topbella

jueves, 24 de julio de 2014

Capítulo 4


Miley. La madre del bebé. El primer impulso de Vanessa fue salir de la cocina para que Zac pudiera hablar con confianza, pero una curiosidad inhabitual en ella la hizo permanecer en su asiento. No es que fuese curiosa, pero después de lo que había compartido con Zac, no le parecía irrazonable saber un poco más acerca del bebé que tenía en el regazo. Si Zac le pedía que saliera, por supuesto lo haría. Pero si no se lo pedía, se quedaría allí.

No se lo pidió.

Zac: No, no se lo he dicho a nadie -estaba diciendo-. Por supuesto que no. ¿Tú has...? -se interrumpió para escuchar, con cierta tensión en la cara-. No, está bien. Ha llorado un poco pero ya se ha calmado. Ah sí. Pues me alegro de saberlo. Le he comprado una cuna y... Oh, por el amor de Dios, no iba a acostarle conmigo en la cama.

Claro que no, pensó Vanessa con ironía, ese sitio estaba reservado únicamente para mujeres.

Zac: Hasta el momento no ha sido demasiado pesado -estaba diciendo él al teléfono-. Aprendo sobre la marcha. Pero me esta ayudando alguien -desvió la mirada en dirección a Vanessa y añadió-: Es una amiga. He supuesto que ella sabe más sobre estas cosas que yo. Pero escucha, Miley, no convirtamos esto en algo permanente, ¿quieres? Tengo que vivir mi propia vida y... Está bien, sí... estaremos en contacto.

Se puso de pie y colgó el auricular.

A Vanessa le costó un poco de trabajo asimilar lo último que había oído. Eso de que tenía que vivir su vida le pareció sumamente egoísta... en caso de que él fuera el padre de la criatura. Pero, si no lo era, ¿por qué le estaba cuidando?

Como no podía contestar esa pregunta, la olvidó y se concentró en lo demás que había oído. Una amiga. Se había referido a ella como una amiga. ¿Así era en realidad como la consideraba? ¿O simplemente sentía un poco de simpatía hacia ella ahora que le estaba ayudando en aquel trance?

Zac: ¿Por qué no cojo un momento al bebé mientras nos preparas algo de comer? Yo no sé tú, pero yo me estoy muriendo de hambre.

Ness: No voy a preparar nada -replicó irritada-. Por si no te has dado cuenta, esta es tu casa. Eres el anfitrión. Esta es tu cocina y yo solo he venido a ayudarte porque me lo has suplicado y porque tenemos que trabajar en el contrato Carter. Te he hecho un enorme favor al venir aquí, Efron. ¿Crees de verdad que además voy a cocinar para ti?

La vehemencia de la joven sorprendió a su interlocutor.

Zac: Yo solo quería salvarte de mis espantosos guisos -declaro a modo de defensa-. Todos los que se exponen a mis platos se ofrecen después como voluntarios para preparar la comida.

Ness: Un buen truco -dijo con tono seco-. Si haces algo lo suficientemente mal, nadie te pedirá que lo vuelvas a hacer. Pues olvídalo, colega. Yo también soy una pésima cocinera.

Zac la observó un minuto, luego sus labios se curvaron en una amplia sonrisa.

Zac: Con razón conoces el truco. Sin duda lo has usado también.

Ness: Es verdad que cocino mal -aseguró-.

Zac: ¿Es que no te enseñó tu madre? -preguntó el joven ejecutivo ladeando la cabeza-. ¿Nunca jugaste con muñecas o a las comiditas o cosas por el estilo? Primero me dices que no sabes nada sobre bebés, luego que no sabes cocinar...

Ness: Es cierto -afirmó-. Mi madre me enseñó muchas cosas, pero no a cambiar pañales ni a cocinar.

La sonrisa de su interlocutor se hizo más amplia. Apoyándose contra un mueble se cruzó de brazos y la examinó con atención, con un brillo divertido en los ojos.

Zac: ¿Qué te enseñó? -preguntó por fin-.

Vanessa no estaba segura, pero tenía la impresión de que Zac estaba flirteando con ella. En sus mejillas habían aparecido esos hoyuelos que hacían derretirse a todas sus compañeras de trabajo. Y su postura, a pesar de su aparente desgarbo, le parecía provocativa.

Vanessa se concentró en el bebé por un momento, negándose a contemplar aquel esbelto y vigoroso cuerpo masculino.

Ness: Mi madre me enseñó a ser ambiciosa -dijo en voz baja, pero segura-. A trabajar para conseguir lo que me propusiera y a planear mi futuro. Me enseñó a tener disciplina y sentido práctico -hizo una pausa y luego añadió, con intención-: También me enseñó a esquivar a los hombres que piensan que para lo único que sirve una mujer es para cambiar pañales y hacer la comida.

Zac soltó una carcajada.

Zac: Vamos. Vanessa. Incluso yo pienso que las mujeres sirven para otras cosas.

Vanessa le dirigió una mirada demoledora.

Ness: Pues sí, mi madre también me enseñó que además de como cocineras y niñeras, algunos hombres pensaban que las mujeres eran también objetos sexuales.

Zac volvió a reír, pero había seriedad en sus ojos cuando dijo:

Zac: Te sugiero una cosa, entonces. Yo preparo la comida mientras tú me dices por qué me odias.

Ness: ¿Odiarte? -preguntó entornando los ojos-. ¿Qué te hace pensar que te odio?

Zac: ¿Esa palabra es demasiado fuerte para tu delicada sensibilidad? Bien, busquemos otra mejor. ¿Por qué te soy antipático? ¿Por que me aborreces? ¿Por qué me desprecias?

Vanessa supuso que lo más adecuado seria decir que le era antipático.

Ness: ¿Cuanto tiempo tengo para decirte por qué me eres antipático? -preguntó, con tono sarcástico-. Si piensas preparar una comida formal, quizá tenga tiempo de enumerar todas las razones.

Zac: He pensado sacar esta pizza congelada... -sacó del refrigerador un recipiente plano-... y seguir las instrucciones del dorso del paquete, así que tendrás diez minutos más o menos para enumerar todos mis defectos. ¿Crees que podrás hablar tan deprisa?

Rió y Vanessa le imitó. Incluso el bebé lanzó una risita alborozada. Vanessa lo alzó un poco sobre su regazo para que pudiera ver a Zac. Ver a un hombre preparar la comida le vendría muy bien, decidió. Quizá así olvidarían esa absurda creencia de que la cocina es terreno exclusivo de las mujeres.

Zac sacó la pizza del paquete. La puso en un plato y la metió en el horno.

Zac: ¿Bien? -instó a Vanessa-. La comida ya está en marcha.

Ness: Para empezar, eres muy dado a los flirteos.

Zac: ¿Los flirteos? -sopesó con solemnidad la acusación-. Flirtear implica frivolidad. ¿Qué te hace pensar que soy frívolo?

Ness: La forma en que abordas todas las mujeres que conoces, inmediatamente adoptas un aire de tenorio oficinesco -observó-.

Zac: Eso no es cierto -protestó con firmeza-. No adopto ningún aire de conquistador, simplemente soy amable.

Ness: ¿De verdad quieres que continuemos con esto, Zac? -preguntó, irritada de repente con él-.

Todavía no estaba segura de por qué había accedido a ayudarle con Michael, por qué había aceptado salir antes del trabajo para acompañarle a comprar cosas para el bebé y luego ir con él a su apartamento. Su desesperada suplica de ayuda había tenido algo que ver con su aceptación, pero sin duda no era la única razón.

Vanessa no quería pensar en que sentía alguna debilidad sentimental por Zac. Sin embargo, sabía que no podría irse de su casa en aquel momento. O quizá si pudiera, pero no lo deseaba.

Ness: No tengo ganas de analizarte -añadió con voz tranquila-. Podrás ser tu tema favorito de conversación, Zac, pero no el mío.

Toda traza de humor había desaparecido de la cara de Zac cuando dijo:

Zac: No me estoy portando como un seductor contigo, Vanessa. Es obvio que te molestaría y no lo hago. La forma como me comporto con las otras mujeres no debería importarte lo más mínimo. Presumo de llevarme bien con la gente, pero contigo... ¿Por qué eres tan hostil conmigo, Hudgens?

Vanessa estaba demasiado absorta en reflexionar sobre lo que él le había dicho respecto a su comportamiento con otras mujeres para contestar en el acto. Era cierto, ¿qué le importaba a ella que Zac flirteara o no con las demás empleadas de la compañía? El hecho de que la respetara lo suficiente para no galantear con ella debía complacerla, no molestarla.

Turbada por la exasperante posibilidad de que en el fondo quizá lo que deseaba era que Zac flirteara también con ella, apartó de su mente aquel pensamiento.

Ness: ¿No han terminado los diez minutos? -preguntó mirando hacia el horno-.

Zac sonrió.

Zac: Creí que tenías una larga lista de reproches que hacerme.

Vanessa se negó a caer en la trampa.

Ness: Si sientes alguna hostilidad en mi, quizá se deba a que no me gusta ser tratada como un ser inferior.

Zac: No te trato como a un ser inferior -arguyó-.

Ness: Entonces, ¿por qué me excluiste de los proyectos Bachman y Drake? ¿Por qué aprovechaste a mis espaldas tu amistad con Carter para firmar el contrato cuando yo casi le tenía convencido? ¿Por qué?

Zac: No he hecho nada a tus espaldas -se defendió con cierto azoro ante el ataque-. Simplemente me pareció un buen cliente para la compañía y he querido asegurarle. Yo solo estaba pensando en el bien de la compañía, no en mi propio prestigio.

Ness: Yo podía haber afianzado ese cliente -insistió-. Pero no tenías confianza en mí y por eso le llamaste por teléfono.

Zac reflexionó un momento, luego apagó el horno y se volvió hacia Vanessa.

Zac: Está bien. Hace tiempo que conozco a Carter y sé cómo trabaja su mente. Es el tipo de hombre que desconfía de las mujeres de negocios.

Vanessa lanzó un bufido de indignación.

Ness: Carter desconfía de las mujeres de negocios pero no le molesta aprovechar las comidas de negocios para tratar de agarrarles las rodillas por debajo de la mesa.

Zac: ¿Hace eso? ¿Te agarró las rodillas? -giró los ojos y sacudió la cabeza-. ¿Lo ves, Vanessa? Estás en desventaja cuando se trata de esas cuestiones. Frank Carter no le habría agarrado las rodillas a un hombre por debajo del mantel.

Zac tenía un punto a su favor, pero un punto muy débil. El hecho de que Frank Carter fuera un zorro mañoso no ponía a Vanessa en desventaja. Ella le había manejado con discreción y habilidad, sin herir su ego.

Ness: No veo por qué el hecho de tener que lidiar a veces con imbéciles como Frank Carter me puede convertir en un asesor de inferior calidad -dijo con lentitud-.

Zac: No te hace de inferior calidad -aclaró-. Pero debes admitir que los clientes se comportan contigo de un modo diferente a como lo hacen con los asesores masculinos de la compañía. He conocido algunos clientes que no quieren aceptar recomendaciones de una mujer. No les gusta que una mujer los asesore. Fue eso lo que le sucedió a Ronda Cooper, y estoy seguro de que te ha sucedido a ti también o te sucederá -sacó el plato con la pizza del horno y lo dejó en la mesa-. Las mujeres se toman las cosas muy a pecho. Nunca se te ocurrió que mi llamada a Carter fuera una cuestión de simple sentido común. Lo has interpretado como si yo estuviera tratando de perjudicar tu trabajo, de eclipsarte dando un mensaje indirecto sobre tu capacidad. Estás muy equivocada. Solo estaba tratando de asegurarme de que Carter iba a contratar nuestros servicios. Las mujeres siempre se toman todo de un modo personal -concluyó-.

Ness: No es cierto -replicó con voz más calmada-. No me tomo la mano de Frank Carter sobre mi rodilla de manera personal te lo aseguro.

Zac rió divertido.

Zac: Pues eso era algo que tenía una intención muy personal, Hudgens -dijo, y sin dejar de reír salió de la cocina para volver poco después empujando el cochecito del bebé-.

Cogió a Michael del regazo de Vanessa y le dejó en el cochecito, luego lo llevó al lado de la mesa. Lo dejó allí y fue a sacar una botella de vino blanco del frigorífico. El bebé empezó a chillar.

Zac: Oye, oye nada de llantos, muchachito -le reprendió-. Tu madre dice que solo das la lata de las tres y media a las cuatro y media de la tarde y se supone que debes ser un ángel el resto de la tarde y noche. Ya son más de las cinco, así que a sonreír.

Michael miró a Zac con ojos suspicaces y luego continuó gimoteando. Vanessa le entregó su anilla de plástico y el bebé dejó de llorar.

Zac: ¿Lo ves? No importa lo que tu madre no te haya enseñado, tienes intuición. Siempre consigues tranquilizarle.

Ness: Le tranquiliza su juguete.

Zac rió entre dientes y descorchó la botella. Llenó dos copas largas y las llevó a la mesa, luego sacó dos platos y se sentó enfrente de Vanessa.

Zac: Tu dirás lo que quieras, Hudgens, pero es un hecho irrefutable que las mujeres son mejores madres que los hombres.

Ness: Esa no es la cuestión -replicó incapaz de reprimir una sonrisa-.

Zac: ¿Cuál es entonces? Las mujeres se convierten en madres. Ese es otro hecho que deben aceptar. No estoy diciendo que eso las vuelva inferiores, pero debes aceptar los hechos. La mayoría de las mujeres se quedan embarazadas a la larga y abandonan el trabajo, como hizo Ronda Cooper.

Ness: Yo no soy Ronda Cooper -aclaró sin preocuparse en añadir que dentro de algunos años quizá se encontrara en la misma situación que Ronda, es decir, tratando de compaginar la maternidad con la carrera profesional-.

La madre de Vanessa había decidido continuar trabajando después deque naciera su hija y aunque ésta podía entender la decisión de su madre, esta decisión había dejado su marca en la niña. Las cosas eran diferentes ahora, no obstante. Era más aceptable valerse del servicio de guarderías y había muchas más instituciones de ese tipo disponibles. Los padres también participaban más activamente en el cuidado de los hijos.

¿Por qué su mente no dejaba de desviarse en esa dirección?, se preguntó Vanessa. Desde que había oído los lamentos de un bebé en su despacho, no había dejado de pensar en la maternidad. Todavía no quería ser madre, ni siquiera quería pensar en la posibilidad de ser madre.

Pero parecía que el niño que estaba sentado en su cochecito apretando con una mano la anilla mientras intentaba al mismo tiempo meterse los cinco dedos de la otra manita a la boca, estaba ejerciendo un influjo mágico en ella. El tenerle en su regazo no la había llenado de sabiduría maternal, pero sí de ternura.

Zac: ¿Tú que vas a hacer cuando te quedes embarazada? Es muy posible que también dejes el trabajo.

Ness: ¿Quién dice que voy a quedarme embarazada? -replicó después de dar un sorbo a su vino-. En realidad, eres tú quien debiera estarse haciendo esa pregunta. ¿Qué vas a hacer con tu trabajo mientras tengas aquí a Michael?

Zac contempló al aludido y reflexionó un momento.

Zac: Hoy es jueves. Supongo que me tomare el día libre mañana y luego viene el fin de semana.

Ness: Y luego vendrá el lunes y, ¿qué vas a hacer? Más vale que empieces a buscar información sobre guarderías o niñeras. No querrás que todo mundo en P&D piense que eres inferior porque tienes que quedarte en casa con un bebé en lugar de ser un emprendedor y activo asesor financiero.

Los ojos de Zac lanzaron chispas al mirar a Vanessa con una mezcla de indignación e inquietud.

Zac: Ya pensaré en algo -murmuró-. Espero que para el lunes ya haya regresado Miley.

La tentación de preguntarle algo acerca de la madre del pequeño era muy grande, pero Vanessa la reprimió dando un mordisco a su pizza. Masticó, tragó y torció el gesto.

Ness: La pizza helada está horrible -declaró-.

Zac: La pizza helada es mi máximo logro culinario. La próxima vez prepara tú la cena.

Ness: ¿Quién ha dicho que va a haber una próxima vez? -dio un largo sorbo a su vino y sonrió-. Al menos el vino no está malo -dio otro sorbo y miró a Zac por encima del borde de su vaso-. Entonces, mientras estés con Michael en casa, yo tendré que hacer todo el trabajo del asunto Carter, ¿no es así?

Zac: Podremos trabajar juntos -mantuvo-. Podrías tenerme informado por teléfono y…

Ness: ¿Tenerte informado sobre qué? ¿Sobre cuánto he hecho mientras tú estás aquí haciendo de niñera?

Zac se metió en la boca un trozo de pizza y reflexionó mientras masticaba.

Zac: Los dos podríamos trabajar aquí, si estás dispuesta -sugirió-. Tengo teléfono y ordenador. Podríamos diseñar un plan de trabajo para llevarlo al departamento de investigación de mercado el lunes.

Vanessa le miró con expresión de burla.

Ness: Si te quedas encerrado aquí con Michael conmigo los próximos días, ¿a quién le contarás tus chistes verdes?

Zac cogió su vaso y lo alzó, pero sus ojos se quedaron fijos en Vanessa. Sabía que le estaba desafiando y los hoyuelos de su sonrisa eran la señal de que le gustaba el reto. Dio un trago a su vino, dejó el vaso y pregunto:

Zac: ¿Has oído ya el de la vendedora ambulante y el hijo del granjero?

Vanessa le miró con los ojos muy abiertos.

Ness: ¿Realmente hay un chiste sobre una vendedora y un hijo de granjero? -Zac asintió y su sonrisa se hizo más amplia-. Vaya, parece que hemos progresado mucho -observó evidentemente divertida-. Una vendedora y el hijo del granjero… uf…

Zac: Si friegas los platos te lo contaré -prometió-.

Ness: Vaya con el progreso -masculló-. ¿Por qué debo ser yo quien los friegue?

Zac: No tienes que fregarlos, solo enjuagarlos y meterlos en agua con jabón -ante la mirada de la joven, añadió-: Después de todo, yo he preparado la cena.

Ness: ¿Le llamas preparar la cena a calentar una pizza?

Zac rió de buena gana.

Zac: Toma otro trozo, Vanessa -ofreció-. Y bebe más vino. Me temo que la mayoría de mis chistes no son muy graciosos, pero si bebes un poco más, podría hasta hacerte sonreír -volvió a llenar el vaso de la joven y el suyo-. Espero que no me juzgues frívolo si te digo que deberías sonreír más a menudo.

Vanessa adoptó una actitud defensiva.

Ness: Sonrío con la frecuencia suficiente.

Zac: No es cierto -rebatió con expresión seria-. Y si tengo que atiborrarte de vino y contarte todos los chistes verdes de mi repertorio para conseguir que sonrías un poco más, lo haré.

Ness: Creí que no ibas a flirtear conmigo -observó con expresión recelosa y los labios apretados-.

Zac: No estoy flirteando contigo -le aseguró-. Solo estaba diciendo la verdad. Ya me odias, así que no tengo mucho que perder siendo sincero contigo.

Ness: No te odio -arguyó con creciente nerviosismo-.

Zac: ¿Me aborreces? ¿Me detestas? ¿Te soy antipático? ¿Qué término has elegido?

Vanessa apretó los labios. Apartó su silla y se puso de pie.

Ness: Me voy -anunció-.

Zac también se levantó y le puso una mano en el hombro para retenerla en su sitio.

Zac: ¿Tienes miedo?

Ness: Claro que no.

Zac: Entonces quédate. Friega los platos mientras yo cambio el pañal a Michael, luego trataremos de dormirle para poder planear la estrategia de Carter Software. Prometo que no trataré más de hacerte sonreír.

Vanessa le miró por un momento, y, sin saber por qué, quiso sonreír para él.

Ness: Fregaré los platos -accedió, con voz apenas audible pero más firme de lo que deseaba-. Y terminaré mi vino y luego me podrás contar tu estúpido chiste. Y ya te haré saber si vale una sonrisa. No te tengo miedo, Efron, pero no suelo sonreír a menos que sienta deseos de hacerlo.

Zac: Dios me libre de una mujer tozuda -gruñó-.

Pero estaba sonriendo. No era su habitual sonrisa seductora, sino una sonrisa amistosa, franca. Los labios de Vanessa se curvaron en las comisuras y no hizo ningún esfuerzo por resistir el reflejo.

No, no era un reflejo. Su sonrisa era real, tan sincera como la de Zac. No tenía miedo de él, ni siquiera cuando la tocaba o cuando sus ojos se clavaban en los de ella, profundos e intensos.

Simplemente deseaba compartir con él una sonrisa. Una sonrisa sincera casi amistosa.




Pobre niño, lo han dejado con dos ineptos que su única preocupación es ocultar lo que sienten el uno por el otro XD XD XD
Ya veréis que divertida se pone la novela

¡Thank you por los coments!
¡Comentad, please!

¡Un besi!


2 comentarios:

Unknown dijo...

El amor, el amor, el amor....!!! Jajaja, ya pues! Se nota que esos dos sienten algo! Bueno, de parte de ella se nota un poco más! Pero qué linda noveee!! Me encanta! Es muy tierna, sobre todo con Michael allí <3 <3

Unknown dijo...

Wow que capitulo!!
Aunque me intriga saber quien es Miley... si es la hermana de Zac o que.
Y si... se nota que algo de chispa hay entre Zanessa.


Espero que subas pronto :)

Publicar un comentario

Perfil