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martes, 20 de marzo de 2012

Capítulo 5


Tras un fallo mecánico que obligó al avión a retrasarse casi dos horas, el vuelo se desarrolló sin incidentes. La señora Rampling le había dicho por teléfono que su marido y ella pasarían las navidades en Escocia, visitando a su hija, que acababa de tener un bebé, y que el ama de llaves ayudaría a Vanessa a instalarse.

Una vez en tierra, la recibió un chófer en una limusina. Estaba tan cansada que se adormiló en el asiento. Cuando se despertó iban por una carretera de campo con árboles desnudos a un lado y un muro cubierto de musgo al otro.

Conteniendo un bostezo, Vanessa se puso recta y miró alrededor justo cuando llegaron a la entrada, y un par de puertas ornamentales se abrieron para después cerrarse tras ellos.

Hethersage Hall, oculto a la vista hasta que hubieron tomado la última curva del sendero, estaba suavemente envuelto entre colinas. Era un lugar laberíntico y al mismo tiempo hogareño. Tenía las paredes de piedra fina y el tejado de pizarra natural, inclinado en algunos ángulos. Y sin embargo el conjunto ofrecía una simetría encantadora. Las ventanas tenían forma de diamante y una puerta de entrada de roble con metal incrustado y plateada por el paso del tiempo.

Cuando el coche se detuvo en la entrada pavimentada y el chófer ayudó a Vanessa a salir, se abrió la puerta y salió una mujer pequeña y gruesa de cabello gris.

**: Señorita Hudgens, bienvenida -dijo con una sonrisa-. Soy Mary Boyce, el ama de llaves. Entre, por favor.

Vanessa la siguió hacia un vestíbulo forrado en madera con suelo de roble y muebles de madera antiguos.

El fuego de la chimenea estaba repleto de ramitas de pino, y en una esquina lucía un árbol de Navidad decorado con exquisito gusto. El ama de llaves la guió hacia el salón. Era blanco, espacioso, con vigas de roble y ventanas de bisagra que daban a un delicioso jardín.

Estaba decorado con un estilo ecléctico, mezcla de antiguo y moderno. En las paredes colgaban varios cuadros de Jonathan Cass. Al verlas, Vanessa sintió una punzada en el corazón. Zac también tenía varias obras de aquel artista.

Mary: Le traeré algo de comer mientras Jack le sube el equipaje -dijo cuando se hubo acomodado en un gran butacón frente a un agradable fuego-.

Ness: Gracias, pero no tengo hambre -dijo demasiado cansada para comer-. Aunque me encantaría tomar una taza de té.

Cuando el ama de llaves regresó con una bandeja con la bebida y un bizcocho casero, Vanessa se había quedado casi dormida. Pero se espabiló un poco tras beberse dos tazas de té.

Mary: Le mostraré su apartamento -sugirió cuando fue a recoger la bandeja-.

Vanessa la siguió por el pasillo hacia una escalera de piedra. Una vez arriba, la señora Boyce giró a la izquierda por un corredor pequeño y abrió una puerta que había al final.

Mary: Ya hemos llegado.

El salón era cálido y acogedor, enmoquetado en un rosa pálido. Las cortinas iban a juego, y la suite tenía un aspecto confortable. Sobre la mesa había un pequeño reloj que marcó la hora.

Aunque la casa tenía calefacción central, había una chimenea encantadora en un rincón.

Ness: ¡Que lugar tan bonito! -exclamó-.

Mary: Hay un problema -dijo con expresión preocupada-. Antes he visto que la línea de teléfono no funciona aquí arriba. No sé qué le pasa. Pero puede utilizar la de abajo.

Ness: No será necesario -la tranquilizó-. Tengo móvil.

Satisfecha al ver que el problema estaba resuelto, el ama de llaves la guió hacia un dormitorio femenino y coqueto con el baño dentro.

Mary: Si necesita ayuda para deshacer el equipaje, Annie lo hará encantada -aseguró señalándole las maletas que habían dejado sobre una cómoda de roble-. Y ésta es la cocina.

Vanessa le echó un vistazo a la bien equipada cocina, que tenía mucha luz y estaba amueblada con una mesa y unas sillas de pino natural, azulejos primaverales y cortinas de muselina en las ventanas.

Mary: Espero que todo sea de su gusto -aseguró guiándola de nuevo hacia el salón-. Ése es el deseo de la señora Rampling. Ahora la dejaré para que descanse. -Cuando llegó a la puerta, se giró hacia ella-. Casi se me olvida. Como es su primera noche aquí, el señor confía en que se reunirá con él para la cena.

No mencionó nada de una esposa ni más familia, aunque Vanessa se figuró que existiría una señora Rampling joven, la nuera de la que la había contratado a ella.

Mary: El aperitivo de antes de la cena se sirve a las siete en el estudio, que está justo al otro lado del pasillo, bajando las escaleras.

Dicho aquello, el ama de llaves se marchó cerrando la puerta tras ella.

Aunque la invitación a cenar había sido hecha de forma muy amable, encerraba un cierto tono de orden que le hizo sentirse a Vanessa algo incómoda.

La señora Rampling le había dejado claro que tenía plena libertad de movimientos, y si el «señor» tenía otras ideas… Bueno, él no era quien la había contratado, recordó, y si las cosas se ponían feas siempre podría marcharse.

Suspirando, le echó otro vistazo al salón. La puerta que comunicaba al exterior estaba ricamente labrada, y mientras la admiraba, Vanessa se dio cuenta de que de su cerradura no colgaba ninguna llave. Aquello la hizo sentirse algo incómoda.

«No seas desconfiada»
, se dijo.

El apartamento formaba parte de la casa, y no había ninguna necesidad de cerrar la puerta con llave. Pero la incomodidad persistía.

Una inspección más detallada le mostró que, aunque la puerta que daba a la escalera de piedra estaba cerrada con cerrojo, ni ésa ni ninguna de las puertas de dentro tenían llave, ni siquiera el baño.

Dirigiéndose al dormitorio, pensó que si la falta de llaves le suponía un problema siempre podía hablar de ello con la señora Boyce.

Estaba demasiado cansada para deshacer el equipaje, así que sacó algo que ponerse para la cena, el camisón, su neceser y un despertador.

Mientras se desvestía observó maravillada que había comenzado a nevar. Grandes copos caían como plumas de las alas de un ángel.

Desde que era niña siempre le había gustado la nieve, y observó encantada el espectáculo unos instantes antes de cerrar las cortinas.

Para asegurarse de que no dormía demasiado, puso el despertador a las seis y media y se metió agradecida en la cama. Llevaba un rato dormida cuando comenzó a soñar. Escuchó un ruido en la habitación de al lado, el clic de una puerta al abrirse y cerrarse. Luego oyó el sonido de unos pasos cruzando la moqueta, y supo, como saben los que sueñan, que había una presencia amenazante al otro lado de la puerta de su dormitorio.

Vanessa se levantó de la cama, pero no fue capaz de abrir y enfrentarse a lo que hubiera al otro lado. Atravesó entonces otra puerta que había en la pared del fondo y se encontró en un pasillo estrecho y oscuro. Enseguida escuchó unos pasos detrás de ella y sintió cómo el miedo se apoderaba de su corazón.

Comenzó a correr a ciegas, a través de corredores negros e inacabables, mientras su perseguidor le pisaba los talones, cada vez más cerca. Podía sentir su respiración.

De pronto, el pasillo llegó a su fin. Vanessa estaba buscando desesperadamente una puerta o alguna manera de salir cuando sintió una mano fría en la oscuridad tocándola. Soltando un grito, se despertó sudorosa y temblando, con el corazón latiéndole con fuerza contra la caja torácica.

Cuando recuperó la consciencia y el sueño se fue desvaneciendo, se sintió desorientada durante unos instantes hasta que recordó dónde estaba. Encendió la luz de la mesilla de noche y parpadeó para tratar de ajustar sus ojos a la luz.

Miró el reloj y vio que eran apenas las seis. Tenía tiempo de sobra para ducharse y vestirse para la cena.

Hubiera preferido mil veces quedarse en el apartamento y picar algo delante de la chimenea antes que cenar con la familia, pero ya que iba a vivir en su casa lo mejor sería empezar con el pie derecho.

Vanessa abrió las cortinas y miró por la ventana. Todo estaba cubierto de un manto blanco y seguía nevando abundantemente. No cabía duda de que eran unas auténticas navidades blancas.

A las seis y media ya estaba duchada, vestida con un vestido de noche en seda gris, maquillada y con el cabello negro recogido hacia arriba.

Con la intención de llamar a Ashley, fue al salón y buscó su bolso.

Su bolsa de viaje estaba allí, pero no el bolso. ¿Dónde demonios lo había metido?

Habría jurado que subió las dos cosas, pero estaba tan cansada al llegar que no podía poner la mano en el fuego. ¿Estaría en el coche? No, se dijo con certeza. Recordaba perfectamente haberlos tenido consigo en el salón. Así que seguramente, al subir debió agarrar solo la bolsa de viaje y se dejó el bolso allí.

Pero tenía tiempo de sobra para buscarlo y hablar con Ashley antes de la cena.

Todo estaba en silencio cuando bajó las escaleras. No se veía un alma. Cuando cruzó el pasillo, Vanessa se detuvo un instante para admirar el árbol de Navidad con su estrella brillante en la punta. Seguramente debía de haber niños en la casa, porque en caso contrario no se habrían tomado la molestia de decorarlo de aquella manera.

Cuando llegó al salón, llamó a la puerta con los nudillos. No quería interrumpir a la familia.

No hubo respuesta. Abrió la puerta y descubrió que no había nadie. Se acercó a la butaca en la que se había sentado antes y se inclinó para recoger su bolso.

Pero ya no estaba allí.

Durante un instante se quedó sin aliento. Pero enseguida pensó que el ama de llaves debió haberse hecho cargo de él. Pensó con filosofía que podría llamar a Ashley después de la cena.

Cuando llegó al estudio, comprobó que también estaba desierto. Vanessa miró el reloj antiguo que había en un rincón y comprobó que todavía faltaban diez minutos para las siete. Así que se sentó en un sillón de cuero que había frente al fuego.

Llevaba unos instantes contemplando las llamas cuando, aunque no escuchó llegar a nadie, el instinto la hizo levantar la cabeza y mirar.

Un hombre alto de cabello rubio estaba parado a unos metros de ella con los ojos clavados en su rostro.

Vanessa sintió como si le golpearan el pecho con un puño.

Pero no podía ser Zac… No podía ser.

Convencida de que estaba viendo visiones, cerró los ojos. Cuando volvió a abrirlos él seguía allí. Sus ojos azules la miraban con frialdad y tenía las facciones endurecidas. A Vanessa comenzó a latirle el corazón con la fuerza de un martillo. Sentía la cabeza pesada y la sangre rumiando en los oídos. La oscuridad amenazaba con tragársela, pero hizo un esfuerzo por controlarse.

Aunque seguía sin poder moverse ni hablar, y durante lo que pareció una eternidad, se limitó a quedarse sentada mirándolo.

Llevaba puestos unos pantalones grises y un jersey negro muy fino que le marcaba los hombros. Parecía peligroso y al mismo tiempo amenazante.

Él fue el primero en romper el silencio.

**: Eres más guapa todavía de lo que recordaba.

Habló en un tono tan frío como su mirada, así que su comentario sonó más a condena que a cumplido.

Ness: ¿Qué estás haciendo aquí? -preguntó con voz tan temblorosa que apenas se la entendía-.

Zac: Ésta es mi casa -contestó con una media sonrisa-.

Ness: La señora Rampling dijo que ella era la dueña de Hethersage Hall -aseguró negando con la cabeza-.

Zac: Yo soy el hijo de Helen. O mejor dicho, su ahijado.

Ness: No lo entiendo -contestó con firmeza-. Pensé que tus padrinos se apellidaban Carroll.

Zac: Sí, así es. Pero Helen llevaba viuda casi dos años cuando conoció a George Rampling, un viudo con tres hijos mayores y un par de nietos, y se casó con él.

Pero Vanessa ya no escuchaba. Sus pensamientos saltaban de un lado a otro como una pulga, y se dio cuenta de que Tess y Zac debían de estar casados por aquel entonces, así que aquélla era la casa de Tess… Cielo santo. ¡Ella podría entrar en cualquier instante! Aterrorizada ante la idea, Vanessa se puso en pie. Tenía que salir de allí.

Apenas había dado un par de pasos cuando los dedos de Zac le agarraron la muñeca como unas tenazas de acero.

Zac: No tengas prisa.

Ness: Por favor, déjame marcharme -dijo intentando liberarse. Pero al darse cuenta de que era inútil, se detuvo y Zac disminuyó un poco la presión mientras la ayudaba a sentarse de nuevo-. Quiero irme -susurró-.

Zac: Helen estaba encantada con que vinieras, así que debes quedarte -aseguró negando con la cabeza-. Si no, me echará a mí la culpa de tu partida.

Ness: ¿Y qué pasa con tu esposa? -le espetó-. No creo que a ella le haga gracia que yo esté aquí.

Zac: ¿Qué te hace pensar eso? -preguntó alzando sus claras cejas-.

Por un instante, Vanessa estuvo a punto de confesarle la verdad, pero prevaleció en ella el sentido común.

Ness: Si la señora Rampling no está y tu esposa…

Zac: No está -la interrumpió negando con la cabeza-.

Durante un instante, Vanessa no pudo evitar sentirse aliviada al pensar que Tess no entraría en cualquier momento y la encontraría a ella allí.

Zac: Estoy incumpliendo con mi deber de anfitrión -dijo entonces suavizando el tono-. ¿Qué quieres tomar?

Ness: No quiero nada, gracias -aseguró con firmeza-. No tengo intención de quedarme. Voy a regresar a Londres. Ahora mismo.

Zac: Me temo que no puedo pedirle a Jack que te lleve en una noche como ésta.

Ness: Llamaré a un taxi. No creo que las condiciones meteorológicas sean tan malas.

Zac: Cuando yo llegué a casa hace un buen rato ya apenas se podía conducir hasta aquí, y desde entonces no ha parado de nevar.

Ness: Si es necesario iré hasta la carretera principal y esperaré allí a que pase uno.

Zac: La carretera está muy lejos -insistió con una sonrisa de superioridad-. Con la que está cayendo, dudo mucho que esté abierta al tráfico, y en cualquier caso sería imposible que encontraras un taxi. Así que será mejor que te quedes sentada y te relajes.

Ness: Prefiero subir al apartamento -aseguró poniéndose en pie y sintiendo cómo le temblaban las piernas-.

Zac: Pero yo prefiero que te quedes -contestó mirándola de manera tan amenazante que ella no se atrevió a moverse-. Estaba deseando tener una charla contigo.

Ness: Entonces, ¿ya sabías que era yo a quien tu madre había contratado?

Zac: Sí. Cuando Helen mencionó tu nombre le dije que te conocía, que habías sido la fisioterapeuta de Aly. No se podía creer la suerte que tenía.

Ness: No tengo ninguna intención de quedarme -respondió con convicción-. Si no puedo marcharme esta noche, me iré a primera hora de la mañana.

Zac: Ya veremos, ¿de acuerdo? -sugirió sonriendo-. Mientras tanto, supongo que podemos sentarnos y hablar.

Ness: No tenemos nada de que hablar.

Zac: En eso te equivocas -aseguró guiándola firmemente de nuevo hacia el asiento-.

Aunque le había dicho que no quería tomar nada, Zac le sirvió una copa de vino y se la ofreció. Sus ojos azules la miraron de tal modo que no se atrevió a rechazar el ofrecimiento.

Zac se sirvió a su vez un whisky, se sentó frente a ella y la miró. Parecía muy satisfecho, pensó Vanessa con resentimiento. Muy consciente de que era el dueño de la situación y de que ella lo sabía.

Vanessa clavó la mirada en el fuego y trató de aclarar la confusión que reinaba en su mente. No era posible que fuera una coincidencia que le hubieran ofrecido un puesto de trabajo en casa de Zac. Pero, si estaba planeado, ¿con qué objetivo? ¿Qué ganaba Zac? ¿Necesitaba realmente George Rampling un fisioterapeuta o todo había sido una farsa?

En cualquier caso, ¿cómo podían saber que ella regresaba a Inglaterra? Había sido una decisión de última hora que solo conocía Ashley.

Y Aly.

Zac: Un penique por tus pensamientos -dijo entonces con tono burlón-.

Ness: ¿El señor Rampling necesita de verdad rehabilitación o todo ha sido un atajo de mentiras? -preguntó alzando lentamente los ojos para mirarlo-.

Zac: No, todo lo que te dijo Helen era verdad. Llevaba semanas buscando un fisioterapeuta. Pero no creas que esto ha sido una coincidencia. De hecho, está cuidadosamente planeado.

Vanessa sintió un escalofrío de terror. Tuvo la horrible sensación de que había caído en una especie de trampa y sintió que se le secaba la boca y la sangre se le congelaba en las venas.

Recordó las palabras que Zac le había dicho la última vez que se vieron:
«Volveremos a encontrarnos algún día». No dijo qué haría llegado el momento, pero en sus palabras hubo en aquel momento una especie de amenaza velada que incluso ahora la hizo estremecerse.

Haciendo un esfuerzo por librarse del pánico, se dijo a sí misma que se estaba comportando como una estúpida. ¿Qué podría hacerle?

Ness: ¿Cómo sabías que iba a volver a casa? ¿Por Aly?

Zac: Bingo. Miley sabía que yo estaba, digamos… interesado, y me tenía al día de lo que ocurría en Boston -aseguró dándole un sorbo a su whisky-. Cuando recibió tu correo, Aly estaba tan emocionada que no pudo esperar a contárselo a su madre.

Ness: Pero eso no explica que averiguaras lo suficiente como para engañarme y hacerme venir aquí. ¿Cómo sabías que yo buscaba un puesto de trabajo en el que pudiera quedarme a vivir? Solo Ashley…

Vanessa se detuvo violentamente.

Zac: Cuando Miley me dijo que volvías a casa, quería saber cuáles eran exactamente tus planes, y estaba seguro de que Ashley los conocía. Conseguí contactar con ella en la clínica, y tras resistirse un poco, hablamos largamente. Me dijo que estaba intentando encontrarte un trabajo y yo le mencioné que podría ayudarle. Solo tuve que sugerirle a Helen que llamara a la clínica y hablara con Ashley, lo que hizo encantada.

Así que además de utilizar a su madrina había utilizado también a Ashley. Pero ¿qué le habría dicho a Ashley para conseguir que hablara con él? ¿Y por qué su amiga no le había mencionado el asunto?

Zac: Al final resultó más fácil de lo que yo había pensado -continuó diciendo como si le hubiera leído el pensamiento-. No hizo ni falta que le pidiera a Ashley que no te dijera nada. Fue ella la que sugirió que no supieras cuál era el plan hasta que tuviéramos oportunidad de hablar. Creo que tu amiga tenía miedo de que cambiaras de opinión respecto a volver a casa.

Llamaron a la puerta con los nudillos, y el ama de llaves asomó la cabeza.

Mary: La cena está servida.

Zac: Gracias, Mary. Ya nos encargamos nosotros. Puede ir a acostarse.

Mary: Buenas noches, entonces.

Cuando se cerró la puerta, consciente de que había desaprovechado una oportunidad para escapar, Vanessa se puso de pie.

Ness: ¡Señora Boyce! -gritó acercándose a la puerta-.

Un brazo le rodeó la cintura y una mano fría le tapó la boca.

Apretándola contra él, Zac le colocó los labios en el cuello y le murmuró con suavidad:

Zac: Nada de eso, querida. No quiero mezclar a Mary en esto.

Temblando de pies a cabeza por aquella caricia que no lo era, Vanessa se quedó muy quieta.

Ness: Y yo no quiero que me retengan contra mi voluntad -dijo girándose hacia él en cuanto la soltó-. No entiendo qué pretendes, por qué te has tomado tantas molestias trayéndome aquí.

Zac: No ha sido ninguna molestia -aseguró suavemente colocándole con dulzura un mechón de cabello negro que se le había escapado del recogido-. De hecho todo ha salido sobre ruedas. Ya hablaremos después de la cena.


Ness: No quiero cenar nada.

Zac: Bueno, si de verdad no quieres comer se me ocurre que podemos hacer algo mucho más excitante -dijo mirándola con sus ojos azules y sensuales. Preguntándose si de verdad había querido decir lo que dijo, Vanessa lo miró fijamente-. Así que por mí mejor si decides no cenar -continuó ofreciéndole las manos-. ¿Quieres que subamos?


4 comentarios:

Alice dijo...

Que poca fuerza de voluntad tiene Vanessa si no es capaz de ir a su apartamento y encerrarse si realmente no quiere ver a Zac. XD XD XD

Bueno Natasha, en respuesta a tu pregunta, sí es la Tess de la peli de Zac. XD XD
Le cambié el nombre porque el verdadero no me gustaba y además así, le podemos poner cara a ese personaje. XD XD

¡Comentad mucho!
¡Bye!
¡Kisses!

Abigail dijo...

JAJAJAJAJA ABER SI AHORA
NESS SI APRENDE D SU
ANTIGUA SITUACION CON
Y NO C VA CON EL
A LA CAMA A LA PRIMERA....
Y TAN ENAMORADO O
RESENTIDO ESTA ZAC PARA
HACER TODO ESO X ESTAR
CON NESS....SIGUELA PRONTO!!!!!

LaLii AleXaNDra dijo...

Tan mal esta Zac?
esta loco..
espero que nessa tenga mas voluntad de decir no esta vez..
siguela
esta super
no me esperaba eso ;)

Lau B. dijo...

La verdad no puedo creerlo, estoy encantada con la mente de Zac.
mira que armar tremendo plan y que le saliera todo perfecto! wow! Amazing!
siguela...
Bye
Xx LB

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