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lunes, 20 de junio de 2016

Capítulo 11


Para cuando entraron en el patio del rancho, Vanessa había decidido que probablemente le agradaría dejarse mimar por unas horas. Hasta donde recordaba, nadie le había prodigado nunca demasiadas atenciones. Había sido una niña fuerte, con buena salud. Cuando se ponía enferma, su padre ejercía de médico y le prescribía un tratamiento adecuado. Ella se había dado cuenta enseguida de que, cuanto menos se quejaba una, menos probabilidades tenía la aguja hipodérmica de salir del maletín negro. Jack siempre había considerado que los chichones y la sangre formaban parte de la rutina de cada día. Lavarse bien y volver al trabajo, eso era todo.

Así que, pensó, sería una experiencia muy interesante que sus arañazos y heridas recibieran consuelo. En particular, si Zac la besaba como lo había hecho al borde de la carretera..., de ese modo tan suave y cariñoso que hacía que la cabeza le diera vueltas.

Quizá no tuvieran a su alrededor el ruido, las luces y la música de la feria, pero podían crear sus propios fuegos artificiales, ellos solos, en Utopía.

Todos los edificios estaban tranquilos: los barracones, los establos, las cuadras... En lugar del ruido y el jaleo que eran habituales al final de la tarde, se extendía una paz absoluta en muchos acres a la redonda. Los animales que no se habían llevado a la feria, pastaban a su aire. Pasarían varias horas antes de que alguien regresara a Utopía.

Ness: Creo que nunca había estado aquí sola -murmuró cuando Zac detuvo el camión. Permaneció sentada y absorbió la paz y la tranquilidad del momento. Se le ocurrió que podía poner las manos delante de la boca a modo de megáfono y gritar si le apetecía, nadie la oiría-. Qué raro, incluso una se siente diferente. Siempre sabes que hay gente alrededor -bajó del camión y oyó el eco del ruido que hizo la puerta al cerrarse de golpe-. Alguien en los barracones, o en el comedor o en alguno de los otros edificios. La mujer de algún trabajador tendiendo la colada, trabajando en los jardines... Nunca lo piensas, pero es como una ciudad en miniatura.

Zac: Autosuficiente, independiente -le agarró una mano pensando que esas palabras eran también muy adecuadas para describir a Vanessa-.

Eran dos de las razones de que se hubiera sentido atraído hacia ella.

Ness: Así tiene que ser, ¿no? Es muy fácil quedarse aislado. Una mala tormenta y... Además, eso es lo que lo hace tan especial -aunque no comprendía la sonrisa que le lanzó Zac, también ella sonrió-. Estoy encantada de tener tantos trabajadores que se han instalado aquí -añadió-. Es difícil depender de los que van de paso -examinó el patio del rancho sin entender del todo su reticencia a entrar en casa-.

Era como si echara de menos algo. Se encogió de hombros y achacó su inquietud a la soledad del lugar, pero sin darse cuenta, ya estaba de nuevo examinando otra vez todos los rincones.
Zac la miró y vio que tenía el ceño fruncido y cara de concentración.

Zac: ¿Ocurre algo?

Ness: No sé... Tengo la sensación de que sí -volvió a encogerse de hombros y se giró hacia él-. Quizás me esté volviendo aprensiva -levantó un brazo y le echó un poco hacia atrás el ala del sombrero. Le gustaba cómo le dejaba la cara en sombra, acentuando así el ángulo de la mandíbula y haciendo que sus ojos parecieran aún más azules-. ¿No has dicho antes algo de rascarme la espalda mientras me doy un baño?

Zac: No, pero seguro que podrías convencerme.

Completamente conforme, ella se refugió entre sus brazos. Olía a colofonia y a cuero, pensó.

Ness: ¿Te he dicho ya lo dolorida que estoy?

Zac: No.

Ness: Es que no me gusta quejarme... -se acurrucó contra él-.

Zac: ¿Pero...? -apuntó con una sonrisa-.

Ness: Bueno, ahora que lo dices, hay uno o dos puntos que me escuecen un poco.

Zac: ¿Quieres que les dé un besito para que se pongan mejor?

Vanessa suspiró mientras él le frotaba dulcemente la oreja con los labios.

Ness: Si no es mucho pedir...

Zac: Soy muy compasivo -dijo, y luego la empujó suavemente hacia los escalones del porche. En ese momento Vanessa se acordó. Dio un grito y echó a correr por el patio del rancho-. ¡Vanessa! -la siguió diciendo palabrotas-.

¡Dios santo, cómo podía haberse olvidado! Vanessa corrió en dirección a la cerca del corral y se inclinó sobre ella. Vacío. «Vacío». Contrajo los dedos de las manos hasta cerrar con fuerza los puños mientras contemplaba el biberón que había dejado colgando en una esquina, a la sombra. El agua del abrevadero brillaba bajo la luz del sol. Las escasas paladas de pienso que le había dejado seguían intactas.

Zac: ¿Qué pasa?

Ness: Baby -murmuró, tableteando con la mano en la cerca-. Se han llevado a Baby -había empezado a hablar muy tranquila, pero cada vez se mostraba más agitada-. Han entrado en el patio de mi rancho, directamente, y me lo han robado.

Zac: Tal vez uno de tus hombres lo haya encerrado de nuevo en el establo.

Ella se limitó a negar con la cabeza y continuó tableteando con la mano en la cerca.

Ness: No bastaba con los quinientos -murmuró-. Tenían que venir aquí y robarme en mi propia casa. Debería haber aceptado la oferta de Brad, se ofreció a quedarse. Debería haberme quedado yo.

Zac: Vamos, miraremos dentro del establo.

Ella lo miró con ojos inexpresivos.

Ness: No está en el establo.

Él habría preferido que se pusiera rabiosa, o a llorar a lágrima viva, antes que ver en sus ojos esa mirada tan... resignada.

Zac: Puede que no, pero vamos a asegurarnos. Luego veremos si se han llevado algo más antes de llamar al sheriff.

Ness: El sheriff -se rió sin ganas y, con la mirada perdida, se quedó contemplando el corral vacío-. El sheriff.

Zac: Vanessa... -la rodeó con los brazos, pero ella se zafó de inmediato-.

Ness: No, esta vez no me voy a derrumbar -la voz le temblaba un poco, pero sus ojos mostraban resolución-. No lo van a conseguir.

Sería mejor que así fuera, pensó Zac. Estaba pálida, pero él ya conocía esa expresión. No había vuelta atrás.

Zac: Mira tú en el establo -sugirió-, yo revisaré las cuadras.

Vanessa siguió sus instrucciones, aunque sabía que era inútil. El establo de Baby estaba vacío. Miró las motas de heno y polvo que flotaban en el haz de luz que se filtraba por la puerta. Alguien se había llevado a la cría. ¿Quién? De nuevo cerró los puños con fuerza. De alguna manera, de algún modo, averiguaría su nombre. Giró sobre los talones y salió fuera. Aunque ardía de impaciencia, esperó hasta que Zac cruzó el patio y llegó hasta ella. No hacía falta decir nada. Se dirigieron juntos hacia la casa.

No se iba a dejar vencer, pensó Zac con admiración y preocupación. Sí, seguía estando pálida, pero su voz sonó firme y clara cuando llamó a la oficina del sheriff. Resignada, sí, estaba resignada a lo que había pasado, pero no consideraba que el asunto estuviera cerrado todavía.

Zac recordó la forma en que había acariciado al ternero cuando era todavía un recién nacido, la manera en que sus ojos se dulcificaban cuando hablaba con él. Era un error convertir en mascota a uno de los animales del rebaño, pero a veces pasaba. Ahora lo estaba pagando.

Con aire pensativo, empezó a hacer café. Consideraba que quienquiera que hubiera robado el ternero estrella de Utopía había cometido una equivocación. ¿Para hacerlo filetes? Apenas compensaría el riesgo y el esfuerzo. Además, ¿qué ranchero de la zona compraría un Hereford joven tan fácilmente identificable? Quienquiera que lo había robado era o muy codicioso o muy estúpido. En cualquiera de los dos casos, sería fácil atraparlo.

Vanessa se apoyó contra la pared de la cocina y continuó hablando por teléfono con voz tranquila. Él se dio cuenta de que estaba deseando protegerla, defenderla. Ella agarró la taza de café que le ofrecía con un breve asentimiento y continuó hablando. Él meneó la cabeza y se recordó que ya debería saber que Vanessa no aceptaría nada parecido. Bebió de su café mientras miraba hacia fuera por la ventana de la cocina y se preguntaba cómo se las arreglaba un hombre cuando amaba a una mujer que tenía más entereza que la mayoría de los hombres.

Ness: Hará lo que pueda -dijo al tiempo que colgaba el teléfono con brusquedad-. Voy a ofrecer una recompensa exclusivamente por Baby -se bebió la mitad del café que contenía la taza, solo y cargado-. Mañana iré a ver a los de la Asociación de Ganaderos de nuevo. Voy a presionarlos, y a fondo. La gente tiene que darse cuenta de que esto no va a detenerse en Utopía -clavó la mirada dentro de la taza y se terminó el café-. No dejo de repetirme que no es nada personal, incluso cuando encontramos en el cañón los huesos y las pieles, pero esta vez se han pasado de listos, Zac. La arrogancia deja pistas.

Había energía en su voz, determinación, y él la miró y sonrió.

Zac: Tienes razón.

Ness: ¿Por qué sonríes?

Zac: Estaba pensando que si los ladrones te vieran ahora, echarían a correr y no pararían hasta salir de los límites del condado.

Los labios de Vanessa se curvaron. Nunca habría pensado que fuera a sonreír tan pronto.

Ness: Gracias -le hizo un gesto con la taza y luego dejó ésta sobre la cocina-. Me parece que últimamente te digo esta palabra demasiadas veces al día.

Zac: No tienes por qué decirla. ¿Tienes hambre?

Ness: Hmmm -se llevó la mano al estómago y se quedó pensando un momento-. No sé.

Zac: Ve a darte un baño, yo prepararé algo para comer.

Vanessa fue hasta él, deslizó los brazos alrededor de su cintura y apoyó la cabeza en su pecho. ¿Cómo podía conocerla tan bien? ¿Cómo podía saber que necesitaba estar sola un rato para poner orden en sus ideas y sus sentimientos?

Ness: ¿Por qué eres tan bueno conmigo? -murmuró-.

Zac soltó una carcajada breve y enterró la cara en su pelo.

Zac: Dios sabrá. Vete a lavarte esas heridas.

Ness: De acuerdo -pero experimentó la urgente necesidad de darle un abrazo fuerte y apasionado antes de salir de la habitación-.

Habría deseado conocer un método mejor para expresar gratitud. Mientras subía al primer piso, deseó ser más hábil con las palabras. Si lo fuera, podría decirle cuánto significaba para ella que no le hubiera ofrecido más de lo que, con su forma de ser, le resultaba aceptable. Su apoyo ese día había sido firme pero no intrusivo, y le estaba dando tiempo para estar a solas sin dejarla sola. Quizá le había llevado demasiado tiempo descubrir lo especial que era Zac pero ya se había dado cuenta. No era algo que fuera fácil olvidar.

Según se quitaba la ropa, iba descubriendo que tenía más contusiones y heridas de las que creía. Mejor. Abrió el grifo del agua caliente hasta que el agua empezó a salir casi hirviendo. Unas cuantas heridas le darían algo concreto en lo que concentrarse. Prefería a las heridas que notaba en su interior. Sabia que era una tontería pensar que era como si hubiera traicionado a su abuelo, pero no podía librarse de esa sensación. Éste le había confiado algo y ella no había sido capaz de cuidarlo lo bastante bien. Se habría sentido mejor si Jack todavía estuviera allí para reñirla.

Con una mueca de dolor, se introdujo en la bañera. La piel del codo protestó, pero ella hizo caso omiso. ¿Uno de sus hombres?, pensó haciendo una mueca. Era muy posible. Llevar un camión hasta el corral, cargar el ternero y desaparecer.

Empezaría por hacer ella misma algunas averiguaciones, con discreción. Robar el ternero le habría llevado su tiempo. Quizá pudiera descubrir quién se había ausentado de la feria. Tal vez los ladrones fueran lo bastante confiados como para atreverse a hacer gastos extra, si se creían a salvo, y entonces... Entonces verían, pensó al tiempo que se relajaba dentro del agua.

Pobre Baby. Nadie perdería el tiempo rascándole las orejas ni hablando con él. Se hundió más en el agua hasta que su mente se quedó en blanco.

Pasó aproximadamente una hora hasta que bajó de nuevo a la cocina. Se había librado del agarrotamiento muscular y de casi toda la depresión. Deprimida, no podría actuar. Captó un aroma especiado y su estomago empezó a segregar jugos gástricos.

Cuando entró en la cocina, tenía el nombre de Zac en la punta de la lengua, pero la habitación estaba vacía. El contenido de una cacerola que hervía encima del fuego con siseos y escapes de vapor la atrajo irresistiblemente. Levantó la tapa, cerró los ojos y aspiró el olor. Chile, denso, fragante... Se le hizo la boca agua. No se lo tendría que pensar ni dos segundos si él le preguntara en ese momento si tenía hambre.

Agarró una cuchara y empezó a darle vueltas al guiso. Podía probarlo...

Zac: Mi madre solía darme un cachete en la mano si me veía haciendo eso -comentó-.

Vanessa dejó caer la tapa con estrépito.

Ness: ¡Maldita sea, Efron! Me has dado un susto de... -se giró y vio el ramillete de flores silvestres que sujetaba en la mano-.

Algunos hombres habrían parecido tontos, allí parados, con unas flores de colores vivos entre las manos curtidas por el trabajo y los elementos. Otros habrían tenido un aspecto ridículo. Zac no parecía ninguna de las dos cosas. Cuando le sonrió, algo dio un brinco en el pecho de Vanessa.

Parecía perpleja. No era que eso le importara, pero no era muy habitual sorprender a una mujer como Vanessa Hudgens. Mientras la miraba, Vanessa cruzó las manos detrás de la espalda. Él levantó una ceja. Si hubiera sabido antes que podía ponerla nerviosa con un ramillete de flores silvestres, habría arrancado un campo entero mucho antes.

Zac: ¿Te sientes mejor? -preguntó, y fue lentamente hacia ella-.

Vanessa se encontró apoyada contra la encimera antes de haberse dado cuenta de que había realizado ese movimiento defensivo.

Ness: Sí, gracias.

Él la miró fijamente, muy serio, pero sus ojos sonreían.

Zac: ¿Ocurre algo?

Ness: No. El chile huele de maravilla.

Zac: Aprendí a prepararlo en uno de los campamentos hace unos años -inclinó la cabeza y le besó las comisuras de los labios-. ¿No quieres las flores, Vanessa?

Ness: Sí, yo... -se dio cuenta de que estaba apretando tan fuerte los dedos de las manos que empezaba a dolerle. Enojada consigo misma, relajó éstas y agarró las flores que Zac le ofrecía-. Son muy bonitas.

Zac: Así huele tu pelo -murmuró, y vio que ella lo miraba con cautela. Inclinó la cabeza hacia un lado y la estudió-. ¿Nunca te habían regalado flores?

No desde hacía años, se percató Vanessa. Desde... los ramos de floristería con lazos vistosos y palabras dulces. Se dio cuenta de que se estaba poniendo en ridículo y se encogió de hombros.

Ness: Rosas -dijo despreocupadamente-. Rosas rojas.

Algo en su tono de voz lo puso sobre aviso. Enroscó la punta de un rizo alrededor de sus dedos con delicadeza. Tenía el color de la noche y el tacto de la seda.

Zac: Muy convencional -se limitó a decir-. Demasiado.

Algo parpadeó en el interior de Vanessa: certeza, precaución, necesidad... Con un suspiro, miró las flores que tenía en la mano.

Ness: En otra época, hace mucho, yo pensaba que también podría ser convencional.

Él le tiró del pelo hacia abajo hasta que ella levantó la cara para mirarlo.

Zac: ¿Era eso lo que deseabas?

Ness: En esa época yo... -se interrumpió, pero había algo en los ojos de Zac que exigía una respuesta-. Sí, lo habría intentado.

Zac: ¿Estabas enamorada de él? -no estaba seguro de por qué estaba hurgando en la herida, pero no podía evitarlo-.

Ness: Zac...

Zac: ¿Estabas enamorada?

Ella dejó escapar el aire lentamente. Mecánicamente, empezó a llenar de agua un jarrón para poner las flores.

Ness: Era muy joven. Se parecía muchísimo a mi padre: firme, tranquilo, dedicado a su profesión. Mi padre me quería porque ése era su deber como padre, no porque lo sintiera así. Hay una gran diferencia -el olor fresco y delicado de las flores subió hasta ella-. Tal vez, de alguna manera, pensaba que si él me aceptaba, sería como si me aceptara mi padre. No sé, era bastante tonta.

Zac: Eso no es una respuesta -descubrió que los celos podían ser muy amargos-.

Ness: Supongo que no estoy segura de cuál es la respuesta a tu pregunta -movió los hombros y esponjó las flores en el jarrón de cristal-. ¿Podríamos comer? -se quedó muy tranquila cuando él le puso las manos sobre los hombros, pero no pudo resistirse cuando le hizo darse la vuelta-.

Por un momento temió que dijera algo amable, dulce, que la socavara por completo. Vio algo de eso en su mirada, de igual modo que él vio que los ojos de Vanessa mostraban aprensión. Tiró de ella hacia sí y la besó.

Ella comprendió la turbulencia de sus sentimientos y se dejó llevar. Podía aceptar el deseo y la pasión sin miedo a contravenir sus propias reglas. Lo rodeó con los brazos y lo abrazó con fuerza. Sus labios lo buscaron. Si con el alivio venía mezclado un sentimiento más profundo, podía convencerse de que no era nada más complicado que la pasión.

Zac: Come deprisa. Estoy pensando en pasar cuatro horas haciendo el amor.

Ness: ¿No habíamos comido ya?

Él chasqueó la lengua y frotó la nariz contra el cuello de Vanessa.

Zac: No, tú no. Cuando le preparo la cena a una mujer, espero que, por lo menos, coma -le dio un palmada en el trasero para animarla a hacer lo que le decía y se apartó un poco-. Saca los tazones.

Vanessa se los pasó y contempló cómo los llenaba con raciones muy generosas.

Ness: Huele fenomenal. ¿Quieres una cerveza?

Zac: Sí.

Ella sacó dos del frigorífico y vertió el contenido en sendos vasos.

Ness: ¿Sabes?, si alguna vez te cansas de ser ranchero, podrías trabajar de cocinero en Utopía.

Zac: Siempre es un alivio saber que uno tiene un respaldo.

Ness: Ahora tenemos a una mujer de cocinera -continuó mientras tomaba asiento-. Los hombres la llaman Tía Sally. Se los ha ganado con sus galletas... -se calló para dar el primer bocado. Una oleada de calor se extendió desde la lengua por todo su cuerpo. Tragó y vio que Zac sonreía burlonamente-. Eres generoso con la pimienta, ¿eh?

Zac: Es lo que distingue a un hombre de un crío -llenó el tenedor hasta arriba-. ¿Te resulta demasiado picante?

Con desdén, ella tomó un segundo bocado.

Ness: No hay nada que no pueda tomar de todo lo que eres capaz de preparar, Efron.

Él se rió y siguió comiendo. Vanessa pensó que el primer bocado le había abrasado la boca hasta las cuerdas vocales. Comió con tanto entusiasmo como él, refrescándose de vez en cuando con un sorbo de cerveza.

Ness: La gente que vive en ciudades no sabe lo que se pierde -comentó mientras rascaba el fondo del tazón-.

Zac: ¿Quieres más? -le ofreció al ver cómo devoraba el último resto que le quedaba-.

Ness: No quiero morir. Dios santo, Zac, una dieta a base de esto y tienes asegurada una perforación de estómago. Está buenísimo.

Zac: Cuando era pequeño teníamos un capataz mexicano -le contó-. No he conocido a ningún hombre que supiera más de ganado que él. Pasamos juntos casi un verano entero en el campamento. Tienes que probar mis tortillas de harina de maíz.

Ese hombre era una caja de sorpresas, se dijo Vanessa al tiempo que apoyaba los codos en la mesa y dejaba descansar la barbilla entre las manos.

Ness: ¿Qué fue de él?

Zac: Ahorró lo suficiente, volvió a México y creó su propia ganadería.

Ness: El sueño inalcanzable -murmuró-.

Zac: Es muy fácil jugarse la paga del mes en una partida de póquer... y perder.

Vanessa asintió, pero sus labios esbozaron una sonrisa.

Ness: ¿Tú juegas?

Zac: Aguanto algunas manos. ¿Y tú?

Ness: Jack me enseñó. Tenemos que quedar para jugar un día de estos.

Zac: Cuando quieras.

Ness: Confío en mis habilidades como jugadora de póquer para conseguir resolver este asunto de los robos.

Zac vio que se levantaba y empezaba a recoger la mesa.

Zac: ¿Cómo?

Ness: La gente se vuelve descuidada cuando cree que estás dispuesta a darte por vencida. Han cometido un error llevándose a Baby, Zac. Los voy a atrapar, sobre todo si nadie sabe que ando tras ellos. He estado pensando en contratar a un detective privado, cueste lo que cueste. Prefiero pagar que permitir que sigan produciéndose robos.

Él se quedó sentado un rato oyendo el correr de agua en el fregadero, un ruido cotidiano, hogareño.

Zac: ¿Cómo va a repercutir todo esto en tus beneficios, Vanessa?

Ella giró la cabeza y lo miró por encima del hombro. Una mirada tranquila, fría.

Ness: Todavía puedo asumir el riesgo.

Él se guardó mucho de ofrecerle ayuda económica, aunque le fastidiaba. Se levantó y dio varias vueltas en torno a la cocina hasta situarse detrás de ella.

Zac: La Asociación de Ganaderos te respaldará.

Ness: Pero para eso tendría que contárselo todo y, cuanta menos gente esté al corriente, más eficaz será la labor del detective.

Zac: Quiero ayudarte.

Conmovida, Vanessa se dio la vuelta y lo abrazó.

Ness: Ya me has ayudado. Nunca lo olvidaré.

Zac: Para aceptar mi ayuda antes tienes que verte atada de pies y manos.

Ella se rió y levantó la cara hacia él.

Ness: No soy tan mala.

Zac: Peor. Si te ofreciera algunos hombres para patrullar tus tierras...

Ness: Zac...

Zac: ¿Ves? -la besó antes de que ella pudiera seguir protestando-. Yo mismo puedo trabajar para ti hasta que todo esté resuelto.

Ness: No puedo permitírtelo...

Él la besó de nuevo con fuerza.

Zac: Yo soy el que va a tener que verte preocupada y luchando -dijo mientras sus manos empezaban a bajar-. ¿Sabes cómo me afecta eso?

Ella intentaba concentrase en lo que le decía, pero la boca de Zac reclamaba toda su atención. El beso, picante, con sabor a especias, la dejó sin respiración, pero se aferró a él pidiendo más. Cada vez que la tocaba, en cuestión de segundos el deseo la dominaba. Nunca había conocido nada tan liberador, o que la hiciera prisionera con tanta facilidad. Habría luchado contra esto último si hubiera sabido cómo. No le quedaba más remedio que aceptar aquella prisión, igual que aceptaba el cielo abierto y el viento. Era el único hombre que podía conseguirlo.

Había algo que sí podía hacer por ella, pensó Zac. Hacerle olvidar los problemas y las penas, aunque fuera temporalmente. Incluso así, él lo sabía bien, si hubiera tenido elección, Vanessa habría mantenido cierta distancia, también en ese aspecto. Le habían hecho daño una vez, y todavía no confiaba del todo en él. La frustración que le produjo esa idea hizo que su boca se comportara con mayor rudeza y sus manos se mostraran apremiantes. Sólo en un aspecto Vanessa era completamente suya. La alzó en brazos y silenció sus protestas.

Vanessa era consciente de que la estaba llevando. Algo en su interior se rebelaba, y sin embargo... No la llevaba a ningún lugar donde ella no quisiera ir de buen grado. Quizá él necesitaba aquello, «romanticismo» lo había llamado en una ocasión. El romanticismo la asustaba, igual que las flores. Era muy fácil mentir a la luz de las velas, muy fácil engañar con flores y palabras dulces. Y ya no estaba segura de que las defensas que la protegían siguieran existiendo. Al menos frente a él.

Ness: Te deseo -las palabras surgieron de sus labios trémulos pegados a los de Zac-.

Éste la habría llevado a la cama, pero estaba demasiado lejos. La habría amado despacio, lentamente, como se merecía esa mujer, pero estaba demasiado ansioso por hacerla suya. Con su boca todavía unida a la de Vanessa, se dejó caer con ella encima del sofá y dejó que la pasión los devorara.

Ella entendió su desesperación. Era sincera y real. No podía caber duda del frenesí que dominaba su boca y el apremio que mostraban sus dedos al tocarla. El deseo no tenía sombras. Podía sentirlo latiendo en él tanto como en ella. Las palabrotas de Zac cuando la ropa se resistía la hacían reír. Ella lo volvía así de torpe, era el mayor cumplido que podían hacerle.

Él se mostraba despiadado y, cuando por fin logró tocarla sin la barrera de la tela interponiéndose entre los dos, la cabeza de Vanessa empezó a dar vueltas y más vueltas. Se dejó ir. Con cada caricia frenética y cada beso insaciable, se alejaba más y más del mundo estricto y práctico que ella había creado a su alrededor. En una época había buscado soledad, y recurría a la velocidad cuando deseaba sentirse libre. Es ese instante, Zac era todo lo que necesitaba.

Sintió el roce de su pelo en el hombro desnudo y saboreó incluso esa sensación tan simple. Le procuraba una dulzura que fluyó dentro de ella hasta que el ardor de la boca de Zac despertó de nuevo la pasión. Con él se había dado cuenta de que era posible tener las dos cosas. Sólo con él había reconocido su propia necesidad de tenerlas ambas. Esa revelación, al igual que la pasión que la dominaba, la hizo gemir.

¿Sabía lo entregada que estaba, tenía idea de lo increíblemente excitante que era? Zac tenía que luchar contra la necesidad de poseerla rápidamente, implacablemente, así como estaban, a medio desvestir. Ninguna mujer le había hecho perder el control de ese modo. Una mirada, un roce... y lo hacía suyo por completo. ¿Cómo era posible que ella no se diera cuenta?

El cuerpo de Vanessa discurría bajo sus manos fluido como el agua, embriagador como el vino. Sus labios tenían el tacto de la seda y la descarga de una corriente eléctrica. ¿Cómo era posible que una mujer no fuera consciente de esa combinación mortal?

Para recuperar el aliento, él llevó los labios a su garganta y se escondió allí. Aspiró el olor del baño que se había dado, un sutil aroma femenino que subsistía allí, en espera de seducir al amante. Entonces se acordó de las heridas. Meneó la cabeza para tratar de aclarar su mente.

Zac: Te estoy haciendo daño.

Ness: No -lo atrajo de nuevo hacia sí-. No, de verdad. No soy tan frágil, Zac.

Zac: ¿No? -levantó la cabeza para poder ver su cara-.

El delicado perfil, la piel de terciopelo que seguía siendo suave incluso después de una jornada al sol. La fragilidad que surgía y desaparecía en su mirada con la palabra indicada, la caricia apropiada.

Zac: Algunas veces sí -murmuró-. Deja que te lo demuestre.

Ness: No...

A pesar de sus protestas, la besó suavemente en los labios, con mucha dulzura y de manera tranquilizadora. Eso no hizo disminuir la pasión, tan sólo la retuvo mientras le mostraba la magia de un simple beso. Como si sus ojos no fueran a verla nunca más, le pasó los dedos por el rostro y estos trazaron la curva del pómulo y bajaron por el delgado perfil de la mandíbula.

Paciente, dulce, entre murmullos, sedujo a quien no necesitaba ser seducida. Tierno, minucioso, tranquilo, sus labios le mostraron lo que todavía no le habían dicho. La mano que Vanessa tenía en su hombro se deslizó hasta su cintura. Él le tocó la punta de la lengua con la suya y, lentamente, fue profundizando el beso hasta que ambos quedaron exangües. Luego prosiguió en la veneración cuidadosa de su cuerpo. Ella flotaba.

¿Había algún tipo de placer que él no pudiera mostrarle?, se preguntó Vanessa. ¿Este mundo de zumbidos sería otro aspecto de la pasión? Deseaba desesperadamente darle algo a cambio, sin embargo, su cuerpo se hundía, abrumado por el peso de tantas sensaciones. Sándalo y cuero, esos olores siempre le recordarían al él. El borde calloso de sus manos, resultado del roce diario de las riendas... Nada le gustaba tanto sobre su piel. Zac se movió, ella se hundió más en los cojines y él también.

Podía identificar su sabor, y otro que, se dio cuenta, debía de ser un resto del suyo en los labios de Zac. Su mejilla rozó la de él, no demasiado suave, pero Vanessa deseaba frotarse contra ella. Él susurró su nombre y ella volvió a sentir una calidez que la envolvía.

Incluso cuando sus manos empezaron a recorrerla, la excitación siguió siendo indefinida. No lograba salir de la nebulosa que la envolvía, y ya no lo intentaba. Su piel palpitaba y el temblor le llegaba hasta la sangre, hasta los huesos. La boca de Zac era toda suavidad en su pecho y, con la lengua, hábilmente, la hacía estremecerse; luego se relajaba y, a continuación, le provocaba un nuevo estremecimiento.

Él mantuvo aquel ritmo lento, a pesar de que bajo su cuerpo, Vanessa empezaba a retorcerse. El tiempo iba pasando mientras él se daba el gusto de mostrarle cada nueva delicia. Sabía que la tarde estaba acabando por el modo en que la luz incidía en rostro de Vanessa. Únicamente los murmullos y suspiros quebraban la paz que los rodeaba. Nunca se había sentido tan a solas con ella.

La poseyó lentamente, saboreando todos y cada uno de los momentos, de los movimientos, hasta que todo acabó.

Echada bajo él, Vanessa contempló cómo la luz se iba extinguiendo. Había sido como un sueño, pensó, como algo por lo que suspirarías a mitad de la noche, cuando los deseos se hacen con el control de la mente. ¿La conmovería más que la pasión con la que habitualmente se entregaban el uno al otro? De algún modo sabía que lo que acababa de experimentar era más peligroso.

Zac se movió y, aunque ella no se había quejado de su peso, se sentó y la atrajo hacia sí.

Zac: Me gusta cómo te quedas, suave y cálida, después de hacer el amor.

Ness: Nunca antes había sido así -murmuró-.

Las palabras lo emocionaron, no pudo evitarlo.

Zac: No -echó hacia atrás la cabeza de Vanessa y la besó de nuevo-. Pero volverá a ser igual.

Quizá porque ella deseaba más que nada agarrarse a algo, quedarse, depender, precisamente por eso se alejó de él.

Ness: Nunca estoy segura de cómo interpretarte.

Algo indicaba a Vanessa que era hora de ir con tiento.

Estaba perdiendo pie, no comprendía absolutamente nada.

Zac: ¿En qué sentido?

Cedió ante la necesidad de abrazarlo de nuevo y notó cómo una mano le acariciaba arriba y abajo la espalda desnuda con naturalidad. Con renuencia, se escabulló entre sus brazos y se puso la camisa.

Ness: Eres muchas personas diferentes a la vez, Zac Efron. Cada vez que pienso que por fin sé quién eres, te transformas en alguien distinto.

Zac: No -antes de que ella pudiera abotonarse, tiró de la pechera de la camisa para atraerla de nuevo hacia sí-. Distintos estados de ánimo no significan que sea otra persona.

Ness: Quizá no -lo desconcertó besándole la palma de la mano-, pero sigo sin poder entenderte.

Zac: ¿Eso es lo que quieres, entender?

Ness: Soy una persona simple.

Él se quedó mirándola fijamente mientras ella continuaba vistiéndose.

Zac: ¿Estás de broma?

A Vanessa le pareció que en su voz asomaba la risa y lo miró entre seria y avergonzada.

Ness: No. Yo necesito saber dónde piso, qué opciones tengo, qué se espera de mí. En tanto sepa que puedo hacer bien mi trabajo y cuidar de lo que me pertenece, estoy satisfecha.

Él la miró pensativamente mientras se ponía los pantalones.

Zac: ¿Tan vital es para ti el trabajo?

Ness: Es lo que sé hacer. A la tierra la entiendo.

Zac: ¿Y a la gente?

Ness: No soy muy buena con las personas. A menos que las comprenda.

Zac se puso la camisa pero la dejó abierta, sin abrocharse los botones, y fue hasta ella.

Zac: ¿Y a mí no me comprendes?

Ness: Sólo a veces -murmuró-. Creo que cuando mejor te entiendo es cuando estoy enfadada contigo. Otras veces... -se estaba hundiendo en aguas aún más profundas, así que optó por alejarse-.

Zac: «Otras veces...» -repitió, sujetándola por los brazos-.

Ness: Otras veces no sé. Nunca me imaginé que acabaríamos juntos... de este modo.

Él le pasó los pulgares por la cara interior de los codos, allí donde le latía el pulso. Ya no era firme y regular.

Zac: ¿Qué significa «de este modo», Vanessa?

Ness: Pues nunca se me ocurrió que nos haríamos amantes. Nunca pensé que... -¿por qué le latía de nuevo el corazón con tanta fuerza?- que te desearía así -concluyó-.

Zac: ¿Ah, no? -hubo algo en la manera en que ella lo miró, como si no estuviera segura de sí misma, cuando él sabía que se esforzaba por estarlo, que lo volvió temerario-. Yo te deseé desde el primer momento en que te vi montada en tu yegua. Aunque había otras cosas que no me imaginaba, como encontrar esos puntos tan suaves en tu piel... y debajo de tu piel.

Ness: Zac...

Él movió la cabeza cuando ella trató de detenerlo y continuó hablando.

Zac: Ponerme a pensar en ti de repente, en mitad del día, en mitad de la noche; recordar la manera que tienes de pronunciar mi nombre.

Ness: No sigas.

Él notó cómo ella empezaba a temblar antes de intentar apartarse.

Zac: Maldita sea, ya es hora de que oigas lo que siento. Te quiero, Vanessa.

Lo primero que ella sintió fue pánico, incluso después de haber empezado a recurrir a sus reservas mentales.

Ness: No, no tienes por qué decirme eso -hablaba deprisa, con voz firme-. No espero que me digas ese tipo de cosas.

Zac: ¿Se puede saber de qué estás hablando? -la zarandeó, primero con frustración y luego con enfado-. Yo sé qué es lo que tengo que decir y lo que no. Y no importa si no es lo que esperas oír, porque vas a tener que oírlo de todas formas.

Vanessa recurrió a su mal genio porque sabía que, si se dejaba llevar por la emoción, ésta podría traicionarla. Si no tuviera su orgullo, le habría dicho cuánto la hería esa frase dicha tan a la ligera.

Ness: Zac, ya te he dicho que no necesito que me acaricies el oído con palabras tiernas. Ni siquiera me gusta. Sea lo que sea esto que hay entre nosotros...

Zac: ¿Y qué hay entre nosotros? -No sabía que alguien pudiera herirlo de esa forma, no tanto como para sentir que la sangre abandonaba sus venas allí mismo donde estaba. Acababa de decirle que la amaba. Era la primera vez que le decía eso a una mujer, y ella le respondía con hielo-. Dime qué hay entre nosotros. ¿Sólo esto? -señaló con una mano el sofá, que todavía guardaba la huella de sus cuerpos-. ¿Para ti es sólo esto, Vanessa?

Ness: Yo no... -dentro de ella se libraba una batalla tan feroz que apenas podía respirar-. Yo creía que para ti... -asustada se llevó las dos manos a la cabeza y se echó el pelo hacia atrás. ¿Por qué le hacía eso, justo cuando ella estaba empezando a entender lo que quería de ella y lo que ella buscaba en él?-. No sé qué es lo que quieres, pero yo... yo no puedo darte más de lo que ya te he dado. Es mucho más de lo que nunca le he dado a nadie.

Zac aflojó la presión con la que retenía sus brazos hasta que retiró las manos. Eran iguales en muchas cosas, y una de ellas era el orgullo. Mientras se abotonaba la camisa, le dirigió una mirada desapasionada.

Zac: Has dejado que algo se congele en tu interior, chica. Si todo lo que quieres es un poco de calor en las noches frías, no creo que te resulte difícil encontrarlo. Yo, personalmente, aspiro a algo más.

Ella vio cómo salía por la puerta y oyó el ruido del motor del camión, que quebró el silencio, mientras el sol se ocultaba en el horizonte.




Ay Ness, con lo que Zac te quiere y tú le dejas escapar (¬_¬)
Espero que no tarde mucho en ir tras él.
Y Baby seguro que aparece ^_^

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2 comentarios:

Lu dijo...

Que gran capítulo!
Es para matarla a Ness, Zac le ha dicho que la quiere y ella no dijo nada... No puede ser.

Ojalá todo se arregle.

Sube pronto

Maria jose dijo...

que tierno zac
y que tonta vanessa
le dicen que la quieren y ella contesta de
esa formal
la novela esta muy buena
siguela por favor
ya quiero saber que pasara

saludos
sube pronto please

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