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jueves, 8 de mayo de 2014

Capítulo 5


Por lo menos, Zac había dejado la puerta de la cocina abierta, de modo que la luz se filtraba hasta el pie de la escalera. Esta vez no habría ratas muertas que Vanessa pudiera pisar con los pies descalzos, gracias a Dios. La única rata era la que había arriba, duchándose.

Vanessa no quería pensar en eso. Zac estaría desnudo mientras se duchaba, una imagen que prefería desterrar de su mente, se dijo mientras atravesaba la cocina, ahora sorprendentemente ordenada.

Lo único que quería era recoger las cosas de Zac y largarse de allí. Zac la intranquilizaba, incluso después de tanto tiempo. La intranquilizaba más que los interrogantes sobre la muerte de Mike. Vanessa amaba a su primo, aunque en los últimos años había perdido toda la fe en él. Mike era un chico problemático, quizá tan problemático como Zac Efron. Se había metido en la droga, había quebrantado la ley y había hecho sufrir a la madre de Vanessa. Con su encanto y su atractivo había logrado siempre librarse de las consecuencias de su mala conducta. Hasta que al final alguien, quizá su amigo de la infancia, se había hartado y lo había matado.

Mike jamás volvería. Y nada haría que su pérdida fuese menos dolorosa, ni la verdad ni la venganza. En realidad, ya habían perdido a Mike mucho antes. Necesitaba descansar en paz.

A Vanessa le fastidiaba entrar en el taller para utilizar el teléfono público, pero no tuvo más remedio que hacerlo.

Bella: ¿Por qué diablos llamas a cobro revertido, Vanessa? -dijo en su habitual tono lastimero-. Tienes un teléfono móvil.

Ness: He perdido el bolso -explicó-. ¿Cómo te encuentras, madre?

Bella: Igual -contestó con un suspiro-. ¿Cómo has perdido el bolso? ¿Dónde estás, a todo esto? ¿Has visto a ese hombre?

Vanessa no dudaba que «ese hombre» era Zac.

Ness: Estoy en Wisconsin. En su taller. Mi coche se salió de la carretera. Perdí el bolso y necesito volver a casa.

Bella: Qué mala suerte -exclamó con su vocecita débil-. Y qué imprudente has sido. ¿Cuánto tiempo llevas ahí?

Vanessa respiró hondo.

Ness: Doce horas. Doce largas horas. Necesito que me envíes dinero y algún documento que pueda servir para acreditar mi identidad. Que Amy lo busque. Y que llame a la Delegación de Tráfico para preguntar qué debo hacer respecto al permiso de conducir. Sin él no puedo alquilar un coche.

Bella: Prefiero no pedirle favores a mi enfermera -contestó fríamente-. Bastante tiene con cuidar de una anciana en silla de ruedas.

Vanessa apoyó la frente en la pared, cerca del teléfono. Isabella nunca desaprovechaba la oportunidad de utilizar su artritis como arma.

Ness: No creo que a Amy le importe, tratándose de una emergencia.

Bella: No sé dónde está la emergencia. Te encuentras en casa de Zac, ¿no?

Ness: Sí, pero...

Bella: Pues perfecto. Tu primo murió ahí, Vanessa. A nuestro Mike lo asesinaron ahí, y ahora tienes la ocasión de averiguar qué sucedió.

Ness: Yo no soy Jessica Fletcher, madre.

Bella: Déjate de frivolidades -repuso-. A mí no me engañas. Esto te importa tanto como a mí. No pasará nada porque te quedes con Zac unos días. Llamaré a mi abogado y él hará las gestiones necesarias para que recuperes tus documentos. Mientras tanto, no te muevas de ahí y permanece muy atenta. Nada sucede por casualidad. Creo que el destino ha querido que estés ahí.

Vanessa no se molestó en discutir. Quería muchísimo a su madre, pero Isabella solía pensar que el destino actuaba en función de sus deseos. Después de todo, era una Hudgens por partida doble. Se había casado con su primo segundo Victor, y Mike solía decir que lo había hecho para conservar el apellido.

Ness: La verdad es que prefiero no...

Lo intentó otra vez, pero Isabella se impuso en un tono inusitadamente férreo.

Bella: Lo que tú prefieras no tiene importancia en estos momentos, Vanessa. Llamaré a la señorita Farrell... Seguro que podrán arreglárselas sin ti unos días. Mientras, concéntrate en averiguar todo lo posible sobre Mike. Por qué fue allí, qué hizo en los últimos días. Todo.

La voz de Isabella había adquirido aquel tono de desesperación que destruía siempre las defensas de Vanessa.

Ness: Está bien, madre -dijo derrotada-. Pasaré aquí unos días.

Bella: Gracias, Vanessa. Sabía que podía contar contigo. Al fin y al cabo, las dos lo queríamos muchísimo.

Ness: Sí, muchísimo -afirmó-. Voy a darte el...

Bella: Adiós, cariño.

Ness: ...número de teléfono del taller.

Pero Isabella ya había colgado. Vanessa miró el aparato con frustración. Se planteó llamar de nuevo, pero no era probable que Isabella contestase ahora que se había salido con la suya.

Estaba atrapada. Vanessa volvió a colgar el auricular con cuidado y, antes de regresar a la cocina, se detuvo a observar el enorme y oscuro taller.

Debía de haber sido una especie de fábrica o de almacén en otros tiempos. A lo largo de la inmensa nave se alineaban dos hileras de vehículos, en su mayoría cubiertos con lonas. Vanessa identificó un viejo Thunderbird, un Mustang Cobra y un señorial Oldsmobile del cuarenta y nueve.

Vio un Ford de 1954 al que le faltaba el motor. Al lado había nada menos que un Duesenberg.

Vanessa se acercó a él sin poder contenerse. Había resistido el paso del tiempo con sorprendente dignidad y, pese a su estado, conservaba una majestuosidad y una elegancia que despertaron en ella un desacostumbrado sentimiento de codicia. Mientras contemplaba el viejo Duesenberg, deseó tenerlo.

Vanessa se giró con determinación y regresó a la cocina. Tenía hambre y, por suerte, Zac no había aparecido aún.

Con razón seguía estando tan delgaducho. En los armarios de la cocina no había comida ni para llenar a la rata muerta. Al final, Vanessa dejó de buscar y se puso a comer unos cereales secos directamente de la caja. En ese momento, se abrió la puerta y entró un pequeño ángel de la guarda. Más concretamente, Max, con una bolsa de comestibles.

Max: Hola, cielo -la saludó-. Traigo un poco de comida. Zac nunca tiene ninguna en casa y supuse que estarías hambrienta. No te comas esos cereales... Creo que el tipo de la caja participó en las Olimpiadas del treinta y seis.

Vanessa soltó la caja rápidamente y engulló los últimos cereales que tenía en la boca. El hombrecillo sacó de la bolsa leche, zumo de naranja y una caja de bollos que olían a gloria.

Max: Bollos de canela, sin nueces. Te gustan así, ¿verdad?

Ella ya había abierto la caja, pero alzó la cabeza al oír sus palabras.

Ness: ¿Cómo lo has sabido?

Max se encogió de hombros.

Max: Mike debió de mencionarlo. Tengo buena memoria para ese tipo de detalles.

Ness: Pero Mike no... no creo que supiera si me gustan o no las nueces.

Max: Caramba, pues entonces te habré confundido con otra persona. Mañana te los traeré con nueces -dijo sin inmutarse-.

Ness: No, éstos son perfectos -se apresuró a responder, consciente de que había sido descortés-.

Max: Y café decente -añadió mientras le ponía delante un gran vaso de cartón-. El que prepara Zac también sirve para quitar el óxido a las piezas de los coches viejos.

Zac: Me sentiría ofendido si no supiera que también has traído café para mí -dijo desde la puerta-.

Vanessa se giró al oír su voz, y retiró la mirada rápidamente. Iba sin camisa, con el cabello húmedo y los pies descalzos. Debió suponer que estaría aún más atractivo que cuando tenía dieciocho años. Retiró la tapadera del vaso y el aroma del café impregnó el aire, tan tentador como... En fin, tentador.

Max: ¿No trabajas hoy? -preguntó mientras se sentaba a la mesa-.

Zac: Pensaba hacerlo -antes de sentarse al lado de Vanessa, Zac se puso la camisa, aunque no se molestó en abrochársela-. Pásame mi café -tomó un generoso trago y luego miró el vaso con horror-. ¿Qué es esta mierda?

Max: Capuchino. Pensé que ya iba siendo hora de que ampliaras tus horizontes.

Zac: Mis horizontes son perfectos tal como están. -Hizo una mueca de asco mientras tomaba otro sorbo-. Bueno, hablemos de algo más interesante, como un Studebaker del cuarenta y nueve...

Ness: ¡Tengo que irme de aquí! -los interrumpió-.

Zac se volvió hacia ella, como si acabara de reparar en su presencia.

Zac: Y a mí me encantaría que te fueras -dijo amablemente-. Pero ¿qué quieres que haga yo?

Ness: Mi bolso ha desaparecido.

Zac: Ya lo sé. Llama a la Duquesa y pídele lo que necesites.

Ness: La he llamado. Hará lo necesario para enviarme el dinero y los documentos que preciso, pero tardará un tiempo. Quiere que me quede aquí mientras tanto.

Esta vez sí consiguió sorprenderlo.

Zac: ¿La Duquesa te quiere en mis malvadas garras?

Alargó la mano hacia el paquete de cigarrillos que había en la mesa.

Max le dio la mano.

Max: Creí que intentabas dejarlo.

Zac: Sí, pero no en un momento tan estresante de mi vida. Lo haré cuando no tenga huéspedes -encendió un cigarrillo-. No has contestado a mi pregunta. ¿Por qué te quiere aquí la Duquesa?

Ness: Quiere que averigüe qué le pasó a Mike.

Zac: Murió.

Ness: Dime algo que no sepa.

Zac dio una larga calada al pitillo y entrecerró los ojos mientras exhalaba el humo.

Zac: Podría decirte muchas cosas que no sabes, pequeña. No hay nadie más ciego que el que no quiere ver.

Ness: ¿Qué quieres decir con eso?

Zac: Que no creerías nada de lo que yo te dijera aunque te demostrase que es cierto. Hace mucho tiempo que te formaste un juicio de mí, y nada cambiará tu forma de pensar. Puedes volver a Rhode Island y seguir viviendo a salvo en tu pequeño mundo. ¿Nunca sentiste deseos de irte de allí? -añadió, cambiando de tema-.

Ness: La verdad es que no.

Era mentira, aunque él no tenía forma de saberlo.

Vanessa se sentía agobiada en la pequeña ciudad universitaria donde había pasado toda su vida. Cualquier cosa, incluso un ruinoso garaje situado en medio de ninguna parte, habría sido preferible.

Zac: Bueno, ¿y qué es lo que necesitas para largarte? -preguntó alargando la mano hacia el último bollo-.

Solo entonces advirtió Vanessa que ella se había comido los otros tres, movida por el puro nerviosismo.

Ness: Mi bolso, por ejemplo.

Zac: Yo no lo he visto -aseguró-. ¿Y tú, Max? ¿No te habrás llevado tú el bolso de la señorita?

Max: Claro que no, Asesino -protestó en tono inocente-.

Vanessa, que estaba a punto de apurar el café, soltó el vaso.

Ness: ¿Por qué siguen llamándote así?

Él se encogió de hombros mientras apagaba el cigarro a medio fumar.

Zac: Quizá me lo merezco. O tal vez mi fama me sigue a todas partes. Bueno, nadie sabe dónde está el bolso. ¿Más sugerencias?

Ness: Necesito que arreglen mi coche y dinero para gasolina.

Zac: Te lo daría encantado con tal de que te vayas, pero han remolcado el coche a un taller situado en el otro extremo del pueblo, y Mich ni siquiera sabe cuándo podrá ponerse con él. Además, está prohibido conducir sin el carné.

Ness: Me arriesgaré -respondió-. ¿Y desde cuándo te han importado a ti las leyes?

Zac volvió a encogerse de hombros.

Zac: Tan solo pensaba en su intachable reputación, señorita Hudgens. Asúmelo: de momento no puedes contar con el coche. Puedes quedarte hasta que lo arreglen, o bien pensar en otra solución.

Ness: ¿Como cuál? Necesito dinero. Necesito mis tarjetas de crédito. Necesito mi teléfono móvil y mi carné de conducir. No puedo alquilar un coche ni comprar un billete de avión.

Zac: Pues qué mala suerte. Estoy condenado a hospedarte en mi casa durante los próximos días. Y tú no tendrás más remedio que soportarme. Aunque aguante no te falta, ¿verdad? Total, llevas toda tu vida soportando a la Duquesa.

Ness: ¡Deja de llamarla así! Quiero mucho a mi madre.

Zac: Claro que sí. Adoraba a Mike; y a ti apenas te prestaba atención. Eres una masoquista, Vanessa.

Ness: Ya no -repuso levantándose de la mesa-. ¿No tienes algún coche que pueda utilizar?

Zac: Mis bellezas son demasiado valiosas como para dejarlas en manos de un conductor sin carné -contestó en tono perezoso-.

Ness: Sabes que te odio, ¿verdad?

Zac: Sí, ya me lo habías dicho. Y no creo que cambies de opinión mientras sigas dejándote influir por tu madre.

Vanessa ya había llegado hasta la puerta.

Ness: ¿Te gustaría que cambiase de opinión?

Logró sorprenderlo con la pregunta. Zac permaneció callado un momento, reflexionando.

Zac: Podría resultar interesante.

Vanessa salió y cerró la puerta con estrépito.

De inmediato notó el cortante soplo del aire invernal. Había salido vestida tan solo con la camiseta y los vaqueros, y el suelo estaba cubierto por una gruesa capa de nieve.

Se giró de nuevo hacia la puerta. Pero no, no podía volver a entrar después de su airosa salida. Tendría que permanecer allí, a la intemperie, y pillaría una pulmonía.

Al cabo de unos minutos, seguía temblando, helada de frío, cuando la puerta se abrió. Vanessa no se volvió. Siguió de espaldas a la puerta, tratando de controlar su tiritera. Zac podía pedirle disculpas hasta que se le amoratara la cara. Aunque la que se estaba amoratando era ella.

Max: Se ha ido al taller a trabajar. Entra antes de que se te hiele el... Ejem, antes de que te mueras de frío.

Vanessa se giró para mirar al hombrecillo.

Ness: Zac es un gilipollas -dijo rotundamente-.

La cara arrugada de Max se contrajo en una sonrisa.

Max: Eso no puedo discutírtelo. Siempre ha sido un cabronazo difícil de aguantar. Pero no te quedes ahí muriéndote frío. Dudo que Zac te diera calditos de pollo y aspirinas si enfermaras mientras estás aquí.

Ness: Yo también lo dudo -pactó mientras lo seguía hasta la cocina y cerraba la puerta-.

Agradeció la sensación de calor y se frotó los brazos para insuflarles vida de nuevo.

Max: Eres tan tozuda como él, ¿eh? Eso traerá complicaciones.

Ness: En absoluto. Me iré de aquí y no lo veré nunca más. No sé qué problema tiene... Lo único que ha de hacer es prestarme un coche y cien pavos para la gasolina.

Max: Zac tiene recursos de sobra para ayudarte. Será que no quiere hacerlo.

Ness: No me extrañaría. Aunque creí que su deseo de librarse de mí se impondría a la antipatía que me tiene.

La sonrisa de Max dejó ver una dentadura sorprendentemente perfecta. Postiza, sin duda.

Max: ¿Crees que te tiene antipatía?

Ness: Desde luego. La misma que yo le tengo a él -afirmó-.

Max: Bueno, dicho así, puede ser -dijo en tono falso-. Pero lo cierto, Vanessa, es que hace cinco años que conozco a Zac y sé cómo piensa. En tu caso, sus sentimientos no tienen nada que ver con la antipatía.

Ness: Muy bien, pues con el odio.

Max meneó la cabeza.

Max: No exactamente. Tendréis ocasión de averiguarlo durante los próximos días. Y será beneficioso para ambos. Hay demasiados asuntos pendientes entre vosotros.

Ness: ¿Qué te hace pensar eso? No puedo creer que te haya hablado de mí. O que haya pensado siquiera en mí durante estos últimos cinco años.

Max: Olvidas que Mike estuvo aquí. Y sí, se hablaba de ti. ¿Por qué no se lo preguntas a Asesino?

Se puso el grueso chaquetón, listo para aventurarse en el gélido clima de Wisconsin.

Ness: ¿Crees que no pienso hacerlo? He venido en busca de respuestas.

Max: Bien. Permanece muy atenta y quizá Zac te las proporcionará. Si realmente deseas saberlas.

Max cerró la puerta cuidadosamente al salir y Vanessa se quedó sola en la cocina, preguntándose si de verdad deseaba conocer todas las respuestas.


Podía percibir el aroma de canela y de café que ascendía hacia él. Qué curioso, había olvidado lo que era comer, sentir calor, tocar, pero aún conservaba un fuerte sentido del olfato. Podía identificar el olor del champú de Asesino, sabía cuándo Vanessa se movía debajo de él. Atrapado como estaba, podía sentirlo todo, olerlo todo, saberlo todo. Salvo cómo escapar.

Asuntos pendientes. ¿No era eso lo que mantenía a un fantasma atado a un lugar? Mike tenía un asunto pendiente y, en cuanto lo resolviera, sería capaz de marcharse.

Tendría que matar a Zac. O hacer que alguien lo matase. Quizá sería necesario acabar también con Vanessa. Un arreglo de asesinato y suicidio sería perfecto, pero sumamente improbable. A menos que se pudiera persuadir a Vanessa para que disparara a Zac.

No era del todo imposible. Habían sucedido muchas cosas entre ambos. Estaban tan acosados por el pasado como por su oscura presencia.

Habría que ver cuál de aquellos dos factores resultaba ser más poderoso. Y más destructivo.




Madre mía... Parece esto una novela de terror más que de amor XD.
Bueno, precisamente por eso me gustó, mezcla ambas cosas. Hay misterio, miedo, amor, pasión...
¡Uy! Ya hablé más de la cuenta XD

Espero que os esté gustando la nove. Todavía os queda mucho de odiar a Zac XD

¡Thank you por los coments!
¡Comentad, please!

¡Un besi!

 

3 comentarios:

Unknown dijo...

WOOOOW QUE CAPI!!
PORQUE MIKE QUIERE MATAR A ZAC? QUE HA HECHO ZAC?.... :/ ME INTRIGA MUCHO.


ESPERO QUE SUBAS PRONTOO

Anónimo dijo...

''Zac'' es un idiota y un resentido por algo que casi paso y no pudo ser y a ''Vanessa'' la violaron por culpa de ''Zac''. Es bonita la historia pero queda un tanto incompleta.

Unknown dijo...

Esta super linda tu nove!! siguela ;)

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