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domingo, 21 de agosto de 2016

Capítulo 17


Desde que tenía uso de razón, a Zac le gustaba resolver cosas, encontrar respuestas, destripar misterios. Su propensión a planificar, programar, fijar plazos y encontrar soluciones lo convertía en el coordinador nato de Efron Family Contractors. Jamás había imaginado, o no en serio, que pudiera hacer otra cosa, ni que nada más pudiera proporcionarle idéntica satisfacción y orgullo.

Trabajar con sus hermanos le venía bien. Podían disentir, y disentían, cabrearse unos a otros, quejarse y protestar. Pero siempre llegaban a un acuerdo. Conocía su ritmo igual que conocía el suyo propio. Sabía los puntos flacos de cada uno, algo que podía resultarle práctico si estaba cabreado y quería fastidiarlos.

Resolver problemas exponiendo los hechos, ofreciendo posibles concesiones y algún ultimátum de cuando en cuando era lo suyo.

Se planteó el caso de Elizabeth como un problema.

Tenían un fantasma en el hotel. Un hecho poco corriente, sí, pero un hecho. Hasta la fecha se había mostrado sumisa, algo temperamental, y todos estaban en deuda con ella por avisar a Alex cuando el gilipollas de Sam Freemont atacó a Claire.

Solo les había pedido una cosa. A Billy.

El problema era: ¿quién coño era Billy? ¿De cuándo era Billy? ¿Qué relación tenía con la mujer a la que habían dado en llamar Elizabeth?

El anillo era indicio de alguna relación, posiblemente un compromiso. Pero eso, en el mundo de Zac, no era un hecho.

La fantasma no se había pronunciado al respecto.

Le pareció que el mejor punto de partida era identificar a Elizabeth y averiguar cuándo había muerto.

El dónde, aun no siendo un hecho consumado sino una suposición lógica, era el hotel.
 
Zac: Es lo que tiene más sentido, ¿no?

Había instalado el portátil en el Comedor con la idea de que Elizabeth podría orientarlo si abordaba el problema in situ.
 
Ash: Así lo veo yo -coincidió, y le puso un café al lado-. ¿Por qué si no iba a estar aquí?
 
Zac: He estado curioseando en páginas de actividad paranormal. Te encuentras todo tipo de disparates, y muchos tienen que ser chorradas, pero la conclusión a la que he llegado es que la mayoría de la gente que no pasa a otra vida se queda donde murió, o vuelve a un lugar que fue importante o significativo para ellos. Si murió aquí, quizá fuera una huésped, o trabajara aquí, o estuviera emparentada con los dueños.
 
Ash: El registro de defunciones sería un buen comienzo, pero, ¿dónde empezar?
 
Zac: Esa es la cuestión, ¿no?
 
Ash: A ver, por la forma en que dices que viste, yo diría que entre el comienzo de la Guerra Civil y antes de 1870. No lleva una de esas faldas anchísimas con miriñaque, pero sigue siendo ancha.
 
Zac: Sí. Así más o menos… -Le indicó con los brazos-. La vi muy poco.
 
Ash: Si me dejara verla a mí, podría hacerme una idea más aproximada. -¿Por qué no la dejaba verla?, se preguntó. A fin de cuentas, eran, como bien decía Vanessa, compañeras de hotel-. ¿Y las mangas?
 
Zac: ¿Las mangas?
 
Ash: Del vestido, Zac. ¿Largas, cortas, ceñidas, abombadas?
 
Zac: Ah. Eh… largas. Más bien grandes, creo.
 
Ash: ¿Guantes? ¿Lleva guantes?
 
Zac: No sé si… yo creo que sí, pero sin dedos. Como de encaje, como el ganchillo de mi abuela. Y ahora que lo pienso, lleva uno de esos chales.
 
Ash: Una mantilla… y redecilla, me dijiste.
 
Se la quedó mirando.
 
Zac: ¿Eso te dije?
 
Ash: Dijiste que llevaba el pelo recogido en la nuca con malla. Se llama redecilla.
 
Zac: Si tú lo dices.
 
Ash: Lo digo. Tengo uno o dos minutos. ¿Puedo? -señaló el teclado-.
 
Zac: Adelante.
 
Volvió el portátil a donde ella se estaba sentando y esperó, saboreando el café mientras Ashley tecleaba.
 
Ash: Estoy casi segura de que, con todos esos elementos, hablamos de principios de la década de 1860.
 
La dejó trabajar en silencio unos minutos. Qué tranquilo está esto en pleno día, pensó. Debía volver en breve al edificio de al lado a echarle una mano a David. Y quizá escaparse a Vesta luego, a ver si podía convencer a Vanessa para que salieran, o para que pasaran la noche juntos.
 
Ash: Mira esto… -volvió la pantalla hacia él-. ¿Qué te parece?
 
Intrigado, estudió la ilustración de un pequeño grupo de mujeres en una especie de salón.
 
Zac: Me parece que no entiendo por qué las mujeres querían ponerse una ropa que tiene pinta de ser tan incómoda.
 
Ash: La moda duele, Zac. Vivimos con ello.
 
Zac: Supongo. Se parece mucho, el estilo, quiero decir. La falda se parece bastante a esta, y las mangas, y lleva un cuello alto como este. Con encaje o algo, creo.
 
Ash: Esta es la moda de 1862. Así que puedes empezar por ahí. Y dudo mucho que andes buscando a una doncella o criada -añadió escudriñando la ilustración-. Va demasiado a la moda. No es imposible, podría tratarse de un vestido heredado de alguna señora o pariente, pero, bien pensado, viste como una mujer de cierta posición.
 
Zac: Empezaremos por lo más probable. Gracias.
 
Ash: De nada; esto es muy interesante. Si me necesitas, estoy en mi despacho.
 
Se proponía dedicarle media hora, luego ceñirse el cinto de las herramientas. Pero se le pasó el tiempo curioseando viejos archivos, antiguos artículos de periódicos, páginas web de genealogía.

Al rato, volvió Ashley con más café y un plato de galletitas recién hechas.

Zac se recostó al fin en la silla y miró ceñudo la pantalla.
 
David: ¿Qué diablos es esto? -inquirió-. ¿Tú aquí sentado comiendo galletitas mientras yo me parto el lomo en el edificio de al lado?
 
Zac: ¿Eh?
 
David: Son las dos y media, joder.
 
Zac: Huy, lo siento. Creo que la he encontrado.
 
David: ¿Encontrado a quién? -se hizo con la última galletita y la expresión se le suavizó después de hincarle el diente-.
 
Zac: Ya sabes -señaló al techo-. A ella.
 
David: Por favor, Zac, tenemos trabajo. Juega a cazafantasmas en tus ratos libres.
 
Zac: Eliza Ford, de los Ford de Nueva York.
 
David: Me alegro de que lo hayamos aclarado.
 
Zac: En serio, David, encaja. Murió aquí de unas fiebres, a mediados de septiembre de 1862. Está enterrada en Nueva York. Tenía dieciocho años. Eliza, Elizabeth, Lizzy. Es fantástico, ¿no te parece?
 
David: No quepo en mí de gozo. Lleva aquí ciento cincuenta años. Creo que puede esperar a que acabemos la puñetera obra de al lado. -Cogió la taza y le dio un trago-. El café está helado.
 
Zac: Voy a subir, intentaré hablar con ella. Ya compensaré luego el tiempo perdido. De todas formas, Vanessa trabaja hasta las seis.
 
David: Me alegra saber que este trabajillo sin importancia encaja en tu agenda.
 
Como el tono de David le sonó a reproche, Zac le contestó del mismo modo.
 
Zac: Te he dicho que lo compenso luego; joder, se lo debemos. Nos advirtió de lo de Sam Freemont. Podría haberle hecho más daño a Claire, y se lo habría hecho, seguro, si Alex no hubiera llegado allí a tiempo.
 
David: Mierda -se quitó la gorra de béisbol, se pasó la mano por el pelo-. Muy bien, ve a hablar con tu muerta, luego vente para la obra. ¿Quedan más galletitas de esas?
 
Zac: No sé. Pregúntale a Ashley.
 
David salió gruñendo.

Zac cerró la puerta, pero se dejó el portátil en la mesa mientras subía arriba. Había encontrado varias mujeres de entre dieciocho y treinta años que habían fallecido en el pueblo en ese margen de tiempo. Y habría aún más si se atenía a la teoría de que un fantasma puede elegir su edad.

No obstante, Eliza Ford le daba buena espina.

Ya estaba arriba cuando recordó que, por el procedimiento estándar, Ashley y Amy cerraban con llave las habitaciones de huéspedes cuando no estaban ocupadas. A los vivos, claro.

Se disponía a bajar de nuevo cuando la puerta de Elizabeth y Darcy se abrió.
 
Zac: Vale. Tomaré eso como un «pasa, por favor».
 
Se le hacía extraño entrar en una habitación que olía a la lavanda inglesa elegida para ella y a la madreselva de Elizabeth, o Eliza.
 
Zac: Bueno.
 
La puerta se cerró suavemente con un rápido clic y le recorrió un escalofrío.
 
Zac: Bueno -repitió-. Llevamos abiertos más de un mes. La cosa va muy bien. El fin de semana pasado tuvimos una pequeña boda. Supongo que ya lo sabes. Fue bien, según nos ha contado Ashley. Pues nada, tengo que volver a la obra de al lado, pero he estado investigando un poco abajo. Sobre ti. Nos vendría bien saber quién eres para poder ayudarte. ¿Eliza?
 
Las luces se encendieron y se apagaron, y los dedos le temblaron.
 
Zac: ¿Eres Eliza Ford?
 
Primero fue la silueta, borrosa y difusa, que se transformó en la figura nítida de una mujer. Le sonrió, e hizo una reverencia.
 
Zac: ¡Lo sabía! Eliza.
 
Se llevó una mano al pecho, y a Zac le pareció oír un susurro en su cabeza. Lizzy.
 
Zac: Te llamaban Lizzy. Era tu diminutivo.
 
«Billy.»
 
Zac: Billy te llamaba Lizzy. ¿Billy, qué?
 
Eliza se llevó la otra mano al pecho, la cruzó sobre la primera, cerró los ojos.
 
Zac: Lo amabas. Eso ya lo sé. ¿Vivía aquí, en Boonsboro, cerca de aquí, dónde? ¿Habías venido a verlo? ¿Estaba contigo cuando moriste? O quizá murió él primero.
 
Ella abrió los ojos de pronto. Zac detectó la sorpresa en su mirada, se maldijo. Quizá Eliza no sabía que estaba muerta, o que Billy debía estar muerto. También había leído algo de eso.
 
Zac: Quiero decir… ¿lo conociste aquí, en el hotel?
 
Eliza se desvaneció. Al instante, el balcón se abrió de par en par. Luego se cerró de un portazo.
 
Zac: Vale. Te apetece estar sola. Hablaré contigo más tarde. Te has lucido, Zac -se dijo mientras bajaba las escaleras-. Qué tacto, tío. Bueno, Lizzy, ¿y qué tal sienta la vida de muerto? Mierda.
 
Se llevó el portátil a la camioneta, cogió las herramientas. Luego pasó la verja hasta el edificio de al lado a hacer penitencia con la pistola de clavos.

 
Ness: Qué triste -echó la marinada que había preparado esa mañana por encima de los filetes de atún-. ¿Murió a los dieciocho? Sé que entonces la gente no vivía tanto, y que las mujeres solían casarse y tener hijos mucho antes. Pero, aun con todo. Dieciocho. ¿De unas fiebres?
 
Zac: No he visto mucho; buscaré más ahora que ya tengo un nombre del que tirar. En realidad, solo han sido unas líneas.
 
Ness: Eliza. Se parece mucho a como Alex empezó a llamarla, y al diminutivo de Lizzy también.
 
Zac: Parece que todo estuviera predestinado, supongo. Mamá escogió el nombre de esa habitación y Alex empezó a llamarla Elizabeth por eso. Y de ahí, Lizzie.
 
Ness: Yo no entiendo de predestinaciones, pero es espeluznante, en el buen sentido. Y me pareces genial, brillante, diría incluso, por haberla encontrado, pero ¿de qué te va a servir eso para localizar a Billy?
 
Zac: Necesitaba algo sólido. Sé cómo se llamaba, dónde vivía, dónde y cómo murió, aunque ella no lo supiera, así que intentaré seguir esas pistas hasta dar con él. ¿Se reunía aquí con él? ¿Vivía él por la zona? ¿Era otro viajero?
 
Mientras lavaba los canónigos, se volvió a mirarlo.
 
Ness: Septiembre de 1862. Esa podría ser la respuesta.
 
Zac: ¿Por qué?
 
Ness: Zac… -puso a escurrir los canónigos, se acercó a él-. ¿Cuánto tiempo llevas viviendo en el sur del condado de Washington?
 
Zac: Toda la… Mierda. Se me ha pasado. Estaba tan obsesionado con encontrarla que, cuando di con el nombre… la batalla de Antietam.
 
Ness: O de Sharpsburg, dependiendo del bando. El 17 de septiembre de 1862. El día más sangriento de la Guerra de Secesión.
 
Zac: Quizá fuera soldado. Puede, puede -musitó-. Ella podría haber venido aquí a verlo, establecer algún contacto. La gente incluso iba a presenciar las batallas, ¿no? Las convertían en estrafalarias excursiones.
 
Ness: Qué rarita es la gente. Bueno, ella murió el día de la batalla. Dices que era de Nueva York, así que parece lógico que se alojara en el hotel. Si hubiera tenido amigos o parientes en la zona, lo natural habría sido que se quedara con ellos. ¿Sería también Billy de Nueva York y ella lo siguió hasta aquí por alguna razón?
 
Zac: O él era de por aquí y ella vino a estar con él. O, como casi todos los hombres de su edad, si damos por supuesto que había algo entre ellos, luchaba en la guerra.
 
Ness: Eso parece lo más probable. Prueba esto.
 
Zac cogió el trocito de pan fino y crujiente.
 
Zac: Bueno. Buenísimo. ¿Qué es?
 
Ness: Un experimento. Masa de pizza, muy estirada, sazonada con hierbas, al horno. Estoy pensando en servirlo en el nuevo local. Entonces, si ella hubiera venido a verlo y hubieran podido reunirse, no tendría que encontrarlo ahora. Ella murió, pero, de haber estado él aquí, ¿no habría estado con ella? De modo que, por lógica, él no estaba aquí cuando ella enfermó.
 
Zac: O él la dejó plantada. No vino. Podrían haberse casado, pero no le interesaba.
 
Vanessa le arrebató el plato de pan de pizza antes de que pudiera coger otro trozo.
 
Ness: Eso no es romántico. Atente a lo romántico o no comes más.
 
Zac: Solo considero las distintas posibilidades. -Al ver que ella seguía apartando el plato de su alcance, puso los ojos en blanco-. Vale, eran como Romeo y Julieta, pero en la Guerra de Secesión. Unos amantes desventurados.
 
Ness: No me atrae el suicidio de adolescentes. Piensa en otra cosa.
 
Zac: Tengo demasiada hambre para pensar.
 
Ablandándose, volvió a dejar el plato en la encimera.
 
Ness: En cualquier caso, no parece que nos vaya a ayudar a encontrar a Billy.
 
Za: Voy a ver qué más puedo averiguar sobre Lizzy. Fase uno. -Partió el pan, ofreció la mitad a Vanessa-. Podrías llamarlo «crackpan». Por el ruido que hace al partirlo y porque es adictivo.
 
Ness: Ja, ja. A lo mejor «chascapán». Estoy pensando en ponerlo junto con los grisines en una especie de tubo de cristal, en cada mesa.
 
Zac: Deberíamos poder empezar a demoler la semana que viene.
 
Ness: ¿La semana que viene? ¿En serio? ¿De verdad?
 
Le encantaba verla ilusionarse así.
 
Za: Solo a demoler, pero sí. He comprobado el estado de la licencia. Debería poder recogerla mañana por la tarde.
 
Ness: ¡Ay, madre! -Rodeó la barra, se subió a su regazo-. ¡Ay, madre, ay, madre!
 
Cuando tuvo la boca llena otra vez, Zac sonrió.
 
Zac: Me muero por ver qué harás cuando nos den la licencia de edificación.
 
Ness: Igual me disfrazo. Ay, madre.
 
Zac: ¿De qué?
 
Ness: Zac… -Suspirando, se acurrucó en él-. Puede que esto sea una locura durante un tiempo. La planificación, los preparativos, la ejecución. Quizá yo me vuelva loca un tiempo.
 
Zac: ¿Y en qué se diferencia eso de lo habitual?
 
Le dio un pellizco antes de bajarse de su regazo.
 
Ness: Solo quiero que sepas que no será porque te esté evitando ni escondiéndome.
 
Zac: Vale -aprovechó que sacaba el tema-: ¿Le ha mandado tu madre alguna información de contacto a tu padre?
 
Ness: No -alzó los hombros y los dejó caer. Pero, cuando él le cogió las manos, la miró a los ojos y esperó, no pudo escaquearse-. Bueno, no es que me quite el sueño, pero puede que no se haya instalado aún. O, seamos realistas, igual no manda nada. Papá le dio dinero, y tal vez solo quería eso. No sé bien cómo me afecta, ni qué siento por ella exactamente -prosiguió-. Es como imaginarse que Billy no estuviera con Lizzy, por voluntad propia. Es durillo. La vida ya es suficientemente dura. Voy a intentar ser un poco optimista para variar.
 
Zac: Entonces, nos quedamos con que él habría estado con ella si hubiera podido.
 
Ness: Eso me gusta más. Si Tracy no nos manda nada, voy a tener que resignarme. No sé, la verdad, para qué iba a querer ponerme en contacto con ella. No forma parte de mi vida, y eso fue decisión suya.
 
Zac: Me fastidia el daño que eso te ha hecho.
 
Ness: Como a mí. Cuesta creer que alguien pueda influir tanto en mis sentimientos. Pero no hablemos más de ella -agitó las manos en el aire como si borrara algo-. Bienvenido a la cocina de pruebas del MacT. Voy a ser tu camarera, tu chef y tu sumiller esta noche.
 
Zac: ¿Todo eso?
 
Ness: Y más, después… con un poco de suerte.
 
Zac: Ya me siento afortunado.
 
Ness: Esta noche presentamos un atún a la pimienta sobre lecho de canónigos y juliana de verduras, aderezado con una vinagreta de champán.
 
Zac: Cada vez más.
 
Ness: Como entrante, nuestro en breve, esperamos, popular aperitivo de cangrejo y corazón de alcachofa. Todo ello maridado con el refrescante Sauvignon Blanc que recomendamos.
 
Zac: Me apunto.
 
Ness: Quiero opiniones sinceras.

Zac: Cuenta conmigo.
 
Sacó una sartén para el atún y sonrió.
 
Ness: Cuento.


Para compensar el tiempo invertido en la búsqueda de Billy y sus noches con Vanessa, Zac se puso a disposición de David. Al paso que iban, calculaba que tendrían acabada la panadería para junio, y los pisos de encima listos para alquilar.

Había recopilado algunos datos más sobre Eliza Ford, pero quería dejarlos asentarse un poco en su cabeza.

Según lo prometido, comenzó la demolición del pub del nuevo restaurante de Vanessa, y los dos proyectos fueron avanzando con el paso rápido de febrero a marzo.

Con la proximidad de la boda de abril, los hermanos -y parte de la plantilla- dedicaron los fines de semana a la casa de Alex.

Una tarde de domingo, el súbito ascenso de las temperaturas derritió la nieve y convirtió el suelo en un lodazal. Pero, en el interior de la casa, resplandecían los suelos a ambos lados del pasillo de cartones embarrados desde donde los hermanos exploraban la cocina casi terminada.
 
Alex: Ha quedado genial -proclamó-. De maravilla. Los de la encimera vienen mañana a empezar la instalación, aquí y en los baños. Quizá lo logremos.
 
Zac: Lo lograrás -tenía la agenda, y se negaba a dejarse desmoralizar-.
 
David: Si no te la hubieras dejado a medio hacer -señaló-, no tendríamos que deslomarnos ahora.
 
Alex: De los errores también se aprende. De todas formas, así Claire también le puede poner su sello personal. Ya no es solo mía, es nuestra.
 
David: Dijo el hombre a punto de ser esclavizado.
 
Alex: Dijo el hombre que iba a casarse con el amor de su vida -replicó-. Buena luz, buen espacio. Será agradable poder volver a expandirse. En casa de Claire no queda ni un centímetro libre. Siempre ando tropezándome con un crío o un perro.
 
Zac: ¿Y crees que eso va a cambiar?
 
Alex: No -lo pensó, y rió-. No me importa, estoy deseando tropezarme con los críos y los perros aquí. Ya solo queda un mes para la boda.
 
Zac: Es fantástico que organicen la despedida de soltera en el hotel -comentó-. Podría ser otra fuente de ingresos, a la larga.
 
David: Ah, por cierto, está pendiente la despedida de soltero. -se enganchó los pulgares en el cinto-. Hay que prepararte para el abismo de lo desconocido.
 
Zac: Estoy en ello -le recordó-.
 
David: Sí, sí. ¿Para qué tanto lío? ¿Por qué no vamos a un puticlub y ya? Por algo es un clásico.
 
Zac: Póquer, puros y whisky, decisión del novio.
 
Alex: Nada de strippers -confirmó-. Me resulta violento.
 
David: No fastidies, tío.
 
Alex: Cuando te toque a ti, habrá strippers.
 
David: Seré demasiado viejo para disfrutarlas. No tengo previsto lanzarme al abismo de lo desconocido hasta la edad de la jubilación. Pensándolo mejor, un hombre nunca es lo bastante viejo para disfrutar de una mujer desnuda. Toma nota.
 
Rachel, que llevaba los brazos ocupados, usó el codo para llamar a la puerta de cristal del patio interior.

Zac abrió y le cogió la enorme bolsa térmica, llena de termos gigantes.
 
Rachel: ¡Vaya, fíjate! Alex, está precioso.
 
David: No lo ha hecho él solo -le recordó-.
 
Rachel: Todos para uno -murmuró-. Vas a tener una casa estupenda. Habéis avanzado mucho desde que estuve aquí hace unas semanas.
 
Alex: Ahora te la enseño entera.
 
Rahel: Voy yo sola. Primero, he traído el almuerzo. Minestrone, sándwiches mixtos a la plancha y crujiente de manzana.
 
David: Eres la mejor madre del mundo -abrió la bolsa térmica-.
 
Zac: A mí me basta con la minestrone -se llevó una mano al estómago-. Desde que Vanessa me usa de probador como más y, con las prisas de la obra de Alex, estoy haciendo menos ejercicio.
 
Rachel: Ahora que mencionas lo del ejercicio -sacó platos de cartón, cuencos y cucharas de su enorme bolso-, hay algo de lo que quería hablaros a todos.
 
Lo dejó encima del contrachapado que cubría provisionalmente los armaritos.
 
Rachel: Llevo bebidas frías en el coche.
 
Alex: Hemos traído de todo -abrió una nevera-.
 
Rachel: ¿Hay alguna Coca Light?
 
David: ¿Por qué iba a haber? -se preguntó-.
 
Rachel: Bueno, vale, dame una normal -decidió-. No tardaré en quemarlo. Sobre todo en, digamos, entre nueve y doce meses, cuando pueda pasar una hora o así en el gimnasio del pueblo.
 
David, a punto de darle un bocado inmenso al sándwich mixto, paró en seco.
 
David: Mamá.
 
Como si nada, Rachel sirvió sopa en un cuenco y se lo ofreció a Zac.
 
David: Me ha llamado la atención que el edificio de detrás del hotel, con el que compartimos aparcamiento ahora, está en venta.
 
Alex suspiró.
 
Alex: Mamá.
 
Rachel: Y se me ha ocurrido que no hay ningún gimnasio en el pueblo o alrededores. La gente tiene que coger el coche, ir al gimnasio y volver a coger el coche para regresar. Además, Ashley me ha comunicado que algunos clientes han preguntado si disponíamos de instalaciones para hacer ejercicio.
 
Zac miró fijamente la sopa.
 
Zac: Mamá.
 
Rachel, contenta, siguió adelante.
 
Rachel: La verdad es que ahora no es un edificio particularmente atractivo, ni ofrece a nuestros clientes buenas vistas del Patio o de los porches posteriores. Pero podría serlo. Y tendríamos más aparcamiento.
 
Zac: No hemos terminado la panadería. Apenas hemos empezado el nuevo restaurante.
 
Rachel: Y de todos mis hijos, tú eres el que más valora la planificación anticipada. Ando en negociaciones. Aún no lo he comprado, ni lo haría sin hablarlo con vosotros. Las negociaciones llevan su tiempo, los acuerdos llevan su tiempo. Si todo sale bien, Alex podría empezar a trabajar en los planos cuando vuelva de la luna de miel.
 
Alex: Mamá -empezó-, ¿has estado en ese sitio últimamente?
 
Rachel: Lo cierto es que sí. Hay mucho que hacer. -Le ofreció sopa-. Muchísimo. ¿No os parece una suerte que sepamos cómo hacerlo? Además, no es ni la mitad de complicado que el hotel.
 
David: Habrá que comprarlo para echarlo abajo -masculló-.
 
Rachel: Habla con propiedad. Vaciarlo, sí; demolerlo, no.
 
Zac: Ya sabes lo que quieres hacer ahí dentro.
 
Rachel sonrió a Zac.
 
Rachel: Tengo ideas. Sería algo modesto, claro, comparado con las grandes cadenas de centros de acondicionamiento físico, pero ofreceríamos todo lo posible en esa área. Un gimnasio moderno con el encanto de las localidades pequeñas y un gran programa de actividades muy diversas.
 
David: Aunque pudiéramos convertir ese sitio en lo que dices, habría que buscar personal, entrenadores, instructores.
 
Rachel: Eso déjamelo a mí. Un aula grande en la segunda planta, una pequeña guardería, quizá una sala de masajes. Zona fitness con máquinas de cardio, circuito de entrenamiento y pesas en la planta baja, una sala pequeña, y los vestuarios, todos con sala de vapor y sauna. Muy de estilo balneario, diría yo. Ya lo maduraremos. -Le dio a Alex una palmada en la mejilla-. ¿Verdad?
 
Alex: Supongo que sí. Si te lo venden.
 
Ella sonrió aún más.
 
Rachel: Eso déjamelo a mí también. Bueno, ¿me enseñas la casa ahora?
 
Alex: Claro. Empezamos por arriba y vamos bajando.
 
Ceñudo, David los vio salir.
 
David: Maldita sea. Maldita sea, la idea es buena.
 
Zac: Tiene el trato a punto. Aun dándose prisa, hasta mediados de primavera como poco, principios de verano seguramente, no tendríamos los planos y las licencias. Eso depende más que nada de Alex.
 
David: Menos mal. No me importaría vaciar ese sitio -consideró-. Me van los retos. Pero primero hay que poner en marcha la panadería. Hay que buscar quién la lleve, salvo que mamá quiera que nos pongamos a hacer magdalenas.
 
Zac: Igual puedo proponer a alguien para eso. Una conocida de Vanessa. Se acaba de venir de Washington, donde trabajaba como chef de repostería. Busca local para montar su propia panadería.
 
David: ¿Otra urbanita? -se encogió de hombros-. ¿Cómo está?
 
Zac: Casada.
 
David: Pues qué bien. Tú encárgate de eso, que Alex se encargue de lo del gimnasio. Yo me ocuparé de meter caña a la cuadrilla.
 
Zac: Eso es lo que estamos haciendo.
 
David: Y en algún momento se quedará sin edificios.
 
Riendo, Zac terminó por coger un sándwich.
 
Zac: No cuentes con ello, chico.


Ash: ¿Un gimnasio?

Ness: Es el plan. Si les venden la finca -estaba con Ashley en el Comedor, ultimando la despedida de Claire-. Zac dice que su madre está como loca.
 
Ash: Pero lo pintarán, ¿no? No lo dejarán de ese verde espantoso de ahora.
 
Ness: Eso tenlo por seguro. Zac dice que Alex ha hablado de tirar abajo la azotea y sustituirla por un tejado a dos aguas.
 
Ash: Vendría bien a nuestros clientes. Y a mí. Un gimnasio nuevo con solo cruzar el aparcamiento. Qué gozada. Me las he estado apañando con los DVD desde que vine. Me encantaría asistir a una clase de yoga como Dios manda.
 
Ness: Yo siempre he querido ir a una. Con tanto estiramiento, igual sería más alta. Bueno, si ya no falta nada más, puedo coger todo esto a finales de semana cuando vaya a por mis suministros.
 
Ash: Perfecto. Saldrá genial. Flores, buena comida, champán, una tarta llamativa, unos cuantos jueguecitos tontos con premios chulos. Será muy Claire.
 
Ness: Y, cuando queramos darnos cuenta, se estará casando con Alex.
 
Ash: Lo que me lleva a preguntar si Zac y tú vais por el mismo camino.
 
Ness: No. No -dijo medio riendo-. Ahora mismo estamos muy bien. Relajados, que está fenomenal. Además, ya sabes que yo nunca he sido muy partidaria del matrimonio, para mí. Quizá un día de estos nos decidamos a vivir en pecado.
 
Ash: Te oigo decirlo, pero no me convences. Tú lo quieres.
 
Ness: Lo quiero, y es posible que, sin darme casi cuenta, me haya enamorado de él. -Le costaba menos decirlo, sentirlo, de lo que creía-. Trato de acostumbrarme a eso, de ver si perdura. Como digo, ahora estamos muy bien. Y los dos andamos liadísimos. No parece que eso vaya a cambiar en breve. Lo de andar liadísimos.
 
Ash: Vanessa, desde que te conozco, y a él igual, nunca me ha parecido que buscarais otra cosa que estar liadísimos. Vosotros sois así. Los dos.
 
Ness: Es un plus.
 
Ash: No es por agobiarte, pero tengo que decirte que cada vez que os veo juntos pienso: perfecto. Vanessa ha encontrado a su media naranja.
 
Nerviosa, Vanessa se masajeó los muslos.
 
Ness: Me estás asustando un poco.
 
Ash: Tranquila. Tú a tu ritmo, pero te aseguro que si él no está tan enamoradísimo de ti como tú de él, yo no tengo ni idea de cómo llevar un despacho.
 
Ness: Pues ándate con cuidado, que en nada te emparejo con David.
 
Ash: Y encima resulta que soy yo la que te asusta. De ahora en adelante, mis labios están sellados. Herméticos.




Enserio, esa familia se hará de oro. ¡Ahora quieren poner un gimnasio!
Yo quiero ser de esa familia XD

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¡Besis!


2 comentarios:

Lu dijo...

Me encantó el capi.
Me gusta que Zac haya encontrado la identidad de la fantasma. Ojalá siga todo bien entre Zannesa ♡



Sube pronto

Maria jose dijo...

Buen capítulo
Ya sabemos mas del fantasma
Siguela es muy buena


Saludos

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