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sábado, 24 de marzo de 2012

Capítulo 6


Ness: ¡No, no quiero que me toques! -exclamó horrorizada-. No podría soportarlo.

Zac: Tú eliges -dijo sonriendo, y añadió al observar su expresión-. Creo que es mejor que cenemos. Estoy empezando a creer que me tienes miedo…

Ness: Pues te equivocas -mintió-. Lo que pasa es que no soporto la idea de que me toques.

Zac: Eso dices tú. Pero me temo que tendrás que ir acostumbrándote -aseguró agarrándola del codo y guiándola hacia el comedor, donde había una mesa dispuesta para dos-.

El comentario de que tendría que acostumbrarse a su contacto le había sonado a amenaza. Temerosa de preguntar, se preguntó nerviosa qué habría querido decir.

Zac: ¿Te preocupa terminar en mi cama? -preguntó con intención mientras le servía un plato de confit con salsa de arándanos-.

Ness: Teniendo en cuenta que estás casado, no creo que eso ocurra -respondió con determinación-.

Zac: No estoy casado.

Nes: Pero… pero tú dijiste que tu esposa no estaba -murmuró sin dar crédito-.

Zac: Bueno, teniendo en cuenta que no tengo esposa, difícilmente iba a estar, ¿no? -respondió con lógica-.

Ness: ¿No estás casado? -insistió sin terminar de creérselo-.

Zac: No, no estoy casado -repitió con paciencia-.

Ness: Pero yo pensé que… Con una casa así pensé que estarías casado y con familia.

Zac: No es obligatorio -respondió secamente-.

Ness: Ni tampoco lo es terminar en tu cama.

Zac: Pero terminarás allí -aseguró celebrando su decisión-.

Vanessa apretó los dientes y se negó a responder a aquella fanfarronada.

Zac no dijo nada más, y durante unos instantes solo se escuchó el crepitar de las llamas de la chimenea y el tictac del viejo reloj.

Mientras trataba de probar bocado, los pensamientos de Vanessa iban de un lado a otro como si fueran saltimbanquis de circo. ¿Por qué no se había casado Zac si había transcurrido ya más de un año? Tess había hablado como si la boda fuera un acontecimiento que estuviera a punto de suceder.

¿Estaría intentando mantener su estatus de soltero, librarse del compromiso que había adquirido y mientras tanto tratar de divertirse con lo que pudiera?

Vanessa torció el gesto. Bien, ella no se dejaría volver a utilizar. Ahora era más lista y menos vulnerable.

¿Lo era?

Aunque no se atrevía a levantar la vista, era consciente de que los ojos de Zac no se apartaban apenas de ella. Aquella mirada penetrante le ponía nerviosa.

Cuando terminaron de cenar, Zac se llevó los platos y le sirvió una generosa porción de tarta de manzana.

Zac: Dime, ¿qué has estado haciendo desde la última vez que te vi? -le preguntó con naturalidad-.

Ness: Pensé que estabas bien informado de todo -respondió con sequedad-.

Zac: Hay cosas importantes que todavía no tengo muy claras -continuó sin inmutarse-. Por ejemplo, no sé por qué huiste a Boston. Supongo que fue por Alex. Imagino que romperíais cuando él descubrió que habías estado engañándolo conmigo.

Desde luego, él no era la persona indicada para hablar de engaños, pensó Vanessa con amargura.

Zac: Lo cierto es que me engañaste completamente con tu fingida timidez -continuó-, aunque debí haberme dado cuenta a juzgar por el modo en que desaparecías regularmente sin dar explicaciones de que no eras la chica dulce e inocente que fingías ser. Sin embargo, para mí fue toda una sorpresa descubrir la clase de mujer que eras.

Sí, Vanessa todavía podía ver su expresión. No estaba acostumbrado a que las cosas se pusieran feas para él.

Zac: Y dime, ¿a cuántos hombres más has conseguido fascinar y engañar desde entonces? Sé de al menos uno que quería casarse contigo. Se llamaba Luke, creo.

Debió ser Ashley quien se lo mencionó, pensó Vanessa. En los correos que le escribía a Aly solo decía que era un compañero de trabajo.

Zac: ¿Se enfadó al enterarse de que le estabas dando falsas esperanzas? ¿Por eso volviste a casa? -insistió con la voz llena de resentimiento-.


Ness: No tengo por costumbre darles falsas esperanzas a los hombres -aseguró con rigidez-.

Zac: Entonces, ¿por qué no te casaste con él? -la presionó-.

Ness: No le quería lo suficiente -murmuró bajando la vista-.

Zac: Sin contar a tu marido, ¿has querido alguna vez de verdad a algún hombre?

Vanessa sintió una punzada de dolor frío en el centro de pecho. Le dolió tanto que los ojos se le llenaron de lágrimas, y tubo que inclinar todavía más la cabeza para ocultarlo.

Zac: No, ya sabía yo que no -dijo soltando una carcajada cruel-.

Ness: Pues te equivocas -aseguró levantando la cabeza. Y al instante, temiendo que pudiera haber sospechado la verdad, añadió-: Siempre he querido a Alex.

Zac: Está claro que no lo suficiente, o no lo hubieras engañado tan alegremente. No, me temo que nunca te ha importado de verdad ningún hombre -repitió acercándose más a ella-. Has atraído a muchos hombres, les has hecho bailar a tu son. Pero ahora seré yo quien marque el ritmo.

Ness: No… No sé qué quieres decir.

Zac: Quiero decir que todo ha salido según mi plan y ahora estás aquí conmigo -aseguró sonriendo con malicia-. Ahora lo único que tengo que hacer es mantenerte a mi lado.

Ness: Ya te he dicho que me marcharé a primera hora de la mañana.

Zac: Yo no contaría con ello -respondió acercándose a la ventana y descorriendo las pesadas cortinas de terciopelo rojo-. El antiguo dueño de la casa me confesó que durante el invierno, cuando nevaba, la casa se quedaba en ocasiones aislada durante días.

Vanessa trató de no pensar en el escalofrío que le recorrió todo el cuerpo y decidió cambiar de conversación.

Ness: ¿Por qué decidiste venir a vivir al campo?

Zac: Estaba cansado de la ciudad. Todavía conservo mi apartamento de Denver Court para cuando tengo que bajar a Londres. Pero tengo una oficina instalada aquí y trabajo prácticamente desde casa.

Ness: La verdad es que no te hacía viviendo fuera de la ciudad -murmuró sorprendida-.

Zac: Hay muchas cosas de mí que no sabes -respondió cerrando las cortinas de golpe-. Por ejemplo, no me gusta que ninguna mujer me tome el pelo, sobre todo una mujer que yo pensaba que me quería… Por eso te he traído aquí. -Observó cómo se mordía el labio inferior y miró en dirección a la alfombra de piel de oveja desplegada frente a la chimenea-. ¿Nos ponemos delante del fuego y…?

Ness: ¡No! -gritó dando un paso atrás-. Si me pones la mano encima, gritaré y…

Zac: Nadie te oiría. La señora Boyce y su marido se han retirado a dormir a su cabaña, que está lejos de la casa principal. En cualquier caso no será necesario por el momento. Solo te iba a sugerir que tomáramos el café delante de la chimenea.

Sintiéndose un poco estúpida, Vanessa se acercó al fuego y se sentó en el inmenso sofá de cuero mientras Zac servía el café. Estaba tratando de intimidarla con aquel juego del ratón y el gato. Lo único que ella tenía que hacer era mantener la calma.

Zac: Tienes una expresión asustada -dijo tomando asiento a su lado-. Pero recuerdo cuando parecías ansiosa y expectante, rebosante de deseo y de pasión. Y tu rostro después, suave y soñador, saciado de amor…

Ness: ¡Basta! -lo interrumpió-.

Zac: ¿Esos recuerdos te incomodan? -preguntó alzando una ceja-. Ya que has confesado que querías a Alex, ¿te arrepientes de haberlo engañado conmigo? ¿Cuántos hombres más ha habido después de él?

Ness: ¿Y con cuántas mujeres has estado tú aparte de con…?

Vanessa se detuvo justo antes de pronunciar el nombre de Tess.

Zac: ¿Aparte de con quién? -quiso saber alzando una ceja-.

Ness: Da igual -aseguró negando firmemente con la cabeza-. No lo quiero saber.

Zac: No se puede decir que haya vivido como un monje -aseguró hablando muy despacio-. Pero tampoco soy un Don Juan. Con una mujer tengo bastante. Pero no me vale cualquiera. Lo cierto es que mi cama lleva bastante tiempo vacía.

Si aquello era cierto, ¿dónde estaba Tess? A menos que hubiera ingresado otra vez en alguna clínica…

Zac: Me he alimentado del sueño de tenerte a ti en ella, en mi cama.

Aunque ahora sabía lo falso que era, Vanessa no pudo evitar que el corazón le saltara dentro del pecho. Incapaz de seguir soportando aquella tensión, dejó la taza de café en la mesita auxiliar y se puso en pie.

Ness: Me voy al apartamento -aseguró-.

Zac: Todavía no -contestó agarrándola de la muñeca. Y antes de que ella pudiera soltarse, la sentó sobre su regazo y le rodeó la cintura con las manos-. Relájate -le susurró cuando vio que intentaba soltarse-. Si no fuera un perfecto caballero, subiría las manos unos centímetros para comprobar si de verdad me detestas tanto.

Ness: Estás perdiendo el tiempo -aseguró alarmada-. Por lo que a mí respecta, soy inmune a ti.

Zac: No te creo. El corazón te está latiendo muy deprisa, y como me has asegurado que no me tienes miedo, entonces supongo que me deseas.

Ness: Ni te deseo ni te quiero -insistió con ira-. Por favor, quiero irme a la cama.

Zac: Allí es exactamente donde quiero tenerte. -Le sacó las horquillas del pelo, que cayó sobre su espalda en cálida cascada-. Ya es hora de que me compenses por lo que me hiciste. Tengo que reconocer que me molestó mucho que te libraras tan rápidamente de mí en cuanto tu amante regresó a Inglaterra. Ahora espero que me lo compenses.

Así que se trataba de una venganza. Lo que Zac quería era satisfacer su orgullo herido.

Ness: No quiero ir a la cama contigo -aseguró desesperada-. No quiero y no lo haré. No puedes obligarme a hacer algo que no quiero.

Zac: No tengo intención de utilizar la fuerza. No será necesario -contestó con aplastante seguridad en sí mismo. Entonces la soltó. Sin poderse creer que hubiera ganado, Vanessa se puso de pie-. Te acompañaré arriba -dijo levantándose a su vez y colocándole la mano suavemente en la cintura. Sintiendo aquella leve presión, Vanessa había recorrido la mitad del pasillo cuando Zac la detuvo y le dijo con picardía-: Me temo que no estoy por la labor de besar a Mary, y es una pena desperdiciarlo.

Entonces la estrechó entre sus brazos y le levantó la barbilla. Un segundo más tarde se le quedó la mente en blanco y su boca cubrió la suya.

Aunque al principio se trató de un beso leve, tuvo un efecto devastador en ella. Sacudida hasta la médula, abrió los labios bajo los de él como una flor se abre para recibir el sol.

Zac emitió un sonido gutural y le acarició el cabello con los dedos, tomándose su tiempo, dulcemente, hasta que Vanessa sintió que se le iba la cabeza.

En el mundo no había nada más que aquel hombre, sus labios, sus brazos, el calor y el contacto de su cuerpo, el recuerdo de cómo había sido y de lo que una vez significó para ella.

Cuando dejó de besarla, Vanessa estaba tambaleante y mareada. Tuvo que agarrarse a él. Zac la tomó en brazos y subió las escaleras. Parecía como si estuviera dentro de un sueño, como si lo que estaba experimentando no fuera del todo real.

Cuando la dejó en el suelo y encendió la luz, vio que estaba en una habitación desconocida, un dormitorio masculino decorado en azul marino y blanco con una cama de matrimonio con dosel.

Zac: Me has dicho antes que querías irte a la cama sola. Si todavía lo deseas, eres libre de marcharte.

Todo el cuerpo de Vanessa clamaba por él, podía sentir el calor corriéndole por las venas, aquel deseo apasionado, aquella urgencia abrumadora…

Supo entonces con claridad cristalina que seguía enamorada de él, y daba lo mismo que él no la amara, daba igual que solo quisiera utilizarla. Zac era el único hombre al que amaría jamás. Estaba unida a él para siempre.

Zac: ¿Sigues queriendo irte? -repitió-.

¡No!

Vanessa no supo con certeza si pronunció aquella palabra en alto o si él intuyó que se había rendido, pero, sin apartar los ojos de su rostro, Zac comenzó a quitarse la ropa.

Con la garganta seca y el corazón latiéndole con fuerza, ella lo observó con los ojos muy abiertos, sintiéndose indefensa, como si estuviera embrujada.

Zac se quitó los zapatos y los calcetines y después el jersey negro. Luego, muy despacio, se desabrochó el cinturón, se bajó la cremallera y se quitó los pantalones. Unos instantes más tarde le siguieron sus calzoncillos bóxer de seda oscura.

Desnudo, se sentó al borde de la cama y le dijo, como en el pasado aunque esta vez con más autoridad en la voz:

Zac: Desnúdate para mí.

Vanessa comenzó a desvestirse con dedos temblorosos: zapatos, calcetines, vestido y combinación. Cuando intentó desabrocharse el sujetador, Zac se puso de pie y le sujetó las manos para impedir que lo hiciera. Sonriendo, inclinó la cabeza y deslizó la boca hasta su seno.

A través del delicado encaje del sujetador, Vanessa sintió el calor y la humedad y sus pezones se pusieron firmes, pidiendo más, deseando experimentar la exquisita sensación que solo su lengua podía proporcionarle.

Intentó soltarse las manos, pero Zac no se lo permitió. Se dedicó a trazarle la línea superior del seno con la lengua, acercándose sensualmente, pero deslizándose hacia el valle que separaba un seno de otro sin darle lo que ella se moría por sentir.

Luego, sujetándole las muñecas con una mano, utilizó el pulgar de la que tenía libre para simular sin satisfacer, mientras sus labios se deslizaban por la base de su cuello y se entretenían deliciosamente allí.

De pronto, Vanessa se vio libre y Zac regresó a la cama, desde donde la observó con sus ojos azules llenos de deseo.

Ella se quitó el sujetador y deslizó las braguitas a juego por las caderas.

Zac: Ven aquí -le ordenó con suavidad-.

Cuando se acercó, Zac le dio la vuelta y la colocó entre sus rodillas, le deslizó las manos por debajo de los brazos y comenzó a acariciarle los senos. Vanessa podía sentir la rudeza de sus piernas contra los muslos y su carne firme apretándole la espina dorsal. Pero Zac no parecía tener prisa, estaba disfrutando dándole placer.

Cuando pensó que ya no podía más de gozo, él le deslizó una mano entre los muslos y con sus largos dedos acaparó todas las exquisitas sensaciones en aquel punto.

Vanessa se detuvo bruscamente y cuando comenzó a estremecerse sin remedio, Zac la rodeó con el brazo y la atrajo hacia sí, sujetándola con más firmeza. Ella seguía temblando, seguía respirando con fuerza cuando Zac la ayudó a levantarse.


Zac: Ahora veamos qué has aprendido. -Sorprendida, Vanessa se giró para mirarlo-. Atrás quedan los días en que las mujeres se limitaban a quedarse tumbadas y pensar en las musarañas -aseguró con ojos burlones-. En la actualidad, los hombres y las mujeres son iguales en el sexo. Así que ahora te toca a ti hacerme el amor a mí.
-Colocándose con indolencia boca arriba, se puso las manos detrás de la cabeza y esperó-. En el pasado siempre te hacías la inocente y la pudorosa -añadió con ironía-. Ahora ya no tienes que seguir fingiendo, así que veamos lo que sabes o lo que has aprendido desde entonces.

Con los ojos llenos de una angustia callada, Vanessa inclinó la cabeza hacia delante y miró hacia abajo. La leve luz iluminó la sombra de sus largas pestañas apoyadas contra las mejillas.

Aquella expresión provocó una punzada en el corazón de Zac.

Alzó el brazo, le tomó la mano y se la estrechó dulcemente en un gesto consolador que a Vanessa le recordó al pasado. Un gesto que ahora le parecía ligeramente burlón.

Ness: Muy bien -dijo entonces retirando la mano con brusquedad-. Si eso es lo que quieres…

Cuando Vanessa despertó eran casi las diez y media, y estaba sola en la cama. Sentía el cuerpo relajado y satisfecho, pero su cabeza era un torbellino de sentimientos entremezclados.


Tras su, en cierto modo, torpe intento de hacerle el amor, mortificada por su propia inexperiencia, intentó marcharse, pero Zac la detuvo.

Ness: Deja que me vaya -le pidió intentando soltarse-. Voy a regresar al apartamento a pasar la noche.

Zac: No. Es demasiado tarde.

Zac se colocó encima de ella, y atrapó su cuerpo contra el suyo. Su peso provocó una oleada de deseo que la hizo estremecerse.

Al sentir aquel movimiento involuntario, Zac apretó la boca contra su pecho y sintió cómo sus caderas se alzaban en respuesta.

Cuando se dio cuenta de que el deseo de Vanessa era casi tan poderoso como el suyo, le hizo el amor con fuerza, con intensidad, encaminado simplemente a conseguir placer y alivio.

Atrapada en aquella gloria oscura, con la respiración entrecortada, Vanessa dejó a un lado la rabia y el dolor y se abandonó.

Aquello era real. Y con eso bastaba.

Pero no era cierto.

A pesar de la explosión de éxtasis, a pesar del arrebato corporal, faltaban muchas cosas. El cariño, el calor, el compromiso.

Vanessa comenzó a llorar y fue incapaz de contener las lágrimas.

Él la estrechó entre sus brazos y la acunó.

Cuando ella hubo terminado de llorar, la besó en las mejillas húmedas y le colocó la cabeza sobre el hombro.

Absolutamente vacía, emocionalmente exhausta, se quedó dormida enseguida.

En las tempranas horas de la mañana, todavía medio dormida, Vanessa extendió el brazo y le tocó. Él se estiró y giró la cabeza de modo que su rostro quedó oculto en la curva de su cuello. Vanessa sintió su respuesta inmediata, y, en la oscuridad, sus labios se encontraron y se besaron con una pasión que volvió a encender su deseo. Hicieron el amor de nuevo con pasión renovada antes de volver a dormirse el uno en brazos del otro.

A ella se le volvieron a llenar los ojos de lágrimas. Lloraba por muchas cosas. Por errores del pasado que ya no podían cambiarse, por seguir amándolo a su pesar, pero, por encima de todo, lloraba por haber sido débil y haberse entregado a él.

Desesperada, se preguntó cómo era posible seguir amando a un hombre que, tras haberse tomado su venganza, que era lo que buscaba, no volvería a mirarla a la cara. Y aunque Vanessa se despreciaba a sí misma por ello, sabía que sentiría la tentación de quedarse y darle todo lo que él quería. Si al menos Tess no existiera…

Pero la otra mujer existía, y seguramente también amaría a Zac a pesar de todo. Y seguramente seguiría deseando casarse con él. Pobre Tess. ¿Cómo era posible que dos mujeres quisieran a un hombre que era básicamente malo?

Tres mujeres, si contaba a Helen Rampling.

Por primera vez, Vanessa se preguntó sobre la relación entre Zac y su madrina. ¿Cómo era posible que después de lo mal que había tratado a su hija, y tras incumplir el trato al que al parecer había llegado con su marido, Helen Rampling y su ahijado estuvieran tan unidos como para que ella se instalara a vivir en su casa?

Aquello no tenía ningún sentido.




¡Dios!
¡Zac es tan engreído y estúpido!
Y Vanessa al final ha caído. ¡Qué pava!
Vanessa en esta novela es como la canción de Shakira: ciega, sordomuda... XD XD XD

¡Comentad mucho!
¡Bye!
¡Kisses!

2 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

Ash Vanessa porque callo asi?
y ahora?
espero que Zac no se pase de listo y no siga diciendo esas cosas tan feas...
XoXoXo
siguela

Abigail dijo...

Pobre Ness al fin si callo rendidita a los pies d Zac y wow tantas veces en una sola noche!!!!!no entiendo como Zac no dijo nada dspues d q ella hubiera llorado tanto!!!!q insensible!!!Siguela pronto!!!!

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