topbella

jueves, 10 de octubre de 2013

Capítulo 3


Zac pensó que la casa se acomodaba perfectamente al espíritu de Vanessa. La parte delantera de la planta principal funcionaba como estudio de trabajo. La habitación estaba amueblada en estilo victoriano y los cojines de bordado aportaban una nota de color. En una esquina, sobre una mesa, descansaba una colección de osos de peluche. En la esquina opuesta, un edredón cubría una mecedora de caoba.

Era una disposición femenina y maternal. Igual que Vanessa.

Se dirigió hacia la parte trasera de la casa.

Ness: ¿Café o té? -ofreció-.

«Solo te deseo a ti, gracias».

¿De dónde demonios había surgido ese pensamiento espontáneo? Estaba allí para asegurarse de que ella comprendía que David estaba fuera de su alcance. Y cuanto antes lo comprendiera, mucho mejor.

Zac: ¿Qué diablos te proponías con mi hermano? -espetó-.

Vanessa se paró en seco y encaró a Zac.

Ness: Habíamos quedado para una cena de negocios -dijo con calma, pero el color subido de las mejillas traicionó su aparente tranquilidad-.

Zac: No te acerques a David -avanzó hacia ella-. No tiene madera para la paternidad.

Comprendió demasiado tarde la amenaza que conllevaba la aproximación de Zac y se apartó hacia su izquierda. Pero era más rápido que ella y le cortó la salida. Sujetó a Vanessa por los hombros.

Zac: La semana pasada me habías echado el ojo a mí.

Ness: Un despiste pasajero, te lo aseguro -replicó mientras intentaba soltarse-.

Zac: ¿Ya estoy descartado?

Despedía un suave aroma a lavanda y, entre sus brazos, parecía todavía más frágil que la misma flor. Las breves sacudidas habían puesto en contacto nuevamente los pezones con su pecho. ¿Cómo se sentiría si supiera que esos movimientos involuntarios lo estaban excitando?

Zac: ¿Qué pasaría si te digo que me precipité a la hora de rechazarte?

Ness: Es demasiado tarde.

Zac: ¿No crees que tu comportamiento resulta algo imprudente? Yo soy mucho mejor partido que David.

Ness: Tú... -farfulló-.

Zac: Pero me gusta documentarme un poco antes de cerrar un trato.

Un solo beso. Eso fue lo que se prometió a sí mismo mientras inclinaba la cabeza.

Ness: Prometiste a David que podía confiar en ti -balbuceó, presa de los nervios-.

Zac: ¿En serio? -murmuró-. No creo que un beso suponga una falta grave, ¿no crees?

Intentó razonar por qué un solo beso sería un problema, pero no llegó a ninguna conclusión. Se había quedado en blanco.

Los labios de Zac se posaron sobre los suyos con firmeza, ternura y suavidad. Jugó con ellos, entre caricias y leves presiones, decidido a provocar una respuesta.

Vanessa respiró hondo el aroma masculino y sintió el roce suave de la sombra de la barba contra su piel. Los labios de Zac se desplazaron en busca de territorios vírgenes. Deseaba una reacción por parte de Vanessa. Pero no era tanto una exigencia como una dulce persuasión que despertó una calidez débil que recorrió todo su esqueleto.

¿Cuántas veces había fantaseado con la idea de besar a Zac? ¿Y que él tomara la iniciativa? ¿Cuántas veces había imaginado cómo sería? ¿Y cómo se sentiría junto a Zac?

Y con ese pensamiento comprendió que no quería pensar en nada. Tan solo deseaba sentir y saborear ese momento.

Rompió el suave cerco de su abrazo y rodeó el cuello de Zac con sus brazos entrelazados. Esa vez, ante la solicitud de una respuesta, separó los labios y le franqueó la entrada en su boca. Respondió con un beso que contenía toda la pasión reprimida durante los años pasados.

Notó que Zac dudaba un instante. Parecía que su respuesta lo hubiera sorprendido. Pero, entonces, emitió un ronco gemido de satisfacción y atrajo a Vanessa contra él, amoldando sus cuerpos.

Sintió la presión de sus pezones contra el pecho de Zac y el latido pausado de su corazón. Pero, en vez de avergonzarse tal y como habría sido normal en ella, gimió y se apretó contra él un poco más para disfrutar de su calor y su fuerza.

La boca ardiente de Zac marcaba a fuego sus labios y los besos se encadenaban con una urgencia creciente.

La presencia física real de Zac resultaba mucho más arrebatadora de lo que nunca hubiera imaginado.

Estaba tan absorta en sus besos que el pitido del teléfono tardó algunos segundos en traerla de vuelta a la realidad. Tan solo cuando Zac gruñó y se apartó ligeramente tuvo plena conciencia de que el teléfono estaba sonando.

Encontró la mirada de Zac e interpretó el deseo evidente que lo consumía. ¡Parecía dispuesto a devorar todo su cuerpo!

Aturdida, buscó el bolso. Estaba en una silla, junto a la entrada, y enseguida sacó el teléfono móvil.

Ness: ¿Diga? -contestó con la voz temblona-.

Ash: Hola, Nessi -su voz sonaba clara-. Creo que me he dejado olvidado el suéter en el asiento trasero del coche de Zac. ¿Podrías comprobarlo?

¡Maldita sea! ¿Qué se suponía que debía contestar?

Ness: ¡Eh, no cuelgues! -tapó el auricular con la mano y se volvió hacia Zac que, con las manos en los bolsillos, parecía un depredador al acecho-. Ash cree que se ha dejado el jersey en tu coche.

Zac masculló algo incomprensible entre dientes.

Zac: La llamaré desde mi teléfono -avanzó hasta la puerta y se volvió-. Terminaremos esta conversación más tarde.

Ness: Ash...-señaló de nuevo al teléfono-.

Ash: ¿No lo encuentra? Juraría que...

Ness: Zac ha dicho que te llamará desde su teléfono. Está buscando el jersey.

Ash: ¿Cómo? -su voz adquirió un tono de sospecha-. ¿Dónde estáis, chicos?

Ness: En casa. Quiero decir que yo estoy en mi casa. Zac se acaba de marchar.

Ash: Te llamo en un minuto -dijo tras una pausa-. Creo que Zac me está llamando.

Ness se derrumbó en una silla. Ya no habría forma de que Zac y ella terminasen lo que habían comenzado esa noche.

¡Gracias a Dios que Ashley había llamado!

Después de tantos años en que la había tratado como a una chiquilla molesta, tendría gracia que empezara a fijarse en ella justo cuando encaraba la peor crisis de su vida.

Claro que no sentía un verdadero interés por ella. Solo quería asegurarse de que no merodeaba a sus hermanos. Sencillamente, no aprobaba la donación de esperma. Más allá de eso, quizá había sentido cierta curiosidad por besarla.

Pero eso era todo.

Se mordió el labio. Necesitaba el contrato con Empresas Efron, ahora más que nunca, ante la posibilidad de una eventual baja por maternidad y el cierre temporal de su negocio. Por otro lado, la idea de tratar con Zac resultaba tan peligrosa como sostener un cartucho de dinamita encendido.

La única alternativa pasaba por evitarlo siempre que le fuera posible. El martes tenía una cita en una clínica de fertilidad muy reputada y un banco de semen en Boston. Cuanto antes se sometiera a la operación de inseminación, antes comprendería Zac lo ridículo que había resultado su temor de que ella quisiera seducir a alguno de sus hermanos.


Zac bailó el Merlot en su copa de cristal por enésima vez e intentó centrarse en la conversación que tenía lugar junto a él.

Era aficionado a esa clase de galas benéficas. BookSmart celebraba la cena anual para recaudar fondos que ayudaran a combatir el analfabetismo entre adultos. La recepción tenía lugar en el salón de baile del Hotel Stoneridge y se requería etiqueta.

Tendría que haberse sentido en su salsa. Su mirada derivó nuevamente hacia la mujer que conversaba en el lado opuesto del vestíbulo. Supuso que no debía sorprenderlo que una mujer tan emprendedora como Vanessa Hudgens dedicara su tiempo a la extensión de la alfabetización. E imaginó que estaría radiante en su vestido verde sin tirantes y los zapatos a juego.

¡Y eso que ya brillaba con luz propia sin esos adornos! Los largos cabellos ondulados de su melena negra atraparon la luz cuando inclinó la cabeza hacia Eric Jones.

Zac amusgó la mirada. Jones. Eran casi de la misma edad e igual de altos, pero le gustaba pensar que sus semejanzas no iban más allá. Era agente de Bolsa y nadie como él merecía la reputación de depredador de mujeres.

Las luces parpadearon en el vestíbulo donde aguardaban los invitados y las puertas del salón se abrieron de par en par. Había varias docenas de mesas cuidadosamente colocadas y ricamente decoradas.

Jones ayudaba a Vanessa a tomar asiento cuando apareció Zac, que tenía asignada la misma mesa para la cena.

Zac: Jones -saludó con una imperceptible inclinación de cabeza-.

Eric: Zac -parpadeó antes de esbozar una sonrisa de compromiso-. Me alegro de verte.

Jones haría cualquier cosa a cambio de tener la oportunidad de invertir en Empresas Efron. Zac se preguntó qué le resultaría más atractivo de esa velada: la belleza de Vanessa o su dinero. Hizo una mueca de disgusto mientras se acomodaba a la izquierda de Vanessa. Jones ya había ocupado el asiento de la derecha.

Apreció, desde la proximidad, que el vestido sin tirantes de Vanessa exhibía una piel inmaculada. La clavícula definía el cuello desnudo, enmarcado por los rizos negros de su melena que caía suelta sobre la espalda. Imaginó qué sentiría al enterrar sus manos en ese río de seda...

Zac: No imaginé que estarías aquí -dijo para romper el silencio-.

Ella se volvió hacia él y lo miró tranquila.

Ness: Hay un montón de asientos vacíos.

Señaló algunas huecos en su propia mesa y en el resto del salón.

Rechazó morder el anzuelo e ignoró el tono extrañamente severo.

Zac: Aquí me siento muy a gusto.

Asumió que resultaba comprensible que se sintiera ofendida. Claro que no se había comportado de modo poco razonable el viernes pasado en su casa. Siempre que trataba con potenciales buscadoras de fortuna, en especial si necesitaban una importante inyección financiera, había aprendido en carne propia que toda precaución era poca.

Por supuesto, había interrogado a David y éste le había informado puntualmente acerca de «su cita» con Vanessa. Su hermano encontró muy divertido el interrogatorio, pero Zac descubrió lo suficiente para comprender que la cena había sido idea de su hermano.

Por otra parte, pese a la insistencia de David, se había negado a revelar lo que había ocurrido después de que hubiera acompañado a Vanessa a su casa. Ya era bastante malo que Ashley se hubiera enterado que había estado en su casa esa noche. No tenía sentido que supieran lo mal que se había comportado.

Eso implicaba, naturalmente, que le debía una disculpa a Vanessa. Consciente de que le daba la espalda y charlaba animadamente con Jones, asumió que no le resultaría nada fácil.

Vanessa se colocó la servilleta en el regazo.

Ness: No, todavía no conozco ese nuevo restaurante italiano. He oído que es magnífico.

Eric: Bueno, creo que debería ocuparme de eso -señaló-.

Zac masculló una maldición. Si tenía que intervenir, no debía perder tiempo.

Zac: Supongo que los negocios marchan bien -apuntó-.

Jones dirigió su atención hacia él con un brillo en la mirada.

Eric: Mejor que nunca. Tengo entre manos un medicamento de una compañía farmacéutica que es una joya. Pero no puedo ofrecerte acciones, ya me entiendes.

Zac: ¡Oh, por supuesto! -murmuró consciente de que aquello olía al típico asunto especulativo que un vendedor como Jones estaría difundiendo-. Parece interesante.

Junto a él, Vanessa picó un poco de su ensalada con la mirada fija en el animado corredor de Bolsa.

Eric: Yo no diría que es interesante -apuntó-. Hablamos de un avance médico que puede prevenir el Alzheimer. Tan pronto como la administración apruebe esta droga, su valor se va a disparar en el mercado. -Sacó una tarjeta del bolsillo de su esmoquin-. Ya sabes, Zac, que nos conocemos hace mucho tiempo. Por eso me gustaría que empezaras desde abajo en este asunto.

Zac cogió la tarjeta. Por supuesto, le prendería fuego tan pronto como encontrara una caja de cerillas.

Cuando les sirvieron el plato principal, que consistía en filet mignon, supo que Vanessa tendría que hablar con él. La anfitriona de la gala se había sentado a su mesa y resultaría de mala educación que Vanessa, reciente incorporación del consejo de administración, no atendiera correctamente a uno de sus mayores benefactores. Empresas Efron había aportado una suma muy importante de siete cifras.

Zac observó, de reojo, la mueca de disgusto de Vanessa. Después se volvió hacia él con una sonrisa forzada.

Ness: No sabía que estuvieras tan involucrado con el proyecto de BookSmart.

Zac: La filantropía es uno de mis pasatiempos -replicó mientras contenía una sonrisa-.

Ness: Yo me dedico a la caridad.

Zac: Tocado -susurró-. ¿Y cómo divides tu tiempo, Vanessa?

Ness: Doy clases particulares de inglés -bebió un poco de agua y añadió-. ¿Y cómo gastas tu dinero, Zac?

Levantó las comisuras de los labios.

Zac: Extiendo un cheque con muchos ceros para que estas personas -y señaló al resto de los comensales- puedan abrir bibliotecas y comprar libros.

Si se sintió sorprendida ante su franqueza, no lo mostró.

**: Espero que el nuevo miembro de nuestra junta esté haciendo todo lo que esté en su mano para convencerte del gran trabajo que llevamos a cabo, Zac -tronó Leo Mayer, presidente de BookSmart, desde el lado opuesto de la mesa-. Queremos que sepas lo mucho que apreciamos y necesitamos tu ayuda.

Zac: Vanessa ha dejado claro que mi participación es clave -dirigió su mirada hacia ella, claramente sonrojada-. Creo que será una encantadora y efectiva recaudadora.

Jones aprovechó ese momento para invitar a Vanessa a bailar. Mientras los observaba desplazándose en la pista de baile, Zac se vio forzado a admitir que la adolescente tímida que había conocido se había convertido en una mujer.


Su mente viajó a ese día y la joven recatada de dieciocho años con aquella tímida y cautivadora sonrisa. Al menos así era como la recordaba cuando había bajado las escaleras en casa de sus padres y se había detenido en el vestíbulo, donde su madre saludaba a la que suponía otra de las amigas de su hermana Ashley.

Ashley había hecho las presentaciones.

Ash: Ness, mi hermano Zac. Acaba de volver, tras causar sensación en Harvard, para torturar a su hermana pequeña durante el periodo navideño. No tiene nada mejor que hacer.

Miró por primera vez esos enormes ojos marrones, enmarcados en un rostro de óvalo perfecto. Debía medir un metro sesenta y sus infinitas piernas surgían debajo de unos pantalones cortos color caqui. Ya entonces tenía curvas.

Seguro que rompería un montón de corazones entre sus compañeros de instituto.

Ese pensamiento lo rescató de la ensoñación. Estaba en el instituto. Era la compañera de juegos de su hermana pequeña. Molesto consigo mismo, tomó la palabra.

Zac: ¿Ness? ¿Es una abreviatura?

Ness: Me llamo Vanessa. Pero mi padre siempre me llamaba Ness y se me ha quedado.

También pensó que tenía una voz seductora, muy agradable. Señaló a su hermana con un gesto de la cabeza.

Zac: ¿Has quedado con Ashley esta tarde para compartir sus juegos?

**: Creo que ya han superado esa etapa, Zac -intervino su madre con tono reprobatorio-.

Zac: Encantado de conocerte, Vanessa -dijo antes de dirigirse hacia la entrada-.

Se había aferrado a su nombre completo porque había supuesto que ese trato algo más formal le ofrecería cierta protección frente a sus encantos.


Miró cómo Vanessa bailaba con Eric. Habían pasado muchos años desde su primer encuentro, pero seguía siendo el hombre equivocado para ella. Ella deseaba un padre para su hijo, pero él solo quería una relación sin ataduras. Ella había sido contratada por Empresas Efron y él era el jefe. Y una de sus máximas era que los negocios no se mezclaban con el placer. Era la mejor amiga de su hermana pequeña, mientras que él solía despedirse de sus amantes sin más gestos.

La mano de Eric se deslizó sobre su espalda y amenazó con cubrir una zona sensible. Zac se incorporó y avanzó a buen paso hacia la pareja. Ya razonaría más tarde.

Zac sujetó del hombro a su contrincante.

Zac: Lamento la interrupción, Jones -señaló con ironía. Se llevó a Vanessa antes de que Eric pudiera recobrarse y reaccionar. Al mirar su precioso rostro, supo que lo último que sentía hacia ella era lástima-. Ya me lo agradecerás más tarde.

Ness: ¿Darte las gracias? -se puso colorada al instante-. ¿Y por qué demonios debería estarte agradecida?

Zac: Te estaba manoseando.

Ness: ¿Así que me has salvado de sus garras para plantarme las tuyas?

Zac: Me pareció que disfrutabas la última vez -sonrió-.

Ness: Eres un engreído -replicó con un gesto en los labios-.

Zac: Jones es una víbora -dijo, mucho más serio-. No tomaría nada suyo ni regalado.

Ness: No estoy segura -dudó-. Es difícil resistirse a una ganga.

Zac: No me digas que Jones es un candidato potencial -señaló con severidad-.

Ness: Está bien -clavó sus ojos marrones en los ojos azules de Zac-, no te lo diré.

La actitud displicente de Ness lo molestaba, pero no quiso entrar en ese juego.

Zac: Escucha, Vanessa, desconozco tus planes. Pero Jones es una mala idea.

Ness: Eric solo es un conocido -suspiró-. Ya tengo una cita con una clínica que también tiene un banco de esperma.

Esa noticia debería haberlo apaciguado, pero la mención al banco de semen le hizo rechinar los dientes. Necesitaba derivar la conversación hacia otros territorios más seguros y decidió que ese era un momento perfecto para disculparse. Se aclaró la garganta antes de tomar la palabra.

Zac: Lamento mucho lo que dije el viernes por la noche. Me precipité en mis conclusiones, pero David me lo explicó todo.

Desde luego, no pensaba disculparse por el beso. Además, habría sonado falso.

Ness: Yo...

Zac: ¿...aceptas mis disculpas? -ladeó la cabeza y terminó la frase por ella-.

Asintió y una tímida sonrisa asomó en sus labios.

Ness: Sí.

Zac se sintió enormemente aliviado y se preguntó por qué le había concedido tanta importancia a su respuesta.

Zac: Empecemos de cero.

Ella asintió, decidida a hacer borrón y cuenta nueva.

Ness: Siento haberte tratado con tanta brusquedad en la mesa.

Zac: Olvídalo. Tenías razones para estar enfadada conmigo. En cualquier caso, mi contribución es económica. Estoy demasiado ocupado para dedicarle algo de tiempo en persona. El hecho de que tú lo consigas resulta asombroso.

Guardaron silencio un instante y se movieron levemente al son de la música que desgranaba la orquesta mientras Zac la conducía a través del salón. Se sentía a gusto en sus brazos, relajada. La suave presión de su mano en la parte baja de la espalda guiaba sus pasos con delicadeza.

Zac: Bailas muy bien -comentó-.

Ness: Pareces sorprendido.

Zac: No -se disculpó tras una pausa-. Solo era una observación. Sabía que bailabas bien. Es un rasgo que encaja con tu forma de ser.

Ness: ¡Vaya! ¿Y cómo es eso?

Zac: Eres el esplendor de las magnolias y un té con leche apoyada en la veranda -dijo y su voz se hizo más profunda-. Encaje y rosas blancas. Incienso con un toque de picante. Una señorita victoriana en edad de divertirte.

Ness se dijo a sí misma que debía tomar precauciones. La voz de Zac estaba adormeciendo sus sentidos.

Ness: ¿Qué fue lo que te dio la pista? -preguntó en tono burlón-. ¿La mecedora de estilo victoriano? ¿O el mobiliario con adornos de bordado?

Zac: Todo eso ayudó -sonrió-. Tu casa dice mucho de ti.

Ness: En ese punto me encuentro en desventaja.

Zac: Eso tiene muy fácil solución -señaló con un brillo especial en la mirada-.

Ness comprendió que estaba tomándole el pelo, pero aun así se sobresaltó.

Ness: No, gracias. Tengo otros planes. -Sentía que todo el cuerpo le ardía y no estaba muy segura de cómo debía enfrentarse a esa nueva versión de Zac-. La orquesta ha parado -dijo sin mucho aliento-.

Zac soltó a Vanessa con desgana y la siguió hasta su mesa, donde Jones había apuntado sus dardos hacia Leo Mayer. En el momento en que Vanessa se excusó, Zac recuperó su asiento.

Había rasgos de Vanessa que lo emocionaban profundamente. Siempre había ocurrido así. En cierto sentido, siempre lo había sabido, pero había negado la evidencia. Por esa razón había evitado su presencia durante tantos años.

Ahora había crecido, había madurado, y su atractivo poder de seducción era todavía más potente. Sus movimientos, su voz, su singular rostro llamaban su atención. Pero, sobre todo, reconocía a la perfección esa actitud reservada. No era más que una fachada. Al igual que su propio comportamiento profesional.

Si esas similitudes eran ciertas, bajo su apariencia fría se escondía una mujer apasionada. Ya había observado algún destello de esa pasión en el sarcasmo del que había hecho gala en la barbacoa y, por supuesto, en la respuesta a su beso.

Su experiencia con las mujeres le decía que ellos dos formaban una mezcla explosiva. Un cóctel que le gustaría explorar y saborear, siempre que no lo comprometiera.

Había rechazado su oferta, tal y como suponía que haría. Se había dicho a sí mismo que solo bromeaba cuando la había invitado a su casa. Deseaba que entre ellos se estableciera ese tono desenfadado que presidía la relación con sus hermanos. Pero había sufrido una nueva desilusión.

Y es que la verdad era que deseaba a Vanessa. Por ese motivo había reaccionado de tan mala manera ante la idea de que acudiera a un banco de esperma. Y por esa razón había discutido con sus hermanos.

Bebió un sorbo de vino. Sí, eso era. Pero, ¿hasta dónde tendría que llegar con ella? Lamentablemente, en ese momento no tenía una respuesta.




Bueno, bueno. Vamos avanzando. Zac admite que le mola Vanessa. Viniendo de él es un paso importante. Ahora solo falta que se lo diga y que ella deje de ligar con los hermanos de Zac y con el idiota de Eric.

¡Gracias por los coments!
¡Un besi!


3 comentarios:

Unknown dijo...

woooooooooooww!
ame el capitulo! Y ame los celos de Zacc!!!

Y como ashley va a llamar juuuuuusto en ese momento!!!

sube prontoooo.Me encanto.

LaLii AleXaNDra dijo...

Vaya,,, ya es un avance mas grande jaja
Zac quiere y Nessa Quiere...
siguela :)

Unknown dijo...

Ashley!!!!!!!! por qué!!!!!!!!! Bueno, para la próxima será... se aman con locura, yo lo sé jeje

Publicar un comentario

Perfil