topbella

lunes, 2 de junio de 2014

Capítulo 11


Por un momento, ella no estuvo segura de haberlo oído bien. El taller seguía sumido en la penumbra, y Zac ni siquiera se había molestado en encender la luz al entrar, aunque Vanessa podía verlo con nitidez. Estaba situado delante de la puerta.

Eso no significaba que ella no pudiera huir. Al ser más pequeña que él, era posible que pudiera correr más deprisa. Y siempre había que contar con el factor sorpresa. La perspectiva de huir descalza por la nieve empezaba a resultarle más atractiva que permitir que Zac la tocara. Aún podía sentir el peso de su cuerpo sobre ella, el sabor de su boca mientras la besaba la noche anterior. No podía dejar que sucediera de nuevo. No podía.

Ness: No -dijo en tono rotundo-.

Zac avanzó otro paso y se situó tan cerca de Vanessa que los pies descalzos de ambos casi se rozaban, tan cerca que ella podía sentir la calidez de su cuerpo. Su torso desnudo irradiaba calor, mientras que Vanessa, que llevaba puestas varias prendas de ropa, temblaba incontrolablemente.

Zac: Sí, Vanessa -dijo arrastrando la voz-. Sabía que estabas colada por mí. Mike solía contármelo todo. Tengo la intención de satisfacer tus fantasías después de estos doce años.

Ness: No quiero que me toques. Eres tan malo como Paul

Le temblaba la voz.

Zac esbozó una sonrisita.

Zac: En eso te equivocas. Soy mucho mejor de lo que jamás llegó a ser Paul, y estoy dispuesto a demostrarlo. Desabróchate el suéter. Llevas encima tanta ropa que tardarás un rato en desnudarte, así que más vale que empieces ya.

Ness: No vamos a hacer nada. Te apartarás de mí y me iré de este lugar. Buscaré unos zapatos, saldré por la puerta y no volveré nunca más.

Zac: No, no te irás. Para eso, tendrías que pasarme por encima. No pienso apartarme de donde estoy.

Ness: ¿De modo que vas a forzarme?

Su voz temblaba un poco. Zac pensaría que se debía al frío. Y tal vez fuera así.

Él negó con la cabeza.

Zac: No necesito forzarte -murmuró-. ¿Verdad que no?

Alargó la mano hacia el primer botón del suéter. Ella permaneció inmóvil, como paralizada, con las manos en los costados, y dejó que él le desabotonara el largo suéter. Dejó que se lo deslizara por los hombros y lo arrojara al suelo. A continuación, Zac le quitó la camiseta gruesa, y ella no tuvo más remedio que levantar los brazos para permitírselo. La prenda cayó encima del suéter, al lado de sus pies descalzos.

El terror casi la cegaba, pero no pensaba gritar. No volvería a gritar nunca más por culpa de un maldito hombre.

Ness: Esta vez pondría una denuncia -dijo sin alterar la voz-. ¿Crees que no sería capaz? Soy mayor y más lista, y me estoy negando. Te estoy diciendo que me quites esas condenadas manos de encima.

Zac: No te estoy tocando -respondió en tono ausente mientras le quitaba la segunda camiseta. Solo quedaban otra camiseta, una blusa y el sujetador. Y luego la piel-. Ni siquiera sé por qué me tomo la molestia. Puedo tirarme a todo lo que quiera, cuando quiera. Siempre he podido. Gusto a las mujeres.

Ness: Estupendo. Pues ve a buscar una.

Zac le estaba quitando la última camiseta, y Vanessa pensó en juntar los brazos para impedir que se la sacara por la cabeza. Pero, si lo hacía, corría el riesgo de que la tocara, y eso no podría soportarlo.

Zac: Casi todas las mujeres que conozco están durmiendo a estas horas. Tendré que conformarme contigo -retrocedió apenas un milímetro para mirarla. Contempló la blusita de seda y las líneas del sujetador-. Muy bonito -se inclinó hacia ella para musitarle al oído-: Hueles a canela.

Ness: Pues tú hueles a grasa de motor -repuso-.

Zac: La grasa tiene muchos usos. Tal vez te apetezca probarla.

Vanessa no pudo disimular su absoluto horror. Un horror que aumentó cuando él soltó una risotada.

Zac: Deberías ver la cara que has puesto, princesa. Solo estaba bromeando -esperó a que Vanessa se relajara un poco antes de añadir-: Además, arriba tengo productos mucho mejores para eso.

Ella dio un último paso atrás y se topó con el costado del Cadillac.

Zac alargó la mano hasta la cintura de la falda, bajó la cremallera y dejó que la prenda cayera al suelo. Vanessa aún tenía puestos unos pantalones vaqueros, pero no eran suficiente: ni siquiera un traje aislante de neopreno habría sido suficiente.

Él se agachó y le sopló con suavidad en el vientre, su aliento cálido y húmedo. En otras circunstancias menos horribles, habría resultado erótico.

Zac se enderezó y le colocó las manos en la cintura.

Zac: Ahora sí te estoy tocando. Dime que no otra vez.

Ness: No. Otra vez.

Él introdujo los dedos en la cinturilla de los vaqueros y los deslizó hasta el botón.

Zac: No sé por qué me molesto -dijo casi para sí. El botón se desabrochó prácticamente solo, y Vanessa observó las manos de Zac, fascinada, esperando a que bajara hasta la cremallera-. Las vírgenes nunca han sido lo mío. Seguramente por eso me mantuve alejado de ti hace años, a pesar de lo tentadora que eras.

Ness: Ya no soy virgen -repuso con amargura-.

Luego pensó que debería haberse mordido el labio.

Zac: ¿Acaso me estás animando? Creí que no querías.

Empezó a bajar la cremallera despacio, casi perezosamente.

Ness: No quiero. Solo he dicho que ya no soy virgen. Gracias a ti.

Zac: Ojala -la sonrisa de él debió haberla enfurecido-. Y, por muchos hombres que se te hayan tirado después de Paul, sigues siendo virgen de corazón. Seguro que te limitas a cerrar los ojos y a pensar que en teoría debe gustarte. Cuando, en realidad, no te gusta.

Su voz profunda e insinuante la estaba volviendo loca, igual que la caricia de sus largos y cálidos dedos en la piel.

Ness: Cállate.

Debajo de los vaqueros llevaba unas braguitas a juego con el sujetador azul lavanda. Zac le había desabrochado los pantalones, pero no parecía tener ninguna prisa por bajárselos. Cuando lo intentara, Vanessa se resistiría. Debía hacerlo.

Zac: Seguro que se las haces pasar moradas a los hombres -dijo mientras le deslizaba los labios por el cuello con la suavidad de una pluma-. ¿Qué tienen que hacer para acostarse contigo? ¿Enviar los resultados de un análisis de sangre y su árbol genealógico? Supongo que a la Duquesa le importa más la clase social que la cuestión de la salud.

Ness: ¿Es ésa tu sutil manera de preguntarme si soy seropositiva? Pues sí, lo soy. Deberías alejarte de mí tan deprisa como puedas.

Zac: No pierdas el tiempo, pequeña. Nunca se te ha dado bien mentir. Adelante, di que no me deseas.

Ness: ¿Estás loco? ¡Llevo media hora intentando decírtelo! Déjame en paz.

Zac: Entonces, vete.

Ness: ¿Qué?

Zac: Ya me has oído -comenzaba a perder la paciencia-. Si no quieres que te toque, apártame de ti y vete. ¿Crees que te perseguiría y te tumbaría en el suelo de cemento para violarte? No es mi estilo.

Ness: Ni yo soy tu tipo de mujer -dijo colocándole la mano en el centro del pecho-.

Del cálido y atractivo pecho.

Dudó un momento antes de empujar, y él retrocedió sin resistirse. Ahora podía huir, pero solo llevaba encima el sujetador y la blusa, y tenía los vaqueros desabrochados.

Él no pareció preocuparse.

Zac: Si no supiera lo contrario, pensaría que eres más inocente ahora que antes de que Paul te echara las zarpas. ¿Qué les pasa a los hombres de Rhode Island? ¿No saben nada de sexo?

Ness: Prefiero no saberlo -contestó amargamente mientras se subía la cremallera-.

Fue un error. Zac había retrocedido, aparentemente dispuesto a dejarla marchar, pero su respuesta lo detuvo en seco.

Zac: ¿Que prefieres no saberlo? -repitió-. ¿Cuántos amantes has tenido desde aquella noche con Paul?

Ness: Ninguno.

Zac: Está bien, te lo preguntaré de otro modo. ¿Con cuántos hombres te has acostado desde aquella noche?

Era demasiado tarde para echarse atrás. Además, a esas alturas Vanessa estaba demasiado furiosa y asustada como para mantener la boca cerrada.

Ness: Con ninguno.

Zac: ¿Chicos?

Ness: Ninguno.

Zac: ¿Mujeres?

Pretendía escandalizarla, pero a Vanessa ya no le importaba.

Ness: Ninguna.

Zac: Bueno, por lo menos eso facilita las cosas -murmuró-. Está claro que te has reservado para mí. -El comentario era tan indignante que a ella ni siquiera se le ocurrió una respuesta. Tan solo pudo mirar a Zac con asombro-. Creo que ya es hora de acabar lo que empezamos aquella noche -prosiguió-.

Ness: Pues yo no lo creo.

Zac: Déjame convencerte. -Era su última oportunidad de huir. Pero Vanessa no se movió-. Podría contar hasta diez. Darte un poco de ventaja -se burló-. Pero no estoy seguro de que quieras escapar. -Ella seguía sin moverse. Quería hacerlo, necesitaba hacerlo, pero por algún motivo su cuerpo no respondía a sus órdenes. Parecía conocerla mejor que su propia mente-. La última oportunidad, princesa. Voy a tocarte de nuevo, y esta vez no te dejaré ir.

En el último momento, Vanessa se apartó del Cadillac y se inclinó para recoger la ropa. Mientras lo hacía, comenzaron a bajársele los pantalones aún desabrochados. Tenía las manos ocupadas con las prendas y no podía abrochárselos, pero si corría deprisa quizá no se le bajarían del todo. ¿Por qué diablos se había puesto unos vaqueros tan flojos? Solía llevar ropa muy suelta para ocultar su cuerpo, aunque no es que tuviera mucho que esconder.

Zac la observaba con una expresión enigmática en el semblante.

Ness: Me voy ya -dijo con la ropa apretada contra el pecho-.

Pero no se movió.

Zac: Claro que sí. Creo que ya hemos hablado bastante. Ven aquí. -Tenía que estar loco. Vanessa estaba a medio camino de la puerta, y Zac esperaba que se acercara a él-. Ven aquí, Vanessa -repitió con voz suave y cautivadora-. Ya has pasado bastante tiempo huyendo. Acabemos con esto de una vez.

Vanessa permaneció inmóvil, petrificada, mientras él se acercaba con paso decidido e inexorable. Comprendió que no se detendría. En el fondo, Vanessa no deseaba que se detuviera.

Le quitó la ropa de las manos y la dejó caer en el suelo de cemento. Se mancharía de aceite, pensó Vanessa, tratando de concentrarse en trivialidades. Su madre se horrorizaría. Debía agacharse para recoger la ropa.

Zac le bajó los vaqueros hasta los tobillos y ella se lo permitió. Luego, cuando él le dio la mano, Vanessa sacó los pies del pantalón.

Zac no le soltó la mano, ni ella intentó liberarse. No podía luchar contra él con su cuerpo, pero sí con palabras.

Ness: No lo hagas -susurró-.

Zac no dijo nada; simplemente tiró de ella hacia la oscuridad del taller. En la parte de atrás había un viejo y desvencijado sofá de color verde. Vanessa no quería ir allí, pero Zac no le dejó elección.

Zac: Será mejor que lo hagamos deprisa -dijo mientras la tumbaba sobre el sofá con engañosa suavidad. Engañosa, sí, porque Vanessa sabía lo violento que podía ser. Nunca había mostrado esa violencia con ella, pero eso no significaba que no fuera capaz de hacerlo si lo provocaba-. No quiero que te entre el pánico y cambies de idea.

Ness: No he dicho que quiera... -se interrumpió con un jadeo ahogado cuando Zac le bajó las braguitas con la facilidad que daba la experiencia-.

Zac: No hace falta -contestó. Luego se arrodilló en el sofá, junto a ella, y la empujó contra los raídos cojines-. No puedes pasarte la vida huyendo. Nunca pensé que fueras una cobarde, Vanessa Hudgens.

Ness: Lo soy. Una cobarde llorona y desesperada.

Zac le había subido la blusa y le había abierto el sujetador por delante, aunque no se molestó en quitárselo. Luego bajó la mano hasta el botón de sus propios vaqueros, y Vanessa cerró los ojos. Al oír el chirrido de la cremallera, la recorrió una oleada de pánico. Zac se situó entre sus piernas, y Vanessa se tensó, esperando a que la tocase.

Ness: No voy a ayudarte -dijo en voz baja-. Paul me obligó a ayudarlo. Estaba muy borracho y me obligó a...

Zac: No necesito ninguna ayuda.

Vanessa oyó un chasquido, como de un papel que se rompía, y casi abrió los ojos. Un condón, comprendió. Iba a utilizar un condón.

Hizo un último intento.

Ness: Pierdes el tiempo. Ya intenté superarlo una vez. Incluso llegué hasta este punto. Pero él no pudo... Yo estaba demasiado -no sabía cómo explicarlo, y lamentó haber empezado-.

Zac: Demasiado tensa -dijo en tono prosaico-. No estabas lo bastante lubricada. Porque, en realidad, no lo deseabas.

Ness: Yo creía que sí...

Su voz se convirtió en un pequeño gemido cuando él le metió la mano entre las piernas. Sus largos dedos se deslizaron dentro de ella.

Zac: Bueno, pues ahora estás muy mojada. Me deseas, aunque no quieras admitirlo. Y no voy a darte la oportunidad de cambiar de idea.

Vanessa empezó a decirle que ella no había aceptado en ningún momento, pero ya era demasiado tarde. Había esperado besos, caricias, maniobras expertas para aplacar su miedo. Pero Zac simplemente se colocó entre sus piernas, empujó y, antes de que pudiera protestar, la penetró. Luego se situó encima de ella mientras iba invadiendo lentamente su cuerpo.

Tenía el miembro muy grande, pero su cuerpo no opuso resistencia, sino que lo dejó entrar hasta que Vanessa sintió toda la longitud del miembro en su interior. Clavó las uñas en los cojines mientras sus caderas se apretaban contra las de Zac.

Zac: Respira, Vanessa -dijo con voz tensa-. No te vas a morir.

Vanessa respiró, entre otras cosas porque no tenía más remedio que hacerlo, y Zac empujó, todavía más hondo, algo que ella no había creído posible.

Vanessa notó que Zac se inclinaba y comprendió que iba a besarla. No podría soportarlo. Retiró la cabeza, para que él no pudiera alcanzar su boca, y se mordió el labio.

Zac: Está bien. ¿Quieres que lo haga despacio o deprisa?

Ness: Deprisa. Acaba de una vez.

Zac: No sabes lo que me pides, pequeña.

Volvió a empujar y llegó aún más hondo que antes. Empujó otra vez, y otra, y otra más, mientras ella solo podía temblar y buscar en su interior un rincón oscuro donde esconderse.

Pero ese rincón oscuro aparecía lleno de luces brillantes, y Zac también estaba allí, estaba en todas partes. No había escapatoria. Vanessa sintió que un calor intenso y sofocante comenzaba a propagarse por todo su cuerpo. Cuanto más se resistía, más aumentaba el calor, extendiéndose como un dulce y tibio veneno.

Y Zac lo sabía. Lo notaba.

Zac: Abre los ojos, Vanessa. Quiero verte. -Ella no pudo negarse. Levantó los párpados y lo miró medio aturdida-. Volveremos a hacerlo -susurró-. Una y otra vez. De todas las formas, en todas partes, a todas horas del día.

Ella temblaba por dentro y por fuera. Hundió los dedos en el sofá mientras él seguía dando fuertes acometidas, penetrándola hasta el fondo, hasta que, finalmente, Vanessa vio que se ponía rígido, cerraba los ojos y soltaba una palabrota entrecortada. Le agarró las caderas y la atrajo hacía sí aún con más fuerza.

Por un momento, Vanessa se sintió casi serena. Experimentó una extraña sensación de poder al notar cómo él alcanzaba el clímax en su interior, cómo perdía el control momentáneamente.

Luego Zac se derrumbó encima de ella, empapado de sudor, jadeando, con el corazón acelerado. Vanessa observó todos estos detalles con neutro interés. Fue una especie de revelación. La experiencia no le había desagradado en absoluto. De hecho, hubo un momento en que había empezado a sentir algo parecido a...

Zac se retiró de ella, se levantó del sofá y se sentó en el suelo, maldiciendo.

Zac: Mierda -dijo al cabo de un momento-. Ha sido un desastre. No era eso lo que tenía en mente -se giró para mirarla-. Quédate ahí -gruñó-. Me lavo y vuelvo enseguida.

Vanessa cerró los ojos hasta que oyó cómo cerraba la puerta y abría el grifo. Entonces se incorporó.

Un desastre era algo que no debía repetirse. Había sido inevitable que aquello ocurriera, pero ahora se marcharía de allí tan deprisa como pudiera.

Max era la última persona que Zac había esperado ver cuando salió del cuarto de baño. Tenía un cabreo de mil demonios. Se había propuesto hacer que Vanessa se corriera una y otra vez, hasta conseguir que se abriera a él por completo.

Pero, en vez de eso, había perdido el control como un adolescente y se había corrido cuando ella apenas comenzaba a excitarse.

Tenía intención de rectificar ese error en cuanto volviera al lado de Vanessa. Pero ella se había ido, y Max permanecía allí de pie, mirándolo como si acabara de asesinar a un gatito.

Max: ¿Se puede saber qué diablos haces, Asesino?

Zac logró esbozar una torva sonrisa.

Zac: Estoy ocupado. Lárgate.

Max: Ni hablar. No hace falta ser un genio para saber lo que ha pasado aquí. ¿Por qué no dejas a esa pobre chica en paz? Solo conseguirás hacerle daño. Por mucho que Mike te jodiera, no tienes derecho a pagarlo con su prima.

Zac: Esto no tiene nada que ver con Mike. Pasé dieciocho meses en prisión por culpa de esa mujer. ¿No crees que me lo debe?

Max: No. Tendrían que haberte metido en la cárcel mucho antes. Ni tú mismo te crees esa excusa. Supongo que estás obsesionado con esa mujer, pero ella no tiene la culpa. Déjala marchar.

Zac: Todavía no.

Max: Eres un jodido cabezota. No pagues con ella lo de Mike. Cualquier cuenta que tuvieras con él ya ha quedado saldada, ¿no te parece? Tú nunca has sido un desalmado, Asesino.

Zac: Te equivocas. Siempre he sido un desalmado, y eso es lo que ella espera de mí. No quiero decepcionarla.

Se inclinó para recoger la camiseta que Vanessa dejó caer mientras huía.

La había poseído. Sí, había logrado disfrutar de ella después de tantos años de espera. Y la experiencia no había hecho sino estimular su apetito.

Canela. La camiseta olía a canela.

No podía dejarla marchar. Todavía no. Aunque había hecho todo lo posible para expiar los pecados del pasado, su buena conducta tenía un límite. Y ese límite era Vanessa Hudgens.

Zac: Lárgate, Max. Ya hemos tenido esta discusión antes, y ha sido una pérdida de tiempo. Haré lo que quiera con Vanessa, y ella no se resistirá. La próxima vez, llama antes de entrar.

Max: Seguramente no sabe cómo resistirse. Tienes más experiencia que ella. Deja que se vaya.

Zac: No. Cierra la puerta al salir.

Max: Eres un cabrón, Zac. Te aprecio, sí, pero a veces me lo pones muy difícil -dijo en tono severo-. Piénsatelo bien antes de lastimar a esa chica. O acabarás odiándote aún más a ti mismo.

Zac: Vete a la mierda, Max.

Zac no hizo ningún ruido mientras subía los crujientes peldaños de la escalera. Max se había ido, y esta vez nadie iba a detenerlo. No podría seguir por donde lo había dejado, pero tardaría poco en excitar de nuevo a Vanessa. En esta ocasión lo haría mejor. Y al diablo con Max y con los remordimientos de conciencia.

Casi había puesto la mano en el pomo de la puerta cuando la oyó. Le llevó un momento identificar el sonido. Vanessa estaba llorando, y trataba de ahogar el llanto con algo. La almohada, el colchón, la mano. No importaba. Intentaba no hacer ruido, pero tan solo conseguía empeorarlo. Probablemente estaba acurrucada en un rincón, esperando a que él apareciera.

Zac nunca había sido sensible a las lágrimas de una mujer. Había visto a muchas llorar por él y delante de él. Mujeres que intentaban manipularlo, hacer que se sintiera culpable. Y Vanessa Hudgens era de las que lloraban por nada. Diablos, seguramente tan solo se sentía frustrada por su apresurado intento de tirársela y ni siquiera era consciente de ello.

Zac podía echar la puerta abajo con facilidad, pero sabía que no lo haría. El llanto de Vanessa había despertado en él un sentido del honor hasta entonces latente.

Iba a dejar la camiseta en el pomo de la puerta, pero dudó un momento y se la acercó al rostro para inhalar su aroma. Después se alejo por el pasillo con la camiseta aun en la mano.


Max meneó la cabeza con tristeza. Asesino estaba enamorado, y ni siquiera se daba cuenta de ello. Eso sí, a Max jamás se le habría ocurrido decírselo. Asesino no creía en el amor. Al menos, no en el amor romántico. Para él todo se reducía a pura lujuria. Pero lo que Zac sentía por la prima de Mike no era algo tan simple como el deseo físico.

Vanessa estaba haciendo que saliera a la luz el peor lado de Zac, de eso no cabía duda. Asesino podía ser un hombre implacable, pero no solía ensañarse con los indefensos. No era propio de él, y acabaría odiándose por ello.

Lo mejor que Max podía hacer por su amigo era ayudar a la mujer a marcharse antes de que Zac cometiese un error irreparable.

Caía una leve nevada, y Zac había cerrado la puerta con llave después de echar a Max. Pero la puerta del callejón no tenía cerradura.

Max se dijo que no podía permitirse el lujo de esperar. Debía sacar a Vanessa de allí cuanto antes.

La fina capa de nieve confería al lúgubre callejón un aspecto casi agradable. Tan solo un rastro de pisadas manchaba la pura blancura. Max arrugó la frente, preguntándose quién diablos habría entrado por la puerta de atrás. Las huellas eran demasiado pequeñas para pertenecer a Zac y demasiado grandes para pertenecer a Vanessa.

Abrió la puerta. El cálido vestíbulo estaba oscuro. Después de cerrar la puerta, Max avanzó hacia la oscuridad.

Y entonces se detuvo y clavó la mirada en las sombras con incredulidad.

Max: Si estás muerto... -dijo con voz entrecortada-.

**: No. Pero tú sí.




What!? ¿¡Pero esto qué es!? ¿Es el fantasma de Mike? ¿O es que no ha muerto?
Pero a mi lo que más me sigue preocupando es Zac. ¡Es un animal! ¡Por favor, sé más delicado! ¡Más cariñoso! ¡Pobre Vanessa! Aunque es un poco tonta XD

¡Thank you por los coments!
¡Comentad, please!

¡Un besi!


3 comentarios:

Unknown dijo...

Es muy ingenua la princesa! Jaja.. no es con afán de burlarme, pero lo de Paul sí se nota que la afectó y Zac no fue delicado con ella a pesar de saber lo que ella pasó! Y el hecho de que Max piense que Zac está enamorado me parece gracioso porque ni yo lo pienso, a mi parecer está obsesionado, pero no enamorado, pero ya quiero verlo enamorado!! *.*

Y juat???????? Oseaaaa??? Mike está vivoooo???? Entonces, se hizo pasar por muerto? Por eso era que hacía planes para matarlo!!!!!! Ahora lo entiendo todooooooooooooooooo!!!!!!!!!!! Qué novela para más interesantee!! Me encantaaaaaaaaaaa!!!!

Sube prontitoo porfaaa!!!
Cuídate! :D

Unknown dijo...

ESPERAAAAAAAAAAAAAA... COMO VAS A DEJAR EL CAPITULO ASI POR DIOS??

QUIEN ES ESEE? ES MIKE QUE ESTA VIVO? AY NO PUEDO CREER!!



SUBE PRONTOOOOO

Lau B. dijo...

Uff! esta capitulo ha estado lleno de todo... emociones por todas partes.
Siento que por fin empiezo a ver las cosas con claridad.
Puede que para ustedes Zac sea un animal, para mi es un incomprendido, el tipico hombre asustado por dentro que para no mostrarlo prefiere golpear antes de ser golpeado. En lo que en definitiva estamos de acuerdo es en que se muere por Vanessa y desde que ella tenia catorce... Lo que hizo con Paul para mi no fue el acto de un animal sino mas bien el de un principe :D
Vanessa por otra parte... esta extremadamente traumada y el hecho de haber huido a la palabra violacion, el no haberse enfrentado a su problema la tiene asi... que bueno que podemos contar con Zac para hacer una intervencion en el tema XD
Mike... agh! En serio lo detesto, es una porqueria de persona o mas bien lo fue pero sigue siéndolo de fantasma sino es que aun peor... a menos claro que este vivo...
Continuala pronto... aun me faltan un par de piezas para completar el rompe cabezas!
Bye
Xx

Publicar un comentario

Perfil