topbella

jueves, 23 de febrero de 2012

Capítulo 7


Las estrellas estaban cubiertas por un velo de humo. Vanessa contemplaba el cielo desde el porche. El incendio estaba controlado y en manos de los bomberos. Los voluntarios se habían ido a sus casas, a salvar lo que quedara de sus posesiones. La granja Falkner no había sufrido grandes daños; solo algunos prados quemados.

Era más tarde de la medianoche y solo Vanessa estaba despierta. Después de dormir un par de horas, se había despertado sobresaltada y con un dolor punzante en la quemadura del brazo. Recordaba vagamente cómo ella y Zac habían atravesado las llamas y habían sido rociados de agua. También recordaba haber cantado una canción infantil mientras la llevaban en camilla. Tenía una sensación extraña en la piel por la irradiación del calor, pero gracias a Zac solo había sufrido pequeñas quemaduras y los efectos secundarios de la inhalación de humo.

Algunos de los edificios más representativos de Catastrophe, incluido el ayuntamiento, sé habían quemado. Vanessa había encontrado a Alex y a Joyce en la iglesia, cocinando para los niños evacuados de sus casas.

Joyce: Salchichas y puré de patata -comentó satisfecha-. Resulta que el
gourmet trabajó de cocinero en un café de carretera.

Alex miró a su alrededor con expresión mortificada.

Alex: Los actores no tenemos elección. Pero, por favor, Joyce, necesito cuidar de mi reputación.

Joyce rió y le dio una palmada en la espalda.

Brittany, disfrazada de gato, estaba recogiendo el maquillaje de la compañía de teatro. Varios niños, pintados de ratones, la rodeaban mientras esperaban a que sus padres fueran a buscarlos.

Joyce: Tenía que distraerlos. No puedo soportar a los niños alborotadores. Me muero por un cigarrillo.

Volvieron juntos a la granja, con Joyce. Solo hacía dos días que se habían marchado de allí con sensación de fracaso y ya estaban de vuelta. Contemplando las estrellas entre la neblina, Vanessa seguía teniendo la sensación de que aún quedaba algo por hacer.

El ruido de un interruptor y de unas pisadas rasgó el silencio de la noche. Vanessa entró en la casa para ver quién compartía su insomnio. La luz del despacho de Zac estaba encendida.

Estaba apoyado en un archivador, de espaldas a la puerta, contemplando algo con barbilla apoyada en la mano. Llevaba pantalones cortos y una camiseta de tirantes vieja. Tenía la mano izquierda vendada y el pelo del cabello con algunos trasquilones, allí donde se le había quemado. En el brazo se le veían rasguños y cortes. Pero a pesar de su aspecto descuidado, Vanessa sintió un placer especial en poder contemplarlo sin que él se diera cuenta. Sonrió al seguir con la mirada sus largas y musculosas piernas, sus anchos hombros y su estrecha cintura. Tenía el cuerpo de un atleta sin serlo y Vanessa se dio cuenta de que lo miraba con una mezcla de admiración y ternura.

Zac se incorporó y se volvió bruscamente. Deslizó la mirada por el cuerpo de Vanessa, deteniéndose en su bata de seda blanca. Ella notó la reacción espontánea de su masculinidad y se sintió halagada.

Ness: No podía dormir -dijo con voz ronca-.

Zac: Yo tampoco -dijo sin dejar de mirarla, paralizado. Cuando se movió, se acercó al escritorio, dejó caer algo en un cajón y lo cerró a medias. Estaba tenso-. ¿Quieres tomar algo? -abrió el bar y sirvió dos whiskies-. ¿Qué tal están tus quemaduras? -preguntó, al pasarle el vaso a Vanessa-.

Ness: Me escuecen. ¿Las tuyas?

Él sonrió.

Zac: A mí también. Se me ha quemado el pelo -comentó, pasándose la mano por la cabeza-.

Ness: No te he dado las gracias. Si no hubieras venido a buscarme, no estaría ahora aquí. Te pusiste en peligro por mi culpa. Lo siento.

Zac: No hace falta que te disculpes ni que me des las gracias. Me limitaba a hacer mi trabajo -dijo dando un sorbo al whisky-.

Habló en tono indiferente, evitando cualquier señal de intimidad y Vanessa pensó que la electricidad que sentía en el aire debía de ser producto de su imaginación.

Ness: De todas formas, gracias por haber hecho tu trabajo tan bien.

Zac: No le des demasiada importancia, Vanessa.

Ness:
Lo siento, pero para mí estar viva tiene mucha importancia.

Zac rió, se pasó una vez más la mano por el cabello y bebió. Cualquiera hubiera dicho que estaba nervioso. Pero Vanessa pensó que debía de ser una reacción retardada de la fuerte impresión que había recibido. Nada más saltar las llamas con ella, había continuado con su trabajo, sin tomarse ni un minuto de respiro.

Zac se sentó en el borde del escritorio y Vanessa se apoyó en el archivador. Sobre él estaba el mapa con las señales rojas que había visto con anterioridad en la oficina de Zac. Apenas hacía una semana y parecía que hacía años de aquello. Junto al mapa había un rotulador rojo. Vanessa lo miró con más atención y vio que había una marca nueva. En Catastrophe.

Ness: ¿Qué significa eso? -pero supo la respuesta antes de oírla-. ¡Claro, es la marca de los incendios! -y por lógica, todas las demás señales también indicaban la existencia de incendios-. ¿Ha habido todos esos incendios? -preguntó, arrugando la frente-. Nosotros hemos
pasado por todos esos pueblos y no recuerdo haber visto nada...

Zac tomó el mapa y lo puso contra la pared, tal y como había hecho en su oficina.

Vanessa se quedó mirándolo. En su cabeza resonaban las últimas palabras que había pronunciado.
Nosotros hemos pasado por todos esos pueblos. Y también en Catastrophe se producía un incendio mientras estaban ellos. Volvió la mirada hacia Zac y recordó la extraña forma en que la había mirado en su oficina. En aquel momento, la observaba cruzado de brazos, pensativo.

Ness: ¿No creerás que...? -dejó la frase en suspenso antes de soltar una carcajada-. Imposible. No puedes creer que haya una conexión entre los incendios y nosotros.
-Zac guardó silencio. Vanessa tomó el mapa y lo miró-. Sé que piensas que somos un desastre -dijo, con una risa seca-. Pero no podemos haber iniciado todos esos fuegos tirando colillas encendidas -miró a Zac con ojos muy abiertos, intentando leer algo en su inescrutable rostro -. ¿Se sabe cómo se iniciaron? -preguntó, con aspereza-.

Zac: Parece que fueron provocados.

Vanessa se quedó atónita.

Ness: Provocados -una cosa era que lo incendios fueran producto de un descuido, pero que alguien los hubiera causado a propósito...-. ¡Pero nosotros somos una compañía de teatro!

Zac: Ha habido un incendio en todos los sitios por los que habéis pasado.

Ness: Solo a partir de aquí -señaló la primera marca roja en el mapa-. Si uno de nosotros es un pirómano, ¿por qué iba a esperar tanto tiempo?

Zac: Ahí comienza la zona de sequía. La tierra está más seca y las temperaturas son más altas. Son las condiciones ideales para prender fuegos.

Ness: No puedes creer que uno de nosotros sea responsable. ¿Quién? ¿Alex? Le espanta el fuego. ¿Brittany? Solo le interesa el de sus cigarrillos. ¿Will? Le vuelve loco la naturaleza.
-Zac la miraba fijamente. Vanessa parpadeó y de pronto palideció-. ¿Yo? -dijo finalmente, dejando escapar una risa cínica. Se sentía humillada por no haberse dado cuenta de que eso era lo que Zac insinuaba-. ¿Sospechas de mí?

Zac: Siempre llevas contigo un encendedor -dijo distante. Vanessa sintió el deseo de darle un puñetazo-. La otra noche insististe en venir conmigo al incendio. Y no dejabas de tocar el mechero.

Ness: Y supongo que esa es una prueba irrefutable de que soy una pirómana -dijo con ironía-.

Zac: En el establo encendiste el mechero junto a material inflamable. Me dijiste que estabas buscando una linterna, pero no la encontramos.

Vanessa lo miró con ojos desorbitados, recordando la brusquedad con la que le había quitado el mechero de las manos. Después se le había caído y no lo habían encontrado. Y desde su desaparición las cosas habían ido de mal en peor.

Ness: ¿Crees que me inventé la linterna? Pues la tenía y la encontré a la mañana siguiente -dijo, acaloradamente-.

Zac no dijo nada, pero la miraba con indiferencia. Vanessa recorrió la habitación a grandes zancadas. Cuando la manga de la bata se le enganchó en el tirador de un cajón, tiró de ella con un gesto impaciente. Las palabras de Zac habían surtido el efecto de un puñetazo a la boca del estómago.

Ness: ¿Pensaste que iba a prender fuego al establo con los caballos dentro? -musitó, tan dolorida porque la creyera capaz de hacer algo así que se revolvió contra él y le sujetó por el brazo-. ¿Piensas que soy capaz de herir a unas inocentes criaturas? -los ojos se le llenaron de lágrimas. Le hubiera gustado gritar, pero la casa estaba sumida en el más absoluto silencio y tuvo que expresar su ira en voz baja, con un tono que fue haciéndose cada vez más grave-. ¿Qué clase de monstruo crees que soy? -le lanzó un puñetazo a la cara, pero él lo esquivó-.

Zac: No te he acusado de nada.

Ness: ¡Ya!

Zac: Solo he señalado que los hechos dan lugar a ciertas... hipótesis.

Ness: Tus hipótesis tienen muchos fallos -replicó-. Yo misma te indiqué que esas marcas rojas señalaban nuestro itinerario. ¿Cómo iba a delatarme a mí misma?

Zac: Eres actriz -dijo mirándola con ojos entornados-. Vanessa, lo único que sabemos es que esos incendios fueron provocados. Se me ha ocurrido una idea que me mantiene despierto... -dijo, en tono misterioso-. Va a haber una investigación y tendré que dar toda la información pueda, incluido el mapa.

Ness: ¿Estás advirtiéndome que me prepare a ser interrogada, Zac? -escupió-.

Zac: Escúchame -dijo ásperamente-. Esto es entre tú y yo. Si no hubieras aparecido en mitad de la noche a espiarme, no habríamos tenido esta conversación.

Vanessa le dirigió una mirada amenazadora.

Ness: Y más vale que siga siendo así. Como manches mi reputación o la de mi compañía, te denunciaré por difamación.

Zac: ¿Por qué os gustan tanto los pleitos a los artistas, Vanessa? -dijo provocándola con su desdén, al tiempo que la sujetaba por los brazos-.

Vanessa sabía que después de lo que acababa de pasar no debía reaccionar al tacto de sus manos, pero aun así, su piel se erizó y su cuerpo deseó apoyarse en el de él. Una oleada de adrenalina la recorrió. Durante lo que pareció una eternidad, ambos permanecieron en silencio, inmovilizados, y sus ojos no podían ocultar el deseo que sentían el uno por el otro.

Ness: Yo... -susurró intentando recordar la pregunta-.

Zac: Era una pregunta retórica -dijo con ojos brillantes-.

Vanessa tenía los nervios a flor de piel. Se oyó un crujido en la casa. Fuera, reinaba el más absoluto silencio solo interrumpido por el balanceo de las hojas de los árboles movidos por la brisa. Pero hasta ese murmullo cesó y Vanessa pudo oír los latidos de su propio corazón. En el aire seguía flotando olor a humo.

Zac: A ti no se te quemó el pelo -comentó con repentina dulzura-.

De tanto gritar, su voz había adquirido una ronquera que causó un cosquilleo en la piel de Vanessa. Pasaron varios segundos antes de que se diera cuenta de que Zac le estaba tocando el cabello, peinándoselo con los dedos. Tomó un mechón y lo observó atentamente.

Zac: La primera noche, cuando saliste de la ducha, me pregunté qué sensación produciría tocarte el cabello -le rozó la mejilla con los dedos y ella apoyó el rostro en su palma-.

Ness: Y yo, cuando te vi con el casco, pensé que estabas calvo -dijo poniéndole las manos en los hombros y deslizándolas por los brazos que tanta admiración le causaban-.

Los ojos de Zac brillaron cuando la atrajo hacia así hasta que sus cuerpos se tocaron. Vanessa contuvo la respiración cuando la estrechó con fuerza por las nalgas y le hizo sentir su sexo entre los muslos. De pronto se apartó de ella bruscamente, dejándola turbada y desconcertada. Vanessa se quedó mirándolo, considerando la posibilidad de rogarle que no se alejara, que la rodeara con sus brazos.

Él la miró antes de cerrar la puerta.

Zac: ¿Creías que iba a marcharme? -dijo, atrayéndola hacia sí. Se apoyó en el escritorio y la sujetó entre las piernas, besándole el cuello-.
No podría irme ni aunque quisiera -dijo, sin separar la boca de su piel-.

Siguió el cuello de la bata y le desabrochó el cinturón, dejando al descubierto los voluminosos senos de Vanessa. Los tomó en sus manos y se los acarició, logrando que Vanessa olvidara la vergüenza inicial que siempre sentía cuando mostraba sus senos.

Zac se agachó y tomó uno de sus pezones en
la boca, succionándoselo y mordisqueándolo de manera que una corriente eléctrica la recorrió de arriba abajo. Vanessa se apoyó en los muslos de Zac y etshó la cabeza hacia atrás.

Ness: Efron -susurró-.

Zac: ¿Por qué nunca me llamas Zac? -dijo levantando la cabeza sin dejar de acariciarle los senos-.

Ness: Zac, Zackary. Efron -musitó con voz entrecortada mientras él seguía acariciándola y mirándola con expresión triunfal-.

Pero también ella tenía el poder de seducirlo. Acarició los músculos de su espalda, deslizando las manos por debajo de su camiseta para acariciarle el pecho y el estómago. Le besó la base del cuello, dibujando con su lengua la línea del hombro y logrando despertar un temblor en él. Se apretaron más y más hasta que la sensualidad de las caricias recibidas se hizo tan intensa como la de las dadas. Zac masculló algo y se quitó la camiseta. Con los ojos entornados, Vanessa pudo admirar la belleza de su torso.

Ness: Tienes un cuerpo fabuloso -dijo con voz ronca, besándole el pecho-.

Apoyó las manos en lo alto de los muslos de Zac y las movió hacia el centro, sintiendo contra su palma la fuerza y el tamaño de su excitación. Zac se sacudió como si hubiera recibido una descarga eléctrica. Vanessa sonrió, observando sus manos sobre el cuerpo de él y se estremeció de deseo cuando Zac dejó caer la bata al suelo y se quedó ante él, con unas braguitas negras. Instintivamente, se cubrió los senos con las manos.

Zac: Vanessa, ¡eres maravillosa! -susurró besándole el cuello-.

Ella le desabrochó los pantalones. Tenía la sensación de haber esperado toda la vida a sentirse tan libre y desinhibida. Después de haber atravesado las llamas con él, parecía que todo era posible. Mientras él se bajaba la cremallera, ella rodeó el escritorio para mover la lámpara.

Ness: La luz me da en los ojos -explicó, consciente de que Zac no le quitaba los ojos de encima-.

Al mover la lámpara, Zac quedó iluminado por un instante antes de sumergirse en la penumbra. Cuando Vanessa se volvió hacia él a cámara lenta, se golpeó contra el cajón y al bajar la vista descubrió en él su mechero de oro.

Ness: Mi amuleto -musitó con una sonrisa débil, sacándolo del cajón-. Empezaba a creer que se lo había tragado uno de tus caballos -dio un paso más hacia Zac y de pronto se detuvo. ¿Desde cuándo estaba en su escritorio? Miró el encendedor y lo hizo girar en la mano sintiendo solo una fracción de la alegría que debía haberle producido encontrarlo.
Lo he buscado en el establo. ¿Desde cuándo lo tienes?

Zac se llevó las manos a las caderas, agachó la cabeza y frunció el ceño.

Zac: Pensaba mandártelo.

Ness: ¿De verdad?

Zac apretó los labios.

Zac: Uno de mis hombres lo encontró la mañana que te fuiste. Te lo hubiera dicho de no haber estado tan ocupado con el incendio.

Ness: Pero esta noche te has acordado -Era el mechero lo que Zac había metido en el cajón al oírla llegar-. ¿Lo estabas mirando junto con el mapa para reforzar tu hipótesis? ¿Lo considerabas la prueba número uno?

Zac: Solo estaba mirándolo -dijo a la defensiva-. Y
preguntándome si aún estarías despierta... Y si podría usarlo como una excusa para ir a verte a tu dormitorio.

El placer que Vanessa podía haber sentido con aquella declaración fue neutralizado por el desprecio hacia si mismo con el que Zac se había expresado. Estaba claro que se despreciaba por desearla. Vanessa sintió un escalofrío. Y probablemente también la despreciaba a ella por tener el poder de hacerle actuar como a un muchacho.

Su desnudez la avergonzó repentinamente. Se cruzó de brazos para cubrirse. Zac la observaba con una sonrisa desdeñosa, con las manos en jarras y el peso apoyado en una pierna, todos sus músculos en tensión, poderoso como una magnífica escultura. Y sin embargo, era capaz de acariciar con la delicadeza de una pluma. Y su boca, tan dura y despectiva, podía besar con ternura. El recuerdo de sus caricias hizo que el cuerpo de Vanessa reaccionara. Pensó en el placer de explorar su cuerpo y
de besarlo y acariciarlo, y una poderosa punzada de dolor y arrepentimiento la atravesó, pues sabía que con que dijera las palabras adecuadas, Zac iría hasta ella, posaría sus poderosas manos sobre su cuerpo y le haría el amor.

Zac esperó en silencio. Y Vanessa no fue capaz de decir las palabras mágicas. Acababa de recordar a Scar. Scar, la mujercita ante la cual lo que pasaba entre ellos dos no era más que una química peligrosa y pasajera, como el fuego, que debía extinguirse antes de volver a la vida real.

Tomó la bata del suelo y se volvió de espaldas a Zac para ponérsela. Se sentía humillada.
¿Cómo podía haberse comportado así? Repentinamente, sintió multiplicada la vergüenza que solía sentir por la voluptuosidad de sus formas. Zac debía considerarla una actriz de los sesenta, con sus pronunciadas caderas y sus grandes senos. Frunció el ceño.

Zac: Tengo la impresión de que has cambiado de idea -dijo en tono sarcástico-.

Vanessa se volvió bruscamente.

Ness: No me gustaría que mañana por la mañana te odiaras a ti mismo -dijo, airada. Zac pareció sorprendido. Siempre le irritaba que Vanessa adivinara sus pensamientos. Pero en esa ocasión ella no se alegró de haber acertado-.
Buenas noches, Efron.

Zac: Buenas noches, Vanessa.

Y Vanessa se marchó cuando aún resonaba en sus oídos su voz aterciopelada.


Joyce: Zac y los hombres han ido a reparar algunas casas -explicó a Vanessa cuando la vio por la mañana-. Ya sabes, cambiar ventanas, retejar los tejados. Nunca se sabe cuando puede llover -añadió con una risotada amarga-. En la cocina tenéis té, café y tostadas.

Pero además de eso, Vanessa se encontró a Zac y a Scar, colgada de él.

Scar: Menos mal que estás bien -decía mientras le tocaba el pecho como si quisiera asegurarse de que estaba entero-. Estaba tan preocupada... Habría vuelto antes, pero no pude conseguir un vuelo. Me habría gustado ayudar a papá. Está tan desmejorado...

Zac: Han sido un par de días muy duros. Todos hemos desmejorado, gatita -dijo estrechándola en sus brazos-.

Scar le acarició los brazos de arriba abajo y Vanessa no pudo evitar sentir envidia. Miró a Zac por encima de la cabeza de Scar y éste la miró a su vez, con expresión avergonzada. Solo el aplomo ganado en la profesión evitó que Vanessa diera media vuelta y se marchara. Scar la miró por encima del hombro.

Scar: Hola -dijo con frialdad-. Tengo entendido que habéis sido una grana ayuda durante el incendio. Gracias.

Quizá lo decía sinceramente, pero Vanessa no pudo evitar sentir que Scar la consideraba una extraña. Ver a Scar en brazos de Zac se lo había recordado. La noche anterior formaba parte de los episodios de peligro
en los que la gente era capaz de hacer cosas descabelladas. Pero la vida había vuelto ya a su cauce normal, todo estaba en orden y cada cosa ocupaba su lugar.

Y aquél no era el lugar de Vanessa. Zac dejó a un lado a Scar con delicadeza.

Zac: Vanessa, ¿puedes venir un momento al despacho? El festival ha sido cancelado, pero todavía tenemos que resolver algunos asuntos.

Vanessa lo siguió al despacho en tensión.

Ness: No nos queda nada por hablar, Efron -dijo al entrar, esforzándose por no mirar en torno para no recordar escenas de la noche anterior-.

Zac: Respecto a lo de anoche -se apenó. Fue hasta la ventana y miró al exterior con los brazos en jarras y gesto cansado-. Las circunstancias... Hay cosas que... -se volvió hacia Vanessa, mordiéndose el labio inferior con fuerza-. ¿Cuándo te vas?

La ansiedad explícita de Zac por dejar de verla hizo palidecer a Vanessa. Respiró profundamente para lograr sonar lo más relajada posible.

Ness: Tenemos que revisar los coches. ¿Mañana por la mañana te parece suficientemente pronto?

Zac parpadeó.

Zac: Vanessa, me gustaría explicarte...

Vanessa levantó una mano.

Ness: No hay nada que explicar, Efron. No le demos más importancia. Estas cosas suceden a veces, especialmente en momento de tensión y peligro.

Zac apretó los labios.

Zac: ¿Es eso cierto?

Vanessa describió un círculo con la mano como para quitarle importancia. Tenía claro el tipo de imagen que estaba dando: el de una mujer liberada sexualmente, dispuesta a conseguir placer para luego seguir adelante sin mirar atrás. El tipo de mujer que Zac creía que era y que a ella le horrorizaba, pero que al menos le permitía salir con el orgullo intacto.

Ness: Ha sido una semana extraña, coronada por la locura de anoche, nada más.


Zac: Hubiera sido una locura desde la noche hasta el amanecer si tú no hubieras descubierto tu amuleto -dijo sarcásticamente. Vanessa se sobresaltó y miró hacia el escritorio. El siguió su mirada con expresión satisfecha-.
Nos mostramos muy creativos, ¿no te parece? -dijo, con voz queda-.

Vanessa le dirigió una mirada desaprobadora y recordó haberle dicho que tenía un cuerpo fabuloso. Eso bastaba para demostrar que había sufrido un ataque de locura. Pero para irritarlo, sonrió con el desánimo de una mujer fatal.

Ness: Yo desde luego no me arrepiento de nada -mintió, y por el gesto de Zac supo que había logrado su objetivo-. Ni de haber empezado, ni de haber parado a tiempo.

Zac: Me alegro -cogió el sombrero y se lo puso-.

Vanessa le observó ponérselo con un gesto seguro. Con un movimiento de la cabeza, él le indicó que lo precediera fuera de la habitación, y salieron.

Alex y los otros miraron a Zac con curiosidad al verlo salir de la casa con paso firme y dar un portazo.

Will: Si me doy prisa, podemos salir hoy mismo -comentó-.

A todos les pareció una buena idea y hasta Alex y Brittany ayudaron a poner los vehículos en marcha. Vanessa hizo las maletas con una mezcla de alegría y pesadumbre.

Estaba haciéndose la trenza delante del espejo cuando se abrió la puerta. Su corazón se aceleró hasta que vio que era Scar. ¿Acaso había pensado que podía ser Zac...?

Scar sonrió. Llevaba un traje y unas botas muy caras, varios anillos de oro y distintas pulseras. Entró en la
habitación y la recorrió lentamente, pasando su dedo por todos los muebles

Scar: Sabes que se va a casar conmigo -dijo finalmente, mirando a Vanessa en el espejo-. No quiero que te vayas pensando que tal vez cambie de idea.

Vanessa arqueó las cejas.

Ness: ¿Estás hablando de Efron?

Scar: Me han contado que pasasteis una noche juntos.

Vanessa se ruborizó.

Ness: ¿Quién te lo ha contado?

Scar: Joyce se lo dijo a una amiga mía. Y mi amiga a mí, por supuesto -dijo arrugando la nariz-.

Ness: No ocurrió nada. Solo compartimos un diván.

Scar: No tiene importancia. Todavía no estamos prometidos oficialmente, así que, si quiere, puede tener una aventura.

Vanessa la miró desconcertada.

Scar se acercó a ella sin dejar de tocar los muebles, como si quisiera imprimirles su marca.

Scar: Hay algo entre Zac y tú. Me di cuenta en seguida. Y no me sorprende. Eres la jefa de tu propio negocio, y a Zackary le gustan las personas competentes. -Era la primera vez que a Vanessa se le ocurría que Zac pudiera respetarla por ser competente-.
Y me imagino que le pareces preciosa.

Ness: Tú tampoco estás mal -dijo con sarcasmo-.

Scar se miró en el espejo.

Scar: Sé bien en lo que me meto y lo que supone llevar una casa como ésta. También conozco a los hombres como Zac. Se parece mucho a mi padre. -Vanessa parpadeó sorprendida, preguntándose sí a Zac le gustaría saber que lo comparaban con su futuro suegro-.
Soy la mujer perfecta para un hombre como Zac. Me educaron para serlo. No podría hacer otra cosa ni aunque quisiera.

Una vaga nota de descontento despertó la curiosidad de Vanessa.

Ness: ¿Y te gustaría hacerlo?

Scar:
Ser la señora de Efron me basta -dijo a la defensiva-. Es un reto tan grande como dirigir un teatro. O tal vez más -parecía sentirse molesta-. Pero estoy en desventaja porque Zac no quiere hacerme el amor -añadió con franqueza. La goma que Vanessa iba a ponerse en la trenza se le escapó de los dedos y las dos se agacharon para buscarla. Scar continuó hablando con franqueza-. Tengo la sensación de que papá y él han llegado a un acuerdo. Zac y él siempre han sido buenos amigos así que... -se encogió de hombros-.

Vanessa la miró atónita.

Ness: ¿Quieres decir que tu padre le ha dicho a Efron que no...?

Scar: Aquí está -le pasó la goma-. No creo que se lo haya dicho; es un acuerdo entre caballeros. Zac siempre me dice que soy demasiado joven y que he de esperar a que estemos casados. Lo cual es una estupidez porque no soy tan inocente como él cree. Y Zac es tan atractivo... -Vanessa sintió una punzada de celos. Y eso era probablemente lo que Scar pretendía. Le costaba creer que la joven fuera tan sincera e inocente-.
Solo quería que lo supieras, en caso de que tengas alguna esperanza respecto a Zac.

Ness: No te preocupes -dijo cortante-.

Scar: Zac es muy anticuado. Según papá, es todo un caballero para ser tan joven. Jamás rompería un acuerdo. Ni aun cambiando de idea. Y tiene un compromiso conmigo.

Vanessa recogió su ropa y la metió en la bolsa de viaje. Tener ante sí a aquella jovencita hablando débilmente de Zac como esposo y amante, y advirtiéndola de que se alejase de él era el castigo que se merecía por lo ocurrido la noche anterior.

Ness: Entonces lo mejor será que antes de casarte estés segura de que él es lo que tú realmente quieres -dijo
con frialdad-. Puede que un hombre incapaz de romper un compromiso sea también incapaz de dejar que una mujer se separe de él, incluso aunque ella quiera -se arrepintió del tono sarcástico en que habló y trató de suavizarlo-. Pero espero que seáis muy felices.


Joyce les había preparado comida para el viaje.

Joyce: No hay bizcocho de chocolate -dijo, dirigiéndose a Vanessa-. He tenido la esperanza de que surgiera algo entre el jefe y tú. No puedo creer que realmente piense pasar el resto de su vida con una mujer a la que llama «gatita». ¿Puedo ir a visitarte a la ciudad alguna vez? -Vanessa, desconcertada, le dijo que sí, pero le intranquilizó la posibilidad de que el mundo del campo y de su vida normal se entrecruzaran-.
Al final habéis resultado ser buena gente. Os deberían dar un premio, o las llaves de la ciudad -dijo guiñándoles el ojo-. Aunque no sé si eso tendría mucho valor.

Vanessa dejó escapar una carcajada. Las llaves de Catastrophe. Sería una ironía.

El pueblo parecía desierto cuando lo cruzaron. Una mujer salió de una tienda y los saludó con la mano. Un hombre cruzó la calle. Lo único que se movía eran las pocas banderas que quedaban. Vanessa miró por el espejo retrovisor y vio una de color verde lima.

Sin haberlo pensado, estaba teniendo un día verde.


2 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

hOOOOOOOOOOOOOO
Scar es una excuincla estúpida....
estuvieron a punto de hacerlo y no lo hicieron...
Ash
espero que Zac la alcance y se den la oportunidad....
siguela....
:D

Abigail dijo...

Wow iop d vrdad crei q si lo iban acr!!!!

Dfinitivamnt m cae muy mal la tal Scar c cree lo q todo hombre pudiera desear!!!agh
Siguela cuando puedas!!!!!

Publicar un comentario

Perfil