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domingo, 3 de julio de 2011

Capítulo 1


Will: ¿Cualquier cosa que puede ir mal, tiene que ir mal? -el Reverendo Will Carter sacudió la cabeza, frunciendo el ceño-. Me temo que no estoy de acuerdo contigo en eso, Zac. Es demasiado pesimista, no deja espacio al poder del...

Zac: Pensamiento positivo -interpuso-. Lo sé, lo sé. He leído el libro que me dejó. E intenté pensar positivamente cuando expulsaron a Nick una semana por pelearse el primer día de clase. Intenté pensar positivamente cuando Miley pasó toda lo noche fuera de casa. Intenté pensar positivamente cuando el pequeño Alex y su «banda» se colaron en el Instituto y liberaron a todos los ratones blancos del laboratorio. Intenté...

Will: Sé lo difícil que ha sido -le interrumpió-. Los hijos de tu hermano Andrew han tenido una... ehh... difícil adaptación a la vida de Bear Creek.

Zac: No se han adaptado en absoluto -dijo inflexible-. Y no van a adaptarse. Son unos maníacos, reverendo. Unas veces más descaradamente que otras, pero cada uno de ellos es un maníaco a su manera.

Will: No niego que los cuatro son... ehh... difíciles. -Se aclaró la garganta, consciente de que estaba abusando de la palabra difícil. Pero un cura no podía utilizar palabras como monstruoso o salvaje, y menos tratándose de niños-. Pero no iba a hablarte del poder del pensamiento positivo -continuó-. Sino del poder de la oración.

Zac: La religión no sirve con esos chicos. A menos que hablemos de exorcismo.

Will: Sé que sólo estás bromeando, Zac -sonrió con inquietud-. Siempre has tenido un gran sentido del humor.

Zac: No estoy bromeando, Reverendo. Cuando esos chicos llegaron en junio, hace seis meses, pensé que tendrían todo el verano para adaptarse antes de comenzar el colegio en septiembre. ¡Pues me equivoqué! Las cosas van de mal en peor. Ya estamos a mediados de octubre y estoy desesperado. No podemos continuar así.

El pastor se alarmó.

Will: ¿No estarás pensando en dejárselos al estado?

Zac: ¡Já! El estado no los quiere. Montana cree que deberían volver a su estado natal, California dice que ya no son su problema. Y los estados de alrededor ya han advertido que sus fronteras están cerradas para esos niños.

Will: Impresionante -dijo riendo con aprobación-. Pero entiendo lo que intentas demostrar, Zac.

Zac: ¿Que los chicos Efron son incorregibles y que tienen aterrorizados a todos los asistentes sociales que se cruzan en su camino?

Will: No. Que pretendes quedarte con los hijos de Andrew y Linda, sea como sea. Admiro tu valor, Zac. Es decir, tu dedicación -se corrigió rápidamente con el cuello rojo-. Tu resolución.

Zac: Llevan mi sangre -suspiró-. Quería a mi hermano y también sentía un verdadero cariño por Linda, a pesar de que no viese las cosas como ellos.

Will: Casi nadie veía las cosas como Andrew y Linda -dijo diplomáticamente-. Y fue una lástima que no te quedases con los chicos en cuanto murieron sus padres. El año que pasaron con tu hermano Jesse y su esposa Sarah fue bastante... desafortunado. Creo que gran parte de sus problemas provienen de ese... ehh... difícil momento.

Zac: Ya, Reverendo. Sé que yo tampoco querría vivir con Jesse y Sarah, pero insistieron en que deberían quedarse con ellos, ya que son una sólida unidad familiar, como se definen a sí mismos -hizo una mueca de desagrado-. Y dijeron que no era conveniente que se quedasen conmigo por haber formado parte de una unidad familiar defectuosa. Pero cuando no pudieron seguir soportando a esos pequeños monstruos, venga, con el tío Zac, aunque sea un divorciado, defectuoso e inadecuado.

Will: No eres un fracasado porque tu matrimonio no funcionase, Zac. Amy y tú erais demasiado jóvenes cuando os casasteis, y queríais cosas diferentes -se encogió de hombros-. Por desgracia esas cosas pasan. Pero no deberías permitir que un error que ocurrió hace tanto tiempo te impida tener otra relación.

Zac: Ah-ah. Ya estamos con el sermón de siempre -alzó las manos, como para protegerse de sus palabras-.

Will: Aun a riesgo de hablar igual que Jesse y Sarah, me gustaría señalar que una mujer en tu casa proporcionaría la estabilidad y el ambiente familiar que esos pobres chicos necesitan tan desesperadamente.

Zac: ¡Sabía que iba a decir eso! -se puso de pie y empezó a pasearse delante de la enorme chimenea de granito-. Estoy de acuerdo con usted, Reverendo. Aunque juré que no volvería a casarme tras el fracaso con Amy, yo solo no puedo con los chicos. Pero cuando finalmente decido que necesito una esposa, adivine qué -se detuvo y miró la cabeza de alce que había en la pared- a ninguna mujer le interesa cargar con los hijos de mi hermano. .

Will: ¿Entonces has hablado de matrimonio con alguna de tus amigas? -preguntó con curiosidad-.

Zac se encogió de hombros.

Zac: No es que lo haya propuesto exactamente, pero he sacado el tema. Todas se casarían conmigo si no estuviesen los chicos, pero en ese caso yo no me casaría con ninguna de ellas -dijo sin dejar de mirar al alce-. Es desesperante, Reverendo. ¿Qué mujer en su sano juicio querría casarse conmigo en este momento?

Will: Yo conozco a alguien que sí lo haría.

Zac: ¿Va a hacer de casamentero, Reverendo? -miró fijamente al anciano-. Gracias, pero no. Si yo no puedo encontrar...

Tom: ¡Zac, siento interrumpirte!

Un vaquero alto y fuerte irrumpió en la habitación, agitado.
A Zac se le encogió el estómago. Su capataz, Tom Beckett, no era un hombre que se dejase llevar por el pánico, a no ser que se tratase de una verdadera emergencia.

Zac: ¿Qué pasa, Tom?

Tom: La cerca de la zona norte se ha venido abajo, Zac. No sé cómo ha sucedido, pero el ganado ha pasado por encima y se dirige a Blood Canyon.

Zac: ¡Justo cuando pensaba que las cosas no podían ir peor! -gruñó-. Tenemos que reparar la cerca y reunir al ganado inmediatamente -miró su reloj-. Y tengo que ir a recoger a Alysson de su clase de baile a las cinco.

Will: Puedo decirle a mi hija Jessica que la recoja -se ofreció-. Es decir, si crees que Alysson querrá subir al coche de Jessica.

Zac: No lo sé -volvió a pasearse de un lado a otro-. Alysson casi no conoce a Jessica, y con todos sus miedos... Esa niña ve peligro en todas partes.

Will: Tiene mucha imaginación -murmuró-. Es una pena que la encamine hacia el lado... ehh... morboso.

Zac: ¿Cómo puedo estar en dos sitios a la vez? -aceleró el paso por la habitación-. Casi todo el tiempo tengo la sensación de ser arrastrado en cinco direcciones diferentes.

Will: Si tuvieses una esposa, ella se encargaría de los chicos -señaló-. Podría ayudarte con las comidas y...

Zac: ¡La cena! -se golpeó la frente con la palma de la mano-. Maldita sea, he olvidado la cena.

Will: A la joven que tengo en mente para ti le encanta cocinar, Zac -dijo en tono tentador-. Es estupenda con los niños y siempre ha deseado tener una familia. Actualmente trabaja en Washington, y por sus cartas, aseguraría que está dispuesta a un cambio. Podríamos traerla a Bear Creek y...

Zac: ¿Como una especie de esposa por correo? -soltó una carcajada-. Parece el argumento de una novela rosa, Reverendo. Y yo no me parezco en nada a uno de esos tipos pijos que aparecen en esas portadas.

Will: No es peor que los anuncios personales de los periódicos -indicó-. Y mi plan es mucho mejor y más seguro. Puedo garantizarte que Vanessa y tú...

Tom: Eh, Zac, tu sobrino está conduciendo el Jeep -exclamó dirigiéndose a la puerta de la casa-.

Zac: ¿Nick? -soltó una palabrota-.
Debería estar en el colegio. Como lo hayan vuelto a expulsar...

Los tres hombres corrieron al porche.

Will: ¡Dios mío, es el pequeño Alex! -gritó-.

Paralizados momentáneamente, los tres hombres observaron al niño detrás del volante.

Alex: Eh, tío Zac -gritó por la ventanilla del Jeep-. Me han enviado antes a casa porque estoy contagiado. ¡Mira qué bien conduzco!

Tom: ¿Contagiado de qué? -preguntó apartándose de Zac-.

Will: He oído que en la escuela de primaria había una epidemia de varicela. Si Alex la tiene, tendrá que estar una semana por lo menos sin ir al colegio.

Tom: Buena suerte con el rancho y cuidando a ese niño enfermo, Zac -le dijo en tono de despedida-.

Zac: Está empezando a tentarme la idea de un matrimonio de conveniencia. Reverendo, traiga cuanto antes a esa chica. Yo corro con los gastos -añadió, antes de echar a correr como un loco hacia el Jeep-.


Vanessa Hudgens leyó la carta una y otra vez, deseando que cambiasen las palabras. Pero el mensaje seguía siendo el mismo:

Lamentamos tener que informarle que, debido a un recorte de plantilla, su puesto será eliminado dentro de treinta días a partir de la fecha de esta carta.

La carta continuaba, asegurándole que su trabajo había sido excelente pero que ya no era necesario.
¡Estaba sin trabajo! En treinta días perdería su puesto como encargada de estadísticas del Ministerio de Comercio gracias a otro recorte presupuestario del gobierno.
Los ojos se le llenaron de lágrimas, y trató de contener el pánico que la invadió. ¡Llevaba cinco años en ese trabajo! Sí, a veces era aburrido, casi siempre, pero el sueldo era decente y le permitía pagarse un apartamento en Virginia, sin necesidad de compartirlo.
A Vanessa le gustaba la intimidad aunque echaba de menos algo de compañía. Siempre había sido reservada e introvertida, y vivir con otras chicas la obligaba a ser más sociable. Pero cuando su última compañera de piso se casó, decidió vivir sola, compartiendo su casa únicamente con su gato siamés, Foxi.
Tres meses atrás, el día de su cumpleaños, Vanessa se había sentado con Foxi delante del televisor y había hecho un balance de su vida.
Tenía veintiséis años, vivía sola con su gato, su pequeño círculo social se había reducido al casarse sus amigos o abandonar la zona siguiendo con sus vidas, mientras la suya permanecía estática.
Día tras día, año tras año, la misma rutina, el mismo trabajo. Una forma de vida cómoda y tranquila, pero sin sorpresas, sin cambios.
Los años habían ido pasando casi sin darse cuenta. Sólo le faltaban cuatro años para cumplir los treinta y ni siquiera salía con nadie. Años de soledad se extendían delante de ella sin un hombre, sin hijos. ¡Y sin trabajo!
¿Y quién iba a fijarse en alguien como ella, una tímida oficinista, corriente en todos los sentidos? Sin embargo, un profundo instinto femenino demandaba en su interior alguien a quien amar. Siempre había deseado tener un hijo, con un hombre al que adorase y que la amase, a ella y a su bebé. ¡Serían una familia maravillosa!
Foxi maulló para llamar su atención, y no paró hasta que Vanessa le acarició detrás de las orejas.

Ness: ¿Oh, Foxi, qué vamos a hacer?

Foxi ronroneó de placer, contento con su solitaria existencia, pero Vanessa sentía que la soledad se apoderaba de ella. El futuro se le presentaba triste y sombrío.
Sonó el teléfono, y Vanessa se alegró de que algo la distrajera de su desesperación, aunque probablemente se tratase de algún vendedor.

Will: ¿Vanessa? -la cálida voz del Reverendo Carter sonó al otro lado de la línea-.

Ness: ¡Tío Will! -exclamó emocionada al oír su voz-.

Will: ¿Te gustaría venir a pasar unos días, querida?

Ness: Tío Will, me encantaría, pero...

Will: Nada de peros. Tengo un billete de avión para ti. Sophie, las chicas y yo insistimos en que vengas a Montana. Inmediatamente, si es posible.


Mientras esperaba en la entrada del aeropuerto, Zac miró la fotografía que tenía en la mano por enésima vez desde que el Reverendo Will se la dio hacía una semana. La joven que aparecía en la foto era Vanessa Hudgens, de veintiséis años.
Había insistido al Reverendo para ponerse en contacto con ella la semana pasada, el día que habían descubierto a Nick escondido en el armario de la habitación de las chicas con una cámara Polaroid. Y después de perseguir a Alex por toda la casa con una loción para el picor de los granos, Zac había decidido que una sólida unidad conyugal era una inmediata y vital necesidad.
El Reverendo Will se mostró encantado.

Will: Conozco a Vanessa desde hace muchos años y puedo dar fe de su honradez y de su elevada moral -se quedó callado un momento-. Supongo que debería decirte que fui su padrastro desde que ella tenía tres años hasta que cumplió los ocho. Después su madre se divorció de mí.

Zac lo miró boquiabierto. Conocía a Will y a Sophie Carter desde hacía quince años, desde que el pastor había llegado a Bear Creek. El matrimonio y sus dos hijas, de doce y dieciséis años, eran la pura imagen de la armonía familiar. Era la primera vez que oía hablar de una previa señora Carter.

Will: No es un secreto, aunque rara vez hablo de mi primer matrimonio. Me he mantenido en contacto con Vanessa todos estos años, pero no la he visto tanto como hubiese deseado -le tendió la fotografía a Zac-. Se la hice hace cinco años, cuando fui a una conferencia a Washington y pasé a visitarla.

Zac contempló la instantánea. La sonrisa de Vanessa Hudgens parecía forzada. Tenía el cabello negro, largo y con un flequillo que acentuaba sus enormes ojos.

Tenía la nariz pequeña y bastante elegante, los dientes blancos y perfectos, y los ojos marrón claro. En la foto la joven llevaba unos pantalones blancos y una blusa de color melocotón, y estaba delgada, aunque podía haber engordado en los últimos cinco años.
Con la jaula de Foxi en la mano, Vanessa bajó del avión y se dirigió hacia la puerta de salida, buscando al Reverendo Will entre la gente que esperaba el vuelo.

Zac: Disculpe. ¿Es usted Vanessa Hudgens?

Vanessa se sobresaltó al oír la profunda voz.

Ness: Sí.

Tuvo que levantar bastante la vista para ver al hombre que tenía delante. Parecía un vaquero salido de un anuncio de cerveza o algo así, con sus vaqueros, camisa de cuadros y botas gastadas.

Zac: Soy Zac Efron.

La miró detenidamente. Estaba igual que en la foto, con el mismo cabello y los mismos grandes ojos. Seguía delgada, aunque las partes de su figura que a él más le interesaban no se revelaban. Sus pechos estaban cubiertos por un jersey grueso y amplio y las piernas ocultas por unos vaqueros azules.

Ness: Supongo que el Reverendo Carter no ha podido venir al aeropuerto y le ha pedido que venga a recogerme.

Zac: He querido venir yo -replicó-.

Vanessa sonrió.

Ness: Es muy amable de su parte.

Zac se quedó mirándola. Su sonrisa no tenía nada que ver con la mueca de la fotografía. Era auténtica e iluminaba su rostro, transformándolo y revelando a una mujer muy guapa, con una cálida mirada y una boca amplia y sensual.

Vanessa lo miró disimuladamente, incómoda ante la intensa mirada del hombre.

Ness: ¿Está muy lejos la casa del Reverendo Will?

Zac: A unas tres horas, hasta Bear Creek y otros veinticinco minutos hasta el rancho.

Ness: ¿Qué rancho?

Zac: Mi rancho.

Ness: ¿Tiene un rancho? -preguntó interesada-. ¿Un auténtico rancho del Oeste?

Zac: ¿No le habló el Reverendo de Doble R?

Ness: No -respondió preguntándose por qué Zac parecía tan perplejo-.

Zac: Vamos, recogeremos su equipaje y nos iremos al rancho.

Ness: Yo... yo preferiría ir a casa del Reverendo Carter -dijo inmóvil y sujetando la jaula de Foxi-. Estoy deseando ver al tío Will. Oh, y a Sophie y a las chicas también -se apresuró a añadir-.

A Zac no le hizo mucha gracia, pero la petición le pareció razonable, ya que hacía cinco años que no se veían.

Zac: Está bien -accedió-. Pero no puedo dejar a los chicos mucho tiempo solos, así que vámonos ya.

Se dirigió hacia la zona de equipajes, dejando que Vanessa lo siguiese. Ella contempló la musculosa figura que iba delante. Tenía hijos. Era inevitable que un hombre tan atractivo y varonil como él no estuviese casado. Aunque la forma en que la había mirado no era la correcta en un hombre casado.
Dejó caer los hombros, pensando que se estaba convirtiendo en una solterona que sospechaba de la mirada de cualquier hombre, y siguió a Zac para recoger su equipaje.


Ness: ¿Cuántos hijos tiene? -preguntó cuando se alejaban de Helena en el Jeep Cherokee de Zac-.

Había sacado a Foxi de su jaula y lo llevaba en el regazo.

Zac: Cuatro -respondió, pensando que el Reverendo le habría hablado de ellos-.

Ness: Qué bien -dijo en un tono cortés e impersonal-.

Zac la miró, y se preguntó qué le habría contado el pastor exactamente. Ella se ruborizó un poco, pues la había sorprendido mirándolo furtivamente.
La radio estaba encendida y sonaba una canción muy romántica. Vanessa acarició a Foxi e intentó no ponerse nerviosa. Estaban solos dentro del vehículo, y de pronto el ambiente parecía demasiado íntimo. Sentía intensamente su fuerte presencia masculina y no podía dejar de mirarlo por el rabillo del ojo. Sus grandes manos sobre el volante, sus anchos hombros, su amplio pecho. Casi sin darse cuenta, su mirada bajó hasta sus largas y musculosas piernas, aunque evitó zonas más comprometidas.
Vanessa se sorprendió ante su inapropiado comportamiento. Jamás se había fijado así en un hombre y tenía que hacerlo precisamente con un hombre casado y con cuatro hijos.
El sexy sonido de un saxo inundó el coche. Los ojos de Zac se dirigieron a la curva del esbelto cuello de Vanessa, donde su piel parecía tan sedosa como la de sus mejillas sonrojadas. Se preguntó qué sentiría si la besase.

Ness: ¿Cuántos años tienen los niños, y cómo se llaman? -preguntó jugueteando nerviosamente con el collar de Foxi-.

Zac frunció el ceño. ¿No le habría contado nada el Reverendo o era que Vanessa Hudgens estaba intentando romper el hielo, haciendo preguntas que ya sabía?

Zac: ¿Quiere que le hable de los chicos? -suspiró-. Bien, seré franco con usted. Miley acaba de cumplir diecisiete años. Es manipuladora y rebelde, y esas son sus cualidades. Nick va a cumplir los catorce y cuando no encuentra problemas los crea. Alysson tiene diez años y ve peligro por todas partes. Está obsesionada con el crimen y el desastre. Y por último, Alex, el más pequeño, un diablillo de siete años que vive a su aire. No hace falta decir que vivir con ellos no ha sido fácil.

Ness: Supongo que no -dijo tragando saliva-. Los nombres son interesantes. Diferentes.

Zac: Sí, muy diferentes -admitió fríamente-. Igual que ellos. Sus padres, mi hermano Andrew y su esposa Linda, querían que sus nombres fuesen algo más que un nombre. Que estuviesen ligados a la tierra y formasen parte de la naturaleza y del planeta, o algo así.

Ness: Creo que lo entiendo -murmuró sorprendida de que no fuesen sus hijos-. ¿Y viven ahora con usted?

Zac: Sus padres murieron en un accidente de coche.

Ness: ¡Qué horror! ¡Pobres niños!

Zac asintió con la cabeza.

Zac: Fue duro. Al principio, la madre de Linda se fue a vivir con ellos, pero no aguantó ni tres meses. No podía con ellos y huyó a su casa de retiro donde están prohibidas las visitas de niños.

Ness: Oh, Dios mío -murmuró-.

Zac: Después, mi hermano Jesse y su esposa Sarah decidieron que era su deber hacerse cargo de los chicos. Pero sólo duraron un año.

Ness: ¿No congeniaron los niños con sus tíos? -supuso con una voz compasiva-.

Zac: Podría decirse.

Zac apreció la forma tan positiva que tenía Vanessa de ver la situación.

Ness: ¿Y cuando las cosas no funcionaron, se quedó usted con ellos?

Zac: Están conmigo desde junio. Yo no sé mucho de niños -la miró de reojo-, y cada vez estoy más convencido de que no estoy hecho para ser un padre soltero. -Vanessa se sintió invadida por un calor peculiar al comprender que no estaba casado-. Voy a llamar a los chicos para decirles que estamos de camino -dijo descolgando el teléfono del coche. Tras una agitada conversación, colgó-. Mi capataz ha sorprendido a Alex dándole galletas a Zeus. Es un caballo salvaje que podía haberlo matado. Si Tom no hubiese aparecido por allí -se le encogió el estómago-. Tengo que volver inmediatamente. Miley y Nick no están en casa, Alysson está encerrada en su habitación con la puerta atrancada. Le he dicho a Tom que espere a que lleguemos, pero no tiene mucha paciencia con los niños.

Vanessa miró su reloj.

Ness: ¿Cuánto falta para que lleguemos a Bear Creek?

Zac: No vamos a pasar por el pueblo. Iremos por otra carretera que nos lleva directamente al rancho.

A Vanessa no le gustó la idea.

Ness: Llamaré a mi tío Will en cuanto lleguemos al rancho y le diré que vaya a recogerme. Así usted no tendrá que dejar a los niños solos para llevarme al pueblo.

Zac frunció el ceño.

Zac: ¿No puede esperar hasta mañana para verlo? Su viaje ha sido largo y no hay necesidad de que el Reverendo vaya al rancho de noche.

Ness: ¿Esperar hasta mañana? -repitió-. Eso es imposible. Yo...

Zac: Lo diré de otra manera. Nadie va a ninguna parte esta noche. Hablaremos de ir al pueblo mañana.

Ness: ¡Pero no puedo quedarme en su rancho por la noche! -sintió que el pánico se apoderaba de ella-.

Zac: Puede y lo va a hacer. Sé que está nerviosa porque va a conocer a los chicos, y lo entiendo perfectamente. Pero no olvidemos la razón por la que ha venido a Montana...

Ness: ¡Sí, no la olvidemos! -le interrumpió-. He venido a visitar al Reverendo Will Carter.

Zac: Es hora de dejar la farsa, Vanessa. Seamos honestos y dejemos de jugar. Sabe que está aquí para casarse conmigo y ayudarme con esos críos.

6 comentarios:

caromix27 dijo...

Caromix27:
No tenias otra manera mas inteligente de decirle eso a ness tonto efron ¬¬
es xvr el cap!
me ha gustado!
sobre todo x todo x los "mounstros" xDxD
siguela loki!
comenten chicas!!

LaLii AleXaNDra dijo...

hahah que chiste..
Zac piensa que ella sabe.. y como se lo dijo no fue nada cortes hahha
y que casposo esos chicos haha
siguela
me encanta
:D

ҳ̸Ҳ̸ҳĸaʀყҳ̸Ҳ̸ҳ dijo...

jajajaja wow que circo
ahora que le dira vanessa
yo me volveria loca si tuviera a chicos asi
siguela prontooo amiga
ya quiero ver que pasa

baii baii
xoxo

이지준 dijo...

yo no viviria
dos segundos con
esos diablillos jeje
siguelaaa me dejas con
la intriga pero
podrias poner la letra
mas grande que pena
con tigo pero es que
no veo bien la letra
pero siquieres no lo
hagas :$
bye
cuidate

Natalia dijo...

Wauuuuu, menudo capitulo!
Estas super bien esta novela :)
Voy a leer el siguiente comentario y publica pronto el capitulo 3!
Muackk

Anónimo dijo...

huuuuuuuu muy buena quiero mas

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