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miércoles, 5 de junio de 2019

Capítulo 18


Ash: Dos perros -colocó el queso en una bandeja para la inauguración de la tienda de regalos-. No me cabe en la cabeza. De cero a cien, Vanessa, así vas tú.

Ness: Eso parece. Ayer por la mañana solo tuve que arreglar a tres críos para ir al cole, darles de desayunar y prepararles el almuerzo. Esta mañana, después de encontrármelos a todos amontonados, tres niños y dos perros, en la cama de Christopher, he tenido que preparar a tres críos para ir al cole, los tres convencidos de que debían quedarse en casa para cuidar de los perros. Eso después de levantarme dos veces anoche para sacarlos.

Ash: Les crecerá la vejiga.

Ness: Eso espero. Luego está lo de asegurarse de que tienen comida y agua, sacarlos, meterlos, sacarlos. Como me siento culpable por dejarlos solitos en el patio, tengo que ir a echarles un vistazo antes de venirme para el trabajo, y a la hora de comer. He dejado a Mazie a cargo de los cinco hasta que yo vuelva de la inauguración. Seguramente debería volver a escaparme un momento a ver cómo van.

Ash: Estarán bien. Niños y perros son una unidad natural. Tengo ganas de verlos. ¿Cómo has dicho que se llaman?

Ness: Creo que, tras mucha discusión, debate, probaturas varias, nos hemos quedado con Ben, de Ben Kenobi, y Yoda.

Ash: Genial.

Britt: Siento haber tardado más de lo previsto -volvió apresuradamente a la cocina-. Venían más entregas. Menudo jaleo hay ahí fuera -le dijo a Ashley-.

Ash: Jaleo de viernes noche, inflado, creo, por la inauguración. La gente quiere echar un vistazo, e imagino que cenar algo primero.

Britt: Simbiótico, como debe ser. ¿Qué hago?

Ash: Supongo que podemos empezar a bajar las bandejas, así Madeline lo tendrá todo allí. Bandejas en ristre, salieron por la parte de atrás.

Britt: No puedo creer que ya casi estemos en noviembre -se retiró de la cara el pelo que el aire nocturno le había despeinado-. Tengo la sensación de que acabo de mudarme.

Ash: Se nos ha ido octubre y ¡zas! ya estamos en Halloween.

Britt: Luego ¡zas! de nuevo y ya es Acción de Gracias, y después Navidad.

Ness: Ay, no me hables de las Navidades -cerró los ojos un instante-. Todavía tengo muchas cosas por hacer.

Britt: Luego Año Nuevo, y andaremos liadas con la inauguración del hotel. Están avanzando mucho con el Patio. Con el embaldosado. Tienes que verlo. Tal vez podamos acercarnos antes de que empiece esto.

Ness: Me encanta este pequeño espacio -se detuvo en el bonito patio trasero de la tienda de regalos-. Ojalá yo pudiera hacer algo así en casa.

Ash: ¿Por qué no lo haces?

Ness: Para empezar, por el dinero -esperó mientras Ashley hacía equilibrios con sus bandejas para abrir la puerta trasera-. Pero igual abro una cartilla de ahorro para el patio.

Cuando entraban, Madeline, con el pelo castaño suelto y los pendientes meciéndose, bajaba despacio los escalones a la oficina.

Madeline: ¡Hola! Ashley, esto está precioso. Estoy emocionada. Mis chicas están arriba, ellas te ayudarán a ponerlo todo en los sitios que he preparado.

Ness: Madeline -respiró hondo-, aquí huele de maravilla.

Madeline: Entre las velas y los difusores… la marca del hotel. Hoy destacamos el aroma a granada de la Marguerite y Percy.

Ness: Vaya, a propósito de precioso -se detuvo en el rincón del menaje-. Es genial. Me dan ganas de reequipar mi cocina. Me chifla esa jarra, ¡ay, y los cuencos! Voy a hacer muchas de mis compras de Navidad aquí.

Se paseó por allí, tras librarse de la bandeja, estudiando la hermosa exposición de joyas, el llamativo arte, la resplandeciente loza.

Ness: Habéis hecho un trabajo extraordinario.

Britt: Quiero esto -estaba delante de una pintura de unos cerezos en flor que cubrían un cielo azul y se reflejaban soñadores en un estanque ondulante-. Quiero esto para mi apartamento. Quiero ver la primavera todos los días.

Ash: Me encanta -miró un instante a Vanessa y captó la seña-. Es perfecto, y está vendido. Vanessa y yo queríamos hacerte un regalo de bienvenida cuando te instales en el apartamento del hotel.

Britt: ¿En serio? Vaya. Lo acepto. -Las abrazó por la cintura-. Sois las mejores.

Madeline: Puedo ponerle un punto rojo a la tarjetita para que se sepa que está vendido… si estáis seguras.

Ness: Desde luego.

Madeline: ¡Primera venta! Y no lo he comprado yo, queridas mías, ni July o Caroline. Señoras, ya estamos en marcha.

Ash: ¿Qué más podemos hacer, aparte de gastar dinero?

Madeline: La verdad es que estamos ya bastante organizadas. Nerviosas, emocionadas, pero organizadas.

Ashley miró su reloj.

Ash: Volvemos en veinte minutos, por si acaso. Llevo el móvil encima, por si nos necesitas antes. Vamos al hotel para que Brittany pueda presumir.

Britt: Ya estoy viendo media docena de cosas que sé que querremos para el hotel cuando empecemos a equiparlo. -Aún curioseaba cuando Ashley la sacó a la fuerza-. Mañana volveré con una libreta. ¿Habéis visto ese cuenco de bambú? Perfecto para la isla de la cocina. -Sacó sus propias llaves-. Podemos entrar por la entrada principal. Se pondrán las puertas la semana que viene, y he podido echarle un vistazo a los bancos de teca reciclados que July ha comprado para el porche. -Cerró con llave cuando entraron-. Vamos arriba. Han terminado el alicatado de Nick y Nora. Tenéis que verlo. Hago una ronda todas las noches cuando se van los trabajadores. Sé que ya lo hace Zac, pero siento que yo también debo hacerlo, y así veo todo lo que se ha hecho ese día.

Ness: ¿Has…? -miró hacia Elizabeth y Darcy-.

Britt: De vez en cuando la huelo, u oigo algo, pero creo que todavía no le inspiro mucha confianza. Mirad esto. ¿No os parece espectacular?

La pared del fondo resplandecía con los azulejos de vidrio azul, hasta el techo, en asombroso contraste con el suelo de color chocolate. Los azulejos grandes de milrayas marrón añadían un tono de sofisticación a las otras paredes.

Ness: A mí jamás se me habría ocurrido combinar estos colores. Queda fantástico: elegante, moderno y un poco ostentoso, supongo.

Britt: Exacto. Y resaltarán el techo chocolate y las paredes azul claro del dormitorio. ¿Las luces? Impresionantes. Arañas de cristal sobre la bañera, apliques de cristal flanqueando el espejo -se llevó una mano al corazón-. Os juro que cada día me enamoro un poco más de este sitio.

Ness: Yo estoy enamorada de Zac. -Al ver volverse a sus amigas, soltó una medio carcajada-. Uf, qué fuerte ha sonado eso, ¿no?

Ash: Enamorada… ¿enamorada? ¿De AMOR con mayúscula?

Ness: De AMOR con mayúscula. -Imitando a Brittany, se llevó una mano al corazón-. No imaginé, ni creí, que volviera a enamorarme. No de esta manera. Supongo que pensé que no podía pasarme dos veces. No es como con Cody, ni creo que pueda o deba serlo. Pero es igual de inmenso, de intenso, de auténtico. No puedo creer la suerte que tengo.

Ash: Zac y tú -pestañeó para librarse de las lágrimas que empañaban sus ojos marrones-. De enamorados con mayúscula.

Ness: Bueno, él no sé. Por lo menos con minúscula. A él le toca el lote completo.

Ash: Vanessa, tú le gustas de toda la vida.

Ness: Eso es distinto. La minúscula está fenomenal. Yo no le pido más, ni promesas ni absolutos. Como digo, esta vez es distinto. Ahora sé más de lo que seguramente sabía a los dieciséis. Tengo más que arriesgar.

Britt: Y más que ofrecer.

Ness: Sí, cierto. Pero… -Pensó en las palabras de Zac de la noche anterior-: El cariño implica sacrificio. ¿Una mujer, tres niños… y dos perros? Mucho sacrificio. Me gusta cómo están las cosas. Me gusta mucho sentirme así. Saber que puedo.

Britt: Me encanta esa sensación -suspiró, recordando-. La echo de menos.

Ness: Creo que yo también, y no me había dado cuenta. Y esta vez me da un poco de miedo. A lo mejor os parece una locura, pero, en el fondo, me gusta. Me da energía.

Britt: Si tú eres feliz, nosotras también.

Ness: Soy muy feliz. Estoy enamorada de un hombre buenísimo e interesante que disfruta con mis hijos. Eso es alucinante.

Ash: Siempre he admirado tu buen gusto por los hombres.

La ventana del baño se abrió de golpe y el aire que entró trajo consigo un aroma a madreselva.

Britt: Me parece que ella también -masculló-.


Una de las cosas que le gustaban a Vanessa de Boonsboro y que hacían que se alegrara de haberse traído a los niños a su localidad natal para que crecieran allí era la familiaridad que había entre los vecinos del pueblo. Mientras estaba en la nueva tienda de regalos, sorbiendo vino de un vasito de plástico, vio o habló con más de una decena de personas a las que conocía. Los vio pulular, hacer y deshacer grupos, comentando noticias, ideas.

El padre de Ashley -un tipo grande, rubio, de barba cuidada y entrecana- se acercó a ella. Vanessa señaló con la cabeza su ancha espalda.

Ness: Vaya, qué elegante.

Él se sonrojó, conmovedoramente tímido.

Willy: July me ha dicho que nada de ropa de trabajo.

Ness: Me extraña, teniendo en cuenta que eres uno de los artistas.

Se sonrojó aún más; movió nervioso los pies enormes.

Willy: Huy, yo no soy artista. Solo un soldador con mucho tiempo libre.

Ness: Willy B., para crear esas esculturas metálicas hace falta más que un soldador con mucho tiempo libre. Y los relojes son sencillamente maravillosos. Que sepas que Brittany ya ha reservado ese -lo señaló- y las espadañas para el hotel.

Willy: ¿Va a poner eso en el hotel? ¿En serio?

Ness: Quiere llevarse el reloj de pared para el comedor, delante del arco de piedra. Los huéspedes verán tu obra.

Willy: Vaya, no está mal.

Soltó una risita desconcertada. Ashley se abrió paso entre la multitud.

Ash: Deja las bolas de cangrejo de momento. Casi se nos han terminado. Ahora traerán más.

Ness: Qué nutrida concurrencia. Madeline está emocionada, y algo aturdida.

Willy: Yo me voy fuera. Tengo la sensación de estar ocupando media sala yo solo.

Ash: Tú te quedas donde estás -le ordenó a su padre-. Madeline quiere que entretengas a posibles clientes, que les hables de tu proceso artístico.

Willy: Venga ya, Ashley.

Ash: Venga ya, Willy B. -Le dio un golpecito en el pecho-. Tengo que revisar el resto de bandejas. No dejes que se escape, Vanessa.

Ness: Son órdenes -se excusó, encogiéndose de hombros, luego se apiadó de él-. Pero podemos salir afuera. Hay muchos clientes potenciales tomando el fresco.

Willy: Es agradable ver la respuesta de la gente.

Respiró cuando salieron a la calle.

Ness: Sí, ¿verdad? Justo pensaba en que me encanta ver tantos rostros familiares, tener un poco de tiempo para charlar y ponerse al día.

Exploró los grupitos, tan concentrada en la gente que la rodeaba que no reparó en el coche aparcado a media manzana, ni en que Austin Freemont estaba al volante, vigilándola.

Willy: ¿Cómo están tus niños? Tengo entendido que sois dos miembros más en casa. Se lo he oído decir a July.

Ness: Están en la gloria y, de momento al menos, siendo muy responsables respecto al cuidado de los cachorros. Admito que son más divertidos y dan menos trabajo de lo que yo imaginaba… de momento, repito.

Willy: No te arrepentirás. Me he enterado de que fue Zac quien te los dio.

Ness: Me los llevó a la librería. No me dejó escapatoria.

Willy: July está encantada de que Zac y tú salgáis. Os tiene mucho cariño a ti y a esos chicos.

Ness: Lo sé. Y eso me recuerda que tengo que volver a casa, a relevar a Mazie.

Zac: Vaya, en cuanto me doy la vuelta, invades mi territorio.

Zac salió y le dio a Willy B. un leve puñetazo en el brazo.

Willy: Me encuentro indefenso ante una mujer guapa. Os está quedando bien aquello -dijo, alzando la barbilla en dirección al hotel-. Tommy estaría muy orgulloso.

Willy B. había sido el mejor amigo de su padre desde que ambos eran niños. Había llorado desconsoladamente en su funeral, recordó Zac. Y seguro que echaba tanto de menos a Thomas Efron como su esposa y sus hijos.

Zac: Sí, eso creo. Habría disfrutado de una noche como esta.

Willy: Le habría encantado. No me importaría echarle un ojo a lo que habéis hecho ahí dentro.

Zac: Cuando quieras. Ya lo sabes.

Willy: Pues me pasaré por allí, dispuesto a quedarme pasmado.

July: Willy B -apareció en el umbral de la puerta, brazos en jarras-. Vuelve ahí dentro y relaciónate.

Willy: Venga ya, July. -Resopló-. Para qué discutir. Espero no romper nada.

Ness: Es una ricura -opinó cuando Willy B. volvió dentro de mala gana-.

Zac: Debe de medir casi dos metros y rondar los 120 kilos, ¿cómo va a ser una ricura?

Ness: Lo es. Me encantaría quedarme aquí, pero tengo que volver a casa. No olvides que mañana paso a recogerte a las siete.

Zac: Espera, espera. -La cogió del brazo, meneando la cabeza-. No vas a volver a casa tú sola.

Ness: Zac, es poco más de un kilómetro, todo recto por Main.

Zac: Te sigo, me aseguro de que llegas bien y llevo a Mazie a su casa. Ya has oído a Willy B.: para qué discutir.

Vanessa lo consideró innecesariamente sobreprotector, sobre todo cuando insistió en que lo acompañara a su camioneta, que había dejado en el aparcamiento de Vesta, para llevarla a su monovolumen, en la parte de atrás de PLP, a escasa distancia.

Como sabía que esperaba a que cerrara con llave, encendió y apagó rápidamente la luz del porche. Él tocó el claxon antes de girar en dirección a la casa de Mazie.

Desde la acera de enfrente, unas casas más abajo, Austin vigilaba el edificio, observando que se iluminaba la fachada principal cuando Vanessa se acercó a la puerta… y viendo salir a la canguro a los pocos minutos.

Permaneció inmóvil, pensativo, vio inundarse de luz el patio trasero. «Ahora saca a los chuchos», musitó.

Perros y luces de seguridad. ¿Eran por él? ¿Acaso lo creía un puto ladrón?

Esa no era forma de actuar, no era forma de tratarlo. Cosa de los Efron, decidió. Era demasiado blanda, complaciente para decirle a ese capullo metomentodo que se ocupara de sus asuntos.

Ya se encargaría él de eso. Se encargaría de ella.

Sabía bien lo que ella necesitaba. Un hombre con recursos, con estilo, con nivel. Que pudiera meter a esos críos en un internado para que no tuviera que trabajar tanto. Un hombre que pudiera llevarla a sitios, lucirla.

Ya vería. Él se lo haría ver.

Se acomodó, observando la rutina de luces que se encendían y se apagaban.

Estuvo sentado casi una hora, vigilando las ventanas del dormitorio iluminado, y más aún después de que apagara las luces.

Cuando se fue, tenía un plan.


Como casi todos andaban ya ocupados, Zac ayudó a subir a pulso la primera bañera a la segunda planta. De todos modos, quería ver si a Lizzy le gustaba. Una vez instalada la tina blanca en su sitio, se quedó por allí un rato. Luz, colores cálidos, se dijo, estudiando el alicatado, un aire más tradicional que el del resto de las habitaciones. Bonito contraste, decidió, con el tono intenso de los accesorios de bronce envejecido y el estilo de la grifería de la bañera, tipo teléfono, fijada al suelo.

Esperó, pero, por lo visto, Lizzy se guardaba su opinión hasta que el fontanero rematara la faena.

Bajó… y volvió a subir innumerables veces, cargando bañeras, váteres, grifos, sistemas de ducha. Todos ellos meticulosamente etiquetados, observó, por su hermano o por Brittany.

En el que confiaba en que fuese su último viaje, vio a Brittany a la puerta del almacén de obra con un portapapeles de clip.

Zac: No sabía que estabas aquí.

Britt: Vengo del otro almacén. Al fin queda sitio allí. Estoy comprobando este, después iré a dar una vuelta por la obra, para asegurarme de que todo el equipamiento está en las habitaciones correctas.

Zac: Van marcados -le recordó-. Los estamos poniendo en el sitio correcto.

Britt: Eso dices tú. -Sonrió-. Tengo que verlo yo. Cada lote tiene muchas piezas. Ducha, grifería de lavabo, grifería de baño, toallero eléctrico, sifón, espejo de lavabo, colgadores para albornoces. -Alzó una ceja con elegancia-. ¿Sigo?

Zac: No, porque he estado subiendo yo mismo todos esos bultos y muchos más.

Britt: Valdrá la pena. -Bajó el portapapeles y se arregló el intrincado nudo de la bufanda-. Además, esta noche podrás relajarte con tu gran cita.

Zac: ¿Adónde me va a llevar?

Brittany rió.

Britt: Como si te lo fuera a contar en caso de saberlo. Ah, se me ha ocurrido algo. -Abrió un bolso del tamaño de un planeta pequeño y sacó algo que parecía un diario o dietario pequeño, con estilizadas hadas en la cubierta-. Todavía tengo que preguntarle a tu madre, pero se me ha ocurrido que podríamos poner un diario en cada habitación, algo temático. Este me lo han prestado en PLP. Así los huéspedes podrán anotar en él sus comentarios.

Zac: Por mí, perfecto.

Britt: Bien. Además, he pensado en comprar un libro de registro bonito. Ya sé que no se hará de ese modo, pero si encontráramos uno clásico, podríamos ponerlo en la mesa de la Biblioteca; sería otro modo de que los clientes escribieran algo. Y hoy me he hecho con este de muestra. -Volvió a meter la mano en el planeta y sacó una carpeta de color crema-. Para las habitaciones… nota de bienvenida bonita ahí en papel membretado… del personal, la lista de obras de arte cuando la tengamos, una carta del local de Ashley, otra información…

Zac: Te lo pasas de miedo con todo esto.

Britt: La verdad es que sí, y espera a que empiece a comprar material de papelería. Ah, y ya que estamos, anoche pensé en unas cuantas cosas.

Metió de nuevo la mano en el bolso y sacó un cuaderno enorme.

Alex: ¡Zac! -lo llamó a gritos desde el porche de la segunda planta-. ¿Te vas a pasar el día entero perdiendo el tiempo con la gerente o vas a hacer algo?

Zac: Que te den -le respondió sin alterarse-.

Britt: Te dejo en paz -guardó el cuaderno-. Pero dime una cosa primero: ¿me llamará alguna vez por mi nombre, o voy a ser siempre «la gerente»?

Zac: Mientras no te llame «la puñetera gerente», tú tranquila.

Britt: Supongo.

Brittany levantó la mirada, gélida, pero fue en vano, porque Alex ya había vuelto a meterse dentro.


Por primera vez en meses, Zac consideró la posibilidad de tirar el baño de su piso e instalarse un jacuzzi. Aunque no fuera un adicto al gimnasio, creía estar en muy buena forma. O así lo había pensado, hasta el día en que subir varios pisos cargado con bañeras y váteres, lavabos, lavabos empotrados y Dios sabe qué más -varias veces- lo había dejado exhausto.

Le dolía todo.

Un jacuzzi, pensó mientras se desnudaba y tiraba la ropa sucia y sudada al suelo. Quizá una ducha nueva, con hidromasaje, como las que estaban poniendo en el hotel.

Un masajista incorporado sería un bonito detalle.

Decidido, se dijo mientras entraba en su ducha de lo más corriente, modificaría los planos de su casa y añadiría unas mejoras bien merecidas al baño principal.

Claro que, al paso que iba, se haría viejo antes de construir la condenada casa. Tenía que ponerse en serio con ello.

Pero, en ese momento, la idea de construir algo, como la caseta para perros que había prometido a los críos que harían la próxima semana, se le antojaba un infierno.

Un día de estos cogería la tableta digitalizadora, el programa de AutoCAD, la regla de cálculo, los planos y diría a otros dónde clavar, qué serrar y adónde llevar los bultos.

Zac: Sí, esto es lo que haré -masculló, y trató de imaginarse los chorros de hidromasaje golpeando sus músculos cansados-.

Su imaginación no daba para tanto.

Se acordó de recoger la ropa sucia y de echar la toalla al cesto al pensar que quizá Vanessa usaría el baño cuando pasara a recogerlo.

Le gruñó la espalda, él le devolvió el gruñido.

Como no sabía adónde iba, estudió las distintas posibilidades de su vestuario. Vaqueros, seguramente no, aunque unos vaqueros y una sudadera le parecían la opción perfecta para su cuerpo extenuado.

Al fin optó por unos pantalones negros con camisa de cuadritos azules y verdes. En caso de que fuera absolutamente necesario, podría mejorarlo añadiendo una corbata y -Dios no lo quisiera- una chaqueta.

Si ella no hubiera hecho planes ya, fueran los que fuesen, la habría convencido para que pasaran una velada tranquila en casa, de películas y comida a domicilio.

Pero una mujer que trabajaba todo el día, en casa y en su negocio, se merecía una velada divertida fuera un sábado por la noche.

Como quisiera ir a bailar, él se echaría a llorar.

Dio un repaso al piso y lo encontró más o menos limpio, sobre todo porque últimamente no había permanecido el tiempo suficiente en él como para ensuciarlo. Entre Vanessa, el trabajo, las reuniones familiares, los perros, los niños, los ratos que había pasado repanchigado disfrutando de una birra y unas patatas fritas y viendo la tele, había quedado reducido a casi nada.

Hizo una pausa, se preguntó si lo echaba de menos y decidió que no mucho. Estar ocupado tenía sus ventajas, sobre todo con Vanessa y su prole cautivadora, un trabajo que adoraba de verdad, el contacto periódico con su familia. Más valía que se dejara de elucubraciones y fuera a abastecerse de algún gel antiinflamatorio de efecto frío.

Alguien llamó enérgicamente a la puerta justo cuando estaba a punto de tenderse en el sofá cinco minutos. Diciéndose que debía dejar de pensar como un viejo, abrió la puerta.

Ashley y Brittany, cargadísimas, entraron como una exhalación y lo sobrepasaron.

Ash Tú haz como si no estuviéramos aquí -propuso metiéndose derecha en su cocina-.

Zac: ¿Qué…?

Ness: Hola -se paró lo justo para besarlo-. Solo vamos a prepararlo todo. No tardaremos.

Zac: Vale. ¿Preparar el qué?

Ness: Esto y aquello. Lo bastante de esto y demasiado de aquello para que pudiera cargarlo yo sola.

Ash: Somos invisibles -despejó la mesa de alas abatibles que él utilizaba algunas veces para comer-. No nos ves.

Brittany desplegó un mantel blanco, vistió la mesa agitándolo un instante en el aire mientras Ashley rescataba un sacacorchos de su bolsillo. Descorchó el cabernet y lo colocó en el soporte para vinos.

Ness: He pensado que podíamos cenar en casa. Espero que te parezca bien.

Perplejo, siguió a Vanessa hasta la cocina y la vio meter una bandeja en su horno.

Zac: ¿Quieres quedarte en casa?

Ness: Bueno, salvo que no te apetezca nada.

Zac: Sí, claro, pero…

Vanessa llevaba un vestido, corto y ceñido, de un azul muy oscuro y zapatos rojos con tacón de vértigo.

Zac: Estás estupenda. -Le llegó un olor delicioso-. ¿Qué hay en el horno?

Ness: Carne guisada al horno.

Zac: ¿En serio?

Vanessa rió, visiblemente complacida.

Ness: Le pregunté a tu madre y me dijo que era tu favorita. Espero que la mía pueda competir con la suya.

Zac: ¿Me has hecho carne guisada al horno?

Ness: Y algunas cosas más. Si el vino se ha oxigenado ya, ¿por qué no nos sirves una copa? Aún me queda un poco de jaleo aquí.

Zac: Claro, yo voy a… -Se interrumpió al ver una forma conocida en la encimera. Se acercó y alzó la tapa-. ¿Pastel de manzana? ¡No me lo puedo creer! ¿Me has hecho pastel de manzana?

Ness: He oído decir que también es uno de tus favoritos. Me gusta hacer pasteles cuando tengo tiempo.

Zac: Vanessa, ha debido de llevarte todo el día organizar esto. No daba por sentado…

Ness: ¿Por qué? -Le hizo un gesto con la cabeza-. ¿Por qué no aceptar ayuda de cuando en cuando? ¿No es eso lo que tú me dijiste?

Zac: Supongo. Pero es que… Uau.

Ness: Tú me llevas por ahí. Llevas por ahí a los niños. Les has comprado perros y has instalado unas luces con sensor de movimiento en mi casa. Nos colmas de tiempo y de atenciones, Zac. Quería corresponderte un poco.

Lo dejó pasmado. Lo conmovió.

Zac: Creo que esto es lo mejor que nadie ha hecho nunca por mí.

Ness: No sé si lo ha hecho nunca nadie, pero yo he disfrutado mucho con ello. ¿Qué tal si sirves ese vino?

Zac: Claro.

Salió de la cocina y vio que Brittany y Ashley habían transformado su vulgar mesa de alas abatibles en una fantástica mesa para dos, con sus velas y sus flores. En su equipo, sonaba una música suave.

Sirvió el vino y llevó las copas a la cocina, donde Vanessa preparaba un platillo de aceitunas de lo más apetecible.

Zac: Lo han dejado precioso. ¿Son invisibles de verdad o es que se han ido?

Ness: Estamos tú y yo solos -cogió la copa y brindó con él-. Así que por tú y yo solos en esta velada.

Zac: No se me ocurre nada mejor. Vanessa. Gracias.

Ness: Zac. -Se refugió en sus brazos-. De nada.

No le dejó ayudar, y reconoció que era una maravilla sentarse sin más con ella, hablar de vino y de aperitivos apetecibles. Notó que el agotamiento del día se esfumaba y sintió una gratitud absoluta cuando se sentaron a la mesa y probó su carne al horno.

Zac: Puede competir con la de mi madre, sin la menor duda.

Ness: July y yo comparamos recetas. Eran muy parecidas. Tenía que salirme rica para que no te arrepintieras de no haber salido a cenar fuera.

Zac: Hoy he subido media tonelada de equipamiento para baño por esas escaleras. Al llegar a casa me sentía como un octogenario al que hubiera atropellado un camión. ¿Carne asada al horno y pastel de manzana en casa? Una bendición.

Ness: He oído que habías trabajado hoy. Pensaba que os tomabais el sábado libre.

Zac: Solemos hacerlo, pero queríamos subir el equipamiento de los baños para que el fontanero pueda empezar a trabajar el lunes por la mañana.

Ness: Cada vez está más cerca de ser una realidad, ¿verdad? Ya no es un simple edificio, por hermoso que fuera. Ahora tiene forma y utilidad, o la tendrá. Recuerdo cuando instalamos las estanterías, el mostrador, la apertura de aquellas primeras cajas de libros. Lo recuerdo tan bien, esa sensación de «esto se está haciendo realidad al fin. Esto ya empieza a ser una librería. Mía».

Zac: Casi siempre hay tanto que hacer que vamos a destajo y solo pensamos en lo que viene después. Pero sí, hay días como hoy en que ves por fin que es verdad. -Le sirvió más vino, luego se rellenó su copa-. Ahora mismo, aquí, contigo, pienso en el comienzo, en los planes, en cómo podemos llevar lo nuestro, y me gusta sentir que es de verdad. Dime que te quedas a dormir.

Ella le sonrió.

Ness: Creí que nunca me lo ibas a pedir.


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Que lindo capitulo
Ya quiero saber lo que viene
Que plan tendra entre manos austin?
Siguela pronto
Saludos

Carolina dijo...

Awww Zac es super lindo y Nessa está enamorada, de AMOR con mayúsculas xD
Me encantan
También quisiera unas amigas como Ashley y Brittany, que hagan de todo y sean invisibles xD
Me preocupa que es lo que querrá Austin ahora, ese pringado me tiene harta ����
Continuala pronto porfis!!

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