topbella

domingo, 4 de marzo de 2012

Capítulo 10


¡Ooohhh!

¡Último capi!
Espero que os guste y me comentéis más, ¡porfi!

En un par de días pondré la sinopsis de la siguiente nove, ¡que será muy guay! XD




Wayne intentó no molestar hasta que la obra comenzó, pero por más que Vanessa insistió en que estaba ocupada, no logró que se marchara, Wayne quería saber si Vanessa había recibido su última proposición de matrimonio y ella tuvo que reprimir el impulso de decirle que la había tirado a la papelera junto con las otras. Temía que eso solo diera lugar a que le mandara otra.

Ness: Estoy prometida -dijo, en cambio, rabiosa por tener que recurrir a aquella táctica-.

Wayne: ¿A quién? ¿Al tipo grande que dirigía la brigada de voluntarios en Catastrophe?

Vanessa lo miró sorprendida.

Ness: ¿Qué te hace pensar que sea él?

Wayne: Lo he visto hoy en tu casa.

Vanessa tuvo una sensación desagradable.

Ness: ¿Has estado en mi casa? -preguntó con frialdad-.

Wayne: Puede que cambies de opinión respecto a él -dijo con expresión testaruda-.

Ness: No creo -dijo con convicción-. Es el único hombre para mí.

Para cuando la obra acabó, Wayne se había marchado, pero Vanessa encontró los claveles que le había llevado tirados en una papelera. Vanessa miró en torno con cierto temor, recordando la frase que por fin lo había convencido. No debía haberla pronunciado, ni siquiera para librarse de Wayne. Decir algo en voz alta le otorgaba una entidad propia. Y ella, como actriz, debía saberlo mejor que nadie.

Los actores y técnicos, incluido Steve, se marcharon y Vanessa se quedó sola organizando el trabajo del día siguiente. Era algo que solía hacer a menudo, aprovechando la calma y el silencio del teatro a aquella hora, cuando no había visitas ni llamadas de teléfono. Pero aquella noche lo hizo para retrasar la vuelta a casa. Sabía que Zac no seguiría allí, pero la sola idea de tener que meterse en la misma cama en la que él había descansado la inquietaba.

Es el único hombre para mí...

La frase no cesaba de repetirse en su mente y tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para concentrarse en su trabajo. Era la una de la mañana cuando olió el humo.

Husmeó el aire y continúo trabajando, suponiendo que procedería de la única habitación del teatro en la que estaba permitido fumar. De otra forma, las alarmas contraincedios hubieran sonado. Unos minutos más tarde, una espiral de humo se coló por debajo de la puerta. Vanessa salió corriendo al pasillo. La luces estaban suavizadas por el humo y apenas se podían ver las escaleras. Tomó un extintor de la pared, sin comprender por qué las alarmas no habían saltado.

Al ver que del almacén salía mucho humo, se le encogió el corazón. El vestuario, las pinturas y las maderas eran un material combustible ideal. Cuando se aproximó, tuvo la sensación de que la situación no era tan grave como había pensado y, con el extintor bajo el brazo, intentó apagar un vestido en llamas. Pero mientras lo hacía, una chispa saltó sobre un tanque de trementina que, al prenderse, alcanzó un baúl lleno de trajes. El calor se hizo insoportable y Vanessa tuvo que salir. Recordando las instrucciones de Zac, se agachó. Las llamas avanzaron hacia ella a toda velocidad y Vanessa salió huyendo, sin dejar de gritar, aunque no sabía si pedía auxilio o si llamaba a Zac.

Oyó aproximarse pisadas. Las escaleras crujieron y en medio del humo se materializó una figura sólida. Vanessa lo miró desconcertada, convencida de que veía visiones

Ness: ¿Efron? -tocó su poderoso torso para asegurarse de que no soñaba-. Es un incendio -dijo, con voz quebradiza-.

Zac: Pues vamos a apagarlo, Vanessa.

Casi habían acabado con él para cuando llegaron los bomberos. Con la garganta seca y los ojos enrojecidos, Vanessa y Zac se sentaron en la entrada del teatro. Un grupo de curiosos se había reunido ante la puerta para averiguar qué pasaba

Zac: ¿Cómo sabías que estaba en el teatro? -preguntó mirando a Vanessa por encima de la taza de té que alguien le había dado-.

Ness: No lo sabía -dijo observando su perfil y pensando como ya había hecho en otras ocasiones que en treinta años seguiría teniendo el mismo aspecto-.

Zac se volvió para mirarla.

Zac: Pero me has llamado...

Ness: Creía que había pedido socorro.

Zac: Gritabas «Efron».

Ness: Bueno -se encogió de hombros-. Es lo mismo -le dirigió una rápida mirada al darse cuenta de lo que acababa de decir. Para alguien que como ella había jurado no volver a confiar en un nombre sus palabras eran contradictorias. Pero Zac parecía haberlas recibido como un cumplido-. ¿Qué estabas haciendo en el teatro, Efron? La última vez que te vi estabas durmiendo.

El sonrió maliciosamente.

Zac: En tu cama. Olía a ti.

Vanessa sacudió la cabeza.

Ness: Qué tontería...

Zac: La almohada olía a tu cabello. Soñé que... -su sonrisa se intensificó y Vanessa frunció el ceño-.

Ness: ¿Pero qué estabas haciendo en el teatro? -exigió saber, pensando que era imposible que en sueños actuara de una manera más estúpida que en la realidad-.

Zac: Llegué antes de que la función acabara. Me he debido cruzar con él.

Ness: ¿Con quién?

Zac: Con el pirómano.

Vanessa abrió la boca y vovió a cerrarla.

Ness: ¿Qué quieres decir?

En ese momento llegó un coche de la policía y el grupo de curiosos se dispersó. Dos policías se bajaron y se dirigieron hacia Vanessa y Zac.

Zac: Ha sido un incendio provocado. Parece que el fuego te sigue haya donde vas.


El pirómano era Wayne. Aún después de varios días, Vanessa seguía sintiéndose mal.

Ness: Como si tuviera la culpa de los incendios por haberme convertido en la obsesión de Wayne -le explicó a su amiga Ashley mientras comían en su casa-.

La policía lo había detenido esa misma noche y Vanessa lo había visto en la comisaría, cuando Zac y ella fueron a poner la denuncia.

Oh, Vanessa
-le había dicho en tono de reproche-. Yo te quería, ¿por qué tú no podías quererme un poco? Jamás habría hecho esto, si hubieras sido buena conmigo.

Y tenía un aspecto tan abatido y triste por su amor no correspondido que hasta los policías parecieron simpatizar con él y miraron a Vanessa como si fuera una mujer sin corazón. Pero el abatido y triste Wayne había sido capaz de desconectar las alarmas y quemar el teatro con ella dentro. Aun así, la sensación de pérdida y destrucción habían inquietado a Vanessa y no lograba librarse de cierto sentimiento de culpa.

Al mismo tiempo estaba enfadada consigo misma por sentirse responsable.

Ness: ¿Qué se supone que debo hacer? -gimió, angustiada-. ¿Aceptar las proposiciones de cualquier hombre egoísta por si decide quemar la ciudad?

Zac le tomó la mano.

Zac: Tú no eres responsable. Era un caprichoso tirano, incapaz de aceptar una negativa.

Vanessa retiró la mano.

Ness: ¡No era eso lo que pensabas en el pasado! Wayne te daba pena por mucho que yo te dijera que no quería ni
sus flores ni sus atenciones. Me has tratado cómo si fuera una irresponsable que creara problemas allí donde va. Me has hecho sentir culpable por tus propios sentimientos. Puede que tú te dediques a apagar fuegos en lugar de a causarlos, Efron, pero desde mi punto de vista, te pareces bastante a él.

Y Zac la había mirado desconcertado y triste. Su mirada se tornó fría y no volvió a hablar en el resto de la noche. Steve, al que se ocupó de llamar él mismo, llevó a Vanessa a casa.

Ness: Le reñí -continuó con Ashley-, y ya no va a querer volver a verme.

Ash: ¿Wayne Sweet? -preguntó sorprendida-.

Ness: No, Efron. Ha desaparecido. Steve tampoco lo ha visto. Al menos debería haberle dado las gracias. Estaba en el teatro para protegerme.

No estaba acostumbrada a que la espiaran y, aunque la idea no le gustaba, tampoco le desagradaba.

Zac le contó a la policía que al irse de casa de Vanessa aquella mañana había visto un coche aparcado a la puerta. Dentro estaba sentado un hombre y en el asiento de atrás tenía un gran ramo de claveles rosas. Zac no lo conocía, pero sabía que era considerado sospechoso y al ver las flores sospechó que era él. Por si acaso, había decidido ir al teatro. Y Vanessa no podía evitar admirar a un hombre que no dudaba en pasar a la acción. Un hombre que no necesitaba que su nombre brillara en un cartel luminoso.

Ash: Estás enamorada de él -dijo sirviendo más vino-. Lo sospeché desde que recibí tu primera postal.

Vanessa parpadeó extrañada, pero pensó que Ashley tenía razón.

Ness: Pero en esa postal no contaba nada más que era un machista arrogante.

Ashley sonrió.

Ash: Mi intuición me decía otra cosa. Y tienes que saber que Zac está muy interesado en ti. El otro día, en la tienda, no dejaba de apretar los puños cada vez que Scar pronunciaba tu nombre.

Vanessa dejó escapar una risita.

Ness: ¡Esa sí que es una prueba irrefutable!

Ash: Lo que importa es qué piensas hacer.

Vanessa miró en torno, observando la colección de objetos que había reunido en los últimos cuatro años y volvió a sentir que faltaba algo.

Ness: No puedo arriesgarme otra vez, Ashley. ¿Recuerdas lo que ocurrió con Andrew? Prácticamente desaparecí porque él siempre pretendía que todo fuera tal y como quería. Y te aseguro que, comparado con Efron, Andrew era un niño. Efron está acostumbrado a ser el jefe y a que la gente haga lo que él quiere...

Ashley resopló.

Ash: Así que tienes un hombre maravilloso que te salva la vida en dos ocasiones y vas a dejar que se vaya porque tienes miedo a que intente dirigir tu vida. Por Dios, Vanessa, ya no eres la muchacha insegura que se casó con Andrew. Tú también estás acostumbrada a mandar y a que se te obedezca. Dime una cosa, ¿has consentido en algún momento que Zac te trate como a un felpudo?

Vanessa sonrió al darse cuenta de que eso era inconcebible.

Ness: No.

Ash: ¿Entonces...?

Ness: ¿Pero a qué me llevaría? No puedo volver a casarme -tragó saliva-. No podría…

Ashley se encogió de hombros.

Ash: Estás adelantándote a los acontecimientos. ¿Por qué no tienes un romance y ves qué pasa? -Al marcharse, le dijo-:
Si no le aceptas, estás loca. Es atractivo, soltero, maduro y heterosexual.

Ness: ¡Ashley! -rió-.

Ash: Y es alto -añadió, a modo de broma-. Piénsatelo.

Pero el hombre que respondía a aquella descripción se había esfumado. Según Steve, llamó en una ocasión diciendo que estaba pasando unos días con John y Scar antes de volver a Catastrophe. De eso hacía cuatro días.

Y Vanessa comenzaba a pensar que John vería cumplirse su sueño antes de morir.

Un oscuro día de mayo, frío y ventoso, Vanessa se retó a sí misma a tener un día turquesa. Vio algunos destellos en las aguas del puerto, un retazo en un arcoiris tenue y algunos reflejos en los charcos de la carretera. El teatro estaba cerrado aquella noche y Vanessa dejó la oficina a la cuatro. Al llegar a casa cambió de opinión y decidió conducir hasta la playa. Tuvo la sensación de ver una furgoneta como la de Zac, pero las veía constantemente, así que no le prestó atención. Tenía que encontrar turquesa, no rojo. Ni verde.

La arena de Bondi estaba llena de pisadas. Hiciera el tiempo que hiciera, siempre se encontraban allí surfistas, corredores, paseantes y dueños de perros paseando a sus mascotas. Vanessa estaba a punto de llegar a la orilla cuando algo la hizo volverse. Bajo el umbral de entrada a un pabellón acristalado, estaba Zac. Bajó los escalones y se dirigió hacia ella á toda velocidad hasta que pareció dudar. De no haberlo conocido, Vanessa hubiera sospechado que estaba turbado. El sonido de los latidos de su corazón se confundía con el murmullo de las olas. Efron llevaba vaqueros y la americana de tweed que ella conocía. Estaba afeitado y el viento le había despeinado. Parecía angustiado y confundido, pero sus gafas de sol ocultaban sus ojos y Vanessa solo pudo ver el reflejo de la playa en ellas. Quizá, pensó, había vuelto para recriminarla por no haber sido más amable con Wayne Sweet. O para decirle que Scar había superado los nervios e iban a casarse. Quizá iba a despedirse de ella para siempre...

Ness: ¿Cómo sabías que estaba aquí? -preguntó para romper el tenso silencio-.

Zac: Te estaba esperando en tu casa -dijo con brusquedad-, y te he seguido hasta aquí.

Ness: Quería darte las gracias. Por haberme ayudado en el teatro y... por todo.

Zac le quitó importancia con un gesto de la mano.

Zac:
El otro día me dijiste cosas sobre las que he tenido que reflexionar. Tenías razón -dijo en tono neutro, como si fueran palabras ensayadas que quisiera decir lo antes posible-. Siempre he pensado en mí mismo como alguien estable y con quien se puede contar. Maduro. Por eso me irritó empezar a actuar como un adolescente desconcertado y celoso cuando tú apareciste -no había ninguna humildad en su tono. Ni intención de disculparse. No era más que un hombre tratando de responder a las acusaciones de otra persona. El viento les sacudía la ropa y unas gotas mojaron la arena. Tenía la sensación de estar bajo un hechizo. Continuó y Vanessa tuvo que reprimir la risa. Zac sonaba como un robot-. Y me empeñé en que no se trataba más que de un estado pasajero.

Ness: Y que yo era la culpable -con aspereza-. Una mujer malvada que te impulsó a tener malos pensar mientes. Igual que soy la culpable de que Wayne quemara la mitad del país. Por Dios, Efron. En
la Edad Media quemaban a mujeres en la hoguera por menos de eso.

Zac apretó los labios.

Zac: He estado pensando en lo que me dijiste. Y he llegado a ver ciertas similitudes entre Wayne y yo -dijo asqueado-. Y por eso quería disculparme.

Vanessa se quedó atónita, consciente de que Zac había hecho un profundo análisis de sí mismo. Andrew era aficionado a disculparse, pero nunca reflexionaba realmente sobre sus actos.

Zac: Y ya que estamos hablando de Wayne y de los incendios -siguió en el mismo tono impersonal-, quiero que sepas que nunca llegué a creer que tú fueras la causante. Me limité a considerar la posibilidad porque necesitaba buscar razones para mitigar la atracción que sentía por ti. Pero solo fue una vaga sospecha. Para cuando hablé con la policía, ya estaban siguiendo la pista de Wayne.

Ness:
Bueno, me alegro de que eso esté claro -dijo ásperamente-.

Zac: Escucha. Nos conocemos muy poco.

Vanessa estaba ansiando oírle hablar con un tono más dulce. En lugar de eso, sus palabras la atravesaron como un puñal. Sonaban como el preludio a una despedida. Explicaciones, arrepentimientos, disculpas, seguidas del adiós. Era la secuencia más natural.

Ness: Lo suficiente -dijo echando a andar sin rumbo-.

Zac: No hemos tenido demasiada suerte...

Ness: Desde luego que no, Efron -bufó-.

Zac apretó los labios.

Zac: Pero no puedes negar que hay algo entre nosotros.

Ness:
¿Me lo dices o me lo preguntas, Efron? -gritó por encima del viento-.

Zac: ¿Por qué te niegas a admitirlo? Te gusta creer que eres sincera y directa, Vanessa, pero no lo eres. Me acusaste de ser un hipócrita y tenías razón, pero tú tampoco eres perfecta -la tomó por el brazo para obligarla a detenerse. Ella se miró en sus gafas y vio una imagen doble de sí misma-. En cuanto has sabido que estaba libre has comenzado a buscar excusas para echarte atrás, mientras que en Catastrophe, cuando estaba a punto de casarme, tenías que controlarte para no echarte sobre mí. -Vanessa le lanzó un puñetazo, pero él lo esquivo-. ¿He tocado un punto sensible? -dijo, sarcástico-.

Ness: Sabes que sí -replicó-. Claro que exageras, porque tienes demasiado ego. Pero es cierto que me sentía más tranquila cuando estabas comprometido. He de admitir que me agobió la idea de saber que estabas libre. Pero eso fue la semana pasada.

Zac le apretó el brazo.

Zac: ¿Y ésta?

Ness: Esta -dijo en voz baja-, tengo la sensación de que podría soportar la idea de que estés disponible -¿no le había dicho Ashley que tuviera un romance? Al menos podía intentarlo. Después de todo, solo duraría mientras la pasión pesara más que la distancia-. Pero es absurdo.
Yo dirijo un teatro y tú tienes una granja. Tú vives a cientos de kilómetros y yo vivo aquí -concluyó, señalando la ciudad con un gesto de la mano. Zac no reaccionó. Vanessa se abrazó a sí misma para entrar en calor. Tenía la piel de gallina-. ¿Piensas decir algo alguna vez? -dijo, cuando el silencio se le hizo insoportable-.

Él se quitó la americana y se la ofreció, pero Vanessa la rechazó con impaciencia. No quería que la tratara galantemente, sino que dijera algo.

Zac se quedó con la americana en alto, como paralizado y Vanessa, furiosa, le quitó las gafas de un manotazo.

Ness: Si no vas a hablar, al menos déjame ver qué estás pensando... -Y lo vio perfectamente-.
Zac... -susurró al ver la expresión de sus ojos-.

Él la cubrió con la americana
y la abrazó con fuerza, agarrándola contra su pecho. Comenzó a llover y las gotas fueron marcándose sobre la arena.

Zac: La primera vez que vi llover, no pude hablar durante diez minutos -dijo finalmente-. Lo mejor de la vida, las cosas preciosas, me hacen reaccionar así.

Ness: Oh, Efron, te quiero... -exclamó riendo y llorando a un tiempo al recordar algunos de sus silencios-. Vale la pena esperar a oírte hablar.

Él la besó con ternura mientras esperaba a recuperar la voz.

Zac: Te quiero -dijo, al fin. Y Vanessa tuvo la sensación de habérselo oído decir antes-. He intentado convencerme a mí mismo de que no era más que química. Es lo que pasa cuando esperas algo y empiezas a creer que nunca llegará. O le quitas valor diciéndote que no es tan importante, o te convences a ti mismo de que lo has encontrado, tal y como yo hice con Scar -miró hacia el horizonte-. Le tengo mucho cariño. Y creí que lo que sentía por ella era más fuerte de lo que realmente era. Pero solo cuando
te conocí... -extendió la palma de la mano para sentir la lluvia-. La gente te la describe, pero nunca te haces una idea de cómo es hasta que la experimentas tú mismo. -La lluvia cayó con fuerza, pero ellos dos siguieron abrazados, sonriéndose el uno al otro-. Cuando llueve, diluvia -dijo recordando a Vanessa el día en que, estando en la cueva, había tenido la sensación de que Zac se refería a algo más allá de lo evidente-.

Pasaron de la sonrisa a la risa. Zac se tumbó en la arena y abrió la boca para probar las gotas de lluvia. Vanessa se dejó caer junto a él y lo besó, probando la lluvia de su boca. Zac la abrazó y rodó hasta colocarse encima de ella.

Zac: Por cierto, no tengo dónde dormir esta noche.

Ness: Tendrás que ir a casa de Steve.

Zac: No tiene camas de sobra.

Ness: Siempre tienes la furgoneta.

Zac: Hace demasiado frío.

Vanessa reflexionó.

Ness: Podría dejarte dormir en el teatro.

Zac: Está bien -dijo esbozando una sonrisa-, pero espero que me hagas una oferta mejor. Ahora que piensas que puedes soportarme, ¿no te gustaría llevarme a tu casa?

Ness: Es una posibilidad -dijo con la respiración entrecortada-. Pero nada de jueguecitos obscenos delante del espejo.

Zac: Vanessa, amor mío -dijo mirándola con ojos centelleantes-. No eran jueguecitos obscenos.
Yo los llamaría creativos -musitó un rato más tarde-, no obscenos.

Sus ropas, húmedas y llenas de arena, estaban en el suelo del cuarto de baño. El agua de la ducha caía sobre ellos. Zac le acariciaba los senos, levantándolos, succionándolos o besándolos entre murmullos de admiración, y Vanessa se encontraba en el cielo, excepto por las ocasiones en que abría los ojos y veía su imagen reflejada en el espejo. Zac se dio cuenta de que retiraba la vista y Vanessa le explicó, con voz ronca:

Ness: Siempre me ha dado vergüenza el tamaño de mi pecho.

Entonces Zac la obligó a mirarse y, tomándole las manos, se las puso sobre sus senos, invitándola a gozar de ellos como él lo hacía.

Zac: Son parte de ti, Vanessa -susurró-. Una parte maravillosa.

Vanessa vio la sonrisa de Zac en el espejo.

Ness:
Una parte considerablemente grande -dijo dejando escapar una carcajada y entregándose a las caricias de Zac con total desinhibición-.

Él se arrodilló y le aclaró las piernas. Con sus poderosas manos subió por sus muslos hasta las nalgas y la hizo inclinarse levemente para poder besarla. Vanessa hundió las manos en el cabello de Efron y escuchó un gemido profundo y primitivo que no reconoció como suyo hasta que se dio cuenta de que escapaba de su garganta... Y el agua seguía cayendo sobre ellos... Al cabo de un rato, era ella quien se arrodillaba ante él y Zac quien gimió de placer, haciendo que Vanessa riera al pensar que tenía un amante al que le flaqueaban las rodillas cuando ella lo acariciaba y que se tomaba tanto interés en proporcionarle placer.

Y más tarde, en la cama, bajo la tenue luz de una lámpara, Zac le dijo:

Zac: Esto te va a encantar, mi maravillosa amazona. -Y la mantuvo sin respiración hasta que Vanessa decidió pasar a la acción-.
Vanessa... -musitó-.

Y Vanessa tuvo la impresión de que la llamaba «bruja» antes de atraerla hacia sí y separarle las piernas.

Y ella se agarró a él con firmeza y gritó de placer cuando sintió que la penetraba.

Ness: Sí -gimió, mirando a Zac los ojos-. Me encanta.

Zac sonrió maliciosamente.

Zac: Vanessa, amor mío. No me refería a esto -comenzó a mecer las caderas-. Sino a esto...


Vanessa no podía dejar de sonreír mientas contemplaba con ojos ensoñadores cómo Zac tomaba otro de los sandwiches que habían preparado con los restos de la nevera.

Zac: Tienes un aspecto muy... -dijo sonriéndole-.

Ness: ¿Muy qué?

Zac: De estar satisfecha -dijo enormemente complacido-.

Ness: Soy actriz. Puede que esté fingiendo.

Zac le dirigió una mirada retadora.

Zac: Ya lo comprobaremos.

Y aunque Vanessa trató de disimularlo, no pudo evitar contener la respiración unos segundos ante la anticipación del placer del que pronto gozaría, ni que su cuerpo reaccionara de forma evidente bajo el albornoz, haciendo que Zac riera. A continuación, la miró con expresión solemne y dejó el sandwich que sujetaba en la mano.

Zac: Soy un hombre anticuado. ¿Quieres casarte conmigo? -Vanessa guardó silencio tanto rato, que Zac enrojeció-.
Por Dios, Vanessa. No es una pregunta retórica. Sé que podría haberlo dicho mejor, pero se supone que tú tienes que responder algo.

Ness: En cambio yo soy una mujer moderna y el matrimonio no me convence -dijo mirando a Zac a los ojos-. Ya te lo advertí.

Él apretó los dientes.

Zac: Lo sé. ¿Hasta qué punto es imposible que cambies de idea?

Ness: No quiero casarme.

Zac se cruzó de brazos y la miró como si fuera una marciana.

Zac: ¿Y cómo piensas que discurra nuestra relación? ¿La imaginas como un eterno
romance? ¿Solo nos veremos los fines de semana y días de fiesta? ¿Te acercarás al oeste para dormir con tu amante? ¿Vendré yo a la ciudad para retozar con mi amante? ¿Compartiremos gastos?

Ness: ¿Qué esperabas? -dijo a la defensiva-. ¿Sustituir una novia por otra?

Zac le dirigió una mirada enfadada-.

Zac: Puede que tú y tus amigos penséis que es muy sofisticado, pero a mí no me interesa el estilo bohemio. Tengo veintiocho años y quiero casarme y tener una familia. ¿Qué tienes en contra del matrimonio, aparte de considerarlo burgués y demasiado vulgar para una mujer de teatro?

Una familia... Vanessa se imaginó a Zac con un bebé en brazos y sintió que se le encogían las entrañas. Pero la parte herida de su corazón le susurró que nada garantizaba que pudiera funcionar.

Ness: Quizá deberías haberte asegurado de que puedo tener niños, si eso es lo que quieres -dijo, violentamente-. Tú quieres resolver tu vida de golpe. Yo solo me puedo ofrecer a mí misma.

Zac la miraba atónito.

Zac: ¿No puedes tener hijos?

Ella se puso roja de ira.

Ness:
No he dicho que no pueda, solo que si es tan importante para ti, deberías haber averiguado primero si estaba dispuesta a formar parte de tus planes -y por la expresión del rostro de Zac, Vanessa supo el golpe que sería para él no poder cumplirlos. Angustiada, creyó ver confirmados todos sus temores-. No puedes decir que no te advertí -concluyó, bajando el tono de voz-.

Zac: No, tienes razón -dijo cortante-. No estás dispuesta a renunciar a tu nombre, a tu casa o a tu trabajo por un hombre. Pero pensaba que estarías dispuesta a llegar a un término medio con un hombre al que quisieras. ¿No me has dicho que me quieres? No sabía que era un amor condicional.

Ness: ¿Y el tuyo no lo es? -dijo furiosa-. ¿No exiges que haga ciertas cosas? Y respecto a llegar a acuerdos, te aseguro que sé muy bien lo que significa ceder -fue hasta una cómoda, abrió el último cajón y sacó un paquete. Al quitarle la tela que lo cubría, apareció una fotografía. Vanessa la estrechó contra su pecho un instante, antes de mostrársela a Zac con un gesto agresivo-. Esto es lo que tengo en contra del matrimonio.

Zac la cogió a regañadientes, intuyendo que no le iba a gustar verla. Era una fotografía de boda. Vanessa llevaba un vestido de encaje y un velo le cubría el rostro. Era una Vanessa más joven, con una gran sonrisa en los labios, inocente y feliz. Junto a ella estaba un hombre vestido con un traje gris. Un hombre atractivo, triunfante y posesivo. Detrás de ellos había una iglesia.

Zac se sintió golpeado en la boca del estómago.

Zac: Nunca me habías dicho que habías estado casada. ¿Es Andrew? -Vanessa asintió, apretando los puños-.
Hablabas de él como si hubierais vivido juntos.

Ness: Y vivimos juntos -dijo cortante-. Pero antes nos casamos. Todo fue muy tradicional. Nada bohemio. Y renuncié a muchas cosas, a casi todo lo que él me pidió. Nos divorciamos a los dos años. Lo que tengo en contra del matrimonio es que lo he intentado y he fracasado. Y no quiero volver a fracasar -se apoyó en el respaldo de una silla y levantó la barbilla-. Lo siento -dijo, en un hilo de voz-.

Zac: ¡Lo siento! -exclamó sin poder contener los celos que sentía hacia Andrew y hacia la inocente Vanessa que había conocido-.

Por como había hablado de Andrew, no le había dado la impresión de que hubiera estado locamente enamorada de él. Pero la fotografía lo cambiaba todo. Vanessa era su primer gran amor, pero él no era el de ella. Y saber que es un segundón le llenaba de desolación. Siempre había sido el número uno y para él ese era el orden natural de las cosas. ¿Qué podía hacer? Estaba furioso. Apretó
la fotografía entre las manos deseando romperla, pero al ver la palidez de Vanessa, la tiró sobre una silla.

Zac: Será mejor que me vaya -dijo, agitado-.

No pasaron más de dos horas antes de que volviera. Vanessa no tenía por qué haberle enseñado la fotografía y si lo había hecho era para compartir con él la causa de sus ansias de independencia. Mostrársela había sido una prueba de confianza. Había querido mostrarle una parte de su personalidad que de otra manera hubiera permanecido oculta. Vanessa Hudgens, decidió Zac, se sentía avergonzada de la joven inocente y feliz de la fotografía y no quería volver a sentirse así por temor al fracaso. A Vanessa no le gustaba fallar y él lo sabía bien. Recordaba perfectamente lo ofendida que se había sentido al hacer él un comentario sobre la deslealtad de sus compañeros y su falta de liderazgo.

Estaba enamorado de ella. ¿Qué demonios iba a hacer? Siempre había creído que al encontrar a la mujer de su vida, todo saldría de acuerdo a un plan, pero sus planes acababan de diluirse como la espuma de las olas.

Cuando llamó a la puerta y Vanessa abrió, el corazón le dio un vuelco.

Zac: ¿Tienes los fines de semana y las fiestas libres? -masculló-.

Y Vanessa se refugió en sus brazos y se estrechó contra él, transmitiéndole todo el calor que su corazón sentía por él.

Y Zac pensó que había muchas cosas peores que vivir un eterno romance con ella...


Los meses se sucedieron sin pausa. Mayo. Junio. Zac pasó una semana de vacaciones en Sydney. Julio. Agosto. Vanessa fue a Catastrophe y Zac pasó un fin de semana en la ciudad.

Vanessa vivía en un continuo frenesí. Zac entraba y salía de su vida físicamente, pero permanecía en su cabeza, dejando un espacio vacío donde antes no lo había.

Cuando estaban en Sydney iban a los clubs de jazz, visitaban galerías de arte, hacían el amor en la cama de Vanessa... En Catastrophe conducían hasta lugares apartados, donde solo se oían insectos y pájaros, iban a rodeos, volaban en el helicóptero.

La celebración del centenario se había retrasado
hasta noviembre. Vanessa y su compañía fueron invitados a actuar en el anfiteatro y, para sorpresa de Vanessa, Alex, Brittany y Will accedieron a ir.

Ness: Pero acordaros de que la función es en una cueva -les advirtió-.

Alex: Tú ocúpate de que no haya murciélagos, cariño, y todo irá bien.

Zac ayudaba en el teatro cuando había mucho trabajo y Vanessa aprendió sobre ganado y cultivos. Zac quitó sus revistas para que Vanessa tuviera sitio para sus manuscritos y ella tiró algunos objetos de su colección para que él pudiera poner sus libros. Vanessa sacó la fotografía de su boda y la puso junto con las demás. Arrugó la nariz al dejarla en la mesa, pensando que después de tantos años de resentimiento solo sentía un afecto distante hacia Andrew. Después de todo, había aprendido mucho de él y, en conjunto, debía estarle agradecida.

Zac
se quedó paralizado cuando la vio junto a las demás fotos.

Ness:
Estaba vaciando el cajón para hacer sitio a tus cintas de jazz -explicó encogiéndose de hombros-, y no sabía dónde ponerla. ¿Te molesta?

Zac: Desde luego que sí -dijo haciendo una mueca-. Ese tío es una mezcla de Mel Gibson y Byron.

Vanessa rió.

Ness: Pobre Andrew, la verdad es que siempre fue muy guapo.

Zac:
Lo dices como si fuera un epitafio -dijo mirándola con ojos brillantes-.

Ness: ¿Tú crees? -dijo indiferente-. Bueno, lo importante es que el cajón está a tu disposición.

Zac: Esta situación es absurda -farfulló-. Tengo la mitad de mis cosas aquí y la otra mitad en mi casa. Si quiero oír mis cintas favoritas, tengo que venir a tu casa.

Ness: ¿Por eso vienes tan a menudo? -preguntó con una sonrisa maliciosa-.

Zac: Por eso y por otras cosas -dijo atrayéndola hacia sí para besarla-.

Pero la distancia no era un asunto sobre el que tener las cosas en dos casas era incómodo. Y estar siempre despidiéndose, frustrante. Además del cansancio de hacer y deshacer maletas. Los paréntesis entre una visita y otra fueron aumentando.

Zac empezó a pasar más tiempo con su hermano y Vanessa a menudo los veía jugar al balón en el jardín de su casa.

Ness: Por fin os tratáis como hermanos y no como un padre severo y un hijo rebelde -comentó un domingo por la tarde-.

Zac: Él tenía razón al marcharse tan a menudo -dijo con tristeza-. Necesitábamos dejar de vernos. Si yo hubiera sido más inteligente lo habría comprendido en lugar de... -se mordió el labio-.

Ness: ¿En lugar de qué? -le animó-.

Zac: Llegué a pensar que podía ser el pirómano.

Ness:
¿Steve? -dijo sorprendida, hasta que recordó a Steve hablando al fuego en femenino y a Zac preguntándole por él el día del incendio en Catastrophe-. ¿Por qué no me lo habías dicho?

Zac: Porque no me enorgullezco de ello -dijo disgustado-. Llevaba tiempo preocupado por él. A los quince años, había quemado una cabaña. Y cuando empecé a marcar el mapa me di cuenta de que los incendios coincidían con sus ausencias y empecé a preguntarme si... -hizo un gesto con la mano-. Tal vez esa fue una de las razones por las que quise creer que tú eras culpable. No quería que lo fuera mi hermano.

Ness: ¿Y la otra razón?

Zac: Intentaba convencerme de que no podía enamorarme de una mujer capaz de hacer algo así -suspiró profundamente-. Sé que es imperdonable, pero tenía que protegerme de alguna manera, amor mío.

Ness: Podrías haberte puesto una ristra de ajos al cuello -bromeó-.

Zac: ¿Eso te habría mantenido alejada de mí?

Ness:
Así que la frialdad con la que me hablaste en el despacho...

Zac: No era más que un intento de dejar de pensar en tirarte sobre el sofá para quitarte la bata de seda y extender tus maravillosos...

Ness: ¡Zac!

Zac: ... Brazos para poder alcanzar...

Ness: ¡Zac!

Zac: ... ese maravilloso cuello tuyo.

Y con expresión ensoñadora la atrajo hacia sí y le besó el cuello, y otras de sus zonas favoritas.

Ness: Tu problema -le susurró al oído- es que nunca sabes cuándo parar.

Zac: Se me ocurre una cosa -sugirió-. Yo sigo adelante y tú me paras cuando quieras.

Pero Vanessa se olvidó de detenerlo.

Septiembre. Vanessa canceló un fin de semana en Catastrophe porque estaba agotada. Zac le dijo que no podría ir a verla hasta después de la celebración del centenario. Para cuando Vanessa y la compañía fueron a representar la función, hacía siete semanas que no se veían.

Catastrophe se parecía a las demás ciudades por las que habían pasado. Las casas quemadas habían sido reconstruidas y la calle principal estaba decorada con banderas de colores. En el
pub de Phil Stanly, las plantas de plástico lucían con tanto esplendor como durante la sequía.

Phil: Sí, todo sigue igual -les anunció cuando Alex preguntó por las granjas quemadas-. Nadie ha abandonado la tierra y han preferido reconstruir sus casas.

Alex: Estáis todos locos -dijo sacudiendo la cabeza-. Deberías huir de aquí. Nadie os garantiza que no vuelva a ocurrir.

Phil le dedicó una de sus sonrisas de enterrador.

Phil:
Tampoco tenéis vosotros garantía de tener una habitación reservada, pero aun así estáis aquí.

Vanessa esperaba a Zac en la puerta del
pub, reflexionando sobre la ausencia de certezas en su vida. No sabía si Zac llegaría en coche o en helicóptero. De pronto vio aproximarse un vehículo y el corazón se le aceleró. La furgoneta avanzó pesadamente por la calle hasta detenerse a alguna distancia. Un hombre fuerte y alto se bajó de él, se puso el sombrero y avanzó a grandes zancadas hacia el pub.

Todavía no había visto a Vanessa, y ella pudo observarlo sin que él lo supiera. Y al hacerlo, se dio cuenta de que podía perderlo, de que podía dejar de
ser rodeada por sus brazos o de oír su voz. Miró hacia las vacías calles de Catastrophe y se dio cuenta de que su vida corría el riesgo de llegar a ser así: un gran vacío con alguna banderas que le recordaran los escasos momentos de gloria. Zac, se paró de golpe y se volvió hacia los arbustos del paseo central. Miró a derecha e izquierda, se inclinó, y arrancó una rosa usando su navaja.

Vanessa rió y unas lágrimas se deslizaron pr sus mejillas. Secándoselas, fue al encuentro de Zac. Al verla, él se paró en seco y la miró fijamente.

Zac: Antes de que digas nada -dijo en tono neutro, como si lo tuviera ensayado-, quiero que sepas que no aguanto esta situación ni un minuto más y he tomado unas cuantas decisiones...

Ness: Pero yo quería decirte que me han hecho una propuesta para alquilar el teatro durante unos meses y que voy a estar libre. En ese tiempo, me gustaría presentar un proyecto para montar una compañía de teatro en una cueva natural. Así podría vivir contigo...

Zac: Voy a ingresar en la universidad de Sydney para continuar mis estudios. Steve se puede quedar al mando de la granja durante un par de años y así yo... -calló de
pronto, dándose cuenta de lo que Vanessa acababa de decir, y concluyó con voz ronca-... puedo ir a vivir contigo.

Se quedaron de pie mirándose a los ojos hasta que Zac la abrazó con la misma fuerza con que lo había hecho en la playa. Con Zac, los silencios eran aún más importantes que sus palabras y Vanessa había aprendido a apreciarlos como un tesoro.

Ness: Te he visto arrancarla. Debería darte vergüenza -dijo, aspirando el aroma de la rosa.
Zac la tomó de la mano y la condujo hacia la furgoneta-. La granja está muy lejos -comentó-.

Zac la miró con picardía.

Zac: Pero mi secretaria se ha tomado el día libre.

Y un minuto más tarde aparcaban a la puerta de su oficina.

Zac resopló al ver el
jeep de Joyce.

Joyce:
¡Vaya, vaya, son los amantes a distancia! -dijo besando a Vanessa-. Precisamente he venido a traer vuestros premios.

Ness: ¿Nuestros premios?

Joyce: Por vuestra ayuda a la comunidad durante el incendio. Tenéis uno cada uno -y señaló cuatro cuadros de J. Clements apoyados contra la pared. Vanessa, que ya conocía su sentido del humor, sonrió agradecida-. ¿Cuál crees que le horrorizará más a nuestro fabuloso
gourmet?

Zac: Joyce, te adoro -interrumpió llevándola hacia su coche-, pero márchate. Tenemos cosas que hacer.

Joyce: Os traeré una cesta con el desayuno mañana por la mañana -dijo sonriendo con complicidad antes de arrancar-.

Ya en la oficina, Zac se volvió hacia Vanessa.

Ness: Mi mejor amiga me ha dicho que sería una estúpida si no te atrapara.

Zac: Pues ya me has atrapado -dijo con ojos llenos de deseo. Se quitó el sombrero, lo dejó sobre el escritorio y fue lentamente hacia ella. Vanessa alargó la mano para acariciarle la mejilla, la línea de la nariz, el perfil de sus labios... Él cerró los ojos y la atrajo hacia sí con un profundo suspiro-. Te he echado de menos -susurró con la boca pegada a su cuello-.

Ness: Y yo a ti. He engordado.

Zac: ¿No es lo normal adelgazar cuando se está melancólico?

Ness:
No cuando haces bizcochos de chocolate y pan para consolarte.

Zac: Me alegro. ¿Cuándo podemos empezar a vivir juntos? No me importa que sea en tu casa o en la mía.

Ness: ¿Por qué no en la granja? Es donde nos enamoramos y donde quiero estar.

Zac levantó la cabeza y la miró fijamente.

Zac:
Dijiste que no renunciarías ni a tu apellido, ni a tu casa, ni a tu trabajo por un hombre.

Ness: No estoy tan apegada a ella como creía. En cambio, estoy mucho más apegada a ti de lo que hubiera podido imaginar.

Zac la miró con ojos brillantes.

Zac:
Y yo me he enamorado de una directora de teatro y no quiero que dejes tu trabajo. Así que solo queda tu apellido.

Ness: Prefiero conservarlo -dijo sonriente. Zac la miró con suspicacia-.
Creo que empecé a enamorarme de ti -explicó-, cuando supe que habías puesto el nombre de Gertrude en tu propiedad. Todos los hombres que conozco querrían tener el suyo en un letrero luminoso. -Zac sonrió con tristeza-. ¿Te importa? -siguió-. A nosotros los bohemios nos gusta conservar nuestro apellido cuando nos casamos.

Zac abrió los ojos desorbitadamente.

Zac: ¿Casarnos? Pero me dijiste que no te volverías a casar nunca más.

Ness: Sí, pero eso fue en abril.

Zac sonrió llenó de satisfacción.

Zac:
Si crees que voy a volver a pedirte que te cases conmigo para que me rechaces, olvídalo.

Ness: Entonces supongo que tendré que aceptar esa proposición tan vulgar que me hiciste mientras comías un sandwich de queso.

Zac sonrió y le acarició la mejilla.

Zac: Te quiero, Vanessa Hudgens. ¿Puedo casarme contigo y ser tu amor? ¿Te casarás conmigo?

Ness: Sí y sí -dijo besándolo-.

Zac:
¿Te das cuenta de que decidas lo que decidas, la gente te llamará señora Efron?

Ness: Y en Sydney más de uno te llamará señor Hudgens. ¿Qué tal te suena?

Zac se inclinó y la levantó en brazos.

Zac: Podré soportarlo.

Vanessa bajó la cabeza.

Ness: ¿Y qué hay de nuestros hijos?

Zac frunció el ceño.

Zac: A mí me gustaría tenerlos, pero, ¿cómo vamos a llamarlos?

Riendo, dejó a Vanessa sobre el diván. Ella no pudo evitar pensar que era un hombre admirable, seductor y peligroso. Deslizando su mano por la línea de su poderoso hombro y de su brazo, sonrió débilmente.

Zac: Tenemos que negociar algunos puntos, Vanessa Hudgens.

Ness:
¿Qué tal se te dan las negociaciones, Efron? -preguntó como si no lo supiera-.

Él se inclino sobre ella con ojos resplandecientes y le acarició el cabello.

Zac: Suelo conseguir lo que quiero.

Ness: Yo también -dijo sonriendo. Se abrazó al cuello de Zac y lo miró fijamente a los ojos-. ¡Qué día tan bonito! -musitó-.

Aquella mañana, había elegido tener un día azul cielo...


FIN


4 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

O_o el ultimo capitulo?
me sorprendiste...
estuvo super el capi, por fin se dieron cuenta que lo que necesitan es del uno a otro y no cualquier cosa..
estuvo super que llegaran a un acuerdo...
espero pronto tu otra adaptación
;)
XoXoXo

Lau B. dijo...

Awww me encanto el final... ella habia decidido tener un dia Azul cielo :')
ya quiero ver la proxima pero quiero que quede claro que esta me ha encantado!!
siguela pronto
Bye
Xx LB

Natasha dijo...

Holaa quiero que sepas q aunque no pude comentar bi un capi no fue porque no quisiera es porque no tengo inter y pues da mucha flojera comentar por el telefono, aun asi estuve muy pendiente de la nove y siempre me parecio bella y el final aun mas aunque es triste que acabara :( siempre me enamoro de los zac's de las noves mas que del real xD supongo que es porque lo llegamos a conocer mas a fondo que en una peli... en fin, tienes muy buen gusto para las adaptaciones ya muero por leer la siguiente :D

AnGy dijo...

awwwwwwwwww que bonitooo capiiiiiii me encanto ...y anque no comente en ningun capitulo anterior quiero que sepas que los bi todos 2 vecesss y todos los ameee ...ojala subas pronto la siguiente novela me encantan todassss tus nove byee cdt xoxo

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