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sábado, 26 de diciembre de 2015

Capítulo 2


Cuando llegaron al concurrido vestíbulo del hotel, Vanessa decidió que la suerte era para él. Tras haberlo pensado detenida y racionalmente, no pensaba ir con él a su habitación. Ya había cumplido su cuota de comportamiento atrevido y poco propio de ella para los próximos diez años.

Zac: Espera aquí.

Entonces, se dirigió hacia el mostrador de recepción.
 
Vanessa se dirigió a la cola de la fila. Seguramente, aún quedaba algo disponible.

Instantes más tarde, él regresó con un par de tarjetas.
 
Zac: Bueno, ya estamos.
 
Ness: Gracias por todo, pero quiero una habitación para mí sola.

Zac: ¿Acaso no confías en mí después de todo lo que hemos compartido? -replicó con una sonrisa-. ¿Cuando me has llamado cielito?
 
Ness: Te podrías haber detenido cuando te dije que me dejaras en paz...
 
La sonrisa se borró de los labios de Zac.
 
Zac: No me gustan los acosadores -replicó encogiéndose de hombros-. Simplemente reaccioné.
 
Ness: Gracias.
 
Zac: Si yo...
 
Ness: Te ruego que no te disculpes...
 
Zac: ¿Y por qué iba yo a disculparme? -La sonrisa volvió a reflejársele en los labios-. No lo siento en absoluto. ¿Y tú?
 
«En absoluto». Desgraciadamente, todo había terminado.
 
Ness: Gracias por tu ayuda, pero sigo queriendo tener mi propia habitación.
 
Zac: ¿Con toda esta gente? -dijo mirando a su alrededor-. Quiero que conozcas a una persona -añadió. La agarró del brazo y la llevó de nuevo al mostrador de recepción-. Kate, esta es...
 
Kate: Vanessa.
 
Zac: Vanessa -repitió-. ¿Hay algo que puedas hacer por ella?
 
Kate, una atractiva rubia de ojos azules, apenas levantó la mirada. Estaba demasiado ocupada tecleando en el ordenador.
 
Kate: Lo siento, Vanessa. Estamos al completo. Sin embargo, Zac ha hablado conmigo y puedes compartir la habitación con él sin gasto adicional.
 
Ness: No importa -dijo mientras se aferraba a su bolso y se preparaba para una larga noche-. Me compraré un libro o una revista y encontraré algún sitio en el que esperar.
 
Kate miró a Zac y luego se llevó a Vanessa hacia un lado.
 
Kate: Luke, mi pareja, y yo conocemos a Zac desde hace años. Es un buen tipo. Tienes la oportunidad de pasar las próximas doce horas cómodamente. Si estuviera en tu lugar, la aceptaría.
 
Vanessa asintió.
 
Ness: Gracias de todos modos.
 
Kate: Es tu decisión -concluyó-. Ahora si me perdonas...
 
Zac: Mira, quédate la habitación -dijo de repente, mientras le entregaba a Vanessa la llave-. Yo utilizaré el gimnasio, me pondré al día con mi trabajo y luego me relajaré en la terminal. Te avisaré cuando vayamos a despegar.
 
Ness: No, no. Es muy generoso de tu parte, pero no puedo aceptar. No estaría bien. Seré yo quien espere en la terminal.
 
Zac: ¿Y si nuestro amigo vuelve a presentarse? Parecía bastante insistente. Y bastante astuto.
 
A Vanessa se le puso el vello de punta. No pudo evitar mirar hacia la entrada del hotel.
 
Ness: En ese caso, me sinceraré con él y tal vez me deje en paz. Sobre eso... tal vez debería explicar...
 
Zac: Pero en realidad no quieres. No importa. No necesito conocer tus asuntos. Te propongo una cosa. Nos registraremos juntos en la habitación. Entonces, yo dejaré allí mis cosas y te dejaré en paz. ¿Te parece bien?
 
La sinceridad se reflejaba en aquellos ojos azules. Tan atractivos. Tan seductores. También algo que no había visto desde que su padre le dio un beso de buenas noches y le dijo que era su princesita. Antes de que su familia se subiera a aquel maldito helicóptero...  

Su padre había sido el único hombre con el que siempre había podido contar. Confiar. En cierto modo, se imaginó que su padre aprobaría a Zac. Que le diría que ella podía confiar en él.

Asintió.
 
Zac: Bueno, pues ya está. Todo solucionado.
 
Zac se hizo cargo del equipaje de Vanessa y se dirigió hacia los ascensores.

No intercambiaron palabra alguna en el concurrido ascensor. Tampoco mientras se dirigían por el silencioso pasillo hasta la habitación. Zac introdujo la tarjeta en la cerradura y la invitó a pasar. Entonces, hizo él lo propio con el equipaje.

El cegador sol de la tarde inundaba la habitación, reflejándose en las pistas del aeropuerto, que se divisaban desde la ventana. Vanessa cerró las cortinas para aliviar su dolor de cabeza, pero, inmediatamente, se dio cuenta de cómo podría interpretarse su gesto.

La habitación quedó sumida en la penumbra. Aquella intimidad no pasó desapercibida para Zac. Las sombras suavizaban los rasgos de Vanessa, pero no lograban ocultar la tensión de su cuerpo. Resultaba evidente que no estaba cómoda con la situación.

Él tampoco, aunque por razones muy diferentes. Se había visto sumido en un doloroso estado de excitación desde que descubrió que ella sabía mejor de lo que había imaginado. Señaló las cortinas cerradas.

Zac: ¿Sigue molestándote el dolor de cabeza? ¿Quieres echarte una siesta?
 
Ness: Gracias, pero no a las dos cosas. Tal vez vea un poco la televisión, si a ti no te importa, claro.
 
Zac: Por supuesto que no. Ponte cómoda. Yo me voy a correr un rato.
 
Sin mirarla, Zac sacó un par de pantalones cortos, una camiseta y unas deportivas de la mochila y se marchó al cuarto de baño para cambiarse. Necesitaba soltar su propia tensión y una dosis del frío aire de Melbourne le enfriaría la sangre. Cuanto más frío, mejor.

Cuando salió del cuarto de baño, Vanessa estaba exactamente en el mismo lugar en el que él la había dejado. La televisión seguía apagada y la habitación estaba sumida en un silencio absoluto.
 
Zac: ¿Todo bien?
 
Ness: Mira, no quiero echarte de tu habitación. Por favor, quédate. Me parece bien -dijo mirando la cama doble. Entonces, volvió a mirarlo a él y a Zac le pareció que el aire restallaba a su alrededor-. De hecho, me sentiría mucho mejor si te quedaras.
 
Zac sonrió. Ella tenía un brillo en los ojos. Caliente. Cauteloso también, pero decididamente caliente. Sintió que el cuerpo se le tensaba y que una gota de sudor le caía por la espalda. Entonces, colocó la ropa que se había quitado sobre la silla que había frente al escritorio.
 
Zac: ¿Cuál es tu verdadero nombre? ¿O tampoco podemos hablar de eso?
 
Ness: Ya te lo he dicho. Es Vanessa, pero nada de apellidos ni de intercambiar historias de nuestra vida. Nos separaremos mañana.
 
Eso era lo que él pensaba. Ella no quería nada personal. Nada complicado. Una noche. Aquel tenía que ser su día de suerte.
 
Zac: A mí me parece bien.
 
Ness: Ahora, me voy a dar una ducha. Sola -añadió mientras abría su bolso-. Salgo enseguida.
 
Zac: Está bien. -Ella quería tiempo para prepararse. No le importaba esperar-. Me marcho a correr un rato. Cuando regrese... ya veremos lo que hacemos -añadió antes de salir por la puerta-.
 
Bajó las escaleras al vestíbulo de dos en dos. Salió al exterior y comenzó a correr. Volvió a recordar el modo en el que Vanessa había respondido a su beso. Parecía como si no pudiera saciarse. ¿Quién lo habría pensado? Vanessa era una mujer muy caliente.

Y lo estaba esperando en su habitación. La habitación que los dos iban a compartir.

Entonces, ¿a qué diablos estaba esperando? ¿Por qué estaba corriendo con aquel desapacible viento cuando podía acomodarse en aquella enorme cama con una mujer que, si no estaba equivocado, buscaba lo mismo que él?

La testosterona se apoderó de él. En lo único en lo que podía pensar era en desnudarla y en explorar aquel cuerpo de pecado. Con los ojos, con las manos, con la boca... Solo esperaba que no fuera la clase de mujer que cambia de opinión.

Miró el reloj. Ya había tenido tiempo más que suficiente de darse esa ducha. Si no... bueno, entonces tendría que terminarla con ella. Se dirigió de vuelta hacia el hotel, tomando un desvío para acercarse a la zona de restaurantes de la terminal.
 
 
Vanessa se dio su ducha. Como no tenía muda de ropa disponible y no quería arrugar el traje más de lo que ya estaba, se puso el albornoz del hotel encima de la ropa interior.

Secó el espejo y se miró. Sus labios parecían más gruesos, más sugerentes. Sus ojos más grandes, más evocadores... Ojos de dormitorio.

Dios.

Se puso la mano en el corazón. No había tenido nunca una aventura de una noche. Nunca antes había estado con otro hombre. Austin había formado parte de su vida desde la adolescencia.

¿Parte de su vida? ¡Ja! Agarró el cepillo y comenzó a peinarse. Menos de dos semanas después de que terminaran su relación, Vanessa lo vio con la glamurosa hija de un acaudalado hombre de negocios en las páginas de sociedad de un periódico.

De igual modo, ella iba a seguir con su vida e iba a empezar aquel mismo día. Y, por la mirada que Zac le había dirigido antes de marcharse, solo podía esperar una cosa cuando él regresara: sexo. Apasionado, rápido y sin complicaciones. Espontáneo. Frívolo. Alegre. ¿Acaso no era eso lo que ella también quería? Solo una noche. Entonces, no tendría que volver a verlo nunca más.

Dios santo. ¿De verdad era Vanessa Hudgens la que estaba teniendo aquellos pensamientos?

Abrió la puerta. No escuchó nada, lo que significaba que Zac aún no había regresado.

Vio la mochila de él junto a su propia maleta. Se fijó en los folletos que él había dejado sobre el escritorio. No quería implicarse personalmente con él ni estaba lista para otra relación, pero... Eran tan solo folletos de viajes. Nada personal, nada íntimo. No pudo resistirse a mirarlos.

Las Hawaii. Folletos sobre pesca submarina, golf, excursiones para ir a ver a las ballenas. Los mejores lugares para el surf. Él había marcado algunos, había realizado notas que ella no podía descifrar y había tachado otras. Parecía que él iba de camino a Hawaii de vacaciones. Parecía disfrutar de las actividades al aire libre, lo que explicaba que estuviera tan en forma. Tan bronceado. Tan bien alimentado. Evidentemente, sabía cómo relajarse y divertirse.

Aquella palabra conjuró toda clase de posibilidades y no precisamente de actividades al exterior, sino de otras mucho más íntimas, que tenían que ver con ella y con aquella enorme cama de suaves almohadas. El cuerpo le ardía. Quería arder junto a él. Quería saber lo que era hacer el amor con un hombre como Zac, del que no dudaba de su habilidad para complacer a una mujer. Entonces, él se marcharía a Hawaii y ella quedaría completamente satisfecha.

Sin embargo, tenía que ser a su modo. Con sus reglas. No hablarían de sí mismos ni de sus vidas más allá de lo que ocurriera en aquella habitación. No intercambiarían números de teléfono ni direcciones de correo electrónico con la promesa de volver a ponerse en contacto. Vanessa no quería eso. Tan solo quería una noche para demostrarse que no era la mujer que Austin pensaba que era.

La anticipación se apoderó de ella. Para tranquilizarse, se preparó una taza de café por cortesía del hotel y apartó las cortinas. La tarde iba llegando a su fin y se iba tiñendo de tonalidades anaranjadas y violetas. Se sentó en el único sillón y comenzó a hojear una revista femenina que había comprado antes, pero no tardó en dejarla sobre la mesita. Se sentía demasiado nerviosa como para poder concentrarse en la vida privada de una superestrella reflejada en aquellas páginas.

Si no hubiera sido por Zac, su ruptura con el candidato para las próximas elecciones estatales podría haberse convertido en carnaza pública.

Ciertamente estaba en deuda con Zac. Podría haberle comprado simplemente una botella de vino o haberle invitado a cenar para mostrarle su agradecimiento. De hecho, estaban allí hasta el día siguiente por la mañana, por lo que no era demasiado tarde para sugerirle que tomaran un taxi y se fueran a la ciudad para buscar un restaurante.

No obstante, cuando regresaran a aquella habitación, con unas cuantas copas de vino en las venas, la situación volvería a ser la misma. La atracción seguiría siendo la misma.

Se recogió los pies por debajo de las piernas y comenzó a quitarse las horquillas del cabello. Se lo desenredó con los dedos, disfrutando de aquella nueva sensación de sentirse femenina y libre. ¿Por qué salir a cenar cuando podía darse un festín de algo mucho más placentero? Piel, labios y lengua masculina y... No pudo seguir pensando. La piel le ardía. Sin poder evitarlo, se echó a reír como una colegiala al pensar en los pensamientos que se le estaban ocurriendo.

Seguía riendo cuando Zac regresó a la habitación.




Estos dos van a por todas. Les da igual conocerse de un par de horas XD
El próximo capítulo promete. ¡No os lo perdáis!

¡Thank you por los coments y las visitas!
¡Comentad, please!

¡Un besi!


3 comentarios:

Jyswuelkiz dijo...

Jajaja esta buenicima me encanta ya quiero leer él siguiente capitulo me tienes intrigada jajaja este par van a mil jaaaaa🙈🙉🙊

Unknown dijo...

Wow que capítulo!
Es bueno que los dos quieran lo mismo, pero claro esta que no va a ser nada de una noche.
Me encanto!


Sube pronto

Maria jose dijo...

Woow será mucho para el tercer capítulo
Van muy rápido y eso me gusta
Esta novela es más liberal
Ya quiero leer el próximo capítulo
Síguela pronto
Se ve que prometerá mucho el capítulo
Espero y se vayan de viaje juntos

Saludos y síguela

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