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sábado, 26 de octubre de 2013

Capítulo 8


El lunes por la tarde se habían instalado en la explanada, junto al río Charles de Boston, mientras aguardaban que diera inicio el concierto anual que los Boston Pops ofrecían cada 4 de julio.

Habían colocado sobre la hierba una manta roja que Mandy había encontrado para la ocasión. Ness, con la ayuda de Mandy, había preparado unos bocadillos de ensalada de pollo al estragón en pan francés, ensalada de tomate con vinagreta y, de postre, pastel de manzana.

Zac se había burlado sin mala intención de las exageradas pretensiones de Ness en la elaboración de la comida y ella había contraatacado riéndose de la añada del Chardonnay que había elegido Zac.

Tras su descubrimiento, un par de noches atrás, acerca de la firmeza del cinismo de Zac en lo referente a las mujeres, Ness había temido que quizás había intentado abarcar demasiado terreno. Por otro lado, pensaba que de ese modo las cosas serían más sencillas de lo que había imaginado en un principio. Era poco probable que Zac se enamorase, quisiera casarse con otra persona y lamentara el «acuerdo» que había suscrito con ella.

Incluso si llegaba ese día, decidió que seguiría adelante. Después de todo, ella y Zac todavía no habían concretado que él fuera el candidato para engendrar a su hijo. Esa noche estaba decidida a disfrutar del concierto.

Una leve brisa revolvía su pelo, pero era una tarde clara y muy cálida. Estiró el dobladillo de su vestido de algodón azul que le llegaba hasta las rodillas.

Ness: Esto es una maravilla.

Zac: ¿Nunca habías venido al concierto de los Boston pops en la fiesta del 4 de julio?

Ness: La verdad es que no -movió la cabeza-. Cuando mi padre y yo nos mudamos a Carlyle, me mandaba todos los veranos a casa de mi tía Kate en la costa de yérsey. Después de eso, siempre he tenido esa clase de trabajos de temporada que requieren dedicación completa.

Zac: ¿Qué clase de trabajos?

Ness: Bueno, ya sabes. He cuidado niños, he vendido helados, he trabajado en una tienda de alquiler de bicicletas y esas cosas.

Zac: ¿Trabajaste de dependienta en una heladería? -arqueó las cejas-.

Ness: E incluso llevaba un delantal de rayas de colores.

Zac: No me lo imagino -señaló con una mueca-.

Ness: En el instituto, era famosa por mi propia receta casera -informó, fingiendo que lo miraba con aire de superioridad-.

Zac: Cuéntamelo -dijo con una amplia sonrisa-.

Zac tomó su mano que reposaba sobre la colcha y empezó a dibujar pequeños círculos en el dorso de la palma. Eso le produjo una deliciosa sensación hormigueante.

Ness: No es tan difícil preparar helado. Tienes que mezclar huevos, azúcar, leche y nata. La parte más dura es lograr el punto de consistencia exacto.

Zac: Aprendiste a cocinar...

Ness: La tía Kate. Papá se defiende, pero asumí la responsabilidad de la cocina desde la adolescencia.

Zac se quedó en silencio un momento, con los dedos sobre su mano, y Ness sintió su aguda mirada a través de las gafas de sol.

Zac: Tu padre y tú estáis muy unidos -certificó con seguridad-.

Ness: Sí, pero nuestra relación es bastante compleja.

Zac anguló un poco la cabeza al tiempo que sus dedos trepaban por el brazo de Ness.

Zac: ¿Acaso puede ser de otro modo?

Ness: Intenté comportarme como el hijo que nunca tuvo -dijo con una sonrisa, momentáneamente ajena a sus caricias-.

Zac: Ya veo.

Zac hizo memoria acerca de lo que sabía sobre Patrick Hudgens. Era un tipo irlandés de buen tamaño. Dirigía una pequeña empresa de construcción antes de jubilarse. Habían trabajado juntos en alguna ocasión, suficiente para que Zac hubiera notado que era un hombre muy astuto.

Ness observó la multitud, que había crecido considerablemente en la última media hora.

Ness: El caso es que a mi padre le encantó que fuera una niña -se apoyó en las manos y se aupó un poco para que le diera el aire-. Iba siempre vestida de rosa y tenía infinidad de muñecas. Era la pequeña a la que debía proteger del mundo. El único problema era que se excedía en sus cuidados. Y quería que mi padre supiera que era una persona capaz e independiente.

Así que esa había sido la razón del cambio en la actitud de Vanessa Hudgens. Zac pensó que era algo fascinante. Se sentó y se quitó las gafas.

Zac: Supongo que tiene que resultar muy duro para un hombre que acaba de perder a su esposa pedirle que no sea demasiado protector con su única hija.

Ness: Sí -asintió y miró el horizonte-. Es algo que he comprendido con el tiempo.

Zac: ¿De ahí viene la idea de montar tu propio negocio? ¿Una apuesta por la independencia? -preguntó, si bien ya conocía la respuesta-.

La perspicacia de Zac la sorprendió, pero se limitó a asentir.

Ness: En parte, sí. Pero también estaba preparada para dejar mi anterior trabajo. Tenía ideas propias y allí no tendría oportunidades para sacarlas adelante.

¿Por qué le había contado tantas cosas? Estaban charlando acerca de los helados y, al minuto siguiente, estaba desnudando su alma.

Zac levantó la mano y deslizó un dedo entre sus cejas.

Zac: No estés tan preocupada.

Ella forzó una sonrisa amable. Hacía años que no sacaba esos sentimientos y los analizaba. Una cosa era pensar en todo ello en privado y otra muy distinta expresarlos en voz alta.

Zac, como si leyera sus pensamientos, acarició su pelo revuelto.

Zac: Está bien. Todos los críos tienen sus propios miedos.

Ness: ¿En serio? -miró su figura tan dominante, tan sólida, aparentemente invencible-. ¿Cuáles eran tus miedos?

Zac: Supongo que yo mismo me lo he buscado -rió-. Mi principal temor era que no sabía si sería capaz de estar a la altura de mi padre al frente de la compañía. -La suave caricia de Zac relajó a Ness, que a punto estuvo de gemir de gusto cuando inició un suave masaje en la nuca-. Incluso nosotros, los hijos varones, tenemos nuestras preocupaciones.

Ness: ¡Ah!

Zac: Recuerdo que tu padre dirigía una pequeña empresa constructora. Creo que la vendió, si no recuerdo mal -apuntó-.

Ella parpadeó e intentó mantener el pulso de la conversación.

Ness: Sí, así es, vendió todo cuando se jubiló.

Se la había vendido a una empresa algo más grande que, a su vez, había adquirido un grupo de inversión que había creado Zac junto a otros socios menores. Zac comprendió que Ness no conocía la relación que había existido entre él y la empresa a la que había ido a parar el antiguo negocio de su padre.

Consciente de lo que sabía ahora, dudaba que esa información fuera bienvenida por parte de Vanessa. Y la verdad era que no necesitaba otro problema. No le cabía la menor duda de que Vanessa se preguntaba si su padre habría vendido la compañía si hubiera tenido un hijo varón.

El concierto comenzó con una versión del himno que los sumió en el silencio.


Cuando llegaron a la casa vacía de Zac, la llevó en brazos desde el coche. No protestó tanto como al principio, si bien el cosquilleo de alarma se mantenía. Nacía desde todos los puntos en que sus cuerpos se tocaban.

Dejó a Ness en la sala de estar.

Zac: Haré café -sugirió-.

Ness: Por favor, déjame que lo prepare -dijo apoyándose en las muletas que Zac había cargado-. Tú puedes terminar de sacar las cosas del coche.

Dudó un instante, después asintió y dio media vuelta.

Una vez que le había dado la espalda, Ness esbozó una tímida sonrisa.

Quizás fuera la asunción de lo mucho que le importaba su independencia, pero había dejado de dar órdenes y había obedecido.

Canturreó un poco mientras alcanzaba la cafetera. Las muletas eran un estorbo, pero el médico le había dicho que podría desprenderse de ellas esa misma semana.

Cuando Zac hizo acto de presencia, permitió que llevara las tazas hasta el salón y lo siguió. Se sentó a su lado en el sofá y el brazo del diván le bloqueaba la salida.

Ness: Me he divertido en el concierto -dijo con cierta modestia-. Gracias por llevarme.

Zac: De nada.

No había resultado fácil mantener las manos alejadas de ella, tumbados en el césped. Ahora que estaban solos, su autocontrol se resquebrajó un poco más.

Buscó en su cabeza un tema de conversación adecuado.

Zac: Siempre me han gustado los conciertos. Mi madre nos obligó a todos a estudiar algún instrumento. Yo elegí el saxo -miró a su alrededor-. Me pregunto dónde lo escondería Mandy.

Ness: En el armario del pasillo -se rió-. La segunda puerta de la derecha, detrás de tu trofeo de hockey del instituto y una vieja pelota de baloncesto.

Zac: Te hizo una visita completa, ¿verdad? -intuyó-.

Ness: Me temo que sí -quiso disimular una sonrisa detrás de la taza de café-. Fue un día que estabas en la oficina.

Zac: Ya me lo imagino. -Vanessa ahogó un bostezo con la mano y se frotó los ojos-. ¿Estás cansada?

Acercó la mano hasta la nuca de Ness para masajearla en ese punto que, como ya sabía, era muy excitable. Fantaseaba con la idea de reemplazar su mano por sus labios en poco tiempo.

Ness: ¡Mmm! -estiró el cuello para facilitarle el acceso-. ¿Zac?

Zac: ¿Sí?

Ella tenía los ojos cerrados y Zac se acercó para repasar con sus labios la curva tenue de su cuello.

Ness: ¿Por qué me llamas Vanessa?

Zac: ¿Seguro que quieres saberlo?

Ness: ¿Es tan terrible? -replicó, los ojos muy abiertos y fijos en él-.

Zac: Eso depende de cómo lo veas.

Estaba irresistiblemente dulce sentada en el sofá. Zac estuvo a punto de soltar un gruñido cuando ella se humedeció los labios.

Ness: En serio, me gustaría saberlo.

Estaba a punto de hacer saltar por los aires su tapadera, pero no tenía salida. Tomó aire y respiró hondo.

Zac: Llamarte Vanessa me ayudaba a mantenerte a distancia en mi cabeza -dijo y lanzó un profundo suspiro-. Vanessa resulta mucho más formal que Ness o Nessi. Me ayudaba a recordar que debía mantener mi trato en un reducido «hola y adiós» a pesar de lo encantadora que eras y lo atraído que me sentía por ti. -Consciente de la mezcla de duda y sorpresa que leía en la expresión de Vanessa, prosiguió su explicación-. Eras una amenaza. Yo tenía veintidós años y me encontraba en una difícil posición. Codiciaba a la mejor amiga de mi hermana pequeña, que ni siquiera había terminado el instituto. Tenía que olvidarme de ti, por supuesto.

Ness: Yo pensaba que no te gustaba -dijo atónita-. Alex y David era cariñosos, pero tú eras...

Zac: ...un imbécil. A propósito.

Ness: No eras maleducado -objetó, ya sin el ceño fruncido-. Simplemente, eras distante.

Zac: En efecto. Quería asegurarme de que solo fueras la amiga de Ashley.

Bien. Ya lo había dicho. Lo había soltado todo. Deseaba tumbarla sobre los cojines del sofá, pero se contuvo para que ella tuviera tiempo de asimilar todo lo que acababa de revelarle de golpe.

Ness recordó los esporádicos momentos en que había coincidido con Zac cuando estaba en el instituto y en la universidad.

Ness: Una vez que iniciamos esa clase de relación, resultaba difícil romper esa dinámica -reflexionó-. Me acostumbré a charlar educadamente contigo.

Zac: Sí, adoptamos un modo de conducta y nos ceñimos a él. En cualquier caso, suponía que no te gustaba demasiado. Fui frío y distante desde el principio.

Se sintió mareada. Zac la había deseado. Había tenido que rechazarla. Un intenso estremecimiento de alegría recorrió su cuerpo al tiempo que reconoció en la penetrante mirada de Zac el deseo latente.

Permitió que le quitara la taza de café de los dedos repentinamente temblorosos y la dejara en la mesa junto a él. Entonces se llevó su mano a la boca y le besó la muñeca, después la palma, sin apartar los ojos de ella.

Zac: Te deseo.

Buscó el consentimiento en la expresión de Ness y, satisfecho con lo que leyó en su cara, llevó la mano a la nuca y la atrajo implacablemente hacia él.

Ella cerró los ojos mientras los labios de Zac acariciaban, como alas de mariposa, sus ojos, su nariz, su mejilla y, finalmente, su boca.

Ness se derritió en ese beso. Los labios de Zac eran suaves, cálidos, cautivadores y a punto estuvo de dejar escapar un gemido de protesta cuando se separó para trazar el óvalo de su cara y la curva del cuello.

Zac: Vanessa -murmuró con voz ronca-.

Ella se emocionó al sentir que se trataba de una caricia. ¿Sería capaz de volver a escuchar su nombre sin que le recordara al instante la mirada ardiente y el deseo?

Zac: Pido a Dios que esta vez nadie nos interrumpa -susurró contra su cuello y se incorporó un poco para mirarla a la cara-. ¿Estás segura? Esta vez no querría frenarme.

Ness: Sí, estoy segura -afirmó-.

Debió reconocer el deseo en el tono de su respuesta porque ayudó a Ness a tumbarse en el sofá, atento a que su tobillo malherido quedara en buena posición, y bajó la cremallera de su vestido hasta el final.

La boca de Zac se cerró sobre uno de sus pezones, a través de la tela semitransparente del sujetador y ella gimió. Inició un rítmico movimiento de succión que incrementó la tensión.

Tiró de la camiseta hasta que la liberó de la cintura de su pantalón.

Ness: Ayúdame -suplicó-.

Zac se incorporó al instante y su mirada ardiente se reflejó en sus pupilas. Quitó el sujetador a Ness, lo tiró a un lado y después se sacó la camiseta por encima de la cabeza. Cuando ella alargó la mano para acariciar los músculos esculpidos de su torso, destacados por el efecto de la luz de la lámpara, Zac le sujetó las muñecas.

Zac: No -dijo con ansiedad-. Necesitamos una cama. Ahora.

Entonces la levantó en sus brazos y subió con ella hasta el dormitorio.

Era una delicia sentirse en sus brazos, pero aprovechó la ocasión para calibrar el autocontrol de Zac y acariciarlo y besarlo en aquellas partes a las que tenía acceso. Tenía un cuello magnífico, robusto y poderoso. Pero que también invitaba a que lo mordisqueara en la vena que vibraba a causa de su pulso acelerado. Cuando levantó la vista hacia él y notó el tic en su mandíbula, se volvió más audaz.

Zac: ¡Virgen santa! -aulló mientras depositaba con cuidado a Ness en el lateral de la cama-.

Llevaba el vestido arrugado en la cintura. Una sandalia colgaba inestable de uno de sus pies, pero la otra se habría caído en el camino. Ella se descalzó de la sandalia que le quedaba mientras Zac le quitaba el vestido y las bragas.

Hizo una breve pausa y sonrió.

Zac: Bragas de seda roja de Frederick's, en Hollywood -arqueó una ceja y murmuró-. No cabe duda de que tienes buen gusto para la lencería.

Ness: Hacen envíos por correo -explicó-. Mandy se pasó por mi casa para traerme algunas de mis cosas. Parece que ha elegido mis conjuntos más atrevidos. Tengo un montón de ropa de algodón blanca.

Zac: Recuérdame que le suba el sueldo -rió-. Aunque no ha sido muy misericordioso por su parte traerte esta ropa e impedirme que disfrutara de ella durante tantos días.

Dejó sus pertenencias en la mesilla de noche y entonces Ness observó cómo terminaba de desnudarse. Estaba excitado y cuando se tumbó a su lado, ella aspiró el aroma masculino de su cuerpo.

Zac: Ponte tú encima -dijo-. No quiero hacerte daño en ese tobillo.

Antes de que ella protestara, Zac la había tumbado sobre él. Entrelazaron las manos y Zac la obligó a levantar los brazos por encima de la cabeza. Eso la dejó expuesta ante su boca, que se abalanzó sobre sus labios.

Ness sintió que el mundo empequeñecía hasta que toda la existencia se reducía a ellos dos. Sus lenguas se enroscaron, sus pechos se aplastaron contra el torso de Zac y el vello hacía cosquillas en sus pezones a flor de piel.

Zac soltó un gemido bajo, la erección presionada contra ella, y trasladó sus labios hasta la garganta.

Zac: Eso es, así -dijo y aferró a Ness con más fuerza todavía-.

Ella abrió las piernas, lo rodeó, hasta que Zac se situó justo en la entrada de su zona secreta más ardiente. Había deseado eso mismo durante años. Lo había deseado a él. Un solo movimiento de sus caderas y lo tendría dentro, colmándola con todo lo que había soñado.

Ness: Zac...-giró la cabeza y encontró su mirada turbia-.

Zac: Vamos, dilo -susurró-.

Por un momento, ella no comprendió nada. Entonces le dio un vuelco el corazón.

Zac: Di que me deseas.

Pese a que su corazón protestó, ella obedeció su mandamiento.

Ness: Te deseo -dijo con un gemido-.

Y entonces movió la cintura y lo poseyó, sintiéndolo muy dentro, completándola. «Te quiero».

Entonces Zac comenzó a embestirla lentamente y ella respondió a esas sacudidas con movimientos de cadera, acoplándose al ritmo que le marcaba.

Zac: Eso es, encanto. Sí. No pares, cielo.

Ella se aferró a Zac entre espasmos.

Ness: ¡Zac! ¡Oh, sí! ¡Por favor!

Oleadas de sensaciones se mezclaban con la emoción.

Entonces incrementó el ritmo, golpeándola más rápido y más fuerte. El clímax de Ness parecía que hubiera disparado también el suyo. Echó la cabeza hacia atrás, lanzó un grito ronco y embistió a Ness una última vez.

Zac: Demonios, cariño, has estado a punto de matarme -se incorporó sobre un hombro y le acarició un muslo con la otra mano-.

Una fina capa de sudor lustraba su atlético cuerpo.

Había sido la experiencia sexual más intensa y satisfactoria de su vida. Solo podía pensar en que debían haberlo hecho mucho tiempo atrás.

Ness se abrazó a la sábana y aguardó que su pulso se tranquilizara. Solo podía pensar en que nunca debían haberlo hecho.

¿Cómo podía haber pensado que acostarse con Zac no iba a provocar un auténtico cataclismo en su vida? Y habían sido tan imprudentes. ¡Por el amor de Dios, no habían usado protección! Pese a que era improbable, cabía la posibilidad de que se hubiera quedado embarazada.

Pero lo último que necesitaba era que Zac notara cuánto le había afectado, así que buscó un aire de sofisticada despreocupación.

Ness: Desde luego, sabes cómo moverte -dijo con una carcajada que resultaba falsa a todas luces-.

Zac: ¿Te refieres a los siete años de deseo reprimido? -sonrió-.

Ness: Bueno, oficialmente solo estamos en... -meditó un segundo- ...nuestra segunda cita. Claro que las cosas se han complicado desde que me he instalado en tu casa.

Zac: Sí, eso significa que todavía me debes dos citas -dijo con una sonrisa maliciosa-. Según los términos de nuestro acuerdo.

Ness se estremeció en su dominio interno. ¿Otras dos? Cómo sobreviviría a dos citas más con Zac? Él solo quería un acuerdo sencillo, sin complicaciones. Y ella... en medio de la pasión, había admitido que estaba enamorada.

Ahí estaba. Se obligó a analizar esa confesión. ¿Qué iba a hacer al respecto?

Zac: ¿Soy distinto a los otros hombres con los que has estado? -señaló con una medio sonrisa enigmática-.

«Eres el único hombre del que he estado enamorada». Pero no podía contestar esa pregunta con la verdad.

La verdad era que solo se había acostado con otro hombre. Poco después de la noticia del compromiso de Zac, se había dicho a sí misma que no fuera estúpida y no se engañase. A los veintiún años, ya era hora de abandonar toda esperanza de que Zac descubriera un día que no podía vivir sin ella.

Finalmente había quedado con Kevin Davis, un sobrio contable bastante agradable que llevaba seis meses detrás de ella en busca de una cita. No había tenido en cuenta para su elección el parecido de Kevin con Zac.

No habían saltado chispas, el mundo no había girado sobre su propio eje y se había visto forzada a admitir que había cometido un error.

Desde entonces había conocido a otros hombres, desde luego, pero nunca había ido más allá de algunas citas. Todos los hombres habían sido apuestas seguras, tal y como le gustaba resaltar a Ashley, y siempre habían permitido que ella dirigiera las operaciones sin presionarla lo más mínimo.

Zac interrumpió sus recuerdos con un tono burlón.

Zac: ¿Debería tomarme ese silencio como una supuesta aprobación a mis bondades?

¡Si supiera la verdad!

Ness: Sí, bueno, cada persona es única.

Zac frunció el ceño. No le gustaba la idea de que Vanessa hubiera estado con otros hombres.

Zac: ¿Habla la voz de la experiencia?

Ella abrazaba la sábana como si fuera un salvavidas, ajena al efecto que provocaba al destacar su abundante pecho. Una parte de su anatomía con la que Zac ya se sentía íntimamente ligado.

Ness: No, solo una o dos experiencias.

¿Una o dos veces? Había cedido a sus deseos como una hoja al desprenderse del árbol con la llegada del otoño. No pudo resistir la tentación.

Zac: ¿Salgo bien parado en la comparación?

Ness: Sí -señaló con un monosílabo apenas perceptible. Los ojos marrones de Vanessa, teñidos de preocupación, miraron a Zac-. No creo que esto vaya a funcionar.

Zac: ¿Y eso qué significa? -preguntó, animado por un espasmo de tensión-.

Ella se mordió el labio y apartó la mirada.

Ness: Esto es mucho más complicado de lo que había imaginado.

Zac experimentó una sensación muy parecida al pánico ante la posibilidad de que Vanessa pudiera rechazar su trato. Claro que, en parte, creía que ella tenía razón. El hecho de acostarse con ella había vuelto del revés su mundo.

Zac: No hay nada complicado en el hecho de que dos personas que se sienten atraídas hagan algo al respecto -señaló-. Creo que es algo muy simple.

Ness: Sabes, es mucho más que eso -se volvió hacia él-. Hablamos de tener un hijo en común. Traer un bebé a este mundo a partir de un acuerdo en vez de hacerlo porque dos personas se aman, deciden casarse y formar una familia.

Zac: Haces que suene como si la mayoría de los matrimonios fueran relaciones perfectas, sin trampas -frunció el ceño-. Pero la verdad se aleja mucho de esa imagen ideal.

El pánico lo llevó hacia el enfrentamiento con ella en vez de tumbarla sobre la almohada y convencerla con otros métodos más primitivos.

Ness: ¿Cómo puedes ser tan cínico cuando tus padres son un modelo que genera envidias en todas partes? -preguntó con auténtica preocupación-.

Zac suspiró. Tras el desastre de Amber, él mismo había considerado el matrimonio de sus padres.

Zac: Ellos son una excepción. No se vieron durante dos años cuando mi padre estuvo en el ejército. Prácticamente se fugaron porque mis abuelos no querían que mi madre se casara antes de terminar sus estudios. Tuvieron mucho tiempo para hacerse ideales retratos de la pareja y aun así, créeme, su matrimonio no ha sido un camino de rosas. Mi padre estaba tan ocupado creando su empresa que mamá nos crió sola.

Ness se incorporó hasta sentarse en la cama sin dejar de taparse con la sábana para que sus pechos no quedaran al aire.

Ness: Yo he buscado siempre la excepción -arrugó la sábana entre los puños-. Y es lo que estoy dispuesta a esperar. -La expresión de Zac era neutra y no ofrecía ninguna clave para su interpretación-. Esto ha sido una equivocación -respiró hondo para que la voz no le temblara-. Lo siento.

Zac: Quieres que rompamos nuestro acuerdo.

Ness: Sí -suspiró-.

Zac se levantó y salió de la cama. La mirada de Ness recorrió su musculosa espalda, el trasero firme y las piernas fuertes. Interiorizó esa imagen antes de que empezara a vestirse.

Cuando se giró, Zac tenía una expresión fría y distante.

Zac: Nuestro acuerdo se limitaba a esto, ni más ni menos -dijo con calma-. Cualquiera de los dos podía haber zanjado el acuerdo a lo largo de nuestras cuatro citas.

Ness se obligó a retener las lágrimas. Se mordió el labio y apartó la mirada.

Ness: Bueno, yo no me preocuparía por nada. Dado mi estado, sería difícil que me quedase embarazada incluso en el momento justo. Y éste no lo ha sido.




Oh... pobre Ness v.v
Si Zac le dijera que la quiere... ¬_¬

¡Gracias por los coments!

Lau, ¡cuánto tiempo! Pues sí te echaba de menos. Lo que no echaba de menos era tu bocaza. ¿¡Para qué dices nada de las otras de la serie!? ¡Quería que fuera sorpresa! ¬_¬
De todas formas están las últimas de la cola, así que todavía hay que esperar mucho para leerlas.

Respecto a lo de la HSMReunion, Zac ha dicho que no puede ir. No se sabe si es por trabajo o por no se qué. Pero eso es lo que ha dicho. Lástima. Estaba ilusionada con ver un reencuentro Zanessa. Pero de todos modos tendrán que verse cuando Ashley se case. No creo que ninguno de los dos vaya a faltar. Si alguno falta, Ashley lo mata XD.

Bueno, comentadme mucho.
¡Un besi!


5 comentarios:

Unknown dijo...

Aaaaaay que capitulo el de hoy!!

Porque tuvo que terminar taaaa triste?? Pobre Ness... y Zac pudo haber dicho algo.
Pero intuyo que Ness sale embarazada de eso... Y ahi todo va a mejorar.


Sube prontoo :)

Unknown dijo...

Noo!! Pero ella está enamorada!! Qué pena! :(
Bueno, parece que Zac busca otra cosa.. o no?? :)
Siguela pronto.. :D

Esa reunión no me entusiasma en lo absoluto, será porque sabía que Zac no estaría, bueno, no sé.. es para una buena causa, así que supongo que lo importante es que él de todas maneas va a apoyarlos, no es necesario su presencia :)

Lo que sí me entusiasma es su "relación" con Lily :D

Lau B. dijo...

Yo sabia que uno de los dos no iba a ir... lo intuía. Estoy totalmente de acuerdo con Claudix al respecto de Lily no porque me caiba bien o no, en verdad me da igual ella, aunque me encanta que Zac tenga una novia porque se lo merece despues de todo lo que ha pasado y si me preguntan HOY estoy mucho mas orgullosa de el de lo que lo habia estado nunca por lo fuerte que es. Lo unico que me preocupa es que nombre les van a poner de pareja Zily ;S Lack Suenan horribles todos XD

Sorry por decir lo de la serie pero creo que se veia venir, es muy obvio... igual les quiero decir que cuando las lean van a amar a Alice por conseguirle semejantes historias!

Siguela!
Bye!!

Lau B. dijo...

PS: Ali! quiero hablar contigo!!!!!

Lau B. dijo...

Se me olvidaba... si Ashley los mataria! aunque la boda de Ashley no va a ser sino hasta Dios sabe cuando... con ese cuento de que "esta disfrutando de estar comprometida" solo quiere decir que no tienen fecha y que por ahora no piensan ponerla...
Ewww! acabo de imaginar una foto de Zac, Lily, Vanessa y Austin juntos en la boda de Ashley! fue perturbador y muy raro! XD

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