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miércoles, 8 de febrero de 2012

Capítulo 3


Había días mágicos en los que todo parecía ir bien. Vanessa había experimentado muchos de ellos en sus quince años de experiencia teatral. La misma obra podía funcionar una noche, ser un desastre otra y magnífica la siguiente.
Pero aquella no era una de esas noches en las que había química entre los actores y el público. El teatro tenía medio aforo, lo cual no estaba mal teniendo en cuenta la crisis económica de la región y los comentarios críticos que los actores habían dedicado al pueblo. El público tardó en reaccionar, pero los actores coincidieron en opinar que habían conseguido conquistarlo.
Al menos a la mayoría. Vanessa había visto a Zac y no parecía demasiado entusiasmado. Por la mañana había salido el cuarto del baño furioso y Joyce Clements lo había provocado con el descaro de alguien que lo conocía desde su infancia. Era prima de su madre y su ama de llaves, y aunque había ido a llevarle el desayuno por una devoción maternal, parecía encantada de haberlo descubierto haciendo algo indebido. También a Vanessa le gustó descubrir que no todas las muje­res que rodeaban a Zac eran dóciles.


Joyce: Me siento como Caperucita Roja con esta cesta llena de comida. Pero no estoy segura de quién es el Lobo Feroz -añadió con una risa seca-.

Aparentaba unos sesenta años y su piel, morena por el sol, estaba acartonada. Cuando sonreía, se le marca­ban las arrugas alrededor de los ojos, dándole un as­pecto pícaro.

Ness: No quiero que te hagas una idea equivocada -dijo temiendo que corrieran más rumores en el pueblo sobre la descarada actriz que había llegado al pueblo-. Estaba durmiendo en la furgoneta cuando Zac amablemente me ofreció -se interrumpió para observar la expresión furiosa de Zac mientras marcaba un número de teléfono- cobijo.

Joyce:
Para salvarte de la noche oscura -bromeó usando el tono de una narración infantil-.

Ness: Después fuimos a inspeccionar el incendio y cuando volvimos estábamos tan cansados que debimos... -hizo un amplio gesto con la mano, señalando el diván-.

En ocasiones, la verdad resultaba más improbable que la más increíble mentira.

Joyce le dirigió una mirada penetrante.

Joyce: ¿Fuiste con Zac a ver el incendio en mitad de la noche? No es normal en el Jefe dejar que una mu­jer lo siga.

Ness: No lo seguí. Lo llevé en mi furgoneta.

Zac dejó escapar un bufido.

Zac: Estoy vivo de milagro.

Vanessa empezaba a cansarse de su malhumor.

Ness: Quizá no siempre tengas la misma suerte, Zac.

Joyce la miró con una expresión peculiar, observándola con atención. Vanessa tuvo la sensación de recibir su aprobación.

Joyce: ¿Quieres compartir el desayuno con Zac? Debes de estar hambrienta después de... tanto ejercicio -dijo comenzando a vaciar la cesta-.


Aunque habló en voz baja, Zac la oyó y, mas­cullando algo sobre las amas de llaves que se metían donde nadie las llamaba, salió del despacho. Joyce rió y sacó una caja de cereales y un tostador.

Ness: Es mejor que sepas -dijo sintiéndose abrumada por su generosidad-, que mis actores se han bur­lado de tus cuadros.

Joyce sirvió el té.

Joyce: Ya lo he oído. Sois unos desvergonzados. Pero háblame de ti. ¿Eres de Sydney?

Tranquilizada con la reacción de Joyce, Vanessa le contó detalles de su vida que no solía compartir. Cuando Zac volvió con las manos llenas de grasa y se negó a probar el desayuno, Joyce metió las cosas en la cesta de mala gana y se marchó. Vanessa también recogió sus cosas, ansiosa por marcharse antes de que llegara otra visita. Zac la siguió al exterior.

Zac: ¿Siempre causas tantos problemas? -preguntó al tiempo que sacaba las botas y la linterna de la furgoneta de Vanessa. La de él tenía el capó levantado y parecía abandonada-.

Ness: Supongo que es una pregunta retórica -dijo airada-.

Zac: Antes de que aparecieras mis únicos problemas eran la sequía y los incendios -cerró la furgoneta de un portazo-. Me lo merezco por sentir compasión por ti. Te ofrezco una ducha y ya ves lo que pasa -hizo un gesto con el que incluyó a Joyce, quien se alejaba en un
jeep destartalado-.

Vanessa lo miró despreciativamente.

Ness: Yo no tengo la culpa de que tu furgoneta no funcione, Zac. Y si hubiéramos tenido habitaciones reservadas, tal y como se nos prometió, no habría sido testigo de la llegada de Caperucita Roja.

Zac: Debería haberte dejado dormir en la furgoneta.

Ness: Y no haberte quitado los pantalones.


Zac:
No recuerdo habérmelos quitado -dijo dirigiéndole una mirada furiosa por encima de la furgoneta-.

Ness: Te aseguro que yo tampoco -dijo indignada por el desprecio con que Zac la observaba-. De todas formas, no entiendo por qué estás tan enfadado. Soy yo quien tiene derecho a estarlo. Un hombre puede superar sin dificultad un escándalo de cama, incluso estando a punto de casarse. Pero si se trata de una mujer... -A Zac pareció tranquilizarle el doble rasero con el que se medía el comportamiento de hombres y las mujeres, y se relajó-.
Si encuentras alojamiento para nosotros -añadió-, no tendremos por qué vernos más que lo imprescindible.

Zac: Este es un pueblo pequeño -señaló-. Ya que te importa tanto tu reputación, supongo que puedo contar con tu discreción.

A Vanessa le indignó que pensara que solo su propio interés evitaría que fuera contando lo ocurrido.

Ness: No te preocupes, no pienso contar que el Jefe lleva calzoncillos con un estampado de sombrillas. Y que ronca.

Zac: Yo no ronco -dijo rotundamente-.

Ness: Y hablas dormido -añadió-.

Zac pasó por alto el comentario aunque con cierto nerviosismo, como si le preocupara lo que pudiera revelar en sueños. Era evidente que a la luz del día le irritaba haber expresado la atracción que sentía por ella.

Por eso era comprensible la antipatía que parecía emanar de él desde su butaca en el teatro, alcanzando a Vanessa como un foco de luz desde la tercera fila.

Después de hacer diversas averiguaciones, Zac había comprobado que la compañía de teatro no tenía habitaciones reservadas. Aunque no se había discul­pado, al menos logró que Phil reorganizara a sus clientes habituales de manera que quedaran dos habitaciones libres para las dos noches siguientes. A partir de entonces, Vanessa no tenía ni idea de dónde dormirían, pero su­ponía que Zac se lo diría después de la función.

Cuando salieron a saludar por última vez, miró en su dirección y lo vio con los brazos cruzados, tal y como había pasado toda la representación.

El comité del festival había organizado una recepción después de la obra para que el público conociera a los actores. Vanessa se volvió y vio a Zac sirvién­dose un trozo de tarta. Iba vestido con pantalones grises, camisa azul celeste, corbata de lana y zapatos prácticos. Nada en él era llamativo ni pretendía estar a la moda. Era como una roca inmune al paso del tiempo y Vanessa pensó que probablemente tendría la misma apariencia treinta años después.

Cuando volvió la mirada hacia ella, lo hizo con el aire de quien sabe que lleva un rato siendo observado. Vanessa miró en torno, preguntándose si Scar sería la atractiva mujer de unos veintitantos años que ayudaba a servir el té.

Se dirigió hacia Zac con una taza en la mano. Era la primera vez que lo veía bien afeitado y lo cierto era que tenía un aspecto muy elegante.

Ness: Me ha parecido que eras tú -dio al llegar a su lado-, pero temía que te escaparas otra vez cobarde­mente después de la función antes de decirme donde íbamos a pasar el resto de las noches.

Con tacones estaba casi tan alta como él. Llevaba unos pantalones de color esmeralda y un blusón a juego suelto que disimulaba sus voluptuosas formas. Con vestidos escotados y telas vaporosas resultaba demasiado sensual y Vanessa odiaba dar esa imagen, pero Zac le dirigió una mirada que le hizo pensar que no había logrado su objetivo. No le contestó hasta que acabó la tarta y dio un sorbo al té.

Zac: ¿Cómo que pensabas que era yo? -dijo finalmente, pasando por alto la referencia de Vanessa a la escena con Joyce-.

Ness: Entre el público. Me he dado cuenta que tenía enfrente un muro y al pensar en muros...

Zac: Has pensado en mí. No sabía que sobre el escenario se tenían experiencias extrasensoriales -dijo secamente-.

Ness: Lo cierto es que te he visto -admitió-. Pero a veces se tienen sensaciones casi extrasensoriales. Pue­des llegar a sentir la resistencia que alguien ofrece a dejarse seducir por la obra. O todo lo contrario.

Zac: ¿Qué es todo lo contrario?

Ness: Supongo que la sensación de compenetración -dijo pensativa-. Es difícil de explicar. Como si la comunicación se realizara directamente desde aquí -se puso la mano en el pecho-, y alcanzara al público -la mirada intimidatoria de Zac le hizo pensar que estaba diciendo trivialidades-. Es pura química -concluyó, arrepintiéndose de inmediato de haber usado esa expresión-.


Zac: Respecto a vuestro alojamiento -dijo mirando el fondo de la taza como si estuviera leyendo los posos-.

Ness: No son tiendas de campaña, ¿verdad? -preguntó suspicaz-.

Zac: Vais a tener todo lo que habéis pedido.

Ness: ¿Dónde?

Zac sonrió tímidamente.

Zac: En la granja Falkner. Tendréis cuatro dormitorios y desayuno incluido.

Vanessa frunció el ceño.

Ness: ¿Está fuera de la ciudad? ¿Dónde vamos a ensayar?

Zac: Hay varios edificios, un cobertizo...

Vanessa puso los ojos en blanco.

Ness:
Bueno, supongo que ensayar en un cobertizo no es lo peor que nos podía pasar. Si las cosas nos siguen yendo igual de mal, no me extrañaría que lográramos acabar con la sequía -ante la mirada desconcertada de Zac, explicó-. Sería típico que la primera lluvia llegara el día de nuestra función en el anfiteatro -con la mirada ausente, sacó el mechero y lo acarició-.

Zac seguía todos sus movimientos.

Zac: La lluvia sería una bendición para nosotros.

Vanessa sonrió.

Ness: Me lo imagino. Pero te aseguro que a mi compañía no le gustaría actuar bajo la lluvia.

Zac: No te preocupes, no creo que llueva. De todas formas, nadie se mojaría. Es un espacio cubierto.

Ness: ¿Cubierto? ¿El anfiteatro? ¿No es un teatro natural con asientos excavados en la roca? Rick Jackson me lo dijo por teléfono -miró a Zac con descon­fianza-. ¿Hay algo que deba saber sobre ese lugar?

Zac la observó por un instante, como si midiera la forma en que reaccionaría al oír su respuesta.

Zac: Lo llamamos anfiteatro, pero en realidad se trata de una cueva.

Vanessa lo miró desconcertada antes de volverse a izquierda y derecha para asegurarse de que ningún miembro de la compañía podía oírlos.

Ness: ¿Una cueva? -repitió, acercándose a Zac-. ¿Por qué no lo decía en el contrato?

Zac: Deberías haberlo comprobado.

Ness: ¿Por qué iba a hacerlo? -dijo con voz alterada-. En Sydney a las cuevas las llamamos cuevas, no anfiteatros -le sujetó del brazo-. Prométeme que no le dirás nada a mi gente. Será mejor que yo la inspeccione antes de decírselo, o me dejarán plantada. Y estarán en su derecho.

Zac: Ya veo que sois muy temperamentales.

Ness:
Supongo que si fueran tus hombres, los controlarías con tu fabulosa capacidad de liderazgo -replicó sintiéndose una vez más dominada por una humillante sensación de fracaso-.

Zac miró fijamente la mano de Vanessa, indi­cándole que lo soltara. Evidentemente, le molestaba que la gente viera que una mujer le agarraba con firmeza, y más cuando acababa de pasar la noche con ella, aunque no hubiera ocurrido nada entre ellos.

En ese preciso instante, levantó la vista y dirigió una sonrisa a alguien. Vanessa se volvió para ver quién lograba que su mirada de ojos azules se suavizara. Una mujer joven se separó de un hombre maduro y se dirigió hacia ellos. Una melena corta enmarcaba su rostro de piel delicada. Vestía lujosamente y llevaba joyas de oro. El traje de chaqueta dejaba al descubierto unas piernas largas y esbeltas que llamaban la atención. Al llegar junto a Zac, éste la rodeó por la cintura y ella apoyó la mejilla en su hombro.

**: Zac, ¿nos vamos pronto? Papá tiene que ir a ver a los caballos a primera hora de la mañana y yo voy a volar a Broken Hill para hacer unas compras.

Zac: En seguida, gatita. Dile a John que tengo que ocu­parme de unos detalles -le sonrió con ternura y a continuación miró a Vanessa-. Scar, ésta es Vanessa Hudgens, directora del la compañía de teatro Shoelace.

Scar la miró con el mismo desinterés con que Vanessa se la imaginó mirando los caballos de su padre.

Scar: Ah, sí, tenías un papel pequeño en la obra, ¿verdad? Sobre el escenario parecías mucho más joven. ¿Que seas directora quiere decir que diriges las obras?

Ness: A veces sí. Pero en este caso significa que soy la dueña del teatro. Bueno, yo, el banco y algunos inversores -dijo Vanessa, un tanto desconcertada con aquella jovencita. ¿Cuántos años tendría, veinte, veintiuno? Y Zac tenía veintiocho.
Gatita. Vanessa lo miró y retiro la vista. No era de su incumbencia que Zac tuviera gustos infantiles-. He trabajado en esto desde los doce años y cuando heredé un poco de dinero de mi abuela decidí invertirlo en un teatro.

Scar: Pero supongo que alguien se ocupa de dirigirlo -comento con aire inocente-.

Ness: Lo dirijo yo misma y un personal muy eficiente. En este momento me sustituye una buena amiga.

Scar: ¿Una actriz?

Ness: Podría decirse que sí -dijo secamente, sin sa­ber por qué Scar la irritaba tanto-. Ashley es actriz y bailarina, pero su campo es el maquillaje para efectos especiales.

Scar: Veo que sois muy polifacéticas -dijo logrando que sonara como un insulto-.

Ness: Casi todos los actores suelen serlo. El índice de paro es muy alto y hay que aprender a hacer distintas cosas. Y dime, ¿qué es lo que hace tu padre con los caballos?

La muchacha pareció sorprenderse de que no todo el mundo supiera lo que hacía su padre.

Scar: Cría caballos de pura raza -explicó brevemente-. Si quieres, puedes venir a verlos mientras estás en casa de Zac. Nuestras tierras están junto a las suyas.

Ness: Vamos a alojarnos en un lugar llamado Falkner, no en casa de Zac. ¿Está muy lejos?

Scar dejó escapar una carcajada y apretó el brazo de Zac.

Scar: Falkner es la casa de Zac, ¿no lo sabías?


Ness: ¡¿Cómo?! -miró a Zac-.

Scar: Todo el mundo lo sabe -dijo y se volvió divertida hacia otro invitado para contarle la equivocación de Vanessa-.

Vanessa se mordió el labio inferior. No podía soportar la idea de tener que seguir viendo a Zac. ¿Por qué no se lo había dicho? Scar se alejó de ellos y con ella se fue el último resto de amabilidad de Zac. Miró a Vanessa con expresión severa. Sus ojos penetrantes y sus labios apretados en un gesto le oprimieron el corazón.

Ness: No creo que la idea te resulte más desagradable que a mí. Supongo que era la única solución.

Zac: ¿Tú qué crees?

Vanessa sonrió despreciativamente. Estaba segura de que Zac había hecho lo posible por buscarles otro alojamiento.

Ness: En ese caso no me queda más remedio que agradecerte tu hospitalidad, Zac. El único problema es que tengo que estar en el pueblo a primera hora para ensayar con los chicos la ceremonia de apertura. No puedo perder dos horas viajando de un lado a otro.

Zac: Yo también tengo que venir al pueblo -dijo secamente-. Volaremos.

Ness: ¿Volar? -repitió-.

Zac: Sería conveniente que le recordaras a tus empleados que hay peligro de incendio y que tienen que tener cuidado con las colillas y... -miró el mechero que Vanessa seguía acariciando compulsivamente-, con cual­quier llama, por pequeña que sea. Tenemos el agua justa y hay que racionarla. Además, hay ciertas áreas de mi propiedad de acceso restringido. Si quieren visitarlas, tendrán que pedir permiso. ¿Está claro?

Vanessa le dirigió una mirada rabiosa.

Ness: Creo que te has explicado perfectamente.

Zac
la miró por un instante antes de despedirse con una inclinación de la cabeza e ir al encuentro de Scar y de su padre.

Fuego, agua y Zac. Todos ellos debían ser evitados o consumidos en pequeñas dosis.


3 comentarios:

TriiTrii dijo...

Ya Odio a Scar -,-
Ahora asii vanessa estara bajo el mismo techo que el de zac!
Hahah de seguriiisiimoo pasara algoo'!!! xD
A no ser que Scar haga algo -,-
Pero la atracion es mas fuerte!! xD
Siguellaaa!!! :D
Ya kiieroo saber que pasara en los dias que esten en la casa!!!
Pasate x la mia ;)
Bye!

Abigail dijo...

Awww Scar m suena al hermano malvado y makiavelico d Mufasa en el "Rey Leon" y x muchas razons...y es algo tonta.....m amargo y q divr Zac cn su ropa intrior d sombrillas.....yo tmbn espero q pac algo en la ksa!!!!siguela cuando puedas!!!!

Abigail dijo...

Hola siguela Alice prontito estoy muerta dla impaciencia x q ya estn juntos Zac y Ness y q la odiosa d Scar c valla a comr mosks!!!!

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