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sábado, 21 de junio de 2014

Capítulo 17


Vanessa ni siquiera se asomó a su cuarto. Sabía dónde dormiría esa noche, aunque la idea no le gustase. Después de todo, solo sería una noche.

Aunque hacía frío, dejó la ventana abierta para que saliera cualquier resto de monóxido de carbono que hubiera quedado en el aire.

Estaba demasiado cansada para hacer otra cosa que quitarse los vaqueros empapados y meterse en la cama. Le dolía el pecho, tenía la garganta irritada y se moría de frío.

Se introdujo la mano debajo de la camiseta para quitarse el sujetador, pero comprobó que ya estaba desabrochado. Zac debió de desabrochárselo para facilitarle la respiración, aunque a Vanessa no le parecía que apretase tanto. Además, estaba abierto por delante, no por detrás.

Notó que también tenía húmeda la camiseta, y sentía como un ardor frío en el pecho.

Después de subirse las mantas hasta los hombros, Vanessa apagó la luz y cerró los ojos, deseando que llegase el sueño.

Al cabo de cuarenta y cinco minutos, llegó a la conclusión de que uno no podía obligarse a dormir por mucha voluntad que pusiera en ello.

Permaneció tumbada en la oscuridad, escuchando los crujidos de la madera del viejo edificio bajo el frío del invierno. Escuchando por si se oían los pasos de Zac en la escalera.

Pero Zac no subió. Y Vanessa se dijo que lo que sentía era alivio, y que debería dormirse ya, y que lo primero que haría por la mañana sería marcharse.

Pero siguió con los ojos abiertos, esperándolo. Hasta que comprendió que no subiría. Era verdad que iba a dormir allí abajo, en aquel incómodo sofá, con los restos de monóxido de carbono.

Vanessa se incorporó en la oscuridad. No estaba muy segura de lo que había sucedido aquella noche... Recordaba haber intentado inflar los neumáticos, con la música de U2 de fondo. De repente, se había sentido mareada y había empezado a sonar aquella maldita canción. Aparte de eso, no recordaba nada más, solo un extraño sueño en el que el fantasma de Mike la miraba mientras ella se arrastraba hacia él pidiendo socorro.

Debió de tener otros sueños, otras visiones, pero no los recordaba. Alguien había puesto en marcha los coches, pero ella no pudo oírlo porque la música había ahogado el sonido.

Alguien había intentado matarla.

Como intento de asesinato, había sido bastante torpe. Cualquiera podría haber llegado y haberla encontrado. Tal como había hecho Zac, el héroe perfecto. Salvo que Zac no era ningún héroe.

Había dos posibilidades. O bien lo había hecho para rescatarla y convencerla de que era una buena persona, o bien había intentado deshacerse de ella y se había arrepentido en el último momento.

La tercera posibilidad, la más inconcebible, era que hubiese alguien más allí. Alguien que no se detendría. Alguien que subiría al cuarto para rematar la faena o que asesinaría a Zac mientras dormía en el taller.

Lo cual dejaba a Vanessa dos alternativas. Podía echar el pestillo, colocar algún mueble delante de la puerta y esperar hasta que amaneciera. Era lo más sensato.

Pero sabía que no iba a hacerlo. Los vaqueros estaban casi secos, pues Vanessa los había dejado delante de la rejilla de la calefacción. Se los puso y luego se echó la colcha por encima.

Mientras recorría el tenebroso pasillo, imaginó que unos ojos la vigilaban y se dio cuenta de que siempre había tenido la sensación de que allí había alguien. Le habría gustado pensar que era el fantasma de Mike, que velaba por ella, pero no era tan ingenua. El ser que la observaba no era un espíritu benévolo.

En la cocina hacía frío. La calefacción funcionaba al máximo, pero apenas lograba combatir el aire nocturno que penetraba por una ranura de la ventana. La puerta del taller también estaba abierta. Los tóxicos gases ya se habían disipado y el taller estaba sumido en la oscuridad. Tan solo una pequeña lámpara de mesa aportaba algo de luz. Zac yacía acostado en el sofá, tapado con una fina manta, y parecía dormido.

La manta no era suficiente abrigo en un espacio tan grande, se dijo Vanessa temblando. Al menos, Zac no parecía tener problemas para dormir. Quizá se emborrachó mientras estuvo fuera. Vanessa no había estado en condiciones de notar si había bebido o no.

Aunque, ahora que lo pensaba, nunca lo había visto borracho desde que llegó al garaje. Solamente en una ocasión creyó haberlo visto beber whisky, pero lo que tomaba era té helado. Si no lo conociera, pensaría que había dejado el alcohol.

Vanessa permaneció allí de pie, tiritando, con los pies descalzos en el frío cemento. Miró de soslayo la oscura silueta de su coche... Zac todavía no lo había arreglado, ni era seguro que lo hiciese.

Pero esta vez nada impediría a Vanessa marcharse. Utilizaría el teléfono público para llamar a un taxi que la llevaría al aeropuerto, donde podría comprar un billete de avión o alquilar un coche, costara lo que costase.

Atravesó el taller y se acercó al sofá donde estaba acostado Zac. Casi parecía inocente mientras dormía.
Vanessa estaba a punto de darse la vuelta e irse cuando la voz de él rompió el silencio.

Zac: Compartiré mi manta si tú compartes la tuya.

Tenía los ojos abiertos y la observaba. A Vanessa se le ocurrieron un millón de objeciones, pero todas ellas se esfumaron al instante. No quería discutir con Zac, al menos esa noche.

Y él lo sabía. Levantó la fina manta y ella se acostó en el sofá, a su lado. Luego ambos se taparon con la colcha. Aunque el sofá era grande, no dejaba de ser un sofá, al fin y al cabo, de modo que Vanessa tuvo que acercarse a Zac para no caerse.

Él no dijo nada. Simplemente la acurrucó contra sí y la envolvió en un protector abrazo. Después le retiró el cabello de la cara con suavidad. Ella frotó la mejilla contra su mano inconscientemente, ronroneando como una gatita a medida que desaparecían la tensión, el miedo y la desconfianza. Justo antes de dormirse, notó los labios de Zac en su frente. Y sintió ganas de llorar.


Podía verlos en la oscuridad. Los fantasmas poseían una visión superior, y las sombras no suponían ningún obstáculo. Vio que estaban dormidos en el sofá, abrazados, y lo embargó una rabia fría como el hielo. Claro que él siempre tenía frío. Cuando uno estaba muerto, todo el calor desaparecía de su cuerpo. Resultaba, pues, apropiado que merodease por los gélidos pisos superiores del garaje de Zac.

Los había visto. Había visto cómo su primita se la chupaba a Zac en el taller. Los había visto en el dormitorio, había oído los jadeos de ella al correrse. Pero había observado sobre todo a Zac. Cómo movía las caderas, cómo besaba a Vanessa, cómo la tocaba, cómo la amaba.

Pero lo que veía ahora era peor. Era ternura, y le resultaba insoportable. Zac nunca había sabido nada de ternura. En ese aspecto, era igual que Mike. Solo sabía de sexo. Pero aquello era otra cosa, algo inaceptable.

Debió haber matado a Vanessa doce años antes. Fue una fatalidad que los parase la policía, pero podría haber acabado con ella después. Creyó que el peligro había pasado. Que Vanessa no volvería a ver más a Zac. Que Zac superaría su jodida obsesión con ella.

Pero no había sucedido así. Y era él quien había muerto, gracias a Zac.

Debió haber clavado más hondo el cuchillo para que Vanessa se desangrara en el suelo del taller. Pensó que el monóxido de carbono acabaría con ella, pero Zac regresó antes de lo previsto.

La próxima vez, sin embargo, no fallaría. A Vanessa solo le quedaban unos días de vida.

Y, cuando muriese, Zac ya no tendría a nadie a quien amar. A nadie salvo a él.


Era extraño, se dijo Vanessa. ¿Cómo podía sentirse tan bien, tan segura y en paz, cuando todo iba tan mal. No quería despertar... Se sentía demasiado bien acurrucada contra el cálido cuerpo de Zac, envuelta en su abrazo.

Pero no podía quedarse, y ambos lo sabían.

La tenue luz del amanecer iluminaba el taller. Vanessa se giró para mirar a Zac. Él tenía los ojos abiertos y la observaba. Movió la cabeza, y Vanessa comprendió que iba a besarla. Y ella respondería al beso y estaría perdida. En el último momento, empujó contra su pecho para detenerlo.

Tenía sangre en las manos. En la camiseta. En todas partes. Con un grito de horror, Vanessa se retiró frenéticamente de Zac y aterrizó en el duro suelo de cemento.

Ness: Sangre -dijo temblando-. Estás lleno de sangre...

Zac se incorporó, retiró las mantas y se miró la camiseta. Luego la miró a ella.

Se levantó, fue hasta uno de los bancos y regresó con un cuchillo en la mano.

Ella intentó retroceder, alejarse de él, pero el sofá le cerraba el paso. No podía hacer nada salvo permanecer allí acurrucada, llena de terror, esperando a que la matara.

Zac la agarró y tiró de ella con fuerza para sentarla en el sofá. Vanessa levantó los brazos instintivamente para detener el cuchillo.

Zac: Dios santo -musitó. Con una mano le sujetó las muñecas mientras con la otra utilizaba el cuchillo para cortarle la camiseta-. Dios santo -repitió en voz más baja. Le soltó los brazos y dejó el cuchillo en el suelo-. ¿Qué coño te ha pasado?

Vanessa bajó los ojos y vio que su camiseta blanca estaba totalmente teñida de color rojo. Con mudo horror, contempló los cortes superficiales que le surcaban el pecho.

Zac: Túmbate.

Ella obedeció, demasiado horrorizada para discutir. Deseaba taparse, los pechos al menos, pero no fue capaz. Permaneció tumbada, cerró los ojos y esperó.

Al cabo de un momento, Zac se sentó a su lado y le colocó en el pecho una toalla empapada en agua tibia. Luego le quitó la camiseta y el sujetador rasgados y los arrojó al suelo.

Zac: Muestras mucha confianza en alguien que hace un momento creías que iba a rebanarte el pescuezo -no había amargura en su voz. Su rostro no reflejaba emoción alguna cuando ella abrió los ojos para mirarlo-. Te he traído un suéter de los míos. Me temo que no tengo ningún sujetador, aunque tampoco es que lo necesites.

Ness: Vete al infierno -dijo apartando la mirada-.

Zac se levantó. Vanessa deseó alargar el brazo y tomarle la mano. Necesitaba tocarlo, sentir su contacto.

Pero no se movió.

Ness: ¿Quién me ha hecho esto?

Él se encogió de hombros.

Zac: La misma persona que te encerró en el taller y puso los motores en marcha.

Ness: ¿Fuiste tú?

Zac no respondió. Simplemente se alejó de ella.

Zac: Cambiaré el neumático de tu coche y podrás irte cuando quieras.

Vanessa se incorporó con la toalla apretada contra el pecho.

Ness: ¿Qué son esas cajas que hay en el asiento trasero?

Zac: Las cosas de Mike. Pensé que querrías llevárselas a la Duquesa...

Se interrumpió de pronto y miró el Volvo con expresión pensativa.

Ness: ¿Qué ocurre?

Zac: Juraría que guardé las cajas en el maletero -dijo en tono distante-.

Parecía haberse olvidado de ella. Seguía concentrado en el Volvo mientras avanzaba hacia el maletero, y Vanessa pudo percibir su miedo.

Ness: En el maletero no hay ninguna rueda de repuesto. La semana pasada tuve un pinchazo y utilicé la que tenía.

Zac: No es una rueda lo que busco -respondió con voz apagada-.

A continuación, abrió el maletero y miró dentro en silencio. Vanessa soltó la toalla y se puso el suéter. Luego echó a andar hacia el coche, pero él se giró rápidamente y gritó: ¡No te acerques más, Vanessa!

Su voz estaba llena de rabia y de dolor. Ella se acercó de todos modos, ignorando la orden, y Zac la agarró con fuerza y empezó a alejarla del coche. Pero no antes de que alcanzara a ver lo había en el maletero.

Zac arrastró a Vanessa hasta el Cadillac amarillo. Ignorando sus forcejeos, la tomó en brazos y la sentó detrás del volante. Después puso el motor en marcha. Ella se quedó quieta, mirándolo.

Zac: Este botón sirve para alzar la capota. Tiene el depósito lleno y neumáticos para la nieve. Debes irte de aquí enseguida.

Ness: ¿Quién era ese hombre...?

Zac: ¿El del maletero? Max. O lo que queda de él -cerró los ojos un momento, y Vanessa vio el dolor que lo embargaba-. ¿Dónde está tu bolso?

Ness: No me acuerdo.

Zac se sacó la billetera del bolsillo.

Zac: Toma. Hay tarjetas de crédito y bastante dinero. Podrás llegar hasta Rhode Island sin problemas. Deja el coche donde quieras. Ya no lo necesito. Ha cumplido su propósito.

Ness: Pero ¿y mi coche?

Zac: Desaparecerá. Max no tiene familia. Y no le gustaría que salieran a la luz preguntas que nadie puede responder.

El Cadillac ronroneaba como la máquina perfectamente cuidada que era.

Ness: ¿Lo asesinaste tú?

Zac le dirigió una mirada que habría paralizado a cualquiera.

Zac: Nunca le he pegado a una mujer -dijo con voz pensativa-, pero estoy más que dispuesto a empezar contigo. Vete de una puta vez y no vuelvas.

Ness: No tengo zapatos.

Zac: ¿Qué?

Ness: No puedo conducir descalza en medio de una tormenta de nieve.

La respuesta de él fue breve y soez.

Zac: Sube la jodida capota.

Al cabo de un momento, introdujo unas zapatillas suyas por la ventanilla.

Ness: No me estarán bien...

Zac: Cierra ya la puta boca y vete antes de que sea demasiado tarde.

No quedaba nada más que decir. Salvo lo evidente.

Ness: ¿Quién mató a Max? ¿Quién ha intentado matarme a mí?

Zac: Eres una mujer inteligente, Vanessa. Deberías haberlo deducido ya.

Ness: Pues no. No tengo ni idea de lo que está pasando. Explícamelo tú.

Zac: Parece que tus sueños podrían hacerse realidad, después de todo -dijo amargamente-. Quizá me equivoqué. Quizá tu querido primo Mike no murió. Pero tú sí morirás si no te marchas. No puedo protegerte, Vanessa. Huye de aquí.

Se giró, caminó hasta las puertas del taller y las abrió. Vanessa dio marcha atrás con el coche, orientándolo hacia la salida. Ni siquiera se había dado cuenta de que lloraba.

Sabía que no volvería a ver a Zac. Tenía que ponerse en marcha e irse de allí a toda velocidad.

Pero no se movió. Zac se acercó de nuevo al coche; todavía llevaba la camiseta manchada con la sangre de Vanessa. Introdujo la cabeza por la ventanilla y le dio un beso, un beso desesperado que duró un instante, y al mismo tiempo, una eternidad. Después se retiró.

Zac: Márchate de aquí, Vanessa. Y no vuelvas nunca.

Ella puso el coche en marcha, salió del taller y se internó en las desiertas calles alfombradas de nieve.




¡Mike es asqueroso! Además de estar chiflado es gay. Un gran tipo, ¿eh? XD
Zachy de cada vez más mono. ¡Pero tiene que ser sincero con Ness! ¡Respecto a todo!
Porque ahora Ness piensa que es Zac el malo.

Qué penita. Esta vez solo un comentario. ¡Gracias, Claudix! Adivinaste lo de Mike XD
A ver si veo más en este.

¡Un besi!


3 comentarios:

Unknown dijo...

Nooooooooooooooo!!!!!!! Se fue??? Qué pena!!!!!!!!! Ellos se quieren y se nota!!!!!!!!!! Pero pienso igual que Zac! En un momento pensé que Mike estaba vivo, pero él siempre se describe a como a un fantasma! Entonces me confundo y no sé si en realidad es un fantasma o no. Mató a Max y recuerdo que Mike le dijo "no estoy muerto, pero tu sí" Ahhhh!! no sé qué pensar! La intriga me mata!!! No puedes alargar más la nove?? Jejeje, es broma, pero es que me encanta!!

Las novelas son lo máximo en serio, cómo conoces tantas? :D

Y bueno, cuando leí que Mike dijo que mataría a Vanessa por haberse acostado con Zac empezaron mis sospechas!! Aunque pensé que era una razón tan espontánea que creí que no podía estar en lo cierto, y decidí no escribirlo en mi comentario anterior porque quizá le iba arruinar la sorpresa a otras lectoras :D

Síguela pronto :D

Maria jose dijo...

Excelente capitulo!!!!!!!
El mejor capitulo de la novela hasta ahora
Me encanto ya quiero sabe que pasara
Vanessa regresara???
Sube pronto de dejaste con las dudas
Y nos nervios jajajajaja
Esta novela está muy buena!!!
Sube pronto

Unknown dijo...

WOOOOOOOOW WOW Y MAS WOW.
EL MEJOR CAPITULOS LEJOS!!! VANE EN PELIGRO Y ZAC LA QUIERE SALVARRR!
QUE MIKE ASQUEROSO!!!!


SUBE PRONTO

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