topbella

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Prólogo


Basta. Ella se sintió aliviada al reconocer la ronca voz que había surgido de la oscuridad. Aprovechó la momentánea sorpresa de Drake para liberarse y alejarse de la esquina del cobertizo donde la había arrinconado.


Sin embargo, Drake reaccionó enseguida, la aga­rró del pelo y tiró hacia él. Ella gritó de dolor y se torció un tobillo al retroceder.


**: He dicho que basta -repitió la voz. Se encontraba atrapada entre dos sensaciones: el dolor que le causaba Drake al tirarle del cabello y el alivio al comprobar que su estupidez no iba a supo­ner, como había pensado, su fin. De su salvador solo podía ver la punta de un zapato. Pero no necesitaba nada más para recobrar la valentía-.
Suéltame, Drake. Te he dicho que me dejes en paz.


El hombre se rió suavemente.


Drake: Pero si teníamos un trato, pequeña. ¿O es que ya no lo recuerdas?
 

**: Lo teníamos, pero lo he roto. Así que...


Drake volvió a tirarla del pelo, esa vez con más fuerza, y ella tropezó y perdió el equilibrio. Intentó poner las manos para frenar la caída, pero no lo consiguió y el golpe fue tan duro que los ojos se le lle­naron de lágrimas. Cuando reaccionó, observó que Drake también estaba en el suelo, intentando levan­tarse.


El hombre que había golpeado a su agresor era muy alto, más incluso que su hermano, Will, que sobrepasaba el metro setenta. La sutil luz de la lám­para le permitió observar el color de su cabello, castaño casi rubio, y el tono ligeramente moreno de su piel. Sin embargo, no era un moreno de hombre con dinero y tiempo libre, como el que cultivaba su padre para contrastar con las prendas blancas de jugar al tenis, sino de un hombre que podía tumbar a un matón de un puñetazo sin hacerse una sola arruga en el esmoquin que llevaba.


*: No te muevas.


A pesar del sonido de las risas y de la música que llegaba del muelle, donde seguía la fiesta de la boda, su voz se podía oír con toda claridad.


Observó a Drake con miedo, pero él se mantuvo en el suelo y se limitó a mirarla a su vez con gesto de reproche, como si todo aquello fuera culpa suya. Vanessa Hudgens pensó que tal vez tuviera razón; últimamente las cosas no le habían salido muy bien y por si fuera poco en ese momento tendría que vérselas con el hombre que la había salvado y al que ya había re­conocido: Zac Efron, el amigo de su hermano mayor.


Zac: ¿Te encuentras bien?


Vanessa pensó que aquella situación resultaba muy irónica. Llevaba dos días intentando llamar su aten­ción, pero no había imaginado que lo conseguiría de un modo tan extraño.


Zac: ¿Te encuentras bien? -repitió. Ella asintió-.
Ve a llamar a la policía. Ah, y dile a tu padre o a tu hermano que venga.

Ness: No.


Zac: ¿Cómo? -preguntó sorprendido-.


Drake sonrió con satisfacción.


Ness: No quiero estropear la boda a Will.


Zac:
Si no querías estropeársela, no deberías haber invitado a tu novio.

Ness: No lo invité. Además, no es mi novio.


Zac: Ya -dijo con desconfianza-.


Drake:
Vamos, Vanessa, no le mientas -intervino-.

Ness: Cierra la boca, Drake.


Vanessa intentó levantarse, pero el largo vestido ajustado que se había puesto no le facilitaba la labor. Zac suspiró con impaciencia, se acercó a ella y la levantó como si ella fuera una niña incapaz de cami­nar por sí misma.


Lo miró a la cara y casi se estremeció. Zac no solo era amigo de su hermano, sino que también era
su padrino. Lo había visto en infinidad de ocasiones y siempre se había sentido atraída por él. Era dife­rente a los demás. Más elegante, más peligroso.

Ness: Márchate, Drake. Si no lo haces, es posible que cambie de opinión y llame a la policía.


Hacía tiempo que Vanessa quería librarse de él. Le había dicho varias veces que la dejara en paz, que su relación había terminado, pero no hacía ningún caso. Incluso lo había amenazado con contárselo a su padre, el honorable juez George Hudgens, aunque sabía que la amenaza no podía ser más inútil. Aquella mis­ma noche, al ver a Drake en la fiesta, había intenta­do hablar con su padre; pero ni él ni la madre de Vanessa, Lily, demostraron el menor interés por dejar de tomar champán con sus amigos y ayudarla.


Drake se levantó del suelo, se pasó una mano por su castaño cabello y sonrió.


Drake: No vas a librarte de mí tan fácilmente. Tú y yo somos iguales.


Ness: No somos iguales en nada.


Zac: Vanessa, haz lo que te he dicho -insistió-.


Miró a los dos hombres y pensó que hablar con su padre sería inútil. En cuanto a Will, ya estaba bas­tante molesto con ella; siempre habían estado muy unidos, pero al haberse casado con Miley, había ini­ciado una nueva vida y la problemática Vanessa no ca­bía en ella.


Drake: Está bien, está bien... Ya me voy.


Ella se alejó, clavando los altos tacones de los za­patos en el suelo, aunque no le apetecía volver a la fiesta. Pero se dijo que la situación no era tan mala como podría haber sido; si hubiera aceptado la invitación de Miley para ser una de las damas de honor, habría tenido que ponerse un vestido de color sal­món como las demás.


Al oír que hablaban, Vanessa se volvió y los miró de nuevo.


Zac: Será mejor que te mantengas alejado de ella -le advirtió en ese instante-.


Drake sonrió.


Drake: ¿Qué pasa? ¿Tú también quieres aprovecharte de una menor de edad?


Zac respondió dándole un fuerte puñetazo en la mandíbula. Drake retrocedió por el impacto, pero sorprendentemente, mantuvo el equilibrio y se alejó del lugar.


Como Zac parecía dispuesto a seguirlo, Vanessa decidió intervenir.


Ness: Déjalo, es un idiota.


Zac: ¿Qué lo deje? ¿Para que vuelva a pegarte?


Ness: No me ha pegado. En realidad...


Vanessa se detuvo un momento antes de terminar la frase. Aunque no había ido tan lejos, no sabía lo que podría haber sucedido si Zac no hubiera aparecido a tiempo. Pero hasta esa noche, Drake se había limitado a cumplir el trato: ella había conseguido que en­trara en su instituto, para que él tuviera acceso como mecánico a los carísimos coches de sus compañeros, y él se comportaba en público como un novio socialmente inapropiado. En privado, en cambio, no le po­nía las manos encima.


Ness: Mira, te agradezco que aparecieras a tiempo. Pero hablaba en serio al decir que no quiero montar una escena en la fiesta.


Zac: Qué curioso. No recuerdo que nunca te haya preocupado montar escenas. ¿Qué han hecho tus padres? ¿Es que te han amenazado con desheredarte si hoy ocurre algo malo?


Ness: Mis padres me amenazan con eso todas las se­manas. En el fondo, creo que se sentirán decepcionados si al final del día no he he­cho nada que los avergüence ante los invitados.


En realidad, Vanessa había sido sincera. No quería estropear la fiesta porque no quería que Will se enfadara aún más con ella.


Zac: ¿Y por eso no quieres pedirles ayuda?


Ness: A decir verdad, ya lo he hecho.


Zac arqueó una ceja.


Zac: ¿Y qué dijeron?


Ella se encogió de hombros.


Ness: Imagínatelo. Si hubieran hecho algo, Drake no habría estado aquí. Pero vuelve a la fiesta... Supon­go que Will estará cortando la liga de su flamante es­posa o algo así.


Zac: ¿Y tú? ¿No piensas volver?


Ness: Las bodas no son lo mío. No es mi estilo.


Zac: Oh, vamos, solo tienes diecisiete años. Todavía no tienes ningún estilo propio.


Ella estuvo a punto de reírse.


Ness: En primer lugar, solo faltan unos meses para que cumpla los dieciocho. Y en segundo, me cono­ces lo suficiente como para saber que mi estilo es causar problemas.


Zac: ¿Eso lo piensas en serio? ¿O te limitas a repetir las palabras de tus padres?


La sonrisa de Vanessa flaqueó.


Ness:
¿Hay alguna diferencia?

Zac: Por supuesto. Y si hay algo que no te gusta en tu vida, debes recordar que eres la única que puede cambiarlo.


Ness:
Mis padres dicen que no cambiaré nunca, que siempre seré igual. -Se sintió un poco mareada. Había bebido demasiado e intentó concentrar la mirada en la bote­lla que yacía en el suelo-. Qué lástima de champán. La botella se rompió cuando intenté golpear con ella a Drake.

Zac: De todas formas, ya has bebido bastante por esta noche.


Ness: ¿Yo? ¿Beber yo? -se burló-. Pero si soy me­nor de edad...


Zac: No hace falta que me lo recuerdes. Ya lo sé. Sin embargo, no deberías beber sola. Algo me dice que viniste al cobertizo para hacer precisamente eso.


Ness: Eres muy perceptivo.


Zac: O tú muy evidente -declaró-. Deberían atarte.


Zac era un hombre impresionante y muy segu­ro, pero Vanessa no se sentía incómoda cuando estaba con él. Bien al contrario, le agradaban aquellos intercambios. Y además, lo deseaba.


Ness: Vamos, Zac... Estoy segura de que bajo esa apariencia seria y estirada late un corazón apasionado.


Vanessa se aproximó a él con la evidente intención de tentarlo. Gracias a sus zapatos de tacón alto, casi le llegaba a la barbilla.


Zac: ¿Se puede saber qué estás haciendo?


Ness: Dándote las gracias de forma apropiada.


Vanessa se puso de puntillas y lo besó en la cara.


Zac: Ya, bueno... De nada -dijo nervioso-.


Sin embargo. Zac no se movió. Permaneció allí, como hechizado; y ya estaba inclinándose sobre ella, a punto de dejarse llevar y de besarla, cuando se apartó inesperadamente.


Zac: Maldita sea, Vanessa... Comprendo que preten­das llamar la atención de tus padres, pero no es necesario que me utilices a mí.


Ness: Me deseas, Zac, lo sé.


Zac: Crece de una vez -dijo irritado-. Solo eres una niña guapa y mimada que no piensa en na­die salvo en sí misma.


Vanessa estaba acostumbrada a que le dijeran cosas similares y nunca se molestaba por ello; pero oírlo de su boca resultó bien diferente.


Ness: Di lo que quieras, pero sé que deseas besarme, tocarme... Créeme, Zac, sé reconocer a los hombres que se interesan por mí.


Zac: ¿Eso es lo que haces en ese instituto para niños ricos al que vas? ¿Convencerte de que provocar una reacción física es lo mismo que despertar el interés de un hombre? Espero que no, porque mi hermana es compañera tuya...


En realidad, Vanessa no era precisamente una devoradora de hombres. Todavía no había hecho el amor con nadie, y por lo demás, su imagen agresiva e independiente era simple y pura fachada.


Ness: No te preocupes por Ashley; sigue siendo tan pura como la nieve -dijo, refiriéndose a la hermana de Zac, con quien compartía habitación-. Pero
dentro de unos meses terminaré los estudios y podré marcharme de esa prisión... Entonces ya tendré die­ciocho años, y tú, ¿cuántos? ¿Veinte, veintiuno? Venga, Zac, ya casi soy mayor de edad. Solo faltan unas semanas.

Zac entrecerró los ojos.


Zac: ¿Qué me estás proponiendo exactamente? ¿Que hagamos el amor en el cobertizo? Mira, eres amiga de mi hermana pequeña y no me importa lo que pienses de mí. Si quieres acostarte con alguien, ve a buscar a ese cretino de Drake; seguramente es­tará escondido entre los árboles. A mí no me intere­sa.


Zac se alejó entonces y Vanessa pensó que había acertado al decir que era una egoísta que solo pensa­ba en sí misma.


Miró hacia el muelle, donde continuaba la fiesta, y una vez más se sintió agradecida. Zac la había salvado de una situación muy comprometida. Ade­más, era el único que había advertido su ausencia, el único que se había preocupado por ella y el único que había decidido ir a buscarla.


Algo angustiada, se quitó los zapatos y desapare­ció en la noche, caminando por el césped. Sabía dón­de habían guardado las cajas de champán, así que pensó que nadie echaría de menos una botella.




Vanessa es una joven buscalíos. Empezamos bien XD.
Creo que es la primer novela donde Vanessa es una buscalíos. Al menos de joven.

Este era el prólogo. Espero que os haya gustado. Evidentemente, la cosa se irá poniendo más interesante XD.

¡Comentad!
Bye!
Kisses!

3 comentarios:

Unknown dijo...

GEEEENIAL!
ME HA ENCANTADOOO.. VANEE BUSCA LIO? SE VE INTERESANTE ENTONCES, ZAC PARECE SER MAS CENTRADO.. Y ODIO A DRAKE.
SUBE PRONTO.

LaLii AleXaNDra dijo...

Wao, esta interesante la nove..
siguela pronto
;)

Anónimo dijo...

Muy buena!!
Diferente e interesante :D síguela pronto!!

Saludos -Caro-

Publicar un comentario

Perfil