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martes, 8 de octubre de 2013

Capítulo 2


Zac siempre había pensado que su despacho era enorme, pero estaba empezando a sentirse tan incómodo como en un armario escobero. Vanessa ya había llegado para discutir los detalles acerca de la construcción de la guardería.

Paseó su mirada sobre ella una vez más. Un traje azul marino bastante conservador se ajustaba a sus generosas curvas. Los zapatos negros resaltaban un par de piernas bien torneadas que, por el momento, mantenía cruzadas a la altura de los tobillos y dobladas hacia sí. Estaba tomando notas en su cuaderno.

Era una satisfacción que hubiera acudido a la cita y que, en apariencia, hubiera olvidado su encuentro del pasado sábado. De hecho, parecía que habían recuperado su antigua relación, distante y educada.

Zac se convenció a sí mismo que así era como quería que siguieran las cosas.

Ness: ¿Podría inspeccionar ahora el solar reservado para la guardería? -preguntó con suma corrección-.

Zac: Por supuesto -replicó y, al incorporarse, notó en ella cierta alarma-.

Ness: ¿Vas a acompañarme?

Zac: Sí -aseguró y arqueó una ceja-. ¿Supone un problema?

Ness: No, no -contestó apresuradamente mientras guardaba el cuaderno y la pluma en su bolso de cuero-. Pero sé que estás muy ocupado y estoy segura de que podrías pedírselo a otra persona.

Zac: Bueno, la guardería es un proyecto muy importante, ¿no te parece?

Vanessa le lanzó una rápida mirada. Pero, antes de que pudiera interpretarla, ya había salido de su despacho.

Zac, impulsado por la necesidad de romper ese silencio y una cierta curiosidad, tomó de nuevo la palabra.

Zac: ¿Hace cuánto que trabajas por tu cuenta? Antes pertenecías a una de esas grandes firmas de diseño con sede en Boston.

Ness: De eso hace ya dos o tres años.

Zac: ¿Las cosas no te funcionaron bien en la gran ciudad?

Se reprochó en silencio la pregunta ante la evidencia de la respuesta, pero Vanessa no pareció ofendida.

Ness: No, nada de eso -replicó-. Pero siempre supe que quería montar mi propio negocio.

El ascensor se detuvo en la planta baja y se dirigieron hacia la zona del edificio situada más al noreste.

Era una habitación muy grande. El sol inundaba todo el espacio a través de los ventanales que daban al jardín de la parte trasera.

Ness: ¡Es una maravilla! -exclamó gratamente sorprendida-.

Zac: Me alegra que te guste -asintió consciente de que ese comentario era un pobre reflejo del interés que había demostrado por el proyecto de la guardería-.

Se apoyó en el marco de la puerta, cruzó los brazos sobre el pecho y observó los gráciles movimientos de Vanessa a lo largo de la habitación.

Había dos escaleras manchadas de pintura en una esquina de la habitación, cubiertas con una lona. Los pintores que había contratado habían cubierto los agujeros y habían alisado las paredes. La habitación había instalado docenas de cubículos y se había cableado de un extremo a otro.

Vanessa lo miró por encima del hombro. Su rostro iluminado reflejaba las infinitas posibilidades del local.

Ness: Mi primera idea sería sustituir uno de los ventanales por una puerta y acondicionar una zona de recreo en el exterior. Habría una valla, por supuesto -hizo una pausa y añadió-. ¿Crees que sería posible?

Zac: No creo que suponga ningún problema cederte una parte del césped.

Ness: Además, facilitaría una salida de emergencia para los críos en caso de incendio. Esa sería otra ventaja.

Zac: Bien.

Ness: Tendremos que colocar armarios pequeños en una de las paredes.

Zac: ¿Armarios?

Ness: Sí -dijo con calma-. Así los padres podrán guardar cosas para sus niños. Ya sabes, biberones, pañales...

Zac: Entiendo.

La verdad es que podría haberle asegurado que necesitaban trajes espaciales y un par de cohetes y lo habría aceptado sin el menor reproche.

Zac se devanó los sesos. Los años de preescolar no eran más que un recuerdo vago y confuso. ¿Acaso habían tenido entonces armarios?

Ness: ¿...cocina? -terminó-.

Zac: ¿Qué? -se apartó del marco de la puerta-.

Ness: Decía -repitió- que ya sabrás que tenemos que instalar una pequeña cocina o una despensa. Y unos aseos.

Zac: Supongo que no podemos obligar al pequeño Johnny a hacer cola detrás de algunos ejecutivos para usar el servicio -asintió-.

Ness: En efecto -una sonrisa asomó en sus labios-. Sabes más de lo que crees.

Zac: Sshh -se llevó el dedo a la boca-. No dejes que el mundo se entere.

Vanessa rió con ganas, la miraba alegre. El sol arrancó destellos de su melena mientras se volvía hacia él.

Era preciosa. El tiempo, mientras no le había prestado atención, había hecho su trabajo. ¿Cómo era posible que no lo hubiera notado? ¿Y por qué no se había fijado?

Parecía impensable que Vanessa estuviera encarando la infertilidad. Rebosaba vitalidad por cada poro de su piel. La exuberancia de su figura lindaba con la voluptuosidad.

La blusa blanca que llevaba debajo de la chaqueta abierta marcaba con claridad la redondez de sus pechos y apenas sugería el sujetador de encaje que los reafirmaba. La falda recta azul marino terminaba justo por encima de las rodillas y permitía una visión de sus bonitas piernas, realzadas por una medias claras y los zapatos negros de tacón alto.

Solo le disgustaba su peinado. Había ocultado su abundante melena negra en un moño de trabajo. Se preguntó cómo reaccionaría si le pidiera que se soltara el pelo y notó cómo le hervía la sangre ante esa idea.

Ella se acercó hacia su posición.

Zac: ¿Eso es todo? -preguntó con voz neutra, si bien su cuerpo se había tensado ante su inminente proximidad-.

Ness: ¡Sí, desde luego!

Su afirmación terminó en un jadeo al tropezar. De un modo instintivo, Zac alargó los brazos para impedir su caída y la sujetó contra sí. Estuvo a punto de soltar un gemido cuando sintió la presión suave de sus pechos contra su torso.

Vanessa levantó la vista hacia él, los ojos abiertos de par en par, la cara roja.

Ness: ¡Creo que me he enganchado el tacón con algo!

Zac se obligó a mirar más allá de ella.

Zac: Es una grieta. Supongo que será por culpa de las obras. Parece que el suelo también necesitará un repaso -dijo y volvió sus ojos hacia ella-.

Ness: Tendré que ir con más cuidado -señaló con una risa débil-. De lo contrario, yo necesitaré un repaso.

Debió interpretar algo en la mirada de Zac, porque súbitamente se desvaneció toda señal de diversión y la rigidez se instaló en sus hombros. Abrió todavía más los ojos, de un marrón cautivador punteado por gotas doradas, y separó los labios. Ese gesto atrajo la mirada de Zac.

Eran unos labios plenos, húmedos y terriblemente atrayentes. Instintivamente, inclinó la cabeza.

Una expresión de alarma apareció en sus ojos y Vanessa frenó su tentativa con las manos en su pecho.

Ness: Tendré un boceto de los planos en una semana, más o menos -dijo casi sin aliento-.

En un gesto áspero, Zac apartó la cara y dejó caer los brazos para que ella pudiera retirarse un poco.

Zac: Bien.

Ness: Te llamaré tan pronto como tenga algo listo -indicó mientras se colocaba el bolso-.

Salió de allí tan rápido como le fue posible. Zac se lamentó en silencio mientras observaba cómo se perdía de vista.


Todavía estaba tratando de asimilar de modo racional lo que había estado a punto de ocurrir esa mañana cuando se presentó a su cita de mediodía para su almuerzo de negocios con su hermano David.

David: ¿Qué tal te ha ido esta mañana? -preguntó mientras alcanzaba la cesta del pan en la mesa de la sala de reuniones-.

Zac: Todo está bajo control -contestó con aire despreocupado sin levantar la vista de una agenda que le había entregado el departamento de investigación y desarrollo-. Pero no tengo tiempo para eso, así que te encargarás de ahora en adelante del proyecto de la guardería.

David: Un auténtico bombón, ¿verdad?

Zac ni siquiera fingió que no había captado el sentido de la frase. Dirigió a David una mirada severa.

Zac: Vanessa firmará el contrato en breve. Es una asociada laboral. Y una buena amiga de la familia.

David: Oh, vamos, Zac. No vas a decirme que no te has fijado en esos enormes ojos marrones y esa sensual...

Zac: Y te aconsejo que mantengas las manos, y todo lo demás, a distancia -zanjó-.

Pero recordó con cierto arrepentimiento que no había predicado con el ejemplo esa mañana.

David: De acuerdo. Tú mandas -aceptó con una sonrisa fácil-.

Zac: En efecto. Procura recordarlo durante más de quince segundos.

Tras su encuentro de esa mañana con Vanessa había decidido que lo más sensato sería que otra persona se ocupase del asunto de la guardería. Sabía que no podía dejar de contratar a Vanessa o Ashley se pondría echa una furia.

La solución más obvia sería asegurarse de que David despachara el asunto lo antes posible. Por mucho que la actitud de su hermano le hiciera lamentarse de su decisión en ese momento.

David: Ya sabes que solo estaba bromeando -estaba diciendo-. Ashley me explicó la enfermedad de Ness. ¡Mala suerte!

Zac conocía de sobra a su hermano para saber que no tenía la menor intención de rondar a Vanessa.

Zac: Desde luego, el plan descabellado de Ashley crearía una nueva filial, Banco de Esperma Efron.

David: Sí -sonrió y se sirvió agua de la jarra-. Pero iniciaría su actividad con el hermano equivocado.

Zac: Tú tampoco servirías -señaló-.

David: Llevas en el buen camino demasiado tiempo -se encogió de hombros-. Tu idea de la radicalidad pasa por llevar una corbata a rayas anchas.

Zac: ¿Me lo dice la misma persona que me persiguió durante semanas para presentarme a Samantha, “la Chica del Suéter”? -replicó con aire incrédulo-.

David: Eso fue en el instituto. O quizás en la universidad. Perdiste el tren hace un montón y tu encanto personal se ha desvanecido.

Zac: De acuerdo, soy un carroza -meneó la cabeza-. O como quiera que se llame ahora a un tipo anticuado.

David: Mira, solo digo que una donación de esperma no es una idea tan mala. Hace mucho tiempo que conocemos a Ness. Ayudarla...

Zac: ¡Por todos los santos, hablas de ello como si se tratara de reparar un grifo que gotea!

David: De acuerdo, es totalmente distinto. Y no digo que debas hacerlo.

Zac: Alex...

David: No ha dicho nada -negó con la cabeza-. Ash me contó lo que había dicho en la barbacoa, pero no ha vuelto a mencionar el asunto desde entonces.

Zac se relajó. Había permanecido tenso todo el tiempo casi sin darse cuenta. David dirigió a su hermano una mirada burlona.

David: Tendrías que haberlo intentado con ella cuando era más joven y se pasaba el día en casa con Ashley. Hubiera jurado que estaba colada por ti. -Ignoró la mirada oscura de Zac y prosiguió con locuacidad-. ¡Solo Dios sabe qué vería en ti! Había muchas otras presas posibles de irreprochable masculinidad en la casa. Pero, ¿quién entiende a las mujeres?

Zac: ¡No era más que una niña!

David: Bueno, pues ya ha dejado de serlo -observó-.

Zac: Ahora trabaja para nosotros.

David: Sí, pero eso no va a durar siempre. Y te comportas con un ardor desconocido cada vez que se menciona el tema de Nessi y la inseminación, Zachy.

Zac: Andas muy descaminado. Sencillamente, no quiero que haga nada que pueda lamentar más tarde. Llámame anticuado, pero creo que los niños deben traerse al mundo según el método tradicional.

Si David se mostraba escéptico en ese punto, se guardó sus opiniones.

David: La idea de Ashley no es ninguna locura, Zachy. Mamá lleva años detrás de ti para que tengas hijos.

Zac: No saques ese tema -entornó la mirada-.

David: De acuerdo, hermano -arqueó las cejas-. Pero no tendrías que donar esperma si pudieras convencer a Ness para hacerlo a la vieja usanza.

Zac estuvo a punto de volcar la taza de café. La dejó sobre el platillo con estrépito.

Zac: ¡Vaya, magnífica idea! Podría seducir a la mejor amiga de mi hermana pequeña. Seguro que eso funcionaría.

David: Solo digo que lo estudies en profundidad. Quizás sea una inversión a largo plazo que valga la pena -apuntó-.


Ness, pese a sus esfuerzos por concentrarse en el trabajo, asumió que su mente no dejaba de reproducir los acontecimientos de esa mañana en la oficina de Zac.

Había estado a punto de besarla. Eso estaba claro. Y ella, como una boba, había reaccionado igual que un animal deslumbrado por un faro. Había abierto los ojos de par en par y después había huido a toda velocidad.

Suspiró. Pensó que, tras todos esos años, cuando finalmente se le había presentado la oportunidad con la que había soñado tantas veces, lo había echado todo a perder. Sencillamente, no era la clase de mujer moderna y sofisticada.

Pero seguía siendo un misterio por qué Zac había estado a punto de besarla. ¿Sentiría curiosidad por ver si experimentaba algún tipo de atracción hacia ella?

¿Qué habría ocurrido si la hubiera besado? Se estremeció ante esa idea y se le erizó el vello de todo el cuerpo.

De pronto, cortó de raíz esa línea de pensamiento. ¿Qué estaba haciendo? Se dijo con firmeza que había superado hacía años ese encaprichamiento por Zac de su adolescencia. Y, ahora que iba a trabajar para él, no debía reabrir esa puerta del pasado.

Tendría que sentirse agradecida. Zac había decidido entregarle el proyecto de la guardería pese a su irresponsable comportamiento del sábado en la barbacoa. Sabía que el contrato con Empresas Efron reflotaría su negocio.

Su mirada vagó por enésima vez sobre los folletos apilados en una esquina de su amplia mesa de despacho de estilo victoriano, colocada junto a las ventanas salientes en el primer piso de su casa. Los había recibido desde diferentes clínicas de fertilidad de Boston.

El pánico inicial ante el diagnóstico del médico había remitido, pero su órdago empezaba a perder fuerza ¿Cómo se las apañaría para salir adelante ella sola? Un negocio en ciernes, un bebé y una hipoteca sobre una vieja mansión victoriana que necesitaba una buena reforma.

Incluso la inseminación artificial tendría un coste económico. Había heredado una pequeña suma de su tía Kate que hubiera querido guardar como un ahorro. Sin embargo, por doloroso que fuera, lo más probable sería que tuviera que invertirlo en el banco de esperma.

El teléfono interrumpió sus reflexiones.

Ness: ¿Diga?

**: Hola, preciosa, tu príncipe ya ha llegado.

Ness: ¡Vaya! Hola, príncipe -torció los labios-. ¿Qué tal estás?

David: Intento hacer malabarismos en sustitución de Zac -soltó un gemido dramático-. Tenemos que cambiar nuestra cita del lunes. Me temo que tengo que ausentarme de la ciudad otra vez. Si estás libre, ¿qué te parece una cena de negocios mañana por la noche?

Ness: Eso sería el viernes -bromeó-. Habría jurado que tendrías planes.

David: Y así es, encanto, en efecto -arrastró las palabras con seductora ironía-. Pienso llevar a una preciosa morena de ojos marrones al mejor restaurante francés de Boston.

Puesto que siempre había tenido una relación muy fluida con David, se preguntó si no sería todo parte de un plan para animarla. Su cita no era urgente y podía esperar perfectamente hasta que regresara de la ciudad.

Ness: ¿Quién te ha dicho que adoro la comida francesa?

David: Tengo mis propias fuentes -señaló-. Te pasaré a buscar a las nueve.

Ness: Perfecto.


La noche siguiente, David dibujó una sonrisa en sus labios desde el mismo instante en que apareció en su puerta, dio un paso atrás anonadado e hizo una reverencia.

David: Mis sueños se han hecho realidad -dijo con suntuosidad-.

Ness: Eres un payaso.

Llevaba un vestido azul de manga corta que había descansado durante mucho tiempo en el fondo de su armario. Pese a todo, agradeció el piropo.

El encargado del restaurante Beauchamp saludó a David como a un viejo amigo. Estaba claro que era uno de sus clientes favoritos. Ocuparon una mesa iluminada con velas junto a la ventana, que ofrecía una magnífica vista del río Charles.

David: Tengo órdenes precisas para discutir costes y los términos del contrato, pero -le guiñó un ojo- dejemos eso para el final.

Ness: ¿Ese es el propósito de la cena? -preguntó con una sonrisa-. Quieres agasajarme y debilitar mi posición.

David: Me ofendes.

Ness: Al contrario -señaló-. Pero no quiero que pierdas el tiempo.

David: Una cena con una mujer encantadora nunca es una pérdida de tiempo -aseguró con una sonrisa-.

Rió con ganas, muy a su pesar, hasta que fijó su mirada en los ojos de Zac al otro lado del restaurante y se quedó de piedra. Ashley había entrado tras su hermano.

David se volvió siguiendo la mirada de Vanessa y se levantó cuando sus hermanos se acercaron. Ashley abría la comitiva, seguida del encargado y de un Zac intimidante.

Ash: ¡Menuda sorpresa! -exclamó y se volvió hacia Zac-. ¿No te parece?

Zac: Ya lo creo -dijo con sobriedad-.

Ash: ¿Te importa que os acompañemos?

Ness: En absoluto -susurró-.

David: A mí sí me importa -Ness lo miró asombrada-. Me vais a cortar las alas. Así que lárgate, hermanita.

Ashley soltó una carcajada y golpeó a su hermano.

Ness notó cómo le ardía la cara. Miró de reojo a Zac, cuya expresión resultaba todavía más sombría. Se avergonzó ante su propia imagen y lo que pensaría de ella.

Se trasladaron a una mesa para cuatro merced a la eficiencia del encargado. Zac se sentó frente a Vanessa, que estudiaba la carta con la misma fascinación que hubiera mostrado ante la escena cumbre de una novela mediocre escrita solo para ganar dinero. Estaba incómoda, desde luego.

Desplazó la vista de sus ojos a los labios y decidió que esa noche formaban un ligero puchero. El vestido que llevaba revelaba una amplia extensión de piel morena cuya suave pendiente se nivelaba en los senos reprimidos por la tela de su blusa.

Sentía un picor en sus manos que lo impulsaba a liberar esos pechos de su confinamiento y sostenerlos en las palmas, acariciando los pezones con sus pulgares hasta que fueran endureciéndose y oscureciéndose a causa de su roce...

Consciente del curso de sus pensamientos, Zac echó el freno.

¿Acaso estaba loco?

No tenía ningún sentido que especulara con sus pechos, incluso si su calenturienta imaginación insistía en suministrar detalles a su enfebrecida mente.

Tenía que parar los pies a la mujer.

Pero tenía que concederle que trabajaba deprisa. La semana pasada se había insinuado a él. Esta semana había seleccionado un nuevo objetivo. Quizás prefiriese a David. Siempre había existido un cierto coqueteo entre ellos. Quizás por eso le había resultado tan fácil rechazar a Alex. Ya tenía decidida su presa y el banco de esperma era solo una cortina de humo.

O puede que la hubiera convencido con sus argumentos para que encontrara marido. El problema era que no se había referido a su hermano.

Miró a David. Era un joven propenso a las mujeres bonitas. Sería una presa fácil para una mujer necesitada. Quizás no se sintiera obligado...

Ash: ¿No estás de acuerdo, Zac?

Zac: ¿Qué?

Ashley lo miró a los ojos con expresión cómplice.

Ash: Estaba diciendo que deberíamos pedir un Chardonnay de buena cosecha. Es una debilidad que compartes con Ness -se volvió hacia ella-. ¿Alguna sugerencia?

Ness: Estoy segura de que Zac hará una magnífica elección.

Ness miró de reojo a Zac y éste asintió con una leve inclinación de cabeza.

Durante la cena, David se interesó por algunos aspectos sencillos de la guardería. En un par de ocasiones sus ojos se toparon con la mirada de Zac, pero éste rechazó su invitación y guardó silencio.

Ash: ¿Qué tal lo está pasando Patrick en Florida? -preguntó de pronto-. ¿Disfruta de la pesca con mosca?

Ness: Está encantado -sonrió al recodar a su padre-. Creo que Florida le está sentando de maravilla.

David: Y eso por no hablar de las viudas alegres -añadió con una sonrisa-.

Ashley rió y Zac dibujó una extraña mueca en sus labios.

Ness fingió cierta irritación. Su padre había vivido solo durante demasiado tiempo. Si encontrara a alguien en Florida, se alegraría mucho por él.

Ness: No para papá. Antes besaría un pez.

Ash: Seguro que se lo ha pasado en grande pescando durante el fin de semana en memoria de los caídos.

Ness: Seguramente tengas razón -sonrió-. Tenía planeada una excursión, pero hace una semana que no hablo con él.

Sintió tres pares de ojos clavados en ella y lamentó el comentario. Todavía no había reunido el valor necesario para informar a su padre acerca del diagnóstico del médico.

El resto de la velada transcurrió en una nebulosa para ella. Charlaron acerca de los casos más recientes en los que había trabajado Ashley. Y Zac y David discutieron sobre cuál sería el mejor modo de promocionar sus últimos programas informáticos.

Al salir del restaurante, Ashley tomó la palabra.

Ash: ¿Qué os parece si acerco a David? Su apartamento queda muy cerca del mío -se volvió hacia Zac-. Vas a volver a Carlyle, ¿verdad, Zachy? Seguro que no te molesta acercar a Ness.

Ness confió en una rápida protesta por parte de Zac, pero se quedó desconcertada cuando éste accedió.

Zac: Claro que no -aseguró con una sonrisa sarcástica-.

¡Demonios! Estaba metida en un lío. David se agachó para besarla en la mejilla.

David: Me pondré en contacto contigo en cuanto regrese -dijo y se dirigió a su hermano-. ¿Puedo confiarte a esta preciosidad?

Zac le dedicó una mirada insignificante. Algo oscuro y significativo se filtró entre ellos y David soltó una carcajada suave antes de volverse.

Se encontró a solas con Zac demasiado pronto. La mano apenas insinuada en la espalda, acompañó a Ness hasta un BMW negro que un chico del servicio acababa de frenar junto a la entrada.

Zac: Abróchate el cinturón -dijo y salieron del aparcamiento-.

Condujeron en silencio. Un silencio amenazador, en opinión de Ness. Era la calma que precede a la tormenta.

El interior del coche resultaba un espacio demasiado íntimo con Zac al volante y el color negro rodeándolos.

Miró a Zac con el rabillo del ojo. Miraba al frente, aparentemente concentrado en la carretera. Se preguntó en qué estaría pensando.

Esa noche habría parecido algo exactamente opuesto a la realidad y tenía una explicación lógica. Desgraciadamente, carecía del valor necesario para explicarse por iniciativa propia y él no hacía nada para animarla.

A medida que se acercaban a Carlyle, Ness dio las indicaciones pertinentes para llegar a su casa. Aparcó en el camino, ayudó a Ness a salir del coche y la acompañó hasta la puerta principal.

Rebuscó en el bolso la llave y abrió la puerta.

Ness: Bueno, gracias por la cena...

Zac: Invítame a pasar.

No era una petición, era una orden. Ella asintió y Zac entró tras ella. Cerró la puerta y echó el pestillo.




Me parece que Zac va a pasar de hacerse el duro a ponerse duro. No se si lo habéis pillado XD.
Que directo, ¿no? "Invítame a pasar." Y encima la otra cede. Yo le diría: "Pues ahora no pasas porque no me da la gana. Crees que soy una marioneta o qué (¬_¬)

Espero que os esté gustando la nove.
Muchas gracias por los coments. Si alguien sabe donde hay un "Banco de Esperma Efron", que me lo diga XD XD XD

¡Comentad!
¡Un besi!


4 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

Wao.. jajaja Zac tan oponente.. y ahora?
se que se muere por estar con ella, solo que es terco..
siguela :)

Anónimo dijo...

siguela!!! siguela!!!!
esta muuuy buena
me ha encantado el capi
siguela!!!!!!!!!

Unknown dijo...

Jajajaja ponerse duroo jajajaja
Ya dije, déjenla hacer lo que se le da la gana, caramba!! Qué intrusos!!!!!!!!! Y Za, por favor, cásate!!!.. pero conmigo! <3

Síguela pronto :D

Unknown dijo...

WOWWWWWW!
QUE CAPITULO!! HA SIDO GENIAAAAAL.


Y MUY DIRECTO HA SIDO ZAC A LO ULTIMO! ME ENCANTO EL CAPI!!!!

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