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domingo, 2 de junio de 2019

Capítulo 17


Zac y sus hermanos estudiaron los daños al fresco aire otoñal.

Alex: Esto no son solo ganas de fastidiar. Esto es una venganza en toda regla, y de narices.

Zac: Me ha quedado claro -pateó uno de los neumáticos destrozados-. Meridianamente claro.

Alex: Entonces sabrás quién ha sido.

Zac. Desde luego, solo hay que sumar dos más dos. Debí haberle partido la cara a ese cabrón ahí mismo, en su oficina. Maldito cobarde. Colarse aquí en plena noche para esto. ¿Y eso? De colegial, ¿no? Arañar la camioneta, rajar los neumáticos.

David: Hay quien no crece, no madura. Parece que ese es su caso. -Su voz se tiñó de una rabia contenida-. No puede hacerte frente como un adulto y viene a joderte la camioneta. La típica revancha de un pichacorta.

Zac: Gracias, doctor Freud -masculló-.

David: Yo solo te lo digo. Y también que, por mucho que sepamos quién lo ha hecho, salvo que alguien lo viera hacerlo… Joder, Zac, menuda mierda. Ahora sí que puedes ir a partirle la cara.

Alex: Voto por eso.

David: Pero todo lo que hablamos ayer sigue igual. Podrían encerrarte por agresión, y la cara se le curaría.

Se volvieron al ver que llegaba el ayudante del sheriff. David le puso una mano en el hombro a Zac.

David: A ver qué dice Charlie.

Charlie: Terrible forma de iniciar el día. -Charlie Reeder, alto y delgado como el asta que sostenía la bandera del equipo de baloncesto de la universidad, salió del coche. Se acercó y se metió las manos en los bolsillos-. Joder, Zac, qué putada.

Zac: ¿Esa es la declaración oficial de la Policía de Boonsboro?

Charlie resopló.

Charlie: Esa es una observación personal, y añadiré que es una cabronada. Lo anotaré. Tienes seguro, ¿no?

Zac: Sí, sí.

Ceñudo, Charlie rodeó el vehículo y reparó en el segundo grupo de arañazos del lado del copiloto.

Charlie: Tendrás que dar parte, que vengan a echarle un vistazo. Voy a hacer fotos para nuestro expediente del caso. ¿A qué hora lo aparcaste aquí?

Zac: Hacia las diez, supongo.

**: Vesta no cierra hasta media hora después. -El ayudante del sheriff se rascó la nuca mientras rodeaba de nuevo la camioneta para volver junto a los hermanos-. ¿Viste a alguien en el aparcamiento?

Zac: Vi algunos coches, a gente no. Ah, el coche de Dave Metzner… sí, eso lo sé con seguridad. Trabajaría hasta la hora del cierre.

**: Hablaré con él. ¿Alguien más que estuviera trabajando y viniera por aquí? ¿A qué hora te lo has encontrado así?

Zac: A las siete menos cuarto.

Charlie: Vale. La Heladería debía de estar cerrando a la hora a la que llegaste a casa. -Miró hacia la tienda-. Es más probable que sucediera más tarde. Hablaré con la gente de los pisos con vistas al aparcamiento, por si vieron algo, a alguien. Quizá haya suerte.

Alex: Todos sabemos quién lo hizo, Charlie. Casi todo el pueblo conoce la camioneta de Zac, sabe dónde la aparca todas las putas noches. Y solo hay una persona con la que haya tenido problemas.

Charlie: ¿O sea, que piensas que Freemont te ha hecho esto porque sales con Vanessa?

Zac: Por eso y porque fui a verlo a su despacho ayer por la mañana, a decirle que se mantuviera al margen.

Charlie volvió a resoplar.

Charlie: ¿Y para qué hiciste eso?

Zac: Si alguien persiguiera a Charlene, la asustara, le pusiera las manos encima, ¿qué harías tú?

Charlie: Lo mismo, joder -se llevó las manos a las huesudas caderas-. Puede que esté de acuerdo contigo. Podrían haber sido niños, algún gilipollas borracho, pero nadie más ha denunciado algo semejante; es obvio que eras un blanco específico. Entre nosotros, sí, tiene pinta de ser obra del mamón de Freemont, pero, salvo que alguien lo viera, resultará difícil demostrarlo.

David: Tal vez haya dejado huellas.

Charlie miró a David.

Charlie: Sí, e igual echó una meada en los neumáticos y encontramos ADN. Si esto fuera el CSI Boonsboro, lo tendríamos encerrado al final del turno. Mira, haré lo que pueda y lo moveré lo que pueda. Iré en persona a hablar con él, pero te lo diré sin rodeos, Zac: lo tienes bastante crudo.

Zac: Sí, lo supongo.

Charlie: Haré fotos, te tomaré declaración y abriré expediente. Hablaré con la gente… y le daré un toque a Freemont.

Zac: Te lo agradezco. Quizá ya se haya desquitado. O igual se ha centrado en mí y ha dejado de obsesionarse con Vanessa.

Charlie: Haznos un favor -le dio una palmada en el hombro a Zac-: Mantente alejado de él. Si lo ves por aquí, cerca de Vanessa o en cualquier otro lado, llama. Yo me encargo de él. Ponte en contacto con tu seguro y dales mi nombre. Me aseguraré de que les llega una copia del informe policial.

No pudiendo elegir, Zac hizo una declaración oficial y después entró a lidiar con la pesadilla del seguro. Cuando al fin llegó al hotel para trabajar, los obreros ya se habían enterado. Todos se compadecieron de él, cosa que lo cabreó mucho, y le dieron muchos consejos. Lo soportó como pudo y liberó su frustración con las herramientas. Imaginó el rostro engreído de Austin en la moldura cada vez que disparaba un clavo.

No le sirvió de mucho, pero algo era algo.

Que Vanessa llegara hecha una furia, sí, mucho más. Se acercó airada a la escalera donde él estaba y se agarró a un peldaño, con el rostro crispado de rabia.

Descubrió algo: los ojos de Vanessa cabreada brillaban de un pardo felino.

Ness: Me he enterado en cuanto he llegado al pueblo, pero no he podido escaparme hasta ahora. He ido a ver tu camioneta primero. ¡Será cabrón! Sabes bien que ha sido él. Es su estilo. ¡Maldita sea! Ahora soy yo la que quiere darle una paliza.

Zac: Me gustaría ver eso.

Notó que volvía a él la sonrisa mientras bajaba de la escalera.

Ness: No tiene gracia, Zac.

Zac: No, no la tiene. Pero no es más que caucho y pintura.

Ness: Esa no es la cuestión.

Ella se apartó de él de pronto y el carpintero que estaba ayudándolo salió de la habitación.

Zac: No, pero intuyo que esta era una de las pocas formas que tenía de atacarme. Cuando consigo dejar a un lado el cabreo, me sube un poco la moral.

Ness: Vamos, no me jodas.

Zac: Eso también me gusta. Casi nunca dices palabrotas. Me consuela que despotriques por mí. Me acabas de subir la moral un poco más.

Ness: Solo lo ha hecho porque fuiste a su despacho a plantarle cara.

Zac: Sí, ¿y?

Ness: Que no tenías que hacerlo.

Zac: Claro que sí, Vanessa.

Ness: Hombres. -Alzó las manos al aire e hizo con ellas un barrido de la estancia-. Hombres, hombres, hombres. Ahora supongo que tendrás que volver a plantarle cara y alargar todo este triste asunto.

Zac lo meditó.

Zac: Podría dejar que me convencieras de que no. -Sonrió cuando ella se volvió y lo miró furibunda-. Eso te subiría la moral a ti, diría yo. Me encantaría corresponder.

Ness: No has pensado hacerlo.

Zac: Lo he pasado en grande imaginándome sacándolo a rastras al aparcamiento del concesionario y tumbándolo de un puñetazo delante de sus colegas de trabajo y varios clientes horrorizados. A él suplicando clemencia, a las mujeres desmayándose. Una imagen agradable.

Ness: Hombres. No sois más que niños en envoltorios de adultos.

Zac: Puede. Pero, de hacerlo, daría a David la ocasión de soltar su «Te lo advertí» cuando tuviera que venir a pagarme la fianza. No merece la pena darle ese gustazo.

Vanessa inspiró hondo, para calmarse.

Ness: Mira por dónde. Cuánto lo siento, Zac.

Zac: Supongo que valdrá la pena si así quedamos en paz y se mantiene alejado de una puñetera vez. De todos modos, tenía que cambiar los neumáticos antes del invierno.

Vanessa se le acercó y le cogió la cara.

Ness: Mi héroe -masculló, y le dio un beso tierno-.

Zac: ¿Y ya está, eso es todo? Son cuatro neumáticos y la pintura.

Ella rió un poco y volvió a besarlo.

Ness: Es lo máximo que puedo hacer dadas las circunstancias.

Se apartó, ladeando la cabeza hacia el sonido de los obreros que trabajaban en el alicatado del baño.

Zac: Tenemos muchas otras habitaciones.

Vanessa negó con la cabeza y dio una vuelta, admirando las paredes pintadas.

Ness: Me encanta el color de esta. -Serena ya, rodeó más despacio la salita del Ático-. He estado intentando decidir qué habitación va a ser mi favorita; no puedo. Qué habitación reservarles a mis padres para su aniversario, el año que viene. Tampoco.

Zac: Elige una para ti y para mí. Yo haré la reserva.

Ness: Resulta difícil elegir, pero me encantaría. Tengo que volver.

Zac: ¿Quedamos para cenar? Os llevo a ti y a los chicos a algún sitio.

Ness: Hoy toca club de lectura, pero gracias. Ah, mañana decoraremos para Halloween, por si quieres venir.

Zac: ¿Bromeas? Soy un experto en la materia.

Ness: Genial, tú te encargas de tallar la calabaza. Los niños ya son bastante mayores para darse cuenta de lo mal que se me da. Pásate luego. Te invito a un café.

Zac. Lo haré. Ah, y gracias por la rabieta.

Ness: De nada.


No habían estado nada mal los últimos dos días, entre una cosa y otra, decidió Zac. Solo tenía que borrar el asunto de la camioneta; todo lo demás pintaba de maravilla. Sobre todo desde el otro lado de la calle, contemplando el hotel con sus hermanos, como hicieran el día que habían descolgado la lona de polipropileno azul.

Esta vez, estudiaban la fachada terminada del edificio, con su rótulo.

Hotel BoonsBoro
en la Plaza

David: Ha quedado bien.

Alex: Ha quedado de maravilla.

Zac: Ahora solo nos queda terminar, amueblarlo, equiparlo, contratar al personal y llenarlo de huéspedes -se metió las manos en los bolsillos-. Coser y cantar, teniendo en cuenta el punto de partida. -Echó un vistazo calle abajo y asintió al ver el rótulo de la tienda de regalos-. “TIENDA DE REGALOS HOTEL BOONSBORO”. Funciona.

David: Mamá y Madeline aseguran que estará listo para la inauguración el viernes por la noche.

Alex: Mientras únicamente tengamos que asistir y engullir unas bolitas de cangrejo -volvió la mirada al edificio contiguo al hotel-. ¿Sabéis que está haciendo correr el rumor de que vamos a empezar con ese local para recuperar la panadería?

Zac: Cada cosa a su tiempo. De momento, disfrutemos esto.

Alex: Lo disfrutaremos cuando lo hayamos terminado -se miró el reloj-. Y ya estamos tardando.

David: Esta mañana toca trabajar con Brittany y el webmaster.

Alex. Pues aprovecha y llama a Saville -le dijo a David-. Ya pueden traer el suelo, que se vaya aclimatando.

David: Lo tengo. Zac, ¿por qué no te pasas por Tienda de regalos y ves si queda algo por hacer? Luego nos traes café. Hoy hace un frío de narices.

Alex: Para esta noche está prevista la primera helada importante de la temporada. Aún tenemos trabajo de exterior por terminar. No te pierdas en la trastienda con Vanessa -le dijo a Zac mientras se disponían a cruzar la calle-. No hay tiempo.

Zac: Sí, sí.

Se quedó un instante solo, disfrutando de la vista, y luego se encaminó a la Tienda de regalos a echar un vistazo.

Lo admitía: había quedado genial. Cálida y acogedora con sus paredes soleadas, los expositores de cerámica y alhajas artesanales, el arte que colgaba de las paredes o esperaba a ser colgado.

Habló con Madeline, que abría más cajas de existencias y preparó una breve lista de tareas pendientes antes de la inauguración.

Con el portapapeles de clip bajo el brazo, se dirigió a PLP.

Charlene: Hola, Romeo. Vanessa está arriba.

Zac miró extrañado a Charlene, la mujer de Charlie Reeder.

Zac: ¿Romeo?

Ella frunció los labios e hizo un ruido de beso exagerado.

Charlene: Qué tierno eres.

Zac: Cierto. Ponme tres cafés, grandes. Mientras tanto, subiré a saludar a Vanessa.

Charlene: Se alegrará de que lo hagas.

Zac meneó la cabeza al ver que Charlene le guiñaba el ojo, se preguntó qué le echaban al café en PLP últimamente. Luego subió entre crujidos la escalera que conducía al despacho de Vanessa.

Con el teléfono pegado a la oreja, ella levantó un dedo como pidiendo paciencia y le dedicó una sonrisa grande y luminosa. Mientras acababa de hablar, Zac se acercó a su ventana y volvió a mirar el hotel; le satisfizo ver el rótulo en su sitio.

Ness: Zac.

Al girarse, se encontró con ella entre sus brazos.

Ness: Muchas gracias -le dijo, atrapándolo en un beso largo y suave-.

Fuera lo que fuese lo que le echaban al café, él también quería.

Zac. Vale, muchas de nada. ¿Por qué?

Ness: Por las flores. Son preciosas, y una sorpresa maravillosa. Me han tenido haciendo, según Liam, «ruiditos de niña» hasta que él los ha combatido con arcadas. Hemos montado un numerito. -Lo abrazó con fuerza y le acarició la mejilla con la suya-. Pero tenías que haber venido tú. Te habría hecho el desayuno.

Zac: ¿Qué flores?

Vanessa se apartó, con la mirada encendida.

Ness: Qué flores van a ser. Las rosas que me he encontrado a la puerta de casa cuando he ido a llevar a los niños al colegio.

Zac. Vanessa, yo no te he mandado flores.

Ness: Pero si eran… ¿Qué?

Zac: Que yo no te he dejado flores en tu casa esta mañana.

Ness: Pero la nota decía…

Zac. ¿Qué decía?

Ness: «Siempre pensando en ti.» Ay, Dios. -Se sentó, le temblaban las piernas-. Había una caja, una completamente blanca, en la puerta, con las rosas y la nota dentro. He pensado que igual se habían estropeado, porque hacía muchísimo frío, pero no creo que llevaran ahí mucho tiempo. Estaban perfectamente. Son preciosas. No son tuyas.

Zac: ¿Lo has visto?

Ness: No. Bueno, ayer en el súper, por un segundo, me pareció verlo.

Zac: No me lo dijiste.

Ness: No estaba segura. De hecho, pensé que eran imaginaciones mías. -Le cogió la mano a Zac-. Por favor, no hagas nada. Voy a llamar a Charlie, ahora mismo, y se lo voy a contar. Pero, por favor, no hagas nada. Me parece que cuanta más atención le prestemos, peor será, de verdad.

Zac: Llama a Charlie. La próxima vez que creas haberlo visto, me llamas a mí.

Ness: Lo haré. Te lo prometo. Ya… ya me había mandado flores antes.

Zac: ¿Cuándo?

Ness: Por mi cumpleaños. Siempre rosas rojas, como esas, pero yo pensaba que… Antes siempre firmaba la nota. Zac, se me ha presentado en el súper varias veces, por eso creo que me pareció verlo allí… después de lo que pasó, luego tu camioneta. Pensé que estaba empezando a obsesionarme.

Zac: ¿En qué otro sitio? -preguntó con total serenidad-. ¿En qué otro sitio te lo has encontrado?

Ness: Ah. -Meciéndose un poco, se frotó las sienes-. Vaya, visto así… Vale, me he tropezado con él en el centro comercial unas cuantas veces, pero me topo con gente conocida por allí de cuando en cuando, así que nunca le he dado importancia. A la puerta del banco, más de una vez.

Zac la observó mientras repasaba mentalmente situaciones, la vio palidecer al pensarlo.

Ness: En el aparcamiento de la farmacia, en el vivero donde suelo comprar plantas. En otros sitios también, ahora que lo pienso. Y ahora veo también que aparece siempre cuando voy sola. No cuando voy con los niños, con Ashley, mi madre, o con quien sea -hizo una pausa-. No será coincidencia.

Zac: No, desde luego que no. Eso es acoso. Cuéntaselo todo a Charlie. Y, Vanessa, me voy a pasar por tu casa todos los días después del trabajo hasta que esto termine.

Ness: No voy a discutírtelo. Esas flores… -Se envolvió en sus propios brazos-. Hay algo raro en un tío que manda flores después de todo esto. Eso ya no es ser pesado.

Zac: Yo creo que siempre lo ha habido. Asegúrate de contarles esto a Charlene y las otras. Y no trabajes sola en la tienda.

Ness: Dios -se frotó la frente-. No, tienes razón. Necesito tranquilizarme y meditar bien esto. Ahora llamo a Charlie.

Zac: Estoy ahí enfrente. Lleva siempre el móvil encima.

Ness: Lo haré. ¿Zac? Ten cuidado tú también. Igual intenta algo, algo más que destrozarte la camioneta.

Zac: No te preocupes.

Pero sí se preocupaba. Incluso después de hablar con el ayudante del sheriff, seguía preocupada. Llamó a Ashley y, por insistencia de su amiga, fueron juntas a buscar la caja, la nota, las flores, y se lo llevaron todo a la policía.

Ash: Zac tiene razón: Austin es un hijo de puta sin agallas, pero es preferible que no estés sola… ni en el trabajo ni en casa. Ni en ninguna parte, de momento.

Ness: Ashley, ¿no pensarás de verdad que quiere hacerme algo?

Ash: La verdad es que no lo sé, así que mejor no nos arriesgamos. Echa el seguro de las puertas del coche cuando vayas dentro y ciérralo con llave cuando lo aparques; y en casa también, echa la llave. No solo cuando salgas o por la noche. Prométemelo.

Ness: No tienes que preocuparte por eso. No lo paso por alto, pero quiero hacerle creer que sí. Cuanto menos piense que me afecta, antes se rendirá.

Igual sí, o igual no, se dijo Ashley, y observó a Vanessa volver a la librería; esperó hasta que estuvo dentro para cruzar al hotel.

Encontró a los tres hermanos Efron reunidos en la cocina medio acabada.

Ash: Está quedando preciosa -dijo escuetamente-. Tenemos que hablar.

Alex: Ahora estamos liados. En una hora o así nos pasaremos por tu local. ¿Qué coño de color de pelo llevas esta semana?

Ashley se llevó una mano al pelo.

Ash: Coca-Cola de cereza, es un poco intenso.

David: ¿Qué tiene de malo tu pelo normal?

Ash: Que lo he llevado casi treinta años. ¿Tú tienes algo que hayas llevado puesto casi treinta años? Además, no he venido a eso. Tenemos que hablar. Vanessa y yo hemos llevado las malditas flores a la comisaría, pero no sé qué puñetas pueden hacer ellos.

David: No sé qué puñetas podemos hacer nosotros -se metió la cinta métrica en el cinto de herramientas-. Lo que nos gustaría hacer ahora nos llevaría al trullo.

Ash: Aun así, partirle las piernas no es la solución, por desgracia. Mira, Austin tiene esas obsesiones. Hace un tiempo su punto de mira era yo.

David: ¿Cuándo? ¿Cómo?

Ash: Cuando abrí el negocio… Vanessa aún no había vuelto al pueblo. Y no se pasaba tanto conmigo como con ella. Solía venir por allí cuando estaba montando el local. Por entonces, entraba y salía gente del local todo el día. El que yo le dijera que estaba en medio o que andaba liada no bastaba para librarme de él. Es como una puñetera lapa.

David: ¿Por qué no dijiste nada?

Se encogió de hombros mirando a David.

Ash: No duró mucho, un par de semanas quizá. Mira, Vanessa es de natural amable; yo salto antes. Me lo quité de encima un día diciéndole que, si no me dejaba en paz, Luther le marcaría las pelotas con un hierro. Luther -añadió, refiriéndose al herrero- me estaba haciendo las rejillas de ventilación. Obviamente no le iba a marcar las pelotas a nadie, pero, por su aspecto, quién iba a ponerlo en duda.

David: Muy buena idea.

Ash: Sí, y funcionó. Pero lo de Vanessa está durando mucho más, y da más miedo. Me da muy malas vibraciones. Y yo me fío mucho de mis vibraciones.

Zac: Todos nuestros trabajadores están atentos por si ven a Freemont, y tienen vigilada a Vanessa. Igual que la policía. Yo ya le advertí. También Charlie Reeder.

Ash: Eso ya lo sé, como sé que eso lo ha encabronado más. ¿Le manda flores después de que ella ponga a la policía sobre su pista? Es retorcido. No sé cómo tomarlo. Me fastidia no saber qué hacer.

Alex: Cuéntaselo a sus vecinos. Más personas al tanto.

David miró ceñudo a Alex un instante.

David: Eso está bien, pero no solo a sus vecinos. Propagad la noticia por el pueblo, por todo el pueblo. Vanessa le cae muy bien a la gente. El pueblo entero cuidará de ella.

Ash: Siempre he sabido que tenías cerebro -notó que los hombros se le relajaban un poco por primera vez en horas-. Algo es algo. Lo veo positivo.

Zac: Yo me pasaré por allí esta noche, y estoy rumiando un par de soluciones, así como la instalación de un sensor de movimiento en la zona.

Ashley asintió a las palabras de Zac y sus hombros se relajaron del todo.

Ash: Vale, eso me gusta. También lo veo positivo. Tengo que volver y os aseguro que voy a correr la voz a la hora punta del almuerzo.


Zac instaló él mismo las luces con sensor de movimiento, en la parte delantera y trasera de la casa, y calculó que le había llevado como el doble de lo que habría tardado sin la «ayuda» de los niños. Pero le valió otra invitación a cenar, y la satisfacción de ver el alivio de Vanessa cuando el trabajo estuvo terminado.

A eso hubo que añadir lo divertido que fue ver a los críos entrar y salir corriendo y volver a entrar en casa media docena de veces antes de acostarse y gritar emocionados cada vez que las luces se encendían a su paso.

Aunque debía reconocer que sus otras dos ideas le gustaban más y se las mostró a Vanessa la tarde siguiente en la librería.

La encontró en el anexo, reponiendo existencias en las estanterías.

Zac: Hola, te traigo a un par de tíos a los que quiero que conozcas.

Cargada de libros, Vanessa se volvió.

Ness: ¡Ay, qué preciosidades! ¿De dónde los has sacado?

Mientras preguntaba, dejó los libros y se acuclilló. Los dos perros lo entendieron como una invitación a brincarle encima y lamerle las manos y la cara.

Ness: Vaya, mira qué guapos. Zac, ¿cómo vas a meter dos perros en tu piso? ¿No son labradores?

Zac: Mezcla, de labrador y golden, como los de mamá. Hermanos. Cinco meses. Ya están vacunados de todo. Y saben hacer pis y caca fuera.

Ness: Sí, buenos chicos. -Acarició el pelo color chocolate, las orejas sedosas-. Son preciosos, pero ¿no necesitan espacio para correr y…? -Se calló y miró a Zac, frunciendo los ojos mientras los perros se disputaban su atención-. No vas a meterlos en tu piso.

Zac: Necesitan compañía infantil.

Ness: Zac… -Frunció más los ojos, hasta casi cerrarlos-. ¿Tu segundo nombre?

Zac: Eh… Alexander.

Ness: Zachary Alexander Efron.

Él sonrió de oreja a oreja.

Zac: Uau, la retahíla completa, la artillería pesada de cualquier mamá.

Ness: Eso no es más que la primera descarga.

Zac: Los niños necesitan perros; y los perros, niños. -Cambió la de oreja a oreja por una sonrisa seductora-. Tú tenías pensado comprarles un perro a los niños.

Ness: Pensado, sí, un perro… pero uno.

Zac: Son hermanos -le recordó-. No puedes separarlos. -Se agachó a su lado y le rascó la panza a uno de ellos-. Les partirás el corazón. Además, se harán compañía el uno al otro cuando los críos estén en el cole. Los hemos rescatado. Quienes los tenían se lo han pensado mejor. Sería como desahuciar a un par de bebés.

Ness: Oh, para ya.

Vale, pensó él, tal vez se había pasado un poco.

Zac. Necesitan un hogar donde estar juntos. Si no los quieres tú, me los quedo yo.

Ness: En tu piso.

Zac: Bueno -se encogió de hombros-. No quiero separarlos ni dejarlos que anden de aquí para allá.

Ness: Esto es una emboscada.

Zac: Estos perros son ideales para los críos. Son leales, cariñosos. Adoran el juego, y acabarán con las disputas de los tres niños por la tele.

Ness: Has estado investigando, ¿no?

Zac: Sí, un poco. Mamá conoce a no sé quién que conoce a no sé quién. Además, con ellos, te enterarás de si alguien se acerca a la casa. Un perro, hasta de los buenazos como estos, es el perfecto disuasorio. Yo estaré más tranquilo si tienes un par de perros por casa, Vanessa.

El más pequeño de los dos le puso la patita en la rodilla y la miró conmovedor. El ruidito que hizo -entre suspiro y gruñido- le indicó que la habían conquistado.

Ness: Los niños se van a volver locos. Dios, si me los quedo, tendré que comprar comida y juguetes, y un manual de entrenamiento. Qué locura.

Zac: Ya tengo todo lo que necesitan en la camioneta. Comida, cuencos, camas, juguetes… ¿Ves?, ya llevan collar y correa.

Ness: No se te ha escapado un detalle de la emboscada. ¿Ya hacen todo fuera, dices?

Zac: Sí. -Prefirió no mentar que uno de ellos se le había hecho pis en las botas-. Igual se lo hacen en casa alguna vez hasta que se adapten a su nuevo entorno.

Ness: ¿Qué hago cuando empiece a hacer frío? Yo estoy aquí; los niños, en el cole. Tendrán que quedarse fuera, en el patio.

Zac: Pues tendremos que hacerles una caseta.

Ness: ¿Tendremos?

Zac: Claro. Será divertido.

Ness: Oh, Zac. -Claudicó, acariciando a los perritos-. ¿Cómo se llaman?

Zac: Chauncy y Aristóteles.

Ness: Lo dirás de coña.

Zac: Me temo que no. Piden a gritos un nombre nuevo.

Ness: ¿Y te extraña? -El pequeño soltó un ladrido nervioso, agudo, y le mordió la oreja a su hermano-. Espero no estar equivocándome.

Zac: Va a ser genial. Los niños aprenderán a ser responsables, a cuidar de ellos.

Ness: Muy bien. -Los cachorros se revolcaron nerviosos, jugando-. Me acordaré de lo que me has dicho cuando ande de aquí para allá con ellos, recogiendo regalitos.

Zac se inclinó por encima de los dos perros para besarla.

Zac: Gracias, mamá.

Ness: Me tenías con «Son hermanos». Por lo visto, soy débil. Espero que mis padres también lo sean. Quieren que los niños se queden a dormir en su casa el sábado.

Zac: ¿Ah, sí?

Ness: Sí. De hecho, preferirían que nos trasladáramos todos allí.

Zac: Deben de estar preocupados por ti.

Ness: Tengo que llamar a casa todas las noches, fichar, asegurarles que he cerrado las puertas con llave y demás. Solo he conseguido librarme de dormir allí el sábado diciéndoles que iba a ver si te apetecía que saliéramos.

Zac: Creo que puedo hacerme un hueco en la agenda.

Ness: Bien. Me pasaré a buscarte a las siete.

Zac: ¿Vas a venir a recogerme tú? ¿Adónde vamos?

Ness: Ya lo sabrás el sábado por la noche -miró a los perros, que ahora pululaban por ahí, olisqueando el aire y el suelo-. No eres el único que sabe preparar una emboscada. Bueno… -Se puso de pie-. Ahora a ver qué haces con estos perros hasta que los niños salgan del cole. Puedes traérmelos entonces, junto con sus cosas.

Zac: ¿Y si llevo pizza también? Sé de una que va a estar demasiado liada jugando para ocuparse de la cena.

Ness: Perros y pizza. Los niños van a estar en la gloria.


Zac no había caído en la cuenta de lo difícil que es llevar perros y pizza a la vez, pero enseguida reparó en que a unos cachorros de hocico curioso había que alejarlos de la comida. Solo le costó una segunda pizza y el tiempo que tardaron en hacérsela aprender tan valiosa lección.

Dejó la pizza en la funda térmica de transporte que le habían prestado en el suelo de la camioneta y se entretuvo un poco en recuperar a los perros cuando salieron disparados hasta el límite de sus correas en direcciones opuestas, pero todo aquel lío valió la pena solo por ver la cara de Christopher al abrir la puerta.

Al tiempo que se le ponían los ojos como platos y se le descolgaba la mandíbula, los perros saltaron hacia delante. Christopher se cayó de espaldas, muerto de risa al ver que los cachorrillos lo abordaban, le saltaban encima y le lamían todo lo que podían.

Christopher: ¡Perritos! Zac ha traído perritos.

Rodó con ellos, haciendo lo posible por abrazarlos mientras sus hermanos salían escopeteados de la sala de juegos.

Siguió el caos, probablemente de la mejor clase posible, en opinión de Zac. Los perros corrieron, saltaron, ladraron. Los críos los siguieron, tropezaron y gritaron.

Vanessa salió a vigilar, con los brazos en jarras. Empezó a negar con la cabeza y trató de poner un poco de orden. Luego se descubrió mirando sin más a Zac.

Zac sonrió, mucho, con franqueza, mientras niños y perros jugaban y retozaban a sus pies. Se quedó plantado, con las manos en los bolsillos delanteros, las piernas lo bastante separadas como para que los niños y los cachorros pudieran pasar entre ellas. Cuando uno de los cachorrillos probó sus dientecillos afilados en la puntera de su bota, se limitó a reír y a sacudírselo del pie.

En cuanto él alzó la mirada, sus ojos, tiernos, azulísimos y divertidos, se toparon con los de ella, y Vanessa estuvo perdida.

Quizá se hubiera ido acercando poco a poco, pero aquella era la meta, el instante en que supo -sin dudas- que lo amaba. El instante en el que pudo verse al fin con él el mes siguiente, el año siguiente, para siempre.

Llegó, tal vez, con una pequeña punzada de pánico, y la incertidumbre de qué podría ser o sería, pero el amor llamó a su puerta con la fuerza y la rotundidad de la risa de sus hijos.

Y era así, se dijo.

Liam: ¡Mamá! ¡Mamá! ¿Has visto? -se levantó, cargado con un cachorro que sonreía cándido con la lengua fuera-. Zac nos ha traído perritos.

Luke: Les gustamos -volvió la cara a la derecha, luego a la izquierda, tratando de esquivar los lametones de uno de ellos-. Les gustamos mucho.

Christopher: ¡Ven a ver! -abrazó al que Luke tenía en el regazo-. Ven a verlos. Son preciosos, y blanditos, y no huelen mal. ¿Podemos tener uno? Por favor, mamá, ¿eh, podemos?

Ness: ¿Otro? -dijo con los ojos muy abiertos, fingiéndose espantada-. ¿Acaso no os vale con dos?

Christopher: ¿Qué dos?

Ness: Esos dos.

Y tuvo otro de esos momentos. Cuando se dijo que hicieran lo que hiciesen aquellos cachorrillos, por muchas cacas y pises que tuviera que limpiar, por muchas veces que tuviera que levantarse de la cama para sacarlos a pasear, valía la pena si a cambio tenía aquella expresión atónita y radiante en el rostro de su pequeño.

Christopher: ¿Son nuestros?

Su susurro resonó con idéntico gozo.

Ness: Pregúntale a Zac. Ha sido él quien los ha comprado, y me ha convencido.

Los tres rostros se volvieron a él mientras los perros los mordisqueaban y lamían.

Luke: ¿Los has traído para nosotros? ¿Para que nos los quedemos?

Zac: Bueno, son hermanos.

Liam: ¡Como nosotros! -gritó-.

Zac: Sí, y necesitan un hogar. Amigos que los cuiden, les den de comer, jueguen con ellos, los quieran.

Christopher: Yo los quiero -se levantó para abrazarse a la pierna de Zac-. Los quiero, de verdad de la buena.

Zac: El cariño implica sacrificio -se agachó-. Aun cuando estés cansado u ocupado. Tendrás que estar siempre seguro de que tienen bastante comida y bebida, aire fresco, compañía. ¿Estás dispuesto?

Christopher: Lo prometo.

Zac: Entonces creo que os los podéis quedar.

Liam: Esto es lo mejor que me ha pasado nunca. Gracias -se abrazó a Zac y luego salió corriendo para abrazarse a su madre-. Mamá, tenemos cachorritos.

Luke: Los has comprado para nosotros -repitió, y al fin le dedicó a Zac aquella sonrisa angelical-. Cuidaremos de ellos, siempre.

Zac: Cuento con ello.

Ness: ¿Por qué no os los lleváis atrás y les enseñáis trucos?

Christopher: Ven con nosotros -tiró de Zac-. Vamos a enseñarles trucos. ¿Cómo se llaman?

Zac: No tienen nombre, así que más vale que penséis uno. Tengo algunas cosas para ellos en la camioneta. Voy con vosotros en cuanto lo haya sacado todo.

Luke: Yo te ayudo -se puso de pie-.

Zac: Me vendrá bien una manita.

Liam y Christopher corrieron atrás, llamando a los perros para que los siguieran mientras Luke se iba a la entrada con Zac.

Vanessa se quedó allí, absorbiendo amor, y mirando fijamente la siembra de pelo de perro y los charquitos de pis del suelo. Valía la pena, sí.




Maldito Austin 😒
Aparte de darle una paliza, yo le llenaría la casa de mierda de perro 😆


2 comentarios:

Carolina dijo...

Awwww, lo ama, y Zac también a ella
Son demasiado lindos ❤️❤️
Y pues si, a ver si ahora Austin se hace el listo después de tooodo lo q han hecho
Yo tambien le deseo q pise mierda de perrito xD
Pública pronto please

Maria jose dijo...

Zac ea muy lindo con ella
Y con sus hijos
Ahora que sabe que lo ama espero y confie en el
Siguela pronto
Saludos

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