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sábado, 31 de marzo de 2012

Capítulo 8


El cuarto de baño, decorado en tonos dorados y azules, estaba en aquel momento vacío. Mientras observaba a través del espejo a Miley y la veía cepillarse su largo y rubio cabello, Vanessa aspiró con fuerza el aire y sacó el tema al que llevaba tanto tiempo dándole vueltas.

Ness: Me estaba preguntando por Tess -dijo mientras la otra mujer se ponía colorete-. ¿Se encuentra bien ahora? Tengo entendido que en el pasado tuvo muchos problemas.

Miley: ¡Vaya que sí tuvo problemas! Toda la familia estaba preocupadísima por ella, pero a Zac le tocó la peor parte porque ella siempre estaba colgada de él. Ahora puedo decir con alegría que está mucho mejor. Cuando le dieron el alta, sé que a Zac le quitaron un gran peso de encima, igual que a Helen. Bueno, debo irme o llegaré tardísimo. Cuídate. Te veré pronto.

Cuando Miley se hubo ido, Vanessa suspiró. No había adelantado mucho. Lo único nuevo que sabía era que Tess se encontraba bien, que no se debilitaba en alguna clínica.

Pero las preguntas más importantes seguían sin respuesta. ¿Seguía queriendo casarse con Zac? ¿Confiaba en que él cumpliría con su parte del trato? Pero si así era, ¿por qué no estaba con él? Un grupo de mujeres entró en el cuarto de baño, riendo y charlando.

A Vanessa se le ocurrió pensar que si esperaba a que salieran y se mezclaba con ellas despertaría menos sospechas si Zac le estaba echando un ojo al vestíbulo.

Tardaron una eternidad. Ella hizo como si se estuviera retocando el maquillaje mientras esperaba.

Cuando el grupo se dirigió finalmente a las puertas, ella las siguió pisándoles los talones. Tenía miedo de que Zac estuviera esperando, pero una rápida mirada al vestíbulo le demostró que no era así.

Exhalando un suspiro de alivio, se dirigió a la entrada. Un hombre de uniforme rojo le abrió la puerta. Había vehículos entrando y saliendo. Un mercedes plateado esperaba unos metros más arriba con el motor en marcha. Pero no había taxis a la vista.

Ness: ¿Podría llamarme a un taxi, por favor? -preguntó casi sin aliento-.

**: Por supuesto, señora.

Cuando el portero iba a cumplir con su recado, Zac apareció a su lado con el abrigo en el brazo.

Zac: No será necesario, James. La dama está conmigo.

James: De acuerdo, señor Efron.

Mientras Vanessa seguía rígida, sin moverse, Zac deslizó una nota en la mano del portero antes de colocarle el abrigo por los hombros.

Ella había abierto la boca para decirle que no tenía ninguna intención de regresar con él cuando Zac le levantó la barbilla y le acarició suavemente la mejilla con el pulgar.

Zac: Soy plenamente consciente de que tenías los dedos cruzados.

Aunque habló con voz fría, su tono encerraba una mordacidad que la hizo sentirse muy pequeña. Se le sonrojaron las mejillas. Zac inclinó la cabeza y la besó.

Aquella boca hechicera desplegó su magia negra, haciéndole perder la razón. Como si estuviera bajo la influencia de un conjuro, se dejó llevar hasta el coche y tomó asiento en el lugar del copiloto. Zac se colocó a su lado, abrochó los cinturones y se pusieron en marcha antes de que Vanessa pudiera darse cuenta de lo que estaba sucediendo. Cuando pudo reaccionar, cayó en la cuenta de que iban en coche. Zac había dicho poco antes que las carreteras que llevaban a Hethersage estarían impracticables durante al menos dos días. Entonces, ¿por qué no regresaban en helicóptero?

Cuando se lo preguntó a Zac, él contestó con voz pausada:

Zac: No estamos volviendo a Hethersage, al menos no por ahora. Mañana me gustaría ir y pasar allí
la Navidad, pero tengo planes que implican pasar esta noche en la ciudad, en mi apartamento de Denver Court. ¿Tienes alguna objeción?

Ness: No.

Estar en Londres le daría la oportunidad de llevar a cabo su plan con más facilidad.

Pero no podía evitar preguntarse por qué quería pasar la noche allí. Zac no hacía las cosas sin tener una buena razón para ello.

Tal vez era algo que tuviera que ver con Tess.

Ness: ¿Cuáles son exactamente tus planes?

Zac: Quiero ir de compras.

Ness: ¿Y qué quieres comprar? -preguntó confundida-.

No se esperaba aquella respuesta.

Zac: Quiero comprarte un anillo. Un anillo de compromiso -añadió para que no hubiera dudas-.

En el pasado, cuando creía firmemente que él la amaba, aquél habría sido un sueño hecho realidad. Pero ahora le producía únicamente una incómoda sensación de burla.

Ness: ¿Por qué quieres comprarme un anillo si dijiste que lo único que querías era una compensación?

Zac: Digamos que lo hago por el qué dirán. Si eres mi prometida, tendrás cierto estatus.

Ness: Puedes guardarte tu dinero. No quiero ningún anillo. No tengo ninguna intención de seguir contigo. No significo nada para ti, solo querías venganza.


Zac: Me temo que te has convertido en una especie de obsesión y no tengo ninguna intención de dejarte marchar por el momento.

Ness: No puedes obligarme a quedarme.

Zac: No -reconoció-. Pero te quedarás. Una parte de ti lo desea. Una parte de ti que, aunque suene melodramático, sigue siendo mía. En caso contrario no te habrías acostado conmigo anoche ni hubieras salido hoy de Denaught conmigo. -Al escuchar aquella verdad tan grande, Vanessa se quedó pensativa y no dijo nada. Zac siguió hablando-. Tal vez necesites sacarme de ti del mismo modo que yo necesito sacarte de mí. -Ella se estremeció al oír aquellas palabras-. Y para liberarnos ambos, lo mejor es que sigamos juntos hasta que este tormento, esta fijación, esta obsesión o llámalo como quieras muera de muerte natural.

«Si fuera tan fácil»
, pensó Vanessa.

Zac: Ya hemos llegado -dijo entonces deteniendo el coche a la entrada de Marshall Brand, una de las joyerías más conocidas y exclusivas de la ciudad-.

Un portero se hizo cargo del coche mientras un guardia de seguridad uniformado abría la pesada puerta de vidrio y, tras dirigirles una mirada de aprobación, los introdujo en la lujosa tienda.

Parecía un palacio decorado con espejos en las paredes, candelabros de cristal y jarrones con flores recién cortadas. En el centro había sofás forrados de terciopelo y mesas de cristal colocadas sobre gruesas alfombras de color gris perla.

Vanessa miró a su alrededor y le llamó la atención un delicado brazalete de oro que había en uno de los expositores. Durante un instante se quedó ensimismada por su belleza y simplicidad.

**: ¿Señor Efron? -dijo un hombre bien vestido con las sienes plateadas apareciendo de la nada-.

Zac: Sí, soy yo -respondió girándose hacia él-.

Cory: Buenas tardes. Soy Cory Brand -dijo el otro hombre estrechándole la mano-.

Zac: Ella es la señorita Hudgens, mi prometida -la presentó sujetándola por la cintura-. Lamento haber llegado un poco más tarde de lo acordado.

Cory: Por favor, no se disculpe -aseguró indicándoles con un gesto de la mano el sofá más cercano-. Si son tan amables de sentarse, tengo preparada una selección de anillos del tamaño que me indicó que les mostraré encantado.

Mientras Cory procedía a abrir uno de los expositores, se escuchó un ruido seco y al instante apareció una joven con una botella de champán humeante y dos copas de cristal en una bandeja de plata.

Cuando se las hubieron llenado, Vanessa, que se sentía como la protagonista de una película, dio un sorbo a la suya. En ese instante le colocaron delante media docena de anillos, cada uno en su soporte. Había un rubí, una esmeralda, una preciosa aguamarina engarzada en una banda de oro, un zafiro, un racimo de ópalos perfectos y un enorme solitario de diamante.

Todos eran maravillosos, cada uno en su estilo.

Cory: Les dejaré un momento a solas -murmuró retirándose discretamente-.

Zac: ¿Qué te parecen, cariño?

Sorprendida por la utilización de aquella palabra, Vanessa se preguntó qué haría él si le dijera que le parecían todos horribles y salía por la puerta. Pero no tenía el coraje para hacerlo.

Zac: ¿Por qué no te pruebas uno? -insistió-.

Ness: ¿Acaso tengo otra opción? -preguntó con sarcasmo-. En cualquier caso, como vas a ser tú quien lo compre, cariño, preferiría que lo eligieras tú.

Zac sonrió, pero ella sabía que estaba molesto, tanto por su sarcasmo como por su falta de colaboración.

Zac: De acuerdo.

Vanessa sintió una punzada de arrepentimiento. Seguramente Zac escogería el diamante, el que menos le gustaba a ella. No podía negar que se trataba de un anillo magnífico y seguramente la mayoría de las mujeres lo escogerían, pero para su gusto era demasiado grande y algo pretencioso.

Zac: Ésta sería mi elección -dijo eligiendo uno y deslizándoselo en el dedo-. Hace juego con tus maravillosos ojos.

Había escogido la aguamarina. Y se ajustaba perfectamente a su dedo delicado y al mismo tiempo firme.

Si aquél hubiera sido un compromiso real, ése sería el anillo que ella habría escogido. No pudo evitar contemplarlo con los ojos llenos de lágrimas.

Zac le alzó la barbilla y ella lo miró a los ojos. No se atrevía a parpadear para no llorar.

Zac: Pero por supuesto, si tú tienes otra preferencia… -Vanessa negó con la cabeza-. En ese caso, nos lo llevamos -aseguró besándola suavemente en los labios-.

Cory: ¿Han encontrado algo de su agrado? -preguntó acercándose discretamente-.

Zac: Nos hemos decidido por la aguamarina.

Cory: Una elección excelente, si me lo permiten. Es una joya particularmente fina. El color y la claridad son espléndidos. ¿Quieren que se la envuelva?

Zac: No será necesario -se apresuró a decir al ver que Vanessa se la quitaba-. Déjatela puesta, cariño. Me gustaría que la llevaras.

Zac se puso de pie y se llevó a Brand a una esquina para mantener con él una conversación en voz baja.

Cory: Por supuesto que puede hacerse, señor Efron -le escuchó decir Vanessa-. De hecho lo hacemos, y vienen de la misma casa. Si me permite un instante…

Levantó una mano y cuando se acercó una joven le dio unas instrucciones. La joven volvió a marcharse a toda prisa.

Regresó al cabo de unos minutos llevando una caja de cuero color azul marino con el logotipo de Marshall Brand estampado en oro. Se lo pasó a Brand, que la abrió delante de Zac. Tras observar su contenido, le hizo una señal para que volviera a cerrarla haciendo un gesto aprobatorio.

Cory: ¿Quiere que se lo envolvamos para regalo?

Zac: Por favor.

Mientras los dos hombres resolvían las cuestiones monetarias, Vanessa observaba la aguamarina mientras seguía bebiendo su copa de champán.

Se sentía extraña y hecha un lío. La confusión atravesaba su cerebro como las hojas de otoño arrastradas por un remolino de viento.

¿Por qué había insistido Zac en que llevara su anillo? ¿Habría pensado de verdad en su posición, en cómo se sentiría ella ocupando el lugar de amante?

Pero seguro que no. Aquello no encajaba. Si lo único que quería era vengarse, ¿por qué debería pensar en sus sentimientos?

Recordó entonces que Miley le había dicho que cuando ella se fue a Boston se quedó perdido, y se preguntó si tal vez en el pasado la quiso un poco…

Pero estaba claro que ya no era así, aunque desde luego la deseaba. Había admitido que estaba obsesionado con ella, que necesitaba liberarse de ella.

Pero eso seguía sin explicar por qué había insistido en que llevara su anillo.

Y seguramente, Tess no estaría conforme con que otra mujer llevara un anillo de su prometido aunque aquello no significara nada.

¿O sí estaría de acuerdo?

Tal vez sí, si deseaba con tanto ahínco estar con Zac podría llegar a estar de acuerdo con las condiciones que él impusiera.

Vanessa suspiró y, concentrándose, comenzó a considerar las cosas desde otra perspectiva. Durante todo aquel tiempo había culpado a Zac por tratar tan mal a Tess, por renegar del trato que había hecho. Pero tal vez si no la hubiera conocido a ella en aquel momento, si no se hubieran convertido en amantes, habría seguido adelante y se hubiera casado con Tess.

Vanessa no se hubiera ido conscientemente con el hombre de otra mujer, pero nunca le había preguntado a Zac si estaba libre, solo lo había dado por hecho. Así que tal vez ella también tuviera su parte de culpa. Aquél era un pensamiento poco reconfortante. Ya tenía bastantes cosas de las que sentirse culpable.

Haciendo un tremendo esfuerzo, Vanessa trató de aclarar la confusión de su mente para decidir qué camino debía tomar. ¿Huiría a la primera oportunidad que tuviera? ¿O tomaría el sendero agridulce que la llevaba a quedarse con Zac para que él la tomara cuando quisiera?

No, pensó con certeza. No podía hacer eso con la sombra de Tess planeando sobre ella.

Pero amándolo como lo amaba, ¿conseguiría encontrar la fuerza suficiente para dejarlo?

Seguía sin tomar una decisión cuando Zac regresó con dos paquetes de regalo.

Zac: ¿Nos vamos?

Preguntándose si uno de los paquetes sería para Tess, Vanessa se puso de pie.

Brand los acompañó hasta la puerta. Fuera caían algunos copos de nieve, añadiendo un toque mágico a aquella escena navideña. Zac la guió hacia el coche. El portero de la joyería les abrió la puerta.

En cuanto estuvieron en marcha, Vanessa se dio cuenta de que le costaba trabajo reprimir los bostezos. Se preguntó adormilada si su cansancio se debía al champán o al jet lag. Pero estaban lejos de Denver Court, y Zac, al ver que se le cerraban los ojos, la atrajo hacia sí con un brazo mientras con otro sujetaba el volante.

Sintiéndose cómoda, en casa, Vanessa se dejó llevar y, con la cabeza apoyada en su hombro, se adormiló.

Cuando llegaron a su destino y detuvieron el coche en la entrada, se despertó de manera natural y miró a su alrededor. Seguía nevando levemente, como si fuera confeti que cubriera las huellas de los vehículos. Vanessa se sentía recobrada por la siesta y con la cabeza despejada.

Zac: ¿Te sientes mejor ahora?

Ness: Sí, estoy bien.

Zac: Perfecto. Más tarde cenaremos en el Starlight Room.

Recogieron sus abrigos y sus cosas y bajaron del coche. Cruzaron el vestíbulo, decorado con un árbol de Navidad lleno de adornos y tomaron el ascensor para subir al ático. Como siempre le había ocurrido en el pasado, sintió los nervios a flor de piel y el estómago encogido.

Cuando llegaron, Zac abrió la puerta, dejó los paquetes y encendió las luces.

Sintiendo una punzada en el corazón, Vanessa se dio cuenta de que nada había cambiado. Era el mismo espacio al que Zac la había llevado hacía más de un año. La diferencia estaba en que el patio y la zona ajardinada estaban ahora cubiertos de nieve.

Mientras observaba caer los copos, recordó lo delicioso que había sido el verano en que lo conoció, cómo bebían vino tinto y hacían el amor bajo el sol. Lo felices que habían sido. Consciente de que aquél era un camino peligroso, intentó apartar de sí aquellos recuerdos, pero le resultó imposible.

Volvió a sentir deliciosamente sobre ella su peso, y el calor del sol sobre el rostro. Aspiró el aroma de su loción para después del afeitado y el olor de las rosas del patio, saboreó el vino tinto de su lengua y la dulzura de sus besos…

Zac: Un penique por tus pensamientos.

Ness: ¿Cómo?

Zac: Estabas a miles de kilómetros -dijo mientras ella se apartaba de la ventana-. Tenías una expresión absorta y anhelante, como si dentro de tus pensamientos estuvieras haciendo el amor. -Al ver cómo se le sonrojaban las mejillas, continuó-. Creo que he metido el dedo en la llaga. ¿Y con quién estabas? ¿Conmigo? -Vanessa se mordió el labio inferior y guardó silencio-. Mientras te excite, me da igual de quién se trate -aseguró encogiéndose de hombros. Llevó los paquetes a la habitación de invitados y los dejó allí. Se disponía a ayudarla a quitarse el abrigo cuando sonó el teléfono del salón-. Perdona un segundo -se disculpó-. Debe ser la llamada que estaba esperando.

Y salió cerrando la puerta tras él.

Preguntándose si se trataría de Tess, Vanessa se alegró de que no hubiera teléfono en el dormitorio. En caso contrario, se habría sentido tentada de escuchar.

Recordando entonces lo que Zac había dicho de cenar en el Starlight Room, se dio cuenta de que no tenía nada que ponerse. Pero para su sorpresa, al girarse se dio cuenta que encima de la cama había todo lo que una mujer podía necesitar: productos de tocador, un neceser para meterlos y varios vestidos de día y de noche.

Maravillada, tomó entre las manos un traje de noche que sin duda había escogido Zac. Se trataba de una túnica hasta el tobillo con un cuello sencillo, al menos en apariencia. Era el tipo de prenda que ella hubiera escogido. Lo que la hacía especial, aparte de la marca que ponía en la etiqueta, era el corte exquisito, el color y la calidad de la tela. Seda natural en tonos dorados.

Sobre la cama también había sandalias, medias de seda y lencería. Aquellos conjuntos de encaje en tono marfil y los camisones de encaje serían el sueño de cualquier mujer.

A Vanessa siempre le había gustado la ropa interior bonita y femenina. Le levantaba la moral. Pero nunca había soñado con tener algo tan bonito y de tanta clase. Un escalofrío de emoción le recorrió la espina dorsal.

Pero no debía sentirse así, se reprendió a sí misma. No debía aceptar obedientemente lo que él quisiera darle. No debía disfrutar de cosas que Zac le forzaba prácticamente a aceptar, tal vez para lavar su propia conciencia.

Si es que tenía conciencia.

Porque después del modo en que había tratado a Tess, le costaba trabajo creerlo.

Observando el anillo que tenía en la mano, se preguntó, y no por primera vez, cómo podía seguir amando a un hombre como Zac. Un hombre capaz de tratar a una mujer así de mal y coaccionar a otra para que llevara su anillo por «el qué dirán» y solo durante el tiempo que a él le conviniera.

Si Zac la hubiera amado, las cosas habrían sido diferentes. Aunque no hubiera querido casarse con ella. Si la hubiera amado, Vanessa hubiera podido vivir de alguna manera con eso.

Pero Zac no la amaba. Tal vez la deseara, pero no la amaba.

Debía recordar aquello y no flaquear.

Y si se quedaba, flaquearía. Así que debía encontrar la forma de dejarlo. Y pronto.

Si regresaba a Hethersage, estaría atrapada allí. Tenía que ser esa noche.

Con un poco de suerte podría tomar un taxi antes de que Zac la echara de menos. Seguramente o Ashley o Alex estarían en casa y podrían pagar la carrera. Y si no, ya encontraría la manera de arreglárselas.

Una vez tomada la decisión, Vanessa sintió la necesidad de ponerse en acción. Se ducharía y se prepararía. Se quitó el anillo y los aretes de oro de las orejas y los dejó en la mesilla de noche antes de desprenderse las horquillas del cabello. Seguía sin haber señal de Zac cuando agarró el neceser y el negligé y entró en el cuarto de baño.


3 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

Sera que si se escapa??
espero que Dejen la bobada y hablen, Vanessa le debería contar lo que paso con Tess y que Zac le digiera la verdad...
hahaha
especulo mucho..
síguela
:)

Abigail dijo...

Jajajajaja no c escapo!!! pobre le salió mal la jugada...yo creí q miley le hiba a dcir mas d tess pero ya veo q no...y el anillo wow solo c pued tomar tantas molestias zac con eso x q la ama....haber q pasa...
siguela pronto!!!!

Abigail dijo...

Una pregunta q me intriga...el otro día me puse a repasar las novelas q has publicado y algunas las leí otra ves...tu tambien adaptas las características d los personages a Zanessa???es q c m ac mucha casualidad q todas tus adaptaciones sean d chicos rubios y d ojos azules y d chicas morenas y ojos marrones...si es asi pz q dedicacion la tuya!!!!siguela pronto!!!
Haber si otra vez no llega zac y le arruina a ness su segunda escapada...

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