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domingo, 12 de enero de 2014

Capítulo 7


El día 1 de marzo hubo una tormenta de nieve. Las carreteras estaban cortadas y los comercios cerrados, pero Zac y Scott tuvieron que salir a dar de comer a las vacas que habían encerrado en el corral el día anterior. Los hombres sacaron la alfalfa y las vacas se apresuraron a comer, y con el alboroto varios terneros se separaron de sus madres.

Vanessa había sacado a Jessica a hacer un muñeco de nieve mientras Charlie dormía la siesta, y ambas observaron de lejos a Zac y a Scott perseguir a los terneros que escapaban hacia las montañas. Uno de ellos, solo y atemorizado, corrió en sentido contrario a los demás.

Vanessa gritó para alertarlos, pero enseguida se dio cuenta de no la oían, y menos aún podían abandonar al resto de terneros que iban atrapando para llevarlos de vuelta a casa. Vanessa miró a Jessica.

Ness: Tengo que ir a por ese ternero, cariño. ¿Podrías entrar en casa y quitarte tú sola la ropa mojada? Estaré de vuelta en cuanto lo atrape.

Por una vez Jessica no discutió. Sin embargo, mientras ella se alejaba, le gritó:

Jess: ¡Llévate una cuerda del granero!

Vanessa se detuvo, giró y corrió al granero a recoger una cuerda. Luego siguió las huellas del ternero hacia la montaña sacudiendo la cabeza. Hasta una niña de cuatro años sabía más que ella sobre cómo manejar a los animales. Era una lástima.

Ni siquiera sabía montar a caballo. Antes jamás, en toda su vida, había visto de cerca caballos ni vacas.

Eran tan grandes que la ponían nerviosa. Le había pedido a Zac que le enseñara a montar en verano, cuando las tareas del rancho hubiera terminado. Si su destino era vivir allí, tendría que aprender a manejarse con los animales. Zac no parecía esperar que ella lo ayudara en el rancho. Le hablaba con frecuencia de su trabajo diario, pero jamás le había pedido que lo acompañara. Quizá creyera que a ella no le gustaba.

Al llegar a lo alto de la colina, tras atravesar prados nevados, Vanessa respiraba con dificultad. No hacía demasiado frío, y estaba sudando con el ejercicio y tanta ropa.

La ternera estaba entre los árboles, mirando con incertidumbre a su alrededor. Al acercarse, Vanessa dio un par de pasos atrás.

¡Cuánto le habría gustado saber echarle el lazo! Y montar a caballo. La ternera parecía más grande de lo que había creído al principio. Si le daba problemas, quizá no tuviera fuerza suficiente como para arrastrarla. ¡Todo parecía tan sencillo cuando era Zac quien lo hacía! Quizá no hubiera sido una buena idea ir en busca del animal. Quizá hubiera debido observar por dónde se marchaba y, sencillamente, decírselo a Zac.

Ness: Eh, pequeña, ¿quieres venir a casa conmigo? -preguntó con voz suave-. Solo quiero llevarte a casa, con mamá.

Vanessa hizo una lazada con la cuerda y se aproximó, pero la ternera se echó atrás. Entonces se detuvo y esperó. Volvió a intentarlo. Volvió a esperar.

Había dejado de moverse, así que comenzó a sentir frío. Mucho frío. Apretó los dientes. El tiempo pasaba rápidamente, y había dejado sola a Jessica, con Charlie dormido. No temía que le hiciera daño a propósito, pero sabía que era demasiado pequeña como para cuidar de él. Por mucho que Jessica se empeñara en lo contrario. Lo que más temía era que Charlie se despertara y comenzara a llorar, porque entonces Jessica trataría de sacarlo de la cuna.

Vanessa comenzó a temblar de frío. Llevaba ropa de abrigo, pero no lo suficiente como para estar fuera de casa tanto tiempo.

Ness: Bien, ya basta -dijo en voz alta-. Voy a llevarte a casa, amiga.

Vanessa se acercó a la ternera, que volvió a echarse atrás. Pero en esa ocasión ella no se detuvo. Se acercó, deslizó el lazo por su cuello y tiró de ella para volver por el mismo camino.

Zac no se dio cuenta de que Vanessa había desaparecido hasta que no volvió a casa a la hora de comer. Jessica estaba en la cocina, coloreando una hoja de papel. Y la comida no estaba lista. Estaba muerto de hambre.

Zac: Eh, cariño -llamó a Jessica, levantándola de la silla y haciéndola reír. Luego volvió a sentarla y preguntó-: ¿Dónde está Vanessa?

Creía que estaría ocupándose de Charlie, que se había despistado y que había olvidado la hora.

Jess: Se fue a buscar una ternera -contestó sin dejar de dibujar-.

Zac: ¿Qué…? Cuéntamelo otra vez.

Jess: Se fue a buscar una ternera. Ya sabes, una que se escapó del corral.

Zac: ¿Quieres decir, mientras Scott y yo les dábamos de comer?

Aquello había sucedido hacía más de una hora, recapacitó.

Jess: Mmm -asintió-. Me dijo que entrara en casa y la esperara. Lo mejor será que vayas a buscarla, papi.

Zac: Buena idea -contestó de camino a la puerta. De pronto se detuvo, lleno de pánico-. ¿Se ha llevado a Charlie?

Jess: Claro que no, Charlie está echando la siesta. He estado escuchando, pero aún no se ha despertado.

Zac sintió un alivio tan tremendo que las rodillas le flaquearon.

Zac: Muy bien. Si se despierta, háblale, pero no lo saques de la cuna.

Zac esperó hasta ver a su hija asentir, y luego salió. Scott se había marchado a su casa a comer, de modo que estaba solo.

Tendría que buscar él solo a Vanessa, a menos que no la encontrara de inmediato. Solo de pensarlo se asustaba. Zac encendió el motor de la camioneta y rodeó el corral hasta llegar a la puerta por la que se habían escapado los terneros.

Y rezó. «Por favor, Dios, no dejes que le suceda nada a Vanessa. La necesito tanto…». Vanessa era frágil y suave, y siempre lo recibía con una bienvenida. Y ella lo necesitaba también. Lo necesitaba de un modo especial, un modo en que Tess jamás lo había necesitado. Tess había sido su compañera de fatigas, su igual, su confidente. Una mujer capaz, fuerte, segura. Pero…

Vanessa también era todas esas cosas, aunque en menor medida. Zac había llegado a comprender que con ella se había vuelto más primitivo, más protector. Le gustaba la forma en que Vanessa se volvía hacia él aceptando su protección y su ayuda. Le gustaba su forma de ser cuando estaba con él, femenina, pequeña, y tan, tan preciosa. Vanessa era única, especial. A veces se preguntaba cómo era posible que hubiera tenido tanta suerte.

Pero de nuevo el miedo volvió a embargarlo. «Mantenla a salvo, por favor. Mantenla a salvo».

Había cerrado los ojos, los tenía apretados. De pronto se dio cuenta y los abrió. No podía perder ni un segundo.

Sobre la nieve había una fina hilera de huellas de ternero que se dirigían en dirección opuesta a la que él y Scott habían seguido. ¿Cómo podía habérseles escapado? Junto a las huellas de la ternera, huellas de bota, casi de niña. Y todas en la misma dirección: alejándose de casa.

El corazón de Zac se paralizó. «Dios, por favor, no dejes que le pase nada malo». Durante la búsqueda, Zac juró entre dientes y suplicó alternativamente para que Vanessa estuviera a salvo. Subió la colina a toda velocidad. Hacía frío, pero no viento, de modo que las huellas se mantenían visibles sobre la nieve. Zac subió hasta la cima y miró para abajo. Por fin, en la distancia, divisó una figura diminuta. Se movía en su dirección, tirando de una ternera con una cuerda.

Zac cerró los ojos un segundo y aceleró. La emoción y el alivio eran tan fuertes que sus ojos se llenaron de lágrimas. Se acercó a toda velocidad y salió de la camioneta.

Zac: ¿Qué diablos crees que estás haciendo? -le gritó a su mujer. La ternera se asustó, plantó las pezuñas en la nieve y se negó a moverse. Vanessa se detuvo. Zac ni siquiera se dio cuenta. Se acercó a ella y la abrazó-. ¡No vuelvas a asustarme así jamás!

Zac bajó la cabeza buscando sus labios, besándola apasionada, frenéticamente, jadeando aliviado al ver que ella se ponía de puntillas para llegar hasta él. Entonces ladeó la cabeza y comenzó a besar su cuello, sus mejillas, su barbilla.

Zac: Estoy tan contento de volver a verte, ángel mío -murmuró-.

La ternera tiraba de la cuerda arrastrando a Vanessa, casi se le escapaba de las manos. Zac la agarró, sin soltar a Vanessa, sintiendo el calor de su aliento en la nuca.

Ness: Lo… lo siento… Pensé que… tenía miedo de que la ternera muriera, así que decidí ir en su busca.

Entonces Zac se dio cuenta de que Vanessa estaba temblando, de que tenía la nariz y el rostro helados. Y volvió a asustarse.

Zac: Tienes que calentarte -dijo arrastrándolos a ambos, a su mujer y a la ternera, hasta la camioneta-. Sujétala -ordenó dejando el ternero sobre su regazo-.

Se sentó al volante y encendió la calefacción. Al llegar al corral se detuvo y guardó al ternero. Una vaca parecía esperarla junto a la puerta, y se encargó de ella de inmediato mientras Zac volvía a la camioneta y se llevaba a casa a Vanessa.

Zac abrió la puerta con el hombro y dejó a Vanessa en el suelo, volviendo a cerrarla de una patada. Se quitó los guantes, los dejó caer y comenzó a desabrocharle el abrigo, a quitarle la bufanda y la ropa arrojándola al suelo.

Los dedos de Zac temblaban, pero no de frío. Respiró hondo varias veces, tratando de calmar su pulso acelerado. Vanessa estaba en casa. A salvo. Entonces llegó corriendo Jessica.

Jess: ¡Por fin habéis vuelto! ¿Encontraste al ternero?

Zac: Vanessa lo encontró. Y ahora va a tomar una ducha bien caliente.

Ness: ¿Se ha despertado Charlie? -preguntó abriendo la boca por primera vez desde el momento de llegar a casa-.

Jess: Sí -asintió-. Ya le he dicho que te habías perdido.

Zac empujó a Vanessa hacia la ducha, pero ella se negó a obedecer:

Ness: Espera, tengo que ir a ver a Charlie.

Pero Zac, muy serio, la agarró de una muñeca y abrió el grifo de la ducha, ajustándola a la temperatura adecuada.

Zac: Primero tienes que calentarte -dijo comenzando a desabrocharle los botones de la camisa-.

Ness: Pero…

Zac: Yo iré a ver al niño, ¿de acuerdo?

Vanessa dejó de luchar. Buscó el rostro de Zac con sus enormes ojos marrones. El sonido del agua cayendo era el único ruido que podía escucharse en aquel tenso silencio. Finalmente ella asintió.

Ness: Bien, procuraré darme prisa.

Zac estaba tan agradecido de que no le hubiera pasado nada, tan terriblemente agradecido que… Alargó una mano y la atrajo hacia sí, abrazándola estrechamente contra su cuerpo.

Zac: Dios, me has asustado de verdad -murmuró en sus cabellos-.

Ness: Yo también me he asustado -confesó abrazándolo a su vez-. Ha sido una estupidez. Lo siento.

Zac se apartó un momento. Su mirada viajó por el cuerpo de Vanessa. Tenía la camisa desabrochada, a medio abrir. El bulto de sus pechos era visible bajo el sujetador de encaje rojo. Zac deslizó un dedo por su cuello hacia abajo, hacia el valle entre sus pechos.

Zac: Hazme un favor. Cuando termines de ducharte, ponte otra vez eso.

Vanessa sonrió, se puso de puntillas y lo besó en el lóbulo de la oreja. Zac sintió la caricia de su lengua en la piel.

Ness: Haría cualquier cosa por ti.

Zac: ¡Dios!, espera hasta esta noche.

Ness: Será un placer -sonrió mientras él la soltaba, comenzando de nuevo a estremecerse de frío-.

Zac: ¡A la ducha, y quédate ahí hasta que yo vuelva! -ordenó entonces-.

Y, sin decir palabra, cerró la puerta. Nada le hubiera gustado más que meterse en la ducha con ella, envolverse en su abrazo allí mismo, mientras el agua caía, y calentarla. Pero tenía cosas que hacer.

Tenía que enfrentarse a un bebé.

Zac entró en la cocina. Jessica no estaba. Tampoco estaba en el salón. Entonces, al oír a Charlie llorar, comenzó a preocuparse. Si Jessica le había desobedecido y había sacado al bebé de la cuna se la ganaría. Solo de pensarlo se asustó, precipitándose por las escaleras.

Siempre dudaba antes al entrar en el cuarto en el que dormía el bebé, pero la ansiedad pudo con él esa ocasión. Antes de que pudiera pararse a pensarlo, estaba junto a la cuna. Jessica estaba de pie, agitando un animal de peluche colgado de la cuna y hablando con el niño. Zac se inclinó sobre la cuna y miró al bebé, diminuto y colorado.

Zac: Eh, pequeñín, ¿qué ocurre?

Entonces Charlie dejó de llorar y abrió enormemente los ojos. Zac no supo adivinar si era porque le resultaba desconocido o porque lo asustaba su voz profunda, pero de pronto Charlie sonrió. Y no con una sonrisa débil y dudosa, sino con una verdadera sonrisa. Sacudió las manos y dio patadas con los pies. Abrió la boca y rió contento.

Jess: ¡Le gustas, papá! -exclamó-.

Zac: Eso parece -susurró-.

Zac sintió que se le hacía un nudo en el estómago. Una vieja pena invadió su corazón. Sin embargo trató de reprimirla y de alargar los brazos para tomar al bebé contra su pecho. El cuerpo del pequeño era firme, cálido, mimoso. Charlie arqueó la cabeza para mirar a Zac y volvió a hundirla en su pecho como si aquel fuera su hogar.

Quizá fuera su hogar. Zac parpadeó, tratando de ver con claridad a través de sus ojos, sospechosamente nublados. Aquel niño era un miembro de su familia, era su hijo. Y lo necesitaba.

Jess: Bebé querer que le cambien de pañal -aseguró como si conociera el ritual de toda la vida-.

Zac asintió. Llevó al bebé hasta el cambiador y lo tumbó, observándolo de cerca por primera vez. Sus cabellos eran rubios, sus ojos marrones como los de su madre, y tenía un hoyuelo en la mejilla… era un bebé precioso.

Zac le susurró que era un bebé precioso, y Charlie rió y pataleó aún más. Enseguida, antes de lo que hubiera esperado, comenzó a recordar los viejos hábitos repetidos mil veces con Jessica. En cuestión de minutos tenía a Charlie limpio y seco.

Zac: Vamos abajo, a buscar a mamá -dijo tomándolo en brazos-.

Charlie debía tener unos cinco meses, y aunque no sabía quedarse solo sentado, sí sabía sostener la cabeza, agarrarse a Zac y mirar a su alrededor con interés. No dejaba de observar a Jessica, que bajaba bailando por las escaleras, delante de ellos.

A pesar de su promesa, Vanessa se apresuró a ducharse. Acababa de secarse y envolverse en una toalla grande cuando la puerta del baño se abrió y entró Zac. Llevaba a Charlie en brazos.

Vanessa se le quedó mirando, incapaz de articular palabra. Charlie giraba la cabeza satisfecho, contento de ocupar aquella nueva y elevada posición desde la que observar. Cuando la vio se agitó contento.

Zac: Le he cambiado el pañal -comentó como si fuera algo que hiciera a diario-. Jessica está preparando tostadas de pavo para comer.

Ness: ¿Qué?

Zac: Bueno, le he dicho que vaya untando la mantequilla, que yo iría enseguida. ¿Por qué no subes a ponerte algo?

Vanessa asintió y continuó observando la estampa.

Ness: ¿Quieres… quieres que me lo lleve?

Zac: ¡Nah!, lo sentaré en su sillita hasta que vengas -contestó sin hacer gesto alguno de soltar al bebé-.

Vanessa se sintió extrañamente reacia a dejar al niño con Zac. En realidad, en el fondo, a Zac no le gustaba, se sentía incómoda pidiéndole que lo cuidara. Zac debió notar algo en su expresión, porque sonrió con ojos azules tiernos y casi amorosos, y dijo:

Zac: Tranquila, ve a vestirte.

Así lo hizo. Pero no pudo olvidar la mirada de Zac mientras subía las escaleras y se vestía. Él jamás la había mirado así antes, de esa forma tan especial. De lo contrario, lo habría recordado.

¿Sería posible que él comenzara a amarla? Casi le daba miedo concebir esperanzas. La vida la había traicionado ya una vez, cuando murió su primer marido, sin tiempo siquiera de conocer a su hijo. Vanessa sabía que Zac seguía amando a su primera mujer, y se había resignado. Pero aquella mirada…

Más tarde, aquel mismo día, Vanessa leyó un cuento a Jessica y la llevó a echarse la siesta. Charlie estaba tumbado boca arriba en el salón, sobre una manta, en el mismo sitio en el que habían estado jugando. Cani estaba tumbado a su lado. Vanessa subió las escaleras con Jessica y la arropó.

Volvió a bajarlas con una cesta de toallas para la lavadora. Echó un vistazo a Charlie, en el salón, y se quedó atónita.

Zac estaba tumbado en el suelo a su lado. Se apoyaba en un codo, y tenía la otra mano extendida hacia él, acariciándolo. Charlie levantaba la cabeza y miraba al hombre que lo cuidaba.

Las lágrimas resbalaban por las mejillas de Zac.

El corazón de Vanessa comenzó a latir tan aprisa que tuvo miedo de desmayarse. Lentamente, dejó la cesta en el suelo y se acercó para arrodillarse junto a ambos. Al sentir que le tocaba la mano Zac se volvió hacia ella, se sentó y la atrajo a sus brazos. Ella lo abrazó y lo sintió estremecerse. Los minutos parecieron transcurrir eternos durante aquel fuerte y silencioso abrazo.

Zac: Lo… lo siento tanto… -dijo con voz ronca-.

Ness: Yo también lo siento -respondió acariciando su espalda y su cabello dorados-.

Zac se apartó para mirarla.

Zac: Debí haber estado a tu lado desde el principio.

Ness: Y yo debí decirte que tenía un hijo -replicó-. Pero todo saldrá bien, todo saldrá bien.

Zac: Sí, será maravilloso -pactó volviéndose de nuevo hacia Charlie-. ¿Cuánto tiempo falta para que aprenda a estar sentado?

Ness: Los libros dicen que aprenden a los seis meses, lo cual significa que le faltan aún dos o tres semanas -se encogió de hombros-. ¿Por qué?

Zac sonrió, y sus mejillas dibujaron dos hoyuelos. Sus ojos azules brillaban de felicidad.

Zac: Porque en cuanto aprenda a sentarse, lo pondré sobre un caballo.

Ness: ¡Ni lo sueñes! -rió-. Pero supongo que podrá aprender a montar al mismo tiempo que su madre.

Zac: Prométeme que jamás volverás a alejarte de casa a pie -pidió tomándole la palabra-.

Ness: Lo prometo -asintió viendo las sombras que acechaban sus ojos-. Fue un… un impulso. Tenía miedo de que el ternero se perdiera y se helara de frío.

Zac: Probablemente se habría helado -contestó abrazándola un rato más, mientras ambos observaban a Charlie patalear sobre la manta. Luego se aclaró la garganta-. Si trasladas a Charlie al cuartito del bebé, podremos disponer de una habitación de invitados.

Vanessa contuvo el aliento. No había vuelto a entrar en esa habitación desde el día en que llegó a la casa.

Ness: ¿Estás seguro?

Zac asintió. Su sonrisa era dulce, suave y triste.

Zac: Sí, estaré bien. Así podrás invitar a casa al dragón.

Ness: ¿El dragón? ¡Te refieres a Molly! -rió sofocadamente-. No sé, puede que resulte insoportable.

Zac: Yo también puedo resultar insoportable -alegó acariciando su mejilla-. Pero tú quieres que Charlie conozca a su abuela, ¿no? -asintió-. Entonces deja que venga. Confía en mí, ángel. No le permitiré que te amenace.

Ness: Está bien -asintió apretando la mejilla contra su mano-.

Zac: Eh, amigo -continuó volviéndose de nuevo hacia Charlie-, ¿quieres jugar conmigo?

Vanessa rió ante la incoherencia de ver a un hombre enorme jugando a juegos de bebé, pero en el fondo su corazón cantaba de alegría. Si Zac conseguía superar el dolor y amar a su hijo, entonces estaría preparado para recibir al niño concebido entre ellos dos.

Porque por fin estaba segura de que estaba embarazada. Llevaba un mes entero de retraso, y sus pechos se habían puesto increíblemente blandos, igual que al principio del primer embarazo. Aún pasaría tiempo antes de que se le notara, así que esperaría otro poco para decírselo a Zac.

El resto del mes de marzo fue tranquilo. Dos ventiscas mantuvieron cerradas las carreteras. A Zac le gustaba aquel tiempo, excepto por el peligro que suponía para los terneros recién nacidos. A primeros de abril, época en la que las vacas comenzaban a parir, él y Scott las trasladaron a los pastos más cercanos para no perderlas de vista.

Zac ayudó a nacer a los terneros que se presentaban de patas y a los que se quedaban atorados a medio camino. A las vacas exhaustas les tiraba del rabo, dejándolas paralizadas hasta que pudieran ponerse en pie tras dar a luz. Vanessa, al principio, lo observó horrorizada, pero Zac le explicó que era necesario. Un par de vaquillas habían sido cubiertas por el toro de un vecino que vagaba por los pastos.

Zac y Scott juraron mientras las ayudaban a dar a luz dos enormes terneros. Aquel mes tuvieron que llamar al veterinario dos veces. La primera para sacar a un ternero que nació muerto, y la segunda para coserle el útero a una vaca.

Zac enseñó a Vanessa a caminar por entre la manada buscando vacas con tetas más grandes de lo normal. Eso significaba que el ternero no succionaba leche. Ella desarrolló enseguida un talento especial para saber qué terneros iban a ponerse enfermos, cosa de la que Zac no se daba cuenta hasta que no los veía derrumbarse sobre la hierba. De ese modo podían tomar las medicinas antes, y morían menos.

Durante aquel mes Zac estaba tan ocupado que no tenía tiempo ni para pensar. Se levantaba antes del amanecer, medicaba y ayudaba a nacer a los terneros, y caía rendido en la cama para levantarse al día siguiente y seguir con la misma rutina. Él y Vanessa hacían el amor por las mañanas, tras haber descansado lo suficiente como para que renaciera en él el deseo. Vanessa gobernaba la casa tan bien que la temporada de nacimiento de los terneros se le hizo más llevadera que nunca, desde la muerte de Tess. A pesar de todo, Zac se sentía como si le hubieran dado una paliza. Metafóricamente hablando, si no de un modo literal.

No se había sentido tan… vulnerable, emocionalmente, desde la muerte de Tess y de su hijo. Estaba confuso, lleno de amor y de felicidad en una extraña mezcla. El viejo dolor parecía ir cediendo a cada día que pasaba, cada nuevo recuerdo feliz aliviaba el dolor de los viejos. A veces se sentía culpable, tenía miedo de olvidar. Luego reflexionaba y se daba cuenta de que la vida tenía que continuar. Tess habría deseado que fuera feliz.

A pesar del trabajo agotador los días de Zac transcurrían felices, llenos de momentos especiales como solo los conocen los padres cuando ven a su hijo hacer algo nuevo por primera vez. El día quince de abril Charlie se sentó y se mantuvo derecho solo por primera vez. Vanessa pasó por el salón y sus miradas se cruzaron, sonrientes, tras contemplar la sonrisa orgullosa del niño. Entonces Zac sintió como si algo que había perdido hacía mucho tiempo volviera a encajar en su corazón.

O quizá, si tenía que ser sincero consigo mismo, jamás había sentido algo así.

Amaba a Vanessa. Sí, la amaba de verdad. Vanessa había llegado a su casa para quedarse a pesar de las difíciles circunstancias, cuando cualquier otra mujer se habría rendido y lo habría abandonado. Había hecho de su casa un hogar, y había cuidado de su hija como si fuera suya. Y jamás había esperado que participara en las tareas del rancho, pero sin embargo lo hacía.

Vanessa era tan frágil, tan atractiva y tan dulce, y sus ojos eran como el chocolate, que Zac la deseaba más de lo que hubiera querido. Y eso no podía ser bueno para ninguno de los dos. Era una bendición que hubiera tanto que hacer y tanto niño al que cuidar, porque de no ser así, probablemente, habrían acabado ya con un par de colchones.

Zac ni siquiera recordaba haber sentido nunca por Tess un deseo tan desesperado. Sí, la había deseado. Cuando se conocieron y comenzaron a salir eran jóvenes, y muy jóvenes aún se casaron. Pero… lo importante era que había sobrevivido a la muerte de Tess, que había conseguido salir adelante. Y había encontrado a una mujer a la que, por fin, podía confesarse que amaba. En el fondo de su corazón Zac sabía que ella lo amaba con la misma intensidad. Jamás la había animado a decir aquellas palabras, pero sus actos, su forma de mirarlo con aquellos ojos marrones, la pasión con que lo correspondía y su perfecto, esbelto cuerpo, se lo decían continuamente.

Pero Zac sabía que si algo le sucedía a Vanessa nunca jamás tendría ya nada importancia para él en este mundo. Algún día se lo diría, se prometió en silencio, en cuanto acabara la época de nacimiento de los terneros y pudiera tomarse medio día libre. Scott le debía un favor desde el verano en que había comenzado a cortejar a Ashley, y había pensado preparar una sencilla excursión por el río para decirle a Vanessa lo que sentía por ella… para hacerle el amor hasta quedar ambos sin aliento.

Aquella idea lo llenaba de satisfacción, lo entusiasmaba. Durante los últimos días de abril, de camino al trabajo, Zac no dejó de silbar.

Para el día 1 de mayo quedaban pocas vacas por parir. Zac le dijo a Vanessa que lo peor había pasado. Aún faltaba marcar las terneras, pero los días comenzaban a ser más largos y las temperaturas a subir. Por las noches helaba de vez en cuando, y todo el mundo estaba deseando que acabara el invierno.

Vanessa llamó a Molly tal y como Zac le había sugerido. La mujer aceptó de inmediato la invitación. Se mostraba menos autoritaria después de la conversación telefónica con Zac, y comenzaba incluso a hacer preguntas acerca de Jessica. Le preguntó a Vanessa cuántos años tenía, qué cosas le gustaban y si conocía a su verdadera abuela. Molly estaba dispuesta a plantarse ante su puerta con los suficientes juguetes como para ganarse a todos los niños. Y Vanessa se alegraba del cambio.

Vanessa había comenzado también a ocuparse del jardín y de la huerta. Aquella sería la primera vez que plantara algo distinto de flores. Miley le había dado consejos. Ambas mujeres habían trasplantado espárragos, y en cuanto comenzó el deshielo surgieron las primeras lechugas y los primeros rábanos. Un día de más calor, Vanessa plantó cebollas y patatas.

Jessica fue a casa de Ashley a pasar el día y a «ayudarla» con su prima Erica, y Charlie se echó la siesta, que por lo general duraba dos horas. Vanessa entró en casa cubierta de barro y con los brazos llenos de verduras a rebosar.

Zac la vio cruzar el jardín hasta la puerta de la cocina. Sonrío y la saludó con la mano desde el tractor. Ella le mandó un beso poniendo cara de asco al notar que tenía barro en los labios. Aún podía oír la risa de Zac, mientras entraba en casa.

Vanessa se quitó la ropa en el cuarto de la lavadora. Era curioso que hubiera logrado acostumbrarse tan rápidamente a la soledad del rancho. Antes, jamás se le habría ocurrido ir desnuda por la casa, por miedo a que alguien la viera por la ventana. Arrojó la ropa cubierta de barro al fregadero y lo demás a la lavadora. Cuando volviera Zac la pondría en marcha.

Entonces entró en el baño de la planta inferior, lista para la ducha. Estaba acalorada debido al ejercicio, pero sabía por experiencia que pronto se quedaría helada.

El agua cayendo le hacía sentirse como en el cielo. Se quitó el barro, se echó champú en el pelo y permaneció bajo el agua, enjabonándose. De pronto la cortina de la ducha se abrió. Estuvo a punto de gritar.

Zac rió a carcajadas. Entró en la ducha y la hizo prisionera contra la pared. Estaba completamente desnudo, y muy excitado. Era evidente que había estado pensando en aquel encuentro. Agarró el jabón y se frotó las manos, enjabonándole luego a ella la espalda.

Zac: Hola.

Vanessa posó las manos sobre su musculoso pecho y suspiró.

Ness: Hola. Me has asustado, tonto.

Zac: Lo siento -se disculpó con ojos brillantes-.

Jamás nadie había lamentado menos sus actos, pensó ella. Vanessa deslizó las manos por su cuello y se aproximó a él.

Ness: Te he echado de menos.

Zac: Yo también -confesó con la respiración cada vez más agitada. Zac la hizo volverse de espaldas y presionó todo su cuerpo contra ella para que notara su excitación-. Por fin ha acabado la época de los partos, así que tendremos tiempo…

Zac le enjabonó los pechos acariciándole los pezones y haciendo círculos. Vanessa no pudo evitar gemir. Ella era tan pequeña en comparación con él que Zac podía verla por encima de su hombro. Vanessa ladeó la cabeza y apoyó la nuca contra su pecho para permitirle verla por entero. Hacía tanto que no tenían tiempo más que de mantener una relación rápida, aunque satisfactoria, antes de marcharse él a trabajar por las mañanas…

Zac movió las manos por su cuerpo modelando sus caderas, deslizando los dedos hasta el interior de sus muslos y abriéndola suavemente. Entonces ella gimió, se abandonó y movió las caderas al ritmo mientras él la acariciaba haciendo círculos. Un sentimiento creciente de excitación la inundó. Él introdujo entonces un dedo en su interior profundamente, y ella reaccionó de inmediato con una convulsión.

Vanessa se volvió hacia él. Zac jadeaba. Él sacó con manos temblorosas una caja de preservativos de un estante junto a la ducha y ella se lo quitó, poniéndole uno suavemente y haciéndolo gemir. Zac la agarró de las caderas y la levantó. Vanessa estaba prisionera entre su cuerpo y la pared. Gritó al sentir el frío de los baldosines, jadeó, y se olvidó de todo mientras él la penetraba íntimamente. La carne de Zac era cálida, la llenaba por completo. Inmediatamente envolvió su torso con las piernas y se colgó de sus hombros mientras él comenzaba a embestirla lentamente, con la cabeza hacia atrás y las manos sobre sus caderas. La alzaba y la bajaba. El mundo se redujo entonces a ese punto de contacto, a esa sensación. Vanessa sintió que se tensaba, que explotaba incluso antes de que él incrementara el ritmo de las embestidas hasta llegar a un punto en el que se vació profundamente, dentro de ella.

Zac la sostuvo contra la pared durante un largo rato hasta que sus respiraciones se serenaron. Finalmente la levantó e hizo una mueca al sentir el agua deslizarse por su piel. Cerró el grifo y alcanzó dos toallas, envolviéndola a ella en una como si fuera una niña. Luego se quitó el preservativo y se enrolló la toalla a la cintura. Vanessa se sintió de pronto culpable. Tenía que decirle que estaba embarazada. Había estado aplazándolo durante demasiado tiempo. Quizá aquella noche…

Zac la tomó en brazos y la levantó, abrió la puerta del baño y la subió por las escaleras hasta el dormitorio.

Zac: ¿De cuánto tiempo disponemos? -preguntó señalando el dormitorio de Charlie-.

Ness: Una hora, quizá -contestó besándolo en el cuello-.

Zac: No es suficiente, pero tendremos que conformarnos -contestó con ojos azules brillantes llenos de ternura, mirándola-.

Vanessa sintió que se le cortaba la respiración. Veía en él cada día con más frecuencia esa mirada. No quería hacerse ilusiones, pero no podía evitar pensar que Zac le estaba abriendo al fin su corazón.

Zac la dejó de pie, junto a la cama, a la luz de la tarde que entraba por las ventanas. Luego le quitó la toalla.

Zac: Quiero verte. Hace tanto tiempo…

Sirenas de alarma estallaron de pronto en la mente de Vanessa. Estaba embarazada de casi cuatro meses, y por fin comenzaba a notársele. Estaba segura de que Zac aún no se había dado cuenta. Se aferró a la toalla, y él se la quitó riendo.

De pronto la risa de Zac se interrumpió bruscamente. Frunció el ceño y abrió los ojos incrédulo. Se había dado cuenta.

Y no parecía muy feliz.




Oh, oh... =S
Zac se dio cuenta.
Sinceramente, no me extraña que esté embarazada. ¡Son como animales! XD
Ahora sí, ¡como Zac se enfade es para matarlo porque no tiene por qué!

¡Gracias por los coments!
¡Comentad!
¡Un besi!


4 comentarios:

Unknown dijo...

Obvio no tiene por qué molestarse!! Es culpa de los dos. Otra cosa es si se molesta porque ella no le contó antes, eso es diferente.
Pero ya sabía que se iba a molestar. Me encantó que se pusiera a jugar con Charlie y waaaaa la ama!! Pero igual supuse que se iba a molestar.

Me encanta la nove!!
Síguela pronto! :D

Unknown dijo...

POR DIOS. COMO AME ESTE CAPITULO.. BUENO OBVIO QUE TODOS MENOS EL FINAL, LA CARA DE ZAC NO DA BUENA ESPINA :S PERO NO TENDRIA QUE ENOJARSE NI SORPRENDERSE YA QUE ERA OBVIO QUE NESS IBA A QUEDAR EMBARAZADA, SOLO QUE LE OCULTO QUE ESTABA EMBARAZADA...
EL RESTO DE LA NOVELA GENIAL! YA AMA A CHARLIE Y A VANE, NADA MAS QUE PEDIR... SALVO QUE SUBAS PRONNNNNNNNNNNNNNNNNNNNTO!!! :)

Lau B. dijo...

Oh My God!!!
no se quien esta peor sí Vanessa por creer que iba a poder esconderselo por tanto tiempo o sí Zac por no haberse dado cuenta hasa ahora!
Uff! eso se va a poner buenisimo!!!!!!
DEBERIAS PUBLICAR EN CUANTO LEAS ESTE COMENTARIA PORQUE ME ESTOY MURIENDO POR SABER QUE PASA!!!
PUBLICA YA PORFAVORRRRRRR!
Bye
Xx

Lau B. dijo...

PUBLICA PUBLICA PUBLICA!!!
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