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martes, 14 de enero de 2014

Capítulo 8


Zac: ¡Estás embarazada! -exclamó lisa y llanamente, con ojos fríos-.

Zac contemplaba su vientre con mirada gélida, como si fuera una rata. Su reacción era tan contraria a lo que había imaginado que Vanessa se quedó inmóvil y atónita. La hería de tal modo que le costaba incluso respirar. Estaba helada. Se sentía desnuda, patéticamente vulnerable. Vanessa se dio la vuelta, agarró el albornoz a los pies de la cama y se envolvió en él.

Ness: Sí.

Zac se pasó una mano por la frente sudorosa.

Zac: ¡Maldita sea, Vanessa! Nunca hemos hablado de tener hijos -dijo levantando la voz, enfadado-. ¿Cómo demonios has podido hacerme esto?

Vanessa se dio la vuelta bruscamente, atónita ante aquella acusación.

Ness: ¡Fue un accidente, yo no te he hecho nada! -se defendió enfurecida-.

Zac: ¡No quiero tener más hijos! -contraatacó seco, haciendo añicos su corazón con sus palabras-.

Entonces Vanessa dejó que la ira la dominara, perdió todo el control. Cualquier cosa con tal de evitar aquel dolor que le causaba.

Ness: ¡Bien, entonces no haberte acercado al cuarto de la lavadora!

Zac: ¿El cuarto de la lavadora…? -sus ojos, lo suficientemente expresivos, le dieron a entender que recordaba la escena. Zac juró-. ¿Cuánto tiempo llevas embarazada?

Ness: Casi seis semanas -respondió haciendo esfuerzos sobrehumanos por controlarse-.

Zac: ¡Oh, Dios mío! -exclamó hundiéndose en la cama y cubriéndose la cara con las manos-. No quiero más niños.

Aquellas horribles palabras cayeron sobre ambos separándolos como un abismo.

Todas sus esperanzas, todos sus sueños de futuro, sus fantasías sobre una vida llena de amor con aquel hombre, murieron en aquel instante. Vanessa se alejó de él y se agarró al marco de la puerta del baño.

Entonces lo miró, y comprendió que Zac se daba cuenta de cuál era su propósito. Sin embargo, para entonces se había encerrado ya en el baño. Cerró la puerta con pestillo justo a tiempo, segundos antes de que él llegara. Zac comenzó a gritar, pero ella hizo oídos sordos a sus protestas y abrió todos los grifos, dejando que el agua amortiguara su preciosa voz.

Zac se quedó detrás la puerta escuchando el correr del agua. Vanessa mantuvo la calma e ignoró sus ruegos de que abriera. Finalmente él juró y la golpeó con los puños. Vanessa se sobresaltó. Luego escuchó sus pisadas por la habitación, saliendo al pasillo. Continuó escuchando atentamente, y oyó la puerta de la cocina cerrarse de golpe. Se asomó a la ventana y lo vio alejarse en dirección al granero.

Vanessa estaba a punto de llorar, tenía encogido el corazón, pero no podía permitirse el lujo de hacerlo, no en ese momento. Si lo hacía, no podría parar. Trató de olvidar a Zac y se concentró en lo que tenía que hacer. Se vistió y sacó una de las maletas del armario. Se llevaría ropa práctica, la suficiente como para estar lejos unos cuantos días. Luego fue al cuarto de Charlie y sacó sus cosas. Volvió al dormitorio y las metió en la maleta. El ruido de un caballo atrajo su atención hacia la ventana. Zac montaba su animal favorito, alejándose hacia la sierra. Lo último que vio de su marido fue su espalda, alejándose.

Vanessa alcanzó el teléfono del dormitorio e hizo dos llamadas. Una al aeropuerto de Rapid City, y otra a Miley. Luego cerró la maleta y bajó las escaleras. Por último fue a la cocina y recogió los biberones de Charlie.

Sobre el refrigerador había un dibujo de Jessica. Las lágrimas escaparon de sus ojos al verlo. Lo tomó y lo metió cuidadosamente en la maleta. Tuvo que respirar hondo varias veces para calmarse de nuevo.


¡Ella estaba embarazada! ¡Dios! ¿Qué haría si la perdía?, se preguntó.

Zac comenzó a respirar agitadamente, como si estuviera corriendo en lugar de ir a caballo. En su mente veía la imagen de Tess en la camioneta, pálida y aterrorizada, buscándolo:

Tess: ¡Estoy de parto!

Zac: Pero… si no te toca hasta… -había contestado atónito-.

Tess: Eso díselo al niño. Yo me voy al hospital. ¡Ahora!

Tess había acabado por gritarle. Él, por fin, había salido de su estupor y se había puesto en movimiento. Había bajado del caballo y se había subido a la camioneta.

Luego llamó a Scott por el teléfono que llevaba en el coche para que recogiera al animal mientras se dirigía a Rapid City. Y, mientras tanto, no dejaba de rezar.

Sin embargo sus plegarias no habían encontrado respuesta. Jamás, en toda su vida, se había sentido Zac tan impotente. Después, durante años, se había preguntado cientos de veces qué otra cosa habría podido hacer, qué podría haber hecho de un modo diferente. Se había torturado inútilmente con fantasías en las que lograba contener la hemorragia y salvar a su mujer.

Pero lo cierto era que no lo había conseguido. Tess había muerto, y el niño también.

Solo después de conocer a Vanessa había comenzado a concebir la idea de que la historia de su vida podría terminar bien, de que quizá pudiera volver a emprenderla con un amor inmenso, un amor que jamás había conocido. Pero de pronto Vanessa estaba embarazada.

¿Qué haría si Vanessa lo abandonaba?

Había sobrevivido a la muerte de Tess, pero si algo le ocurría a Vanessa…

Y podía ocurrir. Era perfectamente posible. Su imaginación conjuraba las miles de posibilidades de que todo fuera mal. Vivían demasiado lejos del hospital. Ella era muy pequeña, demasiado diminuta. Jamás podría soportar la carga de un bebé. Tess había sufrido una hemorragia. Y lo mismo podía pasarle a Vanessa.

Aún podía ver la expresión del rostro de Vanessa ante su estúpida, aterrorizada reacción. Una ira irracional se apoderó de él al recordarlo. Le había preguntado, en tono de reproche, cómo había podido hacerle eso. Y sabía muy bien a qué se había referido ella al contestar. Zac recordó la excitante escena en el cuarto de la lavadora, el instante increíblemente perfecto en que la poseyó, sin nada que se interpusiera entre los dos. A menudo, después, había recordado esos instantes. ¡Si Vanessa no hubiera sido tan increíblemente excitante! Zac no pensaba en otra cosa que en el sexo desde que ella se había mudado a su casa. No pensaba sino en hacerle el amor. De día, de noche. Todo el día soñaba con Vanessa.

Y el resultado era ese. Un matrimonio destrozado y una esposa… Zac gimió. Una esposa que fácilmente podría perder la vida, y todo por su culpa.

Zac ordenó al caballo ir al paso. La conciencia comenzaba a remorderle, el enfado a aplacarse. La culpa era tanto suya como de Vanessa. Ella se había mostrado tan dolida… probablemente en ese momento estuviera sentada, llorando. Y por muy asustado que estuviera, no podía dejarla sola en un momento como aquel.

De pronto Zac tomó una decisión. La llevaría al médico ese mismo día. Y no la perdería de vista hasta que no hubiera dado a luz a ese bebé.

Ese bebé. Una pequeña ola de entusiasmo inundó su alma, creciendo rápidamente y extendiéndose. De no tener tanto miedo por ella, estaría saltando de felicidad. Un niño concebido por los dos, fruto de su amor. El corazón de Zac se ablandó. ¿Sería niña? ¿O sería un hermano para Charlie?

«Oh, Dios, no dejes que nada le ocurra a mi mujer. La quiero. Necesito que me quiera».

**: ¡Eh! ¡Zac!

Zac escuchó una voz lejana, procedente del otro lado de la colina. La escuchó una y otra vez. Masculina, profunda, llena de ansiedad. Era Will.

Zac tiró de las riendas y se detuvo, observó a Will subir a caballo hasta la cima. Cabalgaba deprisa pero sereno, llegó a su lado con ojos expectantes.

Will: ¿Qué estás haciendo aquí?

No podía contarle sus penas en ese preciso momento, reflexionó Zac.

Zac: Soy un cowboy, trabajo aquí, ¿recuerdas?

Will: Ah, ¿sí? Bueno, pues mientras tú estás aquí, trabajando, tu mujer va de camino al aeropuerto para marcharse a California.

Zac: ¿Qué? -preguntó mostrando un profundo shock-.

Will: Miley me ha llamado. Me ha sugerido que viniera a buscarte. Vanessa le ha pedido que la lleve al aeropuerto. Ella ha accedido, pero la ha traicionado -explicó observando significativamente a Zac-. ¿Quieres decirme qué diablos os ocurre? La última vez que os vi, tú y tu preciosa mujercita estabais locos el uno por el otro.

No, no quería contarle lo que sucedía. Sin embargo Will y él habían crecido juntos, y lo conocía bien. Si de algo era capaz Will Hemsworth era de sentarse ahí, sin decir palabra, y hacerle sentirse culpable hasta estallar.

Zac: Hemos tenido una pelea -musitó tratando de asimilar aún la noticia-.

¿Vanessa se marchaba? ¡No podía abandonarlo! ¡La amaba!

Will frunció el ceño y lo miró.

Will: Sí, y ha debido ser una buena, cuando ella se marcha. Has dicho alguna estupidez, ¿a que sí?

Zac: ¡Bah, como si no las hubieras dicho tú!

Will: Bueno, soy un hombre, y según Miley, eso lo dice ya todo -respondió serio-. Vamos. Será mejor que nos pongamos en marcha, si quieres detenerla. No, de vuelta a casa no -añadió al ver que Zac hacía girar el caballo en esa dirección-. Tratemos de detenerlas al final de la carretera.


Miley detuvo la camioneta de Will frente a la casa y salió del vehículo. Vanessa la esperaba junto a la puerta.

Ness: Gracias -dijo serena-.

Miley: No me des las gracias aún. ¿Qué ha ocurrido entre Zac y tú? ¿Habéis tratado de solucionarlo hablando? Ya sé que la vida en un rancho puede ser muy dura, pero has conseguido sobrevivir el primer invierno y la estación de cría, y pensé que…

Ness: Estoy embarazada -explicó sin más preámbulos, interrumpiendo a Miley a mitad de la frase y dejándola atónita-.

Miley: Bueno, entonces…

Ness: Zac no quiere el bebé.

Miley: ¿Estás segura? Creía que Charlie se lo había ido ganando poco a poco -contestó extendiendo las manos, impotente-. Supongo que pensará que es un poco pronto. Acabáis de casaros, y tenéis dos hijos, pero…

Ness: No. Sencillamente… no quiere más niños. En absoluto.

Miley: ¡Estás de broma! -contestó con la boca abierta-.

Ness: Eso me ha dicho -respondió sacudiendo la cabeza, con el corazón agarrotado-. Tengo que tomar un avión. Si me llevas, Zac no tendrá que ir a recoger la camioneta.

Miley dudó. Luego asintió.

Miley: Está bien.

Vanessa dejó la jaula de Cani en la parte de atrás de la camioneta y comenzó a cargar el resto. Después subió a recoger a Charlie. Tenía que cambiarle de pañal y de ropa, y el tiempo corría. Temía que Zac volviera. No porque pensara que iba a detenerla, sino porque no deseaba tener otra escena.

Vanessa se mordió el labio inferior hasta sentir dolor. De ese modo era más fácil controlar los nervios. Ya tendría tiempo de llorar. De momento, lo más urgente era abandonar el rancho.

Bajó las escaleras. Miley la esperaba en el salón. Al verla se puso en pie.

Miley: Será mejor que pase al baño antes de irnos. Hay mucho camino de aquí a Rapid City, y estos días siento que el bebé me aprieta la vejiga -comentó poniéndose una mano en el vientre-. Ya sabes a qué me refiero.

Vanessa asintió, incapaz de confiar en su propia voz. Les había tomado cariño a ella y a Ashley, e iba a echarlas de menos. Tomó a Charlie en brazos y lo sentó en su sillita, en la camioneta, atándole el cinturón.

Minutos más tarde Miley salió al porche.

Miley: Espera un segundo -rogó de nuevo levantando la mano-. Will ha salido, pero tengo que dejarle un mensaje para que sepa que voy a estar fuera -explicó volviendo a entrar en la casa-.

Aquello parecía durar eternamente. Por fin Miley volvió a salir y cerró la puerta. Caminó con cuidado hasta la camioneta, evitando los parches de nieve, y buscó las llaves por el bolso. Tras unos segundos, se dio cuenta de que las llevaba en el bolsillo del abrigo.

Para entonces Vanessa estaba ya muy nerviosa, a punto de gritarle que se diera prisa. Sin embargo apretó los dientes y no dijo nada. Zac podía volver en cualquier momento.

Miley puso al fin la camioneta en marcha, y ambas salieron a la carretera. A cada kilómetro recorrido, Vanessa sentía que se iba relajando. Sabía, sin embargo, que no conseguiría calmarse del todo hasta no embarcar en el avión hacia California.

Al comprender lo que la esperaba, embarazada y casi rechazada por su marido, volviendo a casa de Molly para enfrentarse a ella, su corazón se derrumbó. Lo único bueno de toda aquella situación era que Charlie conocería a su abuela paterna. Si permanecía alerta, vigilante, Molly no conseguiría manejarla de nuevo haciéndose cargo de su vida, tal y como lo había hecho con Mike. La idea le resultaba aterradora. Vanessa apoyó la cabeza en el cabezal y cerró los ojos mientras Miley conducía.

Cuando, minutos más tarde, notó que Miley reducía la velocidad, abrió los ojos esperando ver por fin la autopista. Sin embargo no habían llegado aún.

Dos hombres a caballo les bloqueaban el paso.

Miley salió del vehículo antes de que Vanessa pudiera siquiera asimilar el hecho de que la había traicionado. Corrió hacia su marido, y este desmontó del caballo.

Vanessa permaneció quieta, sentada, durante unos instantes. Se negaba a mirar al otro hombre, que aún no se había bajado del caballo. Después, por fin, salió de la camioneta y caminó hacia ellos tres. Se sentía humillada, desesperada. Cada paso le costaba un enorme esfuerzo. Zac había dejado claro que no quería a su hijo. Tampoco le había dicho jamás que la amara, y aunque al principio había creído que eso no importaría, por fin había comprendido que nunca le bastaría para vivir con él el resto de su vida.

Zac: Vanessa -dijo en medio de aquel tenso silencio-. Tenemos que hablar.

Ella hizo caso omiso de sus palabras. En lugar de ello se dirigió a Will.

Ness: ¿Cómo es que…? ¡Miley te lo ha dicho! -exclamó volviéndose hacia su supuesta amiga con los ojos brillantes de lágrimas-. Debería haberlo imaginado. He sido una tonta al confiar en los amigos de Zac.

Will reconfortó a su mujer poniendo un brazo sobre sus hombros.

Will: También somos amigos tuyos -dijo con calma-. Por eso es por lo que no nos gusta verte marchar sin tratar al menos de solucionar las cosas con Zac.

Vanessa no podía siquiera mirarlo. El adorable rostro de Zac estaba gélido, severo como el de una estatua.

Zac sabía que aquel encuentro sería duro, pero de pronto un terror peor del que ya sentía constantemente en su vida se apoderó de él, helándolo hasta los huesos. ¿Qué pasaría si ella no quería escucharlo?, ¿qué ocurriría si lo escuchaba y, a pesar de todo, decidía abandonarlo?

El caballo de Zac se sacudió nervioso, probablemente sintiendo la tensión de su amo. Zac no logró librarse de la sensación de miedo, pero sí del enfado, tras ver a Vanessa ahí, de pie al sol, con la silueta y el abdomen claramente dibujados. Entonces miró a Will, que seguía abrazando a su mujer. Will era su amigo.

Zac: ¿Os importa llevar la camioneta a casa? -les pidió-. ¿Y cuidar del bebé?

Will asintió. Vanessa se cruzó de brazos.

Ness: Yo necesito esa camioneta. Tengo que tomar un avión.

Miley se subió al vehículo sin mirarlos a ninguno de los dos. Arrancó, giró y se dirigió hacia la casa, con el bebé en su sillita. Will montó el caballo y la siguió. En cuestión de segundos subieron una loma y desaparecieron.

Vanessa se quedó observándolos marchar. Se encogió de hombros y se dio la vuelta, de espaldas a Zac, comenzando a caminar de vuelta a casa.

Zac: ¡Vanessa, espera! Necesitamos hablar -repitió-.

Ness: Tú ya has dicho todo lo que tenías que decir -contestó sin detenerse-.

Zac juró. Jamás había visto a Vanessa tan enfadada, tan fría. A pesar de todo, no iba a ceder. Ordenó al caballo echar a caminar, la adelantó y desmontó justo delante de ella.

Zac: No vas a ir a ninguna parte hasta que no me hayas escuchado.

Vanessa se detuvo a cierta distancia. Era evidente que no quería acercarse demasiado a él.

Ness: Bien, entonces caminaré y buscaré ayuda en otra parte -replicó agresiva, volviéndole la espalda y comenzando de nuevo a caminar-.

Bien, ya estaba. La había hecho buena, reflexionó Zac comenzando a seguirla. Vanessa se dio cuenta entonces, demasiado tarde, de que la seguía, y echó a correr, pero Zac la alcanzó con una docena de zancadas, la hizo volverse y la tomó en sus brazos.

Ness: ¡Déjame! -gritó tratando de liberarse-.

Zac se quedó atónito al comprobar lo profunda que era su ira. Trató de luchar con ella sin hacerle daño. Por fin, cansado de sus protestas, la inmovilizó agarrándola fuertemente contra su cuerpo.

Vanessa se quedó helada. Igual que él. El cuerpo de Vanessa era suave, blando. Era como una almohada cuando la apretaba. El aire parecía cargado de electricidad, cargado con los sonidos de sus respiraciones entrecortadas. Vanessa bajó los ojos hasta los labios de Zac, y aquella mirada erótica lo excitó. En realidad estaba ya excitado sintiendo el cuerpo de Vanessa luchar, abrazando sus formas femeninas. De pronto Zac comenzó a moverse, posó los labios sobre los de ella embistiéndola con la lengua, tratando de derribar la muralla de sus dientes cerrados una y otra vez hasta que, por fin, ella cedió y le devolvió el beso.

Zac se inclinó y la levantó en brazos, caminó unos pasos en dirección a la hierba, saliendo de la carretera, y la posó cuidadosamente sobre la cama dulce y espesa de verde con florecillas silvestres.

Ness: ¿Quieres, por favor, dejarme marchar? -pidió dolida-.

Zac: No hasta que me hayas escuchado -respondió con respiración entrecortada, mirándola a la cara-.

De nuevo Zac sintió un profundo shock. Vanessa estaba llorando. Grandes lágrimas caían por sus mejillas. La miró a los ojos. Sus miradas se encontraron. Y Zac vio en ellos un indescriptible dolor, un dolor que lo asustó. Entonces gimió.

Zac: No llores, ángel mío. Me destroza el corazón verte llorar.

Ness: Tú no tie… no tienes corazón -sollozó-. Nadie con corazón sería capaz de… de decir que… que no quiere a su propio hijo.

Zac: Lo sé -pactó echándose atrás, acercándose a ella después, abrazándola suavemente, absorbiendo su dolor-. No lo dije en serio. Ni siquiera sé por qué lo dije.

Ness: No lo habrías dicho si no lo hubieras pensado.

La voz de Vanessa sonaba amortiguada. Ya no trataba de echarlo de su lado, pero tampoco volvía a readmitirlo. El miedo volvió a apoderarse de Zac. Ella parecía tan… tan desesperanzada.

¿Sería posible que hubiera arruinado lo mejor que le había ocurrido en la vida, a causa del miedo que lo corroía?

Zac: No lo dije en serio -repitió en voz baja. Suspiró, se apartó y levantó el rostro de Vanessa por la barbilla. Cuando sus miradas se encontraron, él le declaró abiertamente sus sentimientos-: Estaba aterrorizado. Aterrorizado con la idea de perderte. Pensaba que si tenías un niño… Eres tan frágil y delicada. Vivimos muy lejos del hospital -tragó-. No puedo vivir sin ti. No puedo. Te quiero. Te quiero tanto que si te ocurriera algo me moriría -continuó hablando, casi en susurros-. La muerte de Tess me afectó mucho, pero conseguí sobrevivir. Tenía que pensar en Jessica y, de alguna forma, en el fondo, sabía que algún día volvería a casarme. Lo planeé todo, pero no encontraba a la mujer adecuada, y cuando por fin te conocí… todo encajó.

Ness: Zac…

Zac sacudió la cabeza y posó un dedo suavemente sobre sus labios para hacerla callar, mirándola profundamente a los ojos.

Zac: Sí quiero a ese niño. Una parte de mí lo desea más que nada, como símbolo de cuánto te quiero. Pero no sería sincero si no te dijera que, por otro lado, estoy absolutamente aterrorizado. Me aterra la idea de que tengas que dar a luz a ese niño -su voz se quebró. Tuvo que detenerse y tragar para continuar-. No puedo perderte.

Las lágrimas seguían rodando por las mejillas de Vanessa. Sin embargo levantó las manos, lo agarró de la cara y él cerró los ojos brevemente, suspirando de alivio al leer la expresión de los de ella.

Ness: Te quiero. Te quiero desde el día en que nos conocimos, a pesar de que no dejaba de decirme a mí misma que era una locura, que eso del amor a primera vista era un cuento de las novelas. Jamás lamentaré tener en mi vientre a tu hijo. -Zac, temblando hasta la médula y humillado ante el amor que ella le demostraba, volvió la cabeza y besó su mano-. Podemos tomar todas las precauciones que creas necesario -continuó-. Me trasladaré a la ciudad y viviré junto al hospital si eso te hace sentirte mejor, pero tienes que relajarte, no debes preocuparte tanto. Yo ya he tenido un hijo, ¿recuerdas? Estuve solo seis horas de parto, y ni siquiera recuerdo haber empujado. Fue un parto extremadamente fácil, y el niño pesó más de ocho kilos. El médico me dijo que estaba hecha para tener bebés. Puedo hacerlo. Podemos hacerlo.

¿Debía atreverse a confiar en sus palabras, a dejarse reconfortar y convencer por ellas?, se preguntó Zac dejando caer la cabeza y buscando sus labios para besarla.

Zac: Quiero creerte.

Ness: Entonces hazlo. Vamos a vivir juntos toda la vida. Con nuestros hijos.

Zac llamó silbando al caballo y sentó a su mujer sobre la silla. Luego montó a su lado.

Zac: Vamos a casa.

Ness: A casa -repitió-.

Zac: Gracias por amarme -añadió tomándola de la barbilla y volviendo su rostro-.

Ness: No es tan difícil -respondió con ojos brillantes. Entonces él se echó hacia adelante intencionadamente, estrechando a su mujer contra sí-. Ahora ya no.

Ambos rieron y se besaron, y el caballo los llevó de vuelta a casa.




Awwwwwwwwww!
¡Final feliz! ¡Como no!
Al principio parecía que las cosas se torcían pero ya aclararon todo y serán happy ever after ^_^

Bueno, aun queda el epílogo, que es mi parte favorita. Ya veréis porqué XD

¡Gracias por los coments!

Lau, contestando a tu duda, los dos están pirados XD

¡Comentad!
¡Un besi!


2 comentarios:

Unknown dijo...

Aaaaaaaaaay me asuste al principio, creo que no podia creer que Zac no queria a su hijo, pero luego entendi que solo tenia miedo por Vane.

Pero menos mal que se arreglo todo, me encanto el capi.. ha sido maravilloso.


Sube prontoo :)))

Unknown dijo...

8 kilos??????? Yo pensé 3 kilos y medio cuando nací!!! Woowww! Yo creo que en la vida real eso hubiera sido muy... doloroso! En fin.....

Bonito final!!!!! :D No sabía que Zac no quería tener hijos porque tenía miedo, pobre :( PEro ya todo está bien :D Me alegro!

Síguela pronto :)

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