topbella

sábado, 4 de febrero de 2012

Capítulo 2


Zac: ¿Es
eso lo que te gustaría?

Ness: Preferirías que fueras tú que el canguro.

Efron la miró fijamente antes echar una oje­ada a la furgoneta.

Zac: ¿Estás sola o tus compañeros están vigilando la puerta de atrás?

Vanessa salió de su somnolencia.

Ness: Mis compañeros están durmiendo como reyes des­pués de cenar en casa de Sara Hardy, gracias a Steve, que tuvo el detalle de darme sus señas.

Zac: No me ha comentado que ha hecho una buena obra -dijo sarcástico-. Y tú, ¿por qué estás durmiendo a la puerta de mi oficina, como acto de protesta?

Ness: Estoy ocupando el aparcamiento, pero eso no quiere decir que esté durmiendo. Me cuesta dormir aún en las mejores circunstancias -pestañeó para intentar apartar la vista de Efron-. Sara solo admitía a tres. A mí no me hubiera importado dormir en el suelo, pero a ella no le gusta que se estropee la perfecta decoración de su casa -recordando la suspicacia de los habitantes de Catastrophe, levantó una mano-. Que conste que no es una queja, Zac. A mí tampoco me gusta que mi casa esté desordenada. Lo cierto es que ofreció hospitalidad a mi gente y no quise hacerla sentir culpable, eso es todo.

Zac: No entiendo nada de lo que dices.

Ness: Y tú llegas tarde.

Zac: Supongo que te han dado el recado de que no volvería para las siete y media.


Ness: ¿Cómo lo has mandado? He visto una paloma, pero no se ha parado a hablar conmigo.

Efron apretó los labios.

Zac: Le he pedido a uno de los hombres que te dijera que no llegaría a tiempo y que fuerais al
camping.

Ness: Pues no ha venido.

Zac: ¡Maldita sea!

¿Le preocupaba haberle causado aquella molestia o no haber sido obedecido?

Ness: ¿Será que tienes un problema de autoridad, Zac? -dijo con ironía, repitiendo sus palabras aunque demasiado cansada como para teñirlas de suficiente desprecio. También Efron parecía agotado. Estaba sucio y tenía los ojos enrojecidos-. Tienes aún peor aspecto que antes -comentó sin malicia, consciente de su aspecto no era mucho mejor después de descargar la furgoneta y montar el escenario-.

Zac:
No me cabe la menor duda -dijo bajando la cabeza-.

Eran las dos de la mañana y seguía con el uniforme anti-incendios, de lo que Vanessa dedujo que había seguido trabajando hasta entonces.

Ness: ¿Qué ha ocurrido? ¿Ha cambiado el viento?

Zac: Justo antes de medianoche. Acabamos poco después de que tú te fueras, pero he preferido quedarme a esperar que el aire cesara -parecía sorprendido de que Vanessa mostrara interés-.

Ness: ¿Solo? -Cuando Efron asin­tió, añadió-. Ser el jefe tiene sus desventajas. Tu gente y la mía están en la cama y nosotros ni siquiera nos hemos duchado. -Efron le dedicó una sonrisa descarada y Vanessa se arrepintió de haber hecho un comentario tan íntimo- ¿Por qué no has ido a casa, Zac? -comentó-. No creo que estés aquí para trabajar.

Efron pareció haber tomado una decisión y abrió la puerta de la furgoneta de par en par.

Zac: Será mejor que entres en la oficina.

Ness: ¿Para qué? No sé taquigrafía -bromeó-.

Efron no se inmutó. Parecía carecer de sentido del humor.

Zac: Mi casa está lejos de la ciudad, así que suelo dormir aquí cuando trabajo hasta tarde. Puedes darte una ducha.

Vanessa se incorporó de golpe.

Ness:
Una ducha -repitió en tono reverencial, saliendo de la furgoneta y buscando su bolsa de viaje-.

Zac: He estado a punto de no venir -dijo mientras la observaba. Se pasó la mano por el rostro-. Y no hubiera vuelto de haber sabido que estabas aquí al acecho.

Vanessa se indignó al oír que Efron se refería a ella como una fiera dispuesta a lanzarse sobre él.

Ness: No creas que a mí me hace mucha ilusión verte, Zac. Solo me he alegrado cuando has mencionado la ducha.

Le oyó reírse mientras iba a abrir la oficina. Para cuando Vanessa encontró la bolsa, Efron había en­trado, dejando la puerta abierta tras de sí. Vanessa leyó el letrero que colgaba del cristal ahumado: Zackary D. Efron, concejal.

La oficina tenía un aspecto más acogedor de noche. Había dos escritorios, uno con un sillón de ruedas; sobre el otro había un ordenador. En un lateral, había un diván que parecía pequeño para Efron. Solo estaba encendida una lámpara de mesa. Efron parecía ha­ber desaparecido, pero se oía el agua de la ducha. Vanessa echó una ojeada a los libros y revistas de administración pública, agricultura y meteorología que llenaban las estanterías. En una de las paredes, había varias fotografías de Catastrophe, antiguas y contemporáneas. Junto a ellas estaba colgado un cuadro que le resultó familiar. Al acercarse a él vio que estaba firmado por J. Clements. ¿Sería el único pintor en toda la zona?

Detrás del escritorio, estaba apoyado un mapa de la región. Vanessa lo levantó y trazó con el dedo la ruta que había seguido la compañía durante la gira hasta llegar a Catastrophe. Los pueblos por los que habían pasado es­taban marcados en rojo. Se abrió la puerta del cuarto de baño y Efron se colocó detrás de Vanessa.

Ness: ¿Estos puntos rojos representan mi compañía, Zac? ¿Nos estabas esperando para recibirnos con una alfombra roja? -bromeó. Efron tomó el mapa de sus manos y la miró fríamente, haciendo que se sintiera incómoda-. Estaba ahí mismo -dijo, para disculparse-.

Al mirar a Efron se dio cuenta de que estaba prácticamente desnudo. Llevaba una toalla a la cintura y tenía el pelo húmedo peinado hacia atrás. Seguía necesitando un afeitado y tenía expresión cansada, pero sin la suciedad se veía más joven y más guapo, y resultaba menos basto.

Efron la miró con desconfianza.

Zac:
¿Cómo que si he seguido a tu compañía? -preguntó, acercando el mapa a la luz-. -Al hacerlo, los músculos del brazo se le marcaron y unas gotas se deslizaron por su torso de hierro. Estaba en muy buena forma-. ¿Te gusta lo que ves? -dijo secamente al ver que Vanessa lo observaba distraída-.

Ness: ¿Estaba mirándote? Perdona, pero estoy tan cansada que no sé lo que hago -dijo con indiferencia. Efron la miró con un brillo especial en los ojos-.

Zac: ¿Por qué preguntas si los puntos rojos sois vosotros? -preguntó volviendo su atención al mapa-.

Ness: Porque hemos parado en todos los pueblos que has marcado. Personalmente, los habría señalado con rosa, no con rojo.

Zac: ¿Por qué?

Vanessa se encogió de hombros.

Ness: Por el calor, el polvo y las moscas. Aquí se nos pegó un admirador insoportable -señaló uno de los puntos-. Nos ha seguido desde entonces con ramos de flores rosas y proposiciones de matrimonio. No hay manera de desanimarlo.

Zac: ¿Te ha hecho las proposiciones a ti?

Ness: Desgraciadamente, sí.

Zac: Debe de ser terrible ser adorada -dijo con sarcasmo-.

Vanessa se ruborizó y tuvo ganas de decir que la sensación que sentía era más bien la de ser acosada por mucho que las armas solo fueran claveles rosas.

Ness: Terriblemente aburrido -dijo, en cambio, fingiendo una arrogancia que no sentía-. Y aquí se nos rompió parte del equipo -señaló otro pueblo-. No voy a cansarte con nuestros fracasos de taquilla. Lo cierto es que no hemos cosechado grandes triunfos.

Efron la miró con dureza antes de retirar el mapa y darle una toalla.

Zac: Puedes ducharte -dijo con una frialdad que hizo sospechar a Vanessa que solo tendría agua helada-. Pero no tardes. Tenemos escasez de agua.

La ducha fue un placer. Vanessa se libró del sudor del día, se cambió de ropa y se soltó el cabello. Salió convertida en una nueva persona, relajada y feliz. Efron se había puesto unos vaqueros y llevaba la camisa desabrochada. Estaba sentado en el sillón y parecía haberse quedado dormido.

Cuando abrió los ojos, Vanessa le dirigió una amplia sonrisa.

Ness: Te daría las gracias, pero dadas las circunstancias, era lo mínimo que podías hacer.

Efron pestañeó y la miró fijamente. Vanessa sos­tuvo su mirada.

Zac: ¿Es de verdad? -preguntó finalmente-.

Ness: ¿El qué?

Zac: El pelo. Me refiero al color.

Vanessa tuvo la sensación de que se había producido un sutil cambió en su actitud hacia ella.

Ness: ¿Y el tuyo?

Efron rió como si fuera inconcebible que en él algo fuera artificial.

Zac: Olvídalo. ¿Té o café? -la silla crujió cuando se levantó para ir detrás del otro escritorio, donde había una tetera eléctrica y varias tazas-.

Ness: Té, por favor.

Efron sacó una tetera del armario, echó una cucharada de té y agua hirviendo. Levantó una caja de leche y cuando Vanessa asintió, echó un poco en cada taza. Hubo una pequeña pausa en la que Efron miró por la ventana e hizo girar la tetera en la mano para hacer la infusión más fuerte. Con cuidado, sujetó la tapa con un dedo y sirvió el té con delicadeza.

Ness: Así me gusta -comentó cuando le pasó su taza, ofreciéndole galletas de una lata-. Eres mucho más agradable cuando estás cansado. O tal vez cuando estás solo no sientes que tienes que actuar como el gran jefe.

Efron se sentó y puso los pies sobre el escritorio.

Zac: No actúo como el jefe, sino que lo soy. Y siempre soy agradable.

Ness: Eso es lo que todos los hombres creéis, pero en cuanto estáis en grupo os burláis de las mujeres.

Zac: Eso es mentira.

Ness: ¿Habrías hecho esperar a un hombre más de una hora antes de dedicarle unos minutos de tu tiempo? Tus hombres no hubieran silbado y gritado a un hombre, y tú no te habrías negado a estrecharle la mano -Efron parpadeó, pero no dijo nada-. Por eso, si hubiera podido hacerlo a mi manera, habría intentado verte a solas.

Zac: ¿Por qué?

Ness: ¿No te parece evidente? Desde que estamos a solas, me has ofrecido tu cuarto de baño, una toalla, té y galletas -dijo en tono de broma-.

Efron guardaba un silencio incómodo, como si estuviera arrepintiéndose de su generosidad. Vanessa se llevó la mano a la nuca, se echó el cabello sobre un hombro y se lo peinó distraídamente con los dedos hasta que se dio cuenta de que Efron parecía hipnotizado por sus movimientos. Vanessa tuvo el impulso de ir al baño y hacerse una trenza, como si haciéndolo pudiera relajar la tensión sexual que de pronto había surgido entre ellos, pero no se movió.

Zac: ¿No se te ha ocurrido pensar que soy yo quien quería estar a solas contigo?

Vanessa titubeó por unos instantes. No era débil, pero no podría defenderse de Efron si éste tenía la intención de atacarla. La adrenalina le bombeó por las venas. ¿Qué haría en ese caso? ¿Huir o luchar?

Zac: No era más que una broma. Relájate. Ya he apagado bastantes fuegos en un solo día.

«Esa era la arrogancia de quien se permitía bromear sobre temores que él mismo no había sentido nunca», pensó Vanessa. Los hombres jugaban a sembrar la desconfianza para luego hacer sentir estúpidas a las mujeres por haber dudado de ellos.

Ness: No estaba preocupada -dijo estirándose-. Intuyo las segundas intenciones a varios kilómetros de distancia. Los hombres que las tienen suelen intentar ser encantadores -sonrió para indicar a Efron que en ese sentido él estaba fuera de cualquier sospecha-.

Zac: Ya veo -dio mirándola con satisfacción-, pero fiarte solo de tu intuición me parece un poco arriesgado.

Ness: No es solo la actitud lo que delata a un hombre. De todas formas, estoy segura de poder adivinar lo que realmente te preocupa en este momento.

Zac: ¿Ah sí? -dijo retador-.

Bajo la luz de la lámpara, sus ojos eran apenas dos trazos brillantes. Hizo girar la silla de un lado a otro.

Ness: Te preguntas si debías haberte quedado vigilando el incendio. Tienes miedo de que se levante aire y queden chispas sin apagar, y piensas que deberías volver -Efron detuvo el movimiento de la silla bruscamente-. No haces más que mirar el reloj y por la ventana para ver si el viento mueve el árbol -dio un sorbo al té, disfrutando del silencio de Efron. Él levantó la taza en un brindis mudo-.

Zac: ¿También lees los posos del té?

Vanessa sonrió.

Ness: No. Solo la mente de la gente.

Zac: ¿Como libros abiertos?

Ness: Unos son más difíciles qué otros. Por ejemplo, contigo no puedo decir si eres práctico, leal o amable.

Vanessa dirigió la mirada hacia el cuadro de J. Clements. Efron rió, pero no le dijo cuál de esos senti­mientos habían hecho que lo colgara en su despacho.

Ness: ¿Vas a dormir en esa silla? -preguntó con la esperanza de poder tumbarse en el diván-.

Zac: Si tienes que preguntármelo es que no puedes leerme la mente.

Ness: ¿Eso te tranquiliza, Zac?

Zac: Más de lo que crees.

Abrió los ojos y el brillo que Vanessa observó en ellos la inquietó, haciendo que se le acelerara el pulso. Pero al ver que desaparecía tan repentinamente como había aparecido, pensó que no debía haber sido más que una ilusión.

Zac: Puedes tumbarte en el diván -dijo antes de apagar la lámpara-.

A través de la persiana se filtraba la luz de la luna. La silla chirrió un par de veces y luego se hizo un silencio absoluto. Vanessa pensó que no se dormiría, pero lo hizo. Cuando despertó una hora más tarde, tuvo la sensación de que algo había cambiado. Después de un instante de observación, se dio cuenta de que se trataba del movimiento en el exterior. El árbol oscilaba con violencia. Vanessa se incorporó y miró a Efron. Estaba sentado de costado con un brazo por encima de la cabeza y el otro colgado fuera de la silla. Solo era posible dormir en aquella incómoda postura por agotamiento y Vanessa pensó que sería mejor no molestarlo. Durante unos minutos recorrió la habitación sin saber qué hacer, pero cuando vio que se sucedían varias ráfagas de viento, encendió la luz y sacudió a Efron por el hombro.

Ness: Zac -Efron saltó de la silla, la tomó por los brazos y la miró con expresión aturdida-. Se ha le­vantado viento. Pensaba que querrías saberlo.

Efron la apartó a un lado, abrió los ojos y miró por la ventana. Maldiciendo, se agachó para recoger el cinturón de entre la pila de ropa que había dejado en el suelo.

Zac: ¿Qué se supone que estás haciendo? -preguntó al ver que Vanessa se trenzaba el cabello-.

Ness: Voy a ir contigo. ¿Tienes una linterna de sobra?

Efron le dio la espalda y se puso el cinturón.

Zac: No voy a consentir que vengas.

Ness:
Entre los dos podemos buscar restos de fuego más deprisa. Además, no creo que pueda dormirme. Y no me importaría ver el bosque de noche.

Zac: Si quieres la excitación de una excursión nocturna, ve a un safari -dijo groseramente-. Quédate aquí. Lo último que necesito en una mujer histérica a mi lado.

La puerta se cerró tras él. Vanessa se quedó paralizada. Oyó el ruido del motor seguido del silencio. Unos segundos más tarde se oyó un portazo y unas pisadas que se aproximaban. La puerta de la oficina se abrió y Efron apareció en el umbral. Por la expresión de su rostro, Vanessa supo de inmediato que no volvía porque estuviera arrepentido de su comportamiento.

Zac: Mi furgoneta no arranca -dijo secamente-. Lo más sencillo sería que me dejaras la tuya. ¿Me das las llaves?

Alargó la mano asumiendo que Vanessa se las entrega­ría sin protestar, pero Vanessa, recordando de pronto que Andrew, con su actitud angelical, siempre lograba que hiciera lo que él quería, reaccionó a tiempo y, sacando las llaves del bolso, se las llevó al pecho.

Ness: Mi furgoneta está a tu disposición, Jefe.
-Cuando Efron fue a cogerlas, añadió-: Y esta mujer histérica va a conducirla.

La furgoneta rodaba a toda velocidad por la misma carretera que había recorrido hacía menos de doce horas. Vanessa sintió la mirada de Efron fija en ella en numerosas ocasiones. Estaba segura de que era la primera vez que no era él quien conducía.

Ness: Me extraña que no me arrancaras las llaves, Efron.

Zac:
Estoy cansado, pero no soy idiota -masculló como si la considerara más fuerte que él-.

Desconcertada, Vanessa lo miró en el preciso momento en que algo se cruzó delante de la furgoneta. Dio un volantazo para esquivar al animal con tal brusquedad que estuvieron a punto de salirse de la carretera, pero Efron sujetó el volante a tiempo.

Vanessa frenó y paró la furgoneta a un lado de la carretera. Pasándose una mano temblorosa por la frente, sintió que la abandonaban las pocas fuerzas que le quedaban.

Ness: Lo siento. Ayer atropellé a un canguro y lo maté. Es la primer vez que mato a un ser vivo. No quería que volviera a pasar.

Zac: Por Dios, Vanessa, solo era un conejo.

Ness: Lo sé, lo sé. Estoy segura de que tú no hubieras titubeado en atropellarlo, pero para mí es espantoso -estaba temblando. Se sentía tan afectada como cuando había matado al canguro-.

De pronto se dio cuenta de que estaba apoyándose en Efron, y de que él tenía el brazo apoyado en su asiento y prácticamente la abrazaba. Vanessa se separó le­vemente, pero se mantuvo a la distancia suficiente para sentir el calor que emanaba de su cuerpo. Efron no se movió.

Ness: Cuando has llegado esta noche estaba soñando con él -comentó, volviendo el rostro hacia Efron-.

Zac: Y conmigo -dijo mirándola con un brillo inquietante en los ojos-.

Ness: ¿Qué?

Zac: Que debías de estar soñando conmigo -su voz sonó grave y aterciopelada, y Vanessa la sintió como una caricia-. Cuando he abierto la puerta de la furgoneta me has dicho que creías que me había muerto yo en lugar del canguro.

Vanessa lo miró preguntándose si tenía idea del efecto que una voz como la suya tenía sobre ella.

Ness: Eso no era un sueño -dijo con altivez-, sino una fantasía, Zac. Estaba imaginando el placer que me produciría atropellarte. -Efron rió complacido-.
Veo que te halaga despertar impulsos violentos -dijo cortante-.

Zac: Si me das a elegir, prefiero los cariñosos.

Vanessa frunció el ceño.

Ness: ¿Qué quieres decir?

Efron miró hacia adelante, siguiendo la luz que proyectaban los faros sobre la carretera.

Zac: Estoy... a punto de prometerme.

A Vanessa le desconcertó aquel brusco cambio de tema.

Ness:
¿Prometerte? -¿Por qué le desilusionaba saber que Efron no era libre? Era un tipo dominante y autoritario, criado en un medio donde hombres y mujeres ocu­paban sitios diferenciados. Ni siquiera tenía la belleza o la sofisticación que habían hecho a Andrew tan atractivo en un principio. Y aún así, Vanessa se sintió desanimada-. Enhorabuena -dijo, finalmente-. Pero no entiendo por qué me lo dices de repente, de noche y en medio de la carretera.

Zac: ¿Estás segura?

Vanessa se llevó una mano a la cabeza preguntándose si se abría dado un golpe y estaba amnésica.

Ness: ¿Me he olvidado de algo importante? -dijo, dán­dose cuenta de pronto del significado del tono que Efron había empleado y de la forma en que la miraba. ¿No había dicho que prefería las reacciones cariñosas a las violentas?-.

Zac: Estás de paso y no quiero... ninguna complicación.

Vanessa se quedó boquiabierta.

Ness: ¿Quieres decir que no estás disponible? -preguntó sin dar crédito a sus oídos-.

Efron chasqueó la lengua.

Zac: Sabes perfectamente a qué me refiero.

Vanessa se puso roja de rabia. De pronto recordó la forma en que Efron se había referido a ella como si fuera un animal al acecho, su insinuación de que probablemente le gustaba que Wayne Street la adorara, la ma­nera en que la había mirado al decir que era mucho más agradable estando a solas. Era evidente que Efron la consideraba una vampiresa y pensaba que él era su objetivo. Su arrogancia la dejó sin respiración.

Zac: No soy ningún muchacho, Vanessa, y tú eres una mu­jer adulta. Sabes perfectamente lo que está pasando entre nosotros.

Ness: Quizá tú quieras explicármelo.

Zac: Se llama atracción física -dijo sin rodeos-. Química. ¡Yo qué sé!

Sus palabras estaban teñidas de desconcierto y de amargura y Vanessa sintió que el corazón se le encogía. Era un pequeño triunfo que un hombre con la fortaleza y seguridad de Efron admitiera estar desconcer­tado, pero se trataba de una victoria que apenas le causaba satisfacción. No se trataba más que de atracción física y Efron se había referido a ella casi con repugnancia.

Efron la miró con expresión compasiva, como si quisiera suavizar la dureza de sus palabras.

Zac: Pero si fuera libre... -dejó la frase en el aire, como si quisiera que Vanessa imaginara las delicias de tenerlo a su alcance-. Pero no lo estoy -concluyó bruscamente, cerrando la puerta del paisaje que solo le había dejado observar-.

Ness: ¿Cómo puedes ser tan arrogante? -exclamó indignada-. Escucha. Que tú seas libre o no, no tiene la menor importancia porque no eres mi tipo -Efron la escuchaba con una sonrisa de superioridad y Vanessa se odió a sí misma por sentirse levemente atraída hacia él-. Eres grosero, sexista, egocéntrico, pomposo, engreído..., y avaricioso.

Zac: ¿Avaricioso? -protestó-.

Vanessa pensó que era significativo que de todos los insultos que le había dedicado solo ese le afectara.

Ness: Me pides que me mantenga alejada de ti, pero al mismo tiempo te encantaría que admitiera que me atraes. Así consigues alimentar tu ego doblemente. Eso es lo que yo llamo ser avaricioso -dijo clavándole el índice en el hombro-.

Zac: No hagas eso -dijo apretando los dientes-.

Ness:
Y vamos a aclarar esa idea de qué pasaría si estuvieras libre -continuó-. Es evidente que porque soy actriz te crees que soy una muñequita, capaz de lle­gar a una ciudad y tener una aventura con el Jefe. Pues yo no soy así ni conozco a nadie que lo sea. ¿Tienes esa opinión tan baja de todas las mujeres o solo de mí?

Zac: Te aseguro que no te considero una muñequita -dijo frotándose el hombro-.

Ness: ¿Cómo te atreves a hacer bromas? -dijo rabiosa-.

Estaba furiosa pero no pensaba agredirlo. Sin embargo, Efron debió pensar lo contrario, pues la sujetó por las muñecas. Solo se oía el ruido del motor y Vanessa sentía los latidos de su corazón en los oídos. El pecho de él subía y bajaba con cada respiración y Vanessa podía ver la tela de la camisa expandirse y contraerse con cada movimiento.

Su protesta resultaba de pronto patética. La tensión que había entre ellos podía deberse a la furia que sentía, pero había algo más, como si
la oscuridad que los rodeaba, el olor a humo que emanaba de la tierra y el calor que irradiaban sus cuerpos se combinaran para dar lugar a.... ¿qué?

Efron le sujetó la muñeca de manera que sus pulgares le rozaban la parte interna del brazo, despertando en Vanessa la misma sensación que le había producido su voz. Sus dedos atrapados rozaban los hombros poderosos de Efron, y no pudo evitar preguntarse qué se sentiría al besar aquella boca implacable. Efron tiró levemente de ella. Vanessa intentó recordar si Andrew le había hecho sentir de aquella manera antes de que todo se estropeara, pero su imagen resultaba in­transcendente comparada con la solidez de Efron. Sin embargo, pensar en Andrew le sirvió para recuperar el dominio de sí misma.

Efron la sujetó con firmeza. Con la mano que tenía libre, Vanessa fue a tocar su amuleto, pero estaba en el bolsillo contrario.

Ness: ¿Cómo se llama? -preguntó con voz quebradiza-.

Siguió una pausa.

Zac: Scar -dijo finalmente-.

El nombre actuó como un reactivo. La química pareció diluirse.
Scar. Abracadabra. Efron la soltó.

Ness: Scar. ¿Es un diminutivo de Escarlata? -preguntó con una amabilidad premeditada-.

Zac: De Scarlett -dijo sonriendo burlonamente-.

Vanessa estaba irritada consigo misma por la punzada de deseo que había sentido. ¡Un hombre del estilo de Efron y al que apenas conocía...! Era una suerte que estuviera a punto de casarse. Tuvo la sensación de haber sido rescatada del borde de un precipicio. Gracias a Scar.

Ness: ¿Cuándo le pediste a Scar que se casara contigo? -preguntó repitiendo el nombre adrede-. ¿Te pusiste de rodillas?

Efron sonrió.

Zac: No hubo un momento preciso. Con el paso del tiempo, nos hemos dado cuenta de que nos llevábamos bien...

Ness: ¡Qué romántico! Cuando celebréis vuestras bodas de plata, podrás recordar que
con el paso del tiempo os disteis cuenta de que os llevabais bien.

Efron pareció reflexionar. Miró a la luna a través del cristal.

Zac: Tengo veintiocho años. Es hora de formar una familia. He esperado mucho tiempo a...

«¿A qué?», se preguntó Vanessa. «¿A algo mágico? ¿A la mujer adecuada?» Y esa era Scar. Sintió celos de una mujer a la que no conocía y cierta melancolía por encontrar algo en lo que no creía. Debía de ser el efecto del insomnio y del humo; de la luna llena.

Ness: Haces bien, Zac. Una familia te hará más humano.

El rió quedamente y la miró.

Zac: ¿Y tú? ¿No quieres casarte?

Vanessa miró hacia fuera. Los árboles se perfilaban contra el cielo iluminado por la luna y las estrellas. El humo impregnaba el aire. Podía decir que ya había estado casada y no pensaba repetir.

Ness: Me gusta mi trabajo, mi casa y mi apellido, y no he conocido a ningún hombre que no me pidiera que renunciara al menos a uno de los tres -dijo, en cambio-.

Zac: ¿No renunciarías por un hombre?

Ness:
¿Por qué iba a hacerlo? -dijo con aspereza, pensando en Andrew-.

Zac: ¡Qué bohemia!

Ness: Esa palabra está pasada de moda.

Zac: Yo soy un hombre chapado a la antigua.

Vanessa se estremeció.

Ness: Yo soy una mujer moderna. ¿Y Scar?


Zac: Scar es perfecta para mí.

Ness:
¡Pobre Scar! -exclamó imaginándosela sometida al dominio de Efron-.

Él rió como si estuviera convencido de que Scar era la más afortunada de las mujeres, y se ofreció a conducir dado que el campo estaba lleno de conejos y no quería arriesgarse a sufrir un accidente por salvar a un ani­mal. Vanessa ignoró su tono sarcástico y accedió.

La zona arrasada por el incendio ofrecía un aspecto desolador. El viento soplaba las hojas vivas y hacía crujir las quemadas. De los troncos de los árboles seguía saliendo humo. Efron, con un tanque de agua a la espalda, tardó tres cuartos de hora en apagar las brasas. Vanessa tomó una linterna y recorrió el perímetro, demostrando a Efron que no era una mujer histé­rica, aunque tuvo que reprimirse para no salir corriendo al encontrarse a solas en aquel paisaje lunar. Para cuando Efron volvió a la furgoneta, el viento había cesado.

Ness: ¿Está todo bien?

Efron dejó el tanque en la furgoneta y se quitó los guantes.

Zac: Había algunas chispas, pero las he apagado.

Hicieron el camino de vuelta en silencio. El esfuerzo físico los había dejado exhaustos y solo podían pensar en tumbarse y dormir. Más tarde, Vanessa solo recordaría un silencio cómodo. No supo cómo entraron en la oficina, ni cuándo se echó en el diván. Tampoco recordaría haberse quitado los zapatos ni desabrocharse el sujetador. Pero cuando se despertó por la mañana, estaba descalza, con el torso medio descubierto y junto a ella estaba tumbado un hombre con barba de un día y sin pantalones.

Vanessa se incorporó de golpe. Tenía la camisa abierta y una esquina estaba atrapada bajo el peso de Efron. Al intentar soltarla solo logró que un hombro le quedara descubierto. Efron se movió y se incorporó sobre un codo. Estaban tan cerca que rozó con su barbilla la piel desnuda de Vanessa.

Zac: ¡¿Qué demonios...?! No recuerdo... -miró hacía la silla y volvió a mirar a Vanessa. Parecía hipnotizado-.

Vanessa tiró de la camisa con fuerza y Efron se levantó levemente para soltarla. Sin dirigirla la mirada, Vanessa se cubrió, pillándose el pelo con el cuello de la camisa. Efron alargó la mano y le levantó la trenza. Vanessa lo miró y las señales sensoriales que había tratado de ignorar hasta ese momento saltaron como alarmas. Estaban tan cerca que podía ver cada pelo de su mentón, cada poro de su piel curtida, y las venas rojas de sus ojos irritados por el humo. Sus ojos azules. Efron no se movió. Siguió tumbado, semidesnudo, como una estatua con la mano agarrada a la trenza de Vanessa, sus dedos rozándole la nuca y despertando en ella una sensación sensual y débil. Vanessa creía re­cordar que había unas palabras mágicas con las que podía romper la tensión química que crecía entre ellos, pero mirando la boca de Efron no pudo recordar­las.

Se oyó el ruido de unas llaves y la puerta se abrió de golpe. Una mujer los contempló con la boca abierta, haciendo sonar las llaves entre sus dedos. En la otra mano sostenía una cesta de la que asomaba comida. No pretendió mirar hacia otro lado, sino que mantuvo la vista fija en ellos sin ocultar su curiosidad.

**: ¡Vaya, vaya! ¿Quién está en la cama con el Jefe?

Vanessa se abrochó la blusa a toda prisa, mascullando algo entre dientes. Efron se levantó y, dando la espalda a la mujer, recogió los pantalones del suelo. Vanessa pudo ver que llevaba unos calzoncillos con un estampado de sombrillas. Él frunció el ceño al descubrirla observándolo apreciativamente, cogió los zapatos y avanzó hacia el cuarto de baño precipitadamente, como si estuviera avergonzado.

Sin mirar hacia atrás, las presentó.


Zac: Vanessa Hudgens, ésta es J. Clements.


5 comentarios:

TriiTrii dijo...

Aaaw maldito a J.Clements!! >_<
Los interrumpioo!! >_<
De seguro hubiese pasado algo si no fuera x ella'!! >_<
Buenoo,siguelaaa!!!
Ya kiiero ver que excusa ponen Zac Y Vanessa!! Hahaha
Me encanto!! ;)
Gracias x comentarme!& x avisarme de los nombres xD siempre se me pasa unos que otros! U_U hahah
Bye!! <3

Natalia dijo...

Hola, sigo leyendo todas tus novelas pero no suelo comentar porque ando con el tiempo escaso. He comenzado a publicar una adaptacion, está muy bien y me gustaria que la leyeras y la aconsejaras a tus seguidoras. Se llama la mejor apuesta, pasate por ella, lee los capitulos que llevo y opina vale? Besos.

Lauraa dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Natalia dijo...

Como te atreves a dejarnos asiii??? -.-"
Publica lo antes posible!
se han acostado y no se acuerda ninguno de los dos? Quien ha entrado y los ha pillado? :O
Por cierto, te he echo caso en tu consejo de mi novela, espero que este ya mas a tu gusto :)
Besitos.

Natalia dijo...

Como te atreves a dejarnos asiii??? -.-"
Publica lo antes posible!
se han acostado y no se acuerda ninguno de los dos? Quien ha entrado y los ha pillado? :O
Por cierto, te he echo caso en tu consejo de mi novela, espero que este ya mas a tu gusto :)
Besitos.

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