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jueves, 22 de mayo de 2014

Capítulo 8


Debió haberla dejado ganar, se dijo Zac. Estaría mucho mejor si Vanessa agarraba las pertenencias de Mike y volvía a Marshfield con la fría Duquesa. Cuando ella se marchara, él podría olvidarse de los Hudgens. Esa parte de su vida quedaría atrás. Por fin.

Zac se había dejado llevar por sus impulsos desde la noche en que alzó la mirada, después de golpear a Tom, y vio a Vanessa allí, bajo la nieve, con los ojos desorbitados de horror. Seguro que nunca había visto una pelea.

El Volvo estaba en mal estado, sí, pero no tardarían mucho en repararlo. Zac le había mentido a Vanessa sobre las herramientas. El Duesenberg era un coche alemán y requería herramientas precisas. Pero ella lo había creído, porque seguía siendo una ingenua. Se creería todo lo que él le dijera, cosa que a Zac le resultaba sumamente tentadora. Claro que todo en Vanessa le resultaba tentador. Siempre había sido así.

Había escondido el bolso movido por un impulso. Le gustaba la idea de tener a una Hudgens en su poder, aunque fuese la Hudgens más débil. Si Vanessa no hubiese echado a correr, la habría subido a la encimera para tirársela allí mismo. Y ella no se habría resistido.

Pero Zac la dejó huir. Había deseado tocarla, sí, entre otros motivos porque sabía cuánto lo habría detestado Mike. Por una serie de complicadas razones, la idea de que Zac pusiera las manos sobre Vanessa Hudgens habría sacado de quicio a su amigo.

Pero Mike estaba muerto. Solo había que temer a su fantasma, y Zac no creía en fantasmas. Habían transcurrido más de doce años desde que besó a Vanessa. Doce años en los que había ido acrecentándose su deseo de poseerla, sobre todo después de haber pasado dieciocho meses en la cárcel por su culpa.

Debería dejarla marchar, pero no lo haría. Iba a pasárselo bien con ella, y esta vez Mike no estaría ahí para impedirlo.

Porque Zac no creía en los fantasmas

Ella no lo había visto mientras corría a su cuarto y cerraba la puerta. Oyó cómo echaba la llave frenéticamente, y deseó decirle que eso no serviría de nada. Ni siquiera un cerrojo de seguridad habría detenido a Zac.

Pero Vanessa no habría oído su voz, del mismo modo que no veía su imagen. Sabía que había muerto tres meses antes y no habría estado dispuesta a ver un fantasma. Sobre todo, cuando no deseaba verlo.

Ella habría sido la que más lo había llorado. Con la conciencia limpia y el corazón roto. Tía Isabella habría seguido adelante, como un personaje de tragedia griega, pero Vanessa habría llorado en silencio, llena de dolor.

Dicho pensamiento lo conmovió, tanto que estuvo a punto de darle unos golpecitos en el hombro.

Pero no pensaba revelar su presencia hasta que estuviera listo y pudiera sacar el máximo partido a su reaparición. Ignoraba cuándo sería eso, aunque sabía que todo dependería de Zac.

Zac se llevaría a Vanessa a la cama antes o después, pensó con resignación. La había deseado desde la primera vez que la vio, cuando era una inocente jovencita de catorce años encandilada con el pícaro amigo de su primo. Catorce años eran muchos años para fantasear con alguien, y Zac no era de los que vivían en un mundo de fantasía. Ahora que Vanessa se había dejado caer en su puerta, la poseería, y Mike nada podría hacer para impedirlo.

No tenía más remedio que resignarse a lo inevitable. Al menos, tendría la oportunidad de observar.


En el cuarto no había más luz que el resplandor del cartel de neón, pero Vanessa estaba pendiente de la cerradura y temía volverse para encender la lámpara. Había cogido la llave maestra del baño. La puerta no detendría a Zac, pero lo retrasaría mientras ella escapaba por la ventana.

Retiró la llave, colocó la maleta contra la puerta y después se tumbó en el delgado colchón. No sabía por qué tenía tanto pánico. Lo único que Zac había hecho era hablarle. No subiría por la escalera como un bucanero para satisfacer sus aviesas necesidades con ella.

No la había besado. Ni siquiera la había tocado. Y, sin embargo, se sentía desnuda, vulnerable, alterada. Zac siempre había ejercido ese efecto en ella.

Cerró los ojos, pero aún veía el brillo del neón detrás de los párpados. Tenía que marcharse cuanto antes. Tal vez por la mañana conseguiría convencer a Zac para que la ayudara. A no ser que él tuviera algún motivo para retenerla allí. Un motivo que Vanessa desconocía.

En el fondo, no importaba. Lo importante era que tenía que marcharse. Podía dejar allí el Volvo y comprarse un coche nuevo. Pero, entretanto, si Zac se negaba a dejarla ir, no tendría más remedio que tomar medidas drásticas.

Y robarle uno de sus coches.

Podía hacerlo. Podía hacer cualquier cosa si estaba lo bastante motivada. Tan solo tenía que pensar en aquella terrible noche de hacía años para motivarse.


Doce años antes…

Paul: Creí que irías al baile con Derek Hanson -dijo arrastrando un poco las palabras, lo cual alertó a Vanessa-.

Llevaba un esmoquin azul pastel que habría hecho que su madre se desmayara de horror. De hecho, a ella tampoco le causaba muy buena impresión.

Ness: Hemos roto -explicó-. ¿Y Lena? ¿No ha venido?

Paul: Qué coño. También me dio plantón de camino al baile. He alquilado este puto esmoquin para nada. Parece que tú ni siquiera llegaste a arreglarte.

Vanessa se acordó del vestido rosa que yacía tirado en el suelo de su cuarto.

Ness: No, no llegué a arreglarme.

Paul: De todos modos, creo que aquí lo pasaré mejor. Hay hierba y cerveza en abundancia, y oí decir que alguien iba a traer nieve. Tu amiguito, seguramente.

Ness: ¿Coca? ¿Mi amiguito? -repitió confundida-.

Paul: ¿Eres una retrasada o qué? Voy a explicarte algunas verdades de la vida. La hierba es marihuana. La fumas y te colocas.

Ness: Sé lo que es la hierba -respondió irritada-.

Paul: La cerveza es la bebida alcohólica preferida por los estudiantes de instituto. A mí me gusta más el tequila, y te alegrará saber que he traído una botella. La nieve es cocaína, y tu amiguito Zac Efron es el que proporciona la marihuana y la cocaína por estos terrenos.

Ness: ¿Quién lo dice?

Por algún motivo, se negaba a creerlo.

Paul: Pregúntale a tu hermano Mike.

Ness: Mi primo -corrigió-. Y Zac no es mi amiguito. Solo me ha traído en su coche.

Paul: Ya, no eres el tipo de chica de Asesino. Si lo fueras, no te habría dejado conmigo -alargó la mano y agarró la de Vanessa-. Busquemos un sitio más íntimo y te enseñaré a beber tequila.

Ness: No hará falta que me enseñes. -Miró a su alrededor, pero el grupo de gente había desaparecido, y estaban los dos solos junto al veterano Cadillac amarillo. No había ni señal de Zac o de Mike-. ¿Dónde se ha metido todo el mundo?

Paul le sonrió burlón.

Paul: No te preocupes por eso, nena. Yo te haré compañía.

En el fondo, quizá la culpa había sido de Vanessa. Le había bastado una mirada al atractivo rostro de Paul para saber que estaba borracho. Paul no la obligó a llevarse la botella de tequila a la boca y beber. No la obligó a meterse en el asiento trasero del Cadillac de Zac, ni a dejarse tocar por todas partes mientras la besaba, le restregaba el paquete y le metía las manos debajo de la camisa. ¿Qué le hizo pensar que la escucharía cuando, finalmente, le dijo que parase?

Permaneció debajo de Paul, ya sin resistirse, mientras él movía las caderas arriba y abajo, entre gruñidos y tacos, pellizcándole los senos, pasándole la lengua por los dientes. Tal vez tendría que haber bebido más. Lo suficiente como para que aquello le gustase. Paul le había dicho que le iba a gustar. Le dijo que era una zorra frígida y una calientapollas. Luego dejó de hablar, le tapó la boca con la mano y se desabrochó el pantalón.

Le hizo daño al arrancarle las braguitas de algodón, aunque ese dolor no fue nada comparado con el que Vanessa sintió cuando Paul empezó a empujar para penetrarla. Notó como si la destrozaran por dentro mientras él desgarraba su virginidad con un gruñido.

Cuanto más durase, tanto mejor, solían decir las amigas más experimentadas de Vanessa. Era mentira. Paul siguió y siguió durante lo que pareció una eternidad, gruñendo, encorvándose, sin que ella pudiera hacer nada salvo quedarse quieta y llorar.

Con una última retahíla de obscenidades, acabó por fin y se derrumbó sobre Vanessa. Al cabo de un breve momento, se incorporó, se abrochó el pantalón y la miró con ojos cansados.

Paul: Dios, ¿estás llorando? Odio a las tías que se ponen a llorar. Lo hacen solamente para conseguir lo que quieren. Si crees que voy a salir contigo porque hemos echado un polvo, te equivocas. Lena volverá conmigo. Siempre vuelve. Y, si no, perdona, pero puedo conseguir a otras mejores que tú.

Ella se las arregló para subirse los vaqueros y se acurrucó en un rincón del asiento trasero. Vio su sangre en la tapicería de cuero. A Zac no le iba a gustar.

Miró a Paul, pero no lo veía bien, probablemente porque no conseguía dejar de llorar.

Paul: ¡Joder, cállate ya! -bramó-. ¿Es que quieres montar una escena? ¡Toma! -le pasó la botella de tequila-. Bebe y deja de llorar.

El olor del tequila le revolvió el estómago. Forcejeó con la puerta a ciegas, pero no logró abrirla. Subió por el costado del coche, saltó al suelo y corrió hacia el bosque para vomitar.

Cuando hubo acabado, se desplomó en el suelo y lloró en silencio. Ya era demasiado tarde para las lágrimas, pero no podía contenerse. Siguió allí, llorando, echa un ovillo.

Y entonces oyó las voces. Unas risotadas ebrias. Se incorporó e intentó limpiarse las lágrimas, por si alguien decidía ir a buscarla.

Debió haber imaginado que iba a cobrar realidad su peor pesadilla. Zac había vuelto al coche con una mujer, probablemente para usar el asiento trasero. Si era la misma con la que se había besado antes, u otra distinta, carecía de importancia.

Zac: Oye, tío, necesitamos un poco de intimidad.

Paul no se había alejado, después de todo. Vanessa oyó cómo respondía con un gruñido.

Paul: Vale, tío, me abro. La próxima vez que dejes a una tía conmigo, asegúrate de que tenga experiencia. Las vírgenes son un coñazo.

Zac: ¿Qué quieres decir? -preguntó en tono despreocupado-.

Paul: Se pasó todo el rato llorando, tío. ¿Sabes lo difícil que es tirarte a una tía que no deja de llorar? Tardé un huevo en acabar. E incluso después siguió llorando. Te hemos dejado el asiento perdido. Debiste haberme dicho que era menor de edad.

**: Asesino, me haces daño -se quejó una voz de mujer-. Suéltame.

*: Eh, Zac -la voz de Mike llegó hasta el bosque-.

Vanessa no pudo seguir escuchando. Se puso de pie y echó a correr. Con suerte, llegaría hasta la carretera y alguien la recogería. Ya le habían sucedido bastantes desgracias esa noche. Hacer autostop ya no le daba miedo.

La carretera estaba más lejos de lo que había supuesto. Por un aterrador momento, temió haber estado corriendo en círculos. Pero entonces oyó el ruido de un coche que pasaba a toda velocidad y supo que se estaba acercando.

Salió a la carretera, tambaleándose, justo cuando se aproximaba el potente resplandor de unos faros. Ni siquiera tuvo que alzar el pulgar. El coche se detuvo a su lado, y Vanessa vio que Mike iba al volante.

Mike: Sube, preciosa.

Extrañamente, para ella fue un alivio ver que se comportaba como si no hubiera pasado nada. No habría podido soportar que se compadeciese de ella.

Rodeó el vehículo y se subió. No conocía el coche, y Mike aún no tenía permiso de conducir, pero Vanessa se puso el cinturón y cerró los ojos sin protestar.

Mike conducía muy deprisa. Vanessa olió su aliento a cerveza y casi sintió ganas de vomitar otra vez. No volvería a beber alcohol nunca más. Ni volvería a cometer el error de creer que valía la pena fantasear con un canalla como Zac Efron.

Un canalla que la había dejado en manos de Paul Jameson.

Se le escapó un gemido, y Mike la miró de soslayo.

Mike: Anímate, Vanessa. Tenía que ocurrir antes o después. Ya lo has pasado. Y la próxima vez te gustará más.

Ness: No habrá una próxima vez -repuso en tono bajo y amargo-.

Mike: Claro que la habrá. Zac no tendrá más que mover un dedo para que acudas corriendo a su lado.

Ness: A punta de pistola.

Mike: Él no ha tenido la culpa. De hecho, te sorprendería saber cómo se... -dejó la frase a la mitad al ver las parpadeantes luces azules que aparecieron tras ellos-. Mierda.

Vanessa miró hacia atrás.

Ness: ¿Llevabas exceso de velocidad?

Mike: Llevaba exceso de velocidad, estoy como una cuba y me llevé el coche sin pedirle permiso al dueño. Creo que estamos jodidos, Vanessa. En más de un sentido. -Ella se quedó mirándolo horrorizada-. Venga, Vanessa. Tienes que tomarte estas cosas con humor. Tía Isabella pagará la pasta de la fianza. Qué coño, lo mismo se limitan a darnos un aviso.


Una hora más tarde, se hallaban sentados en la comisaría, esperando a que Victor Hudgens fuese a recogerlos, cuando dos policías entraron con un hombre esposado. Un hombre cubierto de sangre, despeinado, que apenas podía caminar.

Zac Efron.

Los miró con un ojo hinchado y su boca se arqueó en su habitual sonrisa burlona. Después la policía lo arrastró hasta el mostrador de recepción, empujándolo con una fuerza innecesaria. Vanessa hizo una mueca mientras los observaba. No sentía ninguna pena por Zac, se dijo. Pero parecía tan destrozado...

**: Zac Efron -dijo el sargento del mostrador-. Debí imaginar que volverías. Esta vez no te libras, ¿sabes? Te lo advertimos, una pelea más y pasarías una temporadita entre rejas. Parece que vas a recoger los frutos de tus esfuerzos.

*: Es peor que eso -dijo uno de los polis-. Ha enviado a un chico al hospital.

**: No me sorprende -respondió el sargento-. Lo que me extraña es que el otro pudiera dejarle la cara tan hecha polvo.

*: No, si el otro chico apenas lo tocó -dijo el policía con una risita malévola-. Es que se... se cayó de camino al coche patrulla.

**: Una mala caída -comentó el sargento sin darle importancia-.

*: Muy mala.

Bella: ¡Mike! ¡Vanessa! -entró en la comisaría con sus zapatos de tacón alto, su collar de perlas auténticas y una expresión de horror y desdén en el rostro-. Tu padre os espera en el coche. Yo me ocuparé del papeleo. Salid.

Ness: Madre... -empezó a decir, pero Isabella descargó sobre ella toda la fuerza de su desaprobación-.

Bella: No empieces, Vanessa. Estoy muy enfadada contigo. Con los dos -desvió su mirada glacial hacia Mike-.

Mike: Pero me perdonarás, tía Isabella -dijo con voz acaramelada-. Siempre me perdonas.

Isabella le sonrió.

Bella: Salid los dos. Cuanto menos tiempo paséis en compañía de un perdido como Zac Efron, mejor. Ya te avisé, Mike.

Mike: Sí, me avisaste -rodeó a Vanessa con el brazo y salió con ella a la tibia noche primaveral-. ¿Sabes? Zac es increíble. Después de lo que ha pasado esta noche, al tío no se le ocurre otra cosa que meterse en una pelea con uno de sus amigotes. No piensa más que en sí mismo. Seguro que ha sido con Jim Canton. Se tenían ganas desde que Zac se fue con la chica de Jim. Me pregunto si lo habrá matado -su tono era de vaga curiosidad. Vanessa se estremeció-. Anímate, Vanessa -prosiguió-. No pongas esa cara. Cuando lleguemos a casa, te darás una ducha y olvidarás lo que ha ocurrido. -Ella lo miró sorprendida, preguntándose si hablaba en serio. Comprobó que sí-. No te preocupes por nada, pequeña. La única persona que lo sabe, aparte de nosotros, es Zac. Y está tan borracho que mañana no se acordará de nada. Además, tendrá otras cosas en que pensar. Por ejemplo, en los dos años que pasará entre rejas.

Ness: ¿Y Paul?

Mike: Oh, no se lo dirá a nadie. Lena lo mataría. Y, si dice algo, simplemente niégalo. La gente te creerá a ti. Al fin y al cabo, ¿cómo iba una chica buena como tú a entregar su virginidad en el asiento trasero de un descapotable?

A Vanessa se le revolvió el estómago al recordarlo.

Ness: Tienes razón -dijo en tono apagado-.

Mike: Una ducha y una noche de sueño te ayudarán a sentirte mejor -dijo con voz alegre-. Confía en mí.

Ness: Siempre lo hago.




¡Pobre Vanessa! ¡Qué horrible experiencia!
¡Y todavía confía en su primo! Mira, pues menos mal que esta muerto. No sé quien es peor, si Mike o Zac. Pero bueno, de eso hace tiempo. Esperemos que Ness se encuentre bien ahora.

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¡Un besi!


2 comentarios:

Unknown dijo...

Pensé que la habían violado, pero no. Bueno, parece que todavía no supera ese episodio y la presencia de Zac lo hace peor. Pero Zac golpió a Paul verdad? Y ella no sabe! Mike no le contó.. No sé, pero me cae bien Zac jaja, no es normal, pero igual, siempre lo amaré <3 <3 <3

Unknown dijo...

Por dios que capitulo! Esto fue algo muy traumatico para la pobre vane... y su primo que malo, yo lo mataria. Y zac... bueno no se que decir de zac ya.


Sube pronto

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