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domingo, 26 de febrero de 2012

Capítulo 8


Estaba en casa. Vanessa respiró profundamente el olor a sal y contaminación del aire de Sydney y sintió un ataque de nostalgia. El incesante rodar del tráfico, las bocinas de los coches, los chirridos de los frenos. Música familiar y enloquecedora que nunca callaba. Vanessa aireó la casa y fue a hacer la compra, peleándose para conseguir un aparcamiento y teniendo que esquivar otros carros en el supermercado. Se cortó el pelo y fue al gimnasio. Al atardecer, descansó en el porche de su casa, tomando una copa mientras contemplaba la puesta de sol. «Casa»..., se dijo, dando un sorbo y pensando con afecto en aquel conjunto de belleza y fealdad creada por el hombre.

Y sin embargo, algo había cambiado. Una parte de ella tenía otra imagen de lo que era un verdadero hogar: un espacio abierto y silencioso bajo un cielo inmenso. Un lugar en el que la gente medía el tiempo de otra manera, sabiendo que no podían hacer nada por adelantar las cosechas o el nacimiento de los corderos. Permaneció inmóvil, con una calma que nunca había experimentado, contemplando el descenso del sol tras las palmeras y los bloques de oficinas. El campo se había metido en sus entrañas. El campo de Zac. Zac.

Pasaron los días. Vanessa tuvo que ocuparse del trabajo que se había acumulado en su ausencia. Ashley insistió en que fuera a verla a su oficina de materiales teatrales.

Ash: Tengo una colección de efectos especiales fantástica -le dijo, enseñándole un moretón en la mejilla y una
herida de navaja en la mano. Al ver la expresión de Vanessa, añadió-: Hablame de él.

Vanessa rió.

Ness: Sabía que estarías intrigada. Era un verdadero Adonis. Pelo negro y rizado, pestañas larguísimas, ojos azules...

Ashley hizo un gesto de desinterés con la mano.

Ash: No me refiero a él. Me refiero al Jefe.

Vanessa compuso una mueca.

Ness: Ah, él. Ya conoces el tipo: alto, fuerte, machista y nada comparado con su hermano -pasó la hoja de un folleto informativo con gesto distraído-. Uno de esos pretenciosos y arrogantes machos.

Ash: Mi intuición me dice que debía de tener algo más -comentó sirviendo un café a su amiga-.

«Ojos azul cielo. Una voz que producía escalofríos. Una masculinidad capaz de dejar sin aliento...».

Ness: Bueno, me salvó la vida -dijo en cambio-.

Ash: Eso no me lo dijiste en las postales -dijo con gesto preocupado-.

Vanessa sonrió.

Ness: No se suelen escribir esas cosas.
Por cierto, me he quedado atrapada en un incendio y he saltado a través de las llamas con el Jefe. Ojala estuvieras conmigo.

Ash: ¿A través?
-Vanessa le resumió lo ocurrido. El incendio, la confusión, la cría de canguro-. ¿Ibas persiguiendo un canguro? -repitió-.

Ness: Sé que fue una locura -admitió-. Pero acababa de atropellar a uno y no podía dejar morir a otro.

Ash: Por supuesto -dijo con indiferencia-.

Ness: Efron vino a buscarme. Los dos frentes de llamas nos rodearon. Podríamos haber muerto -miró en la distancia. Había soñado con el episodio muy a menudo. Pero en sueños, Zac no llegaba a tiempo-. Me pregunto si el pelo le volverá a crecer.

Ash: ¿Se quemó el pelo?

Ness: Me dio su casco, me roció con agua y avanzó de lado para protegerme del fuego -no se había dado cuenta de ese detalle hasta más tarde-. Y se metió el canguro en el mono.

Ash: ¿Cómo se llama?

Ness: Zac -recordó la única ocasión en la que le había llamado por su nombre y tragó saliva-. Todo el mundo le llama Jefe.

Ash: Mi intuición...

Ness: Supongo que su esposa también lo hará, a no ser que prefiera llamarlo papi -era tan poco propio de Vanessa ser tan sarcástica que se ruborizó-. Se casarán pronto.

Ash: ¿Hay algo que quieras contarme, Vanessa? -preguntó mirándola con interés-.

Ness:
Esa herida de navaja de la que me has hablado...

Ashley suspiró.

Ash: Está bien, sé cuando no debo seguir preguntando.

Ness:
¿Te lo dice tu intuición? -bromeó sonriendo a su amiga-.


Pasó un mes. Noviembre fue seguido del diciembre más caluroso en muchas décadas. Pero los sacrificados Papá Noel se paseaban delante de las puertas de los comercios, mientras los escaparates se llenaban de bikinis y trajes de baño. Era la contradicción propia de las Navidades en el hemisferio Sur. Vanessa fue a pasarlas con sus padres a Melbourne.

A la vuelta, pintó su dormitorio, se apuntó a una clase de aerobic y plantó unas flores. La lluvia había llegado a la costa Oeste y la sequía se había dado por concluida. Catastrophe probablemente estaría celebrándolo. Empezarían los festivales. Tal vez las bodas. Y la vida volvería a la normalidad. Estaba segura de que la gente del pueblo no habría vuelto a pensar en ellos. Especialmente Zac. ¿Pensaría en ella alguna vez? Lo más seguro era que ni siquiera recordara su nombre. Pero ella no podría olvidar el de él. ¿Quién podía olvidar el
apellido de un hombre que no necesitaba ponerlo delante de su propiedad?

El día de Nochevieja vio anunciado el compromiso entre Scarlett Jane Crawford y Zackary David Efron en la columna de sociedad del periódico. Y ese mismo día, cuando estaba agotada con los preparativos de un concierto para el día siguiente,
Steve Efron apareció.

El corazón le latió con fuerza al verlo. No se dio cuenta de que miraba por detrás de él, hasta qué Steve le dijo que había ido solo.

Steve: Mi hermano no está conmigo. -Vanessa se preguntó hasta qué punto todo el mundo asumía que nada de lo que hiciera el Efron pequeño podía suceder sin que lo supiera el mayor-. ¿Puedes darme trabajo, Vanessa? Solo para una temporada, hasta que me establezca. Esta vez me he marchado para siempre.

Ness: ¿Ha sido la perspectiva de la boda lo que te ha hecho decidirte?

Steve se encogió de hombros.

Steve: En parte. Ahora que Zac va a casarse es seguro que jamás me dejará intervenir en la dirección de la granja. Así que ha llegado el momento de irme.

Ness: ¿Has pensado alguna vez que se marcharía?

Steve: Solía hablar de ello. De cuando yo fuera suficientemente responsable como para ocuparme de todo. Pero luego se acostumbró a ser el jefe y nunca querrá dejar de serlo.

A pesar de que no le parecía una buena idea, Vanessa acabó contratando a Steve. Después de todo, le debía un favor, le tenía afecto, y ella necesitaba ayuda.

Ness: Pero hasta que entres en el sindicato lo único que puedes hacer en el teatro es mi café.

Pero a medida que pasaban los días, Vanessa volvió a tener la sensación de haber dejado algo a medias y se preguntó si aquella aparición en su vida de un trocito de
Catastrophe no sería la premonición de que no podía comenzar de cero.

Tres meses más tarde, la premonición pareció haberse cumplido para bien. Steve formaba parte del equipo del teatro y era un trabajador incansable, divertido y servicial. Y Vanessa se dio cuenta de cuánto había echado de menos contar con alguien así durante los años de duro trabajo. Cuando tuvo dificultades para encontrar casa, Vanessa le alquiló el piso de abajo de la suya. Estaba segura de que cuando Zac lo averiguara, pensaría lo peor, pero no estaba dispuesta a preocuparse por la opinión de Zac cuando ya habían llegado a finales de marzo y no parecía haber mostrado el mínimo interés en saber qué estaba haciendo su hermano menor.

Ness: ¿Qué dijo Efron..., quiero decir, tu hermano, cuando le dijiste que estabas trabajando conmigo? -le preguntó a Steve en una ocasión-.

Steve le dirigió una rápida mirada y se encogió e hombros.

Steve Nada.

Vanessa no volvió a preguntar. Era demasiado tentador pronunciar su nombre y averiguar pequeños detalles sobre él. La primera semana de abril, llegó a Sydney otro trocito de Catastrophe.

Una noche fría y ventosa, Vanessa abrió la puerta pensando que se trataría de Steve pidiendo un poco de leche o pan, pero se encontró con una mujer con una enorme maleta.

Ness: ¿Scar? -exclamó sorprendida-.

Abrió los ojos desmesuradamente y trató de encontrar una figura detrás de la de la joven. Se pasó una mano por la cara, convencida de que sufría alucinaciones.

Scar: Espero que me invites a pasar -La miraba con la barbilla levantada y su característica expresión de niña mimada y arrogante, pero Vanessa vio que sus ojos brillaban angustiados y percibió el temblor en su voz. Con un gesto le indico que entrara y Scar lo hizo sin dejar de hablar-. Me he ido a toda prisa y he
olvidado mis tarjetas de crédito -comentó-, y sin tarjetas no se puede hacer nada. Papá tiene cuentas en varíos hoteles, pero estoy segura de que ha hecho correr la voz de alarma.

Ness: ¿Alarma? -preguntó intranquila-.

Scar: Supongo que soy una caradura viniendo aquí, teniendo en cuenta que Zac y tú... -hizo un gesto con la mano y Vanessa se ruborizó-. Lo cierto era que tenía que marcharme y estar sola. Al menos una semana. No es demasiado pedir, ¿no te parece?

Ness: Pero... ¿no te vas a casar dentro de una semana? -preguntó a su vez-.

Scar: Ese es el problema -exclamó-.

Eran los nervios típicos previos a la boda. ¿Significaba eso que no se casaría con Zac? Vanessa se enfado consigo misma por sentir que su corazón se alegraba al considerar esa posibilidad. Claro que lo haría. Todas las mujeres se ponían nerviosas antes de la boda. Lo sabía por propia experiencia. Pero muy pocas la anulaban. Para una joven ambiciosa como Scar, Zac era un trofeo. Vanessa recorrió la habitación con expresión confusa. ¿Por qué la novia de Zac acudía a ella? Era una situación absurda y de pronto se sintió vieja y deprimida.

Scar: Si me cobijaras esta noche y me ayudaras a encontrar un lugar barato en el que alojarme... -retorció la tela del sofá entre los dedos. Una sortija de zafiros y diamantes brillaba en su dedo anular-. Tengo amigos en Sydney, pero ninguno se atrevería a enfrentarse a papá o a Zac y me harían volver -se apoyó en el respaldo y miró a Vanessa con expresión angustiada-. Eres la única persona que conozco que no se hundiría en cuanto la presionaran.

Vanessa no estaba segura de poder considerar eso un halago. Tuvo una visión de sí misma como una heroína de novela, defendiendo a Scar de un Zac furioso. Sacudió la cabeza. No tenía el mínimo interés en volver a ver a Zac. Miró a Scar enfadada. ¿Cómo podía
ser tan insensible y egoísta como para cargarla con sus problemas?

Scar: Sé que no te gusto -dijo leyendo su expresión correctamente-. Pero eres el tipo de persona que no necesita que alguien le guste para ayudarlo.

Ness: ¿Eso crees? -dijo secamente-. ¿Crees que soy la madre Teresa?

Scar sonrió y acabó conquistando a Vanessa. Estaba mucho más asustada de lo que demostraba y en el fondo tenía razón: Vanessa no iba a dejarla recorrer las calles de Sydney de noche.

Ness: Espero que hayas dejado una nota. No querrás que todos se mueran de preocupación por ti.

Scar se incorporó y palideció.

Scar: Saben por qué me he ido pero no a dónde. Ya me siento bastante culpable, especialmente porque mi padre... -tuvo que contener las lágrimas-. Pero no puedo pensar cuando estoy en casa. Lo organizan todo por mí. Y están tan seguros de que lo hacen por mi bien, que es difícil no seguirles la corriente. Están obsesionados con cuidar de mí y, cuando yo no estoy de acuerdo, parece que soy una desagradecida. Estoy segura de que tú no te has sentido así nunca.

Vanessa recordó cómo Andrew le hacía sentir desleal y egoísta cuando no estaba de acuerdo con sus planes. «¿Ya no me quieres, Vanessa?», solía preguntarle. O: «Creía que realmente podía contar contigo».

Al ver las lágrimas en los ojos de Scar, le dio un pañuelo y fue a hacer café, con la esperanza de que Steve no apareciera antes de que hubiera hecho algo por Scar. Lo último que necesitaba era tener una reunión de Catastrophe en el salón de su casa. Llamó a Ashley y le preguntó si podía tener una invitada en su casa durante unos días.

Ness: Estoy segura de que se marchará para el fin de semana porque tiene que volver a tiempo para la boda. Ya se le pasarán los nervios.

Ashley guardó un silencio significativo.

Ash: ¿Es la novia del Jefe? Vanessa, ¿qué estás haciendo? Ya tienes a su hermano pequeño en el piso de abajo.

Ness: Está muy angustiada -dijo riendo quedamente ante el tono preocupado de su amiga-. Por favor, Ashley, hazme este favor.

Ashley accedió, tal y como Vanessa suponía. Pero incluso después de que se fuera, Vanessa se sintió inquieta y desconcertada al darse cuenta que le iba a ser imposible romper los lazos que la unían a Catasfrophe.

Tres días más tarde, nadie había preguntado por una hija ni por una futura novia. Era evidente que ni se acordaban de Vanessa y que, por tanto, no se les ocurría preguntar allí por ella.

Pero Zac no se había olvidado de ella. Era ella quien había olvidado convenientemente que había una razón por la que no la olvidaría. Y una visita del inspector de policía Wilson se lo hizo recordar.

Vanessa fue cordial y amable con él, pues estaba acostumbrada a tratar con la policía, dado que muchos muchachos que huían de sus casas se refugiaban en el teatro.

Wilson: Estamos llevando a cabo una investigación conjunta con varias comisarías provinciales en relación a los incendios del verano -dijo el policía, logrando que Vanessa perdiera la sonrisa-.

Ness: ¿Fuegos? -repitió mirándolo fijamente-.

Wilson: Necesitamos que nos ayude con la investigación. -¿No era eso lo que siempre decían a los sospechosos? Vanessa palideció-.
Me gustaría que echara una ojeada a esto -el policía puso delante de ella varias fotografías-.

Vanessa vio que eran fotos tomadas desde detrás del escenario en distintos momento de de la gira.

Ness: Esta es mi compañía -señaló-. Estábamos tomando un té con el público después de la función. ¿Qué relación tiene esto con los incendios, inspector? -Él sonrió para tranquilizarla y señaló a distintas figuras para que Vanessa las identificara-.
Ese es Alex, con Brittany. Otra vez Brittany con el alcalde. Wayne Sweet, nuestro más devoto admirador. En ésta no se le ve porque tiene el rostro tapado por las flores -añadió, mirando al policía con impaciencia-. Podría darle más información si me dijera qué busca.

Wilson: ¿Esas flores son para usted, señorita Hudgens? -dijo en tono indiferente, recogiendo la fotografías-.

Ness: Me temo que sí.

Él esbozó una sonrisa.

Wilson: Creía que a las señoras les gustaba recibir flores, y más a las actrices.

Vanessa hizo una mueca al darse cuenta de la distinción entre señoras y actrices, y recordó el comentario sarcástico que Zac le había dirigido al hablar de ese tema.

Ness: Pues a esta señora no le gusta recibir flores de ese hombre, inspector. Empezó trayendo un ramo de violetas y acabó convirtiéndose en un estorbo -señaló otra fotografía-. Este es Will. ¿Le importaría decirme por qué me interroga en relación con este caso?

Pero ya lo sabía. Zac le había dicho que no había hablado de sus sospechas con nadie, pero era evidente que mentía. Vanessa enrojeció. Se sentía herida y humillada. Las manos le temblaron levemente y el inspector la miró fijamente. Vanessa tuvo ganas de reír. Estaba segura de que daba la sensación de ser culpable.

Ness: Efron le ha dado información para que viniera a interrogarme, ¿verdad? -dijo apretando los dientes-. Zac Efron, con su mapa lleno de marcas rojas y sus brillantes hipótesis. -El inspector la miró desconcertado por un instante y Vanessa supo que había acertado. Tras despedirlo en la puerta, la cerró de un portazo-. ¡Maldito Efron! -exclamó-.

Después de varios minutos sentada ante su escritorio hizo dos llamadas. Una a la granja Falkner y la otra al ayuntamiento de Catastrophe, pero no contestaron en ninguno de los dos sitios. Vanessa colgó el auricular bruscamente.

Ness: Si supiera
dónde estás, jefe Efron... -masculló, ensayando las palabras que le dedicaría-.

Esa misma tarde descubrió dónde estaba. Pero como de costumbre, él la vio primero a ella. Eran pasadas las once y acababa de terminar la actuación del grupo de folk sudamericano. Se oían las voces de dos bailarines discutiendo sobre política y los acordes de una guitarra española. En el teatro resonaban apagados los distintos ruidos y Vanessa estaba subida a un andamio encima del escenario, revisando con Steve un foco que no funcionaba. Había muy poco espacio y tenía un codo apoyado en el hombro de Steve para poder ver la conexión que parecía fallar.

Ness: De acuerdo, bájalo. Tendremos que cambiarlo -estaba diciéndole cuándo oyeron pisadas abajo-.

Zac estaba en el escenario, con los brazos en jarras y expresión sombría. El corazón de Vanessa dio un salto, pero la altura le dio cierta sensación de superioridad respecto a él. Zac los miró alternativamente.

Zac: ¿Vais a bajar o voy a tener que subir? -su voz ascendió con claridad y se reflejó en la sala vacía-.

Vanessa vio que la idea de enfrentarse a su hermano, ponía nervioso a Steve. Zac parecía estar furioso y sus ojos brillaban con un resplandor difícil de identificar: ¿Ira, celos, deseo de venganza?

Ness: Estamos ocupados, Efron -dijo disfrutando del placer de hacerle esperar-. Por favor, siéntate.

Zac se cruzó de brazos e ignoró la oferta.

Vanessa le hizo esperar unos minutos antes de bajar al escenario.

Zac: Podrías haberme comunicado que estabas bien -dijo a su hermano, y volviendo la mirada hacia Vanessa, añadió con sarcasmo-: Y asumo que tú también lo estás.

A Vanessa le hubiera gustado darle un puñetazo. Steve no pareció darse cuenta del doble sentido de las palabras de Zac.

Steve: ¿Has venido a pedirme que sea tu padrino, Zac? preguntó cruzándose de brazos como su hermano mayor. Zac lo miró con el ceño fruncido. La desaparición de su prometida debía de haber sido un golpe para su autoestima y Vanessa sintió compasión por él-.
Solo era una broma -siguió sonriendo con desprecio-. Sé que jamás me nombrarías tu padrino.

Zac: Ni siquiera sabía que estabas aquí, Steve -dijo ásperamente-. He venido por si...

Zac miró a Vanessa, pero pareció no poder pronunciar su nombre.

Ness: Vanessa -le ayudó-. Vanessa Hudgens. ¿Has visto algún buen incendio últimamente, Efron?

Su voz sonó con más aspereza de la que había calculado y en el silencio del escenario resonó con un dramatismo excepcional.

Zac se volvió hacia su hermano.

Zac: ¿Estás trabajando aquí o..., de visita?

Steve: Vanessa me ha contratado. Es mejor jefa que tú. Podrías aprender unas cuantas lecciones de ella.

Zac: Supongo que eso significa que te deja hacer lo que te da la gana -dijo arrogante-. Siempre has sido un mimado y, con tu aspecto, nunca te costará encontar alguna mujer dispuesta a mimarte.

Vanessa contuvo la respiración para no responder al insulto. Steve palideció.

Steve: ¿Quieres saber por qué es mejor jefe que tú? -preguntó, furioso-. Porque me pide mi opinión y me deja tomar decisiones. Porque sabe delegar y se puede hablar con ella. No como tú.

A Zac no le gustó oír aquellas palabras, pero mantuvo el dominio de sí mismo.

Zac: Veo que la señorita Hudgens ejerce una gran influencia sobre ti. Lo que me pregunto es hasta dónde llega esa influencia.

Steve lo miró con un brillo malicioso en los ojos.

Steve: Vivo en su casa, si es a eso a lo que te refieres.

Zac echó la cabeza hacia atrás, como si quisiera esquivar un golpe. Vanessa se puso entre los dos hermanos.

Ness: ¡Ya basta! -les gritó-. Este es mi teatro. Si queréis demostrar lo hombres que sois, id a pelearos al callejón. Y no me utilicéis como moneda de cambio -miró furiosa a Efron-. No es de tu incumbencia qué tipo de relación mantenemos tu hermano y yo, pero voy a decírtelo. Soy su jefa y su casera, y espero que su amiga. Deberías tener más fe en tu hermano. Sería una pena que pasaras por la vida como un misógino
y un cínico. -Ante la desdeñosa risa de Steve, se vlolvió hacia él-. ¿Y tú de qué te ríes? Durante todo este tiempo me has hecho creer que tu hermano sabía dónde estabas. No comprendo cómo has podido ser tan desconsiderado cuando no te hubiera costado nada mandar una postal y librarle de la preocupación. Puede que no sea capaz de demostrarlo, pero...

Zac: No necesito que intercedas por mí -la interrumpió-.

Ness: ¿No? ¿Tienes todo bajo control? Tu hermano se escapa de casa, tu novia huye... -se mordió el labio, maldiciéndose por no haberse dominado-.

Desde los camerinos, llegó el sonido de una guitarra. Zac tomó a Vanessa del brazo y la sacudió.

Zac: ¡La has visto! -exclamó, mirándola a los ojos. Su aliento rozó el rostro de Vanessa. Olía a whisky-. Veo que éste es un departamento de objetos perdidos. Y yo que creía que venía desencaminado... -sacudió a Vanessa una vez más-. ¿Dónde está?

Ness: Tu prometida está a salvo. Pero necesita un poco de tiempo para pensar.

Zac: ¿Para pensar en qué?

Ness:
Os vais a casar la semana que viene ¿No se te ocurre nada?

Zac le dirigió una mirada amenazadora.

Zac: Dime dónde está.

Ness: Me ha pedido que no lo haga. -Zac parecía dolido y turbado, y Vanessa sintió el impulso de consolarlo-.
Solo necesita un poco de tiempo -dijo dulcemente-.

Zac: No te apiades de mí -dijo apretando los dientes-.

Ness:
¿Apiadarme de ti? -se soltó de su mano con un movimiento brusco y rió fríamente-. Me compadezco de Scar por pasar de un padre autoritario a un marido autoritario. Solo ha pedido una semana a solas, y, si de mí depende, la tendrá.

Zac: Ya la encontraré -dijo con aspereza-. Su padre no va a descansar hasta dar con ella. No se encuentra bien.

Ness: Scar dejó una nota diciéndole por qué se iba.

Zac: Si lo quisiera, no le preocuparía de esta manera.

Ness: Si él la quisiera a ella, le dejaría estar sola -y con la mirada le indicó que él haría lo mismo-.

Zac recorrió el escenario a grandes zancadas, apretando y relajando los puños.

Zac: ¿Por qué? -gritó de pronto, parándose en seco con los brazos en cruz y echando la cabeza hacia atrás en un gesto de desesperación-. ¿Qué puedo hacer? -se peinó el cabello con las manos-. No sé qué hacer -aunque era una exclamación de frustración, se repuso y, poniendo los brazos en jarras, miró a Vanessa con aire retador-. Todo iba bien hasta que aparecisteis tú y tu gente. De pronto, todo el mundo toma decisiones dramáticas. Y todos acaban viniendo a ti.

Ness: Ya que asumes que no puede deberse a que tú estés haciendo algo mal, será cosa de brujería.

Zac: No me extrañaría -dijo entre dientes-.

Ness: Creerías cualquier cosa de mí. Al principio me consideraste una mujer malvada, dispuesta a seducir a tu hermano pequeño. Luego pensaste que había roto tu noviazgo. Y por último, crees que soy una pirómana. Espero que tengas un buen abogado porque....

Steve: Preferiría que no me llamaras su hermano pequeño -intervino-.

Ni Vanessa ni Zac le prestaron atención.

Ness:
Si alguien te dijera que por las noches me dedico a robar casas, le creerías. Ten cuidado, Efron. Si no dejas de ser tan suspicaz, la gente va a acabar creyendo que me tienes miedo.

Zac: Y tendrían razón -replicó-. ¿Por qué has mencionado a un abogado?

Ness: Porque voy a recurrir a uno, si tus sospechas perjudican mi reputación o la del teatro -bajó el tono-. Te lo prometo.

Zac: Me muero de miedo, lady Macbeth -se burló-.

Desde detrás del escenario, Will hizo bajar un telón azul celeste, parecido al cielo de Catastrophe.

Will: ¡Jefe! -llamó-.

Vanessa y Zac contestaron simultáneamente.

Ness:
Se refiere a mí -dijo con una inmensa satisfacción, al tiempo que se marchaba del escenario, dejando a los dos Efron solos-.

Toda su rabia desapareció al darse cuenta de que solo conseguiría hacerse daño a sí misma. Volver a verlo la había sumido en un estado de confusión, produciéndole más desolación que enfado, y había acentuado su sensación de carencia. Pero, ¿carencia de qué?

Entre ellos solo había química. Pero no podía evitar estar desconcertada. Como si se hubiera olvidado de algo, o lo hubiera guardado en el lugar equivocado y no lograra recordar qué era, ni dónde encontrarlo.


2 comentarios:

Abigail dijo...

Wow ness como madre teresa!!!!jajajaja
d vrdad q no m gusta la actitud d zac y si sigue asi su scar ya no lo va a qrer!!!


Siguela pronto!!!!!

Abigail dijo...

Ja iop pnc q zac la iba ir a buskr en cuanto se hubiera ido!!!!

Dbio d avr sentido horrible regresar d nuevo a la rutina d siempre y q ya no fuera rutina q todo hubiera cambiado x zac...

Pienso q el piromano q causa todos los incendios es el admirador d ness...pro kien sab...

Siguela cuando puedas!!!
y si es pronto mejor!!!

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