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jueves, 3 de mayo de 2012

Capítulo 5


Al día siguiente, Vanessa bajó las escaleras con Michael en brazos. Era casi la hora de cenar y Penny había invitado a Zac. Él había aceptado con la condición de que no hicieran ningún esfuerzo especial. Ella se lo tomó al pie de la letra. Quizá él cambiara de opinión sobre los esfuerzos especiales cuando cenara con su hijo, que creía que los cubiertos servían para tocar el tambor en la bandeja.

Fue a la cocina para ver cómo se apañaba Amy y le dejó a Michael. Se dirigió a la sala para asegurarse de que hubiera bebidas cuando Penny entró muy animada.

Penny: ¡Estoy encantada de que casi sea verano!

Ness: Yo también -sonrió a su suegra-. Me encanta que las flores vuelvan a florecer.

Penny: Y las vacaciones están a la vuelta de la esquina. Imagínate lo bien que va a pasarlo Michael en la playa.

Penny puso bien un tapete.

Ness: Penny... -tragó saliva-. Este año no iremos a la playa hasta la tercera semana de septiembre. He alquilado la casa desde el cuatro de julio.

Penny: ¿Que has...? -la miraba como si no hubiera podido oír bien-. Pero siempre vamos desde el cuatro de julio, cariño. Desde que Michael era un bebé, nos hemos reservado las dos primeras semanas.

Ness: Lo sé -se sentó en el reposapiés que había delante de la butaca de Penny y le cogió las manos-, pero sabes que estoy haciendo malabarismos con el dinero. He pensado que si la alquilábamos durante la temporada alta y nosotros íbamos durante la baja, quizá cubriéramos los gastos y no tendríamos que venderla. Además, también tengo que tener en cuenta mi trabajo. No puedo irme dos semanas, así que he reservado una para nosotros. -Tomó aire y miró las manos que tenía entrelazadas. Esperó un torbellino de quejas, pero solo hubo silencio. Por fin miró a su suegra y se quedó helada al ver que tenía las mejillas llenas de lágrimas-. ¡Penny! -exclamó-.

Penny: Lo siento -dijo entre sollozos-. No quería parecer indiferente al dinero, pero tengo unos recuerdos tan buenos de la playa y estaba deseando ver a Michael en la arena. Me parece como si quedara un siglo hasta septiembre.

Ness: Solo serán unas semanas más de espera -dijo firmemente-.

Le había costado mucho tomar la decisión porque no quería ser ella quien rompiera una tradición de los Hannigan.

Penny: Claro -se levantó-. Estoy segura de que tienes razón.

Fue lentamente hacia la puerta que daba al vestíbulo.

Ness: ¿Adónde vas? La cena estará enseguida y Zac llegará en cualquier momento.

Incluso contaba con que Zac la distrajera un poco después de la conmoción.

Penny: No puedo comer -Vanessa notó que le temblaban los hombros-. Por favor, discúlpame ante Zac. Voy a acostarme.

A Vanessa se le cayó el alma a los pies. Seguro que estaba bromeando.

Ness: Pero te encanta que Zac venga a cenar. No querrás perdértelo, ¿verdad? -notó que lo decía con un tono engatusador, pero Penny no se detuvo-.

Penny: Hasta mañana, cariño.

Se hizo un silencio sepulcral y Vanessa se quedó de pie escuchando los pasos de su suegra que se alejaba. Se le hizo un nudo en la garganta que no podía tragar. Le brotaron las lágrimas y sollozó de pena.

Se sentó en una butaca y se cogió la cabeza con las manos. No era justo, pensó mientras le dominaba la ira. Mike nunca había comentado las dificultades económicas y cuando murió tuvo la horrible sorpresa de darse cuenta de que las inversiones de la familia habían sufrido un revés muy grave.

Podrían haberse contenido si lo hubiera sabido. Habían pasado unos años con coches caros, servicio doméstico innecesario, haciendo regalos espléndidos y tomándose vacaciones varias veces al año. ¿Por qué no le había dicho que tenían que apretarse el cinturón?

Pensó en la expresión de desconsuelo de Penny. Comprendió que para él habría sido espantoso confesarle la difícil situación a su madre, pero para ella era igual de difícil. Sintió una extraña compasión de sí misma. No podía permitirse el lujo de lamentarse muy a menudo, pero en aquel momento... ¡aquel momento!

Se acordó de la hora que era. Zac estaría a punto de llegar. Se levantó de un salto para ir al tocador. No permitiría que él supiera que había llorado.

El timbre sonó mientras cruzaba el vestíbulo. Se pasó los dedos por debajo de los ojos con la esperanza de recomponer el maquillaje.

Oyó que Amy salía del fondo de la casa seguida de Michael y ella abrió la puerta.

Amy: Buenas tardes, Zac. Pasa, por favor.

Sintió la misma sensación intensa y ardiente que sentía cada vez que sus miradas se encontraban e hizo un esfuerzo para que no se le notara.

Ness Buenas tardes.

Su voz era profunda y tranquila. Le sonrió lentamente y le derritió las pocas células cerebrales que habían sobrevivido al contacto ocular. Sin embargo, la sonrisa se desvaneció en cuanto la miró detenidamente, y frunció el ceño.

Zac: ¿Has estado llorando?

Ness: No... -se alisó la falda color lavanda que había conjuntado con una camisa color marfil-. Es alergia.

Él no la llamó mentirosa, pero arqueó una ceja y la miró con unos ojos muy expresivos.

Zac: No me gusta verte triste.

¿Realmente el tono había sido tan íntimo y preocupado o le había dado ella un matiz que no tenía?

Ness: Supongo que Penny te habrá advertido de que te hemos tomado la palabra sobre cenar en familia.

Zac llevaba unos pantalones caqui que se ceñían a sus poderosos muslos y una camisa blanca con el cuello abierto. También llevaba un molde metálico en la mano.

Zac: Sí, me lo ha dicho -le dio el molde-. He traído un postre casero.

Ella abrió el molde sin poder resistir la curiosidad y aspiró el delicioso olor.

Ness: ¡Ohhh! -suspiró-. Bizcocho de chocolate con azúcar quemado. Es mi tarta favorita de toda la vida -se acordó del otro regalo que le había hecho-. O tienes un informador o tienes la mejor suerte del mundo -dijo entre risas-. Primero mi flor favorita y ahora mi postre favorito.

La sonrisa de Zac vaciló y sus ojos adoptaron una expresión extraña. Parecían asustados. ¿Era preocupación? ¿Remordimiento? Vanessa se dijo que eso era absurdo, ¿por qué iba a tener remordimiento?

Michael: ¡Tartaaa!

Michael y Amy habían entrado en el vestíbulo.

May: Hola, Zac. Espero que te guste la carne asada -le saludó-.

Zac: Me encanta. Sobre todo si es tan buena como las tartaletas del otro día.

Amy sonrió.

Amy: Lo será -se dio la vuelta para volver por donde había llegado-. Tengo unas galletas en el horno.

Michael: ¡Mamá! -se comportaba como si no la hubiera visto desde hacía años-.

Se agarró de sus piernas con tal fuerza que casi la tira.

Zac la sujetó del codo y ella se estremeció por el contacto de los dedos sobre el codo desnudo.

Michael: ¡Tarta! ¡Tarta! ¡Tarta!

Ness: Después de cenar -le dijo mirándolos a los dos-.

El niño frunció el ceño y ella supo lo que se avecinaba.

Michael: Ahora -exigió-.

Vanessa sacudió la cabeza.

Ness: Cuando te hayas comido la cena.

Michael la miró un instante como si considerara las posibilidades de éxito que tenía y ella notó que había cambiado de estrategia.

Michael: Cena ahora.

Zac se rió.

Zac: No te das por vencido, ¿eh?

Michael miró al invitado.

Michael: Efon cena ahora -contestó con tono imperativo-.

Zac miró a Vanessa.

Zac: ¿Estás dispuesta a cenar ya?

Ella se encogió de hombros.

Ness: Me da igual. Penny no cenará con nosotros esta noche. No se encuentra bien. De modo que si no quieres beber algo, podemos empezar.

Zac: Por mí, de acuerdo -hizo un gesto con la cabeza-. ¿Está bien Penny?

Vanessa asintió con la cabeza.

Ness: Mañana estará perfectamente -le devolvió el molde, se agachó y cogió a su hijo en brazos-. Vamos a lavarnos las manos.

Michael: Efon lavar -se volvió para mirarlo por encima del hombro-. ¿Tarta? -le preguntó esperanzado-.

Zac se rió.

Zac: Después de cenar -le recordó-. Aunque me gusta tu insistencia -añadió en voz muy baja-.

Gracias al niño, la cena no fue una prueba tan dura como había temido al no estar Penny. Cenaron en la cocina como había exigido Zac cuando Penny lo invitó. Michael jugó con Zac y le dejó que le diera de comer, aunque se resistió a los intentos de su madre para que se comiera los guisantes y las zanahorias.

Zac no paró de hacer preguntas sobre el niño y Vanessa estaba emocionada por su interés y por la forma en que lo trataba. Algún día sería un gran padre.

La idea le llevó a otro pensamiento más íntimo. ¿Cómo sería como amante? Las manos, tan delicadas con su hijo, eran enormes. Parecían más adecuadas para la construcción que para proyectar edificios en un papel. ¿Serían también delicadas con su cuerpo? Se le aceleró el pulso al imaginárselo abrazándola, desabrochándole los botones de la camisa con destreza y tomándole un pecho con aquella mano de largos dedos.

Zac: Vanessa... -Ella dio un respingo, lo miró y notó que se sonrojaba. Zac la miraba con una sonrisa de curiosidad y las cejas arqueadas-. ¿En qué estabas pensando?

Ness: En nada.

Sabía que lo había dicho demasiado rotundamente y volvió a sentirse abochornada porque el objeto de sus sueños la hubiera pillado.

Zac: De acuerdo -sonrió-.

Vanessa pasó el resto de la velada charlando sobre Michael. Seguramente, a Zac le parecería aburrido, pero para ella era lo más importante del mundo y él tendría que acostumbrarse si quería... si quería ¿qué?

Estaba volviéndose loca con esas conjeturas ridículas.

Michael se había terminado la tarta por fin y ella se levantó.

Ness: Muy bien, amiguito, es hora de darse un baño -le dijo mientras lo levantaba de la silla-.

Michael: ¡Baño! -salió correteando por el vestíbulo-.

Vanessa le sonrió a Zac.

Ness: Le encanta chapotear -de repente, se dio cuenta de su desconsideración-. Vaya... Siento mucho no poder ofrecerte una bebida o un café...

Zac: No tomo nada -hizo un gesto con la mano para que no se preocupara-.

Ness: Ah -miró hacia la puerta por donde había desaparecido su hijo y se preguntó qué estaría haciendo-. Bueno. Entonces... Siento la espantada, pero es importante que se acostumbre a llevar un horario.

Zac: ¿Podría...? Quiero decir, ¿te importaría que yo también fuera con vosotros? -a Vanessa la sorprendió la pregunta, pero la sorprendió más todavía que él se pusiera rojo como un tomate-. Nunca he estado con niños -siguió pausadamente-, y aunque no te lo creas, estoy fascinado.

Ness: Lo creo -dijo con desenfado-. No me importa. Acompáñame.

Vanessa cruzó el vestíbulo y empezó a subir las escaleras de la parte trasera de la casa donde estaba el dormitorio y el cuarto de baño de Michael. Era muy consciente de que el corpachón de Zac la seguía de cerca. El baño le pareció muy pequeño para que él entrara junto a ella.

Ness: La verdad es que me asombra lo deprisa que evoluciona su mente -dijo para disimular los nervios-. Me encantaría que tú lo bañaras y que yo mirara.

Zac arqueó las cejas.

Zac: Mmm. ¿Hay algún motivo oculto en la propuesta?

Ella se rió.

Ness: Puedes estar seguro. Así no me mojaré.

Zac se rió también.

Zac: Gracias, pero será mejor que por el momento mire.


El niño era un verdadero salvaje en la bañera. A los cinco minutos, ya había empapado a su madre y él se mantenía seco porque no entró en el radio de acción de las manitas de Michael. Vanessa todavía llevaba la falda y la camisa que se había puesto para cenar y Zac se preguntó si se habría puesto otra ropa si no hubiera estado él. Tendría que darle un margen de confianza, en realidad, a ella no le importaba que Michael salpicara y ella misma jugaba con un pez de goma que llenaba de agua y la echaba sobre la tripa de su hijo.

Michael: ¡Más! -gritaba cada vez que ella paraba-.

Cuando el baño terminó y Vanessa envolvió a su hijo con una toalla enorme, Zac empezó a disculparse.

Zac: Bueno, esperaré abajo a que lo acuestes.

Michael: Efon cueto -dijo rotundamente con una sonrisa mientras su madre lo llevaba al dormitorio-.

Zac: ¿Qué ha dicho?

Ness: Un cuento -le aclaró mientras ponía unos pañales y el pijama a su hijo-. Le encantan los libros y me parece que te ha elegido para que le leas uno esta noche.

Zac se quedó impresionado.

Zac: ¿Yo?

Ness: Tú -se rió-. No me mires con esa cara... Su libro favorito es de un perro que se llama Spot y se lo sabe de memoria. Solo tienes que pasar las páginas y leer un poco. Él completará todo lo que te olvides.

Zac: De acuerdo. ¿Dónde me siento?

Ella señaló una mecedora que había en un rincón.

Ness: Él se sentará en tu regazo.

Podría hacerlo. ¿O no? Se acomodó en la mecedora y alargó los brazos cuando ella le acercó el niño. Luego, Vanessa le dio un libro lleno de colores y Michael soltó un discurso que Zac no entendió. Miró a Vanessa con impotencia para que lo tradujera.

Ella iba de un lado a otro de la habitación recogiendo juguetes y arreglando las sábanas de la cuna. Cuando se irguió, Zac comprobó que tenía toda la parte delantera de la camisa empapada y trasparente.

Debajo de la camisa llevaba un sujetador que también debía de ser bastante trasparente porque podía distinguir claramente la sombra oscura de sus pezones. La tela se ceñía a cada curva, a cada protuberancia, y marcaba el contorno de sus pechos como si no llevara nada.

Lo caballeroso habría sido mirar hacia otro lado y fingir que no se había dado cuenta, sin embargo, era imposible. No podía apartar los ojos y la miraba como en trance mientras ella se agachaba para recoger la toalla y sus pechos oscilaban elegantemente con cada movimiento.

Entonces, Vanessa levantó la mirada y lo sorprendió. Ella cambió de expresión cuando las miradas se encontraron y se quedó de piedra. Notó que se ponía roja hasta el cuero cabelludo, pero no apartó la mirada. Separó levemente los labios sin decir nada y él vio en sus ojos la misma excitación erótica que lo abrumaba. Deseo, anhelo, lujuria en estado puro y algo más...

Michael volvió a retorcerse en el regazo de Zac sin dejar de decir frases incomprensibles. Zac parpadeó cuando el niño saltó sobre la parte más delicada de su anatomía.

Zac se aclaró la garganta.

Zac: ¿Qué está diciendo? -preguntó con un tono ronco y áspero como si fuera de otra persona-.

Ness: Te dice que quiere mucho a Spot -levantó la toalla y se tapó el pecho-.

Zac: Demasiado tarde -susurró. Ella no fingió no entenderle y se sonrojó más todavía-. Eres preciosa -le dijo por encima de la cabeza de su hijo-.

Michael pasaba las páginas sin hacer caso a los adultos.

Ness: Gra... gracias -dijo con un tono ahogado-. Es hora de acostarse -le dijo a su hijo cuando este cerró el libro-. Dale las buenas noches a Efon.

El niño sacudió enérgicamente la cabeza, se revolvió en el regazo de Zac y lo agarró del cuello con una fuerza que casi lo ahoga.

Él lo agarró instintivamente y se emocionó al sentir los bracitos regordetes, al oler el champú y al oír la respiración entrecortada del niño. Cerró los ojos con fuerza y todos los pensamientos sensuales se disiparon con la delicadeza de aquel momento. Giró ligeramente la cabeza y le dio un beso en la cabellera dorada.

Zac: Eres un encanto -susurró-.

Se levantó cuidadosamente con el niño en brazos y miró a su madre.

Zac: Ahora, ¿qué?

Ness: Ahora acuéstalo. -Le señaló la cuna-. Buenas noches, mi amor -dio un beso en la cabeza a su hijo-. Déjalo de espaldas y dale la manta con el borde de seda -le dijo a Zac-.

Él lo hizo y miró cómo el niño se frotaba la mejilla con el borde de la manta. Casi al instante los ojos empezaron a cerrársele.

Zac miró a Vanessa con las cejas arqueadas.

Ella tenía la cara iluminada con una sonrisa de ternura y se puso un dedo en los labios mientras salían de la habitación.

Ness: Le encanta pasarse el borde de la manta por la mejilla. Nunca falla para que se duerma.

Él estaba sorprendido de lo fácil que había sido.

Zac: Yo creía que había que acunar a los bebés para que se durmieran.

Ella se encogió de hombros.

Ness: Lo hacía cuando era más pequeño, pero luego adoptó esta costumbre y yo la he fomentado. El médico dice que es importante que sea capaz de dormirse por sus medios -miró a otro lado en la oscuridad del pasillo-. ¿Quieres beber algo...? Perdona me había olvidado de que no bebes.

Zac: No hace falta que beba algo, pero me gustaría quedarme un rato contigo.

No le dijo que quería besarla y acariciarla. Ella se había protegido detrás del muro de discreción y él comprendió que no quería hablar de lo que había pasado en el dormitorio de Michael.

Ella dudó durante tanto tiempo que Zac temió que fuera a rechazarlo.

Ness: A mí también me gustaría -dijo al fin con un hilo de voz-. Voy a cambiarme de camisa y bajo enseguida.

Zac: No hace falta que te cambies por mí -dijo sin poder evitarlo-.

Ness: Lo hago por mí -replicó con un tono más firme-. No puedo concentrarme en la conversación si hay un hombre con los ojos clavados en mi pecho.

Él levantó una mano y le pasó las yemas de los dedos por la mejilla.

Zac: No hace falta que hablemos.

Ella le buscó los ojos con la mirada y posó su mano sobre la de él, no para apartarla, sino para sentir sus dedos en la penumbra.

Ness: Tengo que conocerte mejor -dijo en voz baja-.

Él asintió con la cabeza.

Zac: De acuerdo.

Se dio la vuelta y se dirigió hacia las escaleras antes de hacer algo de lo que se arrepentiría. La afirmación de ella llevaba implícita una esperanza, pero él no se atrevía a plantearse cuál podría ser. Sabía que se había sumergido demasiado en unas aguas que nunca había previsto conocer, pero eso había sido antes de encontrarse con Vanessa, antes de cogerla entre sus brazos en la pista de baile y de que hubiera sentido como si ella fuera una parte suya que había añorado toda su vida.

Ella bajó al cabo de unos minutos con un jersey de punto que no se ceñía demasiado ni estaba mojado.

Ness: Gracias por ayudarme con Michael -dijo mientras entraba en la sala-.

Zac: Gracias a ti por dejarme ayudaros. Es un niño asombroso.

Ella sonrió con orgullo de madre.

Ness: Es verdad. A él le ha gustado que hubiera alguien que no fuera Amy, Penny o yo en su rutina de acostarse.

Zac: ¿Nunca has tenido una niñera?

Ness: No, aparte de Amy y Penny. Además, eres el primer hombre que ha pasado algún tiempo cerca.

Las palabras le produjeron una satisfacción primitiva a Zac que no podía definir.

Zac: Él lo ha soportado muy bien -fue lo único que supo decir-.

Ella asintió con la cabeza, se acercó al mueble bar y se agachó para abrir la pequeña nevera que había debajo de la encimera.

Ness: ¿Quieres un zumo o un refresco? También hay agua mineral.

Zac: Agua, gracias.

Cogió el vaso con hielo y la botella que le dio ella y se sentó en el sofá.

Vanessa se hizo un ovillo en el otro extremo, se puso unos almohadones en la espalda y se quitó los zapatos.

Ness: ¿Qué tal va la casa?

Él sonrió e inclinó la cabeza.

Zac: Muy bien. Pronto os dejaré en paz.

Ness: ¡No te he preguntado eso! -parecía espantada de parecer una grosera-. ¿Estás contento con tu proyecto?

Él asintió con la cabeza.

Zac: Mucho. Cuando lo haya terminado os llevaré a Penny y a ti para que lo veáis.

Ness: Ya sé que me dijiste que no querías poner tu ventana solar en todos tus proyectos. ¿La has puesto en este?

Él negó con la cabeza.

Zac: No. En realidad estoy instalando algo nuevo. Una ventana experimental que acabo de diseñar. De esa forma, si es un desastre, solo podré culparme a mí mismo.

Ella sonrió.

Ness: Pero tendrás que tragártela.

Él se encogió de hombros.

Zac: La cambiaré.

Ella lo observaba con unos ojos que parecían ver más de lo normal.

Ness: ¿Por qué pareces incómodo cuando hablas de tus ventanas?

Zac sonrió forzadamente.

Zac: No quiero que se me conozca como el tipo de las ventanas solares. Me gustaría hacer cosas impresionantes sin tener en cuenta el material que use y que se me reconozca por mi calidad.

Ness: Y eso es difícil por el éxito de la ventana.

Él asintió con la cabeza.

Zac: En resumen, sí.

Ella asentía con la cabeza como si lo entendiera y él sintió un agradecimiento especial.

Ness: ¿Por qué has decidido ampliar tu empresa?

Zac se encogió de hombros otra vez y deseó que ella se acurrucara entre sus brazos en vez de hacerlo en el brazo del sofá.

Zac: Tuve un accidente y me sobraba el tiempo para pensar mientras me recuperaba. Siempre me ha encantado hacer proyectos y tengo gente muy creativa y competente en Filadelfia con la que puedo trabajar a distancia, de modo que decidí probar el mercado de Baltimore.

Ella lo miraba intrigada y estaba claro que pensaba en algo que no era la arquitectura, Zac se preparó.

Ness: ¿Qué tipo de accidente?

Zac: Uno muy raro -contestó sin cambiar el tono desenfadado-. Dicen que no se da más de uno cada dos mil años. Yo jugaba al rugby y me dieron una patada en el pecho que me produjo unas lesiones internas muy graves.

Ella parecía espantada.

Ness: Yo creía que el rugby no era violento.

Zac: No creo que hayas pensado nada del rugby en tu vida -se burló-.

Ella sonrió.

Ness: La verdad es que no. Se parece al fútbol, ¿verdad?

Zac: Un poco, pero es mucho menos civilizado. Quizá algún día, cuando lleve una semana lloviendo y estés aburrida como una ostra, te explicaré la diferencia.

Zac sonrió y ella le devolvió la sonrisa.

Ness: ¿Qué lesiones tuviste?

Él había esperado no tener que mentir descaradamente.

Zac: Bueno, muchas cosas distintas -se tocó vagamente por el vientre-. Me operaron y la recuperación fue bastante lenta. Eso me permitió estudiar algunas ciudades y ver cuál era la mejor para mi empresa.

Ness: Y elegiste Baltimore.

Él asintió con la cabeza y aliviado por haber dirigido la atención hacia algo distinto de la operación.

Zac: Había tres candidatas en
la Costa Este, pero Baltimore está cerca de Filadelfia, tiene buen clima y me gustó mucho cuando la visité.

Ella sonrió y levantó el vaso de agua para dar un sorbo.

Ness: El clima no es tan bueno cuando llega el invierno.

Zac: No me importa que haga un poco de frío, pero Boston, por ejemplo, está demasiado al norte y Orlando es insoportable en verano.

Ness: ¿Esas eran las otras dos alternativas? -le preguntó entre risas-. ¿De un extremo al otro?

Zac: Efectivamente.

Se hizo un breve silencio entre ellos, un momento cálido y agradable que él habría deseado que no terminara nunca. Luego, él se acordó de cómo la había encontrado al llegar. Había estado llorando y tenía los ojos irritados.

Zac: Vanessa...

Ness: Sí...

Zac: Cuando llegué, ¿habías estado llorando? No me cuentes historias de alergias.

Ella suspiró.

Ness: Es una historia muy larga...

Zac: ¿Está grave Penny?

Fue lo primero que él pensó, aunque ella lo hubiera tranquilizado.

Ness: No, no -estaba realmente sorprendida-. No le pasa nada grave.

Zac: Entonces, ¿por qué llorabas?

Ella dejó escapar otro suspiro.

Ness: He retrasado las vacaciones de la familia. Siempre nos íbamos el cuatro de julio, pero este año, con mi nuevo trabajo, tendremos que ir en septiembre. Aunque sea a media jornada -añadió a la defensiva-, no puedo dejarlo todo y marcharme cuando quiera.

Zac: ¿Se lo esperaba Penny?

Ness: No. Se ha llevado... un disgusto. Dijo que le dolía la cabeza y que no podía cenar con nosotros. Me sentí fatal al disgustarla tanto.

Zac: Ah -hizo un gesto con la cabeza-. Las dos os lleváis muy bien. Yo creía que las nueras odiaban a sus suegras.

Vanessa se rió.

Ness: No en este caso. He sido muy afortunada. Es fantástica.

Se hizo otro silencio, pero no fue tan cómodo corno el anterior.

Zac: Será mejor que me vaya -dijo al cabo de un rato-.

A él le fastidió que ella no se opusiera sino que asintiera con la cabeza y se levantara. Después del momento que habían compartido en el descansillo, ella volvía a comportarse como si fueran simples conocidos.

Zac dejó que lo acompañara hasta la puerta.

Zac: Lo he pasado muy bien -le acarició los brazos-. Dime que tú también.

Ella lo miró fijamente antes de bajar la cabeza.

Ness: Yo también.

Zac: Me gustaría volver a pasar un rato con Michael y contigo.

Ella levantó la cabeza.

Ness: ¿Por qué?

Zac la miró con una expresión burlona.

Zac: Porque me gustas mucho y tu hijo es fantástico.

Ness:
Buena respuesta, pero antes de aceptar, quiero que sepas que no busco ningún tipo de... asunto.

Zac: ¿Qué te parece amistad y diversión?

Quizá ella no quisiera reconocerlo pero ya te­nían un asunto entre manos. Cuando fue a Baltimore solo había pensado en verla, pero en ese momento sabía que era inútil intentar mantenerse alejado de ella.

Ella sonreía dudosamente.

Ness: Creo que podríamos intentarlo.

Zac: ¿Qué te gustaría hacer?

Ella lo pensó un rato.

Ness: Podríamos hacer una comida en el campo. A Michael le encanta estar al aire libre.

Zac: ¿Cuándo?

Ness: Mañana. Es sábado y no tengo trabajo.

Zac: Me parece muy bien. Pasaré a recogeros a me­diodía.

Ella asintió con la cabeza y él la besó fugazmente en los labios. Él habría preferido un beso de verdad, sentirla abrazada a él, que hubiera reaccionado
como lo hizo el primer día en el jardín, pero notó que luchaba contra ella misma. El no supo por qué, pero no estaba dispuesto a darle una excusa para volverse atrás.


Zac: Hasta mañana -dijo antes de darse la vuelta para marcharse-.


1 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

que lindos... ya han avanzado Zanessa..
y Zac se lleva super con el niño...
me ha encantado el capi, menos que penny este mal...espero que la sigas pronto
:D

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