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jueves, 11 de agosto de 2016

Capítulo 14


Las buenas noches llegaron tarde y despacio. Vanessa calculó que Rachel y su padre debían de tener algún tipo de acuerdo para que su decisión de dormir juntos resultara menos violenta a sus hijos.

O al menos a sus hijos varones, se dijo, porque a ella no la incomodaba nada.

Su padre salió discretamente mientras Rachel se quedaba. Poco después, Rachel les deseó felices sueños a todos.

Por acuerdo tácito, nadie mencionó el hecho de que Rachel y Charly planearan pasar la noche juntos a un paso de la Biblioteca, en ese mismo pasillo.

Si lo pensaba bien, el que Zac y ella planearan pasar la noche juntos al fondo de ese mismo pasillo podría resultar violento o, en su caso, seguramente divertido.

Así que mejor no lo pensó.

En cambio, en el ambiente déco de Nick y Nora, Vanessa estiró mucho los brazos. Todo iba bien, decidió. Todo iba perfectamente bien.

Por pura complacencia, dio una vuelta en círculo para ver la habitación entera; entonces detectó el champán.
 
Ness: ¡Has confiscado una botella!
 
Zac: Prefiero el término «liberado».

Al verla sonreír, se acercó a descorcharla.
 
Ness: Esto es como La gran huida, o alguna superproducción teatral en la que tengo un papel protagonista. Una habitación bonita y vistosísima después de una fiesta preciosa y divertida, con champán traído por un tío sexy. Repasaría mi lista si tuviera, pero me parece que ahora mismo lo tengo todo.
 
Le ofreció una copa.
 
Zac: Ahora sí.
 
Ness: Por tenerlo todo, entonces. -Brindó con él y sorbió mientras vagaba por allí-. Todo ha salido bien, ¿verdad? -le dijo a Zac-. Muchos rostros felices, muchas conversaciones alegres.
 
Zac: Y tú lo habrás visto y oído casi todo. Parecías estar en todas partes a la vez.
 
Ness: No puedo quedarme quieta en una fiesta. -Depositó los zapatos que llevaba junto al tocador-. Debo moverme para no perderme nada. Tú has desaparecido un rato.
 
Zac se quitó la corbata que ya llevaba floja.
 
Zac: He estado enseñando el hotel a algunas personas, luego he cerrado el balcón de E y D.
 
Ness: Elizabeth también ha estado toda la noche danzando por ahí. He notado su olor varias veces.
 
Zac: Me he tropezado con tu padre allí arriba. Quería que supiera que iban a pasar la noche allí… mamá y él. En E y D. Juntos.
 
Ness: Mmm. -Se apoyó en el tocador, mirándolo mientras bebía champán-. Sospechaba algo así. ¿Y qué tal ha ido?
 
Zac: Aunque le ha dado muchas vueltas, como de costumbre, ha conseguido decir todo lo que debía. Mientras tanto yo he librado una dura batalla por mantener alejada de mi mente cualquier imagen de lo suyo. A los dos se nos ha dado bien.
 
Ness: Me alegro. Pensaba…
 
Zac: Luego me ha puesto las pilas sobre ti.
 
Ness: ¿Que te ha… qué?
 
Esta vez no sonrió satisfecha, observó Zac.
 
Zac: En eso no se ha andado con rodeos. Es bastante más directo cuando se trata de su pequeña.
 
Ness: Vaya por Dios -empezó, luego ladeó la cabeza-. Aunque, pensándolo bien, es todo un detalle. Y gracioso. ¿Qué tal lo has llevado?
 
Zac se quitó los zapatos y los dejó al lado de los de ella.
 
Zac: Ha sido un poco raro, un poco revelador.
 
Ness: ¿En serio? -Encantada con la idea, sorbió más champán-. ¿Qué ha dicho?
 
Zac: Eso queda entre nosotros. Cosa de hombres. -Vanessa puso los ojos en blanco-. Que tú eres su Vanessa -dijo acercándose a ella-. Lo más importante de su vida. El centro de su existencia, diría yo. Para mí también eres importante.
 
Ella sonrió.
 
Ness: Me gusta ser importante.
 
Zac: Pues lo eres. -Dejó la copa, le puso las manos en los hombros, las deslizó hasta los codos y volvió a subirlas-. Puede que no te lo haya dicho, ni demostrado.
 
Lo vio tan serio, con aquellos ojos azules más intensos que serenos, que se sintió un poquito aturdida.
 
Ness: Retrocedemos. Ya sabemos que somos importantes el uno para el otro.
 
Zac: Retrocedemos -coincidió, y posó sus labios suavemente, muy suavemente en los de ella-. Pero esto es el presente, y esto es distinto.
 
Ella echó la cabeza un poquito más para atrás.
 
Ness: Eso es.
 
No solo eso, se dijo Zac mientras la besaba más apasionadamente. No estaba seguro de qué, ni de la totalidad, pero aquello era más que un simple acaloramiento o unas necesidades satisfechas.

Notó que ella se dejaba llevar, poco a poco, y supo -al instante- que quería precisamente eso. Un dejarse llevar lento y prolongado.

Le cogió la copa de la mano, la dejó junto a la suya.

Siempre lo sorprendía lo tierna que era. Labios, piel. Todo en ella era intenso, vivo, pero siempre tierno.

Y su corazón… también había ternura en él. Zac ya lo sabía, siempre lo había sabido, pero… debía prestar más atención a esas partes tiernas.
 
Zac: Me encanta tu tacto -susurró-. Tu piel, tus labios. Y poder ver en tus ojos todo lo que sientes por dentro.
 
Vanessa ancló el pulpejo de las manos en el tocador que tenía a la espalda.
 
Ness: Ahora mismo me siento deslumbrada.
 
Zac: Perfecto. Así no soy el único.
 
Le agarró la cara y mantuvo el beso suave como su piel, tierno como su corazón. Y la cogió en brazos.

A ella se le entrecortó la respiración. Esperaba diversión, incluso que tontearan. En cambio, él la arrolló, la hizo sentirse débil y temblorosa, algo insegura.
 
Ness: Zac…
 
Zac: Qué manos tan pequeñas tienes. -La depositó en la cama, luego le levantó una mano y la apoyó en la palma de la suya-. Parecen delicadas, pero son incansables. Eso es lo que sorprende de ti. Luego están tus hombros. -Apartó un tirante-. La piel es suave y morena, pero son fuertes. Sostienen mucho.
 
Bajando la cabeza, deslizó los labios por aquel hombro, hasta la línea del cuello.

El fulgor de la habitación, la fragancia de las flores, y esas manos, como plumas, que la acariciaban. Se rindió por completo. A él, a aquel momento, a ese nuevo obsequio tan inesperado como la llave que le brillaba colgada del cuello.

Él lo hizo despacio, tranquilo, con dolorosa ternura. Nadie la había acariciado nunca así, ni la había hecho sentirse tan… valiosa.

Le quitó el vestido, deslizando los labios por la piel de pronto al descubierto, estremeciéndola. Haciéndola suspirar. Observó cómo jugaba la luz con sus ojos antes de que los cerrara, cómo se movía su cuerpo bajo sus manos y su boca. Y percibió en ellas el fuerte latido de su corazón.

Luego se aceleró cuando la incitó a elevarse, cuando la instó a elevarse más. Vanessa se agarró a él, montó aquella ola. Hasta que la ola rompió y sus manos cayeron lacias junto a su cuerpo.

Así, se dijo mientras se desvestía. Así, desnuda, expuesta, henchida de placer.

Zac volvió a atrapar su boca primero, ahogándola en el beso al tiempo que deslizaba la mano y la instalaba allí. Para robarle un gemido de placer.

Luego se introdujo despacio en su interior, de seda cálida y húmeda.

Tembló él, sumergido en ella, tembló de aquel deseo instantáneo y desesperado. Pero se movió con toques largos y suaves. Tortuosos, gloriosos.

Le cogió las manos, entrelazándolas con las suyas al ritmo de aquellos latidos. Se espesó el aire, que parecía latir también con ellos. Le vio la cara, solo la cara, mientras la llamaba, o quizá solo quiso hacerlo.

Ella abrió los ojos, los clavó en los de él. Sus manos, sus cuerpos se fundieron, él bajó los labios hasta los suyos. Y juntos se embarcaron en ese último paseo largo y suave hasta precipitarse al abismo.
 
 
Por la mañana, en el silencio, la observó mientras dormía. Era tan raro verla quieta.

Entonces recordó de pronto la planificación del hotel, las disputas, los ajustes, las innumerables reuniones y todos los meses que había durado la obra.

Había imaginado que pasaría su primera noche allí con Vanessa dormida a su lado.

Y ya estaba hecho. El hotel, esa primera noche. Otra obra en marcha, otro plan. Y ella allí, profundamente dormida, su pelo una viva pincelada en la nívea almohada.

¿Qué sería lo siguiente?

Zac planificaba, anticipaba, calculaba. Eso hacía, en la vida, en el trabajo. Pero con Vanessa no podía formular un plan, no veía el camino con suficiente claridad como para anticipar el próximo paso, para calcular el siguiente movimiento.

Qué extraño, con lo bien que se conocían, ¿no habría de surgir de forma natural el siguiente paso, el siguiente movimiento?

Quizá fuera así, se dijo. ¿Por qué preocuparse?

Salió de la cama, algo sorprendido de que ella ni se inmutara. Cerró con cuidado la puerta del baño y estudió complacido la ducha de cristal.
 
Zac: A ver qué tal te portas, nena -susurró-.
 
Probó los chorros laterales, el cabezal superior y, olisqueando el gel de té verde y jengibre, decidió, bastante aliviado, que no era demasiado femenino.

Cuando alargó el brazo para coger una de las esponjosas toallas de baño estaba despierto, alerta y, descubrió, deseando tomarse un café bien cargado.

El afeitado podía esperar, desde luego.

Se calzó unos vaqueros y se echó una camisa de franela encima de una camiseta interior térmica. Decidió no ponerse las botas de trabajo -demasiado escandalosas- y se quedó en calcetines.

Aun así, Vanessa siguió sin inmutarse.

Salió de la habitación, bajó las escaleras y no oyó un solo ruido hasta que se volvió hacia la cocina. Se dejó guiar por el aroma y el murmullo de voces femeninas.
 
**: Buenos días, cielo. -Atareada, con los ojos chispeantes, su tía, que escurría el beicon, lo recibió con una sonrisa-. ¿Café?
 
Zac: ¿Qué pides a cambio? -Ella frunció los labios y aceptó el besito que él le dio antes de coger la cafetera-. ¿Qué es eso? -preguntó señalando las chaquetas de chef que llevaban Ashley y su tía-.
 
Ash: Nos ha parecido que le daba cierto aire de limpieza. Más elegante que los simples delantales.
 
Zac: Me gusta.

Con la presteza que da la experiencia, robó una loncha de beicon antes de que Amy pudiera impedírselo de un manotazo.
 
Amy: Nada de birlar -lo amenazó con un dedo-. El desayuno es en media hora.
 
Zac: Pero el beicon ya está. ¿Qué tal en el Ático?
 
Amy: Como una reina. Estaba agotada, pero tenía que pasearme por todas partes, probar todas las sillas un rato. -Meneó la cabeza y rió para sí-. No paraba de pensar que era como un sueño. Recuerdo cuando Rachel y yo elegimos todas esas tapicerías. Y, de pronto, estaba sentada en ellas.
 
Zac: ¿Qué tal tú en tu habitación? -le preguntó a Ashley-.
 
Ash: Fenomenal. Me ha faltado el sombrero. Me parece que, cuando nos retiramos, debía de estar todo el mundo durmiendo ya. Y debían de seguir así cuando he bajado, porque no se oía un alma.
 
Amy: Los huéspedes tienen derecho a levantarse tarde. Pero, si tienes hambre, podemos prepararte algo en un momento.
 
Zac: Puedo esperar. -Pero pilló otra loncha de beicon aprovechando que su tía estaba de espaldas-. A lo mejor le llevo un poco de café a Vanessa.
 
Amy: Míralo, qué majo es. -Luego, frunció los ojos al verlo mordisquear la segunda loncha de beicon-. Y qué pillo.
 
Ashley le sirvió el café, preparándolo a gusto de Vanessa.
 
Ash: Dile que no hay prisa, que para eso están los calientaplatos.
 
Zac volvió a subir y entró con sigilo. Se había movido, observó, lo bastante para cruzarse por completo en la cama. Por menudita que fuera, si se lo proponía, podía ocupar casi toda la cama ella sola.

Se sentó en una esquina, se inclinó hacia delante y le besó la mejilla. Al ver que no funcionaba, le acarició un brazo. Consciente de la inutilidad de un dulce despertar, Zac la pellizcó.
 
Ness: ¿Qué? ¡Ay! ¿Eh?
 
Zac. Quería asegurarme de que seguías viva.
 
Ness: Estaba teniendo un… -se movió y se frotó los ojos vidriosos con los dedos- «sueño Harry».
 
Zac: ¿Un qué?
 
Ness: Harry, el hijo de Claire, tiene siempre unos sueños muy raros pero muy reales. Yo soñaba con jirafas verdes de manchas rojas. Quizá suene festivo y navideño, pero no. Me veía en medio de una estampida de esas, y vestida como lady Gaga. Creo. ¿Es café?
 
Zac: Sí, me parece que lo necesitas.
 
Ness: Gracias. Y, en una de ellas, me perseguía el mono de las galletas de animales. Tenía dientes.
 
Zac: ¿Te sucede a menudo?
 
Ness: No, menos mal. Pero ayer nos bebimos todo el champán. Después -añadió con una sonrisa soñadora-. Puede que eso haya influido. Ya vas vestido. ¿Qué hora…? -Al mirar el reloj, se le pusieron los ojos como platos-. ¡Mierda! Son casi las ocho.
 
Zac: Qué espanto.
 
Ness: Quería estar en pie a las siete para ayudar a Ashley y Amy con el desayuno.
 
Zac: Lo tienen bajo control. Tranquila. -Se acurrucó a su lado, la empujó un poco y cogió el mando a distancia-. Mira esto. -Encendió la tele-. Podemos encerrarnos aquí, tomarnos el café y ver qué pasa en el mundo.
 
Ness: He oído hablar del plan -se recostó en las almohadas, a su lado, y sorbió el café-. Me gusta. Buena idea.
 
Zac: Sí. -La cogió por la cintura hasta que estuvieron cadera con cadera-. Lo es.
 
Ness: ¿Ya se ha levantado todo el mundo?
 
Zac: No se ha levantado nadie.
 
Se relajó un poco más.
 
Ness: Así me siento menos culpable. Son como unas minivacaciones.
 
Zac: ¿Vacaciones matinales?
 
Ness. Con eso me vale.
 
Una cosa le inspiró la otra.
 
Zac: ¿Por qué no lo prolongamos? ¿Te apetece ir al cine esta noche?
 
Ness: Vaya -lo miró de lado-, hoy me toca cerrar.
 
Zac: Mañana, entonces.
 
Ness: ¿Hay algo que quieras ver?
 
Zac: Encontraremos algo.
 
Ness: Nada de pelis de adolescentes asesinados, ni de monos.
 
Zac: Por mí, bien. ¿Qué tal si te recojo a las seis? Iremos a comer algo primero.
 
Ness: Suena a plan.
 
Sí, se dijo él, exacto. Y no estaba mal como siguiente paso, siguiente jugada.
 
 
Pensando en primavera en el gélido comienzo de febrero, Vanessa, sentada en el asiento de atrás del coche de Ashley, usaba su teléfono para buscar vestidos de novia.
 
Claire: Me agobia haberlo retrasado demasiado -dijo apurada, desde delante-. Tendríamos que haberlo hecho antes de Navidades.
 
Ash: Hay tiempo de sobra -la tranquilizó-. Esta boutique es maravillosa. Y, si no encuentras lo que quieres allí, tengo otras dos más.
 
Claire: Blanco, no. Mi vestido no debe ser blanco.
 
Ash: Todas las novias tienen derecho al blanco -la corrigió-. Más aún, todas las novias tienen derecho a ir del color que quieran, del estilo que les apetezca, con lo que mejor les quede. No te impongas restricciones.
 
Claire: Deberíamos habernos quedado con la propuesta de la boda familiar, discreta. Pero…
 
Ness: Para Alex es la primera vez. -Mientras buscaba, repitió las razones que Claire ya había expuesto-. A los chicos les hace ilusión. Tú quieres algo especial y memorable para Alex y para ti. El hotel es el sitio perfecto. ¿Necesitas más?
 
Claire: No -miró por encima del hombro-. ¿Has encontrado algo?
 
Ness: Lo siento. No hacen más que distraerme los vestidos blancos y espectaculares. Mira, fíjate en este. Es una obra de arte.
 
Le enseñó la pantalla a Claire.

Claire: Precioso para una primera boda, de presupuesto ilimitado. Dios, mira la cola, y la pedrería de la falda. Kilométrica.
 
Ness: Me encanta, pero jamás podría llevar uno así -negó con la cabeza-. Me ahogaría en un vestido tan grande.
 
Ashley la miró de reojo por el retrovisor.
 
Ash: ¿Hay algo que debamos saber?
 
Ness: ¿Que soy bajita?
 
Ash: De Zac y de ti, y de vestidos de novia.
 
Ness: De… ¡no! -recuperó el móvil, le echó un último vistazo al vestido, luego pasó al siguiente-. Es un acto reflejo para una mujer imaginarse con un vestido de novia cuando se está en modo vestido de novia.
 
Claire: Pero os va bien -se volvió ladeando la espalda-.
 
Ness: Muy bien. Estamos liadísimos, pero hemos conseguido salir un par de veces. Ya sabéis, a uno de esos sitios donde te sirve otra persona lo que ha cocinado otra. Además, estoy probando con él los platos candidatos para el MacT. Es un buen probador.
 
Ash: ¿Aún se te alborota el corazón?
 
Ness: Sí, aún se me alborota. Y ahora está esa especie de tensión. Me gusta, pero resulta un poco inquietante.
 
Claire: Lo sé -dijo sonriente-.
 
Ness: No es como lo tuyo con Alex.
 
Claire: ¿Por qué?
 
Ness: Porque somos Zac y yo, y nosotros somos… no sabría cómo expresarlo. Bueno, que hoy la protagonista eres tú.
 
Claire: Tenemos todo el día -le recordó-.
 
Ash: Desde ahora mismo -se metió en una plaza de aparcamiento-. Hemos tenido suerte, y lo voy a tomar como un buen presagio. La boutique está ahí.
 
Claire: ¡Uau, fíjate en ese vestido! -miró fijamente el escaparate y contempló la exhuberancia de la llamativa falda imperial, el brillo de la seda blanca de aquel traje de hombros descubiertos-. Es impresionante, pero demasiado serio y de primera boda. No creo que este sea el sitio que buscamos. No quiero…
 
Ash: Confía en mí -sacó la llave del contacto-.
 
Vanessa abrió la puerta de un empujón.
 
Ness: Y, aunque a ti no te convenza, yo no pienso desperdiciar la oportunidad de divertirme ahí dentro. -Antes de que Claire pudiera volver a protestar, Vanessa se bajó del coche, le abrió la puerta a Claire y la sacó-. Será divertido.
 
Lo fue.
 
El brillo y el resplandor de blancos, marfiles, vainillas, metros de tul, kilómetros de pedrería. Vestida de vaqueros y botas de caña, Vanessa se plantó un velo en la cabeza, luego posó.

Parecía, decidió, como si llevara un volcán de tul en la coronilla.

Entonces se volvió a ver a Claire.
 
Ness: Apártate de esos.
 
La rotundidad de la orden la hizo apartar la mano de inmediato.
 
Claire: Pero si son unos trajes muy bonitos y elegantes.
 
Ness: No vas a llevar traje, elegante o no. Esos son para la madrina, clarísimamente.
 
Claire: Pero…
 
Ash: Demasiado serios. -Igual que Vanessa, Ashley cruzó los brazos-. Ni hablar.
 
Claire: No pienso ir ni formal ni recargada. Quiero algo sencillo.
 
Ness: Y sencillo lo vas a tener -le indicó, muy sensata-. La novia manda.
 
Claire: Entonces…
 
Ness: Salvo esos.
 
Claire: Me gusta mucho el verde.
 
Ash: Es precioso -coincidió-. Para ir a la boda de otra, a un acto social o un evento político.

Junto con Vanessa, flanqueó a Claire y la ayudó a llevársela.
 
Claire: ¿Por qué no elegimos lo vuestro primero? -propuso-. Así me voy haciendo una idea mientras tanto.
 
Ness: No fastidies. Nuestros vestidos tendrán que inspirarse en el tuyo, no al revés.

Sin quitarse el velo de la cabeza, Vanessa se dirigió a otra sección.

Las primeras propuestas se consideraron demasiado recargadas, blancas, sosas.
 
Claire: Ay, no, rosa no.
 
Ness: No es rosa-rosa -insistió-. Es muy pálido. Es más como un rubor, y fíjate en el bajo.
 
Ash: Me chifla -lo estudió con los labios fruncidos-. Ese bajo en diagonal te caerá por encima de la rodilla y a media pantorrilla.
 
Claire: No sé. Yo…
 
Ness: Vale, tienes que probarte alguno. Me tengo que poner seria. Esta es tu prueba -decretó-. Vamos a coger alguno más y a buscar un probador.
 
Claire: Tienes razón. Tienes razón, me estoy poniendo pesadísima. A ver… ese, ese -incluyó el que sostenía Ashley-. Ese, y el traje verde. Tenéis que dejar que me pruebe el traje verde.
 
Ash: Hecho. Coge estos -le pasó los vestidos a Vanessa-. Voy a por el traje.
 
Consciente de que se habían tomado ya algunas decisiones, una empleada les preparó un probador, colgó los vestidos y les ofreció agua con gas.
Claire cogió el traje verde primero.
 
Ness: Bien, quítatelo de en medio cuanto antes -se encogió de hombros mientras bebía un poco de agua con limón-.
 
Claire: Es un traje de línea clásica -insistió mientras se cambiaba-. El color me va muy bien. Además, en abril, el tiempo es impredecible, y la chaqueta es elegante. -Se volvió para mirarse en el triple espejo-. Un verde precioso que resalta el verde de mis ojos. Y con zapato adecuado… No es romántico.
 
Ash: No, no lo es. Es un traje elegante -reconoció-. Y te queda muy bien. Pero no es tu vestido, Claire.
 
Claire: Me doy por vencida. Deja que me pruebe el azul. Es bonito, un color sereno, y el corte es precioso.
 
Vanessa dejó el agua, se levantó del mullido sofá y rodeó a Claire después de que esta se cambiara.
 
Ness: Muchísimo mejor. El color le sienta fenomenal a tu pelo.
 
Claire: Me encanta el bajo tan coqueto, el pequeño polisón de la espalda. Me apañaría con este -opinó-. Unos zapatos con algo de chispa, quizá.
 
Ash: No te ha hecho resplandecer -meneó la cabeza-. Yo creo que, cuando te pongas el de verdad, te hará resplandecer. Pero te queda de maravilla. Te hace cinturita de avispa y te permite lucir las piernas. ¿Y si lo ponemos en «los posibles»?
 
Claire: Buena idea. Así tenemos «los que no» y «los posibles».
 
Se probó otro de un dorado grisáceo claro que las tres rechazaron al unísono.
 
Ness: Y ahora el rosa -frunció los ojos ante la expresión de Claire-. Hemos hecho un trato.

Claire: Vale, bueno, pero el rosa va a ser demasiado. Además, es un palabra de honor, y yo no quiero un palabra de honor.
 
Ness: Bla, bla, bla -opinó mientras le subía la cremallera-.
 
Claire: No quiero ponerme pesada, pero es que no… Uau -se miró en el espejo-.
 
Y resplandecía.
 
Ash: Claire… -Contemplando a la futura novia, soltó un gran suspiro-. Estás preciosa. El color le va de miedo a tu piel. Y el corte… te favorece, es romántico y desenfadado.
 
Ness: Da una vuelta -le ordenó-. Madre mía, mira cómo flota, y la espalda, con ese pequeño entrecruzado, es discretamente sensual. Brilla un poquitín. Lo justo.
 
Claire: Es romántico, y es precioso. Y es mío. Nada de «posibles» con este. Me caso con Alex Efron con este vestido.
 
Ash: Tienes que vértelo con zapatos, aunque no sean los ideales -fue corriendo hacia la puerta-. Espera.
 
Ness: Da otra vuelta -le pidió-.
 
Claire rió, y esta vez hizo un giro.
 
Claire: Me queda fenomenal. Teníais razón.
 
Ness: Me encanta que eso suceda.
 
Claire: Quiero hacerme un recogido, ¿qué te parece? -Experimentando, se recogió el pelo con las manos-. Sin diadema. Solo una pinza un poco vistosa.
 
Ness: Se te ve feliz.
 
Claire: Soy muy feliz. Quiero ayudarte a hacer esto algún día, y a Ashley. Ir a comprar vuestros vestidos de novia con vosotras, y saber que sois tan felices como yo ahora.
 
Ness: Me encantaría. -En momentos como aquel, lo creía posible. Ella había conocido ese gozo, había sentido esa fe, dado ese salto. Se volvió a coger el teléfono-. Deja que te haga una foto con el vestido puesto. Se la mandaremos a tu madre y a Rachel.
 
Claire: Tienes razón. Querrán verlo.
 
Ness: Por delante y por detrás -encuadró la foto-.

Cuando las enviaba, volvió Ashley con la chica y una pila de cajas de zapatos. Y empezó la deliciosa locura.
 
 
De camino a casa después de un largo día de vestidos, zapatos, accesorios -y el plus del guardarropa del viaje de novios-, Vanessa se tumbó en el asiento de atrás del coche y le mandó un mensaje a Zac.

«Hemos parado a cenar algo y a repasar el periplo del día. Tu futura cuñada será una novia preciosa, y Alex se caerá de culo. Tampoco sus damas de honor estarán mal. Voy para casa. Siento que se haya hecho tarde.»

Claire se volvió al oír el móvil de Vanessa.
 
Claire: ¿Qué dice Zac?
 
Ness: Que Alex no ha dejado de caerse de culo desde que te vio por primera vez; eso es por lo de que se va a caer de culo cuando te vea. Y quiere saber si me apetece pasarme por su casa.
 
Ash: ¿Te apetece? Si quieres, te puedo acercar.
 
Ness: Mañana temprano tengo que ir a Hagerstown a por suministros y luego tengo una reunión con Alex en el local nuevo. -Respondió a Zac mientras hablaba-. Además, sé que Zac ha estado investigando el paradero de Billy.
 
Claire: ¿Billy, el de Elizabeth?
 
Vanessa asintió a la pregunta de Claire.
 
Ness: De momento, sin mucha suerte. Claro que es complicado. Debería irme a casa y dormir un poco. Ya son casi las once. Dice que me echa de menos.
 
Claire: Oooh.
 
Ness: Lo sé, ¿vale? Se me alborota, se me alborota. Mañana trabajo hasta las cuatro, pero puedo ir a por algunos ingredientes concretos cuando vaya a por los suministros y prepararle uno de los menús de muestra si le apetece. Y sí que le apetece -anunció-. Mañana por la noche tengo una cita con mi novio.
 
Ash: Te juro que parece que te hubieran dado un toque con la varita mágica.
 
Vanessa se limitó a sonreír a Ashley.
 
Ness: Así es como me siento. Qué gran día. A lo mejor llamo a Zac cuando esté metida en la cama.
 
Ash: ¿Sexo telefónico?
 
La sonrisa de Vanessa no disminuyó.
 
Ness: Eso podría ser parte del plan. ¿Algún consejo?
 
Ash: Habla bajo, habla despacio.
 
Ness: Qué sabia -se incorporó mientras Ashley aparcaba detrás de Vesta-. Ay, qué día tan genial. -Se inclinó y besó a sus amigas-. Me ha encantado. Os quiero, chicas. Abre el maletero. Ya sé cuál es mi bolsa.
 
Ash: Dile a Zac… «Hola» -propuso en tono sensual-. De nuestra parte.
 
Ness: Voy a estar demasiado ocupada diciéndole «hola» de la mía. Ha sido genial, total y absolutamente genial. Os veo mañana.

Cogió la bolsa y cerró el maletero. Después de decirles adiós con la mano, entró corriendo por la puerta de servicio.

Estaba convencida de que llegaría antes del cierre, pero no, no iba a entrar a ver cómo había ido todo en su ausencia. Se obligó a pasar de largo por delante de la puerta cerrada con llave de Vesta y enfiló la escalera.

Entonces vio a la mujer sentada en los peldaños.

Vanessa se quedó donde estaba, instintivamente hizo girar las llaves en la mano hasta encajar una entre los dedos. Analizó la situación mientras la mujer se ponía de pie.

Vanessa era joven, fuerte y rápida, si hacia falta.
 
Ness: El restaurante está cerrado -dijo con calma-.
 
**: Lo sé. Te he estado esperando.
 
Ness: Si busca trabajo, puede volver mañana, en horario laboral. Pero ahora…
 
**: ¿No me conoces? -Empezó a bajar; Vanessa se preparó-. Soy tu madre.
 
A la luz de los focos de seguridad, Vanessa estudió su rostro. Entonces lo vio, claro, entonces lo vio. Pero habían pasado tantos años desde la última imagen que tenía hasta esta. Tanto tiempo, tanta distancia.

Esperó una reacción, algo, pero no sintió nada.
 
Ness: ¿Qué quieres?
 
**: Verte. Hablar contigo. ¿Podemos entrar y charlar?
 
Sin decir nada, Vanessa subió las escaleras, abrió la puerta de su apartamento.

Comprendió que, en el fondo, sí sentía algo.

Miedo.




Uy... la madre de Ness =S

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2 comentarios:

Lu dijo...

Me encantó el capitulo.
Amo como va todo entre Zac y Ness.
Uhhh... apareció la madre de Ness, porque el miedo?
Cada día mejor va la nove.



Sube pronto

Maria jose dijo...

La madre de vanessa!!!!
La novela cada vez se pone mas interesante
Me encanta zac y vanessa
Du relación es muy bonita
ya quiero saber que pasará con su mama
Síguela pronto



Saludos

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