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lunes, 8 de agosto de 2016

Capitulo 13


De la espantosamente fría mañana a la terriblemente gélida tarde de la inauguración del Hotel Boonsboro, Vanessa calculó que había corrido unos treinta kilómetros yendo y viniendo de un lado a otro de Main Street.

No se habría perdido ni un solo metro.

Durante el día, Ashley y Amy abrillantaron y acicalaron el hotel hasta hacer refulgir cada centímetro. Cada vez que Vanessa llegaba allí corriendo, nuevas flores decoraban las mesas, las repisas de las chimeneas, incluso los alféizares del Comedor. El calor de las chimeneas caldeaba también los porches.

Una de las veces que Vanessa entró con bandejas de comida, Ashley, en vaqueros y sudadera, firmaba la entrega de la vajilla y la cristalería de alquiler.
 
Ness: Vengo enseguida. Uno de los míos traerá el resto, luego más según se vaya necesitando.
 
Ash: Vamos muy bien de tiempo. Amy ha ido a casa a cambiarse.
 
Ness: Eso voy a hacer yo, pero vengo enseguida… una hora como mucho.
 
Ash: No hace falta que corras -la tranquilizó con su serenidad habitual-. Vamos bien.
 
Ness: ¿Por qué estoy nerviosa? No es mi hotel.

A toda prisa, salió y cruzó.

Cincuenta minutos más tarde, cargada con su bolsa de fin de semana y satisfecha de lo rápido que se había arreglado, se encontró a Ashley preparando el bar. Y ataviada con un impresionante vestido rojo.
 
Ness: ¡Ya te has arreglado! Estás genial. No es justo. Te odio otra vez.
 
Ash: He hecho una breve pausa. No quería tener que subir corriendo a arreglarme cuando los Efron ya estuvieran aquí. Que será en cualquier momento.
 
Ness: Yo tenía que terminar de arreglarme antes. Qué fastidio.
 
Ash: Te aguantas. -Con las cejas arqueadas bajo las puntas disparadas de su pelo rubio y largo, le hizo una seña-. Oye, llevas un zapato de cada.
 
Ness: ¿Cuáles me quedan mejor? -Para probarlos, hizo unos movimientos de punta-talón, unos pivotes rápidos-. No me decido. Y el vestido no me va, ¿verdad? Es gris.
 
Ash: Gris no, polvo lunar. Me encanta el brillo del corpiño. ¿De dónde has sacado esos zapatos de zafiros? Quiero unos.
 
Ness: Me los compré el año pasado en un momento de debilidad. Aún no me los había puesto. No estaba segura de si…
 
Ash: Claro que sí. Te voy a decir lo que me fastidia a mí: que gastas un número menos que yo, que si no te quitaba los zapatos ahora mismo. Y aún puede que lo haga.
 
Ness: Los azules, entonces. ¿Puedo dejar esto, incluidos los zapatos negros de tacón que no voy a ponerme, en tu apartamento?
 
Ash: Adelante.
 
Ness: Bajo volando y te echo una mano.
 
Se quitó los dos zapatos y subió descalza. Dejó la bolsa y los zapatos en el piso de Ashley, nada más entrar, y volvió a ponerse los zapatos azules.

Como el Ático estaba abierto, se adentró en la estancia de ambiente enrarecido. En la salita, había flores esparcidas por debajo de las ventanas, y también en la encimera flotante del baño, en el dormitorio. Todo desprendía calor y destellos de luz.

No imaginaba qué sentirían los Efron si ella estaba tan orgullosa y satisfecha, ella que no había hecho sino verlo crecer. Y darle un poco de energía.

Bajó las escaleras deslizando la mano por la barandilla de hierro.

Ansiosa por ver más, entró en Nick y Nora. Esa noche se alojaría allí, se dijo, con Zac. En aquella cama preciosa, con aquel aroma a flores, el brillo del cristal.

Harían el amor allí, en la frágil oscuridad, serían los primeros que se acariciarían en aquella habitación. Le parecía algo mágico.

Se volvió al oír pasos y sonrió a Zac.
 
Ness: Justo estaba pensando en ti, y apareces. Y guapísimo, además.

Tan guapo con traje oscuro y una corbata; de nuevo magia, casi del mismo color que su vestido.

Zac: No dejas de sorprenderme, Vanessa.
 
La sonrisa de ella se volvió más tierna.
 
Ness: Esta noche requiere elegancia, y los dos vamos muy elegantes, desde luego. Me preguntaba cómo os sentiréis tú y tu familia. Debe de ser extraordinario, porque yo, que no he hecho nada, me siento muy orgullosa y feliz.
 
Zac: Claro que has hecho. Has cargado bultos, nos has alimentado, has limpiado. Nos ayudaste a encontrar a Ashley.
 
Ness: Tienes razón; sí he hecho. Y monté yo solita esa lámpara de pie tan vistosa. -Tocó apenas una de las lágrimas. Los ojos le brillaban casi tanto como la lámpara-. Toda una hazaña.
 
Zac: Eso creo yo. Tengo algo para ti.
 
Ness: ¿Para mí?
 
Zac: Algo para agradecerte todo lo que has hecho por que llegáramos hasta aquí.
 
Ness: ¿Un regalo? -Con un gritito de sorpresa, se acercó a él-. No he hecho nada que merezca una recompensa, ni lo de montar la lámpara, pero me encantan los regalos. Así que lo acepto. Dame.
 
Zac sacó una cajita del bolsillo, luego cogió el papel de envolver que ella arrancó e hizo una pelota con él mientras Vanessa abría la cajita.
 
Ness: Ay. Ay, Dios, es preciosa.
 
La pequeña llave de platino colgaba de una fina cadena de diminutos diamantes.
 
Zac: En cuanto la vi, me dije: «Esto». Es simbólico. La llave del Hotel Boonsboro. Para cuando quieras usarla.
 
Ness: Qué bonita, la idea. Gracias. Gracias -repitió inclinándose para besarlo-. Me encanta. Mis primeros diamantes.
 
Zac: ¿En serio? Son muy poquita cosa.
 
Ness: Ningún diamante es poquita cosa. Quiero ponérmela ahora.
 
Zac: Ven, que te ayudo.

Se puso detrás, manipuló el cierre. Ella se llevó la mano a la llavecita, los estudió a los dos en el espejo de cuerpo entero enmarcado en plata.

Luego subió la mano hasta la que él tenía apoyada en su hombro.

No encontraba las palabras, menos aún al verlos a los dos juntos, en el espejo.

El corazón se le alborotó de nuevo cuando sus ojos se encontraron con los suyos. Entonces sintió algo nuevo, un latido firme y lento que se propagaba por todo su cuerpo hasta llegarle incluso a las plantas de los pies.
 
Ness: Zac… -Lo que fuera a decir, lo que podía haber dicho, se esfumó cuando vio la sombra en el espejo-. Zac -repitió-.
 
Zac: Sí, la veo.
 
Vanessa tragó saliva.

Ness: ¿Qué ves?
 
Zac: La veo a ella. A Elizabeth.
 
Ness: Yo veo una sombra. Una silueta.
 
Zac: Yo la veo a ella. Está sonriendo, pero con lágrimas en los ojos. Está… ¿saludando con la mano? Lleva… no, me enseña su mano. La mano izquierda. Un anillo. Rojo… con una piedrecita.
 
Ness: ¿Un rubí?
 
Zac: Creo que no… es más oscuro, me parece.
 
Ness: ¿Un granate?

Zac: Puede. Sí, puede. ¿Un anillo de compromiso? -Entonces Zac lo oyó en su interior, suave como un deseo. «Billy.»-. ¿Has oído eso?
 
Ness: No. He olido a madreselva, veo su contorno, creo. O lo veía -dijo cuando la sombra empezó a extinguirse-. ¿Qué has oído?
 
Zac: Lo ha vuelto a llamar. Billy.
 
Vanessa se volvió.
 
Ness: Un anillo, un anillo de compromiso, has dicho.
 
Zac: Solo es una suposición.
 
Ness: Te ha enseñado el anillo, luego la has oído llamarlo. Seguro que es un anillo de compromiso. Billy y ella iban a casarse. Hay que encontrarlo, por ella, Zac.
 
La urgencia de su voz cuando se volvió y lo agarró por los brazos lo sorprendió.
 
Zac: Haré lo que pueda.
 
Ness: Tanto tiempo -masculló-. Lleva tanto tiempo esperando.
 
La esperanzaba, notó. La esperanzaba comprobar que el amor de verdad pudiera ser lo más importante. Lo bastante importante para durar.
 
Zac: No he tenido tiempo de atar todos los cabos, quizá por eso no he llegado todavía a ninguna parte. Después de esta noche, tendré más tiempo. Oye, hay que bajar. El corte de la cinta inaugural es dentro de veinte minutos.
 
Ness: Le he prometido a Ashley que bajaría enseguida a ayudar y me he despistado. -Volvió a tocarse la llave-. Gracias otra vez.
 
Zac: Te queda muy bien con ese vestido. -Le acarició el hombro, distraído-. Baja, anda. Yo voy enseguida. -Quería estar un momento, solo un instante, a solas, y entró en Elizabeth y Darcy-. Lo siento. He estado tan liado preparando la inauguración y ocupándome de… -«La vida» le pareció un término desacertado-. Cosas. Pero te prometo que seguiré intentando encontrarlo. Debes saber que esta noche va a haber mucha gente pululando por ahí, entrando en esta habitación. Una fiesta, ¿vale? Luego, mi madre dormirá aquí. Se trata de mi madre… solo te lo digo para que lo sepas. -Se interrumpió, negó con la cabeza-. Quizá ya te lo ha dicho Alex. Esta va a ser una gran noche para mi familia, para el pueblo. Tengo que volcarme en ello. -Creyó notar que algo le rozaba las solapas, como le haría una mujer a un hombre al despedirse-. Ah… gracias. Supongo.
 
Volvió la vista mientras salía, pero no vio nada. De modo que fue hacia la luz, hacia las voces.
 
 
Tras siglos de cambio, de guerra y de inclemencias, de abandono y sudoroso esfuerzo, el viejo hotel de la Plaza volvía a recibir huéspedes. Paseaban por las habitaciones, que les daban una calurosa bienvenida, reunidos en grupos cerca de las chimeneas encendidas y departían con los vecinos en la diáfana cocina.

La luz iluminaba unos espacios oscuros durante mucho tiempo; las voces daban vida a años de silencio. Los huéspedes pisaban las bonitas baldosas y los suelos pulidos de madera, se recostaban en un sofá amarillo limón o sorbían su copa bajo los porches. Los que no temían el frío salían a disfrutar del Patio o al balcón para admirar las vistas.

Algunos notaron la ráfaga estival de madreselva, pero no le dieron importancia. Más de una vez, alguien sintió un roce en el hombro, se volvió y no vio a nadie allí. Zac recorrió dos veces el hotel con amigos y se encontró abierta la puerta del balcón de Elizabeth y Darcy. Se limitó a cerrarla mientras los invitados comentaban la cama o el embaldosado, o el precioso vidrio de color de la pantalla de la lámpara.
 
Zac: Vale ya -le dijo entre dientes, y siguió con lo suyo-.
 
Más tarde, volvió a comprobarla y le complació verla cerrada. Demasiado liada disfrutando de la fiesta, se dijo, para jugar con él.

Cuando salía, entró Donna. Vestía pantalones negros y blusa negra de volantes en lugar de sus habituales vaqueros con camiseta, y una chaqueta negra entallada.
 
Zac: Qué guapa vas, Donna.
 
Donna: Gracias. Como voy a andar de aquí para allá, he decidido arreglarme un poco. Dios, Zac. -Mirando a todas partes a la vez, pasó la mano por la madera tapizada de los pies de la cama-. Es precioso. Sé cuánto tiempo y esfuerzo ha llevado todo esto, pero te juro que parece un milagro.
 
Zac: Gracias. Estamos muy orgullosos del resultado.
 
Donna: Es para estarlo. Solo he visto las habitaciones de esta planta y ya no sé cuál de ellas es mi favorita.
 
Llevaba toda la noche oyendo variaciones de esa idea, y aún le hacía sonreír.
 
Zac: A mí me pasa lo mismo. ¿Quieres que te lo enseñe?
 
Donna: No, ya me apaño sola. Es como explorarlo -dijo riendo-, y me encanta… además, me voy topando con gente todo el rato. Acabo de ver a Dick en Eve y Rourke.
 
Zac: ¿El peluquero o el banquero?
 
Donna: Ja. Qué gracioso. El peluquero. También he visto a Rachel y a los padres de Claire en la Biblioteca. -Pasando por su lado, entró en el baño-. Vaya, qué bañera. Parece sacada de una novela inglesa.
 
Zac: De eso se trata.
 
Donna: Pues es una idea genial. Yo viviría en este baño, algo que he dicho de todo los que he visto hasta ahora. No te preocupes por mí. Vuelve a la fiesta.
 
Zac: Resulta agradable hacer un descansito de cuando en cuando.
 
Donna: Imagino que sí. Aprovechando que te pillo solo un segundo, quiero que sepas que me encanta veros a Vanessa y a ti juntos.
 
Zac: Ah. Huy…
 
Donna: Estaba acostumbrada a veros como amigos, como todo el mundo, me imagino, así que ha sido una sorpresa. Una sorpresa muy agradable.
 
Zac: También ha sido… una sorpresa para nosotros. Creo yo.
 
Donna: Me parece bien. Ella se merece ser feliz, y tú te la mereces a ella.
 
Zac: Hago todo lo posible.
 
Donna: Me gusta lo que haces. Yo la quiero mucho.
 
Zac: Lo sé.
 
Donna: Y que lo sepas -se volvió y le dio un golpecito en el pecho- si le haces daño, te vaciaré un frasco de laxantes en la calzone. Y no sabrás cuándo -arqueó las cejas y asintió con la cabeza-. Y, como a ti también te aprecio y soy una mujer justa, le haré lo mismo a ella si se porta mal contigo.
 
Por si acaso, prescindiría de la calzone una temporada.
 
Zac: Me das un poco de miedo, Donna.
 
Donna: Tú témeme. Voy a ver la siguiente.
 
Cuando salió, Zac percibió una leve risa y el olor a madreselva a su espalda.
 
Zac: Sí, sí, buenas sois las mujeres.
 
Una vez más iba a salir cuando se detuvo en seco. Esta vez llenaba el umbral de la puerta Charly. Zac supuso que si los jefes de los clanes de las tierras altas escocesas vestían traje de chaqueta y corbata de topos, se parecerían mucho a Charly Hudgens.
 
Charly: Hola. Andaba buscando a Rachel.
 
Zac: Me han dicho que estaba en la Biblioteca. Quizá siga ahí. Al final del pasillo, a la izquierda.
 
Charly: Sí, ya me acuerdo -cambió de postura, indicio seguro de que estaba a punto de decirle algo engorroso-. Por cierto, ya que te pillo a solas un minuto…
 
Zac: ¿De qué me sonará eso?
 
Charly: ¿Cómo dices?
 
Zac: No, nada. ¿Pasa algo?
 
Charly: Un par de cosas -entró despacio en la habitación, miró a su espalda-. Creo que debo decirte, deciros, a ti y a tus hermanos, que Rachel… Que me ha pedido que… -se cortó de nuevo, miró por toda la habitación-. Aquí. Esta noche. Que me quede. Ya sabes.
 
Zac: Ah. -Mierda, se dijo. Debería haberlo visto venir-. Bueno… -siguió, y se metió las manos en los bolsillos-.
 
Charly: Entiendo que te sientas un poco… que os sintáis un poco… pero… bueno.
 
Zac: Sí. ¿Te puedo preguntar si esto es… si tenéis planes o algo?
 
Charly: Tu madre significa mucho para mí. Yo quería mucho a tu padre.
 
Zac: Lo sé. Sé que lo querías.
 
Charly: Sé que quería que cuidara un poco de ella, y eso he hecho. Y… tu madre es toda una mujer. La respeto muchísimo. Nunca le haría daño. Me cortaría la mano antes.
 
Zac: Vale, Charly
 
Charly: Vale. -Parte del rubor de su rostro remitió-. Hablaré con David y Alex.
 
Zac: Ya me encargo yo.

O se pasaría otra hora y media farfullando.
 
Charly: Como veas -le hizo un gesto con la cabeza y se aclaró la garganta-. Eh… tú y Vanessa estáis… Mi Vanessa.
 
El mismo perro, se dijo Zac, con distintos collares.
 
Zac: ¿Lo mismo que tú me acabas de decir de mi madre? Pues cámbialo por Vanessa. Ella me importa. Siempre me ha importado.
 
Charly: Sé que eso es cierto. Ella siempre ha sentido algo especial por ti.
 
Zac: Eh, bueno… -Dios, de un momento a otro se iba a ruborizar e inquietar él-. No lo sé.
 
Charly: Puede que tú no, pero yo sí. Igual que sé que todavía le duele lo de su madre, que se marchara y nos abandonara. Quiero que seas delicado con ella, Zac. Ha salido con otros chicos, pero tú eres distinto. Tenéis un pasado en común, amigos comunes, y a ella siempre la has gustado. Es dura, mi niña, pero sufre mucho con algunas cosas. Resulta fácil olvidarlo, así que… no lo hagas. Y ya está, creo. Con un larguísimo suspiro de alivio, miró alrededor-. Este sitio es la repera. Habéis hecho un gran trabajo. Tommy debe de estar allí arriba reventando de orgullo por Rachel y sus chicos. Reventando. Yo me voy ya.
 
Al fin solo, Zac se sentó al borde de la cama. Era mucho, se dijo. Muchísimo. Su madre y Charly. Allí, ahí mismo… Al pensarlo se levantó como un rayo de la cama y la miró incómodo.

Seguramente sería preferible que ni siquiera pensara en ello.

La puerta del balcón se abrió despacio.
 
Zac: Ahora que lo dices, no me vendría mal un poco de aire fresco.
 
Salió fuera, siseó un poco por el frío. Habría querido tener a mano una cerveza.

Tenía buen aspecto, pensó. Main Street. La conocía de toda la vida. Cambiaba, desde luego -un negocio nuevo, una mano de pintura, nuevos vecinos, chavales que crecían como lo había hecho él mismo-, pero, para él, seguía igual.

Como Vanessa. Igual. Como el pedernal.

Ella había cambiado. Habían cambiado juntos, suponía. Habían crecido, madurado, ampliado su rango de alcance.

Escudriñó Vesta, las luces, la gente que se movía al otro lado del ventanal.

Vanessa había creado ese lugar. Ellos le habían facilitado el esqueleto -la piedra, la madera-, pero ella lo había convertido en lo que era. Y ahora volvería a hacerlo.

Sí, era fuerte, lista, trabajadora. Se había vuelto dura cuando su madre los había abandonado. Había mantenido la cabeza bien alta a pesar de las burlas de algunos niños.

Él había tenido unas palabritas con un par de gilipollas sobre el asunto, recordó. No creía que ella lo supiera, como tampoco creía que supiera que una vez, poco después de que Tracy Hudgens se largara, la había visto llorar en brazos de su propia madre cuando había entrado en casa por la puerta de la cocina.

Se marchó igual que entró, y la siguiente vez que había visto a Vanessa esta ya no tenía los ojos tristes ni llorosos.

Rara vez la había visto así de nuevo.

Pero Charly tenía razón. Tenía que haber cosas que le hicieran sufrir, y él debía ser cuidadoso.

Otros chicos. Plural, lo que lo convertía -para Charly- en su nuevo chico.

Nunca se lo había planteado. En broma, claro… lo de ser el primero. De pronto, la amenaza de Donna, la advertencia de Charly le hacían ver las cosas de otro modo.

Nunca había salido con ella. Al cine, a un concierto, a cenar.

Nunca le había comprado flores.

Bueno, le había comprado un regalo, de modo que ya tenía algún punto en eso. Como si llevara la cuenta, que no la llevaba, claro que no. Con exactitud.

Por lo general, ella terminaba cocinando para él. Normal, le encantaba cocinar, pero eso no estaba bien, ¿no?

Si quería que aquello fuera una relación de verdad, y quería, tendría que empezar a poner un poco más de su parte.
 
Zac: No he puesto mucho de mi parte -reconoció-. Craso error.
 
Empezaría de cero, decidió, y se volvió para entrar.

Entonces vio el botellín de Heineken en la mesita que había entre las puertas.
 
Zac: ¿Cómo coño has hecho eso? -Aunque un escalofrío le recorrió la espalda, cogió el botellín y dio un trago-. No sé si me da repelús o me viene bien. Pero gracias. -Bebió otro poco-. Aquí estoy, helado, bebiéndome una cerveza que me ha traído un fantasma y hablando solo.
 
Meneando la cabeza, volvió dentro y cerró bien el balcón. Luego cogió la cerveza y bajó a buscar a Vanessa.

Debió haber supuesto que estaría haciendo algo útil. La encontró en el Salón, sirviendo champán a los invitados.
 
Zac: ¿Dónde está el tuyo?
 
Ness: ¡Ah, estás aquí! ¿Mi qué?
 
Zac: Champán.
 
Ness: Ah, tenía una copa. Creo que me la he dejado en la cocina cuando cambiaba las bandejas.
 
Zac: No has venido aquí a trabajar. -Le arrebató la botella, la cogió de la mano y la llevó hasta donde estaban las copas-. Has venido a divertirte.

Le sirvió champán.

Ness: Me estoy divirtiendo. Tienes las manos heladas.
 
Zac: He estado fuera un rato. Vamos a buscar un sitio donde sentarnos. Tienes que descansar los pies.
 
Ness: Y tú relacionarte.
 
Zac: Ya he estado relacionándome. Ahora me apetece sentarme un rato contigo.

Inclinándose, posó sus labios en los de ella.

Vanessa lo miró extrañada. No es que lo suyo fuera un amor clandestino, pero era la primera vez que la besaba -de ese modo- en público.

Para Año Nuevo, recordó, claro que entonces todos se besaban a medianoche, con lo que esa vez no contaba.

Notó que los miraban intrigados.
 
Ness: ¿Te encuentras bien?
 
Zac: Genial. -Le pasó un brazo por los hombros para llevársela a las escaleras-. ¿Qué tal tú?

Ness: Perfectamente. Solo quería asegurarme de que…
 
Zac: Vanessa, no tienes que asegurarte de nada. Hay mucho de todo, y la gente lo está pasando bien. Relájate.
 
Ness: No me relajo en las fiestas salvo que esté haciendo algo. Me pican las manos.
 
Zac: Pues ráscatelas.
 
**: ¿Qué hay, Zac?
 
Colin Evans, viejo amigo y policía del pueblo, se cruzó en su camino.
 
Colin: Necesito que me eches un cable.
 
Zac: ¿Qué pasa?
 
Colin: Tu primo, Mark. Se marcha. Le ha estado dando al alcohol de lo lindo hoy. Se niega a darme las llaves del coche. He intentado convencerlo y se ha puesto bruto. No quiero tener que arrestarlo. Igual podrías persuadirlo antes de que la cosa empeore.
 
Zac: Sí, claro. Enseguida vuelvo.
 
Tardó veinte minutos, buena parte de los cuales tuvo a su primo colgado de él, con el sentimentalismo propio de los borrachos, o rebuznando mientras intentaba caminar en línea recta para demostrar su competencia.

Cuando se cayó de culo por tercera vez, Mark por fin le dio las llaves.
 
Colin: Yo lo llevo, Zac. Tenemos que irnos de todas formas. Los niños están con la canguro. Christi me seguirá y lo dejaremos en casa.
 
Zac: Te lo agradezco, Colin.
 
Colin: Lo de todos los días. -Hizo una pausa, con las manos en sus enjutas caderas, mientras echaba un vistazo al Patio, a los porches de las plantas superiores-. Precioso. Ya he reservado la noche de nuestro aniversario, en mayo. Una sorpresa para Christi.
 
Zac: ¿Qué habitación?
 
Colin: Parece que le gusta la de la cama con cortinas y la bañera gigante.
 
Zac: Titania y Oberon. Buena elección.
 
Colin: Ashley me ha convencido para que cogiera el pack que viene con champán, cena para dos y no sé qué más. Cumplimos diez años, así que tendría que ser especial.
 
Zac: Ashley se asegurará de que lo sea.
 
Colin: Bueno, te ayudo a meter a Mark en el coche.
 
Zac: Tranquilo. Tú ve a por Christi. Gracias por la ayuda.
 
Colin: No hay problema.
 
Cuando volvió dentro, la concurrencia había mermado. Su nueva búsqueda de Vanessa se vio entorpecida por otros invitados que se disponían a irse, que lo paraban para darle las gracias por la velada, felicitarlo por el hotel, desearle buena suerte.

Lo agradecía, de verdad, pero cayó en la cuenta de que era su segunda fiesta como pareja y había pasado más tiempo sin ella que con ella.

Y ella más tiempo sirviendo que dejándose servir.

La encontró en el Comedor, atendiendo mesas.
 
Zac: ¿No sabes ser invitada?
 
Ness: Pues no. Además, he prometido a Ashley y a Amy que ayudaría a recoger. Ya es bastante tarde. Ha sido genial, Zac. Todo el mundo lo ha pasado de maravilla, y les ha encantado ver el hotel. Hasta tenemos unas cuantas reservas.
 
Zac: Eso he oído. -Le quitó los platos de las manos-. ¿Y tu champán?
 
Ness: Me lo he debido de dejar en algún sitio, pero ya me lo había bebido casi todo. Acabo de llevar a tu madre a la Biblioteca. Vamos a subir una bandeja de fruta y queso, y unas galletas saladas. Vosotros casi no habéis comido nada. -Insistente, le arrebató de nuevo los platos-. Sube. Yo voy enseguida. Termino de ayudar a Ashley y voy a por la bolsa a su piso.

Zac: Voy yo. ¿Dónde está?
 
Ness: Nada más entrar, pero su apartamento está cerrado con llave.
 
Zac: Voy a por la llave.
 
Cogió la bolsa, metió una botella de champán en un cubo de hielo, añadió dos copas y se guardó la llave de Nick y Nora en el bolsillo. Dejó el cubo de hielo en la habitación para después y se encontró a toda su familia, incluidos los padres de Claire, descansando en la Biblioteca y atacando ya las bandejas de comida.
 
Rachel: No me había dado cuenta del hambre que tenía hasta ahora -cogió unas galletas saladas-. Aquí viene mi hijo pródigo.
 
Zac: Mark. Las llaves del coche. Me ha costado convencerlo.
 
Rachel: Haberme llamado. A mí siempre me hace caso.
 
Zac: Ya está resuelto. -Cayó en que no había comido mucho, como bien había dicho Vanessa, y cogió un puñado de aceitunas antes de sentarse en el suelo-. Vinieron, vieron, vencieron.
 
Alex: Y mucho más -añadió, acurrucado con Claire en el sofá que compartían con su madre y Charly-.
 
Rachel: Lo logramos -suspiró-. Cuando pienso en los dos últimos años…
 
**: ¿Volverías a hacerlo? -le preguntó Rosie, la madre de Claire-.
 
David: No le des ideas -alzó la vista al techo-.
 
Rachel: No, esto no. Esto ha sido una de esas cosas que se hacen una vez en la vida.
 
David: Gracias, Dios.
 
Rachel rió mientras le daba un pisotón a David.
 
Rachel: Tengo otras ideas. Para después. ¿Para esta noche? -alzó la copa-. Por mis chicos, David, Zac y Alex, por haber hecho mi sueño realidad.
 
David alargó el brazo y le cogió una mano.
 
David: Sí que sueñas a lo grande -dijo luego-. Hazme el favor de dormir tranquila una temporada.
 
Por cómo le brillaron los ojos cuando sorbió el champán, Zac sospechó que ya tenía otro sueño en la cabeza.




Qué bien va todo. Qué bonito... ^_^

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2 comentarios:

Lu dijo...

Me encantó el capitulo.
Amo como va todo entre Zanessa, Ojalá siga así siempre.


Sube pronto

Maria jose dijo...

Capitulo feliz y todo perfecto
Esta novela me gusta mucho
Es muy tranquila, divertida y llena de amor
Síguela pronto!!!

Saludos
sube pronto

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