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viernes, 30 de mayo de 2014

Capítulo 10


Mike no sabía con seguridad cuándo decidió matar a Vanessa. ¿Fue, quizá, cuando la vio acercarse al taller de Zac por el camino alfombrado de nieve? Se dijo que habría ido allí a vengarse, pero sabía que no era cierto. Vanessa era incapaz de algo tan elemental como la venganza, de algo tan apasionado como el asesinato. Además, había estado colada por Zac desde que era una adolescente. Mike se había dado cuenta, aunque Vanessa no lo supiera.

Se había planteado matarla la noche del baile. Después de lo que Paul le hizo, parecía hecha mierda, y Mike temía pensar en cómo reaccionarían tía Isabella y tío Victor. Tía Isabella haría la vista gorda, desde luego. Adoraba a Mike y no consentía que le riñeran. De hecho, a él le divertía ver hasta dónde podía llegar sin que tío Victor estallase.

Esa noche había ido demasiado lejos, probablemente. Tío Victor se mostraba muy protector con la pequeña Vanessa y responsabilizaría a Mike por no haber cuidado bien de ella.

Un trágico accidente de coche habría puesto fin al problema. Sería muy fácil... No tenía más que romperle el cuello y simular luego un accidente haciendo que el coche se saliera de la carretera. Él escaparía con unos cuantos chichones y cardenales. Tío Victor quedaría destrozado. Tia Isabella solo se preocuparía por Mike.

Mejor aún, Zac lo sentiría mucho.

Pero Mike no llegó a hacerlo. La policía los detuvo por exceso de velocidad antes de que pudiera decidirse, aunque, al final, todo había salido bien.

Mike no pensó que su amigo siguiera sintiendo lo mismo por Vanessa después de tanto tiempo. Pero lo había percibido en su voz mientras escuchaba desde lo alto. Lo había notado por el modo en que Vanessa daba vueltas en la cama, inquieta, mientras dormía. Sería cuestión de días o de horas que acabaran teniendo relaciones sexuales. Y Mike tendría que matarla.

No era nada personal. Siempre había sentido aprecio por su primita, y ella lo había adorado.

Vanessa nunca representó una amenaza... Incluso tío Victor lo prefería a él, aunque era más observador que tía Isabella.

Quizás era la propia inocencia de Vanessa lo que sacaba de quicio a Mike. Su estúpida y ciega confianza.

Los había oído en la cocina. Había sentido el estrépito de vasos, la conversación seguida de largos silencios, y sospechó lo que estaban haciendo. Lo que harían si él no lo impedía.

Llevaba algún tiempo aguardando la oportunidad de matar a Zac. Matarlos a los dos al mismo tiempo facilitaría las cosas, pero no pensaba concederles esa suerte. Morirían por separado, solos, llenos de terror y de dolor. Zac Efron no se aterrorizaba con facilidad, aunque, claro, nunca se había enfrentado cara a cara con un fantasma.

Empezaría por Vanessa. Ya no era útil, y su muerte fastidiaría a Zac. Lo fastidiaría mucho.

La única cuestión era cómo hacerlo. ¿Cómo podía matar un fantasma?

Vanessa permanecía acurrucada en un rincón del cuarto, temblando, con una manta encima. La calefacción había dejado de funcionar y estaba helada de frío, aunque prefería congelarse antes que poner un pie fuera del cuarto.

Había cerrado la puerta con llave y, para asegurarse, había encajado una silla contra la cerradura. Eso no detendría a Zac si se decidía a entrar, naturalmente. Pero Vanessa no creía que tuviera la menor intención de hacerlo.

La había tumbado sobre la mesa de la cocina con el único propósito de intimidarla. Vanessa no entendía por qué se tomaba la molestia. Si tanto deseaba librarse de ella, no tenía más que darle el dinero. Zac sabía que ella se lo devolvería. Los Hudgens siempre habían tenido mucho dinero, a diferencia de Zac Efron, que no tenía donde caerse muerto. Seguramente había comprado el enorme garaje con lo que ganó traficando con droga. Si él no mató a Mike, probablemente habría sido uno de sus socios narcotraficantes, que por error había asesinado a un inocente en lugar de a Zac.

A decir verdad, ni la más comprensiva de las primas podía decir que Mike fuese inocente. Era encantador, amable y generoso, sí, pero se alejaba de ser un santo. De hecho, Vanessa nunca supo con seguridad si Zac era el cabecilla y Mike, el secuaz, o viceversa.

Ya no importaba. Mike había muerto, y Vanessa no volvería a ver a Zac. En cuanto saliera el sol, se pondría toda la ropa que pudiera encontrar, se aventuraría en la nieve y caminaría hasta encontrar a alguien que la ayudase. No tenía tarjetas ni documentos, pero su ficha constaría en los ordenadores de tráfico. Podrían buscarla y enviar a alguien que reparase el coche. ¿No pagaba una cuota para eso?

También la policía podría ayudarla. Al fin y al cabo, le habían robado el bolso y se hallaba atrapada en una ciudad extraña. Hasta un albergue para indigentes sería mejor que la casa de Zac. Más seguro.


El viento había cobrado fuerza y aullaba alrededor de la casa como un alma en pena. Vanessa esperó, acurrucada en el rincón del cuarto, hasta que la primera luz del alba penetró por la ventana. Entonces se levantó y buscó sus zapatos.

No estaban por ninguna parte. Quizá se los había dejado abajo o en el cuarto de baño, aunque no era probable. La última vez que los vio, estaban cuidadosamente colocados al pie del colchón.

Habría pensado que era cosa de Zac, pero Zac no la quería allí. Se recostó en el colchón y se estremeció en el gélido ambiente del cuarto. Hacía tanto frío que podía ver el vapor de su aliento y, de repente, tuvo un inquietante pensamiento.

Quizá la calefacción no había dejado de funcionar. Quizá la habitación estaba tan fría porque no se encontraba allí sola. Había visto suficientes películas como para saber que la temperatura descendía en presencia de un fantasma. Y había tenido la sensación de que alguien la observaba desde que llegó al taller.

Ness: ¿Mike? -susurró suavemente-. ¿Estás aquí? -No hubo respuesta, por supuesto, y Vanessa se sintió estúpida. Pero perseveró-. No creo en fantasmas. Pero supongo que, si estuvieras en alguna parte, estarías aquí, donde sufriste una muerte tan violenta. ¿Has venido a avisarme de algo? -Silencio. Vanessa respiró hondo-. No te tengo miedo, Mike. Nunca me hiciste daño en vida, y no me lo harías en la muerte. ¿Quieres que esté aquí? ¿Que descubra qué fue lo que te ocurrió en realidad? ¿Te llevaste tú mi bolso y mis zapatos? ¿Sabes dónde diablos están? -Era una pregunta idiota, y Vanessa no esperaba recibir una respuesta-. Tengo que salir de aquí, Mike -hizo un último intento-. Tengo que alejarme de Zac. Seguro que comprendes la razón. Tú sabías lo que yo sentía por él, aunque yo misma lo ignorase. Tengo que irme de este sitio. -Se oyó un súbito tableteo, seguido de un golpe sordo y un chirrido de metal contra metal, y Vanessa se sobresaltó. Un momento después, el conducto de la calefacción expulsó un agradable chorro de calor, y ella se quedó mirándolo sorprendida-. Si eso es una señal, no sé lo que significa. Pero voy a bajar en busca de unos zapatos de Zac y luego me iré de aquí. Lo siento, Mike.

El calor llenaba el cuarto tan rápidamente como la luz de la mañana. Vanessa se levantó del colchón y se dirigió hacia la puerta. La llave chasqueó en la cerradura, aunque el zumbido de la calefacción ahogó el ruido. Además, el cuarto de Zac estaba al final del pasillo, de modo que era imposible que lo hubiese oído.

El suelo crujía bajo sus pies a medida que caminaba, y Vanessa maldijo en voz baja, aunque no dudó.

El pasillo estaba envuelto en sombras, pero no se atrevía a encender la luz. Bajó a tientas, tratando de no recordar el tacto de la rata bajo sus pies descalzos, y abrió la puerta de la cocina. El desorden de la noche anterior había desaparecido y todo presentaba un aspecto impecable. Los platos estaban limpios, el suelo barrido y las botellas de cerveza habían sido retiradas. Incluso los omnipresentes ceniceros estaban vacíos.

O Zac era más limpio de lo que aparentaba o se había sentido inquieto la noche anterior. Incapaz de dormir, igual que Vanessa.

No encontró zapatos por ninguna parte. En la percha aún había colgados algunos suéteres y chaquetas, pero debajo no había botas ni zapatos de ninguna clase. Vanessa no recordaba si los había dejado ahí el día anterior.

Abrió la puerta que daba al callejón y contempló el paisaje nevado. No podía salir descalza, por muy desesperada que estuviera. Volvió a cerrar la puerta. Buscaría unos zapatos o se envolvería los pies en harapos. Cualquier cosa con tal de escapar.

Miró con aprensión la puerta del taller. Sabía que Zac debía de seguir arriba, acostado, pues habría oído sus pisadas en el pasillo si hubiera salido de su habitación.

Casi esperó que la puerta estuviera cerrada con llave, pero se abrió con facilidad. La inmensa nave se hallaba en penumbra, y Vanessa no consiguió localizar el interruptor de la luz.

El Duesenberg estaba en el centro de la enorme nave, con el capó abierto. Vanessa sentía el cemento frío y rugoso bajo sus pies descalzos, pero se adentró más en el taller, atraída por el brillante Cadillac amarillo.

Zac había retirado la lona y el coche se alzaba allí en todo su puro esplendor. De hecho, dejando aparte los asientos nuevos de cuero, tenía el mismo aspecto de antes. Zac siempre se había enorgullecido de aquel coche.

Vanessa colocó las manos sobre el costado del Cadillac y se obligó a mirarlo. No podía recordar cómo cometió la estupidez de meterse en el asiento trasero con Paul. Habría sido el tequila, por supuesto. Y el hecho de que Paul fuese el chico más deseado del Instituto de Marshfield.

Pero no, no fueron ésas las razones. Zac Efron la había besado por fin, la había tocado, y luego la había abandonado en cuanto otra chica se acercó a él. La dejó con Paul como quien cedía un premio obtenido en una tómbola.

Vanessa empezó a temblar y, cuando oyó que la puerta del garaje se abría, no se volvió.

Ness: ¿Por qué lo hiciste? -preguntó en voz baja, tan baja que dudó que él la oyese-.

Zac: ¿Por qué hice qué?

Ness: ¿Por qué me dejaste con Paul Jameson?

Él ni siquiera lo negó.

Zac: Me pareció que sería como un sueño para una jovencita. El chico perfecto para una inocente como tú. Defensa del equipo de fútbol, presidente del consejo de estudiantes y toda esa mierda. El príncipe perfecto para una princesita. Y Mike me dijo que siempre te había gustado.

Aquel último comentario hizo que ella se girase bruscamente para mirarlo. Un error: Zac iba sin camisa, descalzo, con el botón de los vaqueros desabrochado. Incluso en medio de la penumbra, Vanessa pudo recordar por qué siempre lo había deseado y había fantaseado con él. Su atractivo era inconfundible.

Ness: No sé por qué iba Mike a decirte semejante cosa. No era Paul quien me gustaba, y creo que él lo sabía.

Zac: ¿Quién te gustaba?

Aquello era territorio peligroso, y Vanessa no pensaba internarse en él.

Ness: ¿Por qué iba Mike a...? -insistió, pero Zac la interrumpió-.

Zac: A la mierda Mike. No tenía reparos en mentir cuando quería algo.

Ness: ¿Por qué iba a querer que yo tuviera una experiencia sexual violenta?

Zac: No fue una experiencia sexual violenta, Vanessa. Fue una violación.

Ella no deseaba oír aquella palabra. La palabra que había evitado durante doce años.

Ness: No. Yo me metí en el coche por mi propia voluntad. Fue culpa mía.

Zac: Tonterías. Estabais borrachos, y Paul se consideraba un regalo enviado por Dios a las mujeres. No te habría hecho caso aunque te hubieras negado. Y te negaste, ¿verdad?

Ness: Sí -confesó con un hilo de voz. Zac se había acercado, bloqueando la única salida. Ella miró de nuevo hacia el coche-. No entiendo cómo puedes acordarte con tanta claridad. Tú también bebiste mucho.

Zac: Sí. Pero aguantaba el alcohol mejor que aquel mierdecilla.

Vanessa estuvo a punto de sonreír. «Mierdecilla» era un término perfecto para describir a Paul.

Ness: De todos modos, borracho o no, estuviste demasiado ocupado tratando de matar a alguien a golpes y haciéndote arrestar como para recordar lo sucedido aquella noche. ¿No es cierto?

Zac: Sí.

Vanessa se giró del todo y apoyó la espalda en el frío metal del Cadillac.

Ness: ¿A quién pegaste con tanta rabia que acabaste en la cárcel?

Zac: Seguro que Mike te dijo algo. ¿No te creías a pie juntillas todo lo que decía tu primo?

Ness: Mike me contó mucho después que había sido una disputa por un asunto de drogas.

Zac: ¿Crees que la policía y los tribunales habrían dado tanta importancia a una pelea entre dos camellos?

Ness: ¿Dos camellos?

Zac: Yo vendía droga, Vanessa, y tú lo sabes. Hierba y algunas anfetas. Y casi maté a un hombre con las manos desnudas. Con razón me condenaron a dieciocho meses de prisión.

Ness: ¿A qué hombre?

Zac: En realidad, era un chico.

Ness: ¿Qué chico?

Él esbozó una sonrisa ligeramente burlona.

Zac: Tú sabes quién era ese chico. Solo que has tardado doce años en deducirlo.

Ness: Paul.

Zac: Le rompí la mandíbula y el mentón, le partí tres costillas y varios huesos de la mano derecha, y le lastimé el bazo. Según recuerdo, sufrió una conmoción y estuvo un mes orinando sangre. Seguramente lo habría matado si no me hubieran separado de él. Por suerte, un accidente de coche resolvió ese detalle unos años después.

Ness: ¿Tú no tuviste nada que ver con ese accidente? -inquirió con un súbito pánico-.

Él meneó la cabeza.

Zac: Nunca he matado a nadie. Todavía.

Ella tragó saliva.

Ness: Eso no suena muy alentador. Pero tuvo que ocurrir algo más. No pudieron encerrarte en la cárcel simplemente por meterte en una pelea.

Zac: No fue una pelea, princesa. Intenté matar a ese cabrón. Por desgracia, sus padres tenían la suficiente influencia política como para garantizar que me castigaran. De haberse salido con la suya, me habría pasado el resto de la vida en la cárcel. Al final, la condena fue solo de año y medio.

Ness: No es tanto tiempo -dijo aún impresionada-.

Zac: Prueba a pasar año y medio en una prisión estatal. Los días se hacen eternos. Y pasé todo ese tiempo creyendo que estarías impresionada por la forma en que defendí tu honor. Me equivocaba.

Ness: Yo no te pedí que lo hicieras.

Zac: No, no me lo pediste.

Ness: No sabía nada.

Zac: Eso también es cierto. En definitiva, no importa. Lo cierto es que por ti perdí año y medio de mi vida, Vanessa Hudgens. Creo que va siendo hora de que reciba alguna recompensa por mi sacrificio. Ya he esperado bastante.

Ness: ¿Esperado qué?

Zac: A ti, Vanessa. Puedes empezar a quitarte la ropa.




¡Hala! Después de esto, lo de bruto a Zac le queda corto. ¡Es un animal! ¡Sin delicadeza y compresión ninguna! ¡Qué bestia!
Vale que lo que hizo con Paul estuvo "bien". Lo hizo por Ness. Pero ella ni se lo pidió ni lo sabía. ¡Así que no te debe nada, Efron! Las gracias y vas que chutas.

¡Thank you por los coments!

¡Lau, cuanto tiempo! Me alegro de que te gustara la anterior novela y de que esta te esté gustando también. A ver si veo comentarios tuyos más seguiditos.

¡Comentad, please!

¡Un besi!


4 comentarios:

Unknown dijo...

Mike queria matar a Vane? Porqueee? Que desgraciado es el primo ese... por dios, menos mal que esta muerto.
Y Vane hablando con el pensando que era un pobre inocente... nono.

Y Zac... bueno nada que decir, no le sale lo tierno nunca jajaja pero se ve lindo asi.


Sube prontoo

Unknown dijo...

agdetakgdvae!!! Mike quería matar a Vanessa???? What???? Y ella que lo adoraaaaa!! Por Dios! Es muy ingenua!! No entiendo como pudo confiar en Mike sabiendo todo lo que hacía! Pero no entiendo por qué quiere matar a Zac!

Ayayaya, Zac!! Jajaja.. Al menos ella ya sabe que casi mata a Paul por lo que le hizo!!! Es medio brusco para decir las cosas, pero yo sé que en el fondo él es buena persona!! Jajaja

Porfaa!! Sube pronto!!! Es una de mis noves favoritas!!
:D

Maria jose dijo...

Sube pronto!!!!!
Mike esta loco??? Quiere matar a vanessa???
No lo podrá hacer, es una novela un poco bizarra pero en muy buena
Sube pronto ya quiero saber que pasa entre ellos dos

Lau B. dijo...

La verdad es que no se de que lado estar... estoy muy confundida... pero eso me gusta porque es diferente y lo diferente es bueno.... XD
A mi me gusta que Zac no sea tierno... aunque tampoco que sea tan cavernicola?? ... como se le podria describir a un hombre asi...?
por otro lado esta Ness... Mike la queria matar y ella creyendolo una santa paloma... pobre... es horrible darte cuenta de que una persona no es lo que creias!!
Publica Pronto!
Bye!
Xx

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