tiempo de aquí al martes para ir a comprarte algo? -Vanessa tomó la tarjeta. En ella aparecía su nombre en letras doradas-. Si no tienes tiempo, hay algunas boutiques en las que se pueden hacer compras a distancia. Jess puede ayudarte a buscarlas por Internet.

Ness: Zac, no es necesario. Yo puedo comprarme todo lo que necesito.

Vanessa intentó devolverle la tarjeta.

Zac: No, este gasto me corresponde a mí -repuso dando por zanjada la discusión. Se dirigió hacia la puerta.-. Y ahora, vete a la cama, ya te he entretenido demasiado.

Vanessa se metió la tarjeta en el bolsillo, aunque no pretendía usarla.

Ness: Supongo que no hay ninguna posibilidad de que tu socio aparezca de pronto y pueda asistir a la ceremonia.

Zac: En lo que al loco de Will concierne, siempre hay alguna posibilidad de que ocurra algo inesperado.

Ness: Porque he estado hablando con mi her... -se interrumpió bruscamente. Había estado a punto de decir su «hermana»-, con mi amiga, la princesa Alice. Por teléfono, claro -Dios santo, ¿por qué tenía que parecer tan nerviosa? Se imaginaba perfectamente a James Bond observándola detrás de Zac y sacudiendo la cabeza disgustado por su torpeza. Tomó aire y sonrió-. Alice cree que pudo coincidir con tu socio en una ocasión. Me ha pedido que le dé un mensaje, así que espero que cuando vuelva me avises.

Zac: Claro, te avisaré. Qué pequeño es el mundo, ¿eh?

Ness: Mucho.

Zac: Mañana tengo que madrugar, así que, si no te veo, espero que tengas un buen día.

Ness: Gracias e igualmente.

Mientras se alejaba, Zac estuvo pensando en lo que Ness le había dicho. Le había confesado expresamente que le gustaba. Y el sentimiento era completamente mutuo.

El martes por la noche iba a ser divertido. Por primera vez desde hacía años, Zac esperaba con anhelo una velada.

Una velada que iba a pasar en compañía de Ness Hudgens.

Su amiga, se recordó. Simplemente su amiga.




Aiiiish... Amigos, solo amigos...
El próximo capi es el baile. A partir de ahí las cosas tienen que cambiar, ¡sí o sí!

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Recuerdo que desde hace unos días hay capítulo nuevo en mi otro blog.

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jueves, 20 de noviembre de 2014

Capítulo 5


**: Ya está. Ahora sí que estás perfecto.

Vanessa permanecía entre las sombras del rellano de la escalera, observando a la mujer extraordinariamente hermosa que acababa de colocarle la corbata a Zac.

Zac iba vestido de esmoquin y Vanessa, por mucho que lo sintiera, tenía que contradecir a aquella belleza de brillante melena. Zac no necesitaba que le enderezaran la corbata para estar perfecto.

Vanessa tenía solo ocho años cuando había visto por primera vez una película de James Bond. Y desde entonces, le bastaba ver a un hombre atractivo vestido de esmoquin para sentir que sus rodillas adquirían una textura semejante a la gelatina.

Aunque en ese momento hubiera querido moverse, no habría podido. Y parte de ella, la parte más desobediente y maleducada, no tenía ningún interés en hacerlo.

La mujer a la que estaba observando invadía por completo el espacio de Zac. Permanecía a solo unos milímetros de él. Y a Zac no parecía importarle.

No, de hecho Vanessa no creía que hubiera muchos hombres a los que pudiera importarles que una mujer tan bella se les acercara.

Iba vestida con un traje de noche negro con escote suficientemente abierto para mostrar el inicio de sus lujuriosos senos. El vestido se ajustaba a sus suavemente redondeadas caderas y...

Y si en algún momento hubiera albergado la esperanza de tener algún tipo de aventura amorosa con su jefe, se habría hecho añicos en ese mismo instante: era absolutamente imposible competir con una mujer como aquella.

Era mayor que Vanessa, mucho más sofisticada y elegante y parecía tener un completo control sobre la situación.

**: Tu madre ya está en el coche -musitó la mujer. Estaba tan cerca de él que sus senos rozaban el pecho de Zac-. Es posible que esta sea nuestra última oportunidad de estar solos en toda la noche.

Parecía estar pidiendo a gritos que la besara, pero, sorprendentemente, Zac se alejó de ella.

Zac: No me gustaría hacerla esperar.

No quería besarla. Ni siquiera parecía que le gustara.

Vanessa sintió la alegría del triunfo, pero inmediatamente la sofocó. No pudo menos que reírse de sí misma. La siempre razonable y práctica princesa Vanessa acababa de dejarse atrapar por una fantasía infantil.

Porque el hecho de que a Zac no le gustara aquella mujer, no significaba que no pudiera disfrutar con ella de una apasionada noche de sexo al cabo de unas horas. Además, necesitaba recordarse que ella no había ido a Albuquerque para tener una romántica aventura con Zac Efron, sino a buscar a su hermano.

Vanessa observó a Zac conducir a aquel ejemplo de perfección hacia la puerta y cuando esta se cerró tras ellos, se sentó en un escalón y suspiró.

No era la mujer con más experiencia en asuntos amorosos del mundo, pero sí sabía lo que no estaba buscando. Lo último que quería eran complicaciones. Y, mucho menos, perseguir un imposible.

Y, en ese caso, lo mejor que podía hacer era guardar las distancias entre Zac y ella. Porque si se obrara el milagro de que Zac decidiera que se sentía atraído por ella y ella sintiera algún tipo de atracción por él, su relación sería horrible y dolorosamente complicada.

En primer lugar, porque Zac todavía estaba enamorado de su esposa. Además, por si hacía falta añadir más complicaciones a sus vidas, no tenía ni idea de quién era Vanessa en realidad. Zac ni siquiera sospechaba que era una princesa, y aun así, le gustaba. Sí, Vanessa sabía que le gustaba, y también que pensaba que estaba haciendo un buen trabajo.

Ella no había trabajado hasta entonces y le resultaba intensamente gratificante que la primera vez que lo hacía todo estuviera saliendo tan maravillosamente bien.

Por vez primera en toda su vida, Vanessa sabía que alguien la apreciaba por sí misma y no por ser una princesa. Y si ocurría un milagro y Zac se enamoraba realmente de ella...

Sí, era complicado, imposible... Pero sería también maravilloso.

A los veinte años, durante unas vacaciones en Roma, Vanessa había perdido la cabeza por un estudiante americano. Lo había conocido cuando había conseguido eludir a sus hermanas y a sus guardaespaldas para ir a visitar las catacumbas.

Richard se había acercado a ella y le había pedido que le hiciera una fotografía. Habían comenzado a hablar y pronto se había producido el flechazo. Richard era un chico extraordinariamente atractivo y carismático y ella una jovencita fácilmente encandilable. Particularmente porque Richard parecía igualmente fascinado con ella. Vanessa había aceptado salir a cenar con él, en parte porque le parecía improbable que supiera que ella era una princesa. Al recordarlo, se daba cuenta de que Richard no era un joven excesivamente inteligente. Se había pasado la noche hablando de sí mismo. Pero a Vanessa le había parecido adorable su forma de mirarla a los ojos... La había hecho sentirse como si fuera la única mujer del planeta.

Ambos tenían dos semanas de vacaciones. Habían pasado juntos todos los días y una parte considerable de sus noches en la modesta pensión en la que Richard se alojaba.

Vanessa se había sentido completamente libre y despreocupada, hasta que había descubierto que Richard había sabido durante todo aquel tiempo quién era ella. De hecho, habían coincidido en las catacumbas porque la había seguido desde que había salido del hotel. Y la había perseguido porque era un miembro de la realeza y no porque realmente le gustara.

Richard le había propuesto matrimonio, pero ella lo había rechazado, dolida como estaba por su engaño. Vanessa había llegado a comprender con el tiempo que en realidad ella también lo había utilizado. No había salido con él porque lo considerara un hombre ingenioso y brillante. No, aunque la avergonzara admitirlo, había salido con él porque era un hombre guapo, con un cuerpo maravilloso. De hecho, en cuanto había superado el dolor inicial, se había dado cuenta de que había sido un alivio contar con una buena excusa para no casarse con él.

Desde entonces, soñaba con encontrar un hombre que la quisiera por sí misma, no por su título ni por la riqueza de su familia.

Además, y aunque sabía que era un sueño, quería que ese hombre tuviera un rostro como el de Zac Efron. Y también una cara como la suya. Y quería que fuera intensamente brillante y divertido, y dulcemente cariñoso y...

Como Zac Efron.

Vanessa suspiró. Y de pronto se enderezó y escuchó con atención. ¿Qué era aquello?

Sí, alguien estaba llorando. Y los lamentos procedían de la zona en la que estaban las habitaciones de los niños. Se levantó de un salto y corrió hacia allí.


Jess: Está abierta.

Vanessa empujó la puerta de la habitación de Jess y asomó la cabeza. La niña estaba sentada en la cama, con el clarinete en el regazo y una partitura frente a ella.

Ness: ¿Puedo pasar?

Jess: ¿Se supone que si dijera que no, no entrarías?

Ness: Si dijeras que no, te pediría que vinieras a mi habitación para que pudiéramos hablar allí.

Jess: ¿Y si no quisiera hablar? -se levantó y dejó el clarinete en la cama-.

Ness: En ese caso hablaríamos más tarde. Pero sabes tan bien como yo que esta es una cuestión de la que no pienso olvidarme hasta que hablemos de ella, así que es mejor que lo hagamos cuanto antes.

Jess: ¿Qué es lo que he hecho esta vez?

Ness: ¿Puedo pasar?

Jess: Sí. Dios, pasa. La mayor parte de la gente ni siquiera llama, se limita a entrar directamente en la habitación.

Ness: ¿Y por qué debería mostrarte menos respeto del que espero que me muestres tú?

Jess: Porque soy una niña.

Ness: Una situación que a veces puede llegar a resultar agobiante -respondió captando toda la atención de la niña-. Una de las cosas a las que me gustaría ayudarte durante los próximos días es a hacer una lista de las características que Alexander y tú esperáis de una niñera. Y creo, teniendo en cuenta lo mucho que valoras tu intimidad, que encontrar a alguien que crea que los niños deben ser tratados con el mismo respeto que los adultos debería de ser una prioridad. ¿No te parece?

Jess: Bueno, sí.

Ness: Y tienes que tener en cuenta que vuestra futura niñera debería tener también su propia lista de requisitos, que deje claramente por escrito lo que espera de ti y de Alexander.

Jess: Pues le deseo buena suerte a quien sea, porque no somos precisamente unos angelitos.

Ness: Y nadie espera que lo seáis. Pero seguro que cualquier persona que entre a trabajar en esta casa tendrá sus propias expectativas. ¿Quieres saber cuáles son las mías? -Jess se encogió de hombros-. Yo espero sinceridad y amabilidad -dijo quedamente-. Y las dos cosas que no estoy dispuesta a tolerar son la crueldad y la mentira. Lo de la sinceridad no tiene por qué plantear ningún problema, y la espero de ti en todas ocasiones, sin ninguna excepción. Lo de la crueldad puede ser algo más complicado, porque a veces, y creo que eso es lo que ha sucedido hoy, somos crueles sin proponérnoslo.

Jess se puso inmediatamente a la defensiva.

Jess: Bueno, ya sabes lo que dice esa vieja canción, a veces es necesario ser despiadado para hacer un bien...

Ness: Es posible que haya ocasiones en las que eso sea cierto. Pero no creo que el autor de la canción estuviera pensando en un niño de seis años.

Jess se quedó en completo silencio y clavó la mirada en el suelo. Vanessa suspiró.

Ness: Jess, sé que quieres a Alex. ¿Cómo es posible que le hayas dicho entonces esas cosas tan horribles sobre tu padre y esa mujer... Amber, creo que se llama?

Jess: Amber, sí. Amber Von Tussle. Una auténtica bruja. La abuela quiere que Zac se case con ella y he pensado que ya era hora de que mi hermano lo supiera.

Ness: ¿Pero por qué has tenido que decirle que Amber va a ser vuestra malvada madrastra?

Todavía estaba asombrada por la falta de sensibilidad de Jess. Vanessa se había pasado casi cuarenta minutos intentando convencer al pequeño de que su madrastra no iba a encerrarlo en una torre.

Jess: Si alguien no hace algo pronto, Zac terminará casándose con ella.

Ness: ¿Y no crees que tu padre hablaría antes con vosotros si realmente estuviera pensando en casarse con Amber?

Jess: No -se dejó caer en una silla con un rápido movimiento que a Vanessa le recordó extraordinariamente a los de su padre-. Creo que no nos lo diría hasta que se hubiera casado. Cree que soy una niña. O por lo menos me trata como si lo fuera. Dios, esta noche ha estado otra vez aquí. La odio. Es tan repugnante la forma que tiene de frotarse contra mi padre.

Vanessa se sentó en el borde de la cama.

Ness: ¿Y crees que eso te da derecho a asustar a tu hermano?

Jess: No sabía que Alex se lo iba a tomar así. -Vanessa se limitó a mirarla con gesto escéptico-. Bueno, de acuerdo, quizá lo supiera, pero aun así merece la pena que lo sepa. Si Zac se casa con esa mujer, nos mandarán a un internado antes de que las flores del ramo de novia hayan tenido tiempo de secarse -añadió con fiereza-.

Ness: Tu padre jamás haría una cosa así.

Jess: A mi padre no le gusta vernos cerca de él, pero no quiere admitirlo -la contradijo-. Para él sería un alivio que alguien tomara esa decisión en su lugar.

Ness: Tu padre jamás permite que alguien decida en su lugar, sobre todo en cuestiones tan importantes como esa.

Jess: Pues se casó con mi madre porque mis abuelos querían que lo hiciera. Y esa es una decisión importante, ¿no te parece?

Ness: Jess, no me lo creo. En esta época casi nadie se casa porque sus padres quieran que lo haga -se corrigió inmediatamente-, por lo menos en este país.

Jess: Pues hay gente que sí. Mis dos abuelas eran íntimas amigas. Ambas están cargadas de dinero y les dijeron a Zac y a Brittany que si se casaban les darían montones de dinero. Le he oído contar a Zac esa historia y al final siempre dice, «así que me enamoré convenientemente de Brittany». Él mismo lo admite, y si no te lo crees, pregúntaselo. Amber también está forrada, pero mi padre ya no necesita dinero. Supongo que lo que buscará esta vez es sexo.

Ness: Jess, no me parece apropiado que una niña de trece años hable así de su padre.

Jess: Es un hombre, ¿no? Los hombres necesitan sexo y él lleva solo mucho tiempo.

Ness: También las mujeres lo necesitan, pero no creo que debamos hablar...

Jess: Supongo que ahora también hará lo que más le convenga. Mi abuela prácticamente está empujando a Amber a su dormitorio. A menos que hagamos algo, se va a casar con ella. Yo le he contado que en esta casa había fantasmas, pero me parece que pensó que solo estaba intentando asustarla.

Ness: ¿Y era esa tu intención?

Jess: Bueno, sí... Pero eso no significa que no haya fantasmas. A veces los siento, sobre todo por las noches. Y estoy segura de que cuando se casen, Amber se asustará al darse cuenta de que la casa está embrujada. Querrá marcharse y Zac no y entonces -se encogió de hombros-, terminarán divorciándose al cabo de unos años. Lo único que yo pretendo es evitarles problemas futuros.

Ness: Vaya, yo pensaba que el espíritu de Ford y del resto de vuestros antepasados se habían quedado tranquilos desde que tu padre compró esta casa.

Jess: Ford se pasea por aquí de vez en cuando -contestó muy seria-. Pero él no hace nada especial. Es el fantasma de Brittany el que se dedica a esas cosas. -Brittany, su madre-. ¿Sabes? Murió en esta casa.

Ness: No, no lo sabía.

Jess: Parte de ella todavía está aquí. Eso le sucede a los espíritus de las personas que abandonan el mundo repentinamente, de forma violenta.

Jess subió las rodillas a la silla y las rodeó con los brazos. Parecía muy pequeña y vulnerable, a pesar de que era obvio que lo que pretendía era hacerle sentirse incómoda a Vanessa. Así que, en vez de preguntarle que de qué había muerto su madre, Vanessa comentó con voz suave:

Ness: Debe haber sido muy duro para ti que tu madre muriera.

Jess: No quiero hablar de eso. Lo que quiero hacer es averiguar cómo vamos a evitar que mi padre se case con esa bruja.

Ness: Pero si alguna vez quieres hablar de ello...

Jess: ¡Ya lo tengo! -se levantó de un salto-.

Ness: ¿Qué?

Jess: Podrías seducirlo.

Ness: Perdona, pero no creo que...

Jess: Sí -la interrumpió, y comenzó a caminar por la habitación, incapaz de permanecer sentada-. Por supuesto, eso es. Si lo que él busca es algo que le convenga, tú eres mucho más conveniente que Amber...

Ness: Permíteme dejarte una cosa completamente clara, señorita: no tengo la menor intención de seducir a tu padre.

Jess: Oh, vamos. Pero si te gusta. He visto cómo lo miras. He visto cómo le miras el trasero.

Vanessa no pudo contener una carcajada.

Ness: Perdona, pero jamás le he mirado el trasero.

Por lo menos estando Jess y Alex delante.

Jess también estaba riéndose a carcajadas y Vanessa comprendió que no estaba hablando completamente en serio.

Jess: ¿Y qué tal si te invitara a una de sus estúpidas fiestas de negocios? ¿Irías con él?

Ness: ¿Y quién se quedaría con Alexander y contigo?

Jess: Claire.

Vanessa se levantó.

Ness: Creo que ya es hora de que te vayas a la cama.

Jess: Pero no has contestado a mi pregunta. ¿Irías o no?

Ness: La cuestión es que no me lo va a pedir nunca porque está saliendo con Amber -se dirigió hacia Jess y le dio un rápido abrazo-. Buenas noches, lunática.

Jess soltó una carcajada.

Jess: Ness, es un buen plan. Pero eres demasiado...

Ness: ¿Cuerda? -terminó por ella-. Afortunadamente para mí. Hasta mañana -salió de la habitación y cerró la puerta tras ella-.

Necesitaba una buena dosis de aspirina.

Y eso que la noche todavía no había terminado.




Las charlas con Jess van de mal en peor. Y aún le queda otra con el padre...
Pobre Ness. Esta niña la pone siempre en un compromiso.
Me ha encantado cuando Ness afirma que JAMÁS ha mirado a Zac el trasero "no delante de los niños". XD XD XD

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martes, 18 de noviembre de 2014

Capítulo 4


Ness: Jess, ¿qué quieres que te ponga en el sándwich del almuerzo? -cerró el refrigerador-.

Llevaba un montón de envases de embutido en las manos y al volverse tropezó directamente con Zac.

Él había previsto lo que iba a ocurrir, pero no se había apartado suficientemente rápido.

Ness: Oh, lo siento.

Zac: No, soy yo el que lo siente -Al tiempo que sujetaba los envases del queso y el jamón, presionaba involuntariamente el seno derecho de Ness-. Lo siento -volvió a decir-.

Vanessa se acercó al mostrador y dejó allí los embutidos. Afortunadamente, aunque se había ruborizado, se estaba riendo.

Aquella mañana no parecía tener más de dieciocho años, con el pelo recogido en una cola de caballo, una total ausencia de maquillaje en el rostro y vestida con unos vaqueros y una camiseta.

Ness: Bueno, desde luego ahora sí que me he despertado.

Zac: Lo siento.

Maldita fuera, también se había ruborizado.

Y la verdad era que no podía recordar siquiera la última vez que le había ocurrido algo parecido. ¿Habría sido en sexto grado, quizá?

Se negaba a pensar en la suavidad del cuerpo de Vanessa, ni en el hecho de que aquel accidental tropiezo había sido lo más cerca que había estado con una mujer desde hacía años. Se negaba a reconocer las emociones y sensaciones que en él habían despertado. No quería analizar si el tumulto que sentía en su pecho era consecuencia del deseo o la atracción, puesto que desde un primer momento había decidido ya que sus sentimientos hacia Ness eran únicamente fraternales. De modo que lo mejor que podía hacer era cambiar rápidamente de tema.

Zac: Y ya que estoy disculpándome, aprovecho también para pedirte perdón por haber cancelado nuestra reunión de anoche.

Ness: No te preocupes. Gracias por haberme dejado una nota.

Zac: Tuve que ir a la oficina y regresé bastante tarde. Creo que eran cerca de las dos y media -le explicó. No quería que pensara que había tenido que ausentarse por otro motivo-. Tenemos que terminar un proyecto de software para un importante cliente, ayer surgió un problema y el director del proyecto estaba en casa, celebrando el décimo aniversario de su boda, así que tuve que ir yo en su lugar, a hacerme cargo de su equipo de trabajo.

Ness: Un gesto muy dulce de tu parte -comentó, mientras preparaba un sándwich para Alex-.

Dulce. Dios santo. No creía que le hubieran dicho algo así en toda su vida.

Zac: Cualquiera que haya conseguido permanecer casado durante diez años, se merece tener una noche libre.

Jess: Yo nunca me casaré -anunció rodando hasta la mesa en su monopatín-.

Zac: ¿Sería posible que dejaras esa cosa en la puerta?

Jess no contestó. Y Zac tampoco parecía esperar que lo hiciera.

Las mañanas eran uno de los momentos más tempestuosos del día. Al igual que Zac, ni Jess ni Alex se levantaban de muy buen humor.

Ness: Entonces, Jess -dijo efusivamente-. ¿De qué quieres el sandwich? ¿De carne o de jamón?

Era posible que su acento británico le hiciera parecer más contenta de lo que estaba, se dijo Zac al oírla. O quizá simplemente fuera uno de esos extraños seres que se levantaban contentos por la mañana.

Jess: No quiero llevar almuerzo -contestó sin levantar la mirada de la mesa del desayuno-.

Zac: Pues lo vas a llevar quieras o no -replicó. No había terminado de hablar cuando se dio cuenta de que aquella no era la mejor forma de decirlo-. Házselo de jamón y queso -le pidió a sombrío-.

Ness continuaba radiante, ignorando la tensión que había en el ambiente.

Ness: ¿Qué te parece, Jess? ¿Te lo hago de jamón y queso?

Jess: Soy vegetariana.

Ness: Pero anoche cenaste el guiso de carne que Claire...

Jess: Hoy -contestó rudamente-, hoy soy vegetariana.

«Dios mío, dame paciencia», pensó Zac. Y al ver el gesto combatiente de su hija y los ojos abiertos como platos de Vanessa, comprendió que había expresado sus pensamientos en voz alta.

Zac: Lo siento -Maldita fuera. Aquella mañana no hacía más que disculparse-. Bueno, Jess, llévate entonces un sándwich de queso.

Jess: Soy vegetariana -al ver que su padre no parecía haberla entendido, explicó-: Tampoco como queso.

«Idiota», no lo había dicho pero por su tono era evidente que lo estaba pensando.

Zac: Magnífico. En ese caso llévate una ensalada. ¿Hay lechuga, Ness?

Ness: Desde luego, ahora mismo preparo una ensalada.

Alex entró en la cocina a cuatro patas y Zac sintió que se tensaban todos los músculos de su cuello. Estaba a punto de gritarle a su hijo para que se levantara, cuando Ness le dio un pisotón para que no dijera nada.

Zac: Ay -exclamó-.

Vio entonces que Alex se detenía al ver en el suelo su plato favorito lleno de un nada apetecible pienso para perros.

Bueno, aquello sí que era interesante. Él nunca había llevado hasta ese extremo el juego de Alex. La cara que puso el niño fue verdaderamente cómica. O lo habría sido al menos si Zac hubiera conseguido encontrarle alguna gracia al hecho de que su hijo se sintiera más cómodo como animal que como humano.

Ness: Buenos días, Alexander -lo saludó alegremente-. ¿Esta mañana eres un niño o un perro? Al niño le he comprado un desayuno especial, pero para comerlo, tendrás que levantarte y sentarte a la mesa -mientras lo decía, colocaba un bol de leche con cereales azucarados en la mesa-.

Alex abrió los ojos de par en par y, por primera vez desde hacía semanas, dijo algo en voz alta.

Alex: ¡Cereales de la Suerte! -se levantó de un salto y se sentó a la mesa-.

Y entonces ocurrió algo todavía más milagroso. Jess alzó la cabeza de su desayuno y sonrió. Por su puesto, su sonrisa iba dirigida a Ness, que le sonrió a la niña y alzó el pulgar en señal de victoria. Era obvio que ambas habían planificado juntas la estrategia de los cereales.

Ness llevaba las uñas pintadas de negro. Señal inequívoca de que había pasado parte de la noche en compañía de su hija.

Zac se inclinó hacia ella y le susurró al oído:

Zac: ¿No saldrías anoche de casa para ir a comprar esos cereales, verdad?

Ness: Por supuesto que no. Pedí que me los enviaran -susurró, y se acercó para decirle al oído-. Y perdón por el pisotón.

Aquella mujer olía maravillosamente bien, advirtió Zac. Emanaba de ella una deliciosa fragancia, mezcla del olor a jabón y al delicado aroma de un perfume. Al estar tan cerca de ella, pudo ver sus mejillas ligeramente sonrosadas. Eran adorables.

Zac: ¿Y cómo conseguiste que te los enviaran a esas horas? -preguntó, apartándose ligeramente al darse cuenta de que estaban acercándose demasiado-.

Ness: Con un poco de imaginación. Llame para pedir una pizza y cuando vinieron a entregármela, le ofrecía al chico veinte dólares a cambio de que me trajera una caja de cereales antes de las diez.

Zac: Te devolveré lo que te has gastado. De hecho, pretendía pedirte que me hicieras una lista de tus gastos.

Ness: Por supuesto -le dirigió una sonrisa-. Estás muy elegante esta mañana. Supongo que eso significa que tienes que ir a la oficina.

Zac: Gracias. Y sí -se pasó la mano por el pelo, sintiéndose absurdamente complacido ante su cumplido-. Hoy tengo un día plagado de reuniones.

Ness: ¿Y a qué hora llegarás a casa? -preguntó mientras abría la caja de cereales con gesto eficiente-.

Zac: Cerca de las nueve, a tiempo para nuestra reunión.

Ness: Oh, ¿no vas a venir a cenar? -su sonrisa se desvaneció-.

Zac: Tengo una reunión que probablemente termine bastante tarde.

La había desilusionado. Estaba intentando no mostrarlo, pero la había decepcionado. Era evidente que tenía otras expectativas, basadas probablemente en el hecho de que la mayor parte de las familias compartían al menos una comida durante el día. Pero la familia Efron se parecía muy poco a otras familias.

Jess: Tenemos que irnos -advirtió-. Alex, lávate los dientes rápidamente. El aliento te huele a perros -le dirigió a Ness otra de sus escasas sonrisas-. Para él es un cumplido -se dirigió rodando hacia la puerta-. Nos veremos en el coche.

Ness: Llévate el almuerzo -le pidió-. Y no olvides despedirte de tu padre.

Jess: Adiós, Zac. Asegúrate de ganar mucho dinero hoy, porque Dios sabe que con cuatro billones de dólares no tenemos dinero suficiente.

Ness: En mi país -explicó-, normalmente utilizamos los insultos en medio de una conversación. En los saludos y en las despedidas procuramos evitarlos. Un simple «que pases un buen día», habría bastado. Y quizá te parezca un poco anticuado, pero creo que todo el mundo necesita un abrazo por la mañana.

Jess dirigió entonces toda la hostilidad que normalmente reservaba para su padre hacia Ness.

Jess: Yo no

La convicción de sus palabras era desmentida por la mirada vacilante que le dirigió a su padre.

Ness: Eso es absurdo -replicó con una sonrisa-. Jamás he conocido a nadie al que no le guste que lo abracen.

Jess entrecerró los ojos y Zac se tensó. Aquello nunca era una buena señal. El carácter de su hija era muy similar al suyo. Pero, para su sorpresa, Jess miró a Ness y a Zac y volvió a sonreír. Pero aquella no era una sonrisa amable, sino profundamente calculadora.

Jess: De acuerdo -dijo con obvia satisfacción-, si a nadie le viene mal un abrazo por las mañanas, entonces podéis empezar vosotros.

Zac miró a Ness, que lo miró a su vez con una expresión de sorpresa que debía de ser idéntica a la suya. La joven se sonrojó y soltó una carcajada.

Ness: Pero yo no soy de la familia.

Jess: Ah, ya entiendo. Así que en realidad no crees que todo el mundo necesite un abrazo. Lo que querías decir es que solo algunas personas necesitan un abrazo. Y lo que yo digo es que no soy una de esas personas...

Ness: No -la interrumpió-. Eso no es lo que estoy diciendo. En realidad, estoy empezando a necesitar desesperadamente uno. Este es mi primer día de trabajo, por no mencionar que estoy a miles de kilómetros de mi casa y de mi familia. Simplemente, esperaba compartir mi ración de abrazos contigo y con Alexander, eso es todo.

Jess: Así que quieres que nos abracemos. ¿Sabes? Los Efron somos expertos en dar besos al aire, y nos abrazamos procurando que nuestros cuerpos se rocen lo menos posible. Y cuando queremos despedirnos, normalmente nos estrechamos las manos, porque así tenemos la sensación de que estamos cerrando un negocio.

Jess se acercó a su padre y dio un beso exagerado a cerca de un palmo de su mejilla.

Jess: Que tengas un buen día -dijo muy tensa-. Intenta limitar a tres tus órdenes hostiles en el trabajo, ¿de acuerdo?

Y se alejó patinando.

Ness: Oh, Dios mío -musitó-. Lo siento, yo...

Zac: Jess tiene razón. No somos una familia muy cariñosa.

Ness: Bueno, no me parece un rasgo muy apropiado para una familia. Creo que merecería la pena que intentarais cambiarlo -abrió la puerta de la cocina y se asomó al pasillo-. ¡Alex! Date prisa o llegaremos tarde.

Zac se terminó el café mientras veía a Ness salir precipitadamente de la cocina.

Quizá ella pudiera enseñarlos a abrazarse, pensó. La idea le resultaba tan atractiva como absurda. Era más un deseo imposible que una esperanza.

Pero entonces recordó que esa misma mañana Ness había conseguido que Jess sonriera y que Alex hablara. Aquella mujer obraba milagros. Si alguien podía conseguir un imposible, esa era Ness.


La luz del despacho de Zac estaba encendida. Vanessa la vio mientras cerraba la puerta del dormitorio de Alex.

Aquel niño era, sin duda, el menos hablador que había conocido en toda su vida. Además de su exclamación durante el desayuno, «sí» y «no, gracias», eran las únicas palabras que habían salido de sus labios durante el resto del día. Pero le había entregado un montón de cuentos para que se los leyera en la cama. Todos protagonizados por perros, por supuesto.

Mientras bajaba hacia el despacho de Zac, pensó en lo espectacular que estaría aquel patio en primavera y en verano. Aunque ella no estaría allí para verlo. A no ser que Will Hemsworth fuera verdaderamente su hermano. En ese caso, podría visitar a la familia Efron de vez en cuando.

Vanessa había pasado sus horas libres en una biblioteca de Albuquerque, buscando en periódicos antiguos noticias sobre el elusivo William Hemsworth. Había estudiado atentamente todas las fotografías que de él había encontrado, intentando descubrir algún parecido con los rostros de su familia.

Por lo que decían los periódicos, Will Hemsworth parecía frecuentar un lujoso restaurante llamado Rat Pack. Y era miembro de la Sociedad Arqueológica de Albuquerque y del Club de Exploradores.

El día siguiente, Vanessa pretendía dedicarlo a hacer algunas llamadas, intentando encontrar a alguien que supiera dónde estaba su supuesto hermano.

Por lo que hasta entonces había leído, si Will era realmente el príncipe Andrew, su familia podía estar orgullosa de todo lo que hasta entonces había hecho. Y si no lo era, se dijo a sí misma con firmeza, aquella búsqueda le había permitido a ella conocer a los Efron y alejarse durante algunas semanas de las obligaciones que su condición de princesa le imponía.

Vanessa no había disfrutado nunca de unas vacaciones como aquellas. A pesar de la tensión que presidía las relaciones de los Efron, Jess realmente le gustaba. Bajo la aparente brusquedad de la niña, se escondía una adolescente extremadamente sensible. Alexander era el niño más dulce del mundo y Vanessa lo adoraba. En cuanto a su padre...

Estando en la biblioteca, había tenido oportunidad de leer algunas noticias referentes a su esposa y a él.

Brittany era una auténtica belleza. Ella y Zac hacían una pareja perfecta.

Vanessa había estado leyendo el anuncio de su boda, noticias sobre el nacimiento de los niños y algunos artículos sobre la empresa de Zac. Y al final, había encontrado la necrología de Brittany; una necrología extraordinariamente larga en la que, sin embargo, no aparecía el motivo de su muerte.

Vanessa tomó aire y llamó a la puerta del despacho de Zac.

Zac: Está abierta.

La voz de Zac procedía de las escaleras. Vanessa se volvió y lo vio tras ella, bajando de su dormitorio. Continuaba vistiendo el traje con el que aquella mañana había ido a trabajar, aunque se había desanudado la corbata y desabrochado el primer botón de la camisa.

Zac: Entra -le dijo a Vanessa-.

Pero ella dudó, así que Zac se adelantó y empujó la puerta.

Vanessa entró en el despacho diciéndose que no tenía ningún motivo para estar nerviosa. Aquella era únicamente una reunión de trabajo. Probablemente no duraría más de cinco minutos. Le daría un rápido informe sobre Jess y sobre Alex y se marcharía.

Ness: No estoy muy segura de lo que tengo que decirte -comentó brevemente-. Los niños y yo todavía estamos conociéndonos.

Zac: ¿Te apetece tomar algo? ¿Una copa de vino?

Ness: Oh, no... Gracias, pero solo tomo vino en ocasiones especiales.

Zac: ¿Y esta no es una ocasión especial? En este momento termina tu primer día de trabajo -contestó mientras se dirigía hacia el mueble-bar-. Por favor, siéntate.

Pero Vanessa no se movió de donde estaba.

Ness: Tomaré un refresco -le dijo, puesto que él parecía tan decidido a que tomara algo-. No pretendo ofenderte, pero sea esta o no una ocasión especial, mañana tengo que levantarme temprano. De hecho, tengo que conseguir que Alex se levante. ¿Sabes? Nunca había conocido a un niño de seis años que no se levantara automáticamente.

Zac: A Alex no le gusta mucho el colegio -le tendió un vaso de refresco-.

Ness: Pues es una pena, considerando que todavía le quedan, ¿cuántos? ¿Once años para terminar?

Zac: Sí. Más los cuatro de universidad. Lo hemos intentado todo para facilitarle las cosas, salvo contratar profesores con el fin de que estudie en casa. No creo que eso lo ayudara, necesita tener contacto con otros niños -colocó un cuenco con frutos secos en la mesita del café-. No he tenido tiempo de cenar -se disculpó mientras tomaba un puñado de ellos-, y tengo la sensación de que han pasado siglos desde la hora de la comida.

Ness: Si quieres, podemos reunimos en la cocina -le sugirió, sentándose en el borde de una de las sillas al ver que Zac parecía tener intención de sentarse en el sofá-. Podría prepararte algo de cenar... -se interrumpió de pronto-.

No sabía si aquel era un gesto que se esperaba de una niñera. Pero era evidente que Zac estaba agotado. De modo que, fuera o no propio de su trabajo, estaba dispuesta a prepararle un sándwich o a calentar aquellos macarrones deliciosos que Claire había preparado para la cena.

Zac: No, gracias, pero no quiero entretenerme demasiado. Hoy he tenido un día muy duro. Me he visto obligado a despedir a un hombre que no rendía en el trabajo y...

Vanessa no pudo dominar la tentación de interrumpirlo:

Ness: ¿No has superado ya la época en la que estabas obligado a soportar esas jornadas agotadoras de trabajo?

Por lo que había leído en el periódico, su empresa era una de las más importantes del país.

Zac: No quiero que parezca que me estoy quejando. Trabajo porque... Bueno, porque eso es lo que sé hacer. Soy un buen programador, tengo capacidad de dirección. Me parecería una locura dedicar el tiempo a hacer cualquier otra cosa.

¿Como pasar más tiempo con sus hijos?, se preguntó Vanessa.

Ness: Jess me ha preguntado por la cena del día de Acción de Gracias.

Zac: Oh, Dios mío, es la semana que viene, ¿verdad?

Ness: ¿Sí? No estaba muy segura, desconozco las costumbres americanas. Jess pensaba que era dentro de una semana.

Zac: Sí -suspiró-. Mi madre se va a ir a Hawai a visitar a unos amigos, así que estaremos nosotros cuatro -bebió un sorbo de vino-. Quería hablar de algo contigo y este parece un buen momento -la miró a los ojos-. Me has preguntado ya un par de veces que si pensaba cenar con vosotros y... Bueno, parece imposible que Jess y yo estemos en la misma habitación sin que alguno de los dos explote. Cuando nos peleamos, a Alex le afecta mucho y al final a los tres se nos indigesta la cena. Así que procuro estar fuera de casa a esa hora.

Ness: Oh, Dios mío -susurró-.

Zac: Hablé con algunas personas, me refiero a profesionales, por supuesto, y me aconsejaron que le dejara a Jess su propio espacio, pero sinceramente, no sé si eso es lo mejor. Ya has visto lo terrible que puede llegar a ser. Yo ya no sé qué debo hacer -sacudió la cabeza-. Sé que te parecerá terrible, pero la verdad es que procuro encontrar excusas para no tener que venir a casa -se apretó con los dedos el puente de la nariz, como si le doliera la cabeza-. Me cuesta creer lo que acabo de decir. Suena terrible cuando lo expresas en voz alta.

Ness: Sí -contestó optando por decir la verdad-, y supongo que en el fondo sabes que alejarte de tus hijos no es lo más adecuado para solucionar vuestros problemas.

Zac: ¿Entonces qué tengo que hacer? ¿Agarrarla por el cuello y obligarla a dejar de ser tan condenadamente maleducada? Dios mío, Ness, a veces me basta mirarla para que me suba la tensión.

Ness: ¿Pero no te das cuenta de que eso es parte del problema? Cada vez que estás a su lado te preparas para tener una discusión con ella. Esta mañana, por ejemplo, ¿te acuerdas de lo primero que le has dicho?

Zac: Dios, no lo sé, supongo que habrá sido algo así como «¿qué demonios te has puesto hoy?»

Ness: Algo parecido. No ha sido sobre su ropa, pero le has hecho un comentario crítico por haber entrado con el monopatín en la cocina.

Zac: Entonces, ¿qué estás insinuando? ¿Que no debería criticarla?

Ness: Si no quieres que entre con el monopatín en la cocina, lo que tienes que hacer es establecer la norma de que lo deje en el garaje -le aconsejó-. Y aunque cometa el error de olvidarla, desearle buenos días, porque es tu hija, la quieres y te alegras de verla por la mañana. Después puedes hacer algún comentario divertido sobre lo que has soñado, porque sabes que de esa forma le harás reír y, a continuación, comentarle, sin darle demasiada importancia, que parece que se ha olvidado de guardar el monopatín en el garaje y pedirle que lo deje fuera de la cocina, ¿de acuerdo? Y siempre con una sonrisa, para que ella sepa que eso no es el fin del mundo.

Zac: Es más fácil decirlo que hacerlo.

Ness: Lo sé. Tú dices que te basta verla para tensarte y estoy segura de que a ella también le ocurre. Y aunque no fuera así, Jess es tan sensible que inmediatamente percibe tu tensión. Pero no todo es culpa tuya. Ella tampoco es perfecta. He estado observándola y es evidente que calcula la respuesta que más te puede afectar y después se sienta cómodamente a esperar tu estallido.

Zac: ¿Entonces qué es lo que tengo que hacer? ¿Mirarla y pensar que es mi hija y que la quiero, en vez de pensar en lo mucho que me apetece retorcerle el cuello?

Aquello no iba a ser fácil. Pero Vanessa sabía que Zac Efron no era un hombre que se dejara vencer por las dificultades.

Ness: Podías intentar retrasar tus críticas -le sugirió-. Cuando la veas, procura decirle algo bueno. Y también podrías intentar sonreír.

Zac: Dios, debes creer que soy un monstruo.

Ness: No creo... -bajó la mirada hacia el suelo antes de mirarlo de nuevo a los ojos-.

Había en ellos un calor especial. Sus mejillas estaban cubiertas de un rubor que a Zac comenzaba a resultarle familiar.

Zac reparó entonces en la melena que Ness se había dejado suelta aquella noche y tuvo que aferrarse con fuerza a la copa de vino, consciente de que acariciar la melena de una empleada no era un gesto bien considerado. Aunque su caricia fuera estrictamente fraternal.

Ness: Creo que eres maravilloso por desear mejorar tu relación con Jess.

Ness pensaba que era maravilloso. Quizá solo fuera el efecto del vino en un estómago vacío, pero el caso era que sus palabras le hicieron sentirse maravillosamente bien. O quizá fuera la repentina esperanza que nacía en su pecho la que le hacía sentirse tan condenadamente bien. Por primera vez desde hacía años pensaba en el mañana y tenía la sensación de que había alguna oportunidad, por pequeña que fuera, de que mejorara su relación con sus hijos.

Terminó la copa de vino y la dejó en la mesa.

Zac: ¿Qué tengo que hacer para que decidas quedarte con nosotros permanentemente?

Vanessa sacudió la cabeza y le sonrió. Era evidente que pensaba que estaba bromeando.

Zac: Por favor -se inclinó hacia delante-, no estoy bromeando, Ness. Podrías pensar en quedarte durante, digamos, seis o siete años. Para entonces Alex ya iría al instituto. Considera también el dinero que quieres ganar a cambio, las vacaciones que necesitas, las noches libres... Incluso podemos instalarte un apartamento en el ala más apartada de la casa. Y si llegara un momento en el que quisieras casarte, tu marido podría vivir aquí también.

Ness estaba completamente desconcertada.

Ness: Señor Efron, Zac... Yo...

Zac: Sé que me dijiste que no tenías novio, pero si hay alguien especial en tu vida, lo traeré hasta aquí y le daré trabajo en mi empresa.

Ness: No, no hay nadie.

Zac: Se dedique a lo que se dedique, puedo asegurarle un puesto en Efron-Hemsworth y...

Ness: Pero si no hay nadie -insistió, elevando la voz-, de verdad.

Zac: Lo siento -le dirigió una sonrisa-, no consigo detenerme cuando quiero realmente algo. Y, no puedo evitarlo, te quiero a ti.

Vanessa desvió la mirada y la fijó en las manos que apretaba con fuerza en su regazo.

Zac: Quiero que trabajes para mí -le aclaró rápidamente, consciente de lo mal que había escogido sus palabras-.

Pero, al igual que le había ocurrido noches atrás, la imagen de Ness tumbada en su cama, con su hermosa melena extendida sobre la almohada, apareció inevitablemente en su mente.

¿Pero de dónde diablos salían esas imágenes? ¿Del vino? Quizá, pero la otra noche no había bebido absolutamente nada.

Zac apartó la mirada, temiendo que pudiera ver reflejada en ella lo que en ese momento sentía. Pretendía que se quedara con ellos de forma permanente, no hacer que huyera asustada. Clavó los ojos en la copa de vino. Como una hermana, se repitió. Sus sentimientos hacia ella eran únicamente fraternales. Por lo menos durante la mayor parte del tiempo.

Se arriesgó a mirarla de reojo. Sí, tenía unas piernas muy largas. Unas piernas largas y hermosas.

Y estaba seguro de que esas piernas tan adorables jamás habían rodeado el cuerpo de un hombre de la forma que él había imaginado. Y también de que esas piernas terminarían rodeando el cuerpo de algún joven que no se parecería ni remotamente a él.

Él era un hombre cansado, amargado, un cínico que solo aspiraba a una relación puramente física que dejara a salvo su corazón y su alma. Lo único que él deseaba era sexo. Sexo apasionado y ardiente, pero sin ningún tipo de compromiso.

Y no hacía falta haberse graduado en Harvard para saber lo que deseaba la dulce Ness Hudgens. Sin duda, ella esperaba encontrar un joven y delicado amante, un alma gemela con la que poder unirse en cuerpo y alma. Deseaba promesas de amor eterno y ser feliz con su marido durante años y años.

El problema era que Zac sabía que la felicidad era un mito, una mentira.

Alzó la mirada y descubrió que Vanessa lo estaba observando.

Ness: ¿Te encuentras bien?

Zac: Estoy cansado. Lo siento, yo... ¿Podrías hacerme un favor, Ness?

Ness: Por supuesto.

Zac: Piensa en lo que te he dicho, ya sabes, sobre lo de quedarte con nosotros.

Pronto conseguiría convencerla de que estaba hablando en serio. Y entonces conseguiría su objetivo. Porque todo el mundo tenía un precio. Y, antes o después, averiguaría cuál era el de Ness, aunque ella misma no lo supiera.

Ness: Me temo que aunque piense en ello no va a servir de mucho.

Zac: Pero no dejes de hacerlo. Y hazme toda clase de peticiones, por decadentes que puedan parecerte.

Ness soltó una carcajada.

Ness: No tienes idea de lo decadentes que pueden llegar a ser.

Zac: Pues la verdad es que teniendo en cuenta que uno de tus informes procedía de la familia real de Wynborough, creo que puedo hacerme una idea. Por cierto, ¿cómo se consigue llegar a conocer a una princesa?

Vanessa se ruborizó ligeramente.

Ness: Es más fácil de lo que puede parecer. Conozco a la familia real desde que nací.

Zac: ¿Tu padre o tu madre trabajaban para ellos?

Ness: Algo así -Se levantó, era evidente que no quería seguir hablando de sí misma-. Creo que debería ir a ver a Jess. Ya es hora de que se vaya a la cama.

Zac la imitó y miró el reloj. No sabía que se había hecho tan tarde.

Zac: La princesa dio unos informes extremadamente buenos sobre ti.

Ness: Me alegro -contestó deseando salir cuanto antes de allí-. Y ahora, si me perdonas...

Zac se dirigió con ella hacia la puerta.

Zac: Mañana tengo una reunión a primera hora de la mañana. Saldré de casa antes de que los niños se levanten. Con un poco de suerte, regresaré alrededor de las cinco.

Vanessa lo miró esperanzada.

Ness: ¿Entonces te esperamos a cenar? -La desazón de Zac debió de reflejarse en su rostro, porque Vanessa rió suavemente y contestó ella misma-: Supongo que no.

Zac: Mañana por la noche se celebra una cena benéfica y en un momento de completa locura le prometí a mi madre que iría.

Ness: ¿El viernes entonces?

Parecía tan dulcemente esperanzada que Zac se sentía como un auténtico villano.

Zac: Me va a llevar algún tiempo volver a organizar mi agenda. Hay algunas cosas que no puedo cambiar y la cena de negocios del viernes es una de ellas -contestó, consciente de que Vanessa estaba empezando a pensar que no era tan maravilloso como anteriormente le había dicho-. Pero lo haré. Pronto cenaré con los niños -le prometió-.

Ness: No me lo prometas a mí. Es a ti a quien tienes que prometértelo.




Awww! Me encantan. Ness super amable y buena y Zac haciendo todo para ser un buen padre. Y Jess haciendo todo para ser mala hija XD. Me encanta esa niña y cada cosa que dice: "Asegúrate de ganar mucho dinero porque con cuatro billones de dólares en el banco no tenemos suficiente." XD XD

¡Thank you por los coments!

He puesto nuevo capi en mi otra nove. Lo digo por si no lo sabíais y hay alguna seguidora por aquí. Por cierto, otra cosa, a la derecha de este blog hay un apartado que pone "follow by email", si ponéis ahí vuestro mail os llegará un aviso cuando publique.

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