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martes, 11 de junio de 2019

Capítulo 20


A Austin le producía cierto morbo pasearse por la casa vacía de Vanessa. Podía ir de aquí allá a placer, a donde quisiera y cuando quisiera. Estudió las fotografías que tenía en mesas y estanterías, se imaginó en ellas.

Pronto estaría en ellas. Era solo cuestión de pillarla a solas hasta que entendiera qué era lo que más le convenía. Hasta que al fin reconociera que le pertenecía.

Un hombre de verdad tenía lo que quería y, aunque había sido paciente con ella -demasiado, quizá-, ya era hora de que entendiera eso también.

Austin: Hoy te daré unas lecciones -dijo mientras subía la escalera-.

Fíjate en cómo vivía, pensó, en esa porquería de casa. Así la definiría su madre: una porquería en un pueblucho de poca monta.

Eso iba a cambiarlo él.

Entró en el baño y suspiró al ver el tamaño, los sanitarios sencillos y económicos. No era mayor que el vestidor de su casa, decidió. Era penoso, de verdad, con qué poco se conformaba. Se asomó al botiquín y asintió con la cabeza al ver los anticonceptivos. Bien, eso estaba bien; no interesaba cometer errores que luego hubiera que enmendar.

Bastante tenía con esos tres bichos. Un internado decente se encargaría de ellos y una inversión razonable para despejar el camino.

Tras estudiar y olisquear sus cremas y lociones corporales, tomó nota mental de pedirle a su madre que llevara a Vanessa a su balneario urbano. Todo un detalle, se dijo, y otra lección. Cualquier mujer que se vinculara a él debía presentarse de cierta manera, en público y en privado.

Pensando en eso, se metió en el dormitorio.

Había intentado hacerlo bonito con lo poco que tenía. Lo cierto era que lo hacía lo mejor que podía pese a sus limitados recursos. Pensó en lo agradecida que estaría cuando él la tomara de la mano y le enseñara a vivir bien.

¿Se lo habría hecho con Efron en esa cama? Lo hablarían, desde luego. Tendría que ponerse firme en eso, pero la perdonaría, claro. Las mujeres eran débiles.

Abrió el armario y acarició sus vestidos, sus blusas. La recordaba con casi todos. Pensó en el aspecto que tenía caminando por la calle o empujando un carro del supermercado, incluso detrás del mostrador de la puñetera librería.

Iba a necesitar un guardarropa completamente nuevo. Imaginó lo entusiasmada, lo complacida que se sentiría cuando la ayudara a elegir. Tendría que hacer la selección él mismo, hasta que ella se aclimatara a su nuevo estatus.

Sí, eso sería lo mejor. Le enseñaría a vestirse.

Curioso, se acercó a la cómoda, abrió cajones, tocó y escudriñó. Era obvio que necesitaba orientación sobre lencería de noche, sobre lo que llevar bajo su nueva ropa. Una mujer, y desde luego la suya, debía revelar estilo y estatus hasta en la intimidad.

Se topó con dos piezas distintas: sexis, seductoras. Se le aceleró el pulso mientras acariciaba el tejido con los dedos y la imaginaba vistiéndolas para él.

Entonces reparó en algo: no, para él no, se las había puesto para Efron. Le arrancó el volante de encaje al corsé. Ya no volvería a ponérselo, decidió resuelto. La obligaría a quemarlo. Tendría que disculparse -como mínimo- y quemar esa ropa de guarra que se había puesto para Efron.

Después se pondría lo que él le comprara, lo que él le dijera. Y agradecérselo. Una rabia agudísima le roía las entrañas. Tanto que casi no oyó los ladridos.

Cerró el cajón, despacio, con cautela, y se metió sigilosamente en el armario poco antes de oír que se abría la puerta de abajo, y a esos bichos corriendo por la casa, gritando como salvajes.

Ya les enseñaría él, se prometió. No tardarían en aprender a respetar las normas si sabían lo que les convenía.


Sus superhéroes corrieron en bloque a la parte de atrás para dejar entrar a los perros. Cinco minutos, se dijo ella, mientras se organizaba un nuevo jaleo. Les daría otros cinco para que se tranquilizaran antes de irse a la cama.

Al día siguiente, no serían los únicos niños de la escuela de Boonsboro que se hubieran acostado un poco tarde y con un subidón de glucosa.

Dejó las bolsas de chuches al fondo de la encimera, lejos de perros curiosos y niños pillos, y pensó en las ganas que tenía de librarse de la peluca, quitarse el disfraz y limpiarse el maquillaje de Tormenta.

Había sido divertido, decidió, pero ya estaba lista para poner fin a la diversión. Los dejó parlotear de su gran noche, que juguetearan con los perros al tira y afloja… y luego soltó el mazo.

Ness: Bueno, chicos, hora de acostarse.

Recibió entonces las esperadas pegas, súplicas, protestas, excusas, propuestas… pero se mantuvo firme, tanto por sí misma como por los chicos.

Necesitaba la comodidad del pijama, un poco de tranquilidad, una taza de té, quizá, y un libro.

Ness: Deduzco que no os apetece ir a los recreativos el domingo.

Luke: ¡Sí, sí nos apetece! -la miró pasmado y horrorizado-.

Ness: Los niños que discuten con su madre no van a los recreativos. Os quiero ver en pijama ya. Y esta noche os vais a lavar los dientes especialmente bien. Marchando. -Los condujo arriba y se quedó frente la puerta de su cuarto un rato para asegurarse de que le hacían caso-. No tiréis los disfraces al suelo. Metedlos en la caja de los disfraces, en serio. Yo voy a ponerme el pijama también.

Liam: ¿Podemos ir disfrazados a los recreativos?

Ness: Ya veremos. De momento, guardadlos.

Se fue a su dormitorio. Se disponía a quitarse la peluca, pero se vio en el espejo. Una sonrisa se dibujó despacio en sus labios.

Ness: Bueno, no eres Halle Berry, pero tampoco estás tan mal.

Quitándose la peluca, soltó un suspiro larguísimo.

En el armario, conteniendo la respiración y con los ojos clavados en las rendijas de la puerta de rejilla, Austin se preguntó qué estaba haciendo. Aquel instante de lucidez le puso el corazón a mil.

Se había colado en su casa como un ladrón y ahora se escondía en su armario como… le daba horror solo pensarlo. ¿Y si ella abría el armario? ¿Qué iba a decirle? ¿Qué iba a hacer?

Ella lo había puesto en esa coyuntura, en esa terrible coyuntura y ahora…

El instante pasó cuando ella se soltó el ridículo disfraz de los hombros y se sacó la falda estrecha por los pies. La melena le cayó suelta por la espalda mientras doblaba la falda y la dejaba en una sillita.

Llevaba un sujetador blanco corriente y unas braguitas blancas corrientes. Ignoraba que lo blanco y corriente pudiera resultar tan excitante.

Sabía bien lo que estaba haciendo, se dijo. Tomar lo que quería. Alzó la mano para abrir el armario.

Liam: ¡Mamá! ¡Luke está acaparando la pasta de dientes!

Ness: Hay para todos. Enseguida voy.

Esos bichos, recordó, y bajó despacio la mano temblorosa. Los había olvidado. Tendría que tener paciencia un rato más. Tendría que esperar a que se acostaran.

Tendría que esperar. Tendría que vigilar.

Vanessa se quitó las bragas, las tiró al cesto y se enfundó unas mallas de algodón. Se desabrochó el sujetador, lo echó al cesto también y se puso una camiseta descolorida.

Oyó ruidos que no sonaban a lavado de dientes y cazó al vuelo su cepillo de pelo.

Luke y Liam interrumpieron su esgrima con cepillos de dientes; Christopher dejó de hacer ruidos de bomba al tiempo que tiraba al lavabo una de las pelotas de los perros llena de agua casi hasta arriba.

Nerviosísimos, los perros saltaban a por el niño y a por la pelota.

Christopher: Ya nos hemos lavado los dientes -la miró con carita de ángel-. Iba a lavar la pelota porque está llena de babas.

Ness: Tira el agua, Christopher. -Se agachó junto a Liam-. Abre la boca. -Olisqueó e identificó el inconfundible olor de su pasta de dientes sabor a chicle-. Aprobado. A la cama. Luke. -Luke le puso los ojos en blanco, pero abrió la boca para que lo oliera-. Tú también. A la cama.

Cogiendo una toalla, se centró en Christopher.

Christopher: La pelota ya está limpia.

Ness: Seguro que sí. Y tu pijama empapado. -Dejó su cepillo de pelo para quitarle la parte de arriba del pijama, luego le secó las manos, los brazos, el pecho-. Abre.

Christopher: Me los he lavado muy bien.

Abrió la boca y le soltó una bocanada de aire para demostrarlo.

Ness: Muy bien. Anda, ponte la camiseta de otro pijama.

Christopher: Tendré que cambiarme también los pantalones; si no, no pegarán.

Ness: Christopher… -Se contuvo. En un par de minutos, estarían acostados-. Claro. Pero deprisa.

Usó la misma toalla para secar el agua de la encimera y la del suelo, luego la colgó de la barra de la ducha para que se secara antes de echarla al cesto.

Al entrar en el cuarto de los niños, vio a Christopher en la cama de uno de los perros con Yoda y a Ben retozando bajo las sábanas de la cama de Luke. Liam estaba tendido en la suya con la mirada vidriosa y mustia del que está casi traspuesto.

Ness: Christopher, no vas a dormir en la cama del perro.

Christopher: Es que se siente solito.

Ness: No se siente solito. Ben puede dormir con él.

Luke: ¡Pero mamá!

Luke se agarró fuerte al perro mientras ella se preguntaba cuántas veces habría oído esas dos palabras juntas en todo el día.

Ness: No puede dormir en la litera de arriba, Luke. Podría caerse, o intentar saltar, y se haría daño. Venga, que ya es tarde. -Consiguió bajar al cachorro y dejarlo en su camita mientras Christopher, fingiendo unos ronquidos impresionantes, seguía acurrucado con Yoda-. No cuela -cogió en brazos a Christopher y lo dejó en la litera de abajo-. Quietos ahí -les ordenó a los perros, y besó a Christopher, luego a Liam, luego a Luke-. Y eso va por los niños también, no solo por los perritos. Buenas noches.

A medio camino del dormitorio, oyó el sonido inconfundible de las pezuñas de los cachorros por el suelo y la risa contenida de Christopher, supuso, cuando los cachorros se pasaron a su cama.

Tendría que enseñarles disciplina, muy seriamente, al día siguiente, se prometió. Acordándose de su cepillo, volvió al baño. De regreso al dormitorio, empezó a peinarse. En cuanto se quitara el maquillaje, iría a hacerse el té. Echaría otro vistazo a los niños, luego se apoltronaría.

Debía preparar el próximo boletín informativo de la tienda, pero estaba agotada. Se pondría con ello al día siguiente a primera hora.

Captó el movimiento al cruzar el dormitorio hacia su pequeño baño, y se volvió. El cepillo se le escapó estrepitosamente de las manos cuando vio salir a Austin de detrás de la puerta del dormitorio, y cerrarla.

Austin: Más vale que te estés calladita -dijo como si nada, sonriente-. No querrás asustar a tus hijos. Podrían sufrir algún daño.


En Vesta, Zac le dio otro trago a su cerveza. Resultaba agradable relajarse un rato, con Ashley, hablar de cosas sin importancia, de nada en particular.

Ash: ¿Vas a ir a la fiesta de Chuck y Lisa?

A un par de manzanas de allí, se dijo, y muchos de sus amigos, y sus hermanos, estarían allí.

Zac: Creo que paso.

Ash: Vale, no vas a ninguna fiesta sin tu novia, ¿no?

Zac: Ahí le has dado. ¿Qué excusa tienes tú?

Ash: Yo iba a ir, pero los pies me han traicionado. ¿Qué ha sido de nosotros, Zac? Antes siempre nos apuntábamos a todas las fiestas.

Zac: Tienes razón. ¿Sabes qué?, que podrías ser mi acompañante. Iremos una hora. Buffy y el Carpintero X deben preservar su reputación.

Ash: ¿Me llevas y me traes a cuestas? -le preguntó cuando entraba Brittany-.

Britt: Menos mal que aún andas por aquí.

Zac: ¿Algún problema?

Britt: No puedo entrar en el hotel. Mi llave no abre la puñetera puerta, y arriba hay unas luces que se encienden y se apagan sin parar. Quería echar un vistazo, a ver si se trata de algún fallo eléctrico, pero no consigo que la condenada puerta se abra.

Zac se levantó mientras ella hablaba y se asomó por el ventanal del restaurante. El cristal de las puertas del balcón de E y D emitía destellos como de relámpagos.

Zac: Lleva unos días de mal humor. -Al ver que Brittany le arqueaba una ceja, Zac se encogió de hombros-. Yo solo lo digo. Voy a ir a mirar.

Britt: Te acompaño. Toda esta historia de la llave es desesperante. Funcionaba bien hace unas horas.

Ash: ¡Esperadme! -salió corriendo detrás de ellos-. Soy la cazavampiros, ¿os acordáis?

Zac: Dudo que encuentres vampiros en el hotel -comentó mientras cruzaban-.

Ash: Bueno, eso no se sabe. Además, los fantasmas cascarrabias son pan comido para la cazavampiros.

Zac sacó su juego de llaves, haciéndolas sonar al tiempo que bajaban la calle en dirección a la parte trasera del edificio.

Britt: ¿Podrías probar con las mías? -se las tendió-.

Él introdujo la llave en el ojo de la cerradura y la giró. Miró a Brittany al ver que la cerradura cedía y la puerta se abría con suavidad.

Britt: Te aseguro que hace cinco minutos no funcionaba. Si ha sido un jueguecito de tu fantasma, no entiendo por qué la toma conmigo.

Zac: Como ya he dicho antes -encendió la luz de Recepción-, hace días que está de mal humor.

Al poco, la luz que acababan de encender empezó a parpadear. Arriba se oyeron portazos tan fuertes como disparos.

Ash: Qué genio -masculló-.

Zac: Voy a ver qué pasa. Quedaos aquí.

Ash: Y una mierda -agarró de la mano a Brittany mientras lo seguían-. Quizá es por Halloween. Su forma de destacar la fecha.

Britt: No parece que esté de celebración.

Zac: Tengo la sensación de que ha estado como triste últimamente.

Al acercarse, las puertas del balcón de E y D se abrieron de golpe. Dentro, las luces oscilaban como las de un estroboscopio.

Britt: Igual está cabreada.

Ash: Igual vamos a necesitar a los cazafantasmas -susurró-.

Zac: Vale, Lizzy, ¡para ya! -alzó la voz, fingiéndose furioso. Al entrar, salió del baño una nube inmensa de vapor-. ¿Qué coño pasa? ¿No te gusta el alicatado, la puñetera bañera? Pues cámbiate de habitación.

Britt: Zac… -le puso una mano en el hombro, luego apretó con fuerza, y con voz temblorosa dijo-: Mira el espejo del baño.

Entre la nube de vapor, pudo ver al final las letras, como si alguien escribiera con el dedo en el cristal empañado.

Zac: «Ayuda» -leyó-. Lizzy, si tienes problemas…

Se detuvo al ver el resto.

Ayuda a Vanessa.
¡Deprisa!

Zac. Oh, Dios. -Cuando Ashley se disponía a salir corriendo, la sobrepasó como una bala-. Llama a la policía. A mis hermanos. Ya. Que vayan a casa de Vanessa.

Britt: Yo llamo a la policía -marcó los números mientras corría-.

Ash: Yo llamo a David. Y nosotras vamos contigo.


No grites, se dijo Vanessa. Te oirían los niños y vendrían. No se arriesgaría.

Ness: Te has colado en mi casa.

Austin: ¿Qué otra elección me has dejado? Ya va siendo hora de que tú y yo hablemos en privado, de que entiendas cómo van a ser las cosas. ¿Por qué no te sientas?

Ness: No quiero sentarme.

Austin: ¡Te he dicho que te sientes! Una de las cosas que vas a aprender es a hacer lo que te digo cuando te lo digo.

Ella se sentó, abrazándose, a los pies de la cama.

Ness: Has cometido un grave error, Austin, entrando en mi casa. Si te marchas ahora, lo dejaremos en eso. Un simple error.

Austin: No, el error lo cometiste tú al echarme a la poli encima. -Alzó las manos-. Bueno, eso lo puedo dejar correr, pero aprenderás a mostrarme un poco de respeto. Te acordarás de quién soy.

Ness: Ya sé quién eres.

Austin: Y yo sé que te falta confianza en ti misma. Sé que, por esa carencia, te has hecho la dura conmigo, me has hecho esforzarme. ¿No te di tiempo cuando volviste? No podía haber sido más considerado, más paciente, dado el lío en que te habías metido. Fugándote así con Cody.

Ness: Cody era mi marido.

Austin: Y está muerto, ¿no? Te dejó con dos críos y otro en camino para que tuvieras que volver arrastrándote a este pueblo inmundo.

Vanessa se debatía entre la rabia y el miedo, pero logró contenerse. Si lo empujaba, posiblemente le haría daño. A saber lo que les haría a sus hijos si no conseguía pararlo.

Ness: Volví a casa. Mis padres viven aquí. Yo…

Austin: Para empezar, nunca debiste haberte marchado. Pero eso ya es agua pasada. Me engatusaste, Vanessa.

Ness: ¿Cómo te engatusé?

Austin: ¿Crees que no sé lo que hacías cuando me sonreías? ¿Cuando me decías que no podías salir a cenar conmigo o a dar una vuelta en coche? Veía cómo me mirabas. ¿Acaso no he sido paciente? ¿No lo he sido?

Elevó la voz hasta casi gritar, así que ella asintió con la cabeza.

Ness: Por favor, vas a despertar a los niños.

Austin: Pues empieza a prestar atención. Quiero acabar ya con esto. No aguanto más. Te has servido de Efron para darme celos, algo indigno de ti. No quiero que vuelvas a dirigirte a él siquiera. ¿Queda claro?

Ness: Sí.

Austin: Bien. A ver…

Ness: Lo llamo ahora mismo, rompemos.

Se levantó y se encaminó hacia la puerta. Él la cogió del brazo y la devolvió a su sitio.

Austin: Te he dicho que no hables con él. Siéntate mientras no te ordene lo contario.

Ness: Lo siento.

Se agachó, recogió el cepillo y se lo llevó a los pies de la cama. Como arma, se dijo, contemplándolo entre sus manos, era patético.

Austin: Eso está mejor. -Respiró hondo y volvió a sonreír-. Mucho mejor. A ver… te diré lo que vamos a hacer. Vas a prepararte un bolso de viaje, con poquita cosa. Pronto reemplazaré todas tus pertenencias. Pero, para esta noche, necesitarás lo básico. Nos vamos de excursión, tú y yo, los dos solos. Saldremos unos días. Ya he reservado una de las villas privadas de un complejo turístico que me gusta. Allí me conocen bien, así que prepárate para que te traten como a una reina.

La horrorizaba ver esa sonrisa y ese guiño de ojo que le eran tan familiares.

Austin: Verás cuánto puedo ofrecerte, Vanessa. Tú solo tendrás que hacer lo que te diga, aprender tus lecciones, darme lo que los dos llevamos deseando tanto tiempo.

Ness: Suena de maravilla. Necesito encontrar a alguien que se encargue de los críos. Puedo pedírselo a mi madre. Voy a llamarla. Ella…

Austin: Los críos, los críos. -La rabia le encendió la cara-. Estoy harto de oír hablar de los críos. Están dormidos, ¿no? A salvo en sus camas con sus perros babosos. Ya llamaré yo a mi madre cuando lleguemos al hotel. Ella buscará quien cuide de ellos. Hay un internado excelente en el interior del estado de Nueva York. Los inscribiremos cuanto antes. Aprenderás que nada se antepone a mí. Puedo ser lo bastante generoso como para pagar la educación de los hijos de otro hombre, pero no pienso tolerar que nadie los anteponga a mí o a mis necesidades. ¿Me entiendes?

Ness: Perfectamente. ¿Preparo el bolso de viaje ahora?

Austin: Sí. Yo te indicaré qué es apropiado. -Cambió de tono y se puso zalamero-. A partir de ahora, ya no tendrás que avergonzarte de tu ropa. Yo te llevaré de compras. Vas a tener mucho tiempo para disfrutar de ti misma, estar conmigo, llevar la vida que te ofrezco sin que esos niños ni la librería esa que te has buscado como entretenimiento se interpongan en el camino.

Vanessa se levantó despacio. El miedo había remitido y la rabia ocupaba su lugar. Rezaba para que no se le notara. ¿Dejar a sus hijos solos? Por encima de su cadáver.

Ness: Quiero darte las gracias. -Bajó la mirada, confiando en parecer sumisa, mientras daba un paso tímido hacia él-. Yo estaba confundida, hecha un auténtico lío, pero ahora lo veo todo muy claro.

Alzó la vista y lo miró a los ojos. Echándose hacia atrás, cogió impulso y le clavó el cepillo en el rostro sonriente, con todas sus fuerzas, toda su rabia. Al ver que manaba la sangre de su boca, salió corriendo hacia la puerta. Su único pensamiento era llegar hasta sus hijos, ponerlos a salvo.

Agarraba ya el pomo cuando él la agarró por la espalda. Rebrotó el miedo, intenso como el rojo de la sangre de su rostro mientras la arrastraba al suelo. Ella pateó, intentó clavarle las uñas en los ojos, pero él le dio una bofetada tan fuerte que la hizo ver las estrellas.

Austin: ¡Zorra! -Le dio con el dorso, y le produjo un dolor intenso en las mejillas-. Mira lo que has hecho. Mira lo que me has hecho. Yo te lo ofrezco todo y no aprendes. Pues ahora vas a aprender.

Cuando le desgarró la camiseta, ella le arañó la cara. Él retrocedió, el asombro y el dolor mezclados con la sangre.

Rodando, Vanessa trató de zafarse y, de pronto, él la liberó. Se arrastró a la puerta, jadeando mientras intentaba ponerse de pie, correr en busca de sus hijos.

Unos brazos la envolvieron.

Ash: Vanessa, Vanessa, Vanessa… -la abrazó fuerte hasta que dejó de resistirse-. Estás a salvo.

Ness: Mis niños.

Ash: Calma. Brittany está con ellos. Tranquila.

Ness: Tengo que…

Los sonidos penetraron al fin en su cerebro aturdido. Derrumbada sobre Ashley, volvió la cabeza.

A los pies de la cama, estaba Austin tirado en el suelo y Zac subido encima, estampándole el puño una y otra vez en el rostro ya ensangrentado.

Ness: Oh, Dios. Dios mío.

Mareada, se puso de pie, y entonces llegó Brittany y ayudó a sostenerla.

Al poco, entraron David y Alex, y este último agarró del brazo a su hermano al verlo lanzarse directamente a por los dos.

David: Hay que separarlos.

Alex se encogió de hombros.

Alex: Vamos a darle un minutito más.

David: Joder, Alex.

Al tiempo que Brittany lanzaba a Alex una mirada fiera y aprobadora, David se lo quitaba de en medio.

David: Venga ya, Zac. Para. Para, maldita sea. Ya está. Échame una mano, joder, Alex, antes de que mate a este hijo de puta.

Entre los dos, lograron separarlos. Le bastó mirar a Vanessa una vez para cambiar de foco de atención.

Zac: Te ha hecho daño. -Se acercó muy despacio a ella, le acarició con delicadeza los moratones de la cara-. Te ha hecho daño.

Ness: Yo le he hecho más daño a él. Luego tú… Zac. -Temblando de pronto, se colgó de él-. Oh, Dios, Zac.

Britt: La policía -miró la ventana al oír las sirenas-. Voy a bajar, a contarles lo que ha pasado, a ver si pueden hacer menos ruido para que no se despierten los niños. Ah, y a decirles que necesitamos una ambulancia. -Miró a Austin, inconsciente y magullado-. Pero eso no corre prisa.

Captó la sonrisa cruda de Alex antes de salir de la habitación.

Zac: Te llevo abajo, lejos de él -cogió a Vanessa en brazos-. Y ahora nos cuentas lo que ha pasado.

Ella asintió con la cabeza y apoyó la cabeza en su hombro con la confianza de que, al hacerlo, la habitación dejaría de dar vueltas.

Ness: Ashley.

Ash: Ahora vuelvo a echarles un ojo. Tranquila.

Ness: Me ha dicho que nos íbamos esta noche -le contó a Zac mientras bajaba-. Que nos íbamos de excursión, y que dejaríamos a los niños solos, hasta que los metiera en un internado, porque eran un estorbo para él.

Zac: No os va a hacer nada, ni a ti ni a los niños. Nunca más.

Ness: Cuando me ha dicho eso, cuando me ha pedido que hiciera una bolsa de viaje, entonces ha sido cuando le he dado con el cepillo de pelo. Todo lo fuerte que he podido. Creo que le he sacado un diente.

Zac: Arriba primero -le dijo a Charlie Reeder cuando se cruzaron al pie de la escalera-. Le has atizado con un cepillo de pelo.

Ness: No tenía otra cosa.

Zac: No. -La abrazó, se sentó y la sostuvo en su regazo-. Tienes muchísimo más.

Zac se quedó a su lado mientras prestaba declaración, ni se molestó en mirar cuando se llevaron a Austin, esposado a una camilla. Brittany le trajo té a Vanessa mientras uno de los chicos del servicio de urgencias le curaba los nudillos destrozados.

En cuanto los polis localizaron la ventana forzada y tomaron debida nota, Alex fue a por herramientas para repararla.

Cuando se fue la policía, Ashley salió de la cocina.

Ash: He hecho sopa. Cuando estoy disgustada, cocino, así que coméis sopa todos.

Mientras ella la servía en la cocina, Alex se dejó caer en una de las sillas.

Alex: Ahora que se ha ido la pasma, hablemos claro, ¿qué milonga les has contado? ¿Cómo habéis sabido que Vanessa estaba en peligro?

Zac: Por Lizzy.

Zac le cogió la mano a Vanessa y contó la historia.

Alex: Muy lista para una muerta -comentó mirando a Brittany-. La gerente no va a dar abasto.

Britt: La gerente tiene nombre.

Alex: Eso me han dicho.

Ash: Brittany y yo nos quedamos aquí esta noche -le ofreció sopa a David-. Si me voy a casa, no pegaré ojo. Así que nos quedamos.

Ness: Si queréis -suspiró-. Elizabeth os ha dicho que necesitaba ayuda. Entonces habéis venido todos. -Volvió la mano que Zac le cogía y trenzó los dedos con los de él-. Habéis venido todos. Supongo que eso es mucho más que un cepillo.

Zac no se fue hasta verla dormida. Metió el saco de dormir de Spiderman de Luke en la camioneta antes de irse para el hotel.

Una vez allí, lo estiró en el suelo de E y D.

Zac: Está bien. Está bien gracias a ti. Él le ha hecho algo de daño, pero le habría hecho mucho más si tú no nos hubieras avisado. -Se sentó y se quitó las botas de trabajo. Él está en el hospital, bajo vigilancia. Lo encerrarán en cuanto los médicos den luz verde. Uno de los dos le ha roto la mandíbula: o Vanessa con su cepillo fiel o yo. Ha perdido el conocimiento, y un par de dientes. Le he reventado la nariz. Y ha salido bien parado, creo yo. -Agotado y nervioso, se tendió-. El caso es que he pensado que esta noche mejor dormía aquí, si te parece bien. Se me ha ocurrido que quizá te apetecía tener compañía, y no estoy de humor para irme a casa. Supongo que soy el primer huésped, vivo al menos, del Hotel Boonsboro. -Se quedó tumbado boca arriba, mirando al techo. Le pareció notar que algo frío le recorría los nudillos doloridos; se apagó la luz del baño, que había dejado encendida-. Gracias. Buenas noches.

Cerró los ojos, y se durmió.


El domingo por la mañana, por insistencia suya, niños y perros llenaron la camioneta.

Luke: Se supone que íbamos a ir a los recreativos -le recordó-. Lo dijiste.

Zac: Sí, esta tarde. Hay algo que quiero enseñaros primero. No está lejos.

Ness: Desde luego es un secreto.

Miró a Vanessa. Se había disimulado los moratones con maquillaje, pero sabía que los niños los habían visto. Igual que sabía que les había contado la verdad, aunque no lo hubiera hecho con pelos y señales.

Salió del pueblo, oyendo discutir a Liam y Luke y a Christopher cantar a los perros, que habían aprendido a aullar al son de la música.

Normal, pensó. Todo parecía muy normal. Sin embargo, Vanessa tenía moratones en la cara.

Zac: Puedo llevármelos a los recreativos si prefieres quedarte en casa para descansar.

Ness: Zac, me abofeteó unas cuantas veces. Me dolió, y me asustó, pero ya está. Se acabó.

Lo dijo en voz baja, más baja que la música de la radio.

Para Zac no había acabado, o así lo veía él. No del todo.

Ness: Brittany ha hablado con una amiga suya de Washington D. C., que es psiquiatra. Le ha dicho, aunque son solo conjeturas, porque no lo ha examinado, que es el típico comportamiento del acosador, incrementado por su gran narcisismo. Había ido obsesionándose cada vez más conmigo, convencido de que quería estar con él pero le iba dando largas, y que los niños se interponían entre los dos. Lo sobrellevaba cuando yo no tenía pareja, pero mi relación contigo le produjo un brote psicótico. Básicamente, descarriló. Ahora va a ir a la cárcel. Allí lo ayudarán. No sé si me importa que reciba tratamiento, pero lo recibirá.

Zac: Siempre que esa ayuda venga con barrotes y un mono naranja, que lo ayuden todo lo que haga falta.

Ness: Estate tranquilo -miró alrededor-. ¿No vive tu madre por aquí?

Zac: No vive lejos. Pero no, no vamos allí para que te agobie con más mimos hoy.

Ness: Gracias a Dios. Ya tuve de sobra ayer, de amigos, familia, vecinos, policías. Hoy quiero sentirme, y ser, normal y aburrida.

Se desvió por un sendero de gravilla, giró a la derecha y subió una cuesta.

Zac: Alex vive por allá, y David por ahí -añadió con gestos-. No demasiado lejos, pero tampoco demasiado cerca. -Se detuvo a la vista de una casa a medio hacer, e incluso el medio hacer estaba todavía sin terminar-. Tres hectáreas. Un pequeño arroyo precioso al fondo de la casa, o de lo que terminará siendo una casa.

Ness: ¿Esta es tu casa? Es muy bonita, Zac. Estás como una cabra si no la terminas ya y te vienes a vivir aquí enseguida.

Zac: Tal vez.

Niños y perros salieron disparados. Mucho sitio para correr, observó al verlos. Sabía dónde quería poner el patio, unos árboles que dieran sombra, un jardín… sabía dónde quería poner muchas cosas.

Luke: ¿Los árboles y eso son tuyos? Podíamos acampar aquí. ¿Podemos?

Zac: Supongo que podríamos.

Ness: Ah, no, ni hablar -alzó una mano-. Me niego, yo no acampo.

Zac: ¿Y a ti quién te ha preguntado? -le arrebató la pelota a Luke y la lanzó para que los pequeños de dos y cuatro patas fueran tras ella-.

Ness: Este es el empujón ideal -le confesó paseándose, dando vueltas-. Mejor que normal y aburrido. Es precioso y tranquilo. Tienes que enseñarnos la casa, contarnos cómo será cuando esté terminada.

La cogió de la mano para impedir que se acercara a la casa.

Zac: He venido aquí un par de veces esta última semana, a observar lo que empecé y nunca he terminado. Y a preguntarme por qué no lo habré terminado. Me gusta mucho el ambiente de este sitio, el aspecto que tiene. El aspecto que tendrá.

Ness. ¿Y a quién no?

Su mirada, honda, azul, de pronto intensa, se topó con la de ella.

Zac: Confío en que sí, porque ya sé por qué nunca la he terminado, a qué esperaba. Te esperaba a ti, Vanessa. Los esperaba a ellos. Nos esperaba a nosotros. Quiero terminarla para ti, para ellos, para nosotros.

Ella aflojó la mano que él le cogía.

Ness: Zac…

Zac: Puedo cambiar los planos. Añadir un par de habitaciones más, una sala de juegos.

Fue señalando con la mano que le quedaba libre mientras las últimas hojas secas de la temporada se arremolinaban a su alrededor.

Zac: Creo que debería pavimentar una zona en aquella dirección, para que monten en bici, quizá instalar una canasta de baloncesto. Necesitan más sitio, niños y perros. Quiero darles más espacio. Quiero darte lo que necesites, solo tienes que pedírmelo. Necesito darles lo que quieran, tener lo que quiero. Te quiero, Vanessa, os quiero a todos. Por favor… Mierda. Espera un momento.

Ness: ¿Qué? -Se quedó boquiabierta-. Zac.

Zac: Perdona un segundo. -Se acercó corriendo a los chicos, que buscaban palitos para tirarles a los perros-. Luke.

Luke: Los mordisquean. Mordisquean los palitos. Mira.

Zac: Luke, yo te prometí una cosa. Te dije que lo hablaría contigo antes de pedirle a tu madre que se casara conmigo. Necesito que me digas si te parece bien que lo haga.

Luke miró el palo mientras sus hermanos permanecían a su lado, todo ojos.

Luke: ¿Por qué quieres hacerlo?

Zac: Porque la quiero. La quiero, Luke. También os quiero a vosotros, y quiero que seamos una familia.

Christopher: Ese hombre malo intentó hacerle daño, pero viniste tú, y mamá y tú peleasteis con él y lo han metido en la cárcel.

Zac: Sí, y no tenéis que preocuparos por eso.

Liam: ¿Vas a dormir en su cama?

Zac: Forma parte del trato.

Christopher: A veces a nosotros también nos gusta, si hay tormenta o tenemos pesadillas.

Zac: Entonces habrá que comprar una cama enorme.

Esperó mientras se miraban unos a otros. Lo conocía bien, el lenguaje silencioso de los hermanos.

Luke: Vale, si ella quiere.

Zac: Gracias. -Le estrechó la mano a Luke, luego lo abrazó, abrazó a los tres-. Gracias. Deseadme suerte.

Christopher: ¡Suerte! -gritó-.

De no ser por los nervios, Zac habría vuelto hasta Vanessa riendo a carcajadas.

Ness: ¿Qué ha pasado?

Zac: Una charla de hombres.

Ness: Venga ya, Zac, me empiezas a hablar de los dormitorios y de pavimentar, ¿y de pronto te largas para mantener una charla de hombres?

Zac: No podía seguir sin hablar primero a Luke. Teníamos un trato, y deben saber que uno cumple su palabra.

Ness: Bueno, me alegro por ti, pero…

Zac: Necesitaba que me diera el visto bueno antes de pedirte que te cases conmigo. Dice que vale si tú quieres. Por favor, quiere. No me hagas quedar como un pringado delante de los niños.

La mano que Vanessa había levantado para retirarse el pelo de la cara se quedó congelada en el aire.

Ness: ¿Le has pedido su bendición a mi hijo de ni siquiera nueve años?

Zac: Sí. Es el mayor.

Ness: Ya.

Vanessa dio media vuelta.

Zac: Joder, lo estoy haciendo de pena. Te quiero. Debería haber empezado por ahí. Madre mía, la cago más contigo que con nadie. Te quiero, Vanessa. Siempre te he querido, pero es distinto querer a quien eres ahora. Es algo mucho más serio. Tú eres muy seria, estable, fuerte, astuta. Adoro quién eres, cómo eres. Venero a esos niños, que lo sepas.

Ness: Lo sé. -Por un segundo, se quedó mirando a los árboles, sus ramas desnudas, borrosas por el efecto de sus lágrimas incipientes-. Yo podría quererte aunque tú no, porque el amor, a veces, brota sin más, pero no podría casarme contigo a menos que los quisieras a ellos, si no supiera que vas a ser bueno con ellos. Te quiero, Zac. -Con los ojos ya secos, se volvió hacia él-. Les compraste unos perros que yo no estaba convencida de querer, y estabas tan preocupado intentando camelarme que no me viste caer rendida a tus pies. Te quiero, Zac, sin la menor duda, sin la menor inquietud. Y así me casaré contigo. -Lo abrazó-. Ay, no tienes ni idea de dónde te estás metiendo.

Zac: ¿Qué te apuestas a que sí?

Ness: Ya lo veremos… ¿Qué llevas ahí en el bolsillo? Y no me digas que te alegras de verme.

Zac: Nada, olvídalo. -Sacó una bolsita-. Te he comprado un cepillo nuevo.

Ella se quedó mirándolo un momento. Luego le cogió la cara con las manos.

Ness: ¿Por qué será que no me sorprende?

Él la abrazó y la hizo girar. Mientras lo hacía, alzó el pulgar en señal de victoria a los críos.

Sus hijos -de ella, de él, de los dos- profirieron gritos y vítores, y corrieron hacia él con los perros ladrándoles a la zaga.


FIN




¡Qué bonito!
Por fin Zac le dio su merecido a ese idiota. ¿Por qué los separaron tan rápido? 😆

Espero que os haya gustado la novela. Muchas gracias por leer y por comentar.
¡La próxima que tengo preparada es muy guay!


3 comentarios:

Lu dijo...

Me encanto!! Demasiado, ha sido una de mis favoritas aunque creo que todas las novelas son mi favorita.
Me encanto que Lizzy haya avisado que Ness estaba en peligro, eso demuestra que ella es buena.
Y el final... que decir LO AME!!

Sube pronto :)

Carolina dijo...

Awwww que bonito
Zac cumplió su promesa, pedirle su consentimiento a un niño de 8 años xD
Serán felicies, y yo también porque le dieron una buena paliza a Austin xD
Espero la siguiente nove con ansias, pública pronto

Maria jose dijo...

Que lindo final!!!!
Me super encanto
Pobre vanessa y bien de zac por golpearlo
Me encanto toda
Ya quiero leer la proxima
Sube pronto!!!

Saludos

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