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domingo, 13 de octubre de 2013

Capítulo 4


De regreso de la clínica de fertilidad, el martes por la tarde, Ness se paró frente a su casa en un bloque de apartamentos en sombra en la zona noroeste de Carlyle y al instante se fijó en el BMW negro.

¿Podría ser...?

Antes de que finalizara ese pensamiento, Zac dobló a pie la esquina de su casa.

Su mente repasó el proyecto de la guardería. Todavía disponía de dos días para presentarle a David un plano detallado.

Sus ojos encontraron la mirada de Zac. Se detuvo un instante antes de dirigirse hacia su coche. Aceptó la mano que le tendió para ayudarla a salir del coche y se preparó para el inevitable hormigueo que recorrió sus terminaciones nerviosas.

Zac: Te he estado esperando.

Ness: Ya lo veo -dijo con la voz serena-. ¿Qué puedo hacer por ti?

Se había encaminado hacia la puerta de entrada y él se había atrasado un paso.

Zac: Ashley me ha pedido que me pasara por aquí y me llevara los adornos que has preparado para su fiesta de mañana por la noche.

Había diseñado unas velas pequeñas y centros de flores secas para la fiesta que Ashley daba en su casa para sus compañeros de trabajo. Su florista habitual le había fallado esa misma mañana.

Ness: Pensaba que Ashley se pasaría en persona esta noche.

Zac entró en la casa tras ella y se aflojó el nudo de la corbata.

Zac: No. Ha tenido una emergencia esta mañana en los juzgados. Se pasará toda la noche en el despacho -señaló-.

Ness: ¡Pobre Ash!

Zac: Me llamó hace un rato. Sabía que estaba en Carlyle y que iría a Boston más tarde. Me pidió que le acercara las cosas.

Entró en el despacho de Vanessa y su sola presencia empequeñeció la habitación. Intentó olvidar los acontecimientos que habían tenido lugar en su última visita.

Ness: Iré a buscar las cajas -dijo con prisa-.

Zac: ¿Dónde has estado esta mañana? -preguntó mientras ella rebuscaba detrás de la mesa del despacho-.

Se sonrojó al instante y maldijo por enésima vez su ascendencia irlandesa. Pero tantos años como exploradora habían dejado marca en ella y escuchó su propia voz con cierta incredulidad.

Ness: Si tienes que saberlo, puesto que todo el mundo parece al tanto de mis asuntos últimamente, he acudido a mi cita con la clínica de fertilidad.

Zac: ¿Y cómo ha ido?

Ness: Bien.

Zac: ¿Crees que va a funcionar en tu caso?

Ness: Sí -dijo al incorporarse con una sonrisa-.

Zac tenía las manos en los bolsillos del pantalón y una mirada indescifrable.

Ella señaló con la cabeza las cinco cajas que había separado del resto y apiló las otras junto a la mesa.

Ness: Bueno, son éstas. Te ayudaré a cargarlas en el coche.

Zac: De acuerdo.

Avanzó hacia ella y Ness dio un paso atrás. Notó la esquina de la mesa clavándose contra su espalda.

Pronto se desvaneció toda esperanza de que ese movimiento hubiera pasado inadvertido a sus ojos.

Se paró tan cerca de ella que tuvo que levantar la cabeza para mirarlo.

Zac: ¿Qué ocurre, Vanessa? ¿Has estado pensando en lo que dije la otra noche?

Ness: ¿Acerca de donar dinero para BookSmart? -sacudió la cabeza-. No hago colectas por mi cuenta. Tendrás que ponerte en contacto con la oficina central.

Zac: No, me refería a la noche que te acompañé hasta aquí -sonrió-. Ya sabes a lo que me refiero.

Ness: No, no tengo la menor idea de lo que hablas.

Zac: Mentirosa.

Ness: ¿Vamos a empezar con los insultos otra vez?

El aire estaba cargado de electricidad y se respiraba la tensión.

Zac: ¿Por qué no nos besamos y enlazamos nuestros cuerpos?

Rodeó con sus brazos su figura y sus labios capturaron su boca. Sabía que debía detenerlo, pero el pensamiento se desvaneció en la oleada de sensaciones que crecieron en su interior.

Mordisqueó con suavidad su boca y después atrapó el labio inferior entre los suyos y lo succionó. Si bien el primer beso había buscado la seducción directa, deliberada, en esta ocasión era más bien un asalto sutil a sus defensas para despertar sus deseos ocultos.

Se sintió caliente y excitada. Las sensaciones se agolpaban y la urgían a romper el muro de las inhibiciones. Cuando la lengua de Zac entró en la calidez de su boca, ella lo recibió en igualdad de condiciones y alimentaron juntos el fuego.

Nunca había experimentado esa clase de sensaciones con ningún otro hombre. ¡Y mucho menos con un solo beso!

Una calidez palpitante recorrió su cuerpo con creciente intensidad. Las manos de Zac avanzaron sin rumbo fijo a lo largo de su espalda, entre caricias, y ella gimió mientras atraía a Zac hacia ella con la mano en la nuca.

De pronto, Zac se separó. Respiraba hondo y dirigió a Vanessa una mirada penetrante.

Zac: No me digas que no has pensado en esto. ¡Somos puro fuego!

Ness: ¿Y qué importa si he pensado en ello? -respondió altiva-. Eso no cambia nada. Buscamos cosas diferentes, Zac.

Zac: No lo creas -dijo con la mandíbula firme-.

Ness: ¿Cómo?

Zac: He pensado mucho en lo que dijiste -se tocó el cabello-. Acerca de la posibilidad de encontrar una pareja en poco tiempo y que, si eso no resultaba, la inseminación artificial seria el siguiente paso.

Ness: ¿Sí?

Zac la miró de reojo, pero no supo interpretar esa mirada.

Zac: Comentaste que necesitarías un mínimo de cuatro citas y un mes de relación antes de que consideraras la posibilidad del matrimonio -hizo una pausa-. Creo que podría ajustarme a ese calendario.

Ness: ¿Qué quieres decir? -preguntó mientras contenía la respiración-.

Zac: ¿Sorprendida, Vanessa?

Ness: No, es solo que... quiero decir que... -pero abandonó la idea de formar una frase completa y se limitó a farfullar-. No lo entiendo.

Zac: Digamos que pienso que quizás Ashley no andaba tan descaminada.

Ness: Es un comienzo. Estás de acuerdo con Ashley.

La miró sorprendido, asintió y esbozó una sonrisa.

Zac: Pero no permitas que se entere. De lo contrario, me lo recordaría el resto de mis días -bromeó, pero recuperó el tono serio y clavó sus ojos azules en ella-. Yo quiero tener hijos. Y tú también. Ambos estamos preparados para hacer algo poco ortodoxo con tal de tenerlos.

Ness: Pero...

Se alejó unos pasos de ella y después se volvió para mirarla de frente. El traje gris marengo, hecho a medida, no disimulaba el poder masculino de su físico.

Zac: Ya sé lo que dije el día de la barbacoa. Me refería a que no estaba dispuesto a traer un montón de críos al mundo solo para que mi madre pudiera jugar a ser abuela. No he buscado la paternidad -su mirada atravesó a Vanessa-. Pero soy un hombre de negocios y sería un estúpido si rechazara un buen trato.

Un buen trato. A eso se había visto reducida. Una llama se apagó en su interior. Se odio a sí misma cuando escuchó su propia voz.

Ness: ¿Qué clase de acuerdo?

Zac se metió las manos en los bolsillos del pantalón.

Zac: ¿Has pensado en cómo te las arreglarías con tu hijo? Tienes una empresa que requiere atención y tiempo. Es un trabajo muy exigente.

Ness: Ya me las apañaré. Estamos en el siglo veintiuno.

Zac: ¿Cuánto tiempo lleva tu firma en el mercado? ¿Dos o tres años? Yo diría que el balance de tu cuenta no debe resultar muy halagador... -hizo una pausa- ...sino, más bien, al contrario.

Ness: Eso está a punto de cambiar -dijo sonrojada-.

Zac: ¿Cómo? ¿Gracias al contrato con Empresas Efron para el proyecto de la guardería? ¿Y después, qué? El bebé estará a punto de nacer para cuando necesites un nuevo contrato. ¿Y quién va a querer una empresa cuya única creativa estará a punto de dar a luz y permanecerá de baja durante varios meses?

A pesar de lo mucho que le costara admitirlo, sabía que tenía razón. Estaba muy cerca del éxito en los negocios y a punto de cancelar el crédito. Tan solo necesitaba un poco más de tiempo. Algo de lo que no disponía en ese momento.

Zac la observaba detenidamente y parecía capacitado para leer las emociones reflejadas en la expresión de su rostro.

Caminó hasta el sofá tapizado en rosa y se sentó en el respaldo con las piernas estiradas por delante.

Zac: Escucha, no quiero deprimirte ni asustarte.

Ness: ¿En serio?

Lo miró con desconfianza y un tono de sarcasmo que hubiera encantado a Ashley.

Zac: Sí, Vanessa -indicó con calma-.

¿Por qué siempre tenía que llamarla Vanessa en ese tono sereno cuando intentaba levantar un muro defensivo contra él?

Zac: Somos adultos y nos sentimos atraídos el uno por el otro. Tú quieres un hijo -soltó un suspiro-. Y a mí también me gustaría, con el tiempo.

Ness: ¿Con el tiempo?

Zac: Sí, no es algo en lo que haya pensado demasiado. No he planeado casarme. Al menos, nunca he pensado en el tradicional enlace en el que viviríamos felices por siempre jamás.

Ness: ¿Por culpa de Amber?

Zac: Supongo que sí -dijo, molesto ante la mención de su ex prometida-.

El compromiso de Zac se había cancelado siete años atrás justo antes de la boda. Zac nunca lo había mencionado. Ni siquiera Ashley sabía qué había ocurrido exactamente.

Ness se había sentido culpable por el alivio que le había supuesto la noticia de la cancelación. Si bien había coincidido con Amber en diversos actos sociales, nunca había llegado a conocerla en profundidad.

Ness: No tienes que casarte necesariamente para tener hijos -apuntó-.

Zac: Según mis reglas, sí.

Ness: ¿De qué estamos hablando, Zac? -preguntó con un nudo en el estómago-.

Zac: Solo digo que nos demos una oportunidad. Cuatro citas. Al cabo de ese tiempo, decidiremos si nos gustamos lo suficiente para casarnos y tener un hijo juntos. Así de simple -concluyó-.

Era una sugerencia espantosa. Aséptica, fría, típica de un hombre de negocios.

Ness: ¿No te gustaría casarte con una persona de la que estuvieras enamorado? -espetó de pronto-.

Zac: Ya te he dicho que esa parte no me interesa. Vanessa, soy un hombre muy rico. No me hago muchas ilusiones acerca de la imagen que tienen de mí la mayoría de las mujeres -señaló-.

Se lo quedó mirando. Seguía apoyado en el respaldo de su sofá, con más de metro setenta de hombría y una mirada que provocaría el desmayo hasta en sus más antiguas clientes. ¿Acaso había perdido el juicio?

Ness: ¿Y qué imagen crees que tienen de ti la mayoría de las mujeres?

Zac: Soy una chequera -dijo con brevedad, y añadió-, pero yo te ofrezco algo mucho mejor que la típica historia de amor.

Ness: ¿Mejor todavía? -repitió incrédula-.

Se levantó del respaldo y comenzó a pasearse por la habitación.

Zac: Sí, mejor. Tendrías paz de espíritu y el hijo que tanto deseas. Además dispondrías de soporte económico para que al niño no le faltara de nada y para que tu empresa se mantuviera a flote hasta que pudieras ocuparte nuevamente de todo. Y en cuanto a mí, mis padres tendrían el nieto por el que tanto han suspirado y que consideran mi necesaria aportación a la línea sucesoria. Y sería legítimo.

Ness: ¿Y qué ocurrirá después del nacimiento del bebé?

Zac: Eso dependerá de nosotros. Podríamos permanecer casados -se encogió de hombros-. Nuestro acuerdo no se diferenciaría demasiado del de otras parejas que frecuentan el Club de Campo.

Ness asumió que su cinismo no tenía límites y se preguntó qué le habría ocurrido en el pasado con Amber.

Ness: ¿Eso sería parte de nuestro acuerdo? ¿Tendría que entretener a los clientes, ofrecer conversación a los ejecutivos de la empresa y cenar con las otras esposas en el Club de Campo?

Zac: No -sacudió la cabeza disgustado-. Ni siquiera soy socio. Detesto a toda esa gente. Pero la clase de matrimonio que te propongo es habitual entre ellos. Y no espero que entretengas a nadie en mi nombre. Pero tampoco cuentes con que me guste cambiar pañales.

Ness: ¿Y qué pasa con el hecho de que esté trabajando para ti? -le dirigió una mirada divertida-. ¿No crees que la gente murmurará al respecto?

Zac: La guardería estará lista enseguida -señaló sin concederle importancia-. Siempre que seamos discretos, nadie tiene por qué enterarse. Es cierto que no acostumbro a mezclar los negocios con el placer, pero las reglas solo tienen sentido si se rompen en las circunstancias apropiadas.

Pese a que parecía una verdadera locura, empezaba a cobrar sentido a los ojos de Vanessa.

Ness: ¿Y tendríamos... -buscó las palabras adecuadas- ...un niño a la vieja usanza?

Zac: O moriríamos en el intento -replicó con una mirada oblicua-.

Ness estuvo a punto de atragantarse. ¿Cuántas veces planeaba intentarlo?

Sus miradas se encontraron y adoptó un tono provocativo.

Zac: ¿Cuál es el problema? -preguntó-. ¿Quieres que te demuestre otra vez que existe química entre nosotros?

Levantó la mano en un gesto automático para protegerse de él.

Ness: ¡No! -gritó, pero se recompuso un poco antes de añadir-. No, una nueva demostración no será necesaria.

Zac: Pasaré a buscarte el sábado a las ocho -dijo con un destello en la mirada-.

Ness: ¿Dónde iremos?

Zac: Yo me ocuparé de todo. Te llamaré.

Después salió del despacho con las cajas y Ness sintió que el aire volvía a hacerse respirable en la habitación.


El sábado por la tarde, Ness ya no sabía qué hacer para aplacar sus nervios y desviar sus pensamientos de la inminente cita con Zac esa noche.

Cuando el teléfono sonó, recibió la llamada con alivio.

Ness: ¿Diga?

**: Hola, guisante.

Ness: ¡Papá! -su cara se le iluminó con una sonrisa-.

Patrick: ¡Vaya! ¿No habrás olvidado la voz de tu querido y anciano padre, verdad? ¡Gracias, Señor, por los pequeños placeres de la vida! -contestó con su resonante acento irlandés-.

Ness: No, papá, acabo de hablar contigo.

Patrick: ¿Y cuándo fue eso, si se me permite la pregunta? Hace ya más de una semana, si no me equivoco.

Vanessa decidió que sería más inteligente cambiar el rumbo de la conversación.

Ness: ¿Qué tal se te está dando la pesca en los cabos de Florida? ¿Todo bien?

Patrick: No podría ir mejor. He pescado un róbalo más grande de lo que puedas imaginar -dijo con un suspiro y, tras charlar acerca de su viaje, preguntó lo que Vanessa tanto temía-. ¿Cómo está mi pequeña?

Ness: Estoy trabajando mucho.

Patrick: No demasiado duro, espero. ¿Y no has pensado en regalarle a tu querido padre un nieto para que pueda corretear tras él?

Ness: ¡Papá!

Su mente voló hasta Zac, y regresó al punto.

Patrick: No me salgas con eso de ¡Papá! Me preocupo por ti.

Ness suspiró exasperada. Zac no era el único que sufría la presión de la familia. Claro que su padre no sabía lo duro que le resultaba enfrentarse al tema de los hijos. Buscó un acercamiento más amable.

Ness: Si decido en algún momento regalarte un pequeñín para que juegues con él, te lo diré.

Patrick: Eres dura de roer, muchacha.

Ness: Adiós, papá.

Ness suspiró de nuevo. Desde que su madre había fallecido cuando solo tenía ocho años, siempre había estado sola con su padre. La muerte de su esposa, Sarah, había sido un golpe devastador para su padre. Había tenido que educarla en el doble papel de padre y madre.

Y esa era la única queja que podía achacar a su padre. Siempre había sido excesivamente cauteloso y seguía tratándola como si fuera «su pequeña».

Había procurado convencerla, naturalmente para que se fuera con él a Florida cuando se había instalado allí tras su jubilación. Pero ella ya había iniciado su carrera profesional en Carlyle y había rechazado su ofrecimiento. También le había desilusionado que hubiera vendido su empresa de construcción sin que se le hubiera pasado por la cabeza ofrecerle la posibilidad de hacerse cargo de su continuidad. Algunas veces se había preguntado si las cosas habrían sido de otra manera si su padre hubiera tenido un niño.


La casa de Vanessa estaba tranquila cuando Zac frenó frente a la entrada el sábado por la noche. Vestía pantalones negros, una camisa de cuello abierto gris y una chaqueta a juego. Había reservado una mesa en Casa Vittoria, en Prescott, el nuevo restaurante al que se había referido Jones la otra noche. Sintió una oscura satisfacción al robarle la idea al corredor de Bolsa.

Había estado sonsacando información a Ashley acerca de Vanessa cuando su hermana le había sugerido, más que cansada, que se informara en persona y aprovechara para pasarse por su casa a recoger los adornos para su fiesta.

Cada vez que lo pensaba se daba cuenta de que quizás Ashley había tenido una idea brillante. La realidad era que la vida empezaba a aburrirlo. Todo se limitaba a una sucesión de clones de Amber que veían en él solo su fortuna.

Torció los labios en una mueca ante los recuerdos. Habían pasado siete años desde que había estado perdidamente enamorado, a sus veintidós años, e iniciaba su carrera profesional. Prendido de un par de preciosos ojos azules, había hecho caso omiso de las advertencias que amigos y familiares le habían hecho hasta que había sido demasiado tarde.


Habían celebrado una fiesta de compromiso, desde luego. Una cena carísima que Amber había insistido para que tuviera lugar en el club más selecto de la ciudad.

Amber: Pero, cariño, todo el mundo anuncia su compromiso en el Club Bridgewater

Había señalado con un puchero en los labios cuando él había mostrado ciertas dudas sobre la necesidad de tanto lujo.

Hacia el final de la velada, se había escabullido hacia una de las múltiples terrazas para disfrutar de una copa de whisky. Amber y Melany, su mejor amiga, se habían retirado al pasillo para charlar a solas.

Mel: ¡Amber, querida, me alegro tanto por ti!

Había dicho en su voz chillona.

Amber: Gracias, querida.

Mel: ¡La familia Efron, madre mía! -se había abanicado con la servilleta y no había duda que llevaba alguna copa de más-. ¡La mayoría de las predicciones aseguran que Zac valdrá más de medio billón antes de los treinta y cinco! ¿Cómo te las arreglarás para gastarte esa fortuna?

Entonces había reconocido la sonrisa tintineante de Amber.

Amber: ¡Oh, Mel! ¿Cómo puedes preguntarme eso? ¿Alguna vez he vivido por debajo de mis posibilidades?

Mel: Bueno, no -había respondido tras un instante de reflexión. Ambas habían reído como dos conspiradoras que compartieran un chiste privado-. Y además en el momento justo -había proseguido-. Tienes tanta suerte que has pescado a Zac justo cuando se te ha acabado la reserva de fondos.

Amber: No ha sido la suerte -había replicado con un guiño-. Tan solo he sabido jugar mis cartas.

Mel: ¿Has roto el corazón del pobre Andy? -preguntó con una risita-.

Amber: Pero esa es la mejor parte, querida. Zac es un adicto al trabajo perfectamente aburrido, así que eso me deja todo el tiempo del mundo para recrearme con el encantador Andy.


Zac había perdido el color. Las puertas de su corazón se habían cerrado al instante y había echado el candado.

La ironía de todo el asunto era que ahora también había perdido el interés por el trabajo. ¿Acaso eso no le encantaría ahora a Amber?

Desde luego seguía trabajando mucho. Solo que ya no estaba tan absorto como al principio. Ese fuego interno, implacable, esa determinación por alcanzar el éxito había perdido fuerza. Si la ambición era como una hoguera, había perdido fuelle. Ya no quedaba nada de ese furor primitivo.

A la edad de veintinueve, había comprendido que ya no sería joven otra vez. Unos meses atrás, uno de los jefes de la competencia había fallecido en su despacho de un ataque al corazón. El hombre se había quemado a la edad de treinta y tres años. Desde entonces, se había mostrado pensativo en algunos momentos.

Así pues, quizás había llegado el momento de afrontar nuevos retos. Y Vanessa lo era, desde luego. Iba a exigirle mucho más de lo que estaba dispuesto a ofrecer. Pero había diseñado un plan que podría beneficiar a ambos. Un breve periodo de prueba y, si todo salía bien, un matrimonio basado en consideraciones prácticas.

Tendría a Vanessa y el hijo al que prácticamente había renunciado después de que Amber lo vacunara contra toda esa basura del matrimonio y el amor. Vanessa tendría su bebé y la tranquilidad de un futuro asegurado.

Era un plan perfecto, brillante. Y estaba dispuesto a exprimir cada segundo de su relación con Vanessa.

Y empezaría en ese mismo instante.

Nada más abrirse la puerta, lo vio todo rojo. Era un rojo profundo, color vino. El color del vestido que enmarcaba las curvas de su cuerpo en un cálido abrazo. Y un cuello sin mangas que dejaba al aire los hombros y su esbelto cuello.
Se aclaró la garganta.

Zac: Toma -le entregó un ramo de flores-. Son para ti.

Ness: Gracias.

Se inclinó para aspirar el aroma mezclado de las rosas y las lilas.

Zac: De nada -entró tras ella-.

Ness. Las lilas son mis favoritas.

Zac: Hacen juego con el color de tu vestido -señaló, orgulloso de su acierto-.

Ness: Ponte cómodo. Solo voy a ponerlas en agua antes de que salgamos -dijo por encima de su hombro, camino de la cocina-.

Observó cómo se alejaba. La visión de su cuerpo de espaldas resultaba todavía más llamativa que de frente.

Regresó con las flores colocadas en un jarrón de cristal que puso en una mesa.

Ness: ¿Te apetece beber algo?

Zac: No. Será mejor que nos vayamos -dijo con más brusquedad de la necesaria y ella lo miro desconcertada-.

La verdad era que no se fiaba de sus propios instintos si se quedaba a solas con ella en la casa. Observó que llevaba las uñas de los pies pintadas de rojo oscuro y que sobresalían en unas sandalias de tiras de tacón alto. El efecto resultaba muy erótico.

Una vez que Vanessa había elegido un bolso de lentejuelas en el que habría jurado que no cabía nada más que un juego de llaves y un chal con flecos, Zac la acompañó hasta la puerta.

Casa Vittoria estaba a poco más de un cuarto de hora por una carretera que conocía bien, así que llegaron al restaurante en un tiempo récord.

Tenían reservada una de las mejores mesas del local y Zac tomó nota en su cabeza para agradecerle a Celia, su secretaria, su buen ojo. Al instante apareció un camarero que les ofreció la carta de vinos y el menú, mientras otro camarero les servía el agua. El primero de ellos recitó los platos especiales del día con un fuerte acento.

Zac levantó los ojos de la carta de vinos cuando escuchó cómo Vanessa preguntaba al camarero en un perfecto italiano.

Zac: ¿Dónde has aprendido italiano? -preguntó una vez que se quedaron solos-.

Ness: En el instituto. Me matriculé en lenguas romances. Tras la muerte de mi madre, mi padre y yo viajamos mucho por todo el mundo. Supongo que era su forma de compensarme por la pérdida de mi madre. Cuando entré en el instituto, me encantaban el italiano, el francés, el español...

Mientras hablaba no había dejado de girar el pie de la copa de agua entre sus dedos y al estabilizarlo estuvo a punto de salpicar.

Zac pensó aliviado que también ella sentía algo de la tensión que lo atenazaba desde que había posado su mirada sobre ella esa noche. Decidido, cogió la mano de Vanessa y dibujó círculos con el dedo en el revés de la palma.

Zac: Despacio -susurró-.

Solo la aparición del camarero para preguntar si ya habían elegido el vino salvó a Ness. Apartó la mano rápidamente y procuró calmar su respiración, agradecida ante la momentánea distracción de Zac.

Zac: Había pensado que podíamos pedir un Chardonnay -dijo con un revelador brillo en la mirada y ella supo que estaba burlándose de su debilidad hacia ese vino-.

Ness: Eso sería estupendo -bebió un poco de agua, Zac pidió un reserva y ella buscó un tema nuevo-. Ashley me ha comentado que estás muy ocupado últimamente.

No le había dicho una palabra a Ashley acerca de sus «citas» con Zac. Eso dispararía las esperanzas de su amiga.

Zac suspiró y se recostó en la silla.

Zac: Sí. La semana que viene estaré de viaje, me temo.

Ness: No pareces muy ilusionado.

Zac: Vivir con la maleta a cuestas nunca resulta divertido.

Ness: Pero tienes que viajar continuamente.

Zac: Más de lo que me gustaría -asintió-. El mundo de la informática progresa sin cesar. Y muchos de nuestros socios están en California. ¿Y tú?

Ness: La mayoría de mis clientes están asentados en Massachussets. Son muchos kilómetros, pero no deja de ser dentro del Estado.

El camarero regresó para tomar nota. Después, Zac tomó la palabra.

Zac: ¿Has pensado en cómo te las vas a arreglar cuando tengas un hijo? -La franqueza de la pregunta dejó a Ness sin aliento y lo miró asombrada. Zac se encogió de hombros-. Es un tema que nos hemos planteado en la empresa. Hay horarios partidos, horarios flexibles y arreglos para trabajar en casa que hemos establecido con los empleados.

Ness: ¡Es admirable!

Torció los labios en ese gesto revelador que ella asociaba con sus sarcásticas medias sonrisas.

Zac: La verdad es que si no hubiera pensado que sería una buena política para la compañía, mi madre y Ashley me habrían despellejado.

Ness: Estoy segura de que tus empleados están agradecidos -dijo sin reírse-.

Zac: La verdad es que el mayor beneficio fue que fuéramos portada de una revista de paternidad y familia que me nombró pionero junto a Barrio Sésamo -señaló-.

Ella rió a gusto y él se unió a ella.

Ness: Seguro que se han dicho cosas peores de ti -apuntó-.

Zac: Sí, es cierto -asintió-. Prepárate para lo peor y te llevarás muchas sorpresas agradables.

Ness: ¿Ese es tu lema?

Zac: Uno entre tantos -indicó en tono elusivo-.

Ness: ¿Y los otros serían...?

Zac: Los sueños de hoy se cimientan en las realidades del ayer.

Ness: Vaya, nunca lo había oído -señaló con la cabeza ladeada-.

Zac: Es de mi propia cosecha -dijo con la copa en la mano-.

Ness: ¡Ah, un filósofo casero! -suspiró-.

Zac: ¿La señorita victoriana conoce a Maquiavelo?

Ness: ¿Ese eres tú? ¿El filósofo realista que siempre piensa lo peor de la naturaleza humana?

Zac: Todos los empresarios tienen algo maquiavélico -se inclinó hacia delante-. Es algo congénito a nuestra actividad. No permitas que nadie te diga lo contrario.

Ness: ¿Significa eso que estoy aparentando mi papel de joven victoriana, coqueta y recatada? -preguntó, suponiendo que su negocio la calificaba como empresaria-.

Zac: No -su mirada examinó a Vanessa y después sonrió-. Es tan solo una de tus facetas. Otro rasgo es tu disposición para los negocios. De otro modo, ante mi proposición, me habrías abofeteado y me habrías negado el saludo.

Estaba analizándola minuciosamente.

Ness: Quizás haya decidido seguirte el juego -sugirió-.

Zac: No -negó con la cabeza-. Te gustan los retos.

Sintió un escalofrío a lo largo de la espina dorsal. Estaban jugando muy en serio y las apuestas nunca habían estado tan altas.




Maldito Zac (¬_¬)
Osea que para él casarse con Ness y tener un hijo con ella es solo un "negocio". ¡Ya le vale!
Yo que Ness no aceptaba.

¡Gracias por los coments!
¡Un besi!


4 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

Wao.. no sé si es bueno o malo ese trato.. pero ya es un paso a pesar de las ideas de ZAc....
siguela

Unknown dijo...

yo sí lo hubiera abofeteaado y retirado el saludo, pero se aman en secreto jiji :D

Síguela pronto.. :D

Natasha dijo...

me encantaaaa <3<3<3<3<3<3

Unknown dijo...

Wowwww!
Creo que era hora no..? Igual, se que no es un negocio despues Zac la va a queerer!



Me ha encantado el capitulo, sube pronto :)

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