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viernes, 14 de noviembre de 2014

Capítulo 2


Vanessa siguió a Zac por las escaleras hasta un pasillo interminable. Si iba a vivir allí, iba a necesitar un mapa y unas cuantas horas para explorar toda la casa.

Zac aminoró el paso y la miró de reojo.

Zac: Hablaba en serio cuando te he dicho que no tomes una decisión definitiva hasta después de conocer a los niños. Lo mejor que puedes hacer es ir a casa, pensártelo bien y enviarme tus referencias. Y mañana, si los dos seguimos pensando que este trabajo puede convenirte, volveremos a hablar -tomó aire antes de abrir una puerta y le dijo-: Este es el cuarto de juegos.

Vanessa no estaba segura de qué clase de horror esperaba encontrar, pero aquella alegre y luminosa habitación, llena de libros, juegos de mesa y juguetes le pareció encantadora. Había una enorme chimenea, un vídeo y un  televisor, en el que en ese momento se veía una película de Walt Disney.

Zac entró en la habitación, apagó el televisor y se acercó a un intercomunicador que había en una de las paredes. Apretó un botón y se inclinó hacia el micrófono.

Zac: Jess, pensaba que te había pedido que te quedaras esta tarde con Alex en la habitación de juegos.

A través del intercomunicador, se escuchó la voz de una jovencita enfadada.

Jess: Y he estado con él. Pero se ha puesto a morder sus correas...

¿A morder sus correas? Vanessa estaba espantada. Y Zac tampoco parecía muy complacido.

Zac: ¿Cuántas veces te he dicho que si lo tratamos como a un niño se portará como un niño y...? -sacudió la cabeza, exasperado-. Ven aquí -le ordenó-, quiero que conozcas a alguien.

Ness: ¿Correas? -repitió con un hilo de voz-.

Zac: Son correas imaginarias -contestó rápidamente-. No soy el padre del año, pero jamás se me ocurriría atar a mis hijos. El problema es que Alex cree que es un perro.

La habitación de Jess debía de estar justo al lado porque la adolescente había llegado en cuestión de segundos. Permanecía en el marco de la puerta, con los brazos cruzados. Iba completamente vestida de negro, con unas mallas y un jersey de cuello alto que le llegaba hasta las rodillas y unas botas de cuero. El pelo lo tenía también negro, y Vanessa estaba completamente segura de que se lo había teñido. Llevaba perfilada la línea de los ojos, que contrastaba con su pálido rostro y con sus labios pintados de rojo. El efecto no estaba mal, aunque quizá fuera un poco exagerado para una niña de trece años.

Nss: ¿Un perro? -repitió-.

Jess: Sí -la miró muy seria-. Ya sabes, guau, guau -se volvió hacia su padre-. Zac, si lo silbas, seguro que viene inmediatamente.

Zac: No pienso silbarle para que venga porque no es un perro.

Jess se volvió en ese momento hacia Vanessa.

Jess: Tú debes de ser la niñera número cuatro mil quinientos quince -la miró con expresión crítica-. Ese traje está bien, la largura de la falda le da un aspecto un tanto retro, pero deberías quitarte la blusa, dejarte solo la chaqueta y ponerte uno de esos sujetadores de encaje del catálogo de Victoria's Secrets. Y quizá ponerte unos zapatos de tacón...

Zac: Yo no lo creo -la interrumpió-.

Jess: Lo imaginaba -replicó con un suspiro exagerado-. Pero tú hace años que no sales con nadie, a no ser que hayas estado saliendo a escondidas y yo no me haya enterado, claro.

Por un terrible momento, Zac pareció a punto de estrangular a su hija, o de ponerse a gritar. Pero Zac consiguió dominar todos sus sentimientos y preguntar con una voz totalmente carente de emoción:

Zac: ¿Qué te hecho yo para merecer algo así?

Jess sabía perfectamente que había sobrepasado los límites de la buena educación hablando de aquella forma a su padre delante de una desconocida.

Jess: Solo era una broma -contestó a la defensiva-. Alegra esa cara, Zac.

Oh, Dios santo. Era evidente que a Zac le había molestado que se dirigiera a él de esa forma, y Jess lo sabía. Vanessa podía ver que la niña había aprendido a sacar de quicio a su padre.

Ness: Si yo soy la niñera número cuatro mil quinientos no se qué -dijo, intentando mediar en la pelea-, supongo que esto puede ser un poco abrumador para vosotros, y también para Alex. Así que, ¿por qué no empezamos otra vez? -miró a Zac-. ¿Por qué no le das un descanso a tu hijo y silbas para que venga? Es evidente que él quiere que lo hagas. En cuanto a ti -se volvió hacia Jess-, ¿te importaría dejar que esto transcurra de la forma más agradable posible, sin necesidad de hacerle pasar un mal momento a tu padre? -le tendió la mano, mientras Zac suspiraba y dejaba escapar de sus labios un penetrante silbido-. Me llamo Ness Hudgens, ¿qué tal estás? Estréchame la mano y dime: «bien, gracias».

Jess le tendió la mano con una frialdad glacial, pero a sus labios asomó algo casi parecido a una sonrisa mientras contestaba:

Jess: Bien, gracias.

Ness: Excelente -sonrió y le estrechó cariñosamente la mano-. Creo que es importante que sepas que tu padre está considerando la posibilidad de contratarme durante algunos meses, hasta que encuentre a alguien que pueda quedarse con vosotros durante más tiempo. Yo, le enviaré mis referencias lo antes posible y supongo que tú también querrás leerlas. Y si tienes alguna pregunta que hacerme, estoy dispuesta a intentar resolver todas tus dudas.

Jess: ¿Montas a caballo?

Un movimiento procedente del sofá más lejano a ella, llamó la atención de Vanessa. Vio dos enormes ojos castaños fijos en ella, que rápidamente desaparecieron. Vanessa se volvió nuevamente hacia Jess.

Ness: Me temo que no muy bien, ¿y tú?

Jess: Odio los caballos. ¿Ese acento es auténtico?

Zac cerró los ojos.

Zac: Jess...

Ness: Más auténtico que el color de tu pelo.

Alex volvió a asomarse tras el sofá, y en aquella ocasión Vanessa no lo miró abiertamente. Se limitó a permitir que la mirara.

Jess se apoyó contra la pared, fingiendo desinterés, pero con un nuevo brillo en la mirada.

Jess: ¿No te gusta mi pelo?

Ness: El estilo sí, pero el color no. En cualquier caso, el pelo es tuyo, así que tienes derecho a llevarlo como quieras.

Jess: ¿Llevas tatuajes? -preguntó entonces la niña-.

Ness: No, estoy libre de tatuajes. Y también de cualquier tipo de piercing.

Jess: ¿Ni siquiera llevas pendientes? ¿No te hicieron agujeros en las orejas?

Ness: Ni siquiera en las orejas -contestó alegremente-.

Jess: Estás bromeando. ¿Y también eres virgen?

Zac: Jessica -intervino-. La idea es que le hagas a Ness preguntas relacionadas con su trabajo. Pero si prefieres volver a tu habitación, puedes hacerlo ya -se dirigió a grandes zancadas hacia la puerta-. ¿Dónde está Alexander?

Ness: Supongo que aparecerá cuando esté listo -miró al niño con una sonrisa. Una sonrisa que el niño no le devolvió, pero al menos en aquella ocasión no volvió a esconderse-. Tengo entendido que tocas el clarinete -comentó, acercándose hacia el sofá y sentándose. Como si se tratara de un auténtico perro, dejó caer la mano para que Alex se la olisqueara-. Yo tocaba el oboe.

Jess: ¿El oboe? Caramba, es realmente difícil... -se interrumpió y se aclaró la garganta al darse cuenta de que se había dejado llevar por el entusiasmo-.

Ness: ¿Y usted, señor? -le preguntó entonces a Zac-. ¿También es músico?

Zac: Será mejor que dejes de llamarme así.

Jess: Zac tocaba el piano -contestó por él-, pero últimamente solo se dedica a sus negocios.

Zac: Cuando me llamas señor -continuó, ignorando el último comentario de su hija-, me haces sentirme como si estuviéramos en el medievo -en ese momento vio a su hijo, que se había asomado lo suficiente para olfatear la mano de Vanessa, aunque no para tocarla-. Ahí estás -se dirigió a grandes pasos hacia el sofá y tomó a su hijo en brazos-. Alex, esta es Ness Hudgens. Ness, este es... -El niño, terriblemente tímido, enterró el rostro en el hombro de su padre-. Alexander -terminó en tono de disculpa y abrazó al niño-. Vamos, Alex, ¿no quieres conocer a Ness?

Alex sacudió la cabeza.

Ness: No importa -dijo entonces-. Ya tendremos oportunidad de conocernos. De momento, por lo que de él he podido ver, me gusta. Y también Jess... -se volvió hacia la niña-. Creo que nos llevaremos bien, ¿a ti qué te parece?

Jess: Supongo que sí -contestó encogiéndose de hombros. Miró a su padre-. ¿Puedo irme ya?

Zac: Claro -dejó a Alexander en el suelo y los dos niños abandonaron la habitación a la velocidad del rayo-.

A Vanessa también le habría gustado marcharse, pero Zac se sentó frente a ella como si estuviera agotado. Estiró las piernas, apoyó la cabeza en el sofá y fijó la mirada en el techo.

Zac: Ya los has visto -rió sin humor-, has tenido ocasión de conocerlos en todo su esplendor -fijó en ella la mirada, sin poder disimular su desesperación-. No soy muy buen padre -admitió con una sonrisa de pesar-. Supongo que es obvio.

Vanessa se mordió el labio pensativa.

Ness: Lo que es obvio es que los quieres. Y que desde luego son -no pudo evitar una sonrisa- únicos.

Zac le devolvió la sonrisa y se levantó. Vanessa lo imitó.

Zac: Te agradezco que nos hayas dedicado tanto tiempo, Ness. No quiero entretenerte más.

Ness. Sus hermanas la llamaban así de vez en cuando, pero nadie más lo hacía. Siempre había sido la princesa Vanessa. Y le resultaba extraño oír su nombre de infancia en los labios de un hombre.

En los labios de un hombre muy atractivo, por cierto.

Su masculinidad parecía vibrar en todo su cuerpo. Incluso en ese momento había algo en sus ojos que no le permitía olvidarse de que él era un hombre y ella una mujer.

Vanessa quería que la contratara porque quería localizar a William Hemsworth. Y también quería ayudar a Zac a salir del apuro en el que se encontraba. Y si, tenía que ser completamente sincera, también le gustaba que la miraran y le hablaran como si fuera una mujer normal. No una princesa ante la que hubiera que inclinarse y a la que hubiera que tratar con una educación exquisita.

Ness: Enviaré mis referencias en cuanto pueda. Esta noche si es posible.

Zac: Puedes hacerlo mañana, no hace falta que te des tanta prisa. Siempre y cuando decidas...

Ness: Ya lo he decidido.

Zac: Puedes tomarte algún tiempo para pensártelo mejor.

Ness: No necesito tiempo. Enviaré el fax esta noche. Y si mis referencias te sirven, no veo ninguna razón por la que no pueda empezar mañana mismo a trabajar.


Ness: Es perfecto, Ashley -explicaba por el teléfono móvil mientras conducía hacia el hotel-. Si William Hemsworth aparece, yo estaré allí.

Ash: De niñera.

Ashley Tisdale era, además de su secretaria, una de sus mejores amigas. Una amiga extremadamente escéptica habitualmente.

Ness: Seré una auténtica niñera. Y eso también es perfecto. Después de llevar a los niños al colegio por la mañana, tendré todo el día para intentar averiguar dónde está Will Hemsworth. Seguro que tiene que haber alguien en Albuquerque que lo sepa.

Ash: ¿Y qué quieres que haga yo? ¿Que te falsifique unas referencias?

Ness: No, no quiero que me falsifiques nada -aparcó el coche para consultar su mapa de la ciudad-. Quiero referencias auténticas. La de Alice puede ser una. Haber trabajado con una princesa puede ser impactante. Y también puedes hablar con el doctor Miller, para que verifique el buen carácter de Ness.

Ash: Vanessa, esto es una locura. Ni siquiera sabemos si Will Hemsworth es el hombre que buscamos.

Ness: Tampoco estamos seguras de que no lo sea -encontró en ese momento en el mapa dónde estaba situado su hotel-.

Ash: ¿Sabes? Desde que te has ido esta mañana este lugar está de lo más alborotado. A Rick Morgan no le ha hecho ninguna gracia que te hayas ido sin ponerle al tanto de tus planes.

Ness: Oh, vaya -Morgan era el encargado de la seguridad de las princesas-. Es solo... Es que esta mañana he llamado a casa de Efron y me han citado para las tres. Así que me he montado en el primer avión que he encontrado y he venido hasta aquí.

Ash: Algo de lo que él se ha enterado hace una hora, aproximadamente.

Ness: No sabes cuánto lo siento.

Ash: Lo único que puedo hacer ya es alegrarme de que seas tú la que te has escapado. Si hubiera sido Anne, creo que a Rick le habría dado un ataque.

Ness: Ashley, creo que parecería extremadamente peculiar que una niñera tuviera guardaespaldas, así que, preferiría que nadie se encargara de vigilarme.

Ashley suspiró con paciencia.

Ash: Yo me encargaré de eso. Pero tú prométeme que tendrás mucho cuidado.

Ness: Por supuesto que tendré cuidado. Ah, y en cuanto a las referencias, he sido completamente sincera con Zac, excepto en cuanto a mi nombre. Lo único que no le he dicho es que soy una princesa. Sabe que no tengo ninguna experiencia como niñera, pero...

Ash: Así que «Zac», ¿eh? Esto cada vez se pone más interesante. Quizá reconsidere la posibilidad de enviarte un guardaespaldas.

Vanessa se sonrojó.

Ness: No, no es lo que... Él no... Él piensa que soy una niñera y... -tomó aire-. No sigas por ahí, Ashley. Él simplemente es una persona a la que no le gustan las formalidades. Me ha dicho que espera que me ponga vaqueros para trabajar.

Lo que le había dicho en realidad era que podía vestirse de manera informal para trabajar, poniéndole como ejemplo unos vaqueros y una camiseta. Vanessa se había emocionado al oírlo. No podía recordar la última vez que había llevado unos vaqueros. Ni siquiera creía que hubiera unos vaqueros en su guardarropa. Pero eso iba a cambiar esa misma tarde.

Ash: Dame otra vez el número de fax de Efron -le pidió-. Y, Vanessa, no sé si debería decírtelo otra vez, pero, por favor, ten mucho cuidado.


**: El martes por la noche -dijo la madre de Zac-. En el club de campo. ¿Lo has apuntado ya en tu agenda? No colgaré hasta que lo hagas.

Zac: Iré, mamá -contestó con paciencia, mientras volvía a maldecir a Will en silencio-.

Todo aquello era culpa suya. Allí donde hacía falta que estuviera representada la firma Efron-Hemsworth, era Will el que solía hacer los honores, dejando a Zac con sus ordenadores, lejos de las miradas de los curiosos.

¿Habría o no matado a su esposa? A pesar de que habían pasado tres años desde la muerte de su mujer, todavía persistían los rumores. En realidad, él tampoco había hecho nada por acallarlos. De hecho, después de que una famosa revista femenina lo hubiera elegido como soltero del año, casi había agradecido que resurgieran, haciendo desaparecer de un plumazo el ejército de cazafortunas que lo acosaban.

Sí, habían desaparecido de la misma manera que Ness Hudgens parecía haberse evaporado aquella tarde.

Zac se quedó mirando fijamente el fax. Eran cerca de las ocho y media de la tarde y todavía no había recibido las referencias de Ness.

**: Yo iré a buscar a Amber -decidió Tiffany Efron-. Pasaremos por tu casa alrededor de las siete para tomar una copa. Y dile a tu ama de llaves que se vista apropiadamente para la ocasión, por favor.

Zac: Claire ya no está en casa a esa hora.

Tiffany: ¿Qué clase de ama de llaves es esa que se va de casa cuando más se la necesita?

Zac: La clase de ama de llaves que tiene su propia familia. Y no creo que la necesite especialmente para abrir una puerta y servir un par de copas de vino.

Tiffany: No sé por qué la has con...

Zac: Mamá, no -la interrumpió, antes de que empezara a explicarle una vez más los motivos por los que debería cambiar de ama de llaves. Se volvió en su escritorio y clavó de nuevo sus ojos en el fax, que continuaba en un maldito silencio-. Entonces nos veremos el miércoles a las siete. Ya lo he apuntado.

Tiffany: Deberías llamar a Amber para confirmarlo.

Zac: Eres tú la que vas a ir a buscarla. Así que llámala tú.

Tiffany suspiró.

Tiffany: Si no la llamas tú, esto no será una verdadera cita.

Zac: Es que no quiero que sea una verdadera cita.

Tiffany: Zac, sabes lo mucho que quería a Brittany. -Tiffany Efron era la mejor amiga de la madre de Brittany desde que ambas estaban en el colegio, así que necesariamente había tenido que quererla-, pero ya es hora de que sigas adelante con tu vida, de que empieces a divertirte otra vez.

¿Divertirse? ¿Con Amber Von Tussle?

Zac: Sí, mamá, lo haré. El miércoles a las siete, ¿de acuerdo?

Zac entornó los ojos mientras colgaba el teléfono. Amber Von Tussle, la heredera de la fortuna de James Company, era inteligente, tenía un gusto infalible para la moda, todo tipo de contactos y estaba forrada de dinero. Pero también era tan fría como el hielo.

Zac la conocía desde hacía años y no era capaz de imaginarse lo que hacía aquella mujer para divertirse. A no ser que su madre hubiera utilizado un eufemismo y en realidad lo que había insinuado era que ya había llegado el momento de que Zac volviera a disfrutar del sexo otra vez.

Y sí, al cabo de tres años, había llegado el momento en el que Zac quizá pudiera imaginarse volviendo a salir con una mujer.

Y posiblemente, llegar a esa conclusión fuera el acontecimiento más importante de la década.

Y  aquella noche, que el cielo lo ayudara, era una de aquellas noches en las que su imaginación estaba corriendo a un ritmo desbordante y él no parecía ser capaz de hacer nada para dejar de pensar en el sexo.

Y no en unas relaciones educadas y complacientes como las que había compartido con Brittany durante once años y medio de matrimonio. Zac había estado muy enamorado de su esposa, pero cuando hacían el amor, siempre había tenido que reprimirse. Brittany era tan bien educada, tan refinada y delicada, que siempre tenía miedo de asustarla.

No, aquella noche no era capaz de dejar de pensar en una relación locamente apasionada, de aquellas en las que uno se siente prácticamente fuera de sí porque no sabe dónde termina su cuerpo y dónde comienza el de su amante. Ese tipo de relaciones en las que con un solo beso casi se alcanza el éxtasis y...

Zac abrió los ojos bruscamente al darse cuenta de que la amante que había estado imaginando en su cama no era otra que la candidata al puesto de niñera, Ness Hudgens. ¿Pero cómo se le había podido ocurrir algo así?

Ness era una mujer bastante guapa y tenía un cuerpo que probablemente llamara la atención con biquini y en una playa. Pero, probablemente, aquella mujer ni siquiera tuviera biquini y no parecía ni de lejos una persona especialmente apasionada.

De hecho, era más fácil imaginársela sentada en una mecedora, tomando chocolate y pastas frente a la chimenea que en la cama.

Era más bien como una suave y dulce hermanita pequeña, mientras que Amber Von Tussle... Probablemente tras su máscara de hielo se escondiera una mujer ardiente.

Amber era muy hermosa. Pelo rubio, unas facciones de porcelana y un cuerpo maravilloso que sabía mostrar a la perfección. Tendría por lo menos una docena de biquinis y había dejado claro que cualquier avance de Zac sería más que bienvenido.

Pero Zac sabía que cualquier intimidad compartida con ella tendría un alto precio: el matrimonio. Y le bastaba pensar en casarse con Amber para quedarse completamente frío.

Amber no lo quería. Ni un poco. Al igual que todas las demás, incluso Brittany, no era capaz de distinguir entre él y su cuenta corriente.

Y no iba a cometer otra vez el mismo error. Prefería pasar solo el resto de su vida a ser estafado de esa forma otra vez. Lo que él quería era encontrar una mujer capaz de mandar al infierno todo su dinero, de decirle que lo único que le importaba era él. Pero no, todas las mujeres que hasta entonces había conocido estaban más enamoradas de su cartera que de Zac. Y no le resultaba difícil comprender por qué. Él no era un hombre abierto, ni cariñoso ni excesivamente expresivo. De hecho, mucha gente lo etiquetaba como un hombre frío, tanto socialmente como en el trabajo. Especialmente en el trabajo.

La verdad era que él no querría trabajar para sí mismo. Y no culparía a Ness Hudgens si decidía no enviarle sus referencias.

Aunque sería una auténtica pena. A Jess le había gustado. De hecho, hacía una hora había pasado por su despacho para preguntar si Ness había enviado ya su informe. Dios santo, ¿sería un milagro? Pensar que a Jess podía gustarle una niñera...

Pero Ness todavía no lo era.

Zac cerró los ojos y rezó a quien quisiera escucharlo para que Ness no cambiara de opinión. Si a Jess le gustaba, también le gustaría a Alex. Sus hijos necesitaban desesperadamente a alguien capaz de darles cariño.

En cuanto a él... Sus pensamientos eran completamente puros, al menos en lo que a Ness Hudgens concernía. Realmente era absurdo lo que había estado imaginando. Además, tenía una sencilla explicación para justificarlo. Estaba cansado y deseando que enviara sus referencias cuanto antes. De alguna manera, sus deseos habían cambiado de objetivo y se habían cortocircuitado con sus necesidades. Eso era todo.

Porque con su estilo directo y su sorprendente sinceridad, Ness encajaría perfectamente en su vida. Sería como la hermana pequeña que nunca había tenido.

La luz del fax se encendió y el mecanismo de la máquina se puso en funcionamiento. Zac se levantó de un salto para acercarse a él.

Sí.

Por fin llegaban las referencias de Ness.




Qué divertida es Jess XD
Me parece que va a traer muchos dolores de cabeza esta niña...

¡Thank you por los coments!

Ya sé que os dije que pondría capi el jueves, pero como no vi muchas visitas y solo había un comentario, decidí esperar para dejar a la gente más tiempo para leer antes de poner el segundo capítulo. Pero por lo general, si veo comentarios y visitas, publico día sí día no.

¡Comentad, please!

¡Un besi!


3 comentarios:

Unknown dijo...

Pero Jess!! Me parece que es chica para actuar de esa forma no? Y el otro hijo de Zac que se cree perro, Ness va a tener que hacer mucho por ahi me parece. Y con Zac tambien.

Me encanto el capituloooo!!!!



Sube pronto!! :)

Unknown dijo...

Ok! Estoy confundida!!!!! Ella es una princesa? En una época donde existe Victoria Secret's?? Bueno, supongo que no es una princesa realmente, sino que tiene dinero :D

Bueno bueno, Jess es bastante peculiar, llama a su papá por su nombre!! Qué mal! Y su hijo pequeño me parece súper tierno!! Supongo que el que se sienta perro o sea tímido tiene bastante que ver con la muerte de su mamá.. pobres niños :(

Me encanta la nove!!! :D
Sube pronto :)

Maria jose dijo...

Me encantan la novela!!!!
Esta novela es muy interesante
Ya quiero seguir leyéndola
Zac ya empieza a tener alucinaciones
Con Vanesa eso me gusta!!!
Sube pronto

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