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martes, 18 de noviembre de 2014

Capítulo 4


Ness: Jess, ¿qué quieres que te ponga en el sándwich del almuerzo? -cerró el refrigerador-.

Llevaba un montón de envases de embutido en las manos y al volverse tropezó directamente con Zac.

Él había previsto lo que iba a ocurrir, pero no se había apartado suficientemente rápido.

Ness: Oh, lo siento.

Zac: No, soy yo el que lo siente -Al tiempo que sujetaba los envases del queso y el jamón, presionaba involuntariamente el seno derecho de Ness-. Lo siento -volvió a decir-.

Vanessa se acercó al mostrador y dejó allí los embutidos. Afortunadamente, aunque se había ruborizado, se estaba riendo.

Aquella mañana no parecía tener más de dieciocho años, con el pelo recogido en una cola de caballo, una total ausencia de maquillaje en el rostro y vestida con unos vaqueros y una camiseta.

Ness: Bueno, desde luego ahora sí que me he despertado.

Zac: Lo siento.

Maldita fuera, también se había ruborizado.

Y la verdad era que no podía recordar siquiera la última vez que le había ocurrido algo parecido. ¿Habría sido en sexto grado, quizá?

Se negaba a pensar en la suavidad del cuerpo de Vanessa, ni en el hecho de que aquel accidental tropiezo había sido lo más cerca que había estado con una mujer desde hacía años. Se negaba a reconocer las emociones y sensaciones que en él habían despertado. No quería analizar si el tumulto que sentía en su pecho era consecuencia del deseo o la atracción, puesto que desde un primer momento había decidido ya que sus sentimientos hacia Ness eran únicamente fraternales. De modo que lo mejor que podía hacer era cambiar rápidamente de tema.

Zac: Y ya que estoy disculpándome, aprovecho también para pedirte perdón por haber cancelado nuestra reunión de anoche.

Ness: No te preocupes. Gracias por haberme dejado una nota.

Zac: Tuve que ir a la oficina y regresé bastante tarde. Creo que eran cerca de las dos y media -le explicó. No quería que pensara que había tenido que ausentarse por otro motivo-. Tenemos que terminar un proyecto de software para un importante cliente, ayer surgió un problema y el director del proyecto estaba en casa, celebrando el décimo aniversario de su boda, así que tuve que ir yo en su lugar, a hacerme cargo de su equipo de trabajo.

Ness: Un gesto muy dulce de tu parte -comentó, mientras preparaba un sándwich para Alex-.

Dulce. Dios santo. No creía que le hubieran dicho algo así en toda su vida.

Zac: Cualquiera que haya conseguido permanecer casado durante diez años, se merece tener una noche libre.

Jess: Yo nunca me casaré -anunció rodando hasta la mesa en su monopatín-.

Zac: ¿Sería posible que dejaras esa cosa en la puerta?

Jess no contestó. Y Zac tampoco parecía esperar que lo hiciera.

Las mañanas eran uno de los momentos más tempestuosos del día. Al igual que Zac, ni Jess ni Alex se levantaban de muy buen humor.

Ness: Entonces, Jess -dijo efusivamente-. ¿De qué quieres el sandwich? ¿De carne o de jamón?

Era posible que su acento británico le hiciera parecer más contenta de lo que estaba, se dijo Zac al oírla. O quizá simplemente fuera uno de esos extraños seres que se levantaban contentos por la mañana.

Jess: No quiero llevar almuerzo -contestó sin levantar la mirada de la mesa del desayuno-.

Zac: Pues lo vas a llevar quieras o no -replicó. No había terminado de hablar cuando se dio cuenta de que aquella no era la mejor forma de decirlo-. Házselo de jamón y queso -le pidió a sombrío-.

Ness continuaba radiante, ignorando la tensión que había en el ambiente.

Ness: ¿Qué te parece, Jess? ¿Te lo hago de jamón y queso?

Jess: Soy vegetariana.

Ness: Pero anoche cenaste el guiso de carne que Claire...

Jess: Hoy -contestó rudamente-, hoy soy vegetariana.

«Dios mío, dame paciencia», pensó Zac. Y al ver el gesto combatiente de su hija y los ojos abiertos como platos de Vanessa, comprendió que había expresado sus pensamientos en voz alta.

Zac: Lo siento -Maldita fuera. Aquella mañana no hacía más que disculparse-. Bueno, Jess, llévate entonces un sándwich de queso.

Jess: Soy vegetariana -al ver que su padre no parecía haberla entendido, explicó-: Tampoco como queso.

«Idiota», no lo había dicho pero por su tono era evidente que lo estaba pensando.

Zac: Magnífico. En ese caso llévate una ensalada. ¿Hay lechuga, Ness?

Ness: Desde luego, ahora mismo preparo una ensalada.

Alex entró en la cocina a cuatro patas y Zac sintió que se tensaban todos los músculos de su cuello. Estaba a punto de gritarle a su hijo para que se levantara, cuando Ness le dio un pisotón para que no dijera nada.

Zac: Ay -exclamó-.

Vio entonces que Alex se detenía al ver en el suelo su plato favorito lleno de un nada apetecible pienso para perros.

Bueno, aquello sí que era interesante. Él nunca había llevado hasta ese extremo el juego de Alex. La cara que puso el niño fue verdaderamente cómica. O lo habría sido al menos si Zac hubiera conseguido encontrarle alguna gracia al hecho de que su hijo se sintiera más cómodo como animal que como humano.

Ness: Buenos días, Alexander -lo saludó alegremente-. ¿Esta mañana eres un niño o un perro? Al niño le he comprado un desayuno especial, pero para comerlo, tendrás que levantarte y sentarte a la mesa -mientras lo decía, colocaba un bol de leche con cereales azucarados en la mesa-.

Alex abrió los ojos de par en par y, por primera vez desde hacía semanas, dijo algo en voz alta.

Alex: ¡Cereales de la Suerte! -se levantó de un salto y se sentó a la mesa-.

Y entonces ocurrió algo todavía más milagroso. Jess alzó la cabeza de su desayuno y sonrió. Por su puesto, su sonrisa iba dirigida a Ness, que le sonrió a la niña y alzó el pulgar en señal de victoria. Era obvio que ambas habían planificado juntas la estrategia de los cereales.

Ness llevaba las uñas pintadas de negro. Señal inequívoca de que había pasado parte de la noche en compañía de su hija.

Zac se inclinó hacia ella y le susurró al oído:

Zac: ¿No saldrías anoche de casa para ir a comprar esos cereales, verdad?

Ness: Por supuesto que no. Pedí que me los enviaran -susurró, y se acercó para decirle al oído-. Y perdón por el pisotón.

Aquella mujer olía maravillosamente bien, advirtió Zac. Emanaba de ella una deliciosa fragancia, mezcla del olor a jabón y al delicado aroma de un perfume. Al estar tan cerca de ella, pudo ver sus mejillas ligeramente sonrosadas. Eran adorables.

Zac: ¿Y cómo conseguiste que te los enviaran a esas horas? -preguntó, apartándose ligeramente al darse cuenta de que estaban acercándose demasiado-.

Ness: Con un poco de imaginación. Llame para pedir una pizza y cuando vinieron a entregármela, le ofrecía al chico veinte dólares a cambio de que me trajera una caja de cereales antes de las diez.

Zac: Te devolveré lo que te has gastado. De hecho, pretendía pedirte que me hicieras una lista de tus gastos.

Ness: Por supuesto -le dirigió una sonrisa-. Estás muy elegante esta mañana. Supongo que eso significa que tienes que ir a la oficina.

Zac: Gracias. Y sí -se pasó la mano por el pelo, sintiéndose absurdamente complacido ante su cumplido-. Hoy tengo un día plagado de reuniones.

Ness: ¿Y a qué hora llegarás a casa? -preguntó mientras abría la caja de cereales con gesto eficiente-.

Zac: Cerca de las nueve, a tiempo para nuestra reunión.

Ness: Oh, ¿no vas a venir a cenar? -su sonrisa se desvaneció-.

Zac: Tengo una reunión que probablemente termine bastante tarde.

La había desilusionado. Estaba intentando no mostrarlo, pero la había decepcionado. Era evidente que tenía otras expectativas, basadas probablemente en el hecho de que la mayor parte de las familias compartían al menos una comida durante el día. Pero la familia Efron se parecía muy poco a otras familias.

Jess: Tenemos que irnos -advirtió-. Alex, lávate los dientes rápidamente. El aliento te huele a perros -le dirigió a Ness otra de sus escasas sonrisas-. Para él es un cumplido -se dirigió rodando hacia la puerta-. Nos veremos en el coche.

Ness: Llévate el almuerzo -le pidió-. Y no olvides despedirte de tu padre.

Jess: Adiós, Zac. Asegúrate de ganar mucho dinero hoy, porque Dios sabe que con cuatro billones de dólares no tenemos dinero suficiente.

Ness: En mi país -explicó-, normalmente utilizamos los insultos en medio de una conversación. En los saludos y en las despedidas procuramos evitarlos. Un simple «que pases un buen día», habría bastado. Y quizá te parezca un poco anticuado, pero creo que todo el mundo necesita un abrazo por la mañana.

Jess dirigió entonces toda la hostilidad que normalmente reservaba para su padre hacia Ness.

Jess: Yo no

La convicción de sus palabras era desmentida por la mirada vacilante que le dirigió a su padre.

Ness: Eso es absurdo -replicó con una sonrisa-. Jamás he conocido a nadie al que no le guste que lo abracen.

Jess entrecerró los ojos y Zac se tensó. Aquello nunca era una buena señal. El carácter de su hija era muy similar al suyo. Pero, para su sorpresa, Jess miró a Ness y a Zac y volvió a sonreír. Pero aquella no era una sonrisa amable, sino profundamente calculadora.

Jess: De acuerdo -dijo con obvia satisfacción-, si a nadie le viene mal un abrazo por las mañanas, entonces podéis empezar vosotros.

Zac miró a Ness, que lo miró a su vez con una expresión de sorpresa que debía de ser idéntica a la suya. La joven se sonrojó y soltó una carcajada.

Ness: Pero yo no soy de la familia.

Jess: Ah, ya entiendo. Así que en realidad no crees que todo el mundo necesite un abrazo. Lo que querías decir es que solo algunas personas necesitan un abrazo. Y lo que yo digo es que no soy una de esas personas...

Ness: No -la interrumpió-. Eso no es lo que estoy diciendo. En realidad, estoy empezando a necesitar desesperadamente uno. Este es mi primer día de trabajo, por no mencionar que estoy a miles de kilómetros de mi casa y de mi familia. Simplemente, esperaba compartir mi ración de abrazos contigo y con Alexander, eso es todo.

Jess: Así que quieres que nos abracemos. ¿Sabes? Los Efron somos expertos en dar besos al aire, y nos abrazamos procurando que nuestros cuerpos se rocen lo menos posible. Y cuando queremos despedirnos, normalmente nos estrechamos las manos, porque así tenemos la sensación de que estamos cerrando un negocio.

Jess se acercó a su padre y dio un beso exagerado a cerca de un palmo de su mejilla.

Jess: Que tengas un buen día -dijo muy tensa-. Intenta limitar a tres tus órdenes hostiles en el trabajo, ¿de acuerdo?

Y se alejó patinando.

Ness: Oh, Dios mío -musitó-. Lo siento, yo...

Zac: Jess tiene razón. No somos una familia muy cariñosa.

Ness: Bueno, no me parece un rasgo muy apropiado para una familia. Creo que merecería la pena que intentarais cambiarlo -abrió la puerta de la cocina y se asomó al pasillo-. ¡Alex! Date prisa o llegaremos tarde.

Zac se terminó el café mientras veía a Ness salir precipitadamente de la cocina.

Quizá ella pudiera enseñarlos a abrazarse, pensó. La idea le resultaba tan atractiva como absurda. Era más un deseo imposible que una esperanza.

Pero entonces recordó que esa misma mañana Ness había conseguido que Jess sonriera y que Alex hablara. Aquella mujer obraba milagros. Si alguien podía conseguir un imposible, esa era Ness.


La luz del despacho de Zac estaba encendida. Vanessa la vio mientras cerraba la puerta del dormitorio de Alex.

Aquel niño era, sin duda, el menos hablador que había conocido en toda su vida. Además de su exclamación durante el desayuno, «sí» y «no, gracias», eran las únicas palabras que habían salido de sus labios durante el resto del día. Pero le había entregado un montón de cuentos para que se los leyera en la cama. Todos protagonizados por perros, por supuesto.

Mientras bajaba hacia el despacho de Zac, pensó en lo espectacular que estaría aquel patio en primavera y en verano. Aunque ella no estaría allí para verlo. A no ser que Will Hemsworth fuera verdaderamente su hermano. En ese caso, podría visitar a la familia Efron de vez en cuando.

Vanessa había pasado sus horas libres en una biblioteca de Albuquerque, buscando en periódicos antiguos noticias sobre el elusivo William Hemsworth. Había estudiado atentamente todas las fotografías que de él había encontrado, intentando descubrir algún parecido con los rostros de su familia.

Por lo que decían los periódicos, Will Hemsworth parecía frecuentar un lujoso restaurante llamado Rat Pack. Y era miembro de la Sociedad Arqueológica de Albuquerque y del Club de Exploradores.

El día siguiente, Vanessa pretendía dedicarlo a hacer algunas llamadas, intentando encontrar a alguien que supiera dónde estaba su supuesto hermano.

Por lo que hasta entonces había leído, si Will era realmente el príncipe Andrew, su familia podía estar orgullosa de todo lo que hasta entonces había hecho. Y si no lo era, se dijo a sí misma con firmeza, aquella búsqueda le había permitido a ella conocer a los Efron y alejarse durante algunas semanas de las obligaciones que su condición de princesa le imponía.

Vanessa no había disfrutado nunca de unas vacaciones como aquellas. A pesar de la tensión que presidía las relaciones de los Efron, Jess realmente le gustaba. Bajo la aparente brusquedad de la niña, se escondía una adolescente extremadamente sensible. Alexander era el niño más dulce del mundo y Vanessa lo adoraba. En cuanto a su padre...

Estando en la biblioteca, había tenido oportunidad de leer algunas noticias referentes a su esposa y a él.

Brittany era una auténtica belleza. Ella y Zac hacían una pareja perfecta.

Vanessa había estado leyendo el anuncio de su boda, noticias sobre el nacimiento de los niños y algunos artículos sobre la empresa de Zac. Y al final, había encontrado la necrología de Brittany; una necrología extraordinariamente larga en la que, sin embargo, no aparecía el motivo de su muerte.

Vanessa tomó aire y llamó a la puerta del despacho de Zac.

Zac: Está abierta.

La voz de Zac procedía de las escaleras. Vanessa se volvió y lo vio tras ella, bajando de su dormitorio. Continuaba vistiendo el traje con el que aquella mañana había ido a trabajar, aunque se había desanudado la corbata y desabrochado el primer botón de la camisa.

Zac: Entra -le dijo a Vanessa-.

Pero ella dudó, así que Zac se adelantó y empujó la puerta.

Vanessa entró en el despacho diciéndose que no tenía ningún motivo para estar nerviosa. Aquella era únicamente una reunión de trabajo. Probablemente no duraría más de cinco minutos. Le daría un rápido informe sobre Jess y sobre Alex y se marcharía.

Ness: No estoy muy segura de lo que tengo que decirte -comentó brevemente-. Los niños y yo todavía estamos conociéndonos.

Zac: ¿Te apetece tomar algo? ¿Una copa de vino?

Ness: Oh, no... Gracias, pero solo tomo vino en ocasiones especiales.

Zac: ¿Y esta no es una ocasión especial? En este momento termina tu primer día de trabajo -contestó mientras se dirigía hacia el mueble-bar-. Por favor, siéntate.

Pero Vanessa no se movió de donde estaba.

Ness: Tomaré un refresco -le dijo, puesto que él parecía tan decidido a que tomara algo-. No pretendo ofenderte, pero sea esta o no una ocasión especial, mañana tengo que levantarme temprano. De hecho, tengo que conseguir que Alex se levante. ¿Sabes? Nunca había conocido a un niño de seis años que no se levantara automáticamente.

Zac: A Alex no le gusta mucho el colegio -le tendió un vaso de refresco-.

Ness: Pues es una pena, considerando que todavía le quedan, ¿cuántos? ¿Once años para terminar?

Zac: Sí. Más los cuatro de universidad. Lo hemos intentado todo para facilitarle las cosas, salvo contratar profesores con el fin de que estudie en casa. No creo que eso lo ayudara, necesita tener contacto con otros niños -colocó un cuenco con frutos secos en la mesita del café-. No he tenido tiempo de cenar -se disculpó mientras tomaba un puñado de ellos-, y tengo la sensación de que han pasado siglos desde la hora de la comida.

Ness: Si quieres, podemos reunimos en la cocina -le sugirió, sentándose en el borde de una de las sillas al ver que Zac parecía tener intención de sentarse en el sofá-. Podría prepararte algo de cenar... -se interrumpió de pronto-.

No sabía si aquel era un gesto que se esperaba de una niñera. Pero era evidente que Zac estaba agotado. De modo que, fuera o no propio de su trabajo, estaba dispuesta a prepararle un sándwich o a calentar aquellos macarrones deliciosos que Claire había preparado para la cena.

Zac: No, gracias, pero no quiero entretenerme demasiado. Hoy he tenido un día muy duro. Me he visto obligado a despedir a un hombre que no rendía en el trabajo y...

Vanessa no pudo dominar la tentación de interrumpirlo:

Ness: ¿No has superado ya la época en la que estabas obligado a soportar esas jornadas agotadoras de trabajo?

Por lo que había leído en el periódico, su empresa era una de las más importantes del país.

Zac: No quiero que parezca que me estoy quejando. Trabajo porque... Bueno, porque eso es lo que sé hacer. Soy un buen programador, tengo capacidad de dirección. Me parecería una locura dedicar el tiempo a hacer cualquier otra cosa.

¿Como pasar más tiempo con sus hijos?, se preguntó Vanessa.

Ness: Jess me ha preguntado por la cena del día de Acción de Gracias.

Zac: Oh, Dios mío, es la semana que viene, ¿verdad?

Ness: ¿Sí? No estaba muy segura, desconozco las costumbres americanas. Jess pensaba que era dentro de una semana.

Zac: Sí -suspiró-. Mi madre se va a ir a Hawai a visitar a unos amigos, así que estaremos nosotros cuatro -bebió un sorbo de vino-. Quería hablar de algo contigo y este parece un buen momento -la miró a los ojos-. Me has preguntado ya un par de veces que si pensaba cenar con vosotros y... Bueno, parece imposible que Jess y yo estemos en la misma habitación sin que alguno de los dos explote. Cuando nos peleamos, a Alex le afecta mucho y al final a los tres se nos indigesta la cena. Así que procuro estar fuera de casa a esa hora.

Ness: Oh, Dios mío -susurró-.

Zac: Hablé con algunas personas, me refiero a profesionales, por supuesto, y me aconsejaron que le dejara a Jess su propio espacio, pero sinceramente, no sé si eso es lo mejor. Ya has visto lo terrible que puede llegar a ser. Yo ya no sé qué debo hacer -sacudió la cabeza-. Sé que te parecerá terrible, pero la verdad es que procuro encontrar excusas para no tener que venir a casa -se apretó con los dedos el puente de la nariz, como si le doliera la cabeza-. Me cuesta creer lo que acabo de decir. Suena terrible cuando lo expresas en voz alta.

Ness: Sí -contestó optando por decir la verdad-, y supongo que en el fondo sabes que alejarte de tus hijos no es lo más adecuado para solucionar vuestros problemas.

Zac: ¿Entonces qué tengo que hacer? ¿Agarrarla por el cuello y obligarla a dejar de ser tan condenadamente maleducada? Dios mío, Ness, a veces me basta mirarla para que me suba la tensión.

Ness: ¿Pero no te das cuenta de que eso es parte del problema? Cada vez que estás a su lado te preparas para tener una discusión con ella. Esta mañana, por ejemplo, ¿te acuerdas de lo primero que le has dicho?

Zac: Dios, no lo sé, supongo que habrá sido algo así como «¿qué demonios te has puesto hoy?»

Ness: Algo parecido. No ha sido sobre su ropa, pero le has hecho un comentario crítico por haber entrado con el monopatín en la cocina.

Zac: Entonces, ¿qué estás insinuando? ¿Que no debería criticarla?

Ness: Si no quieres que entre con el monopatín en la cocina, lo que tienes que hacer es establecer la norma de que lo deje en el garaje -le aconsejó-. Y aunque cometa el error de olvidarla, desearle buenos días, porque es tu hija, la quieres y te alegras de verla por la mañana. Después puedes hacer algún comentario divertido sobre lo que has soñado, porque sabes que de esa forma le harás reír y, a continuación, comentarle, sin darle demasiada importancia, que parece que se ha olvidado de guardar el monopatín en el garaje y pedirle que lo deje fuera de la cocina, ¿de acuerdo? Y siempre con una sonrisa, para que ella sepa que eso no es el fin del mundo.

Zac: Es más fácil decirlo que hacerlo.

Ness: Lo sé. Tú dices que te basta verla para tensarte y estoy segura de que a ella también le ocurre. Y aunque no fuera así, Jess es tan sensible que inmediatamente percibe tu tensión. Pero no todo es culpa tuya. Ella tampoco es perfecta. He estado observándola y es evidente que calcula la respuesta que más te puede afectar y después se sienta cómodamente a esperar tu estallido.

Zac: ¿Entonces qué es lo que tengo que hacer? ¿Mirarla y pensar que es mi hija y que la quiero, en vez de pensar en lo mucho que me apetece retorcerle el cuello?

Aquello no iba a ser fácil. Pero Vanessa sabía que Zac Efron no era un hombre que se dejara vencer por las dificultades.

Ness: Podías intentar retrasar tus críticas -le sugirió-. Cuando la veas, procura decirle algo bueno. Y también podrías intentar sonreír.

Zac: Dios, debes creer que soy un monstruo.

Ness: No creo... -bajó la mirada hacia el suelo antes de mirarlo de nuevo a los ojos-.

Había en ellos un calor especial. Sus mejillas estaban cubiertas de un rubor que a Zac comenzaba a resultarle familiar.

Zac reparó entonces en la melena que Ness se había dejado suelta aquella noche y tuvo que aferrarse con fuerza a la copa de vino, consciente de que acariciar la melena de una empleada no era un gesto bien considerado. Aunque su caricia fuera estrictamente fraternal.

Ness: Creo que eres maravilloso por desear mejorar tu relación con Jess.

Ness pensaba que era maravilloso. Quizá solo fuera el efecto del vino en un estómago vacío, pero el caso era que sus palabras le hicieron sentirse maravillosamente bien. O quizá fuera la repentina esperanza que nacía en su pecho la que le hacía sentirse tan condenadamente bien. Por primera vez desde hacía años pensaba en el mañana y tenía la sensación de que había alguna oportunidad, por pequeña que fuera, de que mejorara su relación con sus hijos.

Terminó la copa de vino y la dejó en la mesa.

Zac: ¿Qué tengo que hacer para que decidas quedarte con nosotros permanentemente?

Vanessa sacudió la cabeza y le sonrió. Era evidente que pensaba que estaba bromeando.

Zac: Por favor -se inclinó hacia delante-, no estoy bromeando, Ness. Podrías pensar en quedarte durante, digamos, seis o siete años. Para entonces Alex ya iría al instituto. Considera también el dinero que quieres ganar a cambio, las vacaciones que necesitas, las noches libres... Incluso podemos instalarte un apartamento en el ala más apartada de la casa. Y si llegara un momento en el que quisieras casarte, tu marido podría vivir aquí también.

Ness estaba completamente desconcertada.

Ness: Señor Efron, Zac... Yo...

Zac: Sé que me dijiste que no tenías novio, pero si hay alguien especial en tu vida, lo traeré hasta aquí y le daré trabajo en mi empresa.

Ness: No, no hay nadie.

Zac: Se dedique a lo que se dedique, puedo asegurarle un puesto en Efron-Hemsworth y...

Ness: Pero si no hay nadie -insistió, elevando la voz-, de verdad.

Zac: Lo siento -le dirigió una sonrisa-, no consigo detenerme cuando quiero realmente algo. Y, no puedo evitarlo, te quiero a ti.

Vanessa desvió la mirada y la fijó en las manos que apretaba con fuerza en su regazo.

Zac: Quiero que trabajes para mí -le aclaró rápidamente, consciente de lo mal que había escogido sus palabras-.

Pero, al igual que le había ocurrido noches atrás, la imagen de Ness tumbada en su cama, con su hermosa melena extendida sobre la almohada, apareció inevitablemente en su mente.

¿Pero de dónde diablos salían esas imágenes? ¿Del vino? Quizá, pero la otra noche no había bebido absolutamente nada.

Zac apartó la mirada, temiendo que pudiera ver reflejada en ella lo que en ese momento sentía. Pretendía que se quedara con ellos de forma permanente, no hacer que huyera asustada. Clavó los ojos en la copa de vino. Como una hermana, se repitió. Sus sentimientos hacia ella eran únicamente fraternales. Por lo menos durante la mayor parte del tiempo.

Se arriesgó a mirarla de reojo. Sí, tenía unas piernas muy largas. Unas piernas largas y hermosas.

Y estaba seguro de que esas piernas tan adorables jamás habían rodeado el cuerpo de un hombre de la forma que él había imaginado. Y también de que esas piernas terminarían rodeando el cuerpo de algún joven que no se parecería ni remotamente a él.

Él era un hombre cansado, amargado, un cínico que solo aspiraba a una relación puramente física que dejara a salvo su corazón y su alma. Lo único que él deseaba era sexo. Sexo apasionado y ardiente, pero sin ningún tipo de compromiso.

Y no hacía falta haberse graduado en Harvard para saber lo que deseaba la dulce Ness Hudgens. Sin duda, ella esperaba encontrar un joven y delicado amante, un alma gemela con la que poder unirse en cuerpo y alma. Deseaba promesas de amor eterno y ser feliz con su marido durante años y años.

El problema era que Zac sabía que la felicidad era un mito, una mentira.

Alzó la mirada y descubrió que Vanessa lo estaba observando.

Ness: ¿Te encuentras bien?

Zac: Estoy cansado. Lo siento, yo... ¿Podrías hacerme un favor, Ness?

Ness: Por supuesto.

Zac: Piensa en lo que te he dicho, ya sabes, sobre lo de quedarte con nosotros.

Pronto conseguiría convencerla de que estaba hablando en serio. Y entonces conseguiría su objetivo. Porque todo el mundo tenía un precio. Y, antes o después, averiguaría cuál era el de Ness, aunque ella misma no lo supiera.

Ness: Me temo que aunque piense en ello no va a servir de mucho.

Zac: Pero no dejes de hacerlo. Y hazme toda clase de peticiones, por decadentes que puedan parecerte.

Ness soltó una carcajada.

Ness: No tienes idea de lo decadentes que pueden llegar a ser.

Zac: Pues la verdad es que teniendo en cuenta que uno de tus informes procedía de la familia real de Wynborough, creo que puedo hacerme una idea. Por cierto, ¿cómo se consigue llegar a conocer a una princesa?

Vanessa se ruborizó ligeramente.

Ness: Es más fácil de lo que puede parecer. Conozco a la familia real desde que nací.

Zac: ¿Tu padre o tu madre trabajaban para ellos?

Ness: Algo así -Se levantó, era evidente que no quería seguir hablando de sí misma-. Creo que debería ir a ver a Jess. Ya es hora de que se vaya a la cama.

Zac la imitó y miró el reloj. No sabía que se había hecho tan tarde.

Zac: La princesa dio unos informes extremadamente buenos sobre ti.

Ness: Me alegro -contestó deseando salir cuanto antes de allí-. Y ahora, si me perdonas...

Zac se dirigió con ella hacia la puerta.

Zac: Mañana tengo una reunión a primera hora de la mañana. Saldré de casa antes de que los niños se levanten. Con un poco de suerte, regresaré alrededor de las cinco.

Vanessa lo miró esperanzada.

Ness: ¿Entonces te esperamos a cenar? -La desazón de Zac debió de reflejarse en su rostro, porque Vanessa rió suavemente y contestó ella misma-: Supongo que no.

Zac: Mañana por la noche se celebra una cena benéfica y en un momento de completa locura le prometí a mi madre que iría.

Ness: ¿El viernes entonces?

Parecía tan dulcemente esperanzada que Zac se sentía como un auténtico villano.

Zac: Me va a llevar algún tiempo volver a organizar mi agenda. Hay algunas cosas que no puedo cambiar y la cena de negocios del viernes es una de ellas -contestó, consciente de que Vanessa estaba empezando a pensar que no era tan maravilloso como anteriormente le había dicho-. Pero lo haré. Pronto cenaré con los niños -le prometió-.

Ness: No me lo prometas a mí. Es a ti a quien tienes que prometértelo.




Awww! Me encantan. Ness super amable y buena y Zac haciendo todo para ser un buen padre. Y Jess haciendo todo para ser mala hija XD. Me encanta esa niña y cada cosa que dice: "Asegúrate de ganar mucho dinero porque con cuatro billones de dólares en el banco no tenemos suficiente." XD XD

¡Thank you por los coments!

He puesto nuevo capi en mi otra nove. Lo digo por si no lo sabíais y hay alguna seguidora por aquí. Por cierto, otra cosa, a la derecha de este blog hay un apartado que pone "follow by email", si ponéis ahí vuestro mail os llegará un aviso cuando publique.

¡Comentad, please!

¡Un besi!


3 comentarios:

Unknown dijo...

Los primeros logros de Ness en la familia Efron, me encanto!
Tengo que decirte que la novela esta muuuuuu buena, demasiado.
Y se que falta mucho para que Ness le diga a Zac que es una princesa, y se que sera muy feo!! Va a haber mucho lio creo yo.
Pero hablando de este capi... como se nota que Zac desea a Ness y ella a el. Pronto van a estar juntos me parece jajaj.


Sube prontooo, ame el capi!!

Maria jose dijo...

Esta novela se esta convirtiendo en mi favorita
Es una novela muy linda, dulce y muy chistosa
Es agradable leer algo así
En verdad todas las novelas que pones me gustan
Sube pronto y porsupuesto que pondré mi email ahí
Saludos y espero el sigue te capitulo desesperada

Unknown dijo...

Jajaja sí!!!!!!! A mí también me encanta Jess!! Es una niña muy desenfadada y me encanta eso.. aunque sea medio malcriada, eso se puede arreglar! Y el hecho que Zac haga todo lo posible por arreglar la relación con sus hijos me parece increíble! Y Alex es un niño taaaan tierno *.* aunque no aparezca mucho en la nove..

Me encanta esta nove :D
Síguela pronto..

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