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sábado, 3 de mayo de 2014

Capítulo 4


Vanessa se puso a buscar, por supuesto. El bolso había estado allí cuando ella se despertó. ¿O no? Zac no podía haberlo cogido, había estado con ella en todo momento. Y el único acceso al piso de arriba era la oscura escalera infestada de ratas. Nadie había pasado por la cocina mientras ellos discutían sentados a la mesa.

O tal vez habían sacado el bolso de la maleta antes de dejarla en el cuarto. Vanessa no llevaba mucho dinero en metálico, pero sus pastillas para dormir podían tentar a un drogata como Zac. Tenía que haber sido él.

Vanessa se sentó en el colchón. Bajaría y le plantaría cara, exigiría que le devolviera el bolso. Él negaría habérselo quitado, desde luego. Vanessa lo tendría muy difícil para irse de allí sin el permiso de conducir y las tarjetas de crédito. Nadie le alquilaría un coche, y mucho menos una habitación. Si Zac no le devolvía el bolso, tendría que quedarse.

Se tumbó en el delgado colchón y clavó los ojos en el agrietado techo. Zac no la quería en su casa. ¿Por qué diablos iba a retenerla allí quitándole el bolso? ¿Por qué, cuando ella nunca le había gustado? Aun suponiendo que se acordara de lo sucedido aquella noche, hacía ya tanto tiempo, lo único que recordaría sería lo idiota que había sido Vanessa. Una idiota patética y lastimosa.


Doce años antes…

Zac: He cambiado de idea -dijo mientras la brisa del incipiente verano agitaba su cabello-. Ven aquí.

Vanessa permaneció inmóvil en el asiento del viejo Cadillac, con la cerveza vacía entre las manos. En la creciente oscuridad, Zac Efron era la personificación de los sueños secretos de toda adolescente.

Vanessa había soñado muchas veces con él, como todas las chicas de Marshfield, Rhode Island. Era perverso, sexy y guapo hasta decir basta. El tipo de hombre con el que las mujeres fantaseaban. El tipo de hombre que había que evitar. Y Vanessa estaba sola con él en el asiento delantero de un viejo Cadillac, en medio del bosque, y había cometido la imprudencia de hablarle de besos.

Ness: Hablaba en broma -dijo sin moverse, incapaz de disimular su nerviosismo-.

Zac: Pues yo no -le quitó la cerveza y la arrojó al bosque. Después tiró de Vanessa, que se deslizó con facilidad por el suave cuero del asiento. Los muslos de ambos se tocaron, y él bajó los ojos para contemplar el ansioso rostro de Vanessa-. Bueno, ¿por dónde empezamos?

Ness: ¿Me llevas a casa? ¿Y después vuelves a por Mike y a por su amiga? -sugirió con voz nerviosa-.

Zac: Creo que no -le tomó la mano y la observó un momento, pensativo-. Esmalte de uñas rosa. ¿A juego con el color de tu vestido de fiesta? -Vanessa había elegido el color con esa intención, aunque no estaba dispuesta a admitirlo. Él sostuvo su delicada mano, frotándole la palma con el pulgar, suave y lentamente-. Qué mano tan inocente. ¿Qué travesuras has hecho con ellas?

Ness: Ninguna.

Zac: No me lo creo -murmuró mientras se acercaba la mano de Vanessa a la boca. Apretó los labios contra la palma, y ella notó que la recorría un estremecimiento. Después Zac empezó a lamerla. El contacto de su lengua en la piel la dejó sin respiración-. Es hora de que aprendas -susurró acercándose al pecho la mano de Vanessa-.

Llevaba una camisa de estilo hawaiano, parcialmente abierta, y la húmeda palma se apretó contra su cálida carne. La piel le ardía, y Vanessa notaba con claridad los latidos lentos y regulares de su corazón. Sin soltarle la mano, Zac se inclinó hacia delante y puso la radio. En ese momento sonaba un tema de U2; Bono cantaba sobre el amor y el sexo, justo lo que Vanessa no deseaba oír. Zac volvió a recostarse en el asiento y le acarició uno por uno los dedos mientras se desabrochaba la camisa con la mano libre.

Vanessa se sentía como un ratoncito blanco enfrentado a una pitón. Permaneció muy quieta en el asiento del viejo descapotable, como hipnotizada, y aguardó a que él diera el siguiente paso.

Al ver que Zac se inclinaba sobre ella para besarla, cerró los ojos y contuvo la respiración.

Sabía a cerveza. A cigarrillos. Y a pecado, a dulce pecado. El más canalla de todos los canallas la estaba besando, moviendo lentamente los labios sobre su boca cerrada mientras apretaba sus manos contra su piel. Ella se dijo que aquello no estaba pasando en realidad y que, por lo tanto, no estaba haciendo nada malo ni peligroso, así que se reclinó en el raído asiento y se dejó besar. Zac alzó entonces la cabeza.

Zac: ¿Así es como besas a tus novios? -El maravilloso ensueño se desvaneció, y Vanessa abrió los ojos al tiempo que intentaba incorporarse. Él la sujetó-. Sé que has salido con chicos -prosiguió. Empezó a mover la mano de ella sobre su vientre en lentos y eróticos círculos-. Mike me ha hablado de ellos. Jack MacGregor y Jake Thompson. Tienes un gusto pésimo para los chicos.

Ness: ¿Por eso estoy aquí contigo?

Zac: Vaya, la gatita tiene garras -murmuró-. Abre la boca cuando yo te bese.

Ness: Eso no me gusta.

Zac: Pues qué pena. Ahora estás jugando con adultos. Así es como lo hacemos los mayores.

La empujó contra el asiento y la obligó a abrir la boca antes de que pudiera protestar.

Luego le dio un beso con lengua, lento y profundo, y ella empezó a sentir un súbito calor en el vientre. No era consciente de que seguía acariciando la suave piel del abdomen de Zac, a pesar de que éste le había soltado la mano, hasta que notó que él le desabrochaba la cremallera de los vaqueros e introducía la mano.

El pánico la embargó, pero Zac era demasiado fuerte. Silenció sus protestas con su boca, apretándola contra sí para evitar que se escapara, y empezó a tocarla por debajo de las braguitas de algodón.

Ella reunió la fuerza suficiente para interrumpir el beso.

Ness: Basta -susurró-. Suéltame.

Podía haber gritado, tal vez, pero no deseaba hacerlo.

Zac apretó la cabeza de Vanessa contra su hombro y le dio un mordisquito en el lóbulo de la oreja.

Zac: Relájate. Considéralo mi regalo de graduación.

Ness: Si aún no me he graduado... -murmuró con voz aturdida-.

Zac: Pero estás a punto de hacerlo. Cierra los ojos, pequeña. Voy a hacerte pasar un buen rato.

No podía detenerlo. Era demasiado fuerte, estaba totalmente decidido y sabía muy bien lo que hacía.

Cuando Zac le metió los dedos, Vanessa casi se murió de la vergüenza. Al mismo tiempo, le frotó el clítoris con el pulgar hasta que la hizo jadear.

Zac: Así me gusta, cariño -susurró-. Eso es lo que quiero oír. Pero un poco más alto.

Vanessa se mordió el labio para reprimir los jadeos, pero de nada le sirvió. Notó que la recorría un espasmo y se estremeció con un gemido ahogado.

Zac: Mucho mejor -murmuró-. Pero quiero oírte gritar.

Ness: Zac -imploró entrecortadamente, aunque no sabía qué era lo que imploraba-.

Pero él sí lo sabía. Sabía exactamente lo que le estaba haciendo, sabía cómo llevarla casi hasta el límite para luego detenerse y empezar de nuevo, cada vez con mayor intensidad. Ella sintió deseos de echarse a llorar.

Zac: Vamos, pequeña -le susurró al oído-. No te resistas. Córrete para mí.

Vanessa no tenía alternativa. Arqueó el cuerpo mientras el orgasmo le sobrevenía como un estallido, y deseó gritar, detener el momento, hacer que durara para siempre. Las sensaciones eran tan intensas y abrumadoras que Vanessa emitió un grito agudo que Zac sofocó con su boca mientras prolongaba su orgasmo.

Finalmente, ella se derrumbó sobre su fuerte cuerpo, temblorosa y con los ojos llenos de lágrimas.

Zac empleó la mano libre para abrocharle de nuevo el pantalón con una facilidad que solo otorgaba la experiencia. Luego le limpió las lágrimas con los dedos.

**: ¿Qué pasa ahí? -dijo en la oscuridad la voz estropajosa de Mike-. ¿Estás corrompiendo a mi primita, Zac?

Zac: Claro que no -respondió perezosamente mientras empujaba a Vanessa hacia abajo, para que no la vieran-. Lo he intentado, pero es demasiado decente y remilgada. Está cansada de esperaros a ti y a Rachel, por eso se ha echado.

Mike: Lo siento, pequeña -dijo despreocupadamente-.

Después se instaló con su chica en el asiento trasero.

Vanessa pudo oler el aroma dulzón de marihuana que impregnaba el aire, mezclándose con el del alcohol. No de la cerveza que había bebido Zac, sino de algo más fuerte.

Mike: ¡Arranque, chofer! -ordenó en tono señorial-.

Sin decir palabra, Zac puso el motor en marcha, y la luz de los faros rajó la oscuridad. Debía de ser muy tarde. En esa época del año anochecía prácticamente a las diez. ¿Se preguntarían sus padres dónde estaba cuando regresaran del cóctel?, pensó Vanessa. No, supondrían que estaría en el baile, perfectamente a salvo con un chico decente que cuidaría de ella.

Pero ese chico decente la había plantado. Y Mike había cometido la irresponsabilidad de dejarla en manos de aquel... de aquel... Ni siquiera se le ocurría una palabra adecuada para describir a Zac.

Vanessa trató de incorporarse, pero Zac se lo impidió poniéndole una mano en el hombro.

Zac: Necesitas descansar -dijo al tiempo que la obligaba a recostar la cabeza sobre su duro muslo-.

Vanessa no habría podido levantarse aunque lo hubiese intentado, pero entonces oyó los reveladores sonidos que llegaban desde el asiento trasero y comprendió que Mike y Rachel estaban haciendo algo más que besuquearse. Y, decididamente, prefería no verlo.

Dejó de resistirse y apoyó la cabeza en la suave tela que cubría la pierna de Zac.

Zac: Así me gusta -murmuró en tono suave-. Quédate quieta y no verás nada que no quieras ver.

Conducía a toda velocidad por el camino rodeado de árboles, con una mano en el volante y la otra en el hombro de Vanessa. La estaba acariciando; distraídamente, supuso ella. Sus largos dedos le recorrieron el brazo y subieron por la curva del cuello para retirarle el pelo.

Vanessa cerró los ojos e inhaló el aire nocturno, el olor a cerveza y a primavera. El aroma de su propio cuerpo en la mano que le acariciaba el cuello.

Estuvo a punto de quedarse dormida. Oía los ruidos del asiento trasero, pero prefería no pensar en ello. Prefería no pensar en lo que Zac le había hecho, no quería pensar en nada salvo en la sensación de pacífica calma que la envolvía mientras Zac la acariciaba.

Lo primero que oyó fue la música que retumbaba en el bosque, fuerte y machacona. Zac paró el coche, y esta vez la dejó levantarse y deslizarse hasta su lado del asiento.

Mike y su amiguita habían reaparecido. Estaban acalorados y medio desnudos, con cara de agotados después de hacer lo que quiera que hubiesen estado haciendo. Mike se bajó del coche y se acercó para echarle a Vanessa una mano. Ella lo agradeció, pues las piernas aún le temblaban. Había muchísima gente a su alrededor, todos desconocidos, en su mayoría borrachos o colocados, y Vanessa se volvió hacia Zac.

Pero él ya tenía la lengua metida en la boca de una chica que se le había echado encima. La agarró y la apretó contra sus caderas mientras ella acababa de desabrocharle la camisa. La camisa que Zac se había desabrochado para Vanessa.

Él interrumpió el beso un momento y se giró para mirar a Vanessa de soslayo. Ella, incapaz de descifrar su expresión, sabía que debía de ofrecer un aspecto absolutamente patético.

Zac: Eh, Pauly -dijo a alguien situado cerca-. Mike se ha traído a su hermanita. Cuida de ella, ¿quieres?

Vanessa ni siquiera se molestó en corregirlo. Mike ya había desaparecido entre la multitud, y Zac tenía agarrado el voluminoso pecho de la chica que lo había recibido con tanto entusiasmo. Se había olvidado por completo de ella.

Pauly: Qué hay, Vanessa.

Y Vanessa vio con sorpresa quién era Pauly. Paul Jameson, defensa del equipo de fútbol, presidente del consejo de estudiantes, alto, guapo, el sueño de cualquier chica. Estaba algo achispado y su pelo negro formaba atractivos rizos sobre su frente.

Pauly: ¿Quieres un trago? -dijo, con una botella de tequila en la mano-.

Ella se volvió hacia Zac, pero éste desapareció sin siquiera mirar atrás.

Ness: Claro.

Y Pauly le pasó la botella.


Rememorando los acontecimientos de aquella noche no lograría nada, se dijo Vanessa. La había olvidado hacía mucho gracias a su voluntad, una buena terapia y el uso prudente de tranquilizantes. Solía tomar una píldora siempre que los recuerdos la asaltaban y, normalmente, la ansiedad disminuía.

Pero tenía las píldoras en el bolso, y el bolso había desaparecido. No podía pasarse el día entero escondida en el cuarto.

Se incorporó y se quedó paralizada de horror. La puerta estaba abierta y Zac permanecía en el oscuro pasillo, observándola, con la misma expresión indescifrable en el semblante. No se parecía en nada al chico del Cadillac. Y, al mismo tiempo, seguía siendo el mismo.

Ness: Alguien se ha llevado mi bolso.

Él no se mostró sorprendido ni preocupado.

Zac: ¿Lo dejaste en el coche?

Ness: No. Me lo traje. Alguien subió al cuarto y se lo llevó.

No estaba segura de poder levantarse con un mínimo de elegancia, de modo que siguió sentada en el estrecho colchón.

Zac: ¿Y piensas que he sido yo? Olvídalo, cariño. No tengo ningún interés en que permanezcas aquí, y la pérdida del bolso retrasaría tu marcha considerablemente. Sé que me culpas de todo lo malo que ha ocurrido en tu vida y en la vida de Mike, pero esta vez soy inocente.

Ness: No sé por qué, pero no me cabe en la cabeza que puedas ser inocente de algo. ¡Y deja de llamarme «cariño»!

Zac: ¿Cómo prefieres que te llame? ¿«Pequeña»?

Fue como un puñetazo en el estómago. Zac no había olvidado lo ocurrido aquella noche horrible. A Vanessa no le cabía ni ese pequeño consuelo.

Ness: Si tú no te lo has llevado, ¿quién ha sido? ¿La rata muerta? ¿El fantasma de Mike?

Zac: Nunca se sabe -respondió sin hacer ningún intento de entrar en la habitación-.

Vanessa, pese a todo, decidió que sería preferible levantarse antes que seguir allí sentada, mirándolo desde una posición de inferioridad.

Consiguió ponerse en pie sin tambalearse e incluso dio un paso hacia Zac, para demostrarle que no le tenía miedo.

Ness: ¿Dónde dijiste que estaba el teléfono? He de llamar a mi madre para que me envíe un giro.

Zac: Está abajo, en el taller. Pero tendrás que llamar a cobro revertido, princesa.

Ness: No seas ridículo. ¡Seguro que tienes otro teléfono!

Zac negó con la cabeza.

Zac: No lo necesito. Hay poca gente con la que quiera hablar.

Ness: O que quiera hablar contigo.

Zac: Exacto. Encontrarás el teléfono sin problemas. Mientras tanto, yo voy a darme una ducha.

Ness: Te agradezco que me concedas un poco de intimidad.

Zac: A mí, en cambio, la intimidad me trae sin cuidado. Si quieres meterte en la ducha conmigo...

Ness: ¡No quiero!

Sabía que Zac simplemente pretendía irritarla y, para su vergüenza, lo había conseguido.

Zac: Pues saluda a la Duquesa de mi parte -dijo perezosamente-.

Luego cerró la puerta.

Zac había mentido. Mike flotaba en lo alto, etéreo. Siempre se le había dado bien mentir, y también reconocer cuándo su viejo amigo mentía. ¿Qué quería Zac de Vanessa? Tal vez lo que había querido siempre, aunque nunca lo hubiese admitido.

Mike sabía que Zac Efron había estado obsesionado con la pequeña Vanessa desde el principio. Y ahora ella se encontraba allí, atrapada con él en la vieja fábrica, sin más vigilancia que el fantasma de la única persona que tenían en común.

Iba a ser divertido.




Oh, my God!
¡Qué pasado más asqueroso tuvo Vanessa! ¡Qué inconsciente por irse con ese par de desgraciados!
Yo estaría traumada =S
Y después está la horrible casa, si es que se puede llamar así, donde vive Zac. ¡Preferiría vivir en el Bronx!
Qué horror...

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¡Un besi!


3 comentarios:

Unknown dijo...

Que capituuuuuuuuuuuuuuulo!
Pobre vane con su pasado..
Y zac esta enamorado de la pequeña vane y no lo admite, que interesante... y el primo de vane va a jugar con ellos :/



Sube pronto, me encanto el capi

Unknown dijo...

What?! Eso hicieron?? Que horror con Vanessa por dios! jaja.. Pero :O Zac ha estado obsesionado con ella desde siempre? No parece!! Toda la nove será en casa de Zac??? Ojalá que buena parte siii!! Va a ser muy interesante con el fantasma de Mike alli!! :D

Síguela pronto :D
Saludos..

Maria jose dijo...

Pobre vanessa, zac es malo
Espero que con el tiempo ya no sea
Tan malo con ella
Muy interesante con el fantasma del primo
Sube pronto ya quiero seguir leyendo!!!

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