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domingo, 14 de agosto de 2016

Capítulo 15


Vanessa dejó la bolsa de sus compras, se quitó el abrigo, la bufanda y, con precisión, colgó las dos prendas del respaldo de una silla.

Guardó silencio y se quedó de pie.
 
Tracy: Qué bonito -dijo su madre, nerviosa-. Tienes una casa preciosa. He estado en tu restaurante antes. Está genial, verdaderamente genial. De lo más profesional.
 
Le hacía falta un buen tinte, observó Vanessa, y le dio igual que el pensamiento fuera mezquino y cruel. Tracy Hudgens -o como se llamara- llevaba un abrigo de color rojo intenso encima de unos vaqueros ajustados y un suéter negro. Esquelética, pensó, más que delgada, con el rostro enjuto cuidadosamente maquillado, y el pelo rubio corto y de punta, con la raíz muy negra.

Todo lo que se le pasaba por la cabeza al verla le parecía mezquino y cruel.

Bueno, mala suerte.
 
Ness: ¿Qué quieres? -repitió-.
 
Tracy: Quería verte. ¡Dios, nena, eres preciosa! Me encanta tu pelo. Me preocupaba que anduvieras por ahí con esas greñas rojas y esos horrendos correctores, ¡pero mira! Solamente…
 
Ness: No -retrocedió al ver que Tracy se le acercaba-. No creas que esto va a ser como los programas de Oprah.
 
Tracy bajó los brazos, la mirada.
 
Tracy: No me lo merezco. Lo sé, cielo. Lo sé. Solo que al verte tan mayor, tan guapa, me he dado cuenta de lo mucho que te he echado de menos. ¿Podríamos sentarnos? ¿Podríamos sentarnos a hablar unos minutos?
 
Ness: No necesito sentarme.
 
Tracy: Estás muy cabreada conmigo. -Como un patriota valiente ante un escuadrón de fusilamiento, enderezó los hombros-. No te culpo. Lo que hice fue estúpido, egoísta, estuvo mal. Lo siento mucho, Vanessa.
 
Ness: Ah, vaya, lo sientes. -Llevada por la rabia, chascó los dedos-. Y zas. Ya está todo arreglado.
 
Tracy: No, no. Sé que lamentarlo no lo arregla. Nada puede arreglarlo, me imagino. Hice algo horrible, cometí un terrible error. Solo… solo quería verte -consiguió decir con los ojos llenos de lágrimas-. Pensé que, a lo mejor, ahora que eres mayor, podrías entenderlo un poco.
 
Ness: ¿Entender el qué?
 
Tracy: Por qué me marché. Era tan infeliz. -Se sacó como pudo un pañuelo de papel del bolso, luego se dejó caer en una silla y sollozó en él-. ¡Nadie entiende lo que yo estaba pasando! Nadie es capaz de entender cómo me sentía yo. Uno no ve lo que pasa en los matrimonios de los demás.
 
Ness: Claro, imagino que el bebé que llevas en las entrañas se puede hacer una idea. No solo huiste de tu matrimonio, abandonaste a tu hija.
 
Tracy: Lo sé. Lo sé, pero no podía quedarme. Siempre fuiste más la niñita de tu padre que mía, así que…
 
Ness: Cuidado con lo que dices de mi padre.
 
Tracy: No diría nada. -Bien preparada, sacó otro pañuelo-. Es un buen hombre. Quizá demasiado bueno para mí. No debería haberme casado con él. Cometí un error.
 
Ness: Por lo visto, lo hacías con frecuencia.
 
Tracy: Era muy joven, cielo. Apenas tenía diecinueve años. Y pensaba que lo quería. De verdad que lo pensaba. Después me quedé embarazada, así que casarme me pareció lo más apropiado. Mis padres se enfadaron mucho conmigo cuando se lo dije. No sabes lo asustada que estaba.
 
La compasión que pudiera inspirarle una joven en esas circunstancias se evaporó antes de materializarse siquiera. Vanessa recordó a su abuelo, tan amable, tan paciente, y aquella tristeza que llevaba en la mirada al final de sus días por la hija perdida.

Y a su abuela, fuerte, cariñosa, siempre el principal sustento moral de su familia.
 
Ness: ¿Te echaron de casa? ¿Te amenazaron con hacerlo?
 
Tracy: Me…
 
Ness: Cuidado -le advirtió-.
 
Tracy: No, pero me culparon. Y me dijeron que tener un bebé implicaba cuidarlo y…
 
Ness: Vaya, qué raro, esperaban que asumieras alguna responsabilidad.
 
Tracy: Me trataron fatal. Como siempre. No podía quedarme en casa y dejar que estuvieran día y noche machacándome.
 
Ness: Así que la solución fue casarte.
 
Tracy: No fue así. Solo tenía diecinueve años. Yo quería casarme y tener una familia, mi propia casa. Y Charly era tan grandote y tan guapo, y se ocupó de todo. Ya sabes, de buscarnos una casa y demás. Se portó muy bien conmigo durante todo el embarazo. Lo intenté, de verdad. Intenté tener la casa bonita, cocinar, cuidar de ti cuando llegaste. Dabas mucho trabajo, Vanessa.
 
Ness: Vaya, qué fastidio.
 
Tracy: No lo digo por eso. Yo… ni siquiera había cumplido los veinte cuando naciste y había mucho que hacer.
 
Ness: Supongo que mi padre no hacía nada.
 
Tracy sorbió el aire, apretó los labios.

Tracy: Hacía mucho. No voy a mentir. Muchas cosas de la casa y eso, y por la noche te paseaba y te mecía. Era un buen padre.
 
Ness: Sé que lo era. Lo es.
 
Tracy: Lo hice lo mejor que pude, te lo juro. -Con los ojos inundados de lágrimas, cruzó las manos sobre el corazón-. Pero, Dios sabe que es verdad, no hacía nada que luego no tuviera que volver a hacer yo. Luego empezaste a andar muy pronto, y lo tocabas todo. No daba abasto. Aun cuando conseguí trabajo y te llevé a la guardería, tenía muchísimo que hacer, y siempre era igual. Hasta quería tener otro. Cielo santo, quería tener más hijos, y yo no podía ni con aquella. Cuando aborté…
 
Fue como un bofetón en plena cara.
 
Ness: Abortaste.
 
El rostro manchado de lágrimas de Tracy palideció.
 
Tracy: Pensé que te lo habría contado.
 
Ness: No, no me lo ha contado.
 
Tracy: Tú tenías tres años y me dabas mucho trabajo. Volví a quedarme embarazada, a pesar del cuidado que tuve. No podía pasar por todo aquello otra vez. No, no podía, así que me encargué del asunto. No iba a decírselo, pero estábamos discutiendo por algo y se me escapó.
 
Ness: ¿Pusiste fin a un embarazo sin decírselo?
 
Tracy: Habría intentado convencerme de que no lo hiciera, y yo ya estaba decidida. Era mi cuerpo, era cosa mía. Tú eres mujer. Deberías respetar eso.
 
Ness: Respeto el derecho a elegir, pero ¿qué elección le dejaste tú a él? ¿Qué respeto le mostraste? Era tu marido, el padre, y tomaste esa decisión sin él. ¿O no era el padre?
 
Tracy: ¡Claro que lo era! Yo no le engañaba.
 
Ness: Entonces.
 
Tracy miró fijamente el pañuelo hecho trizas.
 
Tracy: Pues no. Y no podía con otro embarazo. Contigo me pasaba el día vomitando, y engordé muchísimo. No quería otro bebé. Aborté y me hice una ligadura de trompas, y asunto resuelto.
 
Ness: Para ti -murmuró-.
 
Tracy: Se cabreó mucho, se disgustó una barbaridad cuando se enteró. Y las cosas fueron de mal en peor entre los dos. Entiéndelo, él tampoco era feliz. No fue culpa mía. No éramos felices. Pero fui a terapia de pareja, como él quería. Nadie puede decir que no lo intenté. Me sentía atrapada y desgraciada, nada más. Pero lo intenté.
 
Ness: ¿En serio?
 
Tracy: Durante doce años. Eso es mucho tiempo, y todo ese tiempo tenía la sensación de que debía ser alguien que no era.
 
Ness: Esposa y madre.
 
Tracy: Yo quería más. Sé que suena egoísta, pero quería más que un simple trabajo en el centro comercial, y volver a casa, al pueblo, día tras día. Llegué a odiar este sitio y todo lo que había en él. No es sano, ¿no? No es sano vivir así. La vida se me escapaba de la manos y no encontraba el modo de impedirlo.
 
Ness: Así que empezaste a liarte con otros.
 
Tracy: No era mi intención. Simplemente sucedió.
 
Ness: Me parece que mantener relaciones con hombres que no son tu marido requiere algo de intención.
 
Tracy: Solo ocurrió dos veces antes de Steve. No era feliz. Necesitaba más. Necesitaba algo para mí.
 
Ness: De modo que le pusiste los cuernos a tu marido para librarte del coñazo de ser esposa y madre. Y, como con eso no te bastaba, te largaste.
 
Tracy: ¿Me das un poco de agua? ¿Por favor?
 
Vanessa entró en la cocina y llenó un vaso de agua del grifo. Se detuvo un momento con los ojos cerrados, la respiración uniforme, hasta que recuperó las fuerzas.

Aunque se había quitado el abrigo rojo, ahora en el regazo, Tracy seguía sentada, con un pañuelo arrugado en una mano y las pestañas repletas de lágrimas.
 
Traqcy: Gracias. Sé que me odias.

Ness: No te conozco.
 
Tracy: Estuve allí hasta que tenías casi doce años, Vanessa. Te cuidé. Hice todo lo posible.
 
Ness: Quizá para ti. Para nosotros fue muy triste. Pero han pasado muchos años desde entonces. No me has escrito, ni llamado, ni venido a ver una sola vez. Ni una.
 
Tracy: No sabía si tu padre me permitiría…
 
Ness: Te he dicho que te andes con cuidado. No voy a repetírtelo.
 
Tracy: Muy bien. Muy bien. -Bajando de nuevo la mirada, acarició el abrigo-. Quizá no me pareció que pudiera, o debiera. Solo sé que tenía que irme, y lo hice mal. Charly quería que fuéramos a terapia de pareja. Con eso solo habríamos conseguido estropear aún más las cosas. Yo no lo quería, Vanessa. No se puede vivir la vida sin amor. Sé lo que pensaba él, sí. Que debíamos intentar arreglarlo. Que debíamos pensar en ti. Pero tú te harías mayor, ¿verdad? ¿Y qué sería de mí? Estaría atrapada aquí, y vieja. Vieja y atrapada aquí, sin posibilidad de vivir mi vida. Yo no hacía a Charly más feliz de lo que él me hacía a mí. ¿Qué sentido tenía aquello?
 
Ness: Querías largarte. Bien. Querías vivir tu vida. Bien también. Hay una cosa que se llama divorcio. Es duro y he oído que puede resultar doloroso, chungo para todos, pero así se hace en el mundo civilizado donde las mujeres no abandonan a sus maridos, a sus hijos, sus hogares sin decir una puta palabra.
 
Tracy: Yo… -Volvió a sorber el aire, dejó el vaso de agua que había apurado-. ¡Estaba enamorada! Cuando conocí a Steve, sentí muchas cosas. Muchas cosas que nunca había sentido antes. No podía pensar en nada más. Hice mal, sé que hice mal, pero con él me sentía viva y feliz. Sé que hice mal. Sé que debería haber sido sincera con Charly en lugar de engañarlo. No se lo merecía, pero, cielo, él no quería lo mismo que yo. No podía ser quien él quería que fuera. Y, cuando Steve tuvo una oportunidad, una verdadera oportunidad de negocio, en Miami, tuvo que irse. Y yo con él.
 
Ness: Has estado en Miami.
 
Tracy: Al principio. Estaba tan enamorada, y huíamos juntos, que me pareció romántico, emocionante. Sabía que tu padre cuidaría bien de ti.
 
Ness: No te esfuerces. Dejaste de pensar en mí en cuanto saliste por la puerta.
 
Tracy: ¡No es cierto! No lo hice bien. No lo hice bien, pero pensaba en ti. Me sentí muy orgullosa cuando oí decir que habías abierto tu propio local. Es un sitio estupendo y me sentí muy orgullosa cuando me enteré.
 
En la cabeza de Vanessa sonaron unas campanillas de alarma. Confió en que se tratara solo de su propio cinismo.
 
Ness: ¿Cómo que cuando te enteraste?
 
Tracy: Te buscaba por internet de vez en cuando. Quería saber cómo te iba, cariño. No sé ni la de veces que he empezado a escribirte un correo. Y sentí mucho lo de Tommy Efron. Tu padre y él eran como hermanos. Sé que a Rachel no le caía muy bien, pero siempre se portó bien conmigo. Lo sentí mucho por ella.
 
Ness: ¿Ese es tu nivel de interés maternal? ¿La búsqueda ocasional en Google?
 
Tracy: Me equivoqué. No espero tu perdón. Supongo que solo esperaba un poquito de comprensión.
 
Ness: ¿Qué más da que lo entienda o no a estas alturas?
 
Tracy: Creí que quizá me darías una oportunidad, para que pudiéramos conocernos y…
 
Ness: ¿Qué ha sido de Steve, el amor de tu vida?
 
El rostro de Tracy se frunció. Sollozando de nuevo, hurgó en el bolso en busca de más pañuelos de papel.
 
Tracy: Él… murió. En noviembre. Hace nada. Hemos estado juntos todo este tiempo. Viajamos mucho, por su trabajo, ¿sabes? Tenía sus defectos, claro, pero yo lo quería y éramos felices. Ahora ya no está, y no tengo a nadie.
 
Ness: Lo siento. De verdad. Pero no puedo llenar ese vacío. Ni quiero. Tú tomaste tus decisiones. Debes vivir con ellas.

Tracy: No sé estar sola. ¿No puedo quedarme aquí un poco, un par de semanas?
 
Ness: ¿Aquí? -inquirió espantada-. Ni hablar. No se vuelve después de, cuánto, diecisiete años de silencio y se encuentra la puerta abierta. Tendrás que encontrar el modo de seguir viviendo tu vida. Ya no eres parte de la mía.
 
Tracy: No puedes ser tan fría.
 
Ness: Sí puedo -la corrigió-. A lo mejor me sale de dentro.
 
Tracy: Solo un par de semanas, no pido más. No sé qué hacer, ni adónde ir.
 
Ness: Cualquier otra cosa, a cualquier otro sitio.
 
Tracy: Aún eres sangre de mi sangre, Vanessa.
 
Ness: Eres la mujer que decidió abandonarme e ignorarme durante más de la mitad de mi vida. Ahora que estás sola, te plantas aquí. Y por eso has venido, no a conocerme ni cualquier otra excusa barata que quieras buscarte. -Y la certeza de aquella idea terminó por cansarla-. A eso se le llama pensar en ti, primero, después, siempre. Ya te he escuchado, se acabó. Tienes que irte.
 
Tracy: No tengo a donde ir.
 
Ness: El mundo es muy grande. Elige un sitio.
 
Tracy: Si pudiera quedarme aquí una noche. Solo una noche…
 
Ness: No tienes un centavo -dedujo-.
 
Tracy: Hemos tenido algunos… reveses económicos. La cosa se torció, ¿de acuerdo?, y no me vendría mal un poco de ayuda para volver a ponerme en pie.
 
Todo, todo se reducía a una sola cosa asquerosa.
 
Ness: Dios, ¿quién eres tú? ¿Dinero? ¿En serio? ¿Vienes a pedirme dinero?
 
Tracy: Te lo devolveré. Si pudieras prestarme unos miles para sacarme del apuro.
 
Ness: Si tuviera unos miles, no te los daría a ti.
 
Tracy: Tienes un negocio propio -señaló la bolsa-. Puedes hacer compras en tiendas caras. Podrías darme un poco, prestármelo. No me hagas suplicarte, Vanessa. Por favor, no me hagas suplicar, porque lo haré. Tengo problemas.
 
Vanessa agarró el bolso, cogió furiosa la cartera y sacó unos billetes sin contarlos.
 
Ness: Toma. Ahí tienes. Eso es lo único que puedo darte, lo único que te voy a dar. Sal de aquí y mantente alejada de mi vida. No quiero volver a verte.
 
Tracy: Tú no sabes lo que es estar sola, no tener a nadie.
 
Ness: Tienes razón. Mi padre se encargó de eso. -Se acercó a la puerta y la abrió-. Largo, he dicho.
 
Tracy se dirigió a la puerta, pero hizo una pausa.
 
Tracy: Lo siento.
 
Vanessa cerró la puerta, echó la llave y se apoyó en ella. Cuando empezó a temblar, se dejó caer hasta el suelo. Contuvo las lágrimas hasta que dejó de oír los pasos alejarse por la escalera.
 
 
Inventó excusas para posponer su cita con Zac. Cambio de planes, mucho que hacer, todo en un mensaje de texto para no tener que hablar con él de verdad.

Una estupidez, lo sabía, pero no le apetecía poner cara de felicidad, disimular toda la tristeza, las dudas y la rabia.

No quería hablar con nadie, así que evitó a sus amigas, se enterró en el trabajo. Pero, en los pueblos pequeños, los amigos suelen hurgar.

Levantó un momento la vista del kebab que estaba preparando cuando vio entrar a Zac. Lo saludó deprisa con la cabeza, le dedicó una sonrisa que esperó que pareciera de agobio mientras él se instalaba en uno de los taburetes de la barra.
 
Zac: ¿Cómo andas?
 
Ness: Liada. Apenas he tenido tiempo de respirar estos dos últimos días.
 
Zac: Eso me has dicho. A lo mejor podrías hacerlo ahora, respira.
 
Ness: Estoy agobiadísima.
 
Zac: ¿En serio?

Girando en el taburete, exploró la primera clientela de la tarde y contó solo dos mesas.
 
Ness: Hay que hacer inventario -decidió-. Hemos tenido bajas en la cristalería. -Cambia de tema, se dijo-. ¿Cómo va todo ahí enfrente?
 
Zac: Va. Pensé que querrías venir a echar un vistazo por ti misma.
 
Ness: Lo haré, en cuanto encuentre un ratito. -Metió el kebab, sacó la pizza-. ¿Qué te pongo? -le preguntó mientras la troceaba-.
 
Zac: Ese kebab tenía buena pinta.
 
Ness: Garantizado.
 
Se acercó, se cogió una bebida fría y volvió a su sitio.
 
Zac: ¿Va todo bien?
 
Ness: Bueno, no me vendría mal que mejorara un poco el tiempo y tener un par de horas más al día. Por lo demás, todo bien.
 
Zac: Vanessa…
 
Su tono le hizo alzar la vista y mirarlo.

Ness: ¿Qué? Es una época de mucho jaleo, Zac. Ya sabes cómo va.
 
Zac: Sí, ya sé cómo va. Por eso pregunto.
 
Ness: Y yo te digo que estoy bien. Tengo que llevar esto. Tengo que buscar otro chico para el reparto, porque acabo de pillarlo fumándose un porro en el sótano. Ando liada puliendo el plan de negocio del local nuevo, debo decidirme con las luces, los muebles, la carta ideal, ayudar a Ashley a preparar la despedida de soltera de Claire. Mi coche necesita neumáticos nuevos y el representante acaba de decirme que ha subido el queso. -Y al soltarlo así, decidió que tenía todo el derecho del mundo a estar estresada-. Ahora mismo no tengo tiempo para hacerte la cena y tontear contigo.
 
Zac: Lo pillo, pero no te hablo de eso.
 
Ness: Entonces no hay nada más de que hablar. Tengo cosas que hacer. Se acabó -se giró a meter el kebab de Zac en el horno y sacar el otro, y se quemó la cara interna del antebrazo-. Mierda.
 
Cuando quiso cerrar de golpe el horno y volverse, Zac había rodeado la barra. La cogió de la muñeca cuando intentó escapar de él.
 
Zac: Déjame verlo.
 
Ness: No es nada. Pasa a veces.
 
Zac: ¿Dónde tienes el botiquín?
 
Ness: Solo tengo que ponerme aloe. Por eso tengo una planta en la cocina. Deja…
 
Se la llevó a la parte cerrada de la cocina, donde trabajaba Donna. Antes de que esta pudiera decir algo, Zac sacudió la cabeza para pedirle que saliera y siguió tirando de Vanessa hacia dentro.
 
Ness: ¿Me quieres soltar ya? -le exigió-. Sé curarme una puñetera quemadura. Tengo clientes.
 
Zac: Basta ya.
 
La sequedad de su tono, poco normal en él, frenó sus protestas. No dijo nada cuando él abrió el agua fría del fregadero y le metió el brazo debajo del chorro.
 
Zac: Estabas distraída. Eso es impropio de ti.
 
Ness: Porque no te callas. -Apretó la mandíbula cuando él la miró-. Es verdad. Yo puedo ocuparme de esto, Zac. No es más que una quemadura.
 
Zac: No voy a dejar que te salga una ampolla. ¿Por qué estabas distraída?
 
Ness: Ay, por Dios. Tengo muchas cosas en la cabeza. Estoy liada. La he cagado. Tampoco es que me haya cortado un dedo.
 
Siguió sujetándole el brazo debajo del agua fría mientras estudiaba su rostro.
 
Zac: Te he visto con muchas cosas en la cabeza. Te he visto liada. Si crees que no te conozco lo bastante para saber que pasa algo más, eres imbécil. ¿Hay algún problema entre tú y yo?
 
Ness: Lo va a haber.
 
Zac: Deja el brazo debajo del chorro -le dijo, luego arrancó un trozo de aloe-. Solo sé que todo iba bien cuando volvías a casa después de ir de compras con Claire y con Ashley. -Abrió la gruesa hoja de la planta y sacó el interior-. Y, al día siguiente, cancelas nuestra cita y no tienes tiempo ni de hablar.
 
Cogió una cuchara de la bandeja, luego aplastó el aloe hasta convertirlo en una masa.

Como era de esperar, se le daban bien los remedios caseros. En aquel momento, su paciente eficiencia le estaba dando ganas de apuñalarlo con un tenedor.
 
Zac: Vamos a echarle un vistazo. -Cerró el grifo y le secó el brazo con tranquilidad mientras examinaba la quemadura-. No está mal.
 
Ness: Ya te he dicho que no era nada.
 
Zac: También me has dicho que no pasa nada, y es evidente que sí. No te muevas. -Con muchísimo cuidado, de un modo que hizo que se le llenaran los ojos de lágrimas, le cubrió la quemadura con pasta de aloe-. De modo que algo ocurrió entre la vuelta a casa y el día siguiente. ¿Qué?
 
Ness: A lo mejor me di cuenta de que era demasiado para mí y decidí parar un poco, priorizar. Organizarme. Hemos ido de cero a cien… Vale, de treinta a cien, mejor -rectificó cuando él volvió a mirarla raro-. Necesito tiempo para organizarlo todo, para tener controlado mi trabajo. Si quiero que el nuevo restaurante funcione, tengo que prestarle atención ahora. Me he quedado estancada en el cien. Me dejaba llevar.
 
Zac: A lo mejor. A lo mejor es eso en parte, pero no es solo eso. Vamos a tener que hablar de esto, Vanessa.
 
Ness: No es el momento. Estoy trabajando. Yo…
 
Zac: No, no es el momento. -Le puso un apósito del botiquín sobre la quemadura cubierta de aloe-. Pero vamos a encontrar tiempo. Asegúrate de que alguien te cambia el apósito después. -Se la quedó mirando un momento más, se agachó, posó sus labios en los de ella-. Vale. -Le hizo un gesto con la cabeza, mirándola de nuevo-. Vale. Me llevo el kebab, vuelvo al trabajo yo también. Luego te veo.
 
Ness: Claro.
 
Cuando se fue, Vanessa se apoyó en el fregadero y tuvo una terrible discusión consigo misma, seguida de una sesión de autocompasión.
 
Donna: ¿Te encuentras bien, Vanessa?
 
Suspirando, y deseando que la gente dejara de preguntarle, miró hacia el umbral de la puerta y a Donna.
 
Ness: Perfectamente. No es más que una quemadura, nada importante. ¿Cómo van las cosas por ahí fuera?
 
Donna: Hoy hay poco movimiento.
 
Ness: Oye, voy a subir a hacer unas cosas. Si se anima, llámame y bajo enseguida.
 
Donna: De acuerdo.
 
 
Cocinó. La cocina era su paño de lágrimas cuando estaba disgustada, así que se consoló experimentando con una sopa de jamón y patata y una crema de tomate ahumado. Colocó el portátil en la cocina para anotar sus toques personales.

Eso la calmó, la serenó, la tranquilizó lo bastante como para permitirle sentarse, mientras hervían las sopas, a trabajar en la disposición de los espacios, las mesas altas, las mesas bajas, el sofá y las sillas de su nuevo local.
 
Claire: ¡Toc, toc! -gritó-.
 
Ness: Estoy en la cocina.

Se acabó el tiempo a solas con su paño de lágrimas, pensó Vanessa.
 
Claire: He pasado por el restaurante a por una ensalada y Donna me ha dicho que te has quemado el brazo y has discutido con Zac.
 
Ness: No he discutido con Zac. Me he quemado el brazo, pero no es nada.
 
Claire miró ceñuda las cazuelas de sopa.
 
Claire: ¿Entonces por qué estás cocinando aquí arriba? ¿Qué pasa?
 
Ness: Nada. Y al próximo que me lo pregunte le va a tocar el sándwich de jamón reseco. Estoy probando recetas. No hay movimiento en el restaurante, como tú misma habrás podido comprobar. Estoy aprovechando para pulir la carta del nuevo local.
 
Claire: Pensaba que estabas puliendo la carta con Zac.
 
Ness: ¿Ves a Zac? Ahora tengo tiempo. Lo estoy puliendo ahora.
 
Claire: Estás disgustada. Llevo un par de días sin verte porque andabas muy liada, y ahora estás disgustada y has discutido con Zac.
 
Ness: No he discutido con Zac, y si estoy disgustada es porque no paráis de preguntarme por qué estoy disgustada. Incluido Zac, ¡que no se larga ni a patadas!
 
Claire: Has discutido con Zac.
 
Ness: No. -Aunque se estaba haciendo polvo los dientes de apretarlos, consiguió sonar más serena-. He estado liada. Alex ha terminado los planos y los ha presentado ya para la licencia inicial. Ahora están en marcha los planos de ingeniería. Tengo un millón de cosas que hacer, planificar, decidir, todo ello mientras llevo Vesta.
 
Claire: Estás nerviosa. Yo también estaría nerviosa. Pero sabes que va a ser genial.
 
Ness: No es igual saber que lo será que conseguir que lo sea. -Le dolía el estómago de tanta evasiva. Mentir siempre le daba dolor de estómago, y encima se le daban fatal las mentiras, las evasivas y las medias verdades-. Lleva tiempo y dedicación -siguió con el tema-. Y eso les resta tiempo y dedicación a los novios. Así que habrá que frenarse hasta que las aguas vuelvan a su cauce. Nada más.
 
Claire: ¿Qué te ha hecho?
 
Ness: Nada. Nada. Te lo juro. -Muy cansada para llorar, rió de la suposición automática de Claire-. Ahora mismo estoy un poco agobiada, eso es todo. -¡Por fin!, se dijo. La verdad-. Se me irá pasando. Toma, en vez de la ensalada, prueba esto -sacó un cuenco, sirvió unos cacillos de sopa de patata y le echó un poco de perejil y parmesano rallado por encima-. Tengo que elegir la vajilla también. Quizá me quede con el restaurante blanco y luego busque una mantelería y una cristalería más vistosas. O igual me venga bien algo más atrevido.
 
Claire: Va a dar igual -probó otra cucharada-. A nadie le va a importar dónde sirvas esto. Está delicioso. Qué rácana, ¿por qué me pones tan poco?
 
Ness: Porque tienes que probar también la crema de tomate ahumado.
 
Otro cuenco, otro cacillo, salpicado de costrones, con una hoja de albahaca.
 
Claire: Madre mía, está riquísimo. Es suave, cremosa, pero alimenticia.
 
Ness: Excelente. -Para verlo por sí misma, sacó su cuchara de probaturas-. Sí, excelente -decretó-. Esto no necesita más retoques. Te doy una fiambrera de cada una para que cenéis en casa esta noche.
 
Claire: ¿Insinúas que tengo que compartirlas? -Le pasó un brazo por la cintura-. ¿Me avisarás cuando estés lista?
 
Sí, mentía fatal. Rindiéndose, apoyó la cabeza en el hombro de Claire.
 
Ness: Sí. Pero ahora mismo no.
 
 
Ya había cocinado de sobra, decidió Vanessa. O casi. Escondiéndose no conseguiría nada, más que llamar la atención, que era precisamente lo que pretendía evitar.

Envasó la sopa de patata y bajó al restaurante a por un poco de pan italiano. Aquello la entretuvo una hora. La cosa se había animado para la cena y, aunque no tenía previsto trabajar, se quedó allí un rato.

También eso la serenó un poco.

Necesitaba hablar con su padre, y confiaba en que eso rematara su recuperación. Merecía saberlo, se recordó mientras salía en coche del pueblo. Y era la única persona del mundo entero con quien nunca, jamás, había tenido secretos.

Lo invitaría a sopa y lo hablarían. Podían hablar de cualquier cosa.

Pero cuando, al aparcar, vio el Lexus azul eléctrico con matrícula de Nevada, volvió a enfurecerse.

Su padre no conocía a nadie de Nevada.

Que había viajado mucho, le había dicho Tracy.

El instinto de los Hudgens le dijo que Tracy había estado viviendo en Nevada, y que había ido allí a ver qué podía sacarle a él.

Entró en la casa como una furia.

Charly se levantó como un resorte en cuanto Vanessa irrumpió en la estancia. Tracy se quedó donde estaba, con los ojos bañados de lágrimas, retorciendo un pañuelo usado entre los dedos.
 
Ness: Qué cara más dura tienes, zorra.
 
Charly: ¡Vanessa! Cálmate.
 
Ness: No me pidas que me calme. -Se acercó a su padre-. ¿Ha llegado ya a lo de «¿podrías hacerme un préstamo?» o aún anda por lo de cuantísimo lo siente?
 
Charly: Siéntate y… ¿qué?
 
Ness: ¿No te ha dicho que vino a hacerme una visita hace un par de días?
 
Charly: No. -Rodeó a Vanessa con el brazo, tanto por contenerla como por apoyarla-. No me lo ha dicho.
 
Tracy: Iba a decírtelo. Tenía que ver primero a Vanessa, Charly. No estaba segura de si podría mirarte a la cara y quería ver a Vanessa para decirle que lo siento.
 
Ness: Y para intentar sacarme dinero.
 
Tracy: Estoy sin blanca. Tengo problemas. Eso no impide que lamente lo ocurrido. -Le temblaban los ojos cuando decidió prescindir del pañuelo y se limpió una lágrima con los nudillos-. Ojalá hubiera hecho las cosas de otro modo. Ojalá yo hubiera sido de otro modo. Eso ya no lo puedo cambiar. Perdimos la casa en cuanto murió Steve. Todo empezó a salir mal. Tenía algunos negocios apalabrados que se fueron al garete. No le dio tiempo a dejar las cosas bien atadas.
 
Ness: Tienes un Lexus resplandeciente aparcado ahí fuera -señaló-. Véndelo.
 
Tracy: Es de alquiler, y lo voy a perder también. Es lo único que me queda. Necesito una ayuda hasta que encuentre dónde vivir, un trabajo.
 
Charly: ¿Has aceptado dinero de Vanessa? -quiso saber-
 
Tracy se puso como un tomate.
 
Tracy: Necesito un préstamo.
 
Charly: ¿Cuánto? -Cuando Tracy negó con la cabeza y se echó a llorar de nuevo, Charly se volvió hacia Vanessa-. ¿Cuánto?
 
Ness: No lo sé exactamente. Lo que llevaba en la cartera. Más de lo que suelo llevar, porque iba a salir y quería tener efectivo por si lo necesitaba.
 
La rabia, tan rara en un buenazo como su padre, encendió la voz de Charly
 
Charly: Abandonaste a mi niña, Tracy, ¿y ahora vienes a quitarle el dinero?
 
Tracy: Tiene un negocio propio. Un piso precioso. Yo hice todo lo que pude por ella mientras estuvo en mi mano.
 
Charly: No, eso no es cierto -besó a Vanessa con ternura en la coronilla-. ¿Has hablado con tu madre, Tracy?
 
Tracy: Yo… me ayudó algo después de que muriera Steve. Todo era un desastre. Yo no sabía que debía tanto dinero. Me ayudó algo, pero me dijo que no me daría más. Lo decía en serio. He ido a verla antes de venir aquí, y no quiere saber nada.
 
Charly: ¿Cuánto necesitas?
 
Ness: Papá, no…
 
Charly: Calla, Vanessa.
 
Ness: Pero, no puedes…
 
Charly: Esto es asunto mío. -No levantó la voz; nunca le había hecho falta. Bastó con que mirara a Vanessa fijamente a los ojos-. Cálmate. ¿Cuánto, Tracy?
 
Tracy: Si pudieras darme cinco mil, me las apañaría. Te los devolveré. Te lo juro. Firmaré lo que sea. Sé que no tengo ningún derecho, pero no me queda nadie más.
 
Charly: Vanessa, sube a por mi talonario. Ya sabes dónde lo guardo.
 
Ness: No, ni hablar.
 
Charly: Haz lo que te he pedido, ahora mismo. Si quieres discutir, lo haremos luego. -Le puso una mano en el hombro a Vanessa-. Tú dime lo que quieras, pero ahora no. Esto es asunto nuestro, no de ella.
 
Charly rara vez era tan tajante, pero, cuando se lo proponía, no cedía.
 
Ness: De acuerdo, pero la vamos a tener, y bien gorda.

Subió rabiosa la escalera, volvió a bajarla igual de rabiosa.

Él se sentó y abrió el talonario.
 
Charly: Te voy a dar cinco mil. No es un préstamo.
 
Tracy: Pero te lo voy a devolver.
 
Charly: No quiero que me lo devuelvas. Salvo que Vanessa cambiara de opinión, después de que te vayas no quiero volver a verte ni saber de ti. Coge el dinero y vete. Espero que encuentres tu camino.
 
Tracy: Sé que me odias, pero…
 
Charly: Yo no te odio. Me has dado a la luz de mi vida, y eso no lo olvidaré. Jamás. Por eso te doy lo que necesitas, y estamos en paz.
 
Tajante, pensó Vanessa de nuevo, y esta vez con ella.
 
Charly: Cuando te instales, quiero que me mandes tu dirección y teléfono -siguió-. A mí, Tracy, no a Vanessa. No vuelvas a contactar con ella. Si quiere hablar contigo o verte, acudirá a mí y yo le daré lo que me envíes.
 
Tracy: Muy bien.
 
Plegó el cheque y se lo entregó.
 
Tracy: Gracias. Te has… Has cuidado muy bien de esta casa. Eres un buen hombre. Lo digo de corazón.
 
Charly: Eso espero.
 
Tracy: Ella es preciosa -se llevó una mano a los labios-. Lo siento mucho. Siento mucho todo lo ocurrido.
 
Charly: Eso espero. Más vale que te marches ya. Está oscureciendo y quizá hiele hoy.
 
Recomponiéndose, Tracy se puso en pie.
 
Tracy: Supongo que eres lo mejor que he hecho nunca -le dijo a Vanessa-, y yo te he hecho lo peor que se puede hacer a una hija. Resulta duro ser consciente de eso.
 
Cuando Tracy se fue, Vanessa se acercó a la ventana y la vio alejarse en el coche.
 
Ness: ¿Por qué le has dado el dinero?
 
Charly: Porque lo está pasando mal. Ha perdido a un ser querido y ahora se da cuenta de que se deshizo de algo muy valioso. Jamás lo recuperará, y eso le duele también. Además, de ese modo, tú y yo cerramos una puerta. ¿Por qué no me habías dicho que había ido a verte?
 
Ness: A eso venía ahora. A contártelo. No… me ha llevado unos días poder hablar de ello. Debería habértelo contado, así habrías estado sobre aviso. Tendría que haber llamado a la abuela. Pero me encerré en mí misma. Me dolía y me encerré.
 
Charly: Lo sé.

Se acercó a ella, la estrechó entre sus enormes brazos.
 
Ness: Pero ahora, al verla, me he cabreado. Eso está mejor, ¿verdad?
 
Charly: ¿Para ti? Siempre. -Abrazándola con fuerza, la meció de un lado a otro-. Nos irá bien, mi vida. ¿Tú y yo? Nos las apañaremos perfectamente. No te preocupes.
 
Sosegada por su voz, su olor, su sola presencia, apoyó la cabeza en su pecho.
 
Ness: Eso dijiste entonces, y muchas veces desde entonces. Siempre ha sido cierto. Te quiero muchísimo.
 
Charly: Yo te quiero más porque soy más grande.
 
Vanessa rió un poco, lo apretó fuerte.
 
Ness: He hecho sopa. La de patata y jamón de los malos ratos de los Hudgens.
 
Charly: Suena fenomenal.
 
Ness: Voy a buscarla al coche.




Ay... pobre Ness...
Cuantos problemas... 

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2 comentarios:

Maria jose dijo...

Este capítulo fue malo para vanessa
Espero y todo de arregle
Siguela!!!



Saludos

Lu dijo...

Uh que fea situación para Ness.
Vuelve la madre y se la agarra con el pobre de Zac, Ojalá todo se arregle con el.



Sube pronto

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