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lunes, 12 de mayo de 2014

Capítulo 6


Vanessa se tenía por una mujer llena de defectos, pero la cobardía no era uno de ellos. Sí, deseaba largarse pitando de allí en lugar de enfrentarse al pasado y a la verdad, posiblemente desagradable, sobre Mike. Pero el destino, o su madre, habían decretado lo contrario. Estaría allí atrapada como mínimo durante dos días, y no pasaría ese tiempo evitando a Zac. Además, cuanto más lo incordiara, más lo motivaría a ayudarla a marcharse.

Se retiró el pelo de la cara y enderezó la espalda.

Era demasiado baja, unos veinticinco centímetros más baja que Zac. Siempre había pensado que le resultaría más fácil manejarlo si no la aventajara tanto en estatura.

Él creía que podía enterrar la cabeza en el motor de un coche e ignorarla, pero Vanessa iba a demostrarle que se equivocaba.

Abrió la puerta del oscuro taller y, de inmediato, la asaltó una confusa cacofonía de sonidos. Vanessa cerró la puerta y trató de identificarlos. El zumbido de una especie de calentador que arrojaba aire caliente en el inmenso espacio de la nave. La música también sonaba muy alta. Nirvana, identificó Vanessa, pese a que no era una entusiasta del grupo. A Zac siempre le había gustado la voz rota de Kurt Cobain.

Por encima de todos los ruidos se oía el rugido del motor de un coche, acompañado de golpes constantes de martillo sobre metal. Y luego se oyó una retahíla de tacos antes de que Zac saliera de debajo del capó del Duesenberg.

Ella había esperado poder observarlo un rato sin que reparase en su presencia, pero él la miró con los ojos entrecerrados. Para hacerse oír tendría que gritar, y no estaba dispuesto a molestarse en levantar la voz. Simplemente volvió a desaparecer debajo del capó del viejo coche, dejando a Vanessa dos alternativas. Podía volver a la cocina y esperar. O acercarse a él y obligarlo a hablar.

La alternativa de la cocina resultaba tremendamente tentadora, pero Vanessa no era una cobarde. Fue hasta el enorme estéreo, apretó el botón de apagado y el nivel de ruido descendió sustancialmente.

Zac: ¿Se puede saber qué coño haces? -preguntó saliendo del Duesenberg otra vez-.

Ness: Quiero hablar contigo.

Él dejó caer el martillo en el suelo de cemento y se dirigió hacia el estéreo. Hacia ella.

Zac: Estoy trabajando -gruñó-. Y cuando trabajo me gusta oír música.

Ness: Si a eso lo llamas música -se burló-.

Zac: No se puede arreglar coches escuchando a Mozart, princesa, a pesar de lo que crea tu madre. No es que la Duquesa piense en actividades tan triviales como reparar coches, pero tú ya me entiendes. Prometí tener listo ese Dusey antes de Acción de Gracias, y voy retrasado. Saca tu culito de aquí, déjame oír mi música y así no tendré que pegarte un tiro.

Ness: ¿Tienes pistola?

Zac: Estuve en la cárcel por un delito grave. No me está permitido tener armas de fuego.

Ness: No has respondido a mi pregunta.

Zac: Ni pienso hacerlo -pasó por su lado, apretó el botón de encendido y la música volvió a tronar. Vanessa pulsó otra vez el botón de apagado y lo miró desafiante. Hasta que observó su expresión pensativa y comprendió que tal vez se había pasado-. ¿Es que quieres pelear conmigo, Vanessa? -dijo arrastrando la voz mientras volvía a encender el estéreo-. Por mí, vale. Pero solo se me ocurre un desenlace posible, y el suelo de este garaje no es el lugar más indicado para tener relaciones sexuales.

Ella tuvo que hacer un gran esfuerzo para no ruborizarse.

Ness: Tú sueñas.

Zac: Sí.

Aquella palabra de una sola sílaba resultaba aún más inquietante, de modo que Vanessa consideró prudente cambiar de tema.

Ness: Oye, aquí tienes al menos media docena de coches. Habrá alguno que pueda usar para volver a Rhode Island. Luego te lo enviaría de vuelta, lo prometo. Tengo que irme cuanto antes de aquí.

Zac: Casi todos esos coches son de otra gente. Me gano así la vida... Arreglo coches de ricachones que no tienen alma, ni conocimientos suficientes para apreciarlos.

Ness: No me creo que no haya alguno de tu propiedad.

Él sonrió entonces, una sonrisa de depredador que dio a Vanessa que pensar.

Zac: En realidad, tres son míos, y dos de ellos funcionan. ¿Quieres echarles un vistazo?

Vanessa no se fiaba de él, de su expresión ligeramente engreída, pero le daba igual. Quería irse de allí y estaba dispuesta a correr el riesgo.

Ness: Está bien. No soy delicada.

¿Cómo podía una sonrisa ser exasperante, perturbadora y, al mismo tiempo, arrebatadoramente sexy? Claro que todo en Zac Efron podía describirse con esos adjetivos.

Zac caminó hasta la hilera de coches situados en el extremo del taller y retiró la lona amarilla que cubría el primero. A esas alturas, Vanessa habría estado dispuesta a conducir una diligencia, pero se quedó parada al ver el viejo Ford Modelo A.

Zac: Éste funciona. Corre a unos cuarenta por hora. Hay que cambiarle los neumáticos cada doscientos kilómetros, o antes si revienta alguno, y cuesta accionar la manivela de arranque, pero te lo puedes llevar.

Ness: Creo que paso. ¿Qué más tienes? ¿El Hindenburg? -Zac retiró la lona del siguiente, y Vanessa contuvo el aliento. Era una preciosidad... un Thunderbird color aguamarina de mediados de los cincuenta-. ¡Me llevo éste! -exclamó-.

Zac: No sabía que los coches te excitaran tanto, pequeña. De saberlo, habría probado esa táctica antes. Y no, no te lo llevas. Hay que ponerle un motor nuevo. No se moverá de aquí hasta entonces.

Ness: ¿Dónde está el otro que funciona?

Zac: Ahí -dijo señalando con la cabeza un vehículo cubierto situado en el rincón-.

Ness: ¿Y anda?

Zac: Sí.

Ness: Entonces, ¿dónde está el problema?

Zac permaneció inmóvil, observándola. Pero Vanessa decidió no dejarse asustar. Si la cafetera oculta debajo de la lona azul le servía para marcharse, la aceptaría de buen grado. Todo con tal de escapar.

Se encaminó hacia el coche y, sin dudar, tiró de la lona. El primer destello de color amarillo y cromo debió haberla avisado, pero ya era demasiado tarde.

Era el coche que Zac había tenido doce años antes, el mismo coche en el que la llevó a la fiesta, el mismo asiento delantero donde la había besado y tocado. El mismo asiento trasero donde...

Vanessa estaba de espaldas a Zac, gracias a Dios. Sabía que el color había desaparecido de sus mejillas, así que permaneció muy quieta, pensando cómo hacer frente a la situación. ¿Cómo iba a volverse, sonreír tranquilamente y decirle a Zac que aquel coche tampoco servía? Porque por nada del mundo pensaba meterse otra vez en los cuarteados asientos de cuero del viejo Cadillac.

Salvo que ya no estaban cuarteados. Zac debía de haberlos restaurado. Era un pequeño consuelo saber que aquéllos no eran del todo los asientos en los que había estado atrapada...

No debía pensar en ello. Respiró hondo, tratando de controlar su reacción, para poder volverse con calma y decirle que necesitaba otro coche. Lo conseguiría.

Nirvana aún retumbaba en el estéreo, pero Vanessa sabía que él la estaba observando. Esperando su reacción. Y comprendió que no podría engañarlo, así que ni siquiera lo intentó.

Volvió a poner la lona encima del viejo Cadillac. Después caminó hasta la puerta que conducía a la cocina, procurando que Zac no le viera la cara. No se molestó en dar un portazo. Al fin y al cabo, él no lo oiría por encima de la música de Nirvana. Simplemente cerró la puerta y rompió a llorar.

Zac casi se sintió tentado de ir tras ella. Él no tenía la culpa de que hubiese husmeado debajo de la lona. Si no estuviera tan empeñada en escapar y regresar con la vieja bruja, no habría metido las narices donde no debía.

Claro que eso era precisamente lo que iba a hacer mientras estuviese en el taller, meter las narices. Quizás había sido una suerte que encontrara el viejo Cadillac, después de todo. Así sabría que husmeando podía toparse con sorpresas desagradables.

Zac colocó bien la lona y tapó el coche cuidadosamente, para preservarlo del polvo y la pintura que pudiera caerle. Había sido su primer coche y lo quería como a una madre.

A Vanessa se le había caído algo en el suelo de cemento. Un objeto que relucía en la penumbra. Zac lo recogió y vio que era un pendiente. De oro, naturalmente. Los Hudgens solo tenían lo mejor. Era un unicornio... Sí, parecía muy propio de Vanessa sentir simpatía por aquellos animales mitológicos que solo se acercaban a las vírgenes.

Pero Zac sabía que Vanessa no era virgen. Y, aunque quisiera vivir en un país de fantasía, refugiada en la seguridad de su escuela de chicas, al ir allí se había adentrado en la guarida del león. En el fuego. Y podía acabar quemándose.

Zac fue hasta el banco de trabajo y abrió la pequeña caja fuerte que tenía guardada debajo. Dejó el pendiente de oro encima del bolso de Vanessa y volvió a cerrar la caja.

A Vanessa le temblaban las manos. ¿Por qué se sorprendía? No llevaba ni veinticuatro horas atrapada en el garaje de Zac y ya estaba recordando, reviviendo hechos que había querido olvidar. No tenía forma de escapar de los recuerdos, así que su única defensa consistiría en encararlos de frente en lugar de intentar evitarlos.

En aquel momento, sin embargo, no le apetecía enfrentarse a nada. Miró por la mugrienta ventana la desolación de la calle. La nieve debería haberlo envuelto todo en un romántico manto, pero solo había servido para hacer el paisaje aún más deprimente. Todavía nevaba un poco, pero la capa superior de nieve recién caída ya se había cubierto de polvo. Vanessa vio una fila de oxidados coches aparcados desordenadamente junto al costado del taller. Viejas cafeteras indignas del toque mágico de Zac, sin duda. No había ni un alma en la calle.

Si pudiera conseguir unas botas decentes y un par de suéteres, se dijo Vanessa, saldría a buscar a alguien. Cualquiera le prestaría más ayuda que Zac Efron.

Max era la persona idónea. No parecía acobardarse ante el mal genio de Zac, y seguramente aceptaría ayudarla.

El único problema era cómo dar con él. Vanessa estaba segura de que se había ido a pie. No había huellas de neumáticos delante del taller, y Max estaba cubierto de nieve cuando apareció como un ángel con el café. O tal vez solo había recorrido a pie el trecho desde la cafetería. Daba igual... No podía quedarse sentada en la cocina de Zac luchando contra los recuerdos que la atormentaban. Debía regresar a su casa, alejarse de Zac, del pasado, de los viejos recuerdos. Del maldito Cadillac amarillo.

Si supiera dónde diablos estaba su coche podría ir en busca de su chubasquero, pero por nada del mundo pensaba volver al taller para preguntarle a Zac.

De repente, se fijó en una percha de varios ganchos situada junto a la puerta trasera. En la percha había colgadas algunas prendas de ropa.

Vanessa eligió un suéter grueso y se lo puso. Olía a grasa y a gasolina y le llegaba casi hasta las rodillas, pero era cálido y amplio. Y, lo mejor de todo, olía a coches viejos y no a Zac.

El problema era que Vanessa asociaba como un acto reflejo el olor de la grasa y la gasolina con Zac, mezclado con el sabor a cigarrillos.

Cuando salió, el aire era aún más gélido que antes y ya no brillaba el sol. El cielo presentaba un aspecto gris y amenazador mientras la nieve seguía cayendo débilmente.

Vanessa caminó por el callejón hasta la carretera principal. No se oía ni se veía a nadie. Los alrededores del almacén de Zac estaban desiertos.

Había huellas en la nieve. Teniendo en cuenta lo abandonada que parecía la zona, había un número considerable de pisadas. Las pequeñas eran tal vez de Max. Vanessa vio las marcas dejadas por los hermanos y hermanas de la rata, y se estremeció. Había otra serie de huellas, probablemente de hombre. Pies estrechos, no demasiado grandes, casi elegantes. Las huellas no podían ser de Zac. Él tenía los pies grandes. Vanessa se había fijado en ellos cuando era una impresionable adolescente, y había especulado con sus amigas acerca de qué otras cosas tendría grandes Zac Efron.

Ahora prefería no pensar en eso. Aquellos pies eran más parecidos a los de Mike. Pies finos y aristocráticos, mientras que ella siempre había detestado los suyos que parecían de campesina.

No había tráfico. No podía tomar un taxi, aunque hubiese tenido dinero para pagarlo, ni hacer autostop. Se detuvo un momento en la calle desierta y cerró los ojos.

Volvió a abrirlos. Alguien la estaba observando. Se giró despacio, pero no había nadie. Alzó la vista hacia el destartalado garaje de Zac, hacia las ventanas del segundo y del tercer piso, y creyó percibir movimiento detrás de los cristales traslucidos. Vanessa parpadeó, pero no vio a nadie, de modo que meneó la cabeza. En el garaje no había más ocupantes que Zac y ella, por desgracia. A no ser que las ratas hubiesen invadido el tercer piso y tuvieran por costumbre espiar a los humanos.

Pero Vanessa no había oído pisadas de rata la noche anterior. Pese a lo rendida que estaba, se habría despertado con cualquier ruido extraño.

Lo de la ventana habrían sido figuraciones suyas. Las estrechas pisadas desaparecían en la nieve, y Vanessa se dijo que estaba dejando volar su imaginación. No había comido ni dormido lo suficiente, y se sentía más neurótica que nunca después de ver a Zac. No creyó que verlo pudiera afectarla así. Al fin y al cabo, lo sucedido aquella horrible noche era agua pasada y había quedado olvidado. Hasta que Vanessa miró los fríos ojos azules de Zac Efron y, de repente, volvió a tener dieciséis años.

Pero ya no era una adolescente, sino una mujer de veintiocho años con un título universitario, un buen empleo, una madre que la quería y una vida satisfactoria. En aquel momento no tenía ninguna relación, aunque podía tenerla cuando quisiera. Pretendientes no le faltaban. Sencillamente, aún no estaba preparada para ello. Además, no necesitaba a un hombre para sentirse completa.

Cuando regresó al cálido interior de la cocina, no había ni rastro de Zac. El suéter prestado estaba cubierto de nieve, y Vanessa lo sacudió sobre el cuarteado suelo de linóleo antes de colgarlo otra vez en la percha. Probablemente era la primera vez que el agua tocaba aquel suelo en veinte años. Sin embargo, al fijarse bien, Vanessa comprobó que el suelo estaba impecable. Alguien debía de hacerle las cosas a Zac.

Por alguna razón, aquel pensamiento la sorprendió. No se le había ocurrido que pudiera haber una mujer en la vida de Zac. Una mujer que le ayudara en las tareas de casa y se acostara con él.

Pero no, no era probable. Las mujeres con las que solía relacionarse Zac no eran de las que tenían interés por las tareas domésticas. Siempre las había elegido por el tamaño de sus senos: cuanto más grandes, mejor. Menos mal que Vanessa seguía teniendo un pecho discreto. En ese sentido, no corría ningún peligro. Con sus insinuaciones, Zac solo pretendía intimidarla. No estaba interesado en ella, nunca lo había estado. Lo de aquella horrible noche había ocurrido por casualidad. Zac estaba borracho y aburrido, y dejó a Vanessa con otro en cuanto tuvo ocasión.

Vanessa prefería no pensar en eso. Agarraría una caja de galletas rancias, subiría a su cuarto e intentaría pensar qué diablos iba a hacer. Intentaría no preocuparse de si había ratas correteando por las cortinas del piso de arriba. O fantasmas.

No creía en fantasmas. Y, si de ella dependiera, tampoco creería en ratas. Así no tendría que tratar con una rata gigante como Zac.

Era injusto estar allí atrapada en compañía de la última persona a la que deseaba ver. Lo había hecho por su madre, creyendo que podría llegar y largase sin siquiera mirar a Zac a la cara. No había previsto que el coche se averiase. Ni que le robaran el bolso.

Tampoco había imaginado que, al mirar los ojos azules de Zac, volvería a sentirse tan asustada y recelosa como una jovencita de dieciséis años. E igual de fascinada.




¡Hala! ¡Zac es un mentiroso! Sí fue él quien le robó el bolso a Ness. Pero con lo bruto que es no se sabe si la retiene ahí porque la quiere o por lo malo que es. Vanessa tiene que espabilar y largarse.

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¡Un besi!


3 comentarios:

Unknown dijo...

Que raro Zac... no sabe lo que quiere, bueno si, quiere a vane... pero no se da cuenta.
Y que le ha pasado a Vane cuando era mas chica? porque ya me perdi jaajajaja.

Muy bueno el capi y se que queda muchisimo aun.
Sube pronto.

Unknown dijo...

Jajaja Zac está obsesionado con ella!! No pensé que él se hubiera quedado con su cartera!!! Wowww! Me encanta esta nove!!!!!!!!! Me tiene muy intrigada!!!!!!!!!! :D

Síguela pronto :D

Unknown dijo...

hahaha!! ese zac!! sube un cap ;)

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