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sábado, 8 de junio de 2019

Capítulo 19


Él habría hecho sobremesa con el postre, pero ella insistió en recoger y lavar los platos. Como lo supuso parte de su plan, no trató de persuadirla de que lo dejara para después. De todos modos, disfrutaba viéndola pulular por su cocina, con él, al tiempo que sonaba la música y charlaban relajados.

Zac: Esto ha sido toda una sorpresa, Vanessa.

Ness: Quizá no tanto como dos perritos, pero no está mal. Y, para mí, es agradable disfrutar de una velada en la que se hable de algo más que de disfraces y caramelos. Sobre todo sabiendo que, cuando eso pase, no se hablará otra cosa que de Papá Noel hasta Navidad.

Zac: ¿Aún creen en Papá Noel?

Ness: Creo que Luke ya lo sabe, pero se hace el loco. Ya están empezando a hacer la carta, con absolutamente todo lo que ven anunciado por televisión.

Zac: Yo hacía lo mismo, me acuerdo. Qué tiempos aquellos.

Ness: Liam quiere una Barbie.

Se lo dijo con una sonrisa pícara. Tras la sorpresa inicial, él le sonrió también.

Zac: Para usarla de rehén, de víctima o de inocente espectadora.

Vanessa se llevó a la cadera la mano con la que apretaba un paño de cocina.

Ness: Exactamente, solo que lo de la inocente espectadora aún no se le ha ocurrido. De verdad que los hombres no sois más que niños grandes.

Zac: Cómprale también el coche de la Barbie. Así podrían asaltarla y robarle cuando vaya conduciendo. Eso estaría genial.

Ness: Antes eran Winnie de Pooh y las cajas sorpresa con resorte.

Zac: Los tiempos cambian.

Ness: Ya te digo. Y tú piensa que el año que viene estarás decorando el hotel.

Zac: Supongo que tendremos que echar el resto.

Ness: Desde luego. Vais a tener que tirar la casa por la ventana. Deberíais organizar un recorrido navideño por el hotel.

Zac: Mmm. A lo mejor.

Ness: En serio, Zac. La obra tiene cautivada a la gente, y todo el mundo quiere ver lo que habéis hecho allí. Deberíais organizar un circuito cuando esté todo terminado. Brittany sabrá cómo hacerlo exactamente. Ashley y yo podríamos ayudaros. Por difusión, por publicidad, por orgullo.
 
Zac: Hablaré con la familia.

Y se imaginó a su madre entusiasmada con la idea.

Ness: Yo, por mi parte, estoy pensando en abrir la librería los domingos cuando ya estéis operativos. Igual el hotel me proporciona algo de negocio. Hizo una pausa y miró alrededor-. ¿Por qué no sirves lo que queda del vino? Voy a refrescarme.

Menos mal que se le había ocurrido recoger la ropa sucia y las toallas usadas.

Sirvió el vino y se acercó con su copa a las ventanas que daban a la calle. Probablemente Vanessa tuviera razón respecto a lo del circuito, la decoración, lo de abrir su tienda los domingos. Más trabajo para todos, pero valdría la pena. Vio cómo brillaba el edificio en ese momento y lo imaginó decorado de Navidad.

Desde luego que valdría la pena.

Hacía poco más de un año, aquel edificio se alzaba, descuidado, en la oscuridad, y ahora resplandecía. En poco más de un año, pensó, lo tendrían centelleando de luces, bolas y espumillón.

Ciertamente asombroso todo lo que podía ocurrir en un año.

Vanessa estaba allí, con él. Y, desde luego, la veía con él también al año siguiente. De hecho, observó, no podía imaginarlo de otro modo.

Ness: ¿Zac? ¿Podrías venir un segundo?

Maldita sea, ¿se habría dejado algo tirado por ahí? En ese caso, tendría que distraerla; cogió su copa de vino por el camino.

Zac: No he tenido tiempo de…

Dejó de hablar en cuanto entró en el dormitorio, más que nada porque se quedó pasmado.

Vanessa a la luz de las velas.

Las había repartido por la habitación para crear un ambiente suave y romántico, y había traído más flores para perfumar el aire. Le había abierto la cama y amontonado las almohadas a modo de invitación.

Y ella era la atracción principal. El pelo, largo, le caía por los hombros desnudos y brillaba a la suave luz de las velas. Su cuerpo -piel suave, curvas sutiles- parecía envuelto en una medianoche que espumaba en la curva de sus pechos y en la parte alta de sus muslos.

No estaba seguro de cómo llamaban las mujeres a lo que ella llevaba puesto… «corsé» le resultaba vulgar y anticuado. Él lo habría llamado «seducción instantánea».

Ness: Me ha parecido que no te importaría.

Zac: Me has dejado sin respiración. 

Ness: Confiaba en que así fuera. Confiaba en que vendrías. Acércate, Zac, y déjame sin respiración tú a mí.

Zac soltó las copas y se acercó a ella. Le acarició los hombros, los brazos y ascendió de nuevo.

Zac: Que sepas que ahora tendré que comprarles a los niños una camada entera.

Vanessa rió y él se abalanzó sobre ella y le atrapó la boca. Le robó el aliento.

Ella había deseado tanto conocer eso, ese instante intenso, la simbiosis absoluta de cuerpo y alma. Ese instante que esperaba, como un saltador al borde del acantilado, hasta que los anhelos y sentimientos lo arrojan a una caída indolente.

Había querido entregárselo a él, ese instante, y los que vinieran. Lo envolvió, ansiando fundirse con él como él con ella. Apoderarse de él como él de ella.

Esa noche, todas las noches, lo daría todo, lo que fuera, para celebrar que sabía que podía amar.

Toda la noche, se dijo de nuevo, para saborearlo. Apoyó la mejilla en la de él, luego se retiró despacio.

Ness: Es agradable -empezó a desabrocharle la camisa- disponer de tanto tiempo. Tiempo para recrearnos.

Zac: Dime una cosa, ¿llevabas eso puesto antes?

Vanessa alzó la mirada, pícara como su sonrisa. Zac se preguntó si las mujeres sabrían que una mirada así podía esclavizar a un hombre.

Ness: Era más práctico. Me gustaba la idea de venir aquí y desnudarme. -Le deslizó la camisa de los hombros-. De llamarte. Pensar que me desearías cuando me vieras así.

Zac: Yo te deseo siempre que te veo. Te deseo hasta cuando no te veo. Te deseo, Vanessa, punto.

Ness: Me puedes tener. También me gusta saber eso.

Le bajó la cremallera de los pantalones, haciendo que le temblara el vientre.

Zac: Resulta difícil recrearse viéndote así.

Ness: Ya te ayudo yo. Tienes que tumbarte. Que hoy has trabajado mucho.

Le dio un empujoncito juguetón.

Él pensó que si le dejaba coger las riendas y tomárselo con calma lo mataría… pero moriría feliz.

Se tendió. Vanessa se deslizó sobre él, a horcajadas. Se echó la melena para atrás y le plantó las manos en los hombros.

Ness: Noto aquí el trabajo que haces. -Le masajeó los hombros suavemente, ascendiendo despacio hacia el cuello-. Y aquí. -Descendió luego por los bíceps-. Resulta emocionante. Y en las manos. -Se las cogió y pegó sus palmas a las de él-. Recias y fuertes. Me excita pensar que van a acariciarme, a tocarme, a hacerme cosas que solo tú y yo sabemos.
 
Trenzó sus dedos con los de él, se inclinó y los sumergió a los dos en un beso.

Él se preguntó cómo el cuerpo podía relajarse y agitarse de ese modo a la vez. Ella lo serenaba, lo excitaba, desataba todos sus nudos de tensión y creaba otros nuevos paseando los labios por su mandíbula, salpicando su cuello de besos lentos y delicados.

Zac: Necesito tocarte.

Ness: Y lo harás -le susurró-. Quiero que lo hagas. Pronto.

Pero mantuvo sus dedos trenzados con los de él mientras deslizaba aquellos labios por su pecho y, despacio, como una tortura, por su vientre.

Era un regalo, se dijo ella, semejante festín de su cuerpo. Un regalo para los dos. Qué deleite tenerlo debajo de ella, explorar la forma de su cuerpo, su aroma, el tacto y el sabor de su piel.

Darse un gusto, un atracón si quería, tanto como quisiera. Cuanto más consumía, más voraz se volvía su apetito.

Manos fuertes, brazos fuertes, espalda fuerte, se dijo ella, y aun así se estremecía por ella. Su respiración se aceleraba; sus músculos de obrero se tensaban. Por ella. También eso era un regalo.

Lo llevó al límite y lo mantuvo ahí hasta que cada una de sus respiraciones ardía. Luego se alzó y guió las manos de él a sus pechos apenas cubiertos por la lencería.

Ella se arqueó al fin, dejando que él la tocara. Liberando un suspiro de placer, bañada por la luz de las velas.

Los dedos de él encontraron los corchetes. No quería precipitarse, arrancárselo de golpe, sino soltárselos todos uno a uno. Y ver cómo la prenda se deslizaba por su piel y revelaba más.

Lo atrajo hacia sí cuando él se incorporó para probar y saborear, lo presionó contra su cuerpo, instándolo a darse un festín.

El aire latía, embriagador de cera de vela y perfume de flores, y bajo la tenue luz ella lo apartó de nuevo, anclando las manos en sus hombros. Mirándolo, lo tomó en su interior.

Soltó un soplido, una especie de sollozo. De nuevo, trenzó sus dedos con los de él, y empezó a moverse.

Se meció, casi suavemente al principio, con los ojos fijos en él hasta que no vio nada más que a ella, no sintió nada más que a ella. Solo Vanessa.

El tiempo se dilató, en instantes largos y lentos. Una vez más lo llevó al límite y lo mantuvo allí. Lo mantuvo, luego lo condujo a una oscuridad abrumadora. 


Por la mañana, Zac volvió las tornas y le llevó el desayuno a la cama. No era un guiso de carne con toda su guarnición, pero supo hacerle una tortilla medianamente decente.

La expresión atónita de ella le hizo desear haber podido ofrecerle algo más que un par de huevos con queso.

Ness: ¿Vas a tomar pastel de manzana para desayunar?

Zac: Es fruta. -Se sentó enfrente de ella para poder verla comer-. Los cruasanes son un desayuno mundialmente reconocido. ¿Por qué no un pastel?

Ness: Evita ese razonamiento con los niños. Dios, estoy desayunando en la cama, aquí sentada, tomando café y huevos. Esto debe de ser un universo alternativo.

Zac: Si es con este pastel, me quedo a vivir en él. ¿Qué planes tienes para hoy?

Ness: Día completo. Ayudar a mi padre a cosechar hierbas, lo que significa que me llevaré alguna. Visita rápida al mercado de camino a casa. Papeleo, algunas tareas domésticas. Y todo eso. ¿Tú?

Zac: Yo tengo papeleo y lío en el taller. Aunque preferiría pasar el día contigo.

Ness: Ven a cenar con nosotros mañana. Pillaremos algo de Vesta antes de echarnos a la calle a mendigar caramelos.

Zac: Me apunto. Puedo pasar a recogeros.

Ella negó con la cabeza mientras se terminaba la tortilla.

Ness: Cuando los recoja del colegio, me los llevo a casa para disfrazarlos y luego a casa de mis padres a que les hagan el truco o trato. Desde allí, hablaremos con los padres de Cody por Skype, para que los vean disfrazados. Calculo que andaremos por la pizzería hacia las cinco, para que coman un poco de comida de verdad.

Zac: Vale, entonces os veo allí.

No quería dejarla ir, pero no le parecía bien robarle tiempo con sus padres. Además, le había prometido a David que trataría de estar en el taller hacia mediodía.

Así que pensó en ella cuando se hubo ido, y durante todo el camino.


Vanessa escuchó el relato a tres voces de la estancia de sus hijos en casa de los abuelos justo antes de que salieran disparados a quemar aún más energías con los cachorros.

Ness: ¿Se han portado bien? -le preguntó a su madre-. 

Rosie: Siempre lo hacen. -Al ver que su hija la miraba, se encogió de hombros-. Los abuelos tenemos un baremo de buen comportamiento muy distinto al de los padres. Es nuestro deber. Esos perros son adorables, y hacen tremendamente felices a los niños. Zac es un cielo.

Ness: Sí, lo es.

Rosie: ¿Cómo ha ido vuestra cita?

Ness: Absolutamente perfecta. La carne al horno no falla. Esta mañana me ha traído el desayuno a la cama.

Rosie: Parece que este es el definitivo. -Vanessa volvió a mirarla-. No me digas que tú no lo has pensado.

Ness: Solo llevamos desde el verano, y no quiero… ay, mamá, estoy tan enamorada de él.

Rosie: Cielo -se acercó para abrazarla y le dio un buen achuchón-. Eso es bueno.

Ness: Lo es. Así me lo parece. Soy feliz. Somos felices, pero eso no significa que… No hago planes. Me lo he planteado de otro modo, lo disfruto tal cual sin pensar en… todo lo demás. Me encanta estar con él, los niños están locos por él… y es recíproco. Soy tan feliz que no necesito hacer planes.

**: ¡Oye! -Su padre abrió la puerta y asomó la cabeza-. ¿Me ayudas o qué?

Ness: Voy para allá -prometió-.

Rosie: Christopher el Agricultor tiene ahí más albahaca y tomates de los que podríamos comernos los dos en tres temporadas. Te vas a ir a casa cargada -le advirtió-.

Ness: Entonces más vale que me ponga a ello.

Rosie: Enseguida voy.

Pero primero Rosie miró por la ventana unos minutos cómo su marido le pasaba a su hija unos guantes de jardinería y unas tijeras de podar mientras sus nietos trotaban por el patio con unos enormes cachorros marrones.

Su hija era feliz, era evidente. Y estaba enamorada. También era evidente. Conocía bien a su niña. Lo bastante para saber que Vanessa siempre querría hacer planes, lo admitiera o no.


El lunes Zac dio gracias a Dios por no tener que volver a subir ningún bulto arriba, aunque a cambio tuviera que pasarse casi todo el día con una brocha y el resto serrando.

Cuando al fin recogió, ya eran las cinco.

Zac: ¿Os quedáis aquí para el truco o trato, tíos? -les preguntó a sus hermanos-. 

David: Yo sí. Brittany va a repartir caramelos a la puerta del hotel.

Alex: Aún no hemos abierto.

David se contuvo de lanzarle una miradita al cascarrabias de Alex.

David: Ha comprado pastas y caramelos.

Alex: ¿Pastas y caramelos? -sentía debilidad por ellas-. Igual me quedo por aquí, a ver qué tal va. ¿Qué diablos haces?

Zac: Ponerme la capa -respondió mientras se ataba a los hombros el paño de rojo intenso. Se calzó unas gafas de seguridad, unos guantes de trabajo y luego le pasó a David un rollo de cinta americana-. Toma, hazme una equis grande en la camiseta. Centrada.

Alex: ¿Quién demonios se supone que eres?

Zac bajó la barbilla y comprobó la labor de David.

Zac: Pues soy Carpintero X. Más rápido que una sierra de calar, más poderoso que una pistola de clavos. Lucho por la verdad, la justicia y la fontanería.

Alex: Qué patético.

Zac: Te apuesto lo que quieras a que a los niños no se lo parece. Y a que consigo más golosinas que tú.

Alex: Por compasión -le gritó mientras Zac salía-.

David: No está nada mal para ser un disfraz improvisado.

Alex: Sí, no está mal, pero no se lo voy a decir.


Vesta estaba a reventar. Muchas personas, se dijo Zac, habían tenido la misma idea: comerse una pizza antes de ir a Main Street. Vio a Ashley, con su peluca de coleta rubia, lanzando la masa al aire para delicia de su público de diminutos superhéroes, princesas de cuento y demonios.

Zac: ¿Hannah Montana? -le gritó-.

Aprovechando la mano libre, Ashley se dio un toque en la estaca de plástico que llevaba al cinto.

Ash: Buffy Cazavampiros.

Zac: Guay.

Ash: Salvo que seas un vampiro.

Divertido, se acercó al cubículo de los superhéroes y le echó un vistazo a Vanessa. Se había convertido en una fantástica Tormenta, de los X Men, con su peluca blanca estilo punki, una blusa negra ajustada y botas altas hasta el muslo.
 
Zac: Disculpe, señora, estoy buscando a tres niños. Son así de altos -le dijo indicando con la mano las tres alturas en escalón-. Se llaman Luke, Liam y Christopher.

Ness: Lo siento, no los he visto. Yo soy Tormenta, y estos son mis amigos y colegas Lobezno, Iron Man y Masacre.

Zac: Encantado de conocerlos. Yo soy Carpintero X.

Christopher: ¡Eres Zac! -se bajó del asiento y lo señaló desde el suelo-.

Zac: Durante el día soy Zac Efron, notable arquitecto, guapo del pueblo, pero, de noche, cuando los malhechores rondan la calle, soy Carpintero X, defensor de Boonsboro y aledaños.

Christopher: ¿Tienes superpoderes?

Zac: Ingenio sin igual, agilidad felina y superfuerza.

Cogió al diminuto Masacre, lo levantó y se lo subió a los hombros.

Christopher: Somos nosotros -se agachó para susurrarle al oído-: Christopher, Luke, Liam y mamá.

Zac: Un momento. -Levantó a Christopher de sus hombros y lo sostuvo en el aire-. ¿Insinúas que en todo este tiempo no me has dicho que eres Masacre?

Christopher: Solo por Halloween -se levantó la máscara-. ¿Ves?

Zac: Vaya por Dios. -Se dejó caer en el asiento e instaló a Christopher en su regazo-. Pues sí que me tenías engañado. -Dejó a Christopher en el asiento cuando Heather venía con la pizza-. Justo a tiempo.

Liam: Tenemos que llamarnos por nuestro nombre de superhéroe. Christopher no hace más que meter la pata.

Christopher: A Zac se lo puedo decir porque es de los nuestros.

Luke: No quiero pizza -miró hosco el trozo que Vanessa le puso en el plato-. No tengo hambre.

Ness: Muy bien. Te confisco hasta mañana las golosinas que te han dado los abuelos y las que consigas luego.

Zac: Ya me la como yo. Estoy más hambriento que Hulk -dijo haciendo ademán de echarle el guante al plato de Luke-.

Luke: Me la puedo comer yo -masculló apartándola-.

Zac: ¿Puedo haceros el truco o trato, chicos?

Luke: Eres demasiado mayor para eso.

Zac: Te equivocas, Lobezno -señaló a Luke-. Nunca se es demasiado mayor para las golosinas. Ni para la pizza, que, como es bien sabido, es la comida favorita de todos los superhéroes.
 

A las seis, superhéroes, villanos, estrellas del pop, hadas y una gran variedad de zombis invadieron Main Street. Los adolescentes iban en grupitos, los padres empujaban cochecitos ocupados por conejos, gatos, cachorros y payasos. Unos cargaban o llevaban de la mano a los pequeños, otros iban con niños mayores de tienda en tienda, de casa en casa.

Brittany estaba sentada en las escaleras del hotel, con un cuenco grande de dulces en el regazo.

Britt: Raciones de poder para superhéroes. -Les tendió el cuenco a los niños cuando gritaron «truco o trato»-. Estás genial -le dijo a Vanessa-. ¿Y tú quién eres, Contratista X?

Zac: Carpintero X. Siempre llevo el cinto cargado.

Britt: Eso me han dicho.

Cuando Zac rió, señaló con un dedo acusador a Vanessa. Brittany tendió el cuenco al siguiente grupo y respondió a un puñado de preguntas sobre el hotel.

Britt: Todos me preguntan -le dijo a Zac-. En cuanto me deis una fecha de apertura definitiva, voy a empezar las reservas.

Zac: Intentaremos hacer un cálculo lo más aproximado posible.

Britt: Me encanta esto. -Se recostó en los escalones-. No sabía bien qué esperar, pero es divertido, tierno, una forma genial de observar a la gente. Me he quedado corta con las golosinas, eso sí.

Ness: Coge unas cuantas de la librería. O pídeselas a Ashley. Nosotras siempre compramos demasiadas.

Liam: ¡Mamá! -olvidó su propia norma al tirarle de la manga a Tormenta-. Queremos irnos antes de que se acaben todos los dulces.

Ness: Crúzate a la librería a por suministros si te quedas sin reservas -le gritó mientras sus hijos la arrastraban calle abajo-.

Zac: Qué divertido -se quedó al lado de Vanessa mientras los niños corrían al siguiente cuenco-. Más aún con los niños. Menudo cargamento llevan.

Ness: Y el subidón de azúcar que tendrán luego. Tengo que dejarles comer algunos, con lo que estarán histéricos a la hora de dormir y agotados mañana en el cole.

Zac: Bueno. -La rodeó con el brazo mientras los seguían a la siguiente parada-. Pues haz que nieve unos cuantos centímetros, Tormenta. Búscate un descanso.
 
Cogidos de la mano, avanzaron al ritmo de los críos, parándolos cuando alguien se detenía a hablar. Empezó a refrescar, y las hojas secas, zarandeadas por el viento frío, se arremolinaban en las aceras.

Ness: Tenía que haberme traído las cazadoras en lugar de dejármelas en el coche.

Zac: ¿Tienes frío? Porque debo decir que a mí no me lo parece, en absoluto.

Ella le dedicó una sonrisa pícara.

Ness: Será el elastano. No, no tengo frío -añadió-, pero Liam ya moquea.

Zac: No estaremos fuera mucho más.

Ya habían cruzado la calle e iban camino de la otra acera.

Ness: Tienes razón, y lleva una camiseta térmica debajo del disfraz. Aun así…

Zac: Te propongo algo, Supermami: paramos en la librería para que entren en calor y yo voy a por el chocolate a la taza.

Ness: Dios, más chocolate. Vale, me parece buena idea.

Cuando llegaron a la tienda, Austin Freemont estaba enfrente, con una máscara de hockey de Jason, el protagonista de Viernes 13, pantalón de chándal y sudadera con capucha. Lo excitaba estar allí, a la vista de todos, vigilándola.

Truco o trato, se dijo. Le daría un poco de ambos, en breve.

Satisfecho con el desarrollo de los acontecimientos, bajó por Main con la muchedumbre y continuó cuando esta se diluyó. Las luces de los porches brillaban y los niños mayores correteaban, gritándose. Nadie reparaba en él, paseando al abrigo de su disfraz.

El poder que la máscara le daba se enredaba de modo casi erótico con la emoción de lo que estaba por venir.

Caminó sin parar hasta llegar a la casa de Vanessa, luego echó un vistazo rápido, despreocupado, antes de ocultarse bajo la sombra de los árboles que punteaban la acera.

Había estudiado la casa lo bastante para conocer sus puntos flacos. Los perros, en el patio, se pusieron nerviosos, pero iba preparado para eso. Lanzó un puñado de galletitas para perros por encima de la valla.

Los cachorros empezaron a menear la cola de inmediato, devorándolas. Eligió una ventana y sacó la palanca.

Porquería de casa, se dijo, al ver que la ventana cedía con un crujido, vibrando.

Porquería de vida. Él le ofrecía mucho más, y ya iba siendo hora de que lo escuchase.

Retiró la herramienta, se coló dentro. Y cerró la ventana después. 


A las ocho, terminadas las rondas, los chicos, en Vesta, comían e intercambiaban golosinas respetando el límite de tres establecido por su madre. Zac optó por una barrita de mantequilla de cacahuete, un Snickers y un paquete pequeño de Lacasitos, y terminó sintiendo un poco de náuseas.

Los niños, por lo visto, eran de otra pasta, porque Liam ya iba en busca de más.

Ness: Mañana -le dijo para desesperación del crío-.

A Luke le tocó lo mismo cuando suplicó monedas para jugar a los videojuegos.

Ness: Ya es hora de irse a la cama. -Estudió a Christopher, que tenía la vista clavada en su tercera y última golosina, como si su vida se hallara incrustada en el interior de aquella barrita de caramelo recubierto de chocolate-. Hora de volver a casa, Masacre.

Zac: Os sigo.

Ness: Oh, Zac, hace días que no… pasa nada. Además, Aly y Joe se van ahora. Déjame que les pregunte si van para casa, y así tendré escolta. ¿Te vale con eso?

Zac: Me valdría con eso.

Salió escopeteada.

Christopher: Me reservo los gusanos de gominola.

Zac: Te los guardas para mejor ocasión.

Christopher: No tiene por qué ser mejor. Me los guardo para mañana. ¿Volvemos al hotel para que vea otra vez a la señora?

Zac: Solo si a mamá le parece bien.

Luke: Solo quiero jugar una vez -protestó-.

Zac desvió la atención hacia el enfurruñado Lobezno.

Zac: Mira, si a mamá le parece bien, este fin de semana podemos ir a los recreativos, y jugaremos hasta reventar.

Luke: ¡Vale! Pero el sábado no, que es el cumple de Will. ¿Vamos el domingo?

Zac. Por mí, bien.

Vanessa volvió con Joe, que le revolvió el pelo a Liam.

Ness: Encantados de acompañar a casa a estos pequeños combatientes del mal.

Luke: El domingo vamos a ir a los recreativos. 

Vanessa arqueó las cejas.

Ness: ¿Ah, sí?

Zac le dio una patada a Luke por debajo de la mesa.

Zac. Estamos estudiando la posibilidad.

Ness: Desde luego es una posibilidad, sobre todo si estos tres superhéroes se vienen para casa ahora mismo sin rechistar.

El soborno funcionó: se levantaron a toda prisa y salieron disparados hacia la puerta, despidiéndose a gritos de Ashley. Zac salió con ellos.

Zac: Te veo mañana. -Le dio un beso suave-. Feliz Halloween.

Vanessa le apretó la mano.

Ness: No comas demasiadas chuches.

Los vio cruzar la calle y girar para bajar al aparcamiento. Querría irse con ellos, observó. No solo por asegurarse de que Vanessa llegaba bien a casa sino por estar allí. Quizá ayudarla a acostar a los niños.

De hecho, ya había dado un paso adelante cuando se detuvo. Qué bobada, pensó. Ella lo haría todo mucho más rápido si él no le ponía a los niños aún más nerviosos. Además, probablemente ella estuviera cansada y quisiera un poco de tranquilidad después de haberlos acostado.

La vería al día siguiente… con eso bastaba. Aunque, maldita sea, a él no le bastaba.

Volvió dentro y se sentó a la barra. Qué diablos, se tomaría una cerveza.

Zac: Hoy sí que habéis tenido jaleo -le dijo a Ashley cuando ella le trajo la botella-.

Ash: La noche de Halloween, siempre. Es divertido, pero, Dios mío, tengo los pies rotos. Necesito descansarlos, le pediré a Dave que cierre.

Zac: ¿Te tomas una birra primero?

Se lo pensó.

Ash: Pues, mira, sí. -Se quitó el delantal, cogió una cerveza y rodeó el mostrador para sentarse a su lado. Brindó con él-. Feliz Halloween. 


2 comentarios:

Carolina dijo...

OMG, que va a hacer este loco???
Espero que no les pase nada a Ness ni a los niños!!
Zac, haz algo��
Pública pronto porgis, quiero saber que pasa

Maria jose dijo...

Que pasará???
Ya quiero leer el proximo
Me gusta la relacion de zanessa en esta novela
Siguela pronto!!!
Saludos

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