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lunes, 7 de mayo de 2012

Capítulo 6


Tendría que hacer que le revisaran la cabeza. Debería haberse negado educadamente. No podía liarse con Zac Efron.

Vanessa guardó los bocadillos en la nevera portátil y buscó los zumos y las manzanas. A Michael le encantaban las naranjas cortadas en trozos pequeños, pero no podía masticar las fibras. Empezó a pelar una naranja sin poder quitarse a Zac de la cabeza. Él nadaba en la abundancia. Ella hacía malabarismos con el dinero para no perder la casa familiar. Zac pensaría que solo buscaba su dinero. Todo el mundo lo pensaría y eso era lo que más le espantaba.

Cuando se casó con Mike, supo lo que decían a sus espaldas. Supo que decían que iba detrás de su dinero, que sabía lo que le convenía, que algo ha­bría hecho para que él se casara con una mujer tan poco adecuada...

Entonces no hizo caso porque amaba a Mike y eran tan felices que los insultos le resbalaban. Además, Penny también la quiso desde el principio. Penny había quitado importancia a las habladurías con historias muy divertidas de las personas que las decían.

Sin embargo, no quería volver a pasar por lo mismo. A pesar de la protección de Mike y Penny, aquellas actitudes se habían clavado muy profundamente en el corazón de una joven sensible. Ade­más, en ese momento, no estaba sola, también tenía que tener en cuenta a Michael.

Metió los trozos de manzana y naranja en un recipiente .¿Qué faltaba? Unos aperitivos de jengibre que había hecho Amy, apio picado y las bebidas.

Todo lo que hiciera se reflejaría en su hijo, pensó mientras guardaba unas servilletas y ce­rraba la bolsa. Estaba decidida a que él creciera sin sobresaltos y a que se sintiera una parte del mundo de su padre. En sus planes no entraba tener un romance desenfrenado con un soltero millonario.

Sería desenfrenado, pensó con un estremecimiento al acordarse del brillo ardiente y azulado de los ojos de Zac la noche anterior. La había mirado como si hubiera querido tumbarla allí mismo. Si no hubiera estado Michael, quién sabe qué habría podido pasar.

Sin embargo, Michael había estado allí. Sonrió levemente al recordar al enorme hombre rubio y al niño de cabellos casi blancos en la mecedora.

Le resultó imposible no pensar que parecían un padre y su hijo. Era posible que Zac no su­piera nada de niños, pero si no le gustaba Mi­chael, era un actor digno de un Oscar.

Penny: ¡Aquí está! -exclamó con voz cantarina mientras entraba en la cocina con Michael-. Mamá ya ha preparado la comida.

Ness: Gracias por vestirlo. ¿Seguro que no quieres venir?

Penny sonrió. Parecía como si se le hubiera pasado el disgusto de la noche anterior.

Penny: ¿Desde cuándo me han gustado las comidas campestres? Hormigas, moscas, sentarse en el suelo... -hizo un gesto burlón-. No, gracias. Además, tengo una reunión para estudiar la decora­ción del asunto lirio.

El asunto lirio era un baile y cena benéficos para el albergue de mujeres. Se celebraba todos los años en junio y las mujeres del comité organizador llevaban lirios de los colores más deslumbrantes.

Vanessa suspiró.

Ness: Estoy nerviosa por estar solo los tres.

Penny: No tiene nada de malo -la tranquilizó-. También tienes derecho a salir con alguien de vez en cuando.

Ness: No voy a salir con alguien -afirmó tajantemente-. Solo... vamos a ir juntos. Ni siquiera estoy segura de cómo me persuadió.

Penny se limitó a sonreír.

Penny: Es un hombre muy atractivo. Quizá debieras salir con él.

Ness: No me interesa salir con nadie. Os tengo a Mi­chael y a ti, ¿para qué quiero más?

El rostro vivaz de Penny se puso serio.

Penny: A mí no me tendrás siempre, cariño, y Michael crecerá y hará su vida antes de que te des cuenta. Eres joven y tienes muchos años por delante.

La verdad era que no podía rebatir aquello.

Ness: Solo es algo circunstancial -dijo para intentar convencerse tanto como para intentar convencer a Penny-. En cualquier caso, pensaba salir a comer en el campo con Michael.

Penny volvió a sonreír.

Penny: Que os divirtáis -sonó el timbre de la puerta como si estuviera ensayado-. Yo abriré.

Vanessa tomó aire y comprobó que llevaba los pañales por si acaso. Al cabo de unos instantes, Penny volvió por el vestíbulo con Zac pegado a sus pies.

Penny: ...no hay caballos en los establos desde hace un año. Vanessa los vendió después del acci­dente de Mike. Dijo que le daba pena ver al pobre Spurce y que nadie lo montara.

Vanessa pensó que además costaba una fortuna mantenerlos y se preguntó cómo habrían tardado tan poco en hablar de ese asunto. No quería que Penny hablara de sus preocupaciones persona­les con Zac.

Ness: Hola -hizo un esfuerzo para mirar a Zac con una sonrisa amistosa pero impersonal-. ¿Preparado para salir al campo?

Zac: Preparado para cualquier cosa. Yo conduciré. ¿Has pensado en algún sitio?

Ella arqueó las cejas.

Ness: Ah, yo había pensado en no salir de la finca. Hay sitios muy bonitos.

Zac: De acuerdo -pareció sorprendido, pero se re­compuso inmediatamente y agarró los bártulos-. Tú diriges, yo seré la mula de carga.

Ella no pudo evitar una sonrisa.

Ness: No consigo imaginármelo.

Penny: Adiós -se despedía de ellos con la mano mientras salían por la puerta de la cocina-. Que lo paséis muy bien. No os olvidéis de la crema para el sol.

Ness: Ya nos hemos puesto -le tranquilizó-.

Penny: Y del sombrero de Michael.

Ness: Lo tengo. Si vinieras con nosotros podrías en­cargarte de que no se quemara.


La sonrisa de Penny se tornó malévola.

Penny: No, gracias. Cuando volváis, yo estaré tan contenta con el aire acondicionado.

Zax: ¿No le gusta comer en el campo? -le preguntó mientras seguía a Vanessa por el césped-.

Vanessa había puesto el sombrero a Michael y lo había dejado en el suelo. Zac también iba cubierto. Se había sacado una gorra del bolsillo trasero del pantalón y se la había puesto nada más salir al exterior. Tenía casi toda la cara en sombra. Los ojos eran de un azul brillante debajo de la visera.

Ness: Penny no es una persona muy aficionada a estar al aire libre. Le gustan las flores, pero solo si hay alguien que las planta y las cuida.

Zac se rió.

Zac: El síndrome de la riqueza, ¿no?

Ness: Mmm. Penny viene de una familia rica y cuando se casó con el padre de Mike recibió una he­rencia de su abuela. Aparte de la fortuna de los Hannigan, naturalmente.

Zac: Naturalmente -dijo con una sonrisa forzada-.

Ness: Supongo que por eso no es muy realista sobre el dinero. Parece no saber lo que es ajustarse a un presupuesto.

Zac: Así que tú te ocupas de los asuntos económi­cos desde que murió tu marido.

Ella lo miró asombrada.

Ness: Sí, claro, pero normalmente no me importa.

Zac: ¿Cómo has conseguido saber tanto de cuestiones económicas? Tú te licenciaste en literatura inglesa.

Ness: ¿Por qué lo sabes?

Se quedó clavada en medio del camino. Estaba completamente segura de que no se lo había dicho.

Él también se paró con una expresión que ella no supo interpretar. Se encogió de hombros y sonrió.

Zac: No lo sé.

Zac volvió a ponerse en marcha lentamente, pero el humor de ella había cambiado. No sabía por qué, pero notaba una profunda sensación de intranquilidad. No era miedo, sino un sexto sentido que le decía que algo no iba bien.

Zac: Vanessa... -chasqueó los dedos delante de ella-.

Ness: Perdona -no sabía qué le preocupaba y hizo un esfuerzo para olvidarse de ello-. ¿Por qué no ponemos la manta aquí? Hay una sombra muy buena debajo de ese árbol.

No quería hablar de su situación económica con Zac y ese sitio era muy bonito.

Era un cálido día de junio y el pequeño claro estaba oculto de la casa por unos frondosos árboles floridos. Michael fue tras una pelota que Zac le había lanzado y al cabo de unos minutos le en­señó a darle patadas. Michael hizo un afortunado lanzamiento que mandó la pelota bastante lejos. Zac fue a recogerla y Vanessa lo observó mien­tras volvía haciendo algunos trucos con ella, como avanzar golpeándola con la rodilla y sin dejarla caer al suelo.

Se tumbó de costado para verlos jugar. Zac era paciente y animaba a Michael.

Se volvió hacia Vanessa.

Zac: ¿Has visto? -le preguntó cuando el niño volvió a dar otra buena patada-. Es un atleta.

No esperó a que ella respondiera y se concentró en su hijo. Vanessa lo observaba pensativa. Él lo había dicho con un tono de verdadero orgullo. Como si las habilidades de Michael fueran un motivo de orgullo personal. Sin embargo, no había visto a su hijo más de un par de veces y apenas conocía a ninguno de los dos. Pero ella también se sentía como si lo conociera y pudiera hablar con él como no lo había hecho con nadie desde la muerte de Mike.

Después de un rato, Michael perdió el interés por la pelota y empezó a dar vueltas en círculo hasta que cayó sobre la hierba entre risas.

Zac se tumbó en la manta junto a ella y Vanessa se sentó rápidamente.

Zac: Es fantástico -le dijo mientras se quitaba la gorra y se pasaba los dedos por el pelo-. Dentro de unos años será una estrella del fútbol.

Ness: Me preocupa qué pasará cuando crezca -reco­noció-. Yo no puedo enseñarle las cosas de chicos que tendrá que saber. Siempre fui a colegios de niñas.

Zac se rió, pero los ojos expresaban comprensión.

Zac: No creo que debas preocuparte. Es posible que Michael no tenga la figura de un padre, pero tendrá muchos modelos de comportamiento masculino si haces que practique deportes y otras acti­vidades. Además, tiene lo más importante: un hogar estable donde lo quieren.

Ness: Es un consuelo. Espero que tengas razón -sabía que seguiría preocupándose, pero se acordó de que él lo decía por experiencia propia-. Supongo que sabes lo que dices porque te criaste de forma parecida y has salido normal.

Zac arqueó las cejas y se volvió para mirar al niño.

Zac: Hay algunos parecidos entre la infancia de Mi­chael y la mía -hizo un gesto para señalar todo lo que los rodeaba-. Michael nunca tendrá que preocuparse sobre si podrá pagar el alquiler o comprar comida.

Vanessa pensó que no lo haría si ella podía evitarlo, pero también pensó que no podía permitir que él pensara que ella se había criado rodeada de riqueza.

Ness: Antes me preguntaste cómo había aprendido a administrar el dinero -arrugó la manta entre los dedos-. Yo tampoco vengo de una familia rica.

Él pareció sorprendido.

Zac: ¿No? -tenía una sonrisa torcida-. Te has adaptado bien.

Ness: Como tú -inclinó un poco la cabeza-. Mi padre era bibliotecario en
la Universidad de Mary­land. No iba a hacerse rico con su sueldo, pero tendríamos que haber vivido sin apuros. No lo hicimos -lo dijo inexpresivamente-. Pronto aprendí a abrir el correo y a ocuparme de que mi padre pagara las facturas. Era la única forma de que no nos cortaran los suministros -sacudió la cabeza-. Sabía cuándo le pagaban y hacía que me diera dinero para la comida y la renta. A veces me sor­prendía y llegaba a casa con lo que él llamaba una paga extra. Me lo daba para que me comprara ropa, pero yo lo ahorraba para las semanas que no llevaba dinero suficiente.

Los ojos de Zac empezaban a reflejar comprensión.

Zac: ¿En qué estaba metido?

Ness: Juego. Cuando murió, encon­tré todo tipo de boletos de apuesta en su despacho. Yo ni siquiera sabía qué eran hasta que me lo dijo Mike.

Zac: Tuvo que ser difícil de asimilar -le pasó una mano por la espalda para consolarla-.

Sin embargo, ella estaba muy sensible y se le aceleró el pulso ante el contacto. Ella, fastidiada por su incapacidad para dominar sus reacciones, se agitó, se quitó la mano de encima y se tumbó de espaldas apoyada en los codos.

Ness: Lo fue. Yo adoraba a mi padre. Fue espantoso verlo desde una perspectiva nueva.

Se quedó en silencio mientras contemplaba el pasado. Zac no dijo nada, no se movió ni volvió a tocarla. Se quedaron mirando a Michael mientras los pájaros cantaban y la paz le aliviaba heridas abiertas en las que no había pensado desde hacía varios años.

Zac: ¿Por qué me has contado todo eso? -le preguntó al cabo de un rato-.

Ella se sorprendió.

Ness: Yo... la verdad es que no lo sé... Me imagino que pienso que es importante que entiendas que no soy una niña mimada -lo dijo antes de pensar lo que estaba diciendo-.

Zac la miró.

Zac: Para mí es importante entenderte -le cogió la cara con una mano y le levantó la barbilla mientras se inclinaba hacia ella-. Que conste -le susurró-, nunca te habría calificado de niña mimada.

Ella cerró los ojos mientras las bocas se acercaban. Notó los labios cálidos y firmes que la seducían hasta que ella correspondió al beso, se estrechó contra él y le rodeó los hombros con los brazos. Él le separó los labios e introdujo la lengua entre ellos. Vanessa notó que el vientre empezaba a bullirle y la cordura la abandonaba.

Ness: Michael... -consiguió farfullar-.

Zac apartó la cabeza bruscamente y se incor­poró.

Zac: Perdona.

La cabeza de Vanessa cayó como una flor de­masiado pesada para su tallo y se apoyó en el pecho de él para absorber su aroma limpio y masculino.

Ness: No ibas a tocarme, ¿lo recuerdas? -lo dijo con la voz entrecortada-.

Él se aclaró la garganta.

Zac: Lo recuerdo -el tono era serio y denotaba cierta recriminación-, pero me cuesta mantenerme lejos -se apartó un poco para mirarla a los ojos-. Pienso en ti todo el rato.

Ella tragó saliva. Su sinceridad merecía lo mismo de ella.

Ness: Yo también pienso en ti -sonrió, pero le costó mucho hacerlo-. No estoy preparada... pero cuando me tocas, me olvido de todo.

Los ojos de Zac se oscurecieron.

Zac: Si estuviéramos solos -dijo con una voz pro­funda-, estaría tentado de aprovecharme de lo que acabas de decir -levantó la mano-. Te acariciaría ahí... -le pasó los dedos por los pómulos y las mejillas- ...y ahí -bajó los dedos por el cuello y el pecho hasta alcanzar un pezón duro. Ella contuvo un jadeo al sentir una punzada de placer en las entrañas-. Deslizaría mi mano hacia aquí -los dedos llegaron hasta el vientre- y, sin duda, te acariciaría aquí -un dedo muy largo entró entre sus piernas y presionó con firmeza sobre la carne palpitante que solo cubrían los pantalones cortos y la ropa interior-.

Ness: Para -dijo con voz entrecortada mientras lo agarraba de la muñeca y le apartaba la mano-.

Él sonrió sin apartar la mirada de sus ojos.

Zac: Y luego.. -dio la vuelta al brazo y agarró la mano de Vanessa con la suya- ...te tocaría a ti acariciarme. -La posó sobre su erección. Ella volvió a jadear al sentir la reacción del cuerpo de Zac. Sus dedos se curvaron automáticamente para abarcarlo y Zac dejó escapar una sonido de puro anhelo masculino. Él le apartó la mano y se la besó antes de entrelazar los dedos-. Pero no lo haré porque no estás preparada.

Ella se aclaró la garganta porque no sabía si le saldría la voz.

Ness: La verdad, es que me parece que sí lo estoy -levantó la cabeza para mirarlo-. Dijiste que estoy enamorada de mi marido y tenías razón. Una parte de mí amará siempre a Mike, pero ya es un recuerdo. Es hora de avanzar.

Zac resopló, apartó los ojos y se quedó mi­rando al cielo.

Zac: ¿Sabes una cosa? -dijo con tono desenfadado-. Resultas indispensable.

Ella se rió y se disipó la sensualidad que la abrumaba; supuso que él lo había hecho intencionadamente.

Ness: Tú tampoco te quedas corto.

Zac sonrió y unas profundas arrugas surcaron sus mejillas.

Zac: ¿Seguro?

Michael se acercó corriendo y ella empezó a sa­car la comida mientras agradecía la posibilidad de recuperar el equilibrio.

Después de comer, Michael empezó a dar cabe­zadas y se fueron a la casa para que pudiera dormir la siesta. Zac se empeñó en llevar al niño y que Vanessa se hiciera cargo de la cesta vacía. Los siguió por el césped y se sintió emocionada al ver a su hijo dormido en brazos de Zac.

Ella no era una persona que improvisara, pero decidió que no iba a pensar mucho en a dónde llevaba todo aquello. Había demasiados factores y obstáculos como para siquiera soñar en el futuro.

Sin embargo, ¿cómo no iba a haber un futuro con Zac en él? Hacía unas semanas, ella no podía imaginarse que volvería a amar. En ese momento, tenía miedo de que le estuviera ocurriendo exactamente eso.


Durante la semana siguiente, Vanessa lo in­vitó a una barbacoa por la tarde, a otra comida en el campo y a dos cenas familiares. Por las noches, Penny se llevaba a Michael para bañarlo después de la cena y les daba un momento de intimidad que Zac anhelaba como un preso su día libre.

Sabía que lo que hacía estaba mal. La había mentido, más o menos, y había esperado demasiado tiempo como para decirle la verdad. Ella lo odiaría si alguna vez descubría la verdad.

No podía durar. Había sido el primer hombre en tocarla desde la muerte de su marido. Un día, ella se daría cuenta de que solo era un hombre normal y corriente y ella seguiría adelante. Un día, todo terminaría y él desaparecería de su vida, pero hasta que llegara ese día, él no tenía fuerzas para dejarlo.

Solo podía pensar en Vanessa. En su melena brillante sobre la espalda las pocas veces que no lo llevaba agarrado; en la tensión de los músculos de sus piernas largas y esbeltas cuando se agachaba para coger a su hijo en brazos; en su trasero pequeño y delicado dentro de los pantalones cortos; en la forma que tenía de inclinar levemente la cabeza cuando le sonreía; en la forma de besar a su hijo en la cabeza; en el brillo burlón de sus ojos cuando le tomaba el pelo; en su decisión de mantener la única vida que había conocido su suegra; en el suave movimiento de sus labios cuando la besaba y en su cuerpo entre sus brazos; en la necesi­dad que tenía de tumbarla en el suelo y desnu­darla para disfrute de su vista, su boca y sus manos.

Una noche, después de que Penny se hubiera ido a acostar a Michael, él esperó a que Vanessa fuera con él a la sala. Se habían acostumbrado a ver las noticias y comentarlas... y a besarse. La vio acercarse y pensó lo curioso que era que el momento más esperado del día era cuando ella se sentaba en el sofá y él le rodeaba los hombros con el brazo. Era muy afortunado y había estado a punto de echarlo a perder con el estúpido comentario sobre el día que se licenció. Todavía no sabía por qué lo había dicho, pero mientras lo hacía, tenía una imagen mental muy clara y precisa.


« ...llevaba el birrete y la toga y corría sonriente hacia él mientras agitaba el diploma. El extendió los brazos y ella se arrojó a ellos para besarlo entre risas y gritos.

Ness: Lo único que habría hecho que este día fuera mejor habría sido que estuviera papá.

Mike: Lo sé -le secó las lágrimas con los pulgares y volvió a besarla-. Ojala estuviera, pero ya sabes que yo siempre me ocuparé de ti».


Al acordarse, él notaba una sensación de inquietud. Había empezado a recordar más cosas y más claras, quizá pudiera explicarse
racionalmente. La mayoría de las veces se negaba a pensar en ello, pero otras, se adueñaba de su cabeza y no podía evitarlo.

Como cuando jugó a la pelota con Michael. Sintió una emoción muy intensa cuando le gustó al niño. Quizá, demasiado intensa. Como si la parte de Mike Hannigan que habitaba en él estu­viera orgullosa de la hazaña de su hijo. Como si Mike siguiera decidido a seguir en aquella familia de la única forma que podía hacerlo.

Hasta que Vanessa se sentó, se acurrucó en sus brazos como si lo hubiera hecho siempre y todos los pensamientos que no fueran ella se desvanecieron en el aire.

Zac: Hola -el se volvió y le dio un beso debajo de la oreja-. ¿Ha ido todo bien durante el baño?

Ness: Perfecto.

Ella inclinó un poco la cabeza para que él llegara mejor al cuello. Zac le cogió la cara con la mano, la giró hacia sí, la besó en los labios y sintió una satisfacción inmensa cuando ella se dejó llevar con un murmullo de placer. La tumbó en su regazo, se inclinó sobre ella y la besó profunda y repetidamente, hasta que ella solo buscaba su boca, hasta que los dos solo intentaban tomar aliento como si corrieran un maratón por parejas.

Zac le acarició la cadera, le cogió un pecho en la mano y notó el pezón erguido a través del sujetador. Se había prometido no introducir la mano entre su ropa ni mucho menos desnudarla en su casa. No sabía el motivo, pero para él era importante y noche tras noche se aferraba a su promesa aunque hubiera veces que apenas podía pensar siquiera. Su erección era tal que le dolía y la cadera de Vanessa contra ella era el tormento más embriagador que podía imaginarse. Sin embargo, no iba a correr el riesgo de que entrara Penny y se encontrara con que algo se le había escapado de las manos. Sabía que si se dejaba llevar por sus sueños y sus fantasías, nada podría detenerlo.

Le dio un último beso y sus caricias pasaron de los pechos al hombro para apaciguarse un poco.

Zac: Debemos estar locos para torturarnos de esta forma.

Ness: Posiblemente. Seguramente.

Ella seguía sobre su regazo con el pelo despeinado y los labios rojos por los besos.

Zac: Nunca me habría imaginado que a los veintiséis años estaría pelando la pava en la sala con mi no­via y atento a que pudiera aparecer su madre.

Vanessa se rió.

Ness: Primero, no es mi madre; segundo, no pelas la pava, ya lo has conseguido -levantó la cabeza-. ¿Soy tu novia? No sé por qué, pero me cuesta imaginarme como madre y novia. Las madres no salen con chicos.

Zac: Tienes que aceptarlo -le dio un beso en la punta de la nariz-. Hablando de salir, ¿te gustaría ir a cenar o al cine el viernes por la noche?

Ante su sorpresa, ella dudó.

Ness: Podrías venir a cenar aquí -le ofreció como alternativa-.

Él la miró fijamente con todos los sentidos alerta. Había algo que iba mal. Ella se había distanciado ligeramente, aunque él no sabía el motivo de aquella reacción.

Zac: He venido a cenar unas cuantas veces -dijo cautelosamente-. Había pensado que podría estar bien arreglarnos un poco y salir por ahí.

Ness: Yo prefiero una velada tranquila en casa. Estoy un poco cansada con el trabajo, las obras de caridad y las responsabilidades familiares. Necesito tiempo para acostumbrarme al cambio. ¿Te importa?

Claro que le importaba, pero no parecía el momento adecuado para ser sincero.

Zac: No. No me importa, pero podría cocinar yo para variar. Ya había pensado en organizar una cena en esa terraza tan deliciosa que hay en la parte de atrás de la casa de invitados.

Ella sonrió y se relajó inmediatamente.

Ness: Sería fantástico. ¿Me dejarías llevar algo?

Él negó con la cabeza y perplejo por cómo se había disipado la tensión de su cuerpo. Repasó mentalmente la conversación para ver si conseguía saber qué había pasado.

Zac: Solo quiero tu presencia.


Por lo menos estarían solos. Solo de pensarlo, su cuerpo se olvidó de que tendría que estar sosegándose
. Había esperado sinceramente salir de allí antes de que apareciera Penny, pero se quedaría un rato más.




¡Que bonito este capi!
Tenéis que comentar más, porfi.
Apenas veo comentarios, y no sé si es porque no tenéis tiempo o porque no os está gustando la nove.
Pero, si es por el tiempo, me conformo con comentarios cortos.

¡Bye!
¡Kisses!


2 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

Awwwwwwwwww que hermoso capitulo
me ha gustado
ya han avanzado...
son tan lindos..
hahah
espero que al estar solos todo mejore..
siguela
si me demoro en contestarte es por tiempo ;)

Anónimo dijo...

Aaaaaw me encanto este capi, lo ame.
Esta nove es lo mas.

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