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viernes, 18 de mayo de 2012

Capítulo 9


No pudo salir hasta la mañana siguiente, cuan­do Penny fue a hablar con ella.

Penny: ¿Le has dado las gracias a Zac?

Vanessa negó con la cabeza.

Ness: No y tengo que hacerlo.

Penny: ¿Por qué no vas ahora? -señaló a Michael que estaba tumbado en el sofá viendo un vídeo de dibujos animados-. Está bien y te prometo que no voy a quitarle la vista de encima.

Ness: Sé que lo harás -sin embargó dudó y sonrió forzadamente-. Racionalmente, sé que está bien, pero eso no tranquiliza a mi parte irracional.

Penny sonrió.

Penny: Lo entiendo. Su padre se cayó de un árbol cuando tenía nueve años. Le dieron quince puntos. Me costó mucho volver a dejarlo solo.

Ness: De acuerdo -curiosamente, la historia que no había oído en su vida, la tranquilizó-. Saldré un momento.

Salió por la puerta de la cocina y recorrió el sendero hasta la casa de invitados. Era un día de verano precioso y vio que Zac tenía las ventanas de la sala abiertas. Las cortinas blancas flameaban perezosamente con la ligera brisa. Pasó junto a ellas y miró dentro, se paró y volvió a mirar.

Zac estaba profundamente dormido en el sofá.

Estaba tumbado de espaldas y tenía el pecho desnudo. Tenía la camiseta agarrada con una mano y apretada contra el pecho como si hubiera tenido calor y se la hubiera quitado hacía unos instantes. Tenía la cara vuelta hacia ella y sintió que el corazón le daba un vuelco al ver aquellos rasgos adorados. Pensó que lo amaba.

Notó como un destello y comprendió que ya no tenía por qué decirlo en silencio. Él le había dicho que quería casarse con ella, le había disipado sus estúpidas preocupaciones por el dinero y tenía razón. Lo importante era su vida juntos. ¿Qué más daba lo que pensaran o dijeran los demás?

Ella lo había ofendido profundamente y lo sabía. Solo podía enmendarlo y rezar para que la quisiera lo suficiente como para perdonarla. Fue hasta la puerta y esta se abrió cuando fue a llamar. Se acercó a él silenciosamente y se arrodilló a su lado. Tenía la camiseta sobre el torso, pero podía ver el musculoso abdomen y le pasó un dedo justo por encima del pantalón. Los músculos se contrajeron y ella sonrió. Repitió el gesto y jugueteó con los pelos que se escondían debajo de los vaqueros.

Se inclinó y le dio un beso en el brazo que tenía cruzado sobre el pecho, apoyó la barbilla y esperó a que abriera los ojazos azules.

Ness: Lo siento. Por lo del otro día. Por... todo.

Él no dijo nada. Tenía la mirada fija en su cara. Por fin, cuando ella iba a balbucear algo más, él habló.

Zac: Te creo.

¿Eso era todo? La pequeña burbuja de esperanza que había crecido en su interior se desinfló. Pero tenía que seguir intentándolo. Tragó saliva.

Ness: Zac, te quiero. Si sigues queriendo casarte conmigo, me sentiré la mujer más afortunada del mundo.

Él empezó a esbozar lentamente una sonrisa y sus párpados se arrugaron.

Zac: Claro que sigo queriéndote -la tranquilizó-. Nada me gustaría más.

A ella se le aceleró el pulso. Quiso besarlo, pero se contuvo porque sabía que tenían que aclarar muchas cosas.

Ness: Yo no quería -dijo lentamente- que tú lle­garas a pensar que me casaba contigo por tener seguridad económica.

Zac: Créeme, nunca he pensado que me necesitaras por un motivo económico. Además, ahora que sé la verdad de lo que pasó después de la muerte de Mike, estoy seguro de que no me necesitas. Has evitado la ruina gracias a que has sido muy cuidadosa -resopló-. Yo no tengo ninguna objeción a que mi mujer trabaje.

Ness: Mike sí. Tuvimos algunas discusiones horribles porque yo quería trabajar -se puso seria al recordarlo-. Tengo la sensación de traicionarlo al decirlo. Yo amaba a mi marido, pero él estaba muy satisfecho de que yo fuera una ama de casa que solo se dedicaba a acontecimientos sociales y obras de caridad -hizo una mueca-. Es muy fácil llevar una casa cuando tienes una ama de llaves, una doncella y un jardinero. Me estaba volviendo loca para adaptarme a mi papel -extendió las manos-. Para Mike, Penny era el ejemplo a seguir. Yo soy muy distinta a Penny. No soy mejor, solo soy dis­tinta. Yo necesito superarme.

Zac: Quizá él también tuviera una visión un poco limitada de su madre -replicó pausadamen­te-. Penny también pintaba para superarse. Seguramente fuera su vía de escape.

Ella nunca se lo había planteado así y se quedó pensativa.

Ness: A lo mejor tienes razón. Aun así, muchas veces me pregunto dónde estaríamos si Mike siguiera vivo. Antes o después, tendría que haberme hablado de nuestra situación económica.

Zac: Estoy seguro de que lo habría hecho -la miró a los ojos-. He estado pensando en lo que pasó y no creo que él quisiera engañarte. Creo que solo intentaba protegerte. Él sabía lo que habías sufrido con tu padre y no quería preocuparte. Es­toy seguro de que él creía que había tiempo para que las cosas volvieran a su cauce. Nadie espera que todo termine cuando tiene treinta años.

Ness: Podrías tener razón.

Ella pensó que la tenía y eso hizo que se sintiera menos traicionada por Mike.

Zac: Claro que la tengo -sonrió al ver que ella entrecerraba los ojos y le pasaba los dedos por las costillas-. ¡Eh! Si quieres, yo te digo por dónde jugar con los dedos. -Ella se rió, él le agarró la mano y se la puso en el abdomen-. ¿Qué te parece ahí?

Ella sonrió, le soltó el botón de los vaqueros y le bajó la cremallera.

Ness: Muy bien. ¿Y aquí?

Él solo emitió un gruñido.

A ella se le entrecortó la respiración mientras introducía los dedos por debajo del elástico de los calzoncillos y lo tomaba con la mano.

Zac soltó un sonido indescifrable.

Zac: Es maravilloso, corazón.

Zac se movió ansiosamente y se le cayó la cami­seta que tenía sobre el pecho.

Ella vio la cicatriz. Era grande. Estaba bien cerrada, pero se notaba que también era reciente.

Ness: Dios mío -exclamó mientras le pasaba la mano por toda su extensión-. Zac, no sabía...

Enmudeció al ver la cara de Zac y lo supo. Lo supo.

Zac se incorporó bruscamente, se abrochó el pantalón y se puso la camiseta.

Zac: Vanessa...

Ness: Tienes el corazón de Mike, ¿verdad?

El tono era áspero y de incredulidad, pero las palabras exigían una respuesta.

Zac: Sí -la expresión era todo un tratado de culpabilidad y ansiedad-. Iba a decírtelo.

Ness: ¿Cuándo? ¿Después de la boda? -esa vez, el tono rozaba el histerismo-.

Zac: No era mi intención...

Ness: Ya sabías quién era yo cuando te presentaste, ¿verdad? -Él dudó-. ¿Verdad? -insistió ella apremiantemente-.

Zac: Sí.

Ness: ¿Cómo me encontraste?

Zac: Sabía que mi donante era un hombre joven de Baltimore. La necrológica de Mike era la única que encajaba por la fecha -tomó aire-. Ya estabas en mi cabeza antes de que te conociera. Tu cara, tu voz... cuando te vi, supe perfectamente quién eras.

Ness: Imposible.

Ella se apartó, pero no se levantó porque creía que las piernas no la sostendrían.

Zac se rió, pero fue una risa forzada.

Zac: ¿No me crees?

Ness: Estás mintiendo -aseguró con furia-. Al­guien te dijo quién era yo. ¿Lo sabe Penny o también la has engañado a ella?

Zac: Claro que no lo sabe -parecía sinceramente conmocionado. Suspiró y alargó una mano-. Vanessa...

Ness: No me toques -castañeaba los dien­tes e intentaba asimilar la espantosa verdad-. No me toques nunca más -consiguió ponerse de pie y fue hasta la puerta-. No me importa si tu casa está terminada o no, quiero que te vayas de aquí. Hoy.

Zac: No -replicó-. No hasta que me hayas escu­chado.

Ness: ¡Lárgate! -fue un grito que no pudo controlar-. Llamaré al hospital. Llamaré a la policía y les diré que estás acosándome.

Fue hasta la puerta dando traspiés y sin poder ver por las lágrimas que le rebosaban los ojos.

Zac: Te quiero. Eso no puedes evitarlo.

Ness: No sabes lo que es al amor -dijo amarga­mente-. Solo quieres la familia de Mike, la vida de Mike y la mujer de Mike.

Zac vaciló, pero no apartó los ojos de Vanessa.

Zac: Te quiero a ti, Vanessa. No solo ahora, sino para siempre.

Ella sacudió la cabeza y abrió la puerta.

Ness: Jamás.

Fue corriendo hasta su casa y entró en la cocina. Penny estaba preparándose una taza de té.

Su suegra se volvió.

Penny: Michael sigue dormido... ¿Qué te pasa, ca­riño?

Tenía una expresión asustada.

¡No podía decírselo! Sin embargo, se le cayó el alma a los pies al darse cuenta de que tendría que hacerlo.

Ness: Me he enterado de algo que no sabía de Zac. -Hizo un esfuerzo enorme para que no se le quebrara la voz y se clavó las uñas en las palmas de las manos-. Penny...

Penny: ¿Qué...? -la cogió de las manos-.

Ness: Hace unos años le hicieron un trasplante de corazón. Zac tiene el corazón de Mike.

Penny no reaccionó y Vanessa se preguntó si se habría enterado de lo que había dicho, pero, repentinamente, la cara de Penny se iluminó con un resplandor que Vanessa no había visto nunca, ni siquiera cuando nació Michael.

Penny: Señor... -susurró-. Gracias -apretó las manos de Vanessa con tanta fuerza que la hizo daño-. ¡Es maravilloso! Siempre había deseado con toda mi alma conocer a la persona que tenía el corazón de Mike y resulta ser Zac... -se detuvo bruscamente y abrió los ojos como platos-. No nos conoció por casualidad, ¿verdad? -preguntó más defraudada. Vanessa negó con la cabeza incapaz de articular palabra alguna-. Cariño... Estoy segura de que tiene algún motivo de peso. Aun así, es como si hubiera traicionado tu confianza intencionadamente.

Ness: Lo ha hecho -afirmó implacable­mente-. Ha mentido por omisión.

Como lo había hecho Mike al no contarle la verdad sobre su situación económica.

Penny: Pero... -no pudo seguir al ver la desolación en el rostro de Vanessa-. Dale un poco de tiempo -le propuso-. No hagas nada irreflexivamente.

Ness: No voy a hacer nada en absoluto.

Vanessa se dio la vuelta y salió de la cocina in­tentando sofocar unos sollozos que sabía que brotarían en cualquier momento.

No sabía si quería no volver a verlo jamás o darle un tortazo por haberla engañado. Le impresionó el simple hecho de que estuviera tan furiosa como para querer pegar a alguien; no era una persona violenta. No quería pensar en ello esa mañana, pero incluso lo había soñado. Se despertó con la mandíbula dolorida de apretar los dientes.

«Ya estabas en mi cabeza antes de que te conociera».

Estaba segura de que Zac quería decir exactamente eso y se acordó de la docena de situaciones sin importancia en las que se sintió intranquila porque parecía que él podía leer sus pensamientos.

Ness: ¿Cómo es posible? -se preguntó con un hilo de voz-.

Quería que no hubiera pasado nada de aquello; no quería volver a ver esa expresión de miedo y remordimiento en su cara; no quería volver a preguntarse si lo que él decía era verdad. Quería volver a aquellos momentos de felicidad previos a que se le cayera la camiseta.

Pero no podía.

Sabía que Penny había ido a verlo, aunque no habían hablado de ello. Su suegra trasmitía un ligero aire de felicidad que no podía disimular aunque intentaba reprimirlo cuando estaba con ella.

Él no se había marchado.

Era demasiado orgullosa como para preguntarle algo a Penny. Habían pasado ocho días desde que se enteró de la verdad, pero había visto que entraba y salía con su coche y que había luces en la casa. Le había dicho que se fuera. Después de lo que había hecho, podría tener la dignidad de obedecerla.

¿Qué había hecho él que fuera tan espantoso? -le preguntaba una vocecilla en su interior-. Tenía el corazón de su marido, pero tampoco tenía alternativa. Además, si lo que decía de los recuerdos era verdad, difícilmente se habría resistido a mirar a una mujer como ella. Él decía que la quería, que quería casarse con ella, ¿qué tenía eso de malo?

No era tan fácil, se rebatió con furia. ¿Cómo sabía que decía la verdad? ¿Cómo sabía que no había estado haciendo preguntas por ahí y había recopilado un montón de información personal?

No lo sabía.

Sin embargo, ese miércoles, cuando entró en el garaje, tuvo la ocasión de saberlo.

Aparcó en la plaza central, pero cuando se bajó, la luz que entraba por la puerta abierta se oscureció. Se volvió pensando que sería Penny o Amy, pero la sombra era mucho más grande.

Zac: Vanessa... -Ella se quedó parada sin ganas de acercarse-. Me imagino que querrás hacerme algunas preguntas -lo decía con una voz neutra y calmada-.

Ness: ¿Por qué no te has ido? -le preguntó agresivamente-. Te dije que te fueras.

Zac: No lo haré hasta que hablemos de esto -el tono era inflexible-. Te propongo un trato. Si aceptas hablarlo conmigo, luego yo me marcharé.

Ness: No estás en condiciones de negociar.

Zac: Lo estoy si quieres librarte de mí.

Ness: De acuerdo -la ira la dominaba con la misma fuerza y amargura del primer día-. Habla.

Zac: Aquí, no.

Se dio la vuelta y se detuvo en un mirador que había al lado.

Ella lo siguió y se sentó en uno de los bancos de piedra. A pesar de todos los sentimientos que le bullían por dentro, Vanessa percibió la belleza serena del sombrío lugar.

Zac: ¿Qué quieres saber? -apoyó un pie en el banco y el codo en la rodilla doblada-.

Ness: Nada -esperaba que tuviera la cara igual de inexpresiva que la voz-.

¿Por qué tuviste que hacerte un trasplante? ¿Cuándo te diste cuenta de que recordabas cosas? ¿Qué más recuerdas? Se preguntó para sus adentros.

Zac: No me creo que no quieras hacerme ninguna pregunta -hablaba despreocupadamente-.

Ness: La noche que nos conocimos te quedaste sor­prendido de que tuviera un hijo. Porque no lo sabías.

Las palabras brotaron de su boca sin que ella les autorizara a hacerlo.

Vio un brillo en los ojos de Zac.

Zac: Sorprendido es poco. Tú llevabas casi dos años en mi cabeza, pero sin hijo.

Ness: ¿Cuándo pensaste por primera vez que había algo extraordinario?

Él se encogió de hombros.

Zac: A los dos meses del trasplante... -la miró como si se disculpara- ...empecé a soñar con la cara de una mujer. Tu cara. No eran solo sueños. Te aparecías en mi cabeza en los momentos más inesperados. Luego, empecé a verte haciendo cosas concretas: colocando flores, vestida con un traje de noche negro, incluso dirigiéndote hacia mí con una sonrisa... pero todo se concretó más durante la revisión de los dos años.

Ness: ¿Qué pasó? -tenía curiosidad aunque no quisiera-.

Zac: Vi en mi historial que el corazón lo había donado el hospital John Hopkins. Entonces repasé el periódico de Baltimore porque sabía que la persona seguramente habría vivido aquí y me habían dicho que el corazón era de un hombre joven que había muerto en un accidente. Fue fácil dar con Mike -vaciló-.

Ness: ¿Qué más?

Zac: Cuando leí tu nombre en la necrológica... -la miró a los ojos y ella pudo ver la conmoción como si acabara de pasar- ...en cuanto leí tu nombre supe que eras aquella mujer.

Ness: Diste por supuesto -le corrigió-.

Zac: No -negó con la cabeza-. Lo supe.

Ness: Entonces fue cuando decidiste meterte en nuestras vidas.

Zac: No -la voz seguía siendo tranquila, pero ella podía notar que estaba haciendo un esfuerzo por no agitarla-. Solo quería verte y saber si eras la cara que aparecía en mi cabeza, pero cuando te vi en el baile... -se encogió de hombros-. Tuve que conocerte.

Ness: Puedes estar mintiendo -le temblaba la voz-. ¿Cómo puedo saber que no contrataste a alguien para que me vigilara y consiguiera información que te resultara valiosa?

Zac: Si lo hubiera hecho, habría sabido que Mi­chael existía. -La lógica era irrefutable-. No supe información más concreta hasta que te conocí -siguió-.

Ness: ¿Por ejemplo?

Zac: Corazón. Él te llamaba así. Yo no he llamado así a una mujer en mi vida. -Tenía la voz tan tensa como los nervios de ella, pero no podía evitar pensar que si todo aquello era verdad, él tendría que haberlo pasado muy mal-. Tu color favorito es el rosa palo. Te dijo que quería casarse contigo en la cocina de la casa donde daban la fiesta en que os conocisteis.

Hablaba en serio. Ni siquiera Penny sabía eso. En aquel momento, ella se rió sin darle importancia. No volvió a acordarse hasta meses después, cuando Mike volvió a pedírselo. Tragó saliva.

Ness: ¿Cómo...?

Zac: Lo he visto. Tú sonreíste y fingiste no hacerle caso -extendió las manos cuando ella se quedó boquiabierta-. Hay una teoría...

Ness: Alto -también extendió una mano y se quedaron en silencio-. Necesito un minuto.

Zac: Conozco esa sensación -el tono era irónico-.

Ella bajó la mano y se quedó dándole vueltas a la cabeza. Las consecuencias de lo que él quería hacerle creer eran asombrosas. Se acordó de otro día en el jardín.

Ness: La primera vez que viste a Michael...

Zac: Me sentí abrumado -tragó saliva-. No estaba preparado para sentir lo que sentí: orgullo y felicidad. Fue como si yo fuera su padre.

Ness: ¿Cómo puedes explicarlo? -le preguntó bruscamente-.

No estaba dispuesta a perdonarlo por haberle asentido, aunque fuera por omisión, pero tampoco podía negar que la historia era muy convincente.

Él sacudió la cabeza.

Zac: No puedo. Hay una teoría sobre la memoria celular que se aproxima. Se piensa que ciertas experiencias se quedan grabadas en nuestras células, pero aun así, nunca se ha registrado algo tan detallado como lo que yo he vivido. Se han conocido casos de alguien a quien la gusta una comida que detestaba y que resultó ser la favorita del donante. Eso está documentado, pero que se hayan trasmitido recuerdos concretos de la vida del donante... -negó con la cabeza-. Intenté hablarlo una vez, pero los médicos parecieron no darse cuenta de lo claros que eran los recuerdos. Me dio miedo que pensaran que estaba loco.

Ella asintió con la cabeza.

Ness: No me extraña -se le ocurrió otra cosa-. ¿Le has dicho algo a Penny?

Zac: Claro que no -contestó con tono de espanto-. Ella solo está contenta porque una parte de Mike sigue viva en cierta forma y porque ha tenido la oportunidad de conocerme.

Vanessa se sintió muy aliviada.

Ness: Menos mal.

Él tomó aire.

Zac: Mike debió amarte con cada fibra de su cuer­po porque si no, ¿cómo habría sabido yo...?

Ness: Efectivamente -sintió miedo de aceptar lo que podía proponerle-. Nunca nos habríamos conocido si no hubiera sido gracias a la memoria celular o a lo que te trajera aquí.

Zac: Eso no puedes saberlo. A lo mejor me habría gustado conocer a la familia de mi donante en cualquier caso -la miró con ternura-. Te aseguro que me habrías gustado aunque no tuviera las células de Mike apremiándome.

Ella dudó.

Ness: Y si tus sentimientos hacia mí solo se debieran a que tienes el corazón de Mike...

Vio que los ojos de Zac se alteraban mientras ella hablaba y se dio cuenta de que hasta ese momento, él no había estado seguro de que ella fuera a perdonarlo. Ella tampoco lo había estado, pero también se dio cuenta de que gran parte de su furia se había esfumado.

Él no dijo nada durante unos momentos y ella se alegró de que no menospreciara su preocupación.

Zac: No -dijo por fin-. Si solo sintiera lo mis­mo que Mike, detestaría que trabajaras fuera de casa, pero eso no me importa lo más mínimo.

Ness: Entonces, no sientes solo lo que sentía Mike.

Él negó con la cabeza.

Zac: Eso también me preocupó al principio, pero ahora... te quiero, Vanessa. Yo, Zac. Tendrás que creerme porque nunca podré demostrártelo. Voy a necesitar este corazón el resto de mi vida.

Ella tragó saliva y quiso arrojarse en sus brazos, pero aquellas palabras le habían despertado un temor nuevo.

Ness: ¿Cuánto tiempo? ¿Cuánto dura un corazón trasplantado?

Ella había amado a Mike y él había muerto, pero sabía que si aceptaba lo que Zac le proponía y luego él moría, ella no podría soportarlo.

Zac: Tengo la esperanza de hacerme viejo contigo, si compartes tu vida conmigo -contestó con una mirada rebosante de cariño-. En estos momentos, los receptores llevan una vida normal y productiva. Hay un hombre en Inglaterra que sigue como un roble después de veintidós años. Tienes que tener en cuenta que hay otros receptores que son mayores que yo o que tienen otras complicaciones médicas -volvió a sonreír-. Me temo que soy una especie de conejillo de indias para mis médicos. Yo era un hombre joven y sano y recibí un corazón joven que todos esperamos que funcione bien durante bastante tiempo.

Ness: ¿Y el rechazo? ¿No puedes caer enfermo?

Zac: Tendré que tomar medicamentos contra el rechazo siempre e ir dos veces al año al hospital para una revisión -lo decía con un tono de paciencia, como si se hubiera esperado las pregun­tas-, pero mi dosis de medicamentos en muy baja. Me controlo a mí mismo para ver signos de empeoramiento, tengo una dieta sana y no bebo alcohol. No puedo tomar el sol porque tengo riesgo de cáncer de piel y soy muy disciplinado con mi programa de ejercicios. Aparte de algunas pocas cosas, mi forma de vida no es distinta a la de cualquier hombre que hayas conocido, Vanessa.

Ness: Los demás hombres no tienen ni el corazón ni los recuerdos de mi marido -puntualizó con una sonrisa-.

Zac se incorporó y levantó a Vanessa del banco.

Zac: Te quiero, Vanessa. Siento no haberte dicho quién era desde el principio. Quiero casarme contigo, ser el padre de Michael y, a lo mejor, darle algunos hermanos un día de estos. ¿Lo pensarás? No tienes que responderme ahora mismo. Sé que son muchas cosas que tienes que asimilar...

Ness: Sí -le tapó la boca con la mano-. ¿Sabías que cuando estás nervioso hablas sin ton ni son?

Él asintió con la cabeza y ella notó que le lamía la palma de la mano.

Zac: Te quiero -farfulló-. Ese sí, ¿quiere decir que sí lo pensarás o...?

Ella apartó la mano y le sonrió.

Ness: Me casaré contigo.

Zac: Cuando quieras. Ya sé lo que piensas de ha­cerlo público demasiado pronto y siento mucho haber reaccionado como lo hice...

Ness: Eso me recuerda que el gran baile de caridad de Penny, el asunto lirio, es el próximo sábado. ¿Te gustaría llevarme?

Zac cerró los ojos durante un segundo y cuan­do volvió a abrirlos, los tenía húmedos. Estaba claro que había reconocido su oferta de paz.

Zac: Me encantaría. -La abrazó y la estrechó contra sí-. ¿Qué piensas hacer el resto de la tarde? -le preguntó antes de besarla-.

Ella le pasó los dedos por el pelo y le sonrió burlonamente.

Ness: Bueno... estoy un poco cansada. A lo mejor me quedo en tu casa para descansar un rato. Luego, me iré con Michael a tomar un helado. ¿Qué te parece?

Él ya estaba desabotonándole la camisa.

Zac: Me parece un buen plan.

Vanessa pensó que lo que llamaban el asunto lirio seguramente era la fiesta más bonita a la que había ido. Penny tenía motivos para estar orgullosa. Del techo colgaban lámparas de cristal.


En to­das las mesas había floreros con lirios preciosos y en la mesa central había una escultura de hielo con forma de lirio. Había arreglos florales de lirios y otras flores en el bufé y tanto los músicos como todas las mujeres que habían acudido recibieron un lirio perfecto que se pusieron en el pelo.

Zac: Apostaría lo que fuera a que todo el mundo está hablando de nosotros -las palabras burlonas le llegaron por encima de la cabeza
mientras bailaban-. Me ha parecido oír que la mujer con un vestido morado ha dicho algo sobre una lagarta.

Vanessa hizo una mueca y le golpeó el brazo.

N
ess: Eres un asqueroso. Estaba espantada de que la gente pensara que yo buscaba tu dinero.

Zac se rió.

Zac: Solo nosotros sabemos tu situación econó­mica. Todo el mundo piensa que eres una viuda rica. A lo mejor piensan que yo busco tu dinero.

Ness: No lo creo. Hay unas cuantas personas que
conocen mi situación. Mi asesor financiero, mi abo­gado y mi contable.

Zac: Ellos no dirán nada. ¿Quién iba a contratar a un profesional que no sabe guardar una
información confidencial?

Ness: Hablando de informaciones confidenciales... Hoy he ido a ver al médico y me ha dicho que tengo que dejar la píldora si quiero quedarme embarazada en el plazo de un año.

Zac arqueó las cejas y sonrió cautelosamente.

Zac: ¿Es lo que quieres?

Ella le sonrió.

Ness: Eres parte de esta familia de más formas de lo que la gente puede imaginarse. Estoy deseando
tener un hijo con tus genes.

Sus ojos azules brillaron, le dio un beso en la cabeza y la abrazó con tanta fuerza que la gente tendría motivos para murmurar, si no lo estaban haciendo todavía.

Zac: Te quiero -le dijo con un tono profundo y ronco-. Estaré siempre agradecido a Mike por haberme dado su corazón y te prometo que mientras siga latiendo te adoraré a ti, a Michael y a todos los hijos que tengamos juntos.

Vanessa cerró los ojos y apoyó la cabeza en el hombro de Zac mientras paladeaba aquellas palabras. Él tenía la mano de Vanessa sobre el
corazón
que les había dado una nueva oportunidad a los dos.



FIN




¡Awwwwwww!
Bonito, ¿verdad?

Espero que os haya gustado esta nove ¡¡y que me comentéis mucho!!
Pondré pronto la sinopsis de la siguiente si veo muchos coments.

¡Bye!
¡Kisses!

2 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

Awwwwwwwww que lindo final...
romántico :)
Me ha encantado desde el primer capitulo...
sigue publicando..
tus adaptaciones son muy buenas..
XoXoXo

Natasha dijo...

ME ENCANTOOO se que no comento mucho y pido disculpas por ello, pero de verdad me encanto el final fue hermoso, y esta nove aun más hermosa... lali tiene razon tus adaptaciones son muuuy buenas :D

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