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domingo, 27 de diciembre de 2015

Capítulo 3


Zac escuchó la risa en cuanto abrió la puerta y sonrió él también. Hasta que la vio sentada en el sillón, de perfil, mirando por la ventana. Su cabello oscuro parecía arder con los últimos rayos del sol. Su sonrisa se transformó en una expresión de admiración. Suelta y brillante, aquella sedosa melena le caía por los hombros como si estuviera celebrando su libertad.

Ella había encendido la televisión para escuchar un canal de radio. Se trataba de algo suave, con notas de jazz. Resultaba evidente que ella no le había escuchado entrar, por lo que Zac aprovechó el momento para observarla.

No tardó en darse cuenta de que estaba siendo testigo de algo que dudaba que vieran muchas personas cuando miraban a Vanessa. Su belleza interior. La sexualidad innata que él encontraba tan irresistible. Le daba la sensación de que ella no mostraba a menudo aquella faceta de su personalidad y que mucho menos la compartía.

Esperaba que se atreviera a compartirla con él.

Se había quitado el horrible traje y se había puesto el albornoz del hotel. ¿Estaría completamente desnuda debajo? Sintió que la entrepierna se le tensaba. Vanessa aún llevaba puestas las perlas. Su iridiscencia reflejaba los rayos del sol. Zac se imaginó levantándolas, notándolas cálidas por la piel con la que habían estado en contacto y deslizar la mano por debajo para explorar la cremosa garganta. No recordaba haberse sentido nunca tan cautivado por una mujer.

Una vez más, se sintió atrapado por la sensación de que aquello era diferente, de que ella era diferente. Discretamente, se aclaró la garganta para anunciar su presencia.

Zac: ¿Le apetece a alguien un trozo de pizza?

Vanessa se dio la vuelta para mirarlo. Parecía contenta de verlo.

Ness: Sí, por favor -dijo mientras se levantaba del sillón-. ¿Dónde la has comprado?

Zac: En la pizzería del aeropuerto. Era la última. O más bien la última mitad. Tuve que pelearme con las hordas hambrientas.

Colocó la caja sobre el escritorio y encendió la lámpara. Entonces, agarró la botella de vino que había sobre el frigorífico del bar.

Vanessa sonrió y se arrebujó un poco más el albornoz.
 
Ness: Eres mi héroe.

Zac: ¿Te apetece un poco de vino?
 
Ness: Gracias. -Entonces, levantó la tapa de la caja-. ¡Qué buena! ¡Me encantan las alcachofas! Porque es de alcachofas, ¿verdad?
 
Zac: Creo que sí.
 
Vanessa tomó su bolso y sacó una servilleta de lino bordada con su nombre. Entonces, procedió a limpiar la cubertería. Zac se quedó muy sorprendido. Abrió la botella de vino y tomó un par de platos de cartón que había junto a la caja.
 
Zac: ¿Te gusta la comida italiana?
 
Ness: Sí, pero el marisco es mi favorito -respondió mientras separaba las porciones con un cuchillo y las colocaba en los platos-. En Glenelg, en el embarcadero del paseo marítimo, hay una maravillosa marisquería.
 
Zac: Sé a la que te refieres -afirmó. No le dijo que su apartamento tenía vistas a ese embarcadero. Se limitó a servir una generosa cantidad de vino en las copas-. Estoy de acuerdo contigo. Cuando estoy en Adelaida, es uno de mis restaurantes favoritos.
 
Ness: El mío también. Parece que tenemos algo en común -comentó conteniendo el aliento-.
 
Zac: Espero que no sea todo lo que tenemos en común -susurró mientras le acariciaba suavemente la mejilla con los nudillos-.

La piel de Vanessa era tan suave como la seda y olía a flores.
 
Ness: No íbamos a hablar sobre nosotros...
 
Zac: ¿Y quién ha dicho nada de hablar?
 
Sus miradas se cruzaron, pero Zac no respondió al deseo que atenazaba la parte inferior de su cuerpo. Ya habría tiempo. Una mujer como Vanessa necesitaba tiempo y él ya había decidido darle la oportunidad de decidir si aún quería dejarse llevar por la pasión que había visto reflejada en sus ojos anteriormente.

Por lo tanto, se limitó a levantar las copas, le ofreció una a ella y dijo:
 
Zac: Vamos a cenar antes de que la pizza se enfríe aún más. Salud.
 
Ness: Gracias. Y salud.
 
Vanessa tomó su plato y regresó al sillón mientras que Zac se sentaba en la silla del escritorio. Dio un sorbo de su copa y luego la dejó sobre la mesita de café que tenía delante. Sentía un ligero hormigueo en la mejilla, justo en el lugar en el que él la había tocado. También lo sentía en otras partes de su cuerpo, al igual que una desesperada necesidad que jamás había experimentado. Sin embargo, sabía que él le estaba dando espacio y se lo agradecía.

Ness: Hawaii es muy bonito en esta época del año -dijo, para apartar la mente del camino que estaba tomando-.
 
Zac miró los folletos y luego la miró a ella de un modo pensativo. Inescrutable.
 
Ness: Sé que acordamos que no habría nada personal entre nosotros, pero estaban ahí...
 
Él sonrió. De repente, aquella enigmática mirada desapareció con un parpadeo.
 
Zac: No pasa nada, Vanessa. Y sí, es la mejor época del año. Así se aleja uno del frío.
 
Ness: ¿Has estado allí antes?
 
Zac: Trato de ir cada dos años. Las olas son magníficas allí. ¿Y tú? ¿Has estado alguna vez?
 
Ness: Una vez. En Maui. Fue por unas vacaciones familiares para celebrar... -se interrumpió. Recordó el décimo aniversario de boda de sus padres. Sintió una pequeña presión en el corazón, que le hizo frotarse la zona y acariciarse las perlas que llevaba en la garganta-. Pero eso va en contra de las reglas.
 
Zac: Claro. Si tú lo dices. ¿Te encuentras bien?
 
Ness: Sí -respondió relajándose un poco. Se terminó la pizza y se limpió los labios. Entonces, volvió a meter la elegante servilleta de nuevo en su bolso-. ¿Sabes una cosa? Eres un hombre muy agradable.
 
Zac: ¿Agradable? -repitió levantando las cejas-. Eso me preocupa...
 
Ness: Quería decir honrado. Considerado.
 
Guapo.

Zac se echó a reír y se metió lo que le quedaba de su pizza en la boca.

Zac: ¿Estás segura de que no eres una princesa a la fuga de algún pequeño país de Europa?
 
Ness: ¿Cómo? ¡Ah! ¿Lo dices por la servilleta? Llevaría mis propios cubiertos si me lo permitieran las compañías aéreas. También tengo personalizado el jabón. En alguna parte... -comentó mientras rebuscaba sin éxito en el bolso. Entonces, se encogió de hombros-. Dirás que soy una excéntrica.
 
Más bien el resultado de una educación privilegiada y muy tradicional. Si sus padres pudieran verla en aquellos momentos y supieran lo que estaba pensando...

Estaba segura de que Zac tenía una larga fila de mujeres en su vida. Se preguntó cuántos años tendría. ¿Treinta? Se recordó que no quería saberlo porque, si supiera aquel detalle, querría saber más. Su lugar de residencia, su trabajo... cómo le gustaba hacer el amor.
 
Zac: Verdades o Mitos sobre el sexo.
 
Vanessa estuvo a punto de escupir el vino.
 
Ness: ¿Cómo has dicho?
 
Zac: Se trata del cuestionario. -Estaba mirando la portada de la revista que ella había dejado sobre la mesa-. ¿Aún no lo has leído?
 
Ness: Se me ha debido de pasar por alto. Evidentemente, a ti no.

Zac: Soy un hombre. He visto la palabra sexo. Está bien, pongamos a prueba tus conocimientos -anunció mientras comenzaba a buscar en la revista-. Las ventas de preservativos bajan cuando hay recesión. ¿Verdad o Mito?
 
Vanessa tardó un instante en recuperar la compostura. Entonces, se puso a considerar aquella afirmación.
 
Ness: Mito. Sin duda. Salir resulta demasiado caro. Tener hijos resulta demasiado caro.
 
Zac: Correcto. A ver esta. Los humanos son la única especie que realiza el acto sexual por placer.
 
La manera en la que pronunció la palabra placer, tan viril y aterciopeladamente, le subió unos grados la temperatura de la piel a Vanessa. Tomó otro sorbo de vino.
 
Ness: Sí.
 
Zac: En realidad, no. Aparentemente, no somos las únicas criaturas del planeta que lo hacen.
 
Ness: ¿No? -preguntó tan tensa como una cuerda de violín-.
 
Zac: ¿Qué te parece esta? Los órganos sexuales masculinos están más diseñados para el placer que los de la mujer.
 
Ness: Umm... -susurró. Sus propios órganos se humedecieron-. Mito.
 
Zac: Sí. Las mujeres superan a los hombres en este departamento. Según este cuestionario, el clítoris es el único órgano conocido que existe con el único propósito del placer.
 
Ah. Vanessa sentía las mejillas como si le estuvieran ardiendo. ¿Había tenido alguna vez aquella conversación tan extraña y tan íntima con un hombre?
 
Ness: Dejando aparte los órganos sexuales... -comentó mientras se mordía el labio inferior-. Supongo que eso depende de quién esté dando el placer.
 
Zac levantó la cabeza y la miró fijamente.
 
Zac: Tú eres una mujer. Dímelo tú.
 
Ness: Para mí... Depende al cien por cien de mi pareja.

Zac: ¿No tendrá algo que ver la habilidad de esa pareja? Aparte de sentir atracción por el hombre en cuestión, claro está.
 
Ness: Ah...
 
Zac: Es decir, podrías sentir un gran deseo por él, pero si él no sabe cómo complacerte... ¿Has conocido alguna vez a un hombre así? Un hombre que te guste, con el que haya chispa, deseo, pero que luego te deje fría. Por decirlo de algún modo.
 
Ness: Yo... Umm...
 
Austin. Con él, la tierra no le había temblado bajo los pies. Nunca. Se había dicho en innumerables ocasiones que eso no importaba porque ella lo amaba. El amor, el afecto y los objetivos comunes eran mucho más importantes que la satisfacción física.

Tal vez se había equivocado. Desde que besó a Zac, ciertamente había tenido lugar un desplazamiento de las placas tectónicas bajo sus pies. Instintivamente, sabía que él no sería la clase de hombre que dejara insatisfecha a una mujer.
 
Zac: ¿Qué es lo que quieres decir con eso?
 
Ness: Significa que sí, ¿de acuerdo? -le espetó. No le gustaba admitirlo ni que él ya se lo hubiera imaginado-. Ha habido hombres así en mi vida -confesó. Entonces, Vanessa decidió cambiar el enfoque de aquella afirmación-. Sin embargo, un hombre puede disfrutar del sexo con cualquiera porque se trata solo de la satisfacción del deseo, ¿no?
 
Zac: En mi caso, me gusta conectar con la mujer con la que estoy. Disfrutar del sexo tiene que ser algo más que la satisfacción de una necesidad básica. Contigo, siento un vínculo, Vanessa y estoy bastante seguro de que tú también lo sientes. Me gustaría ver adónde nos lleva.
 
Ness: ¿Estás esperando que te dé luz verde?
 
Zac: Tú me dirás -respondió completamente tranquilo, con las piernas estiradas delante de él. Solo un músculo de su rostro traicionaba su tensión-. Tienes que estar segura de que esto es lo que quieres, pero te ruego que te decidas pronto -añadió mientras se miraba la bragueta-. Porque te aseguro que estás a punto de terminar conmigo.
 
Vanessa había mantenido deliberadamente la mirada por encima de la cintura de él, pero, al escuchar aquellas palabras, tuvo que seguir la dirección que los ojos de Zac le indicaban para mirar el impresionante abultamiento que tenía en los pantalones cortos. Tragó saliva. Se sintió flaquear. El pulso se le aceleró. También se dio cuenta de que tenía los muslos tan bronceados como el cuello y cubiertos de un vello oscuro. Los músculos eran fuertes y pesados, como si hiciera mucho ejercicio.

Quería tocarlo. Quería sentir cómo aquellos muslos se frotaban contra los suyos. Quería sentirlo dentro de ella.

Sin embargo, no quería ataduras. Ni una relación ni conocerse el uno al otro más allá de lo físico.
 
Ness: Solo esta noche.
 
Zac: Bien. ¿Me ducho primero?
 
Ness: No. Ya te dije que eres muy considerado -contestó sonriendo. Le gustaba cómo olía Zac. Cálido, con un aroma masculino, pero no desagradable. Un aroma que excitaba sus instintos más femeninos-. Lo deseo. Te deseo a ti, tal y como eres. Quiero sentir tu sudor en mi piel. Ahora mismo.
 
Zac: Empieza tú -repuso también sonriendo-.
 
Ness: ¿Yo?
 
Zac: Podrías empezar quitándote el albornoz -sugirió al ver que Vanessa permanecía inmóvil-. O podrías venir aquí y dejar que yo me ocupara. Decide tú.
 
Sin dejar de mirarlo, Vanessa se levantó del sillón. Los pocos pasos que dio le parecieron kilómetros de distancia. Se alegraba de tener música de fondo para que no se pudiera escuchar el sonido de su corazón. No latía con tanta fuerza por miedo sino ante la perspectiva ilícita y turbadora de tener relaciones sexuales con un hombre que, a los ojos de todos, era tan solo un desconocido para ella.

Se detuvo delante de él y se aflojó el cinturón para permitir que el albornoz se le abriera ligeramente.
Él la miraba a los ojos muy fijamente.
 
Zac: Vaya con las decisiones...
 
Zac le agarró por la cintura y tiró de ella, colocándola entre sus muslos duros y firmes. Su aliento, su aroma y su calor se mezclaron con los de ella mientras seguían mirándose fijamente a los ojos.
 
Zac: Entonces, te gusta estar encima.
 
Vanessa se echó a reír.
 
Ness: Me gusta estar de cualquier modo.
 
Inmediatamente, se quedó atónita. ¿De verdad había dicho ella eso?
 
Zac: Entonces... -susurró mientras le desabrochaba el cinturón y metía las manos por debajo del albornoz para rodearle ligeramente la cintura-... lo de colgar completamente desnuda de la lámpara también es una posibilidad.
 
Ness: Aquí no hay lámparas -replicó arqueándose. Ansiaba que él acariciara y besara sus senos-. Solo focos y una lámpara en la mesilla de noche.
 
Zac: Una pena.
 
Ness: Sin embargo, hagamos lo que hagamos, ¿tienes preservativos?
 
Zac: Ya llegaremos a eso. ¿O acaso tienes prisa?
 
Ness: Pensaba que la prisa la tenías tú. ¿No acabas de decir...?
 
Zac: Sobreviviré un poco más de tiempo.
 
Vanessa se preguntó si ella también podría. Se sentía acalorada por todo el cuerpo. Era un milagro que no empezara a arder.
 
Ness: Zac...
 
Zac: Vanessa... -musitó. Retiró las manos y se las colocó detrás de la cabeza-. ¿Qué es lo que estás ocultando bajo ese grueso albornoz?
 
Con una osadía que no había sentido jamás, Vanessa se quitó el albornoz. La prenda le hizo cosquillas sobre la piel mientras caía al suelo.  

Zac la observó conteniendo el aliento. Entonces, lanzó un gruñido de aprobación. ¿Quién lo habría imaginado? A la conservadora Vanessa le gustaba la ropa interior sexy. Llevaba un minúsculo sujetador y unas braguitas no mucho más grandes de un encaje tan transparente que casi era como si estuviera completamente desnuda. Los oscuros y erectos pezones se erguían contra la delicada tela y los senos se vertían por la parte superior como un ofrecimiento de abundancia.
 
Zac: Estás llena de sorpresas -murmuró-. Eres preciosa.
 
No era una mujer ni demasiado voluptuosa ni demasiado delgada. Curvas limpias y perfectas. Exquisitas. Ocultar tanta belleza debería considerarse un crimen en contra de la humanidad.

Vanessa se inclinó un poco sobre él. Le colocó los senos frente a los ojos. Con cualquier otra mujer, habría colocado la boca inmediatamente sobre aquella cremosa piel, le habría apartado la tela con los dientes y habría comenzado a explorar con la lengua.

Sin embargo, por muy apetitosos que resultaran aquellos senos, eran los ojos de Vanessa lo que más llamaban su atención. Grandes, de color café, llenos de secretos y de sombras. Su fragancia, un fresco y ligero perfume, lo envolvía como si fuera la bruma de la tarde. Si creyera en los embrujos, estaba convencido de que serían así.
 
Zac: No estás acostumbrada a esto, ¿verdad? -murmuró-.
 
Ness: ¿A qué te refieres? ¿Al sexo?
 
Zac: No. A una noche de sexo.
 
Ness: ¿Tan evidente resulta?
 
Zac: No, no. Lo decía de un modo positivo. Sigue con lo que estás haciendo. Eres fantástica.
 
Sonriendo, ella bajó los labios hasta los de él y lo besó suave y seductoramente. El cabello de ella actuaba como una cortina de seda a su alrededor y el ritmo de la música contribuía a la sensualidad del momento. Zac pensó en las lánguidas tardes junto a una piscina, piel caliente y una fría y cremosa protección solar.

Levantó los brazos y agarró los hombros de Vanessa para atraerla más contra su cuerpo. Ella le enredó los dedos en el cabello y le sujetó la parte posterior de la cabeza. Sin dejar de mirarlo a los ojos. Entonces, se produjo una caricia de seda cuando ella separó las largas piernas y las deslizó por encima de los muslos de Zac para enredarse con él. Después, enganchó los pies en las piernas de él y dejó que el calor de su feminidad se acomodara contra la ardiente erección.

Sin soltarle la cabeza, Vanessa se inclinó hacia delante y lo volvió a besar. Zac dejó escapar un gruñido de placer. Ella sonrió y, entonces, le agarró la camiseta y se la sacó por la cabeza.

Comenzó a acariciarle el torso con los dedos, rodeándole los pezones para luego detenerse en el centro y comenzar a bajar hasta llegar a la cinturilla de los pantalones. Entonces, metió las manos por debajo y rodeó su sexo con los dedos.
 
Ness: Zac...
 
Zac: Estás jugando sucio -susurró-.

Le llevó las manos a la espalda y le soltó el broche del sujetador. Entonces se lo quitó.

Cremosa piel, oscuros y abultados pezones. La avaricia se apoderó de él, pero Vanessa no le dio tiempo para darse un festín. Se echó hacia delante y comenzó a frotarlos contra el torso de él sin dejar de mirarlo.
 
Ness: Me gusta jugar sucio, ¿sabes? -susurró mientras apretaba y masajeaba-. Mejor aún, rápido y sucio.
 
Zac: Eres una mujer malvada...
 
Ness: ¿Demasiado malvada para ti?
 
Zac: Eso no es posible -musitó. Le cubrió la húmeda entrepierna y observó cómo los ojos de Vanessa ardían y su juguetona sonrisa se volvía muy seria-. Ha llegado la hora de la venganza.
 
Deslizó un dedo por el borde de las braguitas y sintió cómo ella se echaba a temblar. Entonces, lo hundió un poco más para acariciar los húmedos pliegues. Escuchó cómo ella gemía de placer. La excitación se acrecentó y la respiración se aceleró.

De algún modo, consiguió agarrar los pantalones que estaban en el respaldo de la silla y sacar un preservativo al tiempo que daba las gracias al cielo por tener la ropa a mano.

Impaciencia, desesperación, exigencias y necesidades. Se liberó y se puso el preservativo. Con un rápido tirón, consiguió que las braguitas se le deshicieran entre los dedos. Ya no había risas ni bromas. Pasión en estado puro, oscuro deseo y todas las fantasías que él había tenido hechas realidad. Se hundió en ella profundamente, penetrando su sedoso calor con gozo y deseo.

La miró a los ojos lo suficiente para que la respuesta de ella igualara la de él. Le agarró las caderas y notó cómo ella le agarraba con fuerza el cabello. Encontraron su ritmo. El mundo se evaporó, dejando solo velocidad, avaricia y calor.

La silla se meneaba bajo ellos. A Zac le pareció escuchar el sonido de un vaso que se vertía, aunque podría ser también el sonido de su cordura haciéndose pedazos.

Vanessa alcanzó el clímax con un profundo gemido. Los músculos del interior de su cuerpo se tensaron con fuerza alrededor de él. Zac no tardó en seguir aquella gloriosa sensación.




¡Qué noche! ¿Después de esto serán capaces de separarse?

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¡Un besi!


3 comentarios:

Unknown dijo...

Que gran capitulo!!!
Se nota que están hechos el uno para el otro, se nota la atracción y la química que ellos tienen.
Ojala no sea la ultima vez de ellos, pero seguramente no se van a separar nunca mas.
Me ha encantado el capitulo!



Sube pronto

Jyswuelkiz dijo...

Que de con la boca abierta imaginence este es de 3 capitulo ya esperos los además cuantos capítulo tiene esta novela? Que en shook este capitulo muy hoy jajajajaja no acto para cardiaco jaaaja

Maria jose dijo...

Estoy en shock y no creo poder
Comentar algo respecto a este capítulo
Pero que capítulo!!!!
Woow solo es el tercero y ya llegamos a esto
Ya muero por leer el cuarto
Esta novela empezó con un 10 perfecto

Síguela pronto

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