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domingo, 13 de mayo de 2012

Capítulo 8


Zac: Quédate un rato -la levantó de su regazo con una facilidad que a ella la emocionó íntimamente-.

Él se arregló un poco la ropa y fue a la puerta.

Ness: No puedo -dijo mientras se estiraba la falda y sintiéndose inmoral al notar el aire en la piel desnuda-. Michael se despertará pronto.

Él asintió con la cabeza.

Zac: De acuerdo. Te acompañaré a casa.

Ness: No -dijo ella con cansancio-. No hace falta.

Penny podía estar en la cocina y si los veía llegar juntos... ataría cabos. Su ropa interior era un montón arrugado y decidió ponerse solo las bragas y dejar las piernas desnudas.

Zac la observaba con el ceño fruncido.

Zac: ¿Estás avergonzada de lo que ha pasado? ¿De nosotros?

Ella se quedó paralizada.

Ness: No es que esté avergonzada exactamente, solo estoy... incómoda. No estoy acostumbrada a ocultarme, pero tampoco estoy preparada para que Penny sepa que estamos liados.

Zac: ¿Liados? -se rió-. Vanessa... Penny no es ciega. Seguramente, anoche no bajó intencionadamente.

Ella lo miró fijamente.

Ness: ¿Lo dices en serio?

Zac la abrazó y le acarició la espalda.

Zac: Estoy seguro. Es posible que Penny sea mayor, pero no es tonta.

Ella gruñó y apoyó la cara en el pecho de él.

Ness: Estoy abochornada. ¿Qué pensará?

Zac: Que eres una mujer joven que no debería pa­sar sola el resto de su vida; que se alegra de que seas feliz; que eres afortunada de tener un semen tan atractivo y viril como yo.

Ella levantó la cabeza sin poder contener la risa y fue a darle un puñetazo en el pecho.

Ness: En serio...

Zac le sujetó el puño antes de que lo alcan­zara.

Zac: Algunas cosas las digo en serio -se le oscureció la mirada-. Digo en serio que eres la mujer más preciosa que he conocido en mi vida.

Ella sonrió.

Ness: A lo mejor eres parcial.

Zac: A lo mejor.

Él sonrió con un brillo en los ojos azules y se puso a cantar una canción que hablaba de la belleza de una mujer.

Vanessa sintió un escalofrío en todo el cuerpo. A Mike le encantaba aquella canción y la cantaba a menudo. Ella todavía tenía el CD por algún lado, pero no lo había puesto desde su muerte.

Zac se quedó callado y la miró.

Zac: ¿Qué pasa?

Ness: Yo... Mike cantaba esa canción todo el rato -estaba demasiado impresionada como para disimular-.

Los ojos de Zac perdieron la expresión y su gesto se tornó serio.

Zac: Lo siento -dijo con un tono seco mientras apartaba las manos-.

Ness: No... me ha sorprendido. La verdad, haces y dices muchas cosas que me recuerdan a él.

Él arqueó las cejas.

Zac: ¿Quieres decir que estás conmigo porque te recuerdo a él?

Ella habría jurado que su voz sonaba algo ofendida, aunque su cara era inexpresiva y su actitud era la de un hombre al que no le importaba la respuesta.

Ness: Claro que no. Eso es una tontería.

Zac: ¿Lo es? ¿Qué tiene de tonto que espere que la mujer que empiezo a querer no esté conmigo solo porque le resulto conocido?

El rostro le fue cambiando a medida que hablaba y se hizo todavía más distante. Ella se dio cuenta de que se había arrepentido de lo que había dicho.

Ness: Es una tontería porque no es verdad -dijo tranquilamente sin apartar la mirada de su cara-. Es una tontería porque la mujer que empiezas a querer cree que también empieza a quererte y eso la asusta.

Sus ojos se suavizaron.

Zac: ¿De verdad? -volvió a abrazarla y le besó la frente antes de apartarse un poco para mirarla-. Lo siento si he exagerado. Me siento en desventaja, como si tuviera un rival con el que nunca podré competir.

Ness: No tienes un rival -tomó aire-. A veces parece que me conoces demasiado bien para el poco tiempo que llevamos juntos. Mike... Mike me amaba, pero nunca me entendió realmente; mis esperanzas, mis sueños... Quería tenerme en una torre de marfil, como había estado su madre toda su vida. Nunca entendió que para mí fuese importante participar en lo que pasaba alrededor, ser diferente -sonrió forzadamente-. Habríamos tenido una discusión por mi trabajo. Él lo habría detestado.

Zac: Pero a ti te gusta.

Ness: Sí.

Le parecía una traición, pero era verdad. Mike no había llegado a saber lo que había debajo de su superficie. Le habría gustado que fuera a todos los actos sociales como su madre, que se prestara voluntaria para obras que no fueran ni demasiado sucias ni exigentes, que fuera una madre a tiempo completo y satisfecha de educar a sus hijos... Las dos primeras cosas le habrían espantado. La tercera... Adoraba ser madre, pero también adoraba el reto que suponía su trabajo y se habría sentido incompleta si no hiciera algo parecido. Zac lo entendía. Como la entendía en otros aspectos. A veces parecía como si supiera lo que estaba pensando ella antes de que abriera la boca.

Ness: Te conozco solo desde hace unas semanas -dijo con la voz dudosa a pesar del esfuerzo que estaba haciendo por no perder la calma- y ya puedo imaginarte como parte de mi vida... durante mucho tiempo. Todo lo que descubro de ti hace que me gustes cada vez más.

Zac: Muy bien, entonces...

Ella le tapó la boca con la mano.

Ness: Pero tengo que pensar en Michael. No puedo cometer errores que puedan afectarlo. Tenemos que ir despacio. ¿Lo entiendes?

Él asintió con la cabeza y ella notó que le estaba dando un beso en la palma de la mano. Él apartó la mano, pero no la soltó.

Zac: Gracias por tu sinceridad -el pecho le subía y bajaba-. Hay algo que yo también quiero decirte.

Ness: ¿No podrías decírmelo más tarde? -le espan­taba dejarle con la palabra en la boca cuando la miraba con unos ojos tan azules y sinceros-. De verdad, tengo que volver a casa.

Zac: Claro -le soltó la mano-. Te acompañaré un poco. Te prometo que no permitiré que Penny me vea.


Tres días después, Zac se dirigía hacia la casa y se dijo que era un cobarde. Se preguntó si Vanessa se habría dado cuenta del alivio que sintió cuando le pidió que pospusiera lo que tenía que decirle. Aun así... estuvo a punto de decírselo. Quería hacerlo, pero ¿estaría ella preparada para oírlo?

Claro que no lo estaba ¿Cómo iba a haber alguien que estuviera preparado para oír semejante cosa? Ella había dicho que estaba empezando a quererlo y él solo podía rezar para que esos sentimientos hicieran que ella lo perdonara por haberla engañado, que le permitieran aceptar que Mike era parte de él y lo sería siempre.

Intentó no pensar en hasta qué punto Mike era parte de él. ¿Cómo podría decírselo? Ella pensaría que estaba loco. Naturalmente, eso dependía de que alguna vez tuviera la oportunidad de hablarlo con ella. Él había estado esperando poder pasar un rato sin interrupciones, pero eso parecía un bien muy escaso en la casa de los Hannigan.

Había cenado allí dos noches antes, pero Mi­chael había tenido un poco de fiebre y ella no había querido dejarlo solo. Además, esa semana ella había trabajado horas extra porque estaba preparando una recaudación de fondos y quería supervisarla.

Esa noche tenía pensado pedirle que fueran a cenar fuera de la casa. A ser posible, el día siguiente o el otro. Era la única forma de estar seguro de que tendrían tiempo para hablar. Tiempo que iban a necesitar cuando le dijera lo del trasplante de corazón.

Llamó a la puerta y abrió ella, pero Penny y Mi­chael estaban justo detrás y se conformó con darle la mano.

La cena fue muy agradable y luego ayudó con el baño del niño. Esa vez participó en el chapoteo y fue él quien se empapó la camisa. Miró a Vanessa por encima de la cabeza del niño y comprobó en sus ojos que estaba acordándose de lo que pasó la primera vez.

Se quedó en silencio mientras ella acostaba a Michael y luego salió al pasillo con ella. La deseaba. Ella fue hacia las escaleras, pero la agarró de la mano y la atrajo hacia sí sujetándole las manos a la espalda con una de las suyas. La posición hacía que ella se arqueara contra él y chilló por la sorpresa cuando la besó con ansia y le acarició las caderas y un pecho con la mano libre.

Zac: Te deseo -le dijo casi sin apartar la boca-. Vente a casa conmigo esta noche. Duerme en mi cama. Despierta en mis brazos.

Ness: No... puedo -dijo con un hilo de voz. Él sabía que no podía. No esperaba que dejara una noche solo a Michael, aunque Penny estuviera cerca-. Iré un rato -susurró-.

Zac quería que lo hiciera, pero también quería que no lo hiciera. Detestaba tener que comportarse como amantes furtivos.

Luego, apenas recordó cómo habían llegado hasta su casa. La llevó a oscuras hasta el dormitorio y, sin encender la luz, le quitó la ropa y se quitó la suya. Pronto le contaría lo del trasplante, pero esa noche... tenía que guardarla en la memoria.

La cama era grande y suave y la luna resplandecía tenuemente en la oscuridad. Zac se dio cuen­ta de que le temblaban las manos mientras la tumbaba en la cama y la abrazó para besarla con toda su alma. Vanessa respondió de la misma manera, estrechó su cuerpo desnudo contra él y le pasó las manos por el pelo.

Zac no pudo esperar más. Se tumbó de espal­das y la puso a horcajadas sobre él. No pudo reprimir un gruñido de placer al sentir las piernas en sus costados y su húmedo y delicado montículo sobre su turgente erección.

Zac: Tómame -le urgió-. Tómame ahora, corazón.

Vanessa se levantó un poco con las rodillas, inclinó ligeramente hacia delante, le acarició el pecho con sus pechos y lo besó en la boca. En ese mismo instante, él notó que se encontraba perfectamente colocado ante su hendidura y antes de que pudiera moverse, ella se dejó caer con un movimiento preciso y lo envolvió con su canal ceñido y deslizante.

Estuvo a punto de caerse por la intensidad de la sensación y tuvo que hacer un esfuerzo para quedarse quieto mientras ella se movía encima de él. Ella fue a apoyarle las manos en el pecho y Zac reaccionó a tiempo para agarrarlas y entrelazar los dedos. Sus rasgos se iluminaban por el placer que sentía. Al observarla en la penumbra y al saber que estaba complaciéndola, Zac notó que perdía el control.

La cogió de las caderas, la mantuvo bien abajo y empezó a embestirla con un ritmo desbocado que lo llevó hasta el límite en cuestión segundos. Notó que ella empezaba a deshacerse y dar sacudidas, que sus músculos más íntimos lo exprimían con los inconfundibles espamos de la satisfacción. Zac no pudo evitar un grito extasiado.

Se quedaron tumbados. Ella estaba abrazada por un brazo de Zac, tenía una pierna cruzada sobre las de él y la mano, en la de Zac, apoyada en su pecho. Él se sentía aturdido por el placer, pero se recuperó al acordarse de lo que tenía que hacer. Pronto tendría que decírselo. No podían hacer el amor siempre a oscuras o medio vestidos.

Hacer el amor... Le resultaba tan fácil reconocerlo. La amaba. Seguramente la amaba desde que la vio por primera vez en el baile, seguramente, desde que el corazón de Mike Hannigan em­pezó a latir en su pecho.

Sin embargo, todo daba igual. Lo que importaba era lo que hiciera con el futuro que le habían asignado.

Zac: Vayamos a cenar mañana por la noche -dijo impulsivamente-.

Compraría un anillo y le pediría que se casara con él. Todo lo demás se arreglaría solo.

Sin embargo, se dio cuenta de que ella no había contestado y se había puesto rígida. Se apoyo en un codo e intentó descifrar su expresión, pero estaba demasiado oscuro.

Zac: Vanessa...

Ness: ¿Por qué no cenamos aquí tranquilamente?

Zac se quedó atónito.

Zac: ¿Por qué? Me gustaría ir fuera contigo y que otros se ocupen de nosotros -bajó la voz-. Me gustaría tenerte para mí solo durante unas horas.

Ness: Yo... -dudó y él sintió que la intranquili­dad le brotaba en el interior-. Yo preferiría no ir a ningún lado. Podemos estar solos aquí.

Zac: No quieres que te vean conmigo en público, ¿verdad?

Ness: No es eso...

Zac: Entonces, sal a cenar conmigo. -Era un desafío y ella se mantuvo en silencio-. No lo entiendo. Aseguras que no es para que no te vean conmigo, pero has hecho todo lo que has podido para no ir a ningún sitio donde pudieran vernos -intentó que no se le notara la furia-. Ya sé que no soy de sangre azul, pero creía que me querías.

Ness: ¡Te quiero! -exclamó-, pero la gente dijo cosas espantosas de mí cuando me casé con Mike y no lo soportaría si volvieran a hacer lo mismo.

Zac: ¿Qué cosas espantosas? -seguía sin entenderlo-.

Ness: Que yo era una cazafortunas -dijo amargamente-. Que me casé con él por su dinero; que había hecho todo tipo de inmoralidades por casarme con él. Si entonces dijeron todo eso, imagínate lo que disfrutarían si se enteran...

Se detuvo bruscamente.

Zac: Si se enteran ¿de qué? -estaba seguro de que eso era la clave-.

Ness: De que estamos casi en la ruina -respondió pesarosamente-.

Nunca se habría esperado esa respuesta.

Zac: ¿Tenéis... problemas económicos?

Ness: Mike tuvo problemas -respondió con cierta ira en el tono-. Yo no tengo dinero, solo los problemas que él me dejó.

Zac lo comprendió claramente. Los cupones, el trabajo, la venta del caballo de Mike, todo el trabajo que ella hacía en la casa y el jardín...

Zac: ¿Qué le pasó? -le preguntó ásperamente-.

Su padre había sido un jugador que le había hecho pasar momentos espantosos en su infancia. Notó que le dominaba la ira. ¿Cómo pudo Mike hacerle algo parecido?

Ness: No fue culpa suya -le defendió-. Ya sabes la crisis económica que hubo. No sé qué pasó exactamente, pero hizo algunas malas inversiones. Solo sé que cuando murió no tenía casi nada. Había perdido hasta el seguro de vida. -Estaba demasiado impresionado como para hablar-. No puedes decírselo a Penny -le dijo in­mediatamente-. Por favor. Ella no sabe realmente lo grave que es. He intentado que comprenda que tenemos que tener cuidado con los gastos, pero...

Zac: No se ha esforzado mucho -terminó la frase solemnemente al acordarse de las invitaciones a cenar de Penny-.

Por lo menos eso justificaba las caras de espanto que ponía Vanessa. Debía de estar calculando mentalmente cuánto costaba alimentar a alguien de su tamaño.

Ness: No puede evitarlo -la excusó. Lo cual molestó a Zac-. Nunca ha tenido que preo­cuparse por el dinero. Le cuesta comprender la gravedad del asunto.

Zac: Tendrá que hacerlo -dijo inflexiblemente-. Tú estás haciendo muchísimo, pero no sirve de nada si ella no se da cuenta de que también tiene que hacer sacrificios.

Ness: Ni se te ocurra decirle algo. Es mi familia y haré lo que me parezca mejor.

Zac: Aunque acabe contigo -dijo con tono irónico-.

Ella se puso en tensión y se apartó de él, se levantó de la cama y buscó la ropa. Zac dejó que la buscara y se cerró la camisa, consciente, como siempre, de la cicatriz que le cruzaba el pecho. Se puso los pantalones y encendió la lámpara de la mesilla.

Vanessa parpadeó, pero no dejó de moverse ni un instante.

Ness: Me vuelvo a casa -dijo con una voz distante e implacable-.

Zac: Vanessa... Tenemos que hablar de esto.

Ness: No hay nada de qué hablar.

Zac: Claro que lo hay -sintió un regusto amargo en la garganta-. Quieres acostarte conmigo, pero no estás dispuesta a que te vean conmigo porque alguien puede pensar mal. ¡Es un disparate!

La cara de Vanessa perdió toda expresión.

Ness: No lo es. Tengo que proteger a mi hijo.

Zac: A tu hijo no le importa nada lo que piensen los demás -le replicó con indignación- y cuando tenga edad para que le importe, nadie lo recordará ni le importará.

Ness: Es posible que dentro de unos años haya conseguido una situación económica que me permita no tener la sensación de que me aprovecho de tu dinero

Zac: Realmente se trata de eso, ¿verdad? -estaba furioso-. Es tu percepción de lo que puede pensar la gente. Lo que tú sientes. Dios mío. ¿Realmente te has planteado esperar años para casarte conmigo por un motivo tan ridículo como ese?

La cara de Vanessa, que ya parecía de porcelana, perdió el poco color que le quedaba.

Ness: ¿Casarme? -susurró-.

Zac: ¿Qué creías que estaba ofreciéndote? -le preguntó con un tono cortante-. ¿Un acuerdo sexual a largo plazo? No, gracias -la rodeó y abrió la puerta de dormitorio-. Te acompañaré a casa.


No hablaron en tres días. Vanessa se arrodilló para plantar algunas flores que dieran un poco de color.

Michael jugaba al balón a unos metros de ella. Él ya la había mirado algunas veces y le había preguntado por Efon.

Ella había sentido un dardo en el corazón con cada pregunta.

Zac quería casarse con ella.

Los ojos se le empañaban de lágrimas cada vez que se acordaba de la discusión que había tenido con él.

Él quería casarse con ella. Al menos quería hacerlo hasta que se dio cuenta de lo obsesionada que estaba con su problema económico. El cual, una vez que lo hubo pensado, tampoco era tan grave como había creído. Como había decidido creer, se dijo furiosa por su estrechez de miras.

Sobre todo si tenía en cuenta que podía haber acabado con la posibilidad de ser feliz para siempre con él. Él...

Zac: ¡Michael! -su grito sonó muy dis­tante-. ¡No!

Vanessa se giró al darse cuenta de que se ha­bía ensimismado durante demasiado tiempo. Michael estaba al fondo del jardín en el borde de la piscina abandonada. La piscina que no había llenado ese verano porque era demasiado caro mantenerla. La piscina que, comprobó con horror, se veía claramente a través de la verja que tenía la puerta abierta de par en par. ¿Se la había dejado abierta cuando quitó las hojas el día anterior? No estaba segura, pero se temía que podía haberlo hecho.

Se levantó mientras Zac se acercaba desde la casa corriendo a toda velocidad. Sin embargo, fue demasiado tarde. Su hijo dio un torpe paso adelante y cayó con un grito que inmediatamente se convirtió en un silencio aterrador.

Ness: ¡Mi... cha... el!

Vanessa no sabía que podía gritar tan fuerte.

Zac llegó a la piscina antes que ella y se asomó al borde. Se incorporó al instante.

Zac: Llama a urgencias -le ordenó a Vanessa-.

Ness: ¿Respira? -se quedó clavada en el suelo debatiéndose entre ir hasta donde estaba su hijo y la necesidad de buscar ayuda médica-.

Zac: ¡Deprisa!

La voz fue como un latigazo y ella volvió co­rriendo hacia la casa.

Ness: ¡Penny! -gritó al entrar-.

Su suegra apareció justo cuando se puso en contacto con las urgencias. Vio que la cara de Penny se cambiaba de color cuando comprendió lo que había pasado. Después de trasmitir la información inicial, dio el teléfono a Penny y volvió a correr hacia la puerta después de haber agarrado dos toallas de baño por el camino.

Ness: Quieren que haya alguien al teléfono. No puedes alejarte mucho o la llamada se cortará.

Volvió a la piscina y bajó por el lado menos profundo. Afortunadamente había caído un metro en vez de cuatro. Zac estaba de rodillas con la muñeca del niño en la mano. Michael estaba aterra­doramente quieto. Tenía sangre debajo de la cabeza y ella reprimió un grito al verla.

Zac: No lo muevas -le dijo firmemente al ver que ella iba a cogerlo en brazos-.

Ella lo tapó con las toallas a pesar del calor que hacía.

El tiempo pasaba con una lentitud desesperante. Michael respiraba, pero no daba señales de tener conciencia.

Zac: Vamos, amiguito, despierta.

Una ambulancia llegó al cabo de lo que serían unos minutos, pero les parecieron horas. Penny también se acercaba corriendo.

Los médicos mantenían la calma y trasmitían datos a una central con eficiencia mientras inmovilizaban el cuello del niño y le tomaban las constantes vitales. Sacaron una camilla y, con mucho cuidado, pusieron al niño en ella. Zac se sujetó la cabeza con una expresión de desesperación como la que suponía que tendría ella.

Vanessa vio a Amy en el camino mientras se montaba en la ambulancia y salían hacia el hospital entre los aullidos de la sirena. Penny ya estaba en el coche y Zac agarró las llaves que le dio Amy justo antes de sentarse en el asiento del conductor.

Estaban bajando a Michael de la ambulancia cuando Zac y Penny llegaron corriendo. Una enfermera les cortó el paso cuando quisieron entrar.

**: Solo los familiares -dijo ella-. Hay una sala de espera allí -señaló una pequeña habitación-.

Vanessa notó que Zac dudó y ella lo miró.

Ness: Te necesito -le dijo sin importarle lo que podía parecer ni lo que él pensara-.

Penny: Yo esperaré.

Siguieron a la enfermera. Cuando ella separó una cortina, el médico estaba dando unos puntos en la cabeza de Michael. Había sangre por todos lados y Vanessa se puso la mano en la boca para contener un grito.

Ness: Tenía que haberlo vigilado con más atención -dijo con la voz quebrada-. Estaba distraída y...

Zac: Ha sido un accidente -dijo con calma-. Este diablillo es muy rápido y muy listo. Seguro que esperó hasta que no estuvieras mirando. Tiene una cabeza muy dura. Seguro que no le pasa nada.

Las palabras casi hicieron pedazos el dominio de sí misma que estaba manteniendo.

Ness: Mike hablaba siempre de tener unos hijos con la cabeza muy dura -le dijo intentando esbozar una sonrisa-.

Zac se puso serio y a Vanessa le dio la impre­sión de que siempre se molestaba cuando hablaba de Mike.

Zac: A ver qué dice el médico -replicó inexpresi­vamente-.

La llevó al costado desde donde podía consolar a su hijo y el niño se tranquilizó en cuanto vio a su madre.

*: Le hemos puesto anestesia -les explicó el médico mientras cosía la brecha-. Va a tener un buen chichón. Cuando termine, lo llevaremos arriba para que le hagan unas radiografías y un escáner de la cabeza.

Zac: ¿Cree que está conmocionado o se ha fractu­rado el cráneo?

*: No hay señales de que haya tenido más lesiones -les tranquilizó el médico-, pero conviene tomar precauciones.

Zac hizo algunas preguntas más que ella solo escuchó parcialmente porque estaba concentrada en consolar a su hijo. Le dejaron que se quedara con él mientras le hacían las pruebas y Zac bajó a la sala de espera para tranquilizar a Penny.

Seis horas más tarde, dieron el alta a Michael al comprobar que no había más daños. Zac los llevó a casa y entró con Michael en brazos. Vanessa notó que se emocionaba cuando le dio un beso en la frente a su hijo.

Zac: Dentro de unos días jugaremos al balón. Te lo prometo.

Ella lo siguió al pasillo.

Ness: Gracias. Estará deseando hacerlo.

Zac se quedó en lo alto de la escalera y se vol­vió hacia ella. Su mirada reflejaba pena.

Zac: Voy a mudarme. Vendré a jugar al balón con Michael, pero esta semana dejaré la casa de invita­dos. Por favor, dale las gracias a Penny.

Ness: Pero... ¿Ya tienes la casa? -no se lo había esperado-.

Zac: No -sacudió la cabeza-. He alquilado una.

Ness: ¿Por mí? -le preguntó sinceramente-. Zac, no hace falta que te vayas. Yo...

Él ya estaba bajando las escaleras.

Zac: Yo no puedo. ¿No puedes dejarlo como está?


No, se dijo ella. No podía. No cuando se trataba de su futuro y del de él. Él había dicho que quería casarse con ella. No podía olvidarse de los sentimientos que eso suponía, ¿o sí?




¡Solo queda un capi!
¿Os ha gustado este?
¡Seguro que sí!
Comentadme mucho y pondré el último prontito.
¡Bye!
¡Kisses!


2 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

Pobre del bebe :/ me dio un susto
siguela..
como que falta un capitulo?
OMG
espero que acepte quedarse con Zac...
siguela
X0X0X0X0

Anónimo dijo...

Aaaaah me encanto, pobre bebee.
Y solo un capitulo falta?.
Siguela pronto

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